
Como
extensión de los debates sucedidos en el V
Foro Urbano Mundial, organizado por UNHABITAT y el
Gobierno del Brasil en Río de Janeiro entre el 22 y 26 de marzo
pasados, reproducimos aquí un artículo publicado originalmente
en el número 4 de la Revista Contravento,
editada por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo en mayo de 2008.
El
texto es especialmente interesante para quienes desde fuera
de Brasil siguen de cerca el proceso iniciado por el Movimiento de la Reforma Urbana,
aclarando buena parte de su evolución
y contradicciones. Contradicciones que, al parecer, no cabían
en el V Foro “oficial” y promovieron la realización del Forum
Social Urbano, en paralelo.
El
conjunto de postulados, programas y actuaciones de las políticas
urbanas en Brasil se muestra, en ocasiones, como un camino a
imitar, no siempre analizados con la perspectiva crítica que debe tenerse del proceso, contexto y alianzas
que posibilitaron “su éxito”. La proximidad de problemas,
intereses y objetivos con el pueblo brasileño, en el marco de
la necesaria integración regional y latinoamericana, no nos
exime de aplicar una mirada “jauretcheana” a este proceso, idéntica a la que deberíamos
aplicar al “modelo catalán”.
Complementariamente,
para el lector latinoamericano significará una observación de
hechos, circunstancias y contextos no tan ajenos, si los observamos
desde una perspectiva más amplia, ligada a la evolución de la
planificación y gestión urbanas durante el siglo XX, en el marco
de los respectivos procesos políticos, económicos y sociales.
En Argentina, por ejemplo, la incorporación de los trabajadores
al escenario político, el peronismo, las dictaduras posteriores,
el Banco Hipotecario Nacional, el FONAVI, los Concejos Deliberantes
a la hora de aprobar normas urbanísticas y hasta el rol de los
fondos del ANSES, serán resonancias no tan lejanas para nuestros
atentos oídos.
Esperamos
continuar en ediciones próximas de café
de las ciudades con el debate que promueven
las opiniones vertidas por su autor hacia el interior del colectivo
urbano brasileño, a través de la réplica de alguno de los protagonistas
citados en el texto.
NI

Las
metrópolis brasileras se desarrollaron, desde su formación,
conforme al más vulgar interés privado. Desgobernadas, fueron
un permanente desafío para arquitectos y urbanistas. Desde la
salida de los militares, una generación de arquitectos fue construyendo
una propuesta urbanística ampliamente difundida,
que ocupó todos los círculos de debate sobre la ciudad y finalmente
se impuso como el único
medio de combate a la “ciudad mercadería” en el Brasil.
Fue
esta generación la que levanto la bandera de la
Reforma Urbana y del derecho a la ciudad. Fue
este grupo el que desarrollo un urbanismo “de acciones y propuestas”,
para usar una expresión de Erminia
Maricato, que se consolidó como oponente
radical al urbanismo moderno y a las advertencias hechas por
Engels en el siglo XIX sobre la cuestión
de la vivienda. El urbanista de la reforma urbana no se canso
de repetir que el modernismo era externo a la realidad brasilera
y que la propia historia lo mostró como irrealizable. También
condenó siempre los análisis de Engels
sobre el problema de la vivienda, pues estos análisis conducirían
al inmovilismo.
En
el 2002, este urbanismo consiguió su mayor éxito formulando
el programa de gobierno de Lula para las ciudades, encabezando
el nuevo Ministerio
de las Ciudades. Ahora este urbanismo da señales de su agotamiento
después de una secuencia de fracasos. Nuevos caminos deben ser
buscados; sin embargo, antes de lanzar las bases de un nuevo
programa para las ciudades, es preciso analizar los orígenes
de este fracaso.

Una larga trayectoria
Para
el urbanista de la reforma urbana siempre fue necesario actuar,
arremangarse, meter las manos en la masa y -¿porqué no?- cerrar
los ojos. Hoy, abriendo los ojos a la trayectoria de este movimiento,
desde las ocupaciones del 78-80, pasando por los primeros mutirões (sistema de organización colectiva del
trabajo, de ayuda mutua, aplicado también a la construcción
popular) en los 80, por la experiencia en las gestiones municipales
en que ejerció alguna influencia -la del 89 en São
Paulo, las de la década del 90 en Porto Alegre, nuevamente en
São Paulo en el 2002-, por la constituyente
del 88, por los seminarios, encuentros y reuniones, algunos
actos aquí y allá, por la reglamentación del estatuto de la Ciudad, por la aprobación
del Plan Director de São Paulo y,
finalmente, por la redacción del Proyecto Moradia
y la creación del Ministerio de las Ciudades, nuestro urbanista
de la Reforma urbana contempla
con horror y espanto una
sucesión de teorías mal formuladas y planes remendados,
siempre hechos a las apuradas hasta altas horas de la madrugada
porque siempre deberían ser ejecutados al día siguiente.
