El día de reflexión ¿elecciones o ciudadanía?
“Nuestros sueños no caben en vuestras urnas”
se podía leer en uno de los centenares de papeles colgados
de los árboles de la Plaza Catalunya de Barcelona.
Era
el “día de reflexión” antes de las elecciones. Este
día la ley prohíbe
el debate político público para que cada uno en su casa determine la opción a la que votar
el día siguiente. Una paradoja, pues las opiniones políticas
se construyen colectivamente. Sartre escribió un editorial
famoso, en Les Temps Modernes, dos o tres años después
del mayo 68: “Eléctions piege à cons” (trampa para imbéciles o gilipollas). Criticaba
la “serialización” que impone la democracia “representativa”
que homogeneiza las ofertas y se dirige a una población
atomizada. Obviamente es
conveniente que haya elecciones pero también es lógico
el derecho de la ciudadanía a estructurar y expresar
sus denuncias y demandas en todo momento. Las oligarquías
políticas prefieren el ciudadano atomizado, aislado. Una forma de tiranía encubierta: no importa
mucho que nos quieran más o menos, lo que importa es
que no se quieran entre ellos, los ciudadanos activos.
En
España, las elecciones del domingo 22 de mayo escenificaron
esta idea. Las propuestas conservadoras de los partidos
políticos dominantes se complementaban con una forma
de entender la política que se dirige a propiciar una
ciudadanía
pasiva. Las mayorías
más o menos angustiadas e impotentes ante la crisis,
más determinadas
por miedos individuales que por prácticas colectivas.
Y los ciudadanos cómplices, minorías múltiples, los
que obtienen o esperan beneficios del clientelismo, la especulación
o la corrupción. La
“jornada de reflexión” simboliza la voluntad de reducir
los ciudadanos
a átomos de la partitocracia. La reflexión política
crítica es resultado de participar en procesos colectivos,
del tipo que sean. El acto individual de ir a votar
se deriva de esta participación
El
contraste con las plazas ocupadas expresaba el divorcio entre las decenas de miles
de personas que debaten de política concreta en los
“campamentos ciudadanos”
y la clase política dominante, instalada
cada día
más en otra cara de la realidad, la lucha por el poder
y sus privilegios y las relaciones “especiales” con
los grandes intereses económicos. Los jóvenes, mayoría
en las plazas-campamentos, una gran parte de los cuales
se desinteresan de elecciones y partidos, han organizado
pacíficamente “otra política”: cuestionan
el presente, la “naturalización” de dogmas económicos
absurdos, la aceptación de las desigualdades y exclusiones,
la democracia “censitaria” basada en la colusión entre los privilegiados económicos
y los privilegios de los políticos. Y lo hacen reinventando
formas democráticas: las iniciativas y propuestas estallan
como fuegos de artificios, los debates en comisión son
igualitarios y serios, las asambleas abiertas de funcionamiento
riguroso permiten tomar decisiones. La plaza-campamento
que en grandes ciudades como Madrid o Barcelona acoge
diariamente a miles de personas, es un
espacio ordenado, zonas para estar de pie y sentado
y caminos reservados para circular, se alimenta a todos
los participantes, se limpia, hay
servicios sanitarios, biblioteca, etc. La oficina
de prensa y de comunicación, equipada
con numerosas computadoras, permite mantener la relación
permanente con las redes y con ciudades de todo el país
y de fuera. Los reclamos expresan malestar y exigencias que hoy comparte una gran
parte de la ciudadanía:
empleo, control bancario, servicios públicos,
derecho a la vivienda, denuncia de los privilegios
de los cargos políticos, fiscalidad justa,
democracia participativa, etc. Muchos ciudadanos,
alejados de la vida política, acuden a estas plazas,
donde encuentran a gentes que les habla de su misma
realidad vital y en donde pueden expresarse de distintas
formas.
La
ocupación de las plazas de las ciudades españolas en
período preelectoral, y especialmente el “día de reflexión”,
fue considerada
contraria a la ley por la Junta Electoral Central (el tribunal
que controla los procesos electorales). Pero ni ésta ni el Ministerio del Interior se atrevieron
a responder al desafío de los acampados. Solo lo intentó,
una semana después, en Barcelona, el nuevo gobierno
de Catalunya (conservador) con el apoyo incomprensible o ingenuo de la alcaldía
socialista de Barcelona, que deberá ceder en pocos días
el cargo al candidato ganador de centro-derecha. Como
es sabido, la reacción ciudadana obligó a las fuerzas
policiales a renunciar al desalojo, después de varias
horas de resistencia a la agresión policial y más de
un centenar de heridos. Miles de ciudadanos acudieron
a la plaza y rodearon a su vez a los policías, que se
encontraron entre los acampados del centro y el cordón
de los que iban llegando a la plaza. Camiones con toda
la infraestructura, mobiliario, computadoras, etc.,
todo requisado ilegal e injustificadamente, y policías
armados sin placa de identificación, huyeron. Probablemente
estas ocupaciones no se mantendrán muchos días más en
su forma actual. Pero ya nada será igual a antes.
