“Y bueno, después lo conocí a mi esposo y me dijo que iba
a comprar una casa en una villa. Pero allá en el norte
«villa» es un barrio. Yo no sabía lo que era una villa
(…) Y
bueno se compró una casita (…) que se caía a pedazos.
No era para mi (…) Y después le mentía allá a mi familia
de que vivía en el centro”
Entrevista
a Alicia, habitante de la villa de Retiro- Buenos Aires,
septiembre 2003.
Retomamos
las palabras de nuestra entrevistada para analizar los
orígenes del término villa en la ciudad de Buenos Aires. Si
bien durante la primera mitad del siglo XX sus significados
eran difusos o remitían a más de un sentido, con los
años esta polisemia se fue depurando hasta alcanzar
consenso en la referencia a un espacio urbano particular.
Reflexionar sobre los modos en que este término fue
adquiriendo el significado de asentamiento informal
es el eje del presente artículo: ¿cómo construyó el término villa
la literatura?, ¿cómo lo hicieron los agentes estatales?
Y, finalmente, ¿cómo construyeron el objeto de estudio
villa
las ciencias sociales? En adelante realizaremos un análisis
de su génesis en tres ámbitos que se distinguen en términos
analíticos pero se encuentran, al mismo tiempo, en constante
diálogo y tensión: el ámbito literario, el ámbito
estatal y el ámbito de las ciencias sociales.
1.
La construcción literaria: una ciudad dual
Hacia
fines del siglo XIX tuvieron lugar devastadoras epidemias
en el sur de Buenos Aires, que llevaron a las familias
de la elite porteña a desplazarse hacia los barrios
del norte, como Recoleta y Palermo Chico. Estas zonas
quedaron, a partir de ese momento, asociadas a las familias
tradicionales de grandes terratenientes e incrementaron
radicalmente su valor en el mercado inmobiliario. Los
barrios del sur, simultáneamente, fueron adquiriendo
una nueva identidad a medida que las antiguas mansiones
se transformaban en conventillos
(en
Argentina se denomina así a las grandes viviendas subdivididas
para ser alquiladas por habitación; esta modalidad de
hábitat popular fue importante entre finales del siglo
XIX y principios del siglo XX, coincidiendo con la inmigración
masiva proveniente, en su mayor parte, del sur y el
este de Europa), habitados por familias de inmigrantes con nuevas
pautas culturales. De esta forma, se
fue consolidando una división urbana entre norte y sur,
que atravesó también a una parte de la literatura porteña
del primer tercio del siglo XX, cuando se consolidaron dos
grupos de diferente extracción social e ideológica
(si bien la distinción entre ambos grupos permite comprender
algunos de los debates que cruzaban a las corrientes
estéticas de la época, muchos de sus integrantes estaban
vinculados a ambos grupos y matizaban las diferencias
entre unos y otros). Por un lado el Grupo de Florida,
nucleado en torno a la revista Martín Fierro,
estaba asociado a una función puramente estética del
arte. Sus integrantes, entre los que se destacan Jorge
Luis Borges, Oliverio Girondo y Xul Solar, solían reunirse
en ámbitos exclusivos del centro y norte de la ciudad,
como el Café Tortoni o la
Confitería Richmond.
Por otra parte, el Grupo de Boedo se reunía
en un barrio periférico y popular, situado en la zona
sur de Buenos Aires. Desde ámbitos como la Revista Claridad,
los integrantes de este grupo defendían la función social
del arte, denunciando la miseria en que vivían muchos
de sus contemporáneos. En
este último grupo se destacan las obras de Enrique Amorim
y Elías Castelnuovo, dos escritores vinculados al Partido
Comunista que describieron el asentamiento, conocido
como Villa Desocupación, considerado actualmente
la primera villa de la ciudad de Buenos Aires.