Pero
curiosamente, después de que el urbanista guardaba en su cajón
el proyecto listo, iba a dormir, exhausto, para en la mañana
siguiente comenzar a asentar ladrillos, surgían, como en un
pase mágico, obstáculos y adversidades insuperables que deformaban
y trasmutaban los proyectos y los ideales. Y a cada nuevo obstáculo,
el urbanista se veía obligado a rebajar sus ideales, hacer alianzas
que reprobaba o decir cosas que no pensaba, todo bajo el juramento
que en la próxima vez
sería diferente, que aprendería con los errores, que aglutinaría
nuevas fuerzas. Y así, este urbanista y sus compañeros transitaron
un camino de 25 años hasta la creación del Ministerio de las
Ciudades.

Del Plan Director de São Paulo al
Crowne Plaza
Entre
las muchas veces que nuestro urbanista fue sorprendido a la
mañana siguiente, la aprobación del Plan Director de São
Paulo fue, tal vez, la más espectacular. En el año 2000, la
enmienda de la Reforma Urbana lanzada
en 1988, a partir de la amplia campaña popular, era finalmente
reglamentada a través del Estatuto de la Ciudad.
Se
trataba, en palabras de sus defensores, de una “importante
conquista en la lucha de los sectores organizados de la sociedad
civil para el desarrollo de una política urbana con la aplicación
de instrumentos de reforma urbana orientados a promover la inclusión social
y territorial en las ciudades brasileras”. Para el éxito
del Estatuto era precisa “una
criteriosa elaboración legal de los
Planes Directores para que cada uno de los instrumentos previstos
en la “revolución” [del estatuto de la Ciudad]… estuviese presente
en la edición específica de los municipios” Entonces los
esfuerzos y las atenciones se orientaron a la elaboración del
Plan Director de São Paulo.
Mientras
nuestro urbanista se comprometía en seminarios con los movimientos
sociales, su partido cuidaba de los negocios. En las vísperas de la votación
que aprobaría el Plan Director en la Cámara de Vereadores (Concejo
Deliberante), los compañeros de partido de nuestro urbanista
agregaron, en plena madrugada y con autor anónimo, varias enmiendas
al proyecto de ley para que fuese votado a continuación, a las
apuradas. Las enmiendas no representaban las “demandas
de los movimientos sociales”, ni ningún “pacto
para salvar a São Paulo”. Por
el contrario, las enmiendas tenían un interés específico claro:
definían la alteración de la zonificación de algunas calles de la ciudad beneficiando
la especulación inmobiliaria y el más vulgar interés privado.
La enmienda más célebre “transformaba
el polígono formado por las calles Domingo Leme,
Jacques Félix, João Lourenço
y Profesor Filadelfo Azevedo, de estrictamente
residencial en zona mixta”, en ese
área estaba instalado el complejo de tiendas de Eliana
Tranchesi, Daslu, Daslu Homen, etc. Como relata el
diario Folha de São
Paulo “la influencia de la grife entre clientes importantes
casi resolvió de una vez el impasse del sector comercial con
la Prefeitura”;
entre los “clientes importantes” el artículo recuerda que estaba
la propia prefecta de la ciudad en esa época, Marta Suplicy,
y el fallecido Senador Antônio Carlos
Magalhães. La prefecta, consternada, terminó vetando las enmiendas
de aquella madrugada, pero en 2004, todavía bajo su gestión,
cuando la Ley de Zonificación complementaria
al Plan Director fuera votada, nuevamente eran incorporadas
las enmiendas a último momento, en plena madrugada. El relator,
vereador Nabil
Bonduki, declaró consternado que solo
podía “analizar las enmiendas presentadas por el gobierno,
las demás no fueron promovidas por mí (fueron a la Presidencia de la Cámara y puestas en
votación)” o sea, por obra de sus compañeros, ni siquiera
el relator del proyecto sabía lo que se votaba
Si
las expectativas con
la Prefeitura de São
Paulo se frustraban otra vez (¿cuál fue el saldo de la primera
gestión del PT en São Paulo además
de pocos ejemplos de vivienda construida por el sistema de mutirao? Cabe recordar que participaron de ella los principales
cuadros de la
Reforma Urbana: Erminia
Maricato, Raquel Rolnik, Nabil Bonduki y toda una centena
de profesionales que trabajaban junto a los movimientos Sin
Techo), el urbanista de la
Reforma Urbana recobraba su ánimo soñando a
lo grande. Así, desde el 2000, parte de los técnicos y urbanistas
ya trabajaban en la elaboración del futuro programa del Ministerio
de las Ciudades. Como principal documento escrito en ese período,
tenemos el llamado “Proyecto Moradia”,
lanzado el 26 de mayo de 2000 en el hotel cinco estrellas Crowne
Plaza. En la ocasión estaban presentes, entre otros, el futuro
ministro Olívio Dutra y la futura secretaria
adjunta Erminia Maricato.
