N. de la
R.: El texto de esta
nota se publicó originalmente se publicó en la Revista
Mensaje del pasado mes de julio.
“No hay catástrofes naturales, hay
fenómenos naturales, que serán catastróficos dependiendo
del contexto en el que ocurren”. Jon Sobrino S.J.

Me voy a referir a tres puntos: (a) no hay desastres naturales, sino desastres
sociales que no afectan a todos por igual y, por
lo tanto, (b) no son un tiempo de oportunidad para todos
por igual; y (c) que sean una oportunidad depende de
las respuestas ciudadanas.
Cada
vez que sucede alguna crisis o algún desastre, se recurre
a la “ancestral sabiduría china” (“toda crisis es una
oportunidad”) para repetir que son problemas y, a la
vez, situaciones que abren nuevas posibilidades. Se
trata de un discurso que presenta los fenómenos naturales
como eventos sorpresivos, imprevisibles; a los ciudadanos,
como sujetos indefensos frente a las fuerzas incontrolables
de la naturaleza; y a la conjunción de ambos, como situaciones
en que surgen nuevas oportunidades para el espíritu
empresarial. Es el movimiento destrucción/creación.
Los
efectos del terremoto y maremoto del 27 de febrero pasado
en Chile, en las regiones del Maule y Biobío,
nos muestran lo contrario: los efectos de las crisis
y los fenómenos naturales se pueden predecir y mitigar;
no afectan por igual a todos, sus efectos son diferentes
para pobres o ricos, para los hombres o las mujeres;
y las oportunidades, que efectivamente se abren, son
para algunos: para aquellos que tienen control de la
información, de la gestión y de las decisiones. A los
otros, siendo
siempre la ciudad un espacio físico y social en disputa,
solo les queda organizarse.

Las
crisis y los desastres producto de fenómenos naturales
son eventos previsibles
Que
ocurra un sismo en Chile o que ocurra un maremoto está
dentro de lo previsible, no es algo que nos deba sorprender
y esto, creo, es algo que está internamente
incorporado en la ingeniería chilena, a pesar de todas
las desregulaciones ocurridas en las normativas.
Así, si comparamos, por ejemplo —y quiero referirme
solo a los daños físicos— los efectos del terremoto
de Haití, 7.3 grados Richter,
que destruyó casi completamente las ciudades de ese
país, con los del que afectó las regiones del Maule
y Biobío, 8,8 grados Richter, comprobamos
que en Chile la edificación, construida según las normas,
soportó bien un terremoto muy grande.
Los
resultados hablan bien de la ingeniería, de la normativa
que ha incorporado las enseñanzas del pasado, en particular
las del terremoto de 1985. Es indudable que existe
en promedio en el país una buena calidad de la construcción.
Una prueba ha sido que gran parte del stock de vivienda
social en las ciudades de Talca y del Gran Concepción
se mantuvo en pie.
Sin
embargo, en la normativa urbana, tal como lo ha señalado
Miguel Lawner, los maremotos
no son considerados en la definición de áreas de riesgo.
En Talcahuano se puede comprobar que la zona inundada
por el maremoto de 1835 es casi similar a la que cubrió
el agua en febrero pasado. Es decir, hay en las ciudades zonas de riesgo donde, por diferentes motivos, se
ha permitido la ocupación y uso, apostando a que
lo que ocurrió no volverá a suceder. Y no se trata de
mandar las instalaciones de pesca artesanal tierra adentro,
sino buscar para ellas las áreas que —según la experiencia
y el saber— son menos vulnerables.

¿Qué
construcciones no soportaron el fenómeno natural?
Cuatro
tipos de construcciones no soportaron los efectos del
sismo y maremoto: la arquitectura de pacotilla, algunos edificios de operaciones inmobiliarias
recientes las construcciones en zonas de riesgo y las
viejas casas de adobe.
El
mejor ejemplo del primer tipo, de la arquitectura de
pacotilla, es lo que ocurrió con el aeropuerto de Santiago,
que primero fue clausurado y luego funcionó con instalaciones
de emergencia, no por fallas de las pistas ni de la
estructura de sus edificios, sino de su arquitectura
interior. Una imagen de modernidad mal concebida y mal construida.
Un
segundo tipo corresponde a unos treinta edificios nuevos
en Concepción y en Santiago, incluso algunos sin uso,
que colapsaron. ¿Falla del terreno? No, el terreno no
falla; lo que falló fue la estructura colocada sobre
el terreno. Con un buen estudio geológico y de mecánica
de suelo es posible construir en cualquier terreno.
El problema es que construir bien es caro y puede no
ser un buen negocio. Un buen estudio permite saber que no se puede construir si no se quiere
hacer esa inversión.
Un
tercer tipo de edificaciones que no soportaron el sismo
fue el de las construcciones levantadas en zonas de
riesgo que no habían sido definidas como tales. Al respecto,
dos ejemplos. Uno, las áreas posibles de ser inundadas
por un maremoto o que ya lo habían sido, como en el
caso de Talcahuano. Dos, áreas con fallas geológicas
que pudieran colapsar en un sismo o terremoto y que
no han sido identificadas como tales en la normativa
urbana, como ocurre con el Plano Regulador de Concepción
(El Sur, Concepción, 1 de febrero 2004).
Finalmente,
así como el terremoto de 1985 destruyó las viejas casas
de adobe en el centro de Santiago, este terremoto arrasó
con las viejas casas de adobe cercanas al centro de
Talca. El adobe, que bajo ciertas condiciones puede
ser un buen material de construcción, no lo es si no
se siguen las normas, si
no se le hace mantenimiento, si no se repara, y
el resultado puede ser desastroso.