En
su obra teatral de 1934 titulada La marcha del hambre,
Castelnuovo narró la convivencia entre inmigrantes
europeos que habitaban las llamadas carpas, casas
de chapa improvisadas, donde se mezclaban distintos
dialectos con el español y el lunfardo. La obra describió
cómo italianos, polacos y criollos organizaron una marcha
para reclamar por pan y trabajo, con el Río de la Plata
como trasfondo:
“Junto a una carpa, un hombre silencioso,
de cuando en cuando, hace sonar débilmente un acordeón,
tocando siempre la misma pieza. Más atrás aún, otro
hombre, de espaldas, pesca tranquilamente a la luz de
la luna.”
(Castelnuovo, 1934)
Por
su parte, en el cuento de Amorim $1 en Villa Desocupación,
se presenta en estos términos la vida cotidiana en el
campamento:
“Caserío blanco y chato, de un
extraño orden y simetría (…) callejuelas estrechas,
con mucho sol y ningún niño. Sin una mujer que asome su cara o cuelgue
sus polleras en los hilos de alambre. (…) No hay alegría
de colores y el blanco de las viviendas, con el humo,
dan la uniformidad de un gris tranquilo y reposado.”
(Amorim, 1933)
En
el cuento citado, los habitantes de Villa
Desocupación eran en su mayoría inmigrantes europeos
que llegaban hasta Buenos Aires sin sus familias, escapando
a los efectos de la crisis mundial. En cambio, durante
las décadas siguientes los habitantes de las villas
fueron migrantes internos, originarios de zonas rurales
que se asentaban en la ciudad con sus mujeres e hijos.
Junto con estos migrantes, cientos de familias provenientes
de países limítrofes llegaron a Buenos Aires para dar
una nueva fisonomía a las villas
porteñas. Estas oleadas migratorias fueron las que inspiraron
el título de la novela Villa Miseria también es América,
publicada en 1957 por el periodista Bernardo Verbitsky,
cuyo estilo realista suele inscribirse en la tradición
narrativa del grupo de Boedo. En esta novela, los pobladores
de las villas ya no eran presentados como inmigrantes europeos, sino que
pertenecían a una nueva corriente migratoria:
“La otra corriente humana, aquella que se instaló en los umbrales de la
capital, procedía del interior de la República y también de los países vecinos. Porque
el gran movimiento migratorio interno que se ponía en
marcha incluía a las naciones limítrofes. (…) Acaso
este movimiento, tal como se cumplió y se sigue cumpliendo,
demostraría una unidad natural, por encima de la división
nacional, de lo que fuera el Virreinato del Río de la Plata (…).” (Verbitsky, 2003: 39)
En
el fragmento citado, las villas
son representadas como espacios
urbanos donde se restituía simbólicamente la antigua
unidad colonial dada por el Virreinato del Río de
la Plata. Estos
territorios de la ciudad, por lo tanto, podían ser imaginados
como ámbitos donde desaparecían las divisiones establecidas
tras los procesos de independencia y la formación de
los Estados nacionales en el sur del continente americano
(Pedro Orgambide explica que “Villa Miseria También
es América es la más latinoamericana de las novelas de Bernardo Verbitsky, al dar
cuenta del mestizaje que se opera en las zonas marginales
de la ciudad, donde es posible el uso de una lengua
franca que las emigraciones de los pobres transforman
en lengua común del desarraigo.” Orgambide,
Pedro en Verbitsky, Idem. Prólogo).
1.2
La villa y la ciudad “formal”
La
novela de Bernardo Verbitsky mencionada en el apartado
anterior es la obra que se suele asociar a los orígenes
del término villa miseria, posteriormente difundido
y apropiado por la lengua popular. En esta novela, la
imagen de otra dualidad asume contornos nítidos, que
perduran hasta el presente en el imaginario colectivo:
se trata de la
oposición planteada entre la villa
y la ciudad “formal”,
en términos de acceso a la propiedad de la tierra.
