N.
de la R.: El texto de este artículo
esta basado en el capitulo de libro de la autora “Planificación
y crecimiento urbano. Ideas y reflexiones a partir del caso de la ciudad de Córdoba”, pág. 22-40 en:
La periferia de Córdoba. Cuestiones sobre el hábitat. Compiladora
Cecilia Marengo. Departamento de publicaciones FAUD - UNC. Subsidiado
por SECYT. Edición: 2006- ISBN 987-05-0918-5
Uno
de los núcleos principales de toda la planificación elaborada
desde la mitad del siglo XX en adelante en la ciudad de Córdoba
girará en torno al problema del control del crecimiento urbano.Segunda
en el ranking de ciudades nacionales, con una población actual
cercana al millón y medio y una importantísima área de influencia,
cuenta como producto acumulado a lo largo del tiempo con un desarrollo
sistemático de instrumentos y modelos de planificación que, en
una aproximación en “zoom”, permiten analizar y contrastar las
intenciones políticas y las lecturas técnicas sobre la ciudad con los distintos modos que el crecimiento adopta.
Entre
las décadas del ‘70 al ’80, la administración municipal, con el
objetivo explícito de orientar los esfuerzos públicos -inversiones
y políticas municipales- en un contexto de fuerte dependencia estatal,
impulsará una abundante cantidad de estudios técnicos especialmente
dirigidos a producir orden y regular la estructura física de la
ciudad. El reconocimiento del crecimiento mono y radio céntrico
de la estructura, la preocupación
por la extensión de la mancha urbanizada caracterizada como
“repentina, desordenada y con fuerte tendencia a la dispersión”
y la aceptación de que el crecimiento es resultado del “libre
juego de las fuerzas económicas-sociales”, con una participación
escasa y parcial por parte del Estado, se sintetiza con claridad
en el documento elaborado por el Estado municipal en 1973 (Diagnostico
tentativo y alternativas de desarrollo físico para la ciudad de
Córdoba. Asesoría de Planeamiento Urbano de la Municipalidad
de Córdoba. Arq. Maria Elena Foglia. 1973). El mismo no solo resume
las principales inquietudes emergentes
de varias décadas de industrialización, sino que también reconstruye
una visión modélica de la ciudad que
sentará las bases conceptuales y operativas de la planificación
posterior.
“Los mayores problemas no se presentan por el
crecimiento demográfico en sí, sino por la distribución espacial
del mismo, ya que la población distribuida en forma extensiva
sobre las radiales del sistema, conjuntamente con la escasa capacidad
de inversión municipal, hace resultar dificultosa económicamente
la distribución equilibrada de los servicios a los asentamientos
residenciales existentes” (Diagnóstico Tentativo:73:31). Se
expresaba así la inquietud sobre la forma que adoptaba el crecimiento
y la planificación se presentará como el instrumento
capaz de anticiparse para orientar las fuerzas económicas y sociales
que, con relativa autonomía, accionaban sobre el espacio,
modificando su configuración y creando nuevo suelo urbano. Ahora
bien, encauzar las inversiones de capital tanto públicas como
privadas, presupone intervenir en forma directa o indirecta sobre
los mecanismos económicos - sociales de producción del espacio
urbano; la complejidad que representa incidir en la
dinámica urbana y otorgar dirección al crecimiento se constituirá en una de las cuestiones centrales
de la planificación y, hasta nuestros días, conforma el “núcleo
duro” del problema del crecimiento.
En
los ‘70, las propuestas que se discuten se fundamentan en la elaboración
de alternativas de configuración; se
pretendía arribar a un modelo físico posible, con evidente
acento en la estructura, que integrara los procesos tanto presentes
como futuros. La necesidad de encauzar la inversión pública se
produce en un contexto de Estado fuertemente centralizado, cuando
parte importante de los esfuerzos de gestión se concentra
en la coordinación económica y administrativa
con los niveles provinciales y nacionales. Coraggio señala
que en este período, marcado por el paradigma de desarrollo industrializante,
la política urbana de alcance local y con inclinación hacia una
visión física de la ciudad tenía un papel marginal y escasa integración
con las demás políticas, que “aunque con un obvio impacto en cada
lugar, eran predominantemente de jurisdicción nacional”, J. L.
