El
fin de este texto es reflexionar acerca de las diferentes
características de los roles de los planificadores urbanos
en Australia y Argentina y la conformación
histórica de sus perfiles. Estas reflexiones surgen
a partir de un viaje realizado en marzo de 2013, en
el contexto del programa Planning Connections del Planning
Institute of Australia (PIA), que contó con
el auspicio del Council on Australia Latin America Relations (COALAR)
y el Consejo
Profesional de Arquitectura y Urbanismo (CPAU).
La revisión histórica y las caracterizaciones disciplinares
que aquí se presentan no intentan ser exhaustivas, sino
que se detienen particularmente en algunos momentos
clave en las trayectorias de las disciplinas urbanas
en ambos países. Los perfiles revisados no son los únicos
que se podrían identificar, y la aparición de nuevos
roles en la mayoría de los casos no implicó que los
preexistentes desaparecieran por completo. A pesar de
existir perfiles predominantes en cada época, las superposiciones
con modelos anteriores por largos períodos son generalmente
la norma.

Muchas,
o casi todas, las reuniones que tuvimos en Sydney, Melbourne
y Canberra comenzaban por la constatación de que los
urbanistas /planificadores urbanos en Argentina –al
igual que en buena parte del mundo hispanoamericano–
somos arquitectos
especializados, a diferencia de Australia, y el
mundo anglosajón en general, en donde arquitectos y
planificadores urbanos tienen distintas formaciones
desde las carreras de grado, y sus competencias y métodos
de trabajo son
bien diferentes. Aunque esto es así desde
hace bastante tiempo, en otras épocas el rol y perfil
de los planificadores urbanos en los países de habla
inglesa no era tan diferente al nuestro. También eran
mayoritariamente arquitectos por su formación de grado.
Por otro lado, las trayectorias que balizaron los cambios
en ambas tradiciones de planeamiento –a pesar de ciertas
diferencias evidentes– guardan más
similitudes de lo que desde una perspectiva actual usualmente
se presume.
Las primeras carreras universitarias de planeamiento urbano en Australia
y Argentina casi coinciden exactamente en el mismo año
de fundación. Ambas fueron creadas a fines de los años
cuarenta, en un momento de gran expansión del ideario
del urbanisme
francés y el town
planning inglés.
En el caso de Australia, el año inicial fue 1949 a partir de la apertura
de cursos de posgrado en la
South Australian School of Mines and
Industries en Adelaide, y las universidades de Sydney
y Melbourne
(Hamnett, 1999, p. 303)
. El curso de Sydney University, particularmente,
resultó decisivo en la conformación del campo disciplinar
local. Se trataba de un curso de posgrado de dos años
de duración con sede en la
Facultad de Arquitectura y su primer
director, Denis Winston –contratado en Gran Bretaña
por la Universidad de Sydney en 1948– es una figura clave
para comprender el circuito de circulación de ideas
en este período. Winston fue un arquitecto-planificador
inglés formado en la Escuela de Arquitectura de
la
Universidad de Liverpool y en el curso
de posgrado de Planeamiento Urbano y Paisaje de la Universidad de Harvard(cabe destacar que las universidades de Liverpool
y Harvard fueron las dos primeras instituciones académicas
superiores que abrieron cursos de planeamiento en sus
respectivos países, ambas en 1909; Hall, 2002, pp. 353-354).
Actuó como enlace
directo con algunos de los principales planificadores
urbanos británicos, como Patrick Abercrombie y Raymond Unwin, y mantuvo una correspondencia frecuente con
referentes norteamericanos como Lewis Mumford
(Freestone, 2002)
.
En Argentina, la primera carrera
de posgrado en urbanismo fue creada en 1948
en la entonces recientemente autónoma Facultad de Arquitectura
de la Universidad de Buenos
Aires (previamente a este curso de posgrado, Della Paolera
creó también la primera cátedra de urbanismo de la
Argentina en 1929, en la Universidad Nacional
de Rosario; Novick, 2004, p. 192). Su director, y fundador
también del Instituto Superior de Urbanismo dos años
antes, fue el ingeniero-urbanista Carlos María Della
Paolera.Proveniente
de una familia de arquitectos y constructores ilustres
(sobrino del arquitecto-urbanista Juan
Antonio Buschiazzo –autor del proyecto de
apertura de la Av. de Mayo, entre muchos otros–
e hijo del constructor italiano Cayetano della Paollera;
Novick, 2004, p. 192), Della Paolera cursó sus estudios
de grado en la Facultad de Ingeniería de
la
Universidad de Buenos Aires y se especializó
en el Instituto de Urbanismo de París. Su director de
tesis fue el historiador-urbanista Marcel Poëte, y entre
sus profesores estuvieron, por ejemplo, Jacques Gréber
y León Jaussély
(Novick, 2004, p. 192)
. Al igual que Winston en Australia, el
paso de Della Paolera por la gestión pública y la academia
local resultó determinante en el establecimiento de
la tradición del planeamiento en Argentina. Por otro
lado, su formación en París es ilustradora en cuanto
a la orientación
inicial en nuestro país hacia la cultura urbanística
europea continental con preeminencia del urbanismo francés
y su tradición beaux
arts.
