
Area costera de Mumbai
Después
de treinta horas de vuelo llegamos a Delhi; un auto del
hostel nos pasó
a buscar por el aeropuerto para llevarnos hasta el Main
Bazar, calle-mercado donde se encuentran la mayoría de
los albergues para turistas con mochila. Ni bien ingresamos
en el barrio… no lo podíamos creer. Hay que confesar que
el shock paraliza y uno no entiende
a dónde fue a parar por 40 días. Todo era demasiado
feo, las calles de barro llenas de cráteres profundos,
las vacas que chocan con los autos, la gente
esquivando los peligros, los cables colgando sobre charcos
podridos, los hombres orinando al aire libre, su respectivo
olor y los chicos caminando descalzos por todas partes.
El chofer nos deja en un punto y nos dice que con el auto
no se puede ingresar a la vía de la dirección y que debemos
ir caminando. Sentimos una mezcla de asco, asombro y pánico
al estar tan lejos de casa sin saber por qué. “Viaje a
la India”
comienza.

Viejo
Mumbai
Cada
ciudad de la India encierra un mundo aparte,
no sólo dado por las condiciones culturales-religiosas
que diferencian cada región sino también por la cantidad
de personas en cada concentración urbana.
En
este episodio nos dedicaremos a dos mega ciudades con
más de doce y trece millones de habitantes cada una. Son
Delhi y Mumbai las que toman protagonismo como enormes conglomerados
de gente que se multiplica
indefinidamente, ya sea por los altos índices de natalidad o por la inmigración desde dentro
y fuera del país. Más allá de los conocidos pesares que
sufren estas urbanizaciones, siguen
siendo un atractivo para la masa que vive en precaria
situación rural.
En
la década de 1980 Mumbai contaba
con ocho millones de habitantes y se espera que el número
ascienda a catorce en el 2020, la ciudad con más habitantes
en el mundo después de Shangai. Delhi, que surgió más
recientemente y se consolida como capital política del
país, alcanzó el primer millón en la década del 50 y en
la de 1990 los 10 millones. Las grandes olas de inmigración
interna se dieron, como en todos los países en vías de
desarrollo, después de la primera mitad del siglo XX y
son ahora estas ciudades las que toman la cabecera y especulan
con alejarse de sus pares europeas en los próximos años.
La
ciudad ofrece un escenario con una expectativa de vida diferente; no
mejor, por lo menos diferente. El sueño “bollywoodense”,
la industria de cine más grande del planeta; los aparatos opresivos, como una religión politeísta
que exige demasiado tiempo de la vida cotidiana, o el
mismo sistema de castas (aunque ilegal desde
un punto de vista formal, con total vigencia en las relaciones
sociales de las personas) son mecanismos de atracción
y a la misma vez de exclusión. Así transcurre la vida,
en una especie de falacia que nadie consigue comprender
pero que se acepta y se transita con una “supuesta normalidad”.
Saber
que sólo la mitad de la población tiene empleo formal
es un dato abrumador. ¿Qué hacen las millones de personas
restantes? Se desenvuelven bajo las alas de la informalidad,
de la no existencia, de los no lugares, tratan de sobrevivir
como pueden vendiendo chucherías, prestando servicios de todo tipo, convirtiéndose
en sicarios o simplemente
merodeando en lo que parece ser la urbe sin control.