Coraggio (1998:60).
Una
de las primeras alternativas consideradas proponía acotar el crecimiento y la extensión de la mancha urbanizada
definiendo un perímetro máximo que permitiría la densificación
y relleno de la urbanización comprendida dentro del anillo. La
idea de un límite físico contenedor no era nueva,
se verifica en el significativo plano del plan “Olmos” del 1927,
bajo las teorías de la ciudad jardín, y en la propuesta de anillos concéntricos de los Lineamientos del Plan Regulador de la
ciudad de Córdoba elaboados por Ernesto La Padula en 1954.
Si
bien esta alternativa tendrá el atractivo de la síntesis de una
operación única, derivaba en definitiva de una interpretación
física y en cierto modo geométrica de la estructura urbana, un
trazado que no podía absorber
en sí mismo la complejidad puesta en juego en el espacio urbano,
planteando su inviabilidad en términos prácticos por “la necesidad
de un control sumamente rígido de la forma de urbanización propuesta
para asegurar su
cumplimiento” (Diagnóstico Tentativo:73:42).
Así, si la
posibilidad de la compactación se descarta,
se desarrollará por consecuencia la alternativa de crecimiento
físico que para el ‘73 es considerada más viable, denominada
“Ejes Preferenciales de Desarrollo”.
Devenía de una lógica sencilla: asumiendo el sistema radial característico
de la ciudad se proponía intensificar la jerarquía de las penetraciones
existentes, canalizando el crecimiento hacia aquellas direcciones
principales que se creyesen más convenientes según la importancia
urbana de cada eje y las relaciones que estos estableciesen con
el contexto regional. En este sentido, se intentaba optimizar
la estructura, con acento en mejorar los flujos vehiculares y
la accesibilidad urbana como respuesta a una estructura mayor,
en un momento donde el capital industrial requería de un soporte
de interconexiones y redes territoriales a escala nacional
para su desarrollo.
Se
presuponía entonces que derivando y favoreciendo la concentración
de funciones centrales sobre los ejes candidatos o corredores,
y alentando la media y alta densidad sobre ellos, se permitiría,
además de ordenar los usos urbanos, aumentar la densidad a fin de poner freno
a la expansión. Así, las zonas comprendidas entre los corredores
principales, con funciones netamente residenciales, se constituirían
en “áreas
de relleno”, alentando la consolidación de las áreas ya existentes.
Este
modelo físico, que subyace en forma implícita hasta hoy, tendrá en la práctica cumplimientos parciales, fundamentalmente
en la optimización del sistema vial y consolidación de las vías
de penetración, sin que las funciones centrales se derivaran específicamente
hacia los corredores, quedando la media y alta densidad propuesta
relegada en el mejor de los casos a situaciones de cercanía con
el Área Central.
En
resumen, si bien se avanzaba en la necesidad de “regular y orientar
los usos de suelo” por las crecientes incompatibilidades con las
actividades productivas -fundamentalmente los asentamientos industriales,
con sus consecuentes impactos sobre la estructura- y la reproducción
sin control de usos residenciales sobre el suelo urbano, la ciudad
continuará expandiéndose y el panorama se hará más confuso en cuanto a las posibilidades efectivas
de planificar para controlar el crecimiento.
Modelo
radio céntrico, Modelo radio céntrico concentrado, Ejes preferenciales
de desarrollo

Plano
Regulador y de Extensión de la ciudad de Córdoba, Ing. Benito
J. Carrasco, 1927 (gráfico de “circuitos”).
Fuente: Memoria y expediente urbano (Carrasco, 1927)

Plan
Regulador de Córdoba, Arq. La Padula, 1954. Fuente: Bases
para una historia urbana de Córdoba (Foglia, 1998)

Alternativa
1: Ejes preferenciales de desarrollo; Alternativa 2: Modelo radio
céntrico concentrado.