En la obra esta
dualidad se expresa, por un lado, desde el punto de
vista de un habitante de la villa:
“La ciudad se le aparecía bajo diferentes imágenes
pero todas amenazadoras. La sentía junto al rancherío
como un gran nublado que amenaza tempestad, que en una
sola de sus ráfagas podía dispersar todas las viviendas,
o como un enorme elefante que con sólo mover una de
sus patas aplasta un hormiguero. Pero podía dañarlos
de otro modo, salir de allí era desvanecerse en la ciudad
inmensa que tenía el poder de absorberlos y de digerirlos
hasta hacerlos desaparecer.” (Verbitsky, 2003: 75-76)
Por
otra parte, la misma dualidad se planteó en esta novela
de Verbitsky pero a partir la percepción de un personaje
proveniente de otros barrios de la ciudad. Teniendo
en cuenta la
imagen vigente en el sentido común de las clases medias
urbanas, donde la villa es comparada con los antiguos campamentos indígenas, el
autor escribió:
“(…) lo imaginaba como una toldería levantada por gentes no menos feroces
que los indios, cuyos rasgos exteriores en cierto modo
les atribuía.” (Verbitsky, 2003: 55)
Los dos fragmentos citados dan cuenta de perspectivas opuestas, asumidas desde dentro y fuera de la villa respectivamente. En uno y otro
caso, los enfoques son representados por imágenes amenazadoras,
expresando dramáticamente las tensiones que los dividían.
Por otra parte, la desconfianza sobre los habitantes de las villas apareció en una de las primeras
fuentes producidas por funcionarios públicos donde se
aborda esta cuestión. Se trata de un informe policial
de 1937, escrito con términos burocráticos y con pretensiones
cientificistas, donde se
planteaba la cuestión de las villas
como un mal social:
“Como
era de esperar, resultó ese campamento un foco de infección
material y moral, donde en escala ascendente y peligrosa
se transformaba sucesivamente el desocupado en mendigo;
éste en vago, y el vago en delincuente. (…)
Se
cobijaron allí, además, sujetos de toda ideología, extremistas,
comunistas, anarquistas, etc., actividades disolventes,
que pudieron desarrollarse favorecidas por el ambiente,
propicio como pocos.” (Ré, 1937: 60)
En este informe policial, el campamento de desocupados situado en las inmediaciones
del puerto, que en otras fuentes se presenta con el
nombre de Villa Desocupación, es mencionado como
Villa Esperanza. Una vez más, la dualidad atraviesa las palabras usadas
para nombrar a las primeras villas
de Buenos Aires: Villa Esperanza – Villa Desocupación,
al ser abordada desde distintos ángulos, asume a
su vez diferentes imágenes, contornos y sentidos.

2.
La construcción estatal: un fragmento de ciudad despreciada
Como quedó expresado, los datos sobre la existencia de las primeras villas en Buenos Aires se remontan a la
década de 1930. Hacia mediados de esa misma década,
se produjeron los primeros desalojos compulsivos, impulsados
por la Junta Nacional de Lucha Contra la Desocupación,
creada bajo el gobierno de Agustín P. Justo. En los
años que siguieron, los agentes estatales asumieron
que las familias allí asentadas podrían salir por sus
propios medios y sin necesidad de asistencia de
su situación de hábitat informal. Contrariamente a lo
esperado, la persistencia y crecimiento de estos
espacios hicieron revisar esta premisa y condujeron
a la intervención del Estado para su resolución.
Con este objetivo se realizó el primer plan sistemático
de erradicación en la ciudad.

2.1
Plan de Emergencia de 1956
Hacia
1955, la sociedad argentina se encontraba profundamente
dividida entre quienes apoyaban el gobierno de Juan
Domingo Perón y sus detractores. En este marco tuvo
lugar un golpe de Estado que buscó invertir el signo
político vigente en los distintos aspectos de la administración
pública y en la vida cotidiana de la población. Así,
bajo la dictadura autodenominada Revolución Libertadora,
fue sancionado el decreto 4161, que prohibía exhibir
públicamente cualquier tipo de símbolo que hiciera referencia
al movimiento peronista. Simultáneamente, se intentó
eliminar todo trazo del peronismo en la ciudad de Buenos
Aires, llegando incluso a dinamitar la Residencia Presidencial
donde murió en 1952 Eva Perón, cuyo cuerpo fue robado
y trasladado fuera del país. El espacio donde estaba
emplazada la Residencia Presidencial fue destinado a
la construcción de la Biblioteca Nacional,
simbolizando la imposición de la “alta cultura” sobre
un proyecto político que supuestamente representaba
su antítesis. De esta forma se fueron delimitando en la ciudad las marcas territoriales de una dualidad
política que perdura hasta el presente.