Los sueños de la plaza, por sensatos y justos que sean,
no caben en las urnas.

Foto:
Jose
Manuel Mota, Creative
Commons
Los
ocupantes: están y si se van pronto volverán.
“Hacen
falta muchos subversivos para construir un pueblo libre” escribió el escritor católico George Bernanos, autor de uno de los libros
más bellos sobre la guerra de España, Le testament espagnol.
Se
ha iniciado una nueva etapa política que no tendrá efectos
electorales inmediatos (es muy probable que la derecha
gane las próximas elecciones generales dentro de unos
meses) pero si que generará una conflictividad político-social nueva.
El movimiento se empieza a expresar de otras formas:
asambleas en los barrios, acciones ante las instituciones
políticas, distintas formas de huelga, campañas contra
los bancos, iniciativas legislativas, etc. Las redes
bullen, no olvidemos su poder. Recientemente en los
países árabes, y para buscar un ejemplo en un país,
Francia, más similar al nuestro, recuerden la victoria
del “no” al referéndum europeo. Las redes sociales vencieron a las cúpulas partidarias
que supuestamente “representaban” a los tres cuartos
de la población así
como a todos los grandes medios de comunicación
que apostaban pro el “si”.
Resurgirán
las acampadas
en las grandes plazas, algunas antes del verano, otras
después. También es muy posible que estos movimientos
se diversifiquen, aunque también sería lógico que encontraran
momentos y objetivos unificadores. Las políticas de
la derecha lo facilitarán. Como ha ocurrido cuando el
impresentable responsable de Interior del gobierno catalán
intentó forzar el desalojamiento.
Los
políticos y sus expertos, los profesionales de los grandes
medios de comunicación y los personajes mediáticos se
preguntan ¿pero
quienes son?, ¿qué pretende esta gente? Preguntas idiotas,
o simplemente retóricas. En las plazas se concentra
todo tipo de gentes. La gran mayoría de los acampados
son jóvenes. Pero son mucho más, de toda edad y condición,
los que acuden en los momentos álgidos: las asambleas
generales, las situaciones de tensión, los interesados
en participar en una comisión u otra actividad específica.
O ciudadanos que quieren mostrar su simpatía, dar su
ayuda o simplemente curiosos que aparecen en las horas
y los días propicios. La ebullición de ideas, iniciativas
y testimonios no impiden que se concreten propuestas.
En
un excelente programa de TV 3 (canal catalán), “30 minutos”,
se expresaron diversos ocupantes de la Plaza de Catalunya y de la Puerta del Sol. Sorprendía
como la gran
diversidad de las entrevistas se traducía al final en
un cuadro coherente y comprensible. Dos intervenciones
desentonaban: los directores de las dos fundaciones
“pensantes” de los partidos dominantes. El director
de IDEAS (PSOE) con actitud de suficiencia y sonrisa forzada que pretendía ser irónica comentaba ante el periodista
y dirigiéndose a dos de sus colaboradores en tono burlesco:
“en fin, quizás si que podemos dedicar uno de
los cursillos de nuestra universidad de verano a este
tipo de movimientos”. El de la
FAES (PP) se despachaba en el más puro
estilo berlusconiano: “todo este lío es cosa de gente que viene del comunismo, de la antiglobalización,
los violentos antisistema, los okupas… son gente que
no representa a nadie, no van a ninguna parte”.
Estos dos cretinos, con vestidos idénticos oscuros,
su camisa replanchada y su corbata banal lucían su imagen
propia de subdirectores de sucursal bancaria de provincias
o de jefes de sección de El Corte Inglés. Ambos eran
la prueba más evidente de la degeneración de la política
institucional, cuando
la arrogancia deriva en ridículo.
Una
parte de los acampados, los que posiblemente contribuyen
más a estructurar el movimiento y a organizar la actividad
político-intelectual diaria, proceden de experiencias
anteriores, como señalaba muy bien Joan Subirats en
un artículo reciente en El País. No es difícil rastrear
sus orígenes
y procedencias. Las protestas ciudadanas
contra la guerra del Irak y luego contra la manipulación
que hizo el gobierno PP del atentado de Madrid, Los
colectivos “ocupas”, más politizados o de segunda generación.