Este documento fundamental contiene elementos que sintetizan
la trayectoria del urbanismo de la reforma urbana desde su aparición,
25 años atrás. Aquí nos interesa, más que resumir el documento
en cuestión, presentar sus puntos fundamentales.

El contenido del Proyecto Moradia - Vivienda y Ciudad: la parte en lugar del todo
“Pretender resolver el problema de la vivienda manteniendo
las grandes ciudades modernas es un contrasentido”
F. Engels
Por
más que nuestro urbanista diga que piensa la totalidad de la
ciudad capitalista, su atención esta volcada esencialmente hacia
la cuestión de la vivienda. Basta leer el proyecto Moradia. Su esencia se revela en el título al emplear la palabra
vivienda en vez de ciudad. A lo largo de todo el documento se
ve que la vivienda es el objetivo central, seguido
de la “conquista” de sus prolongaciones: agua, desagües, transporte,
etc.
No
hay, en cambio, ninguna reflexión profunda sobre la crisis urbana como un todo. Entonces
el lector debe preguntarse: ¿cuáles son las implicancias de
eso? ¿Cuáles las consecuencias de esta forma de ver la vivienda
y la ciudad? Antes que nada, esa visión compromete una noción
de la ciudad existente: una reforma urbana de las ciudades actuales,
conservando su estructura general, “ampliando y democratizando el acceso a los derechos básicos” (vivienda,
agua, luz, etc.). Pero esa estructura general de la ciudad brasilera
no es una realidad estática ni atemporal. En verdad, como ya
demostramos en otras oportunidades, existe
un deterioro violento de las ciudades en el Brasil y en el mundo
que pone en riesgo la propia noción de lo que es una ciudad.
Muchos críticos comparten este análisis. Rem
Koolhaas, por ejemplo, asume una posición
plenamente escéptica, al afirmar que el espacio público se perdió
para siempre en nuestras ciudades, dejando las ruinas o el shopping (acto de comprar)... Pero
yendo mucho más allá de Koolhaas,
en otros momentos de la historia de la civilización occidental,
graves momentos de crisis social y urbana anticiparon grandes
refundaciones urbanas y urbanísticas.
Así
surgió el París de Haussmann o la
Atenas de Pericles
y otras tantas ciudades jamás olvidadas como la
Roma del Renacimiento y, en el siglo XX, la
Brasilia de Niemeyer.
En todos estos casos, la ciudad fue fundada o refundada
según nuevas bases; jamás fue reformada en parte o pensada según
alguno de sus problemas específicos. En cambio, para el urbanista
de la Reforma urbana, no existe
un ideal de ciudad a ser alcanzado. Y la historia ya demostró
que construir apenas viviendas puede ser un gran
fracaso (eso fue hecho en la
URRS a partir del ascenso de Stalin;
ninguna ciudad del períododo stanilista
o posterior hoy es recordada, mientras que la fama de sus innumerables
conjuntos habitacionales kafkianos
recorrió el mundo).

La descentralización
Entrando
propiamente en el Proyecto Moradia, cabe destacar que si en la relación ciudad-vivienda
la parte es tomada como el todo, en la relación ciudad-territorio
el documento sigue el mismo camino. Si observamos sus directrices
de planeamiento y ejecución, el documento es categórico en la defensa de la descentralización de las acciones.
