En esta sección
del café, los parroquianos nos cuentan en plan informal sus
impresiones sobre las ciudades que han conocido. Los relatos están
exentos de requisitos académicos y convenciones profesionales
(pero no de sentido del humor y espíritu crítico).
La construcción
de Rosario (I)
Una ciudad
"inevitable" en tiempos de renovación.

Frente a la
Terminal de Omnibus rosarina, el antiguo Patio de Madera del ferrocarril
es hoy un centro de exposiciones y convenciones. Allí se
desarrolla la Feria de la Construcción y, como parte de ella,
la serie de conferencias organizada por la Facultad de Arquitectura
con algunos de los arquitectos más talentosos de Sudamérica:
Solano Benítez de Paraguay, Alejandro Aravena de Chile, Pablo
Beitía de Buenos Aires y un local, Rafael Iglesia. El encuentro
es heterogéneo y febril, con promotoras y empresarios vendiendo
productos para la construcción y alumnos de varias facultades
persiguiendo a sus arquitectos preferidos.
En su conferencia,
el discurso de Iglesia es seductor y pasa con habilidad de un plano
conceptual a otro: muestra, por ejemplo, una foto de una de sus
inverosímiles estructuras "por fricción"
y enseguida otra foto donde aparece la villa miseria La Cava y un
lujoso chalet pared de por medio: "esto también es una
estructura inestable", señala. En seguida, otra foto
aérea de la misma villa con su canchita de fútbol:
"en el espacio público se busca lo que uno no tiene
en la casa", en este caso amplitud y luminosidad. En un momento,
suelta su dardo contra el autismo porteño: "en Buenos
Aires me presentan como arquitecto ´del interior`; ellos pretenden
ser el centro y no se dan cuenta de que el centro... está
en el interior".
La frase muestra
una de las caras de la autoestima urbana rosarina, en este caso
el heterogéneo y activo movimiento de arquitectos cuya inserción
en los debates internacionales no elude una sólida base en
la cultura local (hablaremos de eso en el próximo
número
de café
de las ciudades). Solidez, tanto en la adecuación
a los requerimientos reales del lugar, como a la influencia que
ese pensamiento acerca de la ciudad tiene sobre el desarrollo urbano
real de los últimos años.

Llegadas
Un consejo para
el lector que desde Buenos Aires va en auto hasta Rosario: al llegar
a Zarate, desvíese de la Panamericana y cruce el puente sobre
el Paraná hasta Ceibas, de allí tome la ruta hasta
Villaguay y Victoria, entre verdes riquísimos y colinas exquisitas
que los entrerrianos llaman cuchillas. Pasando Victoria,
tomará una línea recta peligrosísima (esté
atento a los camiones y, sobre todo, a los automovilistas con poca
experiencia de ruta abierta), que atraviesa el humedal durante casi
50 kilómetros. Es el comienzo del sistema deltaico del Paraná,
que por ahora finaliza 300 kilómetros al sur, frente a San
Isidro, en Buenos Aires. Al llegar al Paraná, cruzará
el puente internacional inaugurado hace dos años y a su izquierda
verá a Rosario completa, dominando la vuelta del río;
verá los silos, la mayoría abandonados, las blancas
torres de vivienda sobre la costa, las islas con sus recreos frente
a la ciudad, quizás los veleros en el humedal, con algo de
suerte un barco de carga dispuesto a atravesar el puente por el
canal, pegado a la costa occidental. Si en cambio sigue la tradición
(y de paso desea ahorrar los peajes de los dos puentes...) entrará
por el sur a Rosario como a la Pentesilea de Italo Calvino, y le
será difícil saber cuando está afuera y cuando
está adentro de la ciudad.
En todos los
casos, y siguiendo con estas visiones globales y externas de la
ciudad, no deje de tomar el catamarán de La Fluvial para
ver la ciudad desde el río, la barranca como un zócalo
que "sostiene" la efervescente proliferación de
edificios en altura sobre el borde. Al acercarse a la costa, las
raíces y las plantas contra la pared de la barranca parecen
indiferentes a la epopeya social que acaece unos metros más
arriba.