Los
daños no son iguales para todos
En
primer lugar, los daños son mayores en las zonas pobres de las ciudades: es lo ocurrido
en los centros viejos y las periferias, allí donde las
construcciones eran antiguas, precarias o levantadas
en zonas de riesgo no declaradas. Esto constituye la
mayoría. También, aunque en grado mucho menor, algunos
conjuntos de viviendas sociales han quedado inhabitables
—unas 6 mil viviendas de un total de 600 mil—, mientras
unas 16 mil requieren reparaciones.
Por
otra parte, los daños crean nuevos pobres. En Talca, en los barrios Seminario
y Santa Ana, próximos al centro de la ciudad, residían
familias que, en terrenos grandes, contaban con viviendas
amplias que les permitían complementar sus ingresos
mediante arriendo de piezas para estudiantes, pequeños
negocios, talleres, cuidado de ancianos, etcétera. Hoy
día solo cuentan con una mediagua, o la posibilidad
de una vivienda de 40 metros para terrenos de 500, 1.000 o más metros
cuadrados. Y como no tienen capacidad de gestión y,
por tanto, de acceso a crédito para realizar cooperativamente
operaciones inmobiliarias, están siendo objeto
de presiones para vender a precios inferiores a los
del mercado anterior y tendrán que emigrar a la
periferia de la ciudad, perdiendo las ventajas de su
actual localización.
Y,
tal como lo señalan todas las experiencias internacionales
pos desastres, las mujeres son quienes están expuestas
a situaciones de mayor violencia, ya sea que hayan visto
sus viviendas reducidas a una mediagua provisoria o
se vean forzadas a vivir en un campamento (aldea). En
estos últimos, la vida de las mujeres —en cuanto encargadas
de sostener la vida doméstica— se dificulta por el hacinamiento
y las condiciones sanitarias precarias. Han
perdido todo lo que era el sustrato material de su quehacer
cotidiano: deben cocinar, lavar, cuidar a los niños
y a los enfermos, sin conexión de agua, sin baños, sin
cocina, con barro y con lluvia, y adentro de la mediagua.

Las
oportunidades
El
proceso destrucción/creación efectivamente puede
abrir oportunidades para el desarrollo urbano, para
la reconstrucción de ciudades y pueblos más amables,
para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
O puede cancelarlas,
si es aprovechado solo como lucro.
Las
oportunidades están a la vista: se necesitan materiales
de construcción para reparar, rehacer los edificios
y viviendas destruidas. Se necesitan planes de ordenamiento
para saber qué hacer con la oferta de terrenos producto
de las demoliciones.
Al
respecto, el gobierno ha dado señales claras de cuál es su opción: la reconstrucción
es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos del
Estado, es una
oportunidad que solo los grandes empresarios privados
pueden conducir.
Así,
el 27 de marzo se anunció el programa “Manos a la obra”
a través del cual se ofrecen materiales de construcción
a los municipios para que estos resuelvan problemas
locales. Para su operación el gobierno entregó un fondo,
de 8.000 millones de pesos, directamente sin licitación,
a un consorcio formado en partes iguales por tres de
las más grandes cadenas de ferreterías a nivel nacional:
Sodimac, Easy
y Construmart. Con esta medida
se afecta no
solo a las otras cadenas nacionales, sino principalmente
a todos los pequeños negocios de venta de materiales
de construcción en las localidades afectadas, cuya
reactivación mejoraría las condiciones de empleo. La
respuesta no se dejó de esperar y se generó una protesta
a través de las cámaras de comercio locales y de diversas
regiones del sur, como también de Chilemat
y MTS, otras cadenas nacionales. El gobierno ofreció
ampliar los fondos e incluir a los pequeños comerciantes,
siendo este un tema aún de conflicto y disputa.
En
abril, se anunció la entrega de la responsabilidad de
formular y financiar planes maestros de desarrollo urbano
en las trece ciudades más importantes, a trece grandes
empresas. Se comenzó entregando Constitución a la empresa
Celulosa Arauco y Constitución, ligada a la familia
Angelini; Talcahuano, a Cencosud, de Horst Paulmann; y Talca a la Empresa Inmobiliaria
El Bosque S.A del grupo Hurtado Vicuña. Cada una de
estas grandes empresas subcontrata profesionales, quienes
realizarán los estudios y propuestas para las ciudades
correspondientes. La filantropía empresarial suplanta
la responsabilidad pública de las autoridades locales
y nacionales.