Según
Nigel Taylor
(1998, pp. 159-160)
, inclusive hasta principios de la década
del sesenta, la visión dominante en Gran Bretaña –y
podríamos agregar, en la mayoría de los países de origen
anglosajón incluyendo Australia– era el entendimiento
del planeamiento urbano como un ejercicio de diseño
físico-espacial, básicamente como una forma de “arquitectura
de mayor escala”. Consecuentemente, los planificadores
y especialistas urbanos eran, mayoritariamente, arquitectos
en primer lugar (con excepciones notables como el caso
de Patrick Geddes, cuya formación original era la de
biólogo; la figura de Abercrombie –quizás el planificador
urbano más emblemático del período fundacional de la
disciplina en Gran Bretaña– representa bien el arquetipo
de los primeros arquitectos-planificadores británicos).
Para Taylor, la
primera gran ruptura sucedió a partir de la irrupción
de la aplicación de la “teoría de sistemas” en el
planeamiento urbano, que propició un giro desde el planeamiento como una forma de arte aplicado hacia el
“planeamiento científico”. La visión fundamentalmente
morfológica de las ciudades fue reemplazada por cierta
idea de las ciudades como “sistemas de actividades interrelacionadas
en un estado de constante flujo”. Para los especialistas
urbanos formados antes de los sesenta este cambio fue
desconcertante. Repentinamente, el
nuevo sentido común expresaba que su formación en diseño
y composición y sus métodos de trabajo eran inapropiados.
Una nueva generación de teóricos urbanos les informaba
que no debían considerarse artistas, sino “analistas
de sistemas científicos”. En este sentido, ingenieros
por un lado y sociólogos, economistas y geógrafos por
el otro, parecían mejor equipados para comprender los
fenómenos urbanos y planificar el futuro de las
ciudades. Los contenidos de los nuevos cursos en las
carreras de grado de planeamiento se orientaron al mundo
de las estadísticas, los modelos matemáticos y fundamentalmente
al de la ingeniería vial. Para Peter Hall
(2002, pp. 353-377)
también, la “Revolución de los Sistemas”
fue decisiva en la nueva orientación del planeamiento
en el mundo anglosajón. Ese es el momento en que, de
acuerdo a Hall, termina la “prehistoria del planeamiento
urbano académico”, se conforma una teoría específica,
y se consolida la vertiente académica de la
disciplina separada de la práctica. Paulatinamente,
en la segunda mitad del siglo veinte, la mayoría de
las escuelas de planeamiento con sus cursos de posgrado
y nuevas carreras de grado en los países de habla inglesa
comenzaron a escindirse de la
Arquitectura.
Si
bien este divorcio entre las facultades de planeamiento
y arquitectura no ocurrió en Argentina
(el primer –y hasta la fecha único– curso de grado en
urbanismo en Argentina separado de cursos de Arquitectura,
la Licenciatura en Urbanismo
de la
Universidad de General Sarmiento, recién
comenzó a dictarse en la primera década del siglo XXI;
en Australia, existen en la actualidad 22 cursos de
planeamiento en grado y 27 en posgrado datos hasta junio
2012, obtenidos en March, et al. 2012, p. 2), la
vertiente del “urbanismo científico” no fue ajena a
la conformación de la disciplina de lo urbano en
nuestro país. Muy por el contrario, la orientación ingenieril
de Della Paolera y su impronta en los primeros cursos
especializados, ilustran el gran peso de esta corriente
en la tradición local. Las metodologías con sus “diagnósticos”
y la jerga de la disciplina en general en el ámbito
local –al igual que la corriente predominante a nivel
mundial– no fueron tímidas al tomar
prestados términos y conceptos científicos, fundamentalmente
de la biología y la medicina (la vertiente cientificista
de la sociología urbana, y particularmente el marco
teórico provisto por la Escuela de Chicago en los
años veinte, también fueron fuentes principales de las
que se abasteció la teoría del planeamiento urbano en
este período). No obstante, los principales interlocutores
de Della Paolera fueron generalmente arquitectos. En
la Facultad de Arquitectura
de la UBA
fue donde fundó sus centros de investigación y carreras
de posgrado y donde se recluyó a partir de su alejamiento
de la gestión pública por conflictos políticos e ideológicos
(Novick, 2004, p. 193)
. La tensión entre el urbanismo como Arte
o Ciencia en el debate local, pareciera que de algún
modo fue resuelto
según la fórmula de Alfred Agache pronunciada en
1916: “el urbanismo debe ser a la vez un Arte y una Ciencia”
(citado en Novick y Piccioni, 2004, p.