Fuente: Diagnóstico tentativo y alternativas de desarrollo físico
para la ciudad de Córdoba, APU, Municipalidad de Córdoba, 1973.
La
regulación del crecimiento urbano: El planeamiento normativo
Para
la década del ’80, la preocupación sobre la forma que adoptaba
el crecimiento traslucía a su vez la dificultad
del Estado Municipal para conducir la manera que se producía el
espacio urbano y la necesidad de planificación aparecía como
consecuencia de procesos ya iniciados (“Una
buena planificación urbana debía tomar en consideración, pero
como dados, los procesos de otro orden que repercutían externamente
en la ciudad y sus tendencias. La economía urbana era vista como
un caso extremo de economía abierta, sin recursos ni instrumentos
para programar o dirigir su propio desarrollo”, José Luis
Coraggio, 1998:58).
Así,
el Estado usará su poder de coacción, regulando el accionar privado
a través de un conjunto
de normas y leyes que por restricción impondrán condiciones a
los mecanismos de reproducción y creación de suelo urbano.
La planificación no solo constituyó un instrumento técnico sino
también político; en la medida que subordinada a las políticas
de Estado, intentará conducir la gestión y administración de los
procesos en marcha, evidenciando tensiones entre el control del
privado por parte del poder público.
Hacia
mediados de los ‘80, y en pleno período democrático, se elabora
el cuerpo normativo que, sintetizando las experiencias de la planificación
anterior (Diagnostico 73, EDOU, EDOM de 1978/ 1979; en la escala
regional: PLANDECOR, PLANDEMET de 1981), regulará el uso y fraccionamiento
del suelo y una detallada normativa particular para el Área Central que, con modificatorias,
se encuentra vigente actualmente (Ordenanzas: 8060/85, regula
el Fraccionamiento del Suelo; 8133/85, regula localización de
actividades económicas que impliquen uso del suelo industrial
o asimilable; 8256/86, regula la
Ocupación del Suelo; 8057/85; regula la Ocupación del Suelo y la Preservación de Ámbitos Históricos en el Área Central; 8248/85,
regula la
Preservación del Patrimonio Cultural y Arquitectónico
Urbanístico). Los objetivos de la regulación del crecimiento
quedaban resumidos de la siguiente manera: “Necesidad de compactar y consolidar
el área urbanizada, con un mayor equilibrio de la densidad
efectiva de población y restricciones al crecimiento desordenado,
para lograr una racionalización y paulatino mejoramiento en la
eficiencia de los servicios urbanos; en la provisión de equipamiento
periféricos básicos..., en la descentralización de funciones urbanas
e integración de sectores inconexos y en la revalorización ambiental,
paisajística y patrimonial” (Iros:87:11). Estos objetivos
también quedarán explícitos en el texto de la Ordenanza 8060, sancionada
en 1985, que regula el fraccionamiento de tierras en el Ejido
Municipal
El
modelo físico que se adopta definía tres
áreas urbanas a modo de anillos concéntricos: Área Central
-núcleo central histórico-, Intermedia -barrios tradicionales-
y Periférica, una visión esquemática que posibilitará “implementar
estrategias de intervención”. Esta interpretación, aceptada
como el “crecimiento natural de la ciudad”, parece corresponder al modelo del zoning y al de la renta: “densidades decrecientes del centro a la periferia,
zonas dispuestas en anillos concéntricos, valores de suelo máximos
en el centro y mínimos en el círculo más extremo, son todos ellos
elementos que se superponen con gran precisión” (Mancuso:1980:338).