Tribunales
de Mumbai
Las
megaciudades indias parecen
no dejar de aumentar su mancha urbana al mismo tiempo
que, paradójicamente, se estancan en el tiempo.
Ancladas en lo que quedó de la colonización inglesa, sobre
todo Mumbai, con construcciones híbridas anglo-orientales, autos
de marcas londinenses, colectivos rojos y
nombres extranjeros para las calles. Todo sumado
al corazón de la cima de una pirámide social que ha adoptado
el dialecto inglés como lenguaje para la vida cotidiana.
De indio a indio se habla en inglés, recayendo en la típica
actitud elitista de no querer pertenecer al mundo que
condena el bienestar de la clase pudiente, que delata
una historia de esclavitud y a la misma esclavitud moderna
sobre la cual crecen los cimientos de lo que parecería
ser una de las grandes promesas para el mundo capitalista
dentro de los próximos años (junto a Brasil y China).
La
vida se mueve en caminos paralelos, las grandes tiendas dentro de edificios semi-destruidos, una ciudad vieja que reconoce poco de las tradiciones autóctonas,
algunos puntos con grandiosos apartamentos que se vuelcan
sobre una costa “miamiesca”… y alrededor, miles y miles de situaciones de precariedad
absoluta. Porque la marginalidad no se da sólo en los
slums: en la calle,
que es casa para muchos, se desarrollan nuevos programas con construcciones que toman la función
de vestuario-baño, lugares de estudio, comedores. Las plazas y los parques se transforman por la noche en dormitorios,
así como los mercados que invaden las vías de circulación.
Las obras son, además de trabajo, casas temporales, y
las estaciones de tren y sus halles, hoteles para transeúntes.

Mumbai
Entendiendo a la ciudad como un proceso y no un objeto,
es bajo estas circunstancias que se reconfigura constantemente.
Desde la informalidad, la no intervención, la no regulación
estatal, salvo (y exclusivamente) en los sectores privilegiados.
La ciudad de 13 millones de habitantes cobra una estética
y una estructura “caótica”. Por un lado lo que quedó de
la colonia, lo que se encierra en los barrios ricos y
el resto… esa otredad mayoritaria.
Bajo
esta ausencia jurídica, son las crueles leyes del mercado
las que delimitan la impronta urbana sobre el territorio.
Las leyes para los incluidos y las que excluyen al resto
de la sociedad, que se instala donde puede.
En
los grandes condominios, en los centros comerciales, los
hoteles, los grandes edificios de oficinas, los barrios
residenciales cercados, es donde entendemos que el Estado
sí es capaz de intervenir en la ciudad, que tiene las
herramientas para generar una regulación, que puede dotar
de infraestructura, dar seguridad social y abastecimiento
de servicios. Pero son los marginados los que se asientan en las tierras donde el Estado decide no figurar. El 60%
de la población en Mumbai vive
en slums. De este universo, sólo el 48% tiene la tenencia de
su casa, el resto son tierras estatales.
La
lucha de clases ya no se confronta en el espacio público.
El aislamiento de los sectores ricos está plasmado en
condominios, límites, rejas, servicios privados, comunidades
cercadas y entornos irreales. El sector
privilegiado es el que le da forma a la ciudad,
que parece necesitar escuelas, parques, espacios
públicos equipados, hospitales e infraestructuras.
El
resultado, la esencia bipolar de una ciudad dual, se refleja en el espacio urbano:
segregación, marginación. La tradición localista de las
clases bajas se contrapone con los aires cosmopolitas
de la ciudad del mercado capitalista neoliberal.

Vieja
Delhi
India
parece albergar todas las religiones y tradiciones del mundo: en el sur la fe cristiana,
el norte musulmán, los budistas de los Himalayas,
los hinduistas repartidos a lo largo del todo el territorio,
los jainistas en Varanasi que renuncian
a todo mundo material. Y es en estas ciudades donde el
encuentro multicultural se suma al choque social que no
llega a concretarse. Los ricos que hablan en inglés,
los musulmanes dueños de hostels
que dejan la recepciones al mediodía para retirarse en
el rezo de las mezquitas, los hindúes que no abren el
día sin adornar el altar de los dioses predilectos. Todo
parecer ser un multicolor de tradiciones que enriquecen
o anorexian la vida. Las
mujeres más jóvenes comienzan a adoptar indumentaria occidental
mientras que intentan salir
del espacio doméstico, pero la ciudad no esta preparada
para ellas. En los edificios públicos escasean los baños
femeninos y todavía muchos las acusan de prostitutas por
renunciar a la vida del hogar.