En
este contexto, la
Comisión Nacional de la
Vivienda realizó el primer plan estatal
destinado a villas: el plan de erradicación denominado
Plan de Emergencia
del año 1956, que buscaba eliminar el total de las
villas del país mediante una intervención estatal que
se abocaría a la construcción de viviendas de interés
social para sus pobladores (Ziccardi, 1984: 159-181).
Como mencionamos anteriormente, el propósito militar
era borrar al peronismo del escenario político y para
ello necesitaba el consenso de los sectores identificados
con él. Los villeros fueron parte de este sector y,
con el objetivo de ganar su apoyo, se ensayó este Plan
de Emergencia.
Para entonces, la presencia de este tipo de asentamientos urbanos en diferentes
ciudades latinoamericanas alertaron a organismos internacionales
que intervinieron en la región.
“En
el año 1956, en Colombia, se celebra la 1° Reunión Técnica
Interamericana de Vivienda y Planeamiento de la
OEA. En
ella se establecen, desde una determinada concepción
sobre las causas que ocasionan el surgimiento de este
tipo de poblaciones, una serie de lineamientos para
evitar su formación y crecimiento y resolver el problema
de los que ya existían”. (Pastrana, 1980: 129)
Los lineamientos del Plan de Emergencia
de 1956 se sustentaron en las propuestas emanadas
de la reunión y consistían en erradicar
y realojar a las familias que pudiesen acreditar ciertos
requerimientos socio-económicos. Así, existieron
muchas familias que sólo fueron erradicadas de las villas y no contaron con una propuesta
habitacional alternativa, quedando completamente desamparadas
y en peor situación que la vigente previamente a la
intervención estatal. Por otra parte, las familias que fueron realojadas en nuevas
viviendas tuvieron que atravesar un proceso de “readaptación
social”, que consistía en la acción de asistentes
sociales para “reeducar” a las personas erradicadas.
Estas prenociones inscriptas en el plan estatal nos permiten comprender qué
significado se le atribuía a la villa
y a sus habitantes: al considerar que los pobladores
de las villas necesitaban ser “readaptados” y
“reeducados” se
estaba insinuando que habían llegado a tal situación
por dificultades individuales, desplazando las causas
a situaciones particulares en vez de contemplar la desigual
distribución de la riqueza característica del país.
De esta forma, el plan no arribó a resultados exitosos
y la estrategia de la dictadura para ganar consenso
entre un sector identificado con el peronismo fracasó
rotundamente. La intervención del Estado no hizo más
que intensificar la oposición de los villeros al gobierno
de facto. Por lo tanto, la exclusión de una parte importante
de la población en el plan y las nociones “reeducativas”
motivaron la confrontación antes que la deseada conciliación
perseguida por la Revolución Libertadora.

2.2
Villa de emergencia versus villa miseria
Retomando
las implicancias del término villa
relatadas hasta ahora, vemos
que la literatura hizo referencia a la miseria
que caracterizaba a estos espacios urbanos, mientras
que el Estado prefirió adjudicarle el rótulo de
emergencia. Confrontar ambas palabras,
miseria versus
emergencia, puede ayudarnos a comprender
los postulados que cada ámbito imprimió a la palabra
villa.
En
la novela de Verbitsky nos encontramos con una forma
provocativa de definir a estos espacios: villa
miseria, la cual remite a describir una situación
de pobreza al tiempo que realiza una denuncia a la misma.
La miseria
es relatada a lo largo de sus páginas y es comprendida
como una situación de difícil salida para sus habitantes,
reconociendo la inevitable permanencia y el crecimiento
de estos asentamientos en las ciudades industriales.
Casi en las antípodas de esta concepción, el Estado
intervino definiendo a estos espacios como villas de emergencia, plasmando en su modo
de nombrarlos una
concepción que los presentaba como novedades imprevisibles.