134)
, y los arquitectos aparecerían según
esta premisa como los profesionales más idóneos para
garantizar el delicado equilibrio.
En
los cincuenta y sesenta el urbanismo científico en América Latina
también ocupó un lugar central a través de la aplicación
de las teorías desarrollistas –no sólo en la discusión
urbana sino en el seno de las políticas estatales. Los
modelos de desarrollo económico promovidos por instituciones
principales en la generación del pensamiento urbano
latinoamericano en ese período, como la Sociedad Interamericana
de Planificación (SIAP) y la Comisión Económica
para América Latina (CEPAL), incluían detallados planes
urbanos y regionales elaborados por cuerpos técnicos,
liderados en la mayoría de los casos por arquitectos-planificadores,
con conocimientos
en economía y sociología adquiridos en cursos de posgrado.
Retomando
a Taylor
(1998, p. 161), la siguiente gran transformación en el planeamiento anglosajón, luego
del pasaje del “arquitecto-planificador” al “planificador-científico”,
tuvo lugar en las últimas dos décadas del siglo XX,
y es en cierta medida el modelo predominante hasta la
actualidad. Se trata del “planificador-comunicador”. En este nuevo giro de la disciplina, el
rol del planificador urbano se presenta, modestamente,
ya no como el experto que tiene las soluciones para construir, transformar
y resolver los problemas de las ciudades, sino como
quien puede mediar entre las comunidades –o la sociedad–
y los mecanismos de toma e implementación de decisiones
estatales. El argumento que sostiene esta aproximación
–que comienza a constituirse en los años sesenta anticipando
el debate posmoderno– cuestiona la objetividad y autoridad
de las decisiones de planeamiento y sus implicancias
sobre una comunidad determinada, que puede o no compartir
sus mismos valores y criterios para determinar qué es
un buen ambiente urbano. Esta redefinición del perfil
y rol del planificador urbano aproxima sus incumbencias,
saberes y campos de acción a la tradición de las ciencias
sociales. De este modo, sus
principales intereses están en la identificación e interpretación
de los conflictos y actores sociales y en las metodologías
del planeamiento participativo.
En
Argentina también, en el transcurso de las últimas décadas,
el planeamiento y los estudios urbanos se han acercado
más al mundo de las ciencias sociales. Aunque el desarrollo
teórico y la aplicación del planeamiento participativo
no hayan tenido aquí una difusión equivalente a la del
mundo anglosajón, fueron otros los canales y las condiciones
que propiciaron esta aproximación. El comienzo del acercamiento
del pensamiento urbano local a los problemas fundamentales
de las ciencias sociales en Argentina –y Latinoamérica
en general– ocurrió en un pasaje que guarda algunas
semejanzas con el que describe Taylor, inmerso en las
sucesivas crisis de la modernidad occidental a principios
de la década del setenta. En este caso, el contexto
estuvo dado por el
desencantamiento del ideario desarrollista y la capacidad
modernizadora del planeamiento, paralelamente al surgimiento
de la teoría de la dependencia latinoamericana
(Gorelik, 2002, p. 20)
. Este giro ideológico puso en suspenso
la confianza en las facultades para transformar la realidad
que alentaba a los arquitectos-planificadores en los
cincuenta y sesenta y los ubicó en un
nuevo rol crítico, fundamentalmente como denunciadores
de las injusticias sociales del subcontinente. Por
otro lado, una corriente
“anti-espacialista” en los estudios urbanos latinoamericanos
en este período centró su atención en los procesos sociales
y las estructuras político-económicas que rigen a las
ciudades, evitando
cualquier tipo de lectura morfológica o espacial. Paradójicamente,
fueron también mayoritariamente arquitectos quienes
protagonizaron esta línea de indagación. La vuelta
del protagonismo del “urbanismo espacial” en la práctica
y los discursos urbanos locales, recién ocurrió a fines de los ochenta de la mano de la renovación del planeamiento
catalán en primer lugar, y también del italiano,
que incluyó la revaloración
del rol tradicional del arquitecto en la construcción
de la ciudad.

En
el contexto anglosajón, la reaparición de la dimensión
espacial y lo proyectual como cuestiones importantes
en el debate urbano en el último cuarto del siglo XX
–a través de textos emblemáticos como Collage City
(Rowe y Koetter, 1978)
y Responsive Environments
(Bentley et al., 1985)
– impulsó una nueva división disciplinar a partir de la fundación de un nuevo campo específico presentado
como puente entre el Planeamiento y la Arquitectura: el Diseño Urbano. La nueva especialidad
también propició la apertura de departamentos específicos
en universidades, con centros de investigación, carreras
de grado, posgrados y un ethos propio.