Orígenes
y handicaps
La expedición
que en 1573 fundó la primitiva Santa Fe frente a la actual
Cayastá venía de aguas arriba por el Paraguay y el
Paraná. Venía de Asunción y del desencanto:
no era ese el camino hacia El Dorado. Para llegar al menos a Potosí
era necesario esquivar las selvas impenetrables del Chaco, por eso
la idea de establecer una ciudad que sirviera de base para retomar
el camino hacia el Norte por tierras más amigables. Años
más tarde, el poblado se descubre inundable y se traslada
a su actual localización.

Tres siglos
más tarde, otra ciudad "aparecía" unos 170
kilómetros al sur, pero en este caso sin ser fundada y con
otra lógica geográfica. Es así: trácese
una línea que una Buenos Aires, la puerta del Plata, con
Córdoba, la gran ciudad mediterránea. En su punto
medio, arquéese levemente esa línea hacia el este
hasta tocar el río Paraná. En el punto de encuentro,
se encontrará un área elevada dominando una curva
del gran río: eso es Rosario. Desde ese mismo punto trácese
ahora un semicírculo hacia el oeste, de unos 150 a 200 km.
de radio. Ese perímetro envolverá tierras agrícolas
y ganaderas de una riqueza incomparable, el rico sur santafesino,
pero también el sudeste cordobés y el nordeste bonaerense,
que encontrarán en Rosario su punto de salida natural. Una
ciudad tan bien localizada y con un hinterland tan rico ni
fundarse necesita (y eso es lo que pasó con la Villa del
Rosario), porque es casi inevitable que en ese punto crezca la aglomeración
urbana y que en algún momento propios y extraños se
den cuenta de que hay una ciudad.
Claro, esa ciudad
nace con un handicap político – administrativo,
que es el de no ser capital: no lo fue de la provincia, que tomó
el nombre de la ciudad original, Santa Fe; no lo fue de la Nación,
aunque varias veces se la propuso como alternativa a Buenos Aires
y hasta se acordaron leyes al respecto; no lo fue de la Confederación
Argentina (esa experiencia política conducida por Urquiza,
entre 1853 y 1862, tiempos en que Buenos Aires se había separado
del resto de las provincias), que estaba centralizada en Paraná.
Pero sí que fue en esa época cuando se posiciona como
puerto principal del litoral paranaense argentino, iniciando su
ascenso en el sistema regional de ciudades. Rosario ya superaba
en cantidad de habitantes a Santa Fe, y pocos años después
comenzaban a desarrollarse sus múltiples conexiones ferroviarias
hacia todo el país (un entramado ferroviario que consolida
el progreso de la ciudad, pero también su "encierro"
entre ramales y playas de maniobra). El intrigante Eduardo Madero,
en sus operaciones de cabildeo para promover el trazado portuario
que luego llevó su nombre, advertía a la sociedad
de Buenos Aires sobre el peligro de perder la hegemonía portuaria
a manos de Rosario, en caso de no adoptarse su proyecto. Y a principios
de siglo XX, Rosario disputaba a Córdoba el segundo lugar
entre las ciudades argentinas, en un virtual "empate"
demográfico que se mantiene hasta nuestros días (1.159.004
habitantes en el 2001).

El
carácter rosarino
La condicionante
política de ser la principal ciudad de su región pero
sin ser la capital, y la condicionante histórica de ser una
ciudad aluvional y sin abolengo, parecen explicar buena parte
del carácter rosarino. Es una ciudad de inmigrantes, burguesa
y laboriosa pero también proletaria y democrática,
la "Chicago argentina". Es una ciudad sujeta a los
ciclos económicos, no existe un "colchón"
de burocracia y administración que compense las recesiones
bruscas o a las traumáticas transformaciones de los modos
de producción. Es también una ciudad que hace de
sí misma una industria, en los ciclos felices de auge
agroexportador: el desarrollo Art Decó de los ´20, la colonización
costera de estos últimos años, siempre con la industria
de la construcción como canalizador de excedentes (de cereales
en un caso, de la soja en otro).