El movimiento “altermundista”, los llamados antiglobalización
o antisistema por los medios. Los colectivos nacionalistas
de izquierda como las “cups” u otros grupos en Catalunya
y los potentes “abertzales” en el País Vasco. Las asociaciones
de inmigrantes y los núcleos más activos de intervención
en los barrios, los movimientos por el derecho a la
vivienda y contra los desahucios. También los sindicalistas
de base en los sectores más afectados por la crisis
(y resulta sorprendente la prudencia extrema cuando
no el silencio de las grandes centrales). Las redes
movilizadas
contra la ley Sinde (soft libre) y por la defensa de
Wikileaks. Los colectivos universitarios que se movilizaron
contra el Plan Bolonia y los que se dedican a generar
información y debates continuos por la red y por medio
de actividades intelectuales (como Sin permiso, Universidad
nómada, etc.). Elementos diversos de la izquierda radical,
a veces próxima a Izquierda Unida o Iniciativa por Catalunya
(los postcomunistas con tintes verdes incorporados)
y también otros colectivos más radicales (como Revolta
global, próxima al troskismo, grupos anarquistas). Los
activistas de iniciativas vinculadas con la memoria
histórica. Los desempleados
más o menos organizados. Etc.
Pero
sería erróneo
concluir que los ocupantes de las plazas son solo una
amalgama de estas experiencias y de estos colectivos
tan diferentes entre sí. La simple visita a las
plazas en sus momentos de máxima concentración permite
constatar que en ellas hay mucha gente sin militancia
en nada ni
experiencia política de ninguna clase. Están ahí por
ser “indignados” contra los poderes económicos
y políticos existentes. Les mueve no solo su situación,
también y en muchos casos quizás
más aún, la indignación que les provocan las desigualdades
y los privilegios. Y esta indignación es compartida
por unos y otros.
El
movimiento del 15 m (se inició el 15 de mayo),
el de los indignados, también se autodenominó en Barcelona
de “democracia real”. Un concepto clave. La
democracia no se reduce a su dimensión formal, la representación
en las instituciones, los derechos políticos básicos,
etc. Todo ello ya es en si mismo hoy imperfecto, insuficiente, con frecuencia
excluyente. Pero
además, la democracia solo se legitima si sus formas
sirven para que se materialicen
políticas públicas universales, que garanticen
derechos económicos, sociales, culturales, que reduzcan
las desigualdades y supriman los privilegios. Sin derechos
reales, es decir ejercitables, la democracia es para
muchos una ficción, un fraude.
Foto:
Montgomery,
Creative
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Elecciones
y partidos: ¿qué se vayan todos?
“No
hay política sin riesgo pero hay políticas sin futuro”.
Franklin D.Roosevelt.
El
que se vayan todos que se respira en las plazas y en
general en el ambiente no es la expresión de una total
inmadurez política, es el
sentimiento de sentirse engañado, defraudadado, menospreciado
y abandonado por la clase política dominante. No
es un signo de desorden cívico colectivo, es una reacción frente al “desorden establecido”, resultante de un sistema
político divorciado de la ciudadanía.
En
España, el miedo a tomar riesgos hizo que el gobierno
negara primero la crisis, luego no se enfrentará a ella
y cuando finalmente tuvo que hacerlo asumió
las políticas de sus adversarios, es decir beneficiar
a bancos y grandes empresas y hacer pagar el coste económico
a los asalariados, profesionales y pmes (pequeñas y
medianas empresas) y el social a jóvenes, inmigrantes
y desocupados. Una
política sin futuro y ahora ya casi sin presente.
Nos referiremos principalmente al gobierno y al PSOE
que lo ocupa, por ser gobierno y por autodefinirse de
izquierda. Haciendo una política de
derechas, muchos votantes optaron por el original, el PP,
con imagen de más firmeza, más creíble que la muy deslucida
copia.
El
PSOE ha perdido un millón y medio de votos municipales
y también casi todos los gobiernos regionales. Solamente tiene expectativas
de conservar el de alguna región pequeña y, hasta el
próximo año, su feudo de Andalucía, en el que no había
elección pero en donde el voto municipal del PP ha superado
ampliamente al socialismo andaluz. De las seis principales
ciudades, el PSOE gobernaba tres (Barcelona, Sevilla
y Zaragoza) y las tres las ha perdido. De las tres restantes,
Madrid y Valencia ya las había perdido en anteriores
elecciones y Bilbao sigue siendo un feudo del nacionalismo
vasco. El millón y medio de votos perdidos en los municipios
es la misma cifra de votos que ha ganado el PP, una
derecha que incluye en la mayoría de casos a la extrema
derecha autoritaria y xenófoba.
En
teoría, era el momento propicio para una recuperación
del voto del histórico Partido Comunista, reconvertido
en Izquierda Unida (ampliada con otros colectivos izquierdistas).
Ha tenido un modesto
crecimiento en toda España (Catalunya aparte), del 5’5%
al 6’3%, algo más de 200.000 votos, es decir un 12%
de los perdidos por el PSOE, sin que hubiera otras alternativas
a la izquierda del socialismo (excepto en el País Vasco,
donde ha emergido el nacionalismo izquierdista , Bildu).