En el capítulo “Estrategias, principios y directrices” se afirma
que “no cabría al Ministerio, en ninguna hipótesis,
cualquier función ejecutiva”, pues le cabría apenas “una acción planificadora, normativa y articuladora”.
La ejecución sería “responsabilidad
de los órganos municipales, intermunicipales y, excepcionalmente,
estaduales o de agentes promotores públicos no estatales o privados”.
El
urbanista de la reforma urbana quiere descentralizar la ejecución
porque dice creer en el “desarrollo de alternativas regionales o específicas para cada tipo de
problema de vivienda, tomando en consideración las características
de la población local, sus formas de organización y sus condiciones
económicas y urbanas, evitando soluciones estandarizadas” o “modelos listos”. Más allá de eso, declara esperar que “los gobiernos y las cámaras municipales pongan
en práctica el Estatuto de la
Ciudad, a través de los Planes Directores,
Planes de acción y Leyes de zonificación”.
Esa
defensa de la descentralización, que aparece como un respeto
a la diversidad regional brasileña, en realidad es expresión
del principio que orienta este urbanismo, o sea, es expresión de la visión parcial de lo que es
una ciudad y de los procesos de crecimiento urbano. La descentralización,
que aparece como un respeto a la diversidad, tal como es propuesta
conduce antes que nada a hacer inviable cualquier acción. Ya
vimos lo que fue la aprobación del Plan Director de la mayor
y más importante ciudad de Brasil. Ya vimos que el Plan Director
y la Zonificación de esa ciudad fueron completamente
desfigurados por los intereses del capital, que manipulaban
libremente las sesiones de la
Cámara de Vereadores
de São Paulo mientras los urbanistas
clamaban por un pacto milagroso que, de la noche a la mañana,
uniera a políticos, empresarios y trabajadores según un mismo
y único objetivo: salvar São Paulo.
Ahora, ¿qué esperar entonces del proyecto similar
aplicado a las demás ciudades brasileras? ¿Qué esperar de
tal laissez-faire en las ciudades de medio
y pequeño porte? Más grave que no ver lo que representa la descentralización
desde el punto de vista político, es no comprender lo que significa
desde el punto de vista del desarrollo urbano a nivel mundial.
Hoy
no basta pensar el problema
urbano de modo localizado, limitándolo a una ciudad aislada.
Más que nunca, las palabras de Marx
sobre la hegemonía de lo urbano sobre lo rural se vuelven realidad
(léase en el Manifiesto Comunista: “La
burguesía sometió el campo a la ciudad. Creó grandes centros
urbanos, aumento prodigiosamente la población de las ciudades
en relación a la de los campos y, con eso, arrancó una gran
parte de la población del embrutecimiento de la vida rural”).
Podemos decir que MUNDO = CIUDAD. Las redes comerciales, productivas y de comunicación son, cada vez más,
redes continentales y mundiales, jamás redes locales o regionales.
En ese sentido, la urbanización de las ciudades debe ser concebida
según directrices y acciones que den cuenta de la ocupación
de todo el territorio nacional y hasta continental. Concebir
procesos locales de urbanización significa buscar
las soluciones más precarias y débiles, tanto desde el punto
de vista económico, ecológico o arquitectónico. Un urbanismo
que incentiva tales concepciones, sean de ejecución o planeamiento,
está girando para atrás la rueda de la historia.
El financiamiento
Falta
un último aspecto para comprender la totalidad de ese proyecto:
¿cómo espera concretar lo que se propone? El documento no deja
dudas de que su objetivo es “erradicar el déficit habitacional”, pero ¿como hacerlo? Nuestro urbanista
sonriente da la respuesta: “el
elemento esencial para la viabilidad del Proyecto Moradia
son los Fondos de Vivienda”.
Entonces
ahí se revela la esencia del Proyecto Moradia y del propio
Ministerio: gestionar los fondos de crédito habitacional.
Cuando el Proyecto definía al Ministerio como responsable de
la “acción planificadora, normativa y articuladora”, se refería exactamente
a la condición de gestor de los recursos a ser invertidos en
el financiamiento de la vivienda. Entre sus fondos, se destacan
los FGTS (Fondos de Garantía por Tiempo de Servicio). Nuestro
urbanista tiene larga experiencia y, por eso, sabe muy bien
que buena parte de los habitantes de las grandes ciudades que
no disponen de “vivienda digna” no usufructúan de ese “derecho”
por una única razón. Incluso, la misma razón que impidió a generaciones
y generaciones de trabajadores conseguir una vivienda digna:
el costo de una vivienda es mayor de lo que el trabajador puede pagar
con la venta de su fuerza de trabajo. La constatación está
en el documento: “falta
vivienda y sobra dinero, paradojal y sorprendentemente”.