Rosario se queja
a menudo de esa falta de poder político, pero lo cierto es
que a pesar de ello se las ingenia para obtener sus logros. El puente
a Victoria coloca a la ciudad en plena ruta del Mercosur, para lo
cual solo falta completar el tramo de ruta en Entre Ríos
de Victoria a Nogoyá. La autopista a Córdoba, que
estará terminada en el 2007 a un costo de 350 millones de
dólares financiados por el impuesto al gas-oil, le permitirá
desarrollar en conjunto con "la Docta" una región
de apreciable riqueza: se calcula que circularán por ella
unos 10.000 vehículos por día. Y para recuperar el
frente costero, la ciudad tuvo la inapreciable de que le entregaran
sin cargo las tierras del estado nacional que pertenecían
al puerto.

La
recuperación del frente costero
La trama cuadriculada
de Rosario llega a la costa en diagonal, al menos en el área
céntrica. Así, no hay una fachada de la ciudad
hacía el río, sino una sucesión de escorzos
de distinto tipo. También, la peculiaridad de que todas las
calles, sean norte – sur o este – oeste, llegan al río. Y
también un juego de espacios remanentes en la trama, que
al recuperarse la costa se descubren como plazoletas de valor paisajístico.
Es posible que el centro cultural y educativo de la comunidad española
que realizó Oriol Bohigas en el Parque España sea
uno de los mejores edificios del catalán: en ese aquelarre
de edificios y de manzanas urbanas inconclusas establece un zócalo
topográfico, uniendo los dos niveles de la barranca. Algo
de eso dice Rafael Iglesia en su conferencia: "el edificio
de Bohigas soporta lo que se ponga arriba". El edificio es
un contrapunto conceptual a otra operación extendida sobre
la topografía, el Monumento a la Bandera. Geográfico
y atemporal, resiste incluso al detalle kistch de las
columnas dóricas que algunos interpretaron como un gesto
de suficiencia de Bohigas en tierras de "Indias"...

Esa operación
de Parque España es una de las primeras con la que empieza
la recuperación de la costa sobre el Paraná, una vez
que las instalaciones portuarias rosarinas se tornan obsoletas y
el uso portuario se traslada a los puertos al sur y al norte
de la ciudad; esta es una vieja ambición de la ciudad desde
su Plan de 1951.
Hasta entonces,
la ciudad se desarrollaba hacia su interior y se cerraba ostensiblemente
hacia la costa. El Boulevard Oroño y el Parque Independencia
eran las zonas de prestigio, el ámbito de las residencias
Art Decó y los primeros edificios en altura. Las operaciones
de recuperación generaron a lo largo de estos años
un frente costero ejemplar, democrático y ciudadano,
modesto y diseñado a la vez. Desprejuiciado como Rosario,
ese frente admite el espacio vacío que propone Marcelo Villafañe,
o hasta un galponcito recuperado como pista de skate y volteretas
ciclísticas. Es un diseño mínimo, que no minimalista;
no existen las sobreactuaciones que caracterizan algunas experiencias
recientes de Córdoba o Buenos Aires. Prevalece el espacio
vacío, apto para una colonización efímera que
termina cuando se retira el usuario y recomienza cuando llegan otros...
Y no faltan detalles de escala urbana, como el silo de colores al
norte del Boulevard Oroño.


La operación
del Pasaje Juramento une el Monumento a la Bandera (un monumento
escenográfico, de magnífica implantación, con
ciertas reminiscencias sospechosas que quizás sean producto
de la época o quizás de las inclinaciones nacionalistas
de su autor Angel Guido) con la Plaza 25 de Mayo, en pleno centro
rosarino. Es posiblemente el símbolo más claro de
esta nueva relación entre la costa y la ciudad. Otra
obra paradigmática es el Paseo del Caminante, al pie del
Puente a Victoria. En este caso la escollera sobre
el agua "inventa" un paseo por delante de la costa existente,
culminando la retahíla de balnearios y espacios costeros
al norte del Arroyo Ludueña.