Así, el léxico administrativo tendió a encubrir tensiones sociales de largo plazo,
presentándolas bajo una apariencia armónica y contingente. De esta manera,
en lugar de resolver la emergencia habitacional de las
familias afectadas, se abordó a las villas
como fenómenos de emergencia donde la
responsabilidad de su existencia reposaba en los pobladores
acusados de apatía e inadaptación.
Las
prenociones que el plan de 1956 contenía no hicieron
más que agudizar las deficiencias habitacionales. Esta
intervención estatal no se privaba de afirmar que:
“(…)
la solución más acertada debería ser «el reintegro de
esas agrupaciones humanas a los respectivos lugares
de origen y trabajo, de donde fueron arrancados para
precipitarlos a la miseria».” (Yujnovsky, 1984: 99)
La propuesta de fondo consistía en trasladar el problema
a otra zona del país, probablemente allí donde la visibilidad
fuese menor,
en lugar de resolver el déficit habitacional.
El
concepto villa de emergencia se sostuvo durante
un plan de erradicación posterior, Plan
de Erradicación de Villas de Emergencia de 1968.
Éste también se realizó bajo un contexto dictatorial
y mantuvo la misma concepción sobre el origen y persistencia
de las villas.
Podemos tomarlo como ejemplo de suma claridad ya que
el plan proponía, en principio, el pasaje
por Núcleos Habitacionales Transitorios (NHT) para que
allí las familias atravesaran el proceso “reeducativo”.
El mismo contemplaba una estadía lo suficientemente
incómoda en viviendas, en muchos casos, aún más precarias
que las erradicadas en las villas de procedencia, con el fin que los sujetos “desidiosos” ansiaran
mejoras para su vida. El plan sostenía que en NHT:
“No podrán introducirse mejoras a fin de que
los inconvenientes de habitabilidad que experimentan
los acucien a desear y a esforzarse por obtener las
ventajas que ofrecen las viviendas definitivas previstas
en el segundo programa de este Plan.” (Plan de Erradicación
de Villas de Emergencia, 1968: 11)
Así,
la génesis del tratamiento de los espacios urbanos denominados
villas de emergencia se caracteriza por un profundo desprecio del
Estado dictatorial sobre éstos fragmentos de ciudad.
Finalmente,
desde mediados del siglo XX y hasta la actualidad, el
término villa miseria logró un uso y un anclaje mucho más extendido en la
lengua popular que la referencia a las mismas como villa de emergencia. De todas formas, ambos nombres siguen vigentes
y su coexistencia expresa algunas tensiones entre el léxico administrativo y los usos cotidianos
del lenguaje.

3.
La construcción desde las ciencias sociales: perspectivas
contrapuestas
Tal
como aconteció durante las primeras intervenciones estatales,
los acercamientos iniciales al tema por parte de las
ciencias sociales en Argentina estuvieron signados por
la tensión entre el peronismo y el antiperonismo: esta confrontación política atravesó inexorablemente
los primeros estudios académicos sobre la cuestión
de las villas.

3.1
“Tradición” versus “modernidad”, la vida urbana tensionada
Las
primeras referencias académicas sobre las villas
en Buenos Aires tienen la firma de quien fuera el fundador
de la sociología argentina, el italiano Gino Germani,
en el marco de la teoría
de la marginalidad.
Esta teoría estaba inscripta en las teorías de modernización,
donde la idea de progreso ocupaba un rol central:
“la Teoría de la Marginalidad, [fue]
introducida en la
Argentina por el sociólogo Gino Germani,
en la década de los 50, para aplicarse primordial, aunque
no exclusivamente, a los estudios sobre villas miseria.