Finalmente,
en la actualidad la “planificación estratégica” pareciera proveer de un
lenguaje común al planeamiento urbano internacional
y acercar los objetivos de los planes urbanos en el
mundo y los perfiles de los planificadores que los
proponen. Sin embargo, aquí también resulta productivo
notar que el término “planificación estratégica” es
generalmente comprendido y aplicado de modos diferentes en Argentina y Australia.
En Latinoamérica, la asociación más directa a este término
es el “modelo Barcelona” y el “planeamiento
de proyectos urbanos”
(Aguilar, 2005; Novick, 2012)
. Especialmente a partir de los años noventa,
en donde este modelo fue activamente promovido en nuestra
región, el término
también está relacionado al
marketing urbano y ha sido profundamente cuestionado
desde distintas perspectivas
(Fiori Arantes, 2000)
. En el planeamiento anglosajón, la dimensión estratégica remite en primer
lugar a una diferenciación entre dos niveles diferentes
de actuación. La distinción entre “estratégico”
y “local” comenzó a ser utilizada en Gran Bretaña
en los años sesenta en el contexto de las críticas al
planeamiento de la segunda posguerra. El informe “The
Future of Development Plans” –también conocido como
el “PAG Report” y considerado un hito del pensamiento
urbano británico– propuso por primera vez en 1965 un
sistema de dos niveles en donde las “planes locales”
detallados “anidaran” en planes estratégicos, generales
y flexibles. Por otro lado, ciertas herramientas
asociadas a la planificación estratégica, como los análisis
FODA, son instrumentos corrientes en ambas tradiciones
de planeamiento y forman parte ya del lenguaje común
de la disciplina.

¿Cuál
es la formación más idónea para actuar en la complejidad
de las ciudades actuales? La respuesta pareciera que no reside en un único perfil, sino en una suma de saberes complementados que sólo
pueden ser reunidos en equipos multidisciplinares.
Por eso es positivo que las escuelas de planeamiento
y los cursos de especialización en estudios urbanos
ofrezcan diferentes enfoques y se acreciente cada vez
más la oferta de programas abiertos por las universidades.
Animar la diversidad de formaciones para promover la
mayor pluralidad
de perspectivas en uno de los campos de actuación
más amplios, diversos y complejos por definición: las
ciudades y regiones urbanas contemporáneas.
DK
El
autor es Arquitecto (UBA).
Doctor en Arquitectura y Urbanismo (Oxford Brookes
University). Investigador en el Centro de Estudios Urbanos
y Regionales (CEUR-CONICET). Profesor Adjunto de la
FADU-UBA. Profesor Asociado
en el Buenos Aires Program, Washington University in
St. Louis. Es uno de los autores de Grandes
Proyectos Urbanos, publicado por café
de las ciudades.
De
o sobre su autoría, ver también en café
de las ciudades:
Número
83 | Urbanidad contemporánea
El
neoliberalismo y “la Ciudad de los Fragmentos”
| Entrevista a Daniel Kozak | Marcelo Corti
Número
93 | Planes y Proyectos de las ciudades (II)
Otros
“Abastos” posibles | Veinte años
de proyectos para el área en torno al ex-Mercado de
Abasto de Buenos Aires, 1978-1998 | Daniel Kozak
Número
114 | Planes y Proyectos de las ciudades
Insumos
para el debate metropolitano |
Sobre el libro “Planes, proyectos e ideas para el AMBA”
(CPAU) | Daniel Kozak
Número
118 | Urbanidad contemporánea
Fragmentación
urbana en la “ciudad post-industrial” |
Precisar conceptos para desarrollar políticas | Daniel
Kozak
Sobre
Australia, ver también las notas Las
cosas del Estado. El estado de las cosas,
de Cecilia Larivera, y Planificar
desde la inserción global, de Celina Caporossi
con Carola Inés Posic, en el número 127-128 de café
de las ciudades, y el protocolo
de diseño urbano para las ciudades de Australia
y las notas El
sueño de los Griffin, de Mario L. Tercco,
Melbourne,
la grilla y los parques, de MC,
Sídney,
lo mejor de ambos mundos, de Carmelo
Ricot y Mundos
Paralelos, de Celina Caporossi con Carola
I. Posic en el número 126 de café
de las ciudades.
Sobre
la aplicación del “modelo Barcelona” en Latinoamérica
y en Argentina en particular, ver también en café
de las ciudades:
Número
124 | Planes y Política de las ciudades
El
uso del Modelo Barcelona en Buenos Aires
| "Vos rodaste por tu culpa…" |
Marcelo Corti
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