En
este sentido, la planificación
no fue neutral -siendo este aspecto crucial en la crítica
a la planificación tradicional- sino que, por el contrario, colaboró
a racionalizar y reproducir los mecanismos económicos en la producción
de suelo urbano más que a revertirlos. Así, se alentará una
alta densidad edilicia en las proximidades del área central -el
caso paradigmático lo constituye la densificación en altura del
Barrio Nueva Córdoba- y bajas densidades en los sectores periféricos,
consolidando las tendencias iniciadas. Las normativas que predisponen bajas densidades
con bajos estándares de urbanización hacia la periferia serán comunes a toda la planificación argentina (para
ampliar, ver el estudio de A. Garay sobre los efectos de la normativa
en la Provincia de Buenos Aires,
Garay:1998:4). En Córdoba se alentarán en la periferia lotes de 300 m2 de superficie mínima
con ocupación en vivienda individual, que con 4 habitantes promedio
define muy bajas densidades una vez ocupada la totalidad de las
parcelas; estas densidades plantearán el problema de la absorción
de los costos de infraestructura y la precarización de los estándares
de urbanización.
Simultáneamente,
la acción normativa más importante implementada a partir de 1985
en cuanto al problema del crecimiento por extensión se centrará
en dos aspectos complementarios; por un lado se
delimita la creación de nuevo suelo urbano definiendo “áreas urbanizables”,
demarcando el futuro suelo factible de ser urbanizado e impidiendo
en consecuencia el posible avance sobre suelo rural para lograr
así “el máximo aprovechamiento
de la infraestructura existente, evitando toda apertura de tierras
en áreas sin disponibilidades de extensión de la misma” (Ordenanza
8060:85). Por otro, la normativa citada intentará aumentar la
consolidación exigiendo a las nuevas urbanizaciones localizaciones
cercanas a áreas con por lo menos el 30% edificado y a los
loteadores la provisión completa de infraestructura,
incluyendo espacios verdes, aumentando los estándares de urbanización
iniciales.
Sin
embargo, a más de 20 años de la aplicación de la norma podemos
verificar nuevas anexiones al área urbanizable, avance
sobre suelo rural y una tendencia a la dispersión, resultado de
distintas y complejas acciones sobre el espacio periférico que
direccionan procesos contrarios a los objetivos buscados (otra derivación no deseada
de la regulación de la extensión fue el incremento paulatino en
los costos de suelo urbano, aumentando
la migración de población hacia los municipios vecinos).
La
planificación tradicional, en acuerdo a los cambios, se verá sometida
a una intensa crítica, centrada en resaltar tanto su ineficacia operativa como sus restricciones
en tanto herramienta conceptual y política para el Estado actual
(Resse, 1998, señala que: “El
modelo tradicional de planificación urbana concentra como principales
criticas: incapacidad para entender integralmente los procesos
territoriales y combatir los estilos fragmentarios de gestión
del desarrollo; rigidez y falta de capacidad de adaptación a situaciones
cambiantes; su carácter centralizado y excluyente respecto de
los intereses y capacidades de los distintos actores que operan
en el territorio; su lectura meramente “espacialista” del territorio;
la ineficacia histórica que ha demostrado en nuestros países,
por haberse basado principalmente en cuestiones normativas”).
Desde lo disciplinar, a su vez, se cuestiona su carácter regulador
y normativo en una visión reducida a los aspectos físicos urbanos,
lo cuál contribuirá a reforzar sus propias limitaciones a la hora
de orientar el crecimiento urbano en los nuevos escenarios caracterizados
por la contingencia. La planificación estratégica, a su vez, desviará
el centro de gravedad de los aspectos físicos hacia concepciones
más integrales de las distintas fuerzas que producen el espacio
urbano, adoptando un carácter proactivo -asociando crecimiento
con desarrollo- y flexible a la variabilidad y velocidad
con que se multiplican los cambios. Sin embargo, más allá de su
contribución a la reflexión disciplinar y de experiencias puntales
exitosas, fundamentalmente europeas, no
pudo integrar las cada vez más fragmentadas acciones sobre la
ciudad, como tampoco revertir la atomización productiva y social
y sus incidentes espaciales o mediatizar la actuación del privado
en beneficio de lo público.
Estas
dicotomías que presenta la planificación actual se acentúan en
la realidad específica de nuestras ciudades. Las dificultades
que de por sí presentan la articulación entre los procesos globales
y la dimensión local, la previsión de escenarios futuros, y la
convergencia de los distintos actores sociales en la planificación,
parecen presentar mayores obstáculos en contextos socio-económicos frágiles e inestables,
con un fuerte debilitamiento del rol conductor y regulador del
Estado y la casi total autonomía del capital privado.