Pero a su vez
esta operación de veinte años de recuperar espacio
público y frente costero genera una fuerte presión
inmobiliaria sobre la costa. Ya no es la ciudad hacia adentro,
hacia el Boulevard Oroño, sino la ciudad que mira y descubre
al río, en un proceso de enorme valorización inmobiliaria.
El entorno del Monumento a la Bandera y la "desembocadura"
del Boulevard Oroño se pueblan de torres residenciales; en
el predio más estratégico de la ciudad, en el lote
que remata la trama urbana frente al Monumento y al río,
comenzará en breve a construirse el edificio más alto
de Rosario, proyectado por Mario Roberto Alvarez.
El planeamiento
y la obra pública generaron así un incremento exponencial
de la renta del suelo urbano, del que en ningún momento se
previó su recuperación para quien lo genera, es decir
el Municipio. Ahora se están estudiando estos resultados,
pero seguramente con poca capacidad de intervención a
posteriori sobre el desarrollo privado inducido por la iniciativa
pública.

Atípica
en todo
Rosario no respondió
a la crisis de los partidos políticos tradicionales argentinos
(peronismo y radicalismo) con la elección de un cantante
o un deportista. En 1995 triunfó Hermes Binner, del Partido
Socialista Popular, una agrupación con arraigo histórico
en la ciudad (de hecho, el anterior intendente Héctor Cavallero
era también socialista, aunque terminó adhiriendo
a Menem...). Binner inició un período, que aun se
mantiene con Miguel Lifschitz, de intendentes socialistas, con todas
las comillas que pueda tener esa caracterización en su ligera
versión rosarina. En la práctica, se trata de un partido
socialdemócrata, que en su gestión aplicó algunos
de los instrumentos tradicionales de estas administraciones: la
revalorización y creación de espacio público
de las que ya hemos hablado, políticas ambiciosas de salud
pública y de hábitat popular, programas de descentralización
para acercar la administración a los barrios. Dentro
de esta última vertiente, la idea de llevar hasta a los barrios
más periféricos la calidad de las intervenciones sociales
y físicas: véase el Centro
Municipal "Rosa Ziperovich",
diseñado por Alvaro Siza en el problemático Distrito
Sur.

Un logro de
la gestión es la evidencia de soluciones amigables para
la ciudad en programas que habitualmente son amenazas a la cohesión
y la continuidad urbana: ya hemos mencionado la seductora peatonalidad
sobre el agua del Paseo del Caminante al pie del Puente a Victoria,
pero también es destacable, por ejemplo, la integración
y tratamiento del arroyo Lududeña en el proyecto del shopping
Portal de Rosario, recientemente inaugurado.

Cultura
ciudadana
Por motivos
que podemos o no atribuir a sus peculiaridades urbanas y sociológicas,
Rosario ha aportado a la cultura popular argentina algunos
temas y personajes memorables: la historieta y la literatura de
Roberto
Fontanarrosa,
creador de Inodoro Pereyra y Booggie "el aceitoso", el
humor carismático de Alberto Olmedo, la música de
Gato Barbieri, la homérica rivalidad de Newell´s Old Boys
y Rosario Central, uno en el corazón del Parque Independencia
y el otro al borde del Paraná.
El clásico
rosarino comparte con San Lorenzo - Huracán y Gimnasia –
Estudiantes de La Plata un carácter de epopeya urbana. Algunos
apuntan que la hinchada de Ñuls creció con
el aporte de la inmigración del norte santafesino, que al
elegir al equipo con menos afición y no a aquel que cita
a la ciudad en su propio nombre, expresaban calladamente su resistencia
a la altanería de los locales. En estas cuestiones, también
aparece la riqueza del hinterland, en este caso como cuenca
de buenos futbolistas (alguien ha señalado la influencia
de la buena alimentación y la vida al aire libre en los prósperos
pueblos de base agrícola entre Santa Fe, Córdoba y
Buenos Aires, explicando la reiterada aparición de grandes
cracks que llegan a Rosario).
En un sentido
cultural más ortodoxo, ese hinterland es también
una cuenca de estudiantes en su Universidad,
que para cierto rango de ciudades y pueblos importantes en sus alrededores
es una opción muy competitiva con respecto a Buenos Aires
y Córdoba.