Pero más adelante explica que “la mayoría absoluta de la población no dispone de renta suficiente para
atender las condiciones de financiamiento”. En consecuencia,
no basta el Ministerio gestionar los recursos, es preciso desarrollar
una “política amplia de subsidios”.
El
Proyecto Moradia, en este aspecto,
se asemeja a los programas habitacionales de Vargas y de los
militares. No hay, como veremos adelante, ninguna originalidad.
El programa de Vargas se vinculaba a los fondos de los IAPs
(Institutos de Aposentaduría y Pensão).
Los gobiernos de la dictadura crearon un banco, el Banco Nacional
de Habitacão (BHN), fondeado en los
FGTS. ¡El urbanista de la Reforma Urbana, a
su vez, propone el uso de los mismos FGTS! Pero antes de hacer
más comparaciones veamos como Vargas y los militares esperaban
resolver la cuestión de la vivienda.
Los
IAPs eran un sistema previsional
creado en el gobierno de Getulio Vargas. El control de los fondos era tripartito, empresarios-trabajadores-estado,
pero la gestión correspondía al Ministerio de Trabajo, al cual
cabía el nombramiento de los presidentes de los institutos.
La iniciativa de los IAPs se vinculaba
al proyecto nacional-populista de Vargas
que, a través de algunas concesiones a la clase trabajadora,
esperaba poder tener su apoyo contra las presiones que sufría
del capital internacional.
Las
concesiones de Vargas iban desde la creación de la
CLT hasta la promesa de casa para todos. Mientras
tanto los fondos de las IAPs nunca fueron dirigidos sólo para la construcción de vivienda
social, eran también empleados en poyectos
urbanos (sobre todo en Rio de Janeiro),
en viviendas de clase media y en grandes proyectos estratégicos
para el gobierno como la Compañía
Siderúrgica Nacional. En su detallado estudio
sobre las IAPs, Bonduki observa que a pesar de que los aportes financieros para
los fondos deberían ser de las tres partes -trabajadores, empresarios
y estado-, casi siempre los dos últimos fueron deudoras.
De modo que los trabajadores eran los financistas del desarrollo
urbano e industrial del Brasil a través de sus fondos de previsión,
¡pero para ellos sobraba muy poco! Según se conoce, la vivienda
social producida en la Era Vargas no cubrió una
cantidad suficiente siquiera para atenuar el déficit habitacional
que crecía año a año, impulsado por el crecimiento económico.
En verdad, pocas unidades construidas servían como publicidad
para el gobierno y eran, muchas veces, destinadas a la burocracia
sindical getulista y a cuadros de
su partido, el PTB, transformando
el programa en una línea de crédito privilegiado con criterios
poco transparentes para acceder. Incluso, una parte de los
trabajadores era excluida por no poder alcanzar el mínimo de
renta para participar del financiamiento.
Por
otro lado, la situación de franca expansión urbana e industrial
en que se encontraba Brasil, confirió a la experiencia de los
IAPs una dimensión que trascendió
el populismo de Vargas. Los arquitectos e ingenieros que formaban
los equipos proyectistas de los IAPs
aprovecharon esas circunstancias y transformaron los pocos ejemplares
construidos en experimentos significativos de valor internacional
(“El urbanismo habitacional
de estándar moderno puesto en práctica por los IAPs, basado en grandes conjuntos habitacionales para locación
y equipamiento colectivos anexos, contradecían la ideología
del Estado Novo, que concebía a la familia como célula básica
de la nación y antídoto natural para la promiscuidad y la agitación
política”; Abilio Guerra, Política
habitacional e arquitetura, vitruvius.com.br).
En
el período post ’64, con el ascenso de los militares al poder,
iba a desarrollarse una política habitacional contraria al carácter
populista y paternalista de la Era Vargas, ya que los
uniformados no tenían una base sindical como la del ex presidente.