Se
vende Talca
En
Talca se impuso este proceso de privatización de la
gestión pública por sobre la iniciativa ciudadana y
del Concejo Municipal. Desde los primeros días después
del terremoto, diversas instituciones sin fines de lucro
—las universidades de la Región, el Colegio
de Arquitectos, algunas ONG y la propia Municipalidad—
organizaron una Mesa Técnica ciudadana que, en diálogo
con los vecinos de los barrios, comenzó la elaboración
de propuestas para la reconstrucción. La creación
de una Corporación Municipal que se hiciera cargo de
la reconstrucción de la ciudad con participación de
las organizaciones ciudadanas y empresas locales fue
una de las medidas propuestas, y aprobada en la reunión
del Concejo Municipal del 14 de abril.
No
duró mucho esta iniciativa. A los pocos días, el
alcalde revirtió este acuerdo y entregó la responsabilidad
del futuro urbano de la ciudad a una empresa inmobiliaria
de un grupo económico de fuera de la ciudad. Independientemente
de la capacidad técnica que pueda tener esta empresa,
el hecho en sí es impresentable y muestra un indudable
conflicto de intereses: el ordenamiento urbano de una comuna en donde
se demolerán alrededor de tres mil propiedades urbanas
no puede quedar entregado a la decisión de una empresa
inmobiliaria.
Las
organizaciones ciudadanas no han aceptado esta entrega
de la ciudad y han continuado trabajando en torno a
la Mesa Técnica,
realizando reuniones en los barrios, organizando un
seminario sobre el mercado del suelo en Talca, y el
sábado 12 de junio convocaron a un Cabildo Comunal que
“instale a la ciudadanía como contraparte válida de las instituciones públicas y
privadas vinculadas a la reconstrucción y al desarrollo
de la comuna”.
Tenemos
así una situación límite en lo que ha sido la privatización de las políticas
urbanas: (a) no hay municipio: la autoridad local
renuncia a asumir el liderazgo de la reconstrucción
de su ciudad; (b) hay una empresa inmobiliaria a la
cual, sin licitación (sin mercado), se le entrega el
ordenamiento del mercado inmobiliario de la ciudad;
(c) hay una ciudadanía molesta que exige la palabra.
Tal
vez como nunca antes en otras ciudades del país, Talca
hoy día nos muestra en forma descarnada y descarada
que las ciudades son un espacio en disputa.
ARA
El
autor es arquitecto e integrante de SUR,
Corporación de Estudios Sociales y Educación.
Fuentes:
Centro
de Investigación e Información Periodística – CIPER, 2010.
Escuela
de Líderes de Ciudad – ELCI,
2010.
Plataforma
Urbana, 2010.
Reconstruye,
2010.
SUR
- Corporación de Estudios Sociales y Educación, 2010.
SurMaule,
2010.
Fotos:
SurMaule.
Mapas: Escuela
Líderes de Ciudad.
De
Alfredo Rodríguez, ver también en café
de las ciudades:
Número 19 | Economía
El
problema de los "con techo"... | Alfredo
Rodríguez describe las paradojas del subsidio habitacional
en Chile. | Alfredo Rodríguez
Y
sobre el terremoto de Chile y otras catástrofes urbanas,
ver también la presentación del número 88 y las siguientes
notas:
Número
17 | Café corto
Catástrofes
y política, según Ramonet
Número
28 | Historias de las ciudades
Dos
tragedias | El maremoto del Pacífico,
el incendio de Cromagnon.
| Mario L. Tercco
Número
36 | Política de las ciudades (II)
Cien
años de la inundación de New
Orleans
| El nacimiento de una concepción urbanística. | Carmelo
Ricot
Número
62 | Ambiente y Política de las ciudades
Nueva
Orleáns: el peligro continúa |
Los errores de la reconstrucción y la recurrencia del
paradigma ingenieril, en una
nota de Time | Marcelo Corti
Número 92 | Planes y Política de las ciudades
Acerca
del terremoto en Chile | Reflexiones sobre urbanismo y catástrofe |
Juan E. Rodríguez
Alvarez
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NOTA