La
planificación, más allá de sus intenciones, corre el riesgo de quedar segregada de la
toma de decisiones públicas, con la consecuente desvinculación
de las acciones urbanas -tanto públicas como privadas- y de su
posible verificación espacial y territorial. Y es en este punto
que preguntas tales como “¿Planificar para qué y para quienes?,
¿Cuál es el modelo o estilo de desarrollo que se pretende seguir
y alcanzar?” (Resse:98:11) no solo siguen teniendo vigencia,
sino que ubican al problema del crecimiento en el centro del debate
y delinean las futuras reflexiones entre el tipo de desarrollo
deseado, y condiciones de vida para el habitante urbano.

Modelo
de anillos concéntricos, Córdoba central, intermedia y periférica.
Normativa 1985.
Fuente: Desarrollo Urbano: Reflexiones y acciones. (Iros, G. 1991)

Restricciones
al crecimiento del área urbanizada y restricciones a la Infraestructura. Normativa
1985.
Fuente: Documento sobre el Área Central de la Ciudad de Córdoba, Ordenanza
de ocupación de suelo y preservación del ámbito Histórico.
(Municipalidad de Córdoba, 1988)

Propuestas
morfológicas de configuración del Área Central. Normativa 1985.
Fuente: Documento sobre el Área Central de la Ciudad de Córdoba, Ordenanza
de ocupación de suelo y preservación del ámbito Histórico.
(Municipalidad de Córdoba, 1988)

Síntesis
de la estructura urbana.
Fuente: Diagnóstico y líneas estratégicas orientativas para
el Plan Urbano Ambiental de la
Ciudad de Córdoba, IPUCOR, Municipalidad de
Córdoba, 2001.
Transformaciones
y nuevos emergentes en la ciudad
Si
los marcos normativos presentarán mínimos cambios, la ciudad por
el contrario viene experimentando profundas transformaciones
que, independientemente de la expresión física que adopten fundamentalmente,
se traducirá en nuevas y complejas lógicas involucradas en la
producción del espacio urbano.
La
intensificación de los procesos de metropolización, medidos en
el aumento de las relaciones funcionales y el incremento de la
movilidad poblacional con los municipios vecinos, con tendencias
a la conurbación en algunos casos, reubican el problema del crecimiento
de la ciudad al área metropolitana. La búsqueda
de suelo barato y de mejores condiciones de habitabilidad para
un sector cada vez más importante de la población que mantiene
su empleo en Córdoba dibuja desde el punto de vista de la
planificación un nuevo mapa territorial.
Conjunto
con el salto de escala y el dislocamiento de las funciones centrales,
el crecimiento periférico de nuevo tipo, a partir de la localización
selectiva de las nuevas inversiones privadas, va conformando el
nuevo panorama para las áreas periféricas que, sin embargo, siguen
creciendo a partir de la extensión de la urbanización sobre
suelo rural a baja densidad. Cuando
se analiza cualquier sector periférico de la ciudad se confirma
que el crecimiento se produce bajo este modelo predominante, que
alentado
desde el mercado inmobiliario, es refrendado por las preferencias
culturales de la población en cuanto al acceso individual
del suelo. El Estado, en este caso, aparece como el principal
agente comprometido en la expansión urbana, sostenida por la doble
acción en materia residencial de actores públicos y privados (del
barrio cerrado al conjunto de vivienda social). Por lo demás,
las áreas periféricas presentan niveles dispares de consolidación,
los déficits son múltiples y urgentes y se expresan en general
en muy bajos standards de urbanización.