El nuevo régimen trataría, a través del Banco Nacional de Habitacão
(BNH) de viabilizar la producción de viviendas en masa a nivel
nacional y, al mismo tiempo, apalancar la industria de la construcción
civil. De este período data la creación de los FGTS, que irían
a ser la principal fuente de financiamiento del BNH. Los FGTS
substituían al antiguo sistema de indemnización a los trabajadores
despedidos sin justa causa. El capital de los FGTS, gestionado
en la época por el BNH, provenía del descuento
mensual del 8% del salario de los trabajadores.
A
pesar de haber incrementado considerablemente el número de viviendas
construidas, el BNH se mostró como un gran fracaso, por lo menos
como programa habitacional. La causa de ello era, en cierta
medida, una repetición de lo que ocurrió en la Era Varguista:
nuevamente una parte de la clase trabajadora estaba excluida
del programa por no poseer la renta mínima necesaria que soportase
pagar la prestación de la vivienda subsidiada. Desde el origen,
la solución adoptada era la de rebajar la calidad de la construcción y llevarlas
a las áreas más distantes de los centros urbanos (donde
la tierra fuese más barata), pero luego esas mismas medidas
se volvieron inocuas, sobre todo por la presión inflacionaria
de fines de los 70.
En
ese momento el BNH atravesaba una paradoja: había recursos para
invertir a través de los FGTS, pero los riesgos y los perjuicios
eran tan grandes -con un número siempre creciente de deudores-
que el BNH pasó a invertir en otras áreas. El BNH pasó a ser
el gran financista de obras públicas de Municipios y Estados,
pasó a invertir también en aquel sector del mercado que podía
pagar por la vivienda. O sea: pasó a financiar el mercado inmobiliario de las clases media y alta de
las grandes metrópolis, convirtiéndose en un gran impulsor
del desarrollo urbano durante toda la década del 70.
¿Y
a la clase trabajadora (aquella, que con su salario, alimentaba
diariamente los fondos) que le quedaba? Para la clase trabajadora no había financiamiento
posible, pues la presión sobre los salarios fue siempre creciente.
No por casualidad el crecimiento, en este período, de las grandes
favelas del país: Rocinha
(RJ), México 70 (Santos), Heliópolis
(SP), etc. Antes de desaparecer, en la década el ’80, el BNH
dejó como legado las COHABs (Compañías de Habitacão).
Éstas a su vez, se hicieron de fama como sinónimo de “favela
vertical” en las periferias de las grandes ciudades.
De
hecho, el Urbanismo Petista se fundamenta
en la misma forma en que los militares intentaron resolver la
cuestión, o sea, basándose en la concesión de crédito y financiamiento
a través de los mismos FGTS de la dictadura. Por otro lado,
usa tal programa como pieza mediática con los moldes de Getulio
Vargas, como podemos notar en los discursos del presidente Lula.
Al hablar de la cuestión, Lula le confiere un tono asumidamente getulista: “Todo
brasilero sueña en tener una casa propia. La casa propia es
más o menos como si fuese un pajarito cuando construye su nido.
Él quiere tranquilidad para criar a sus hijos hasta que aprendan
a volar. Es por eso que nosotros, desde que asumimos, estamos
trabajando de forma intensa para aumentar la cantidad de recursos
para lograr el financiamiento de la casa popular”. Pero
sin dudas, como parodia, la farsa es más grotesca que el original.
En
el 2003, después de dos años de gobierno, ve la luz el escándalo
del mensalão (prácticas corruptas de coimas a los parlamentarios).
El presidente, para mantenerse en el poder, efectuó hábilmente
una reforma ministerial garantizando a sus aliados nuevos ministerios.
El Ministro de las Ciudades Olivio
Dutra fue entonces removido sin muchas
explicaciones y con él se fue también buena parte del cuerpo
ministerial. En el lugar de Olivio,
promovido por Severino Cavalcanti,
asumió Márcio Fortes, ligado al PP, (ex
Arena, el partido de la dictadura militar), de aquellos que
crearon el BNH. En el día de asumir, el jornal Folha
do São Paulo registró que “Forte no era afiliado al PP” pero “se aproximó al partido cuando fue secretario ejecutivo del Ministerio
de Agricultura”, tratándose de “un
gran técnico….una figura conocida del bloque parlamentario de
los agro-negocios, los que también vieron con simpatía el nuevo
nombramiento”.