La cultura ciudadana
rosarina se expresa hoy en la calidad de su espacio público
pero también en actitudes de urbanidad como el respeto
por los equipamientos y mobiliarios callejeros. Los modernos paradores
de colectivos, en cualquier punto de la ciudad, lucen ajenos a cualquier
graffiti o vandalización, al igual que los frentes de los
edificios públicos o los bancos de los parques. Esta civilidad
se da en una sociedad que aun no ha superado sus graves problemas
de desempleo y pobreza, esos que en otros contextos urbanos argentinos
derivan en actitudes anómicas.
Otra manifestación
de cultura urbana es la proliferación de empresas
de diseño,
y en general el auge del diseño como industria cultural.
Esto se palpa en la ciudad casi como un fenómeno masivo:
cenando con arquitectos amigos frente a la Terminal de Omnibus,
la camarera nos pregunta por los productos que se exponen en el
Patio de la Madera. La joven estudia diseño de interiores,
es parte de una eclosión cultural de enorme futuro, y con
bases firmes en la creatividad y espíritu emprendedor de
sus protagonistas.
Sin embargo,
Rosario aun descuida la más emblemática de las industrias
culturales: el turismo está todavía inexplotado, como
si la ciudad no fuera consciente de las potencialidades que abre
su actual desarrollo. Algo se avanzó en ocasión del
reciente Congreso de la Lengua castellana, pero la ciudad sigue
adoleciendo de buena hotelería y, sobre todo, de saber
transmitir la autoestima ciudadana. Por ejemplo: unas amigas
llegaron recientemente a Rosario a última hora de la tarde,
preguntaron en el hotel como llegar al área costera y al
Monumento a la Bandera, y les desaconsejaron que fueran por motivos
de seguridad... La presencia del puente sobre el Paraná permite
imaginar, por ejemplo, una alianza estratégica con Victoria,
combinando para el turista de fin de semana largo la calidad urbana
de Rosario con los paisajes y el patrimonio de la ciudad entrerriana.

La idea de la
seguridad está también presente en la versión
local de los countries y barrios cerrados, contradictorios con esa
calidad urbana que está alcanzando la ciudad. Por ahora,
un fenómeno limitado, al que posiblemente contrarreste algo
de lógica la posibilidad de acceder a buenos apartamentos
urbanos en las flamantes torres costeras. De todos modos, la dispersión
metropolitana de Rosario está aun contenida en los 184 kilómetros
cuadrados de su territorio municipal, en los que aun existe una
importante fracción de tierra rural. También, en la
naturaleza de su relación con los pueblos y ciudades del
Gran Rosario y de la costa paranaense, más cerca del sistema
de ciudades que de la "competencia" a la page.
Dinámica,
heterogénea, contradictoria, Rosario aparece para propios
y extraños como la experiencia urbana más rica
y estimulante de la Argentina en la actualidad. Producto de
particulares condiciones macroeconómicas, pero especialmente
de una reflexión y una práctica laboriosas por parte
de profesionales, funcionarios, empresarios y ciudadanos, la "movida"
rosarina está merecidamente instalada en el centro de la
atención.
MC
En
el próximo número de café
de las ciudades se publicará la segunda parte
de La construcción de Rosario: Arquitectura e Identidad.
Las
fotos que ilustran esta nota son gentileza
de Mariana Cavalli.

En
el número 25 de café
de las ciudades el lector Lucas Gallo nos acercó
Somos
creativos, a falta de paisaje,
un muy buen texto de Roberto Fontanarrosa explicando su ciudad.
Sobre
los programas
de descentralización,
ver la página Web municipal.
Un
ejemplo de buen diseño industrial rosarino puede encontrarse
en la página Web de Area
D6.
Ver
la excelente Matéricos
Periféricos,
revista de proyecto arquitectónico del Taller Galli, Facultad
de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad
Nacional de Rosario. Dirigida por Marcelo Barrale, incluye obras
y proyectos en Argentina, Brasil, Chile y Paraguay.
|