El objeto del que trató de dar cuenta esta teoría era
«el marginado», un tipo particular de actor social que
aparecía como «no integrado» a la ciudad. En este contexto,
la ciudad no era solo un escenario arquitectónico sino,
fundamentalmente, el paradigma de un modo de vida, de
organización social. Según los marginalistas, la
ciudad encarna el modelo de la civilización, el punto
más elevado de desarrollo de la Humanidad: el estadio
de Modernidad al que se había llegado a través de un
incremento de la racionalidad en las pautas culturales
y sociales.” (Guber, 1991: 49)
Germani
se abocó a definir a las villas
como fenómenos transitorios causados por las migraciones,
provocadas por el desarrollo de la actividad industrial
en las ciudades. Desde su punto de vista, los
migrantes conformaron un grupo de “no integrados” a
la ciudad, que traían consigo la “marginalidad” en la
que vivían en sus lugares de origen, prioritariamente
del ámbito rural. Las villas fueron, de este modo, pensadas
como lugar de tránsito entre la experiencia campesina
en el interior del país y la adquisición de las pautas
culturales de la gran ciudad. Según la teoría de la marginalidad, a la cual adscribía
Germani, la villa
desaparecería con el advenimiento del progreso.
Esta
mirada acerca de la ciudad tiene su correlato en sus
análisis sobre la política argentina. Germani consideraba
que la no integración de los villeros a la vida moderna
de la ciudad era la causante de la adscripción al peronismo
de este sector, que consideraba de características premodernas
y populistas. Esta premisa tiene un correlato en sus
estudios sobre los orígenes del peronismo, donde el
autor consideraba que en el país habían existido obreros
“viejos”, inmigrantes que trajeron al país sus tradiciones
organizativas provenientes de Europa (anarquismo, socialismo
y sindicalismo) y obreros “nuevos”, migrantes internos
y de países limítrofes, considerados “masas disponibles”
en términos políticos, que Perón había sabido capitalizar
a su favor.

3.2
Enfoques discrepantes
La
teoría de la marginalidad marcó los inicios
de los estudios sobre villas
pero a posteriori los enfoques fueron críticos de esta
mirada. El abordaje funcional- evolucionista sería cuestionado
por varios autores, entre los que se destaca como pionero
Hugo
Ratier, con su libro clásico Villeros
y villas miseria, de 1971. El texto plantea que
las villas no fueron creadas por el peronismo sino que fueron un resultado
de las transformaciones estructurales del período.
Victoria Casabona y Rosana Guber (1985) retomaron la discusión teórica sobre
el concepto de marginalidad
para definir a las poblaciones de las villas, advirtiendo como problema metodológico el proponer una estructura social
dual, plasmada en los “integrados” a la vida moderna
y los “marginales” a la misma, ya
que desarticula espacios que en el escenario social
tienen vinculaciones intrínsecas. En esta misma
línea, un trabajo posterior de Rosana Guber (1991),
profundiza su crítica a la teoría
de la marginalidad al cuestionar la concepción de
la villa como un espacio autónomo. Este aislamiento analítico tiene
fuertes impactos teóricos, ya que conduce a conclusiones
auto-explicativas: en términos simplistas lleva a concluir
que el modo de vida en la villa está sustentado en las
características propias de la población allí asentada.
Por lo tanto, se
desechan las variables fundamentales de análisis como
los factores económicos y sociales. Estela Grassi
(1996), también refutó la concepción marginalista, posicionándose
metodológicamente desde una perspectiva que considera
a los procesos culturales como construcciones histórico
sociales multideterminados, abandonando la idea de villa
como espacio homogéneo y auto-reproductivo.
En
líneas generales, si
bien la visión marginalista fue el primer intento sistemático
de abordar la cuestión de las villas en términos
teóricos, esta perspectiva perdió vigencia rápidamente
en el campo académico a causa de las críticas nodales
a su lógica argumentativa.

Construcciones
semánticas: itinerarios y confluencias en los orígenes
de un término
En
las páginas anteriores presentamos sintéticamente los
modos en que se originó término villa
en el ámbito literario, estatal y académico. Cada uno
de estos recorridos fue planteado de modo aislado, distinguiendo
sus especificidades e itinerarios singulares. Sin embargo,
se trata de tres
desarrollos simultáneos, que dan cuenta de la profunda
complejidad que atraviesa la génesis de esta palabra.
Por
una parte, mientras la literatura acuñaba el término
villa miseria como modo
de denunciar la pobreza extrema que afectaba a las ciudades
latinoamericanas de mediados del siglo XX, de modo sincrónico,
el Estado recurría al eufemismo villas de emergencia designando como problema
coyuntural una situación que se sostiene hasta el presente.