Estación
ferroviaria Victoria
El
transporte público en Mumbai parecería estar dentro de un contexto bastante desarrollado;
lleva las improntas de las tradiciones inglesas con colectivos
rojos y taxis típicos. No existe el subte, pero el tren
conecta varios puntos importantes de la
ciudad. Mas allá de eso, el 55% de la
gente camina como medio principal de locomoción, solo
el 1,6% de la población tiene auto. En
Delhi existe un metro que asombra por el excelente
servicio que da, mas allá de sus cortos recorridos y el
escaso volumen de gente que puede transportar aún. La
mayoría de las personas se transporta en autobús pero
estos son realmente muy deficientes, surgen entonces todo
tipo de explotaciones de medios de locomoción privados.
El parque automotor se ha desarrollado en los últimos
años con el boom de crecimiento
económico que impulsó al país, por lo que los conductores
todavía se manejan con las lógicas de las motos: no existen
los espejos retro-visores, los autos andan esquivándose
entre sí y es con la bocina que se van guiando. La contaminación
sonora y la polución que emanan los autos son, junto a
la comida, los principales padecimientos que afectan la
salud de los turistas. Es probable experimentar durante
la estadía sorderas temporales e infecciones en la garganta. El desarrollo
del automóvil es el que da la posibilidad de generar nuevos subcentros ricos en los límites de la
ciudad, por lo que para entrar y salir a cualquier
hora de la urbe se calcula un mínimo de dos horas.
Las
auto-rickshaws, una moto con
acoplado trasero al estilo de los “huevitos” cubanos,
son el típico medio de transporte de todas las ciudades
y vienen a desplazar, aunque todavía existan en demasía,
a las viejas rickshaws a tracción
humana. Pasar de tener una de las más antiguas a una motorizada
significa un ascenso económico significativo, aunque las
castas impidan cualquier otro tipo de movilidad social.
Un
untouchable (intocable)
siempre será un
untouchable. Un brahmin
(casta superior) nunca mira a los ojos a un “inferior”.
La
música esta en todas partes, se mezcla como todo, y resulta
algo tan atrayente como los miles de años de la que parece
datar. La vida desarrollada en el espacio público llena
al aire de gritos, risas, colores, olores gente, gente
y más gente. Nunca deja de haber mucha gente. Quiero enfatizar:
¡mucha gente!
La
actividad cultural principal, por lejos, es el
cine. Para ir a una función hay que sacar el boleto
con un día de anticipación y vestirse con las mejores
ropas. Previo a la función se canta el himno, con la proyección
de la bandera nacional en la
pantalla. Alrededor de los cines las
calles están llenas de restaurantes, bares, kioscos que
reciben a sus espectadores y promocionan las películas
en cartel. La mayor parte del cine popular indio parece
responder a los sueños del lujo, la belleza y el amor
ideal, todo aquello a lo que todos aspiran y pocos
tocan.

Puesto
de venta de jugos de caña de azúcar
Al
finalizar el viaje, después de un mes de recorrido por
todo el país, volvimos a Delhi. Todo parecía muy diferente:
“¿arreglaron las calles?”, me preguntaba mi compañero de viaje. “Creo que
no, que es nuestra percepción sobre todo lo que cambió”,
le contesto. Las mismas cosas que nos habían producido
horror las encontrábamos ahora tranquilas, ordenadas, pintorescas. A
la misma rata que me había horrorizado el primer día,
ahora la vi pasar desde mi mesa por el piso del bar donde disfrutaba
del delicioso korma
de (espero haya sido) pollo.
LW
La
autora es arquitecta y ayudante docente en la cátedra
de urbanismo de Alfredo Garay en la
FADU-UBA.
Esta
nota es la segunda de la serie Incredible India,
comenzada con la nota homónima en el número anterior.
En
las próximas ediciones de café
de las ciudades:
Una
cara y muchas cecas. Amritsar,
Jaipur, Agra.
Holly Benares:
Varanasi.
The City Beautiful: Chandigarh.
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Los
datos estadísticos pertenecen a Urban Age.