La
ciudad construida, expresada en sus barrios tradicionales, experimenta
la renovación parcial de su tejido a partir de las inversiones
concentradas en materia de vivienda, allí
donde estas zonas presentan ventajas
de localización y aglomeración y un soporte normativo que
admite densidad en altura. Estas transformaciones alentadas por
el sector privado contribuyen a generar efectos no deseados en el espacio urbano y preparan
el terreno sobre el que se producen nuevas tensiones sociales. La intensificación
de la segregación residencial, el aumento de las diferencias urbanas
(en términos de provisión de infraestructura y servicios) y el
enfrentamiento de los sectores medios con los emprendedores
privados, son algunos de los
efectos que se derivan. Con respecto a esto último, en algunos
casos, los desarrollos que promueve la inversión han derivado
en fuertes resistencias de la población residente por el miedo
a la pérdida del perfil barrial. En otros, el capital privado
“aprovecha” el soporte normativo, produciendo transformaciones
completas.

Imagen
de Nueva Córdoba

Imagen
de la periferia. Ciudad Evita. Fuente: Gobierno
de la Provincia
Es
comprensible entonces que los procesos generales de crecimiento
queden evidentemente desvinculados
de cualquier instrumento de planificación. La persistencia de
la superposición de procesos inconexos y el carácter fragmentario
que adoptan las sucesivas formas de intervenir sobre el espacio
consolidan una práctica en cuanto a la producción de suelo urbano
que prescinde de la necesaria orientación. Las tensiones que
se derivan de un espacio urbano cada vez más heterogéneo y
más difícil de gestionar evidencian el aumento de la complejidad
de los procesos iniciados. Es evidente que la ausencia
de normativas o parámetros para el crecimiento no auspicia un
mejor panorama.
Algunos
autores, fundamentalmente latinoamericanos, expresan la necesidad
de arribar a un marco regulatorio de nuevo tipo,
que contemple, por un lado, la predominancia de los mecanismos de valorización en la creación
del suelo asociados al incremento de los déficits y riesgos urbanos
varias veces señalados en la planificación anterior -carencia
infraestructural, perdida de suelo productivo, deterioro urbano,
etc.-; y por otro, que considere las nuevas
características de gestión emergentes, para
la cual la regulación actual no está preparada: la disminución
y fragmentación de la inversión pública urbana, una creciente
inversión privada y las distintas modalidades posibles en este
contexto de nuevas asociaciones público-privadas (Lungo,
2004:82).
Ahora
bien, un nuevo cuerpo normativo eficaz será aquel que se constituya como un instrumento fuertemente articulado
y asociado con una visión integral de la ciudad. Las nuevas condiciones de flexibilidad no
deberían derivar en situaciones discrecionales sino,
por el contrario, acompañar un proyecto conjunto que reúna tanto las particularidades específicas urbanas como
su desarrollo colectivo. Se habilita entonces un nuevo campo abierto
de reflexión sobre aquellos aspectos que hoy constituyen los desafíos
centrales en cuanto a la posibilidad de comprender y operar sobre
los mecanismos de crecimiento urbano.
En
el caso específico de la ciudad de Córdoba, las posibilidades efectivas de planificación y regulación parecen estar
subordinadas tanto a la capacidad para determinar las condiciones
políticas e instrumentos de gestión del espacio urbano como a
definir un modo de interpretar e intervenir en el espacio físico.
Estos dos aspectos -que en sí mismos engloban las principales
inquietudes emergentes desde la planificación urbana- refieren
a su articulación con la realidad político-social en términos
de eficacia de concreción, y a su incidencia sobre la realidad
física, en tanto expresión espacial de los distintos procesos
urbanos referentes al crecimiento.
El
problema de la gobernabilidad
adquiere un carácter central a la hora de planificar el crecimiento.
Si se revisa la experiencia europea, observamos que el
nivel de las transformaciones evidencia una
importante capacidad de reacción como respuesta directa a las
crisis específicas en un contexto de reacomodamiento
global y regional y a la velocidad de los cambios. Nuestras
ciudades, por el contrario, están signadas por el
aumento creciente de las dependencias estructurales técnicas y
económicas y un panorama institucional cada vez más complejo e
inestable, que
la crítica teórica latinoamérica ha señalado reiteradamente como
las dificultades más visibles que ponen freno al desarrollo local.