Desde ese ámbito, a su vez, se depositaba la causa de
la existencia de las villas en las características culturales
de sus pobladores. De un modo similar, para las ciencias
sociales enmarcadas en la teoría
de la marginalidad, fueron los mismos habitantes
quienes al reproducir en la ciudad un estilo de vida
rural no lograron integrarse plenamente a la vida urbana,
generando la persistencia de las villas
y su auto-segregación. Estas perspectivas, a su vez,
fueron sometidas posteriormente a críticas nodales,
dando origen a interpretaciones superadoras.
De
esta forma, la
palabra villa fue construida
de un modo conflictivo, fluctuando entre la denuncia
y el encubrimiento; entre el estigma y la necesidad
de resolución de un problema que excedía la cuestión
habitacional. Establecida de esta manera, la villa
de Buenos Aires fue despojada del carácter
armónico que la palabra implica en otras regiones para
cargar, desde su génesis y hasta el presente, con nuevos
sentidos que reflejan la disputa permanente por el espacio
urbano.
EC y VS
Eva Camelli es Licenciada en Sociología (2003)
y Doctoranda en Ciencias Sociales por la Facultad de
Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Fue
becaria de doctorado por la UBA. Actualmente se desempeña como investigadora
del Centro de Estudios sobre Genocidio, UNTREF. Tema
de investigación: historia política de las villas de
la Ciudad de Buenos Aires.
Actualmente trabaja en la Secretaría de Derechos
Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
de la Nación.
Valeria Snitcofsky es Profesora en Enseñanza Media
y Superior en Historia (2004) y Licenciada en Historia
(2008) por la Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Actualmente
es becaria doctoral Conicet con sede en el CIHaM
(FADU – UBA) y se desempeña como docente de Historia
Social General (FFyL – UBA). Como investigadora, se
especializa en historia de las villas de Buenos Aires
e integra proyectos en la UBA (FFyL y FADU) y FLACSO
(Área de Economía y Tecnología).
Sobre la cuestión de las villas en Argentina, ver también entre otras notas en café
de las ciudades:
Número 56 | Tendencias (I)
Transformaciones
estructurales de las villas de emergencia | Despejando mitos sobre los asentamientos informales
de Buenos Aires. | María Cristina Cravino
Número 61 | Economía y Política de las ciudades
"Acordate
que la tierra no es de nosotros..."
| El mercado inmobiliario en las villas de Buenos Aires,
según María Cristina Cravino | Marcelo Corti
Número 69 | Terquedades
Una mirada arrabalera
a Buenos Aires | Terquedad
de las villas y los funcionarios | Mario
L. Tercco
Número 78 | Política de las ciudades (I)
¿Estado
ausente o protagónico? | Villas
y asentamientos de la Región Metropolitana de Buenos
Aires | María Cecilia Larivera
Número 91 | Política de las ciudades (I)
El
crecimiento de las villas y asentamientos y sus causas
| Pobreza y mercado del suelo en el Area Metropolitana
de Buenos Aires | Equipo Infohábitat (UNGS)
Número 96 | Economía de las ciudades
Mercado
Informal de Alquileres en las Villas 31 y 31bis (Barrio
Padre Carlos Mugica, de Retiro) |
Y algunas conclusiones sobre calidad de vida y políticas
públicas | Kelly Olmos
Número 116 | Terquedades
Una mirada arrabalera a Buenos Aires | Nueva
Terquedad de las villas | Mario L. Tercco
Sobre los grupos de Florida y Boedo, ver también
en café
de las ciudades:
Número 57 | Cultura de las ciudades (I)
Dos
escuelas: Boedo y Florida | Buenos
Aires y sus cafés como un espacio urbano para la creatividad
literaria | Gabriela Yocco
Bibliografía
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Enrique. “$1 en Villa Desocupación”, Revista Multicolor
de los Sábados, N° 6, 16 de Septiembre de 1933,
en Helft, Nicolás (ed.) Crítica, Revista Multicolor
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