¿Y
qué hizo el nuevo ministro? Fortes no tenía ninguna filiación con la larga trayectoria
de nuestro urbanista, ni tenia obligación de haber oído hablar
del Proyecto de la Reforma Urbana o el
“derecho a la ciudad”. Las expectativas de nuestro urbanista
(ya un tanto descolocadas) fueron otra vez postergadas para
el día siguiente. Hasta el final del primer mandato de Lula,
la gran obra del Ministerio
de la Ciudades
fue anunciar un mísero paquete de reducción de impuestos de
algunos materiales de construcción civil para beneficiar la
autoconstrucción, esto es, para beneficiar y legitimar la
forma más bárbara de desarrollo de desarrollo de las ciudades
a nivel mundial: la favelización.
A ese paquete se le sumó la promoción de títulos de propiedad
para la regularización de favelas
a sus moradores. Un paquete bizarro como este era lo que le
faltaba a la trayectoria del urbanismo petista,
pero esto bastaba para la escena retórica del presidente que,
en un discurso, comentó entusiasmado el nuevo paquete: “pueden
tener certeza que cuando tenga un título, el ciudadano que tenga una casilla va a comenzar a sacar las
maderas, colocar tejas, colocar cerámicas, va a comenzar a colocar
cemento”, ¡y así construiremos las ciudades del mañana!
La condición de fracaso es reconocida, por lo menos en parte,
por los propios arquitectos que compusieron el primer Ministerio
de las Ciudades. Se lamenta Maricato
que después de la salida de Olivio
Dutra reina en el Ministerio “la política del favor” y concluye que “muy difícilmente podemos decir que estamos avanzando”, el ministerio
de Fortes “está sacando profesionales para colocar personas apadrinadas” (Revista
Retrato de Brasil, Nro. 6, diciembre/07-enero/08).
¡Es
un clásico!
“A los que reclamaban una arquitectura más simple, “despojada”,
“más ligada al pueblo”, yo me desahogaba diciendo que hablar
de arquitectura social en un país capitalista es, como declaró
Engels, un actitud paternalista que
se pretende revolucionaria. Y más: que no creo que la burguesía
tenga interés en resolver el problema de la clase obrera, que
lo importante es cambiar la sociedad”.
O.
Niemeyer
Los
fracasados intentos de resolver la cuestión habitacional desde
Vargas no son fruto de atraso del Brasil ni de “nuestro subdesarrollo”,
como proclama el urbanista petista.
En verdad, basta recoger algunos datos sobre el problema en
otros países para ver que la
cuestión no se resume a un problema de las grandes ciudades
brasileñas. Según la relatoría de la ONU, en América Latina, donde
el 75% de la población vive en ciudades, prácticamente la mitad
vive en favelas. A lo largo del siglo XX, cuando ocurre el mayor incremento
de urbanización que vio la humanidad, favelas
y sub-viviendas de todo tipo proliferan
en los cuatro rincones del planeta. Incluso la mayor economía
del mundo, los Estados Unidos (ejemplo por muchas décadas de
erradicación del déficit habitacional), sufrió precisamente
en este último año con el default de millares de deudores de su casa propia. La recesión
que se dibuja en el horizonte de la economía norteamericana
se manifestó (¡sólo hay que verlo!) en la imposibilidad de una
parte de los trabajadores para poder seguir pagando las cuotas
de su casa propia. Así, los fracasos del BNH, de los IAPs
y del urbanismo petista se manifiestan como formas clásicas del mundo de la
mercancía.
Estas
formas clásicas y los fundamentos de la cuestión de la vivienda
ya fueron ampliamente demostrados por F. Engels hace cerca de 140 años. En “La cuestión de la vivienda”,
Engels revela en pocas páginas el
problema. Nos muestra, por ejemplo, como la
vivienda no es un derecho, tal cual sueña nuestro urbanista
petista, sino una mercancía, ya que
es un producto del trabajo social, fruto de las relaciones económicas
de producción en determinadas circunstancias históricas.
Eso es muy importante, pues entonces se comprende que la llamada
“Crisis de la
Vivienda” es “un
producto necesario del orden social burgués” en la medida
en que “no podría existir
sin crisis de la vivienda una sociedad en la cual la gran masa
trabajadora no puede contar sino con un salario y, por lo tanto,
exclusivamente con la suma de los medios indispensables para
su existencia y para la reproducción de su especie”.
Estos
medios indispensables son proporciones limitadas y mínimas de
educación, comida, descanso, abrigo, etc. O sea, en el ámbito
de la vivienda, el mínimo es un abrigo que acoja al trabajador
y a su familia. Eso puede significar un cuarto de un conventillo,
una casilla en la favela, un apartamento
de la COHAB, pero nada tiene que ver con los estándares de vivienda
digna que pretende nuestro urbanista.