El
segundo aspecto a considerar refiere a la interpretación y materialización
del espacio físico urbano, y es tal vez unos de los puntos más
críticos cuando el intento es intervenir sobre la forma que adopta
el crecimiento. Como fuimos verificando, la planificación tradicional
centrará su cuerpo disciplinar en la construcción de modelos de
interpretación de la realidad mensurable estableciendo un “orden”
general que diera sentido y dirección a cada variable del sistema
urbano.
Estos
modelos, que contribuyeron a aportar visiones integrales y relacionales,
resultaron esquemáticos y rígidos en su puesta en práctica, reforzando en
definitiva las tendencias propias de los mecanismos de producción
de suelo urbano, introduciendo un carácter homogenizador que no
permitiría distinguir o valorizar las especificidades urbanas.
Bajo este mismo ángulo, la planificación estratégica se basará
en la misma división de anillos concéntricos -área central, intermedia
y periférica- propuesta en los ‘80. La novedad residiría en que,
a diferencia de las propuestas anteriores, no se aceptaba como
dado el crecimiento radio-céntrico sino que se intentará alentar,
desechando la antigua intención de
ejes estructurantes, un “desarrollo
policéntrico de la ciudad generado a partir del proceso
de descentralización (C.P.C) a fin de lograr nuevas centralidades”
(PEC. Plan Estratégico de Córdoba).
Sin
embargo, esta pretensión
parecía referir más a una intencionalidad política que a una idea
de estructuración física-social, sin profundizar sobre qué
interpretaciones de la realidad ni qué instrumentos específicos
hubieran podido revertir las tendencias anteriores; basta repasar
los objetivos perseguidos: “articulación de la periferia y cohesión del espacio metropolitano;
en simultaneo con el saneamiento y revalorización del casco fundacional
y la expansión/gestión de la infraestructuras para mejorar la
eficiencia y la productividad urbana” (PEC. Plan Estratégico de Córdoba), para
confirmar las importantes dudas planteadas en cuanto a como se
articularía el modelo propuesto con los objetivos que de alguna
manera seguirán sintetizando viejos anhelos y desafíos.
Cabe
aclarar que algunas investigaciones de orden académico, relacionadas
con las trasformaciones operadas en las periferias, sugieren que
en Córdoba se verificaría un proceso de descentralización creciente.
Sin embargo, si bien ciertas funciones de carácter central y escala
de inversión concentrada -CPC, hipermercados, etc.- tienden a
ubicarse en el ámbito periférico, no se podría afirmar que
estas constituyen en sí mismas “nuevas centralidades” o
que operan en los sectores urbanos en donde se asientan como agentes
motores del desarrollo, sino más bien parecerían constituirse
cada uno de ellos en enclaves más bien cerrados, autónomos,
conectados a la red urbana y regional principal. A escala
metropolitana y para las localidades menores, estos grandes equipamientos
se convierten, sí, en verdaderos centros de servicios alentados
por la buena conectividad.
Como
Borja (1998) señala, es la relación
dialéctica entre los objetivos de un Plan y los grandes proyectos
urbanos posibles lo que garantizaría la concreción física
de las transformaciones y la puesta en práctica de los “nuevos
espacios de concertación y participación ciudadana”. La posibilidad
de generar proyectos articulados a un plan integral de ciudad
parece plantear un nuevo horizonte para la planificación, en la
medida que el proyecto urbano tiende a sintetizar ciertas intenciones
premeditadas en la acción sobre el espacio urbano. Así, es
posible superar la estratificación y las barreras normativas y
sociales; cada punto del espacio urbano se torna importante en
potencia o en los hechos, teniendo en cuenta sus propias virtudes,
naturales o sociales, preexistentes o adquiridas en virtud de
intervenciones selectivas.
Esta
relación biunívoca entre plan, proyecto y situación urbana, que
se presenta como el nuevo mecanismo de construcción de los ámbitos
urbanos, en nuestra realidad no ha tenido aún un desarrollo particularizado.
En correspondencia, son todavía pocas las experiencias prácticas basadas en los nuevos mecanismos
de gestión que posibiliten evaluar con exactitud su competencia
para incidir positivamente en la producción del espacio urbano
(el “Programa de Actuación y Renovación Urbanística Portal del
Abasto”, gran proyecto urbano impulsado por el Estado municipal
desde el año 2004, se constituyó en un caso incipiente de planificación
de nuevo tipo centrado sobre la capacidad de inducir procesos
de renovación a partir de intervenir sobre una importante pieza
urbana de carácter central perteneciente al fisco. La operación
consistió en la definición de una imagen-objetivo para el área
a través de un concurso profesional para la nueva sede del Consejo
Deliberante -proyecto ancla- y la incorporación de un programa
mixto de actuación pública-privada; en conjunto con la redefinición
urbanística el municipio promulgó una normativa especial para
el área -Ordenanza nº 10998/05- a fin de alentar la inversión
privada, aumentando la productividad de los terrenos comprendidos
en el perímetro).
En
síntesis, el problema del crecimiento, en el caso particular de
la ciudad de Córdoba, debe inducir a nuevos estudios que posibiliten determinar
acciones transformadoras más que a reproducir o promover tendencias;
los procesos de metropolización y las nuevas dinámicas poblacionales,
los cambios en la base productiva y su incidencia espacial, y
las particularidades específicas del territorio urbano, plantean
los nuevos marcos de reflexión.
A
su vez, en la práctica urbana, la
planificación debe poder articular instrumentos y acciones con
la capacidad política decisional, una planificación orientada a la implementación de espacios
de concertación y participación ciudadana aplicada a situaciones
y contextos urbanos específicos (el ”Programa para el desarrollo
del área Ferreyra” fue un caso testigo, sin continuidad de gestión,
impulsado por la Municipalidad de Córdoba
en la década del ‘90 y, en el marco de la implementación del PEC,
delimitaba un área periférica a fin de generar un plan de desarrollo
particular y concertado).
CC
La
autora es Arquitecta, Docente Investigadora de la Universidad Nacional
de Córdoba.
Sobre
Córdoba, ver también en este número de café
de las ciudades la
nota Córdoba
siempre estuvo cerca… y
el fragmento
del Facundo sarmientino.
Ver
el Portal
Oficial de la Ciudad de Córdoba.
Sobre
normativa urbanística, ver también entre otras notas en café
de las ciudades:
Número
62 I Planes y Política de las ciudades
Normativa
urbanística: la articulación entre planeamiento, participación
y gestión
I Sobre los conflictos alrededor del Código de Planeamiento Urbano
de Buenos Aires I Marcelo Corti
Bibliografía
Borja
J. (1998) Ciudades en redefinición: lo local y lo global. Cuaderno
curso de posgrado: módulo 4: Gestión y planificación urbana. Mar
del Plata
Coraggio
J.L. (1998) La política urbana metropolitana frente a la globalización.
Cuadernos de posgrado: Módulo 1.
Universidad de Sarmiento. Buenos Aires. Publicado en
Urbared.
Foglia,
M. E, Goitia N. (1989) Procesos de modernización en la estructura
urbana de Córdoba y su significado actual. Publicado
por Facultad de Arquitectura
y Urbanismo Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba.
Garay, A. (1998)
Dimensión territorial de lo local. Cuadernos de
posgrado: Módulo 2. Universidad
de Sarmiento. Buenos Aires. Publicado en Urbared.
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antiguos problemas, nuevos desafíos. Artículo en Riadel,
publicado originalmente en Mario Lungo, comp. Riesgos urbanos
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Mattos
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octubre 1996. Artículo publicado por: Maestría de Desarrollo Urbano.
Universidad Nacional de Córdoba
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Diagnostico
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Asesoría
de Planeamiento Urbano de la Municipalidad de Córdoba.
Desarrollo Urbano: Reflexiones y acciones. Iros, Guillermo. 1987.
El
Área Central de la
Ciudad de Córdoba, Ordenanza de ocupación de
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Plan
Estratégico para la
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IPUCOR, Editorial
Municipalidad de Córdoba. 2001.