Engels observa también que la construcción
de viviendas obreras “es
perfectamente rentable desde el punto de vista capitalista”
ya que “todo capital invertido, siendo explotado racionalmente,
es rentable cuando corresponde a una necesidad”. Para Engels “el tema es saber
exactamente porqué, a pesar de todo, subsiste la penuria de
la vivienda”. ¿Y porqué subsiste? Al avanzar en su relato,
responde que el “el capital (esto está definitivamente establecido)
no quiere suprimir el problema de la vivienda, pudiendo hacerlo” en la medida en que eso
acarrearía una elevación del costo de la fuerza de trabajo arriba
de su valor. Así concluye que “no
quedan, por lo tanto, sino dos
salidas: el mutualismo o la ayuda del Estado”.
Sobre
las formas de mutualismo obrero (cooperativa de constructores,
mutuales, etc.) Engels escribe que
“existen ahí, cosas muy
buenas y bellas” pero que son incapaces de ofrecer plena
luz a la oscuridad en que se encuentra la cuestión. De modo
que el último recurso para intentar resolver la cuestión en
el interior del modo de producción capitalista es a través de
la ayuda del Estado. Esta ayuda significa nada más que crédito
gratuito o con interés, exactamente lo que vimos fue intentado
en Brasil desde 1930. Pero luego Engels
comentó que “sea ese crédito gratuito o con intereses,
sea usuario o del tipo de casa de alquiler, ¿qué diferencia
puede haber para él (el obrero)?”, pues cada vez que el
obrero obtuviese algún tipo de “ventaja y, como consecuencia, se redujesen
los costos de producción de la fuerza de trabajo, ¿no descendería
igualmente el precio de esta fuerza? Explica a continuación
que hay mucho interés en sectores de la burguesía en defender los subsidios
en nombre de la salvación del obrero. Como se vio en Brasil,
todas las formas de financiamiento para la
vivienda “popular” terminaban convirtiéndose en líneas de crédito
para las fajas de renta superiores. De manera que los financiamientos
“no interesan esencialmente sino al burgués
y, sobre todo, al pequeño burgués”.
Si
los hecho citados anteriormente ya no dejaban dudas sobre los
límites del problema de la vivienda en Brasil, el análisis de
Engels da la exacta idea de cómo la cuestión es insoluble e inmanente al modo
de producción capitalista. En este sentido Engels
escribe un célebre pasaje (siempre recordado por O. Niemeyer)
diciendo que “en semejante
sociedad, la crisis de la vivienda no es de modo alguno un fenómeno
casual; es una institución necesaria, la cual no podrá desaparecer,
con sus repercusiones en la salud, etc., sino cuando todo el
orden social que la hace nacer sea transformado de raíz”.

¿Es
posible un programa transitorio?
Frente
a todo lo expuesto, nuestros lectores se preguntarán, de la
misma manera que un día se preguntó Vilanova Artigas: “aparece
al final la pregunta: ¿En qué quedamos? ¿Qué hacer?” A esta
pregunta respondió Artigas con una encrucijada: “¿esperar
por una nueva sociedad y continuar haciendo lo que hacemos o
abandonar las competencias del arquitecto (ya que ellas se orientan
en una dirección hostil al pueblo) y lanzarnos completamente
a la lucha revolucionaria?”
Creemos
que será posible enarbolar un nuevo programa para las ciudades
brasileñas y que este sea una respuesta a la encrucijada por
la cual Artigas y tantos otros fueron presos. Seguramente, este
programa deberá tener en cuenta la comprensión de los errores
y los fracasos hasta hoy desplegados por los arquitectos del
urbanismo petista. Ciertamente un
nuevo camino debe ser construido y no tendrá nada de similar
con este que se cierra.
AB
Traducción:
NI
Norberto
Iglesias es arquitecto, con vasta experiencia en gestión urbana.
Es Presidente del Instituto
Territorio, Municipio y Ciudad (ITEMCiudad) e integra la Cátedra
de Planeamiento Urbano de Alfredo Garay en
la FADU-UBA.
Alexandre Benoit
es arquitecto y urbanista, formado en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo. Integra el comité editorial de la revista CONTRAVENTO
desde su fundación.
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Bourg y de Nordelta. | Norberto
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