En
Catalunya, el otrora poderoso PSUC llegó hace 20 años,
en los primeros años de la democracia, al 20 % de los
votos y aparecía más como una versión catalana del PCI
que del mismo PCE al que estaba estrechamente vinculado.
Hoy ya no es y sus herederos, Iniciativa por Catalunya,
ampliado con los Verdes y en coalición con los partidos
integrados en Izquierda Unida, han perdido 16 000 votos,
pasando del 9% a casi el 8,5%. No se han beneficiado
del descalabro socialista, que ha perdido en Catalunya
más de 200.000 votos y hasta ahora siempre había sido
la primera fuerza en las elecciones municipales. Ni
del hundimiento del nacionalismo teóricamente de izquierda
(Esquerra Republicana), hasta ahora aliada en con ellos
y con los socialistas. Es sintomático que haya emergido
un colectivo marginal, hasta ahora solo presente en
algunos municipios medianos, las Candidaturas de Unidad
Popular (nacionalismo izquierdista catalán) que han
multiplicado sus votos, del 0,6% al 2,2%, de 18.000 a 62.000. Y aparece
también un voto xenófobo, Plataforma por Catalunya y
otros que se acercan a un 3% (sin incluir muchas candidaturas
del PP que han hecho una campaña similar).
El
caso de Bildu, la izquierda nacionalista vasca, es espectacular
y de signo totalmente contrario a los resultados hasta
ahora citados. Una coalición que no fue legalizada hasta
pocas semanas antes de las elecciones emerge en el País
Vasco como segunda fuerza, con más del 25% de los votos,
superando al PP y al PSOE, y se acerca al partido nacionalista
vasco de centro derecha (30%). Será interesante ver
cómo se arreglan para combinar su naturaleza movilizadora
con la gestión de algunas ciudades grandes y medianas
y quizás de una de las tres
provincias vascas.
Y
por último hay que añadir una abstención de más del
46% y un aumento considerable de los votos en blanco,
que se han triplicado y que sumados a las abstenciones
superan el 50%. El divorcio entre partidos políticos “institucionalizados”
y opinión pública es rotundo. Se consolida un voto
conservador de derecha-extrema derecha (berlusconiano)
y en el extremo opuesto solamente crecen algunas opciones
que combinan el nacionalismo con el izquierdismo. La
opción mayoritaria es sin embargo la abstencionista,
que es también la que corresponde probablemente a la
gran mayoría de los jóvenes que ocupan las plazas.
Foto:
calafelvallo,
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Punto final: Volver a empezar.
“Nada se ha perdido si asumimos primero que
todo se ha perdido”. Julio Cortázar.
¿Cómo
se ha llegado hasta aquí? El PSOE es un partido liberal-democrático,
con cierta sensibilidad social, que cuando la economía
especulativa estaba en plena expansión pudo implementar
diversos programas asistenciales, a la vez que
impulsaba algunas medidas legislativas favorables
a los derechos individuales (por ejemplo, respecto a
las distintas orientaciones sexuales). Pero su complicidad
con el boom inmobiliario y la desregulación bancaria,
su temor a aplicar una reforma fiscal que permitiera
una redistribución real y su tendencia a la privatización
de los servicios públicos, incluidos los de salud y
educación, no anunciaban nada bueno. Ante la crisis
se puso de manifiesto no solo la falta de liderazgo
político, también la total incomprensión del carácter
depredador y especulador del capitalismo actual. Los
dirigentes socialistas han sido incapaces de plantear
la más mínima crítica a los modelos económicos vigentes,
aunque fuera en teoría. Ni tampoco proponer, aunque
fuera en su discurso, políticas reformadoras, ní las
de la socialdemocracia progresista, como Lafontaine,
ni las neokeynesianas a lo Obama, ni tan solo retóricas
como la “reforma del capitalismo” de Sarkozy. Su
incultura histórica, política y económica no tiene límites.
Solo entienden de sondeos y siguen prioritariamente
a los expertos en comunicación.
La
falta de ideas, convicciones y coraje les lleva a someterse
a las presiones de los fuertes, los grupos económicos,
y a los temores de los ciudadanos atomizados. En consecuencia
adoptan las medidas que les indican “los mercados” y
pervierten su teórico afán protector hacia la ciudadanía
con gestos represivos y autoritarios frente a los más
vulnerables, a las principales víctimas: los inmigrantes,
los jóvenes. Más del 60% de los inmigrantes están sin
trabajo, más del 40% de los jóvenes lo mismo, y si nos referimos al conjunto de la población
activa, la desocupación supera el 20%. Como dicen en
las plazas “nos
acusan de estar contra el sistema pero es éste el que
está contra nosotros”.
No
olviden que las gobiernos municipales socialistas han
aprobado en los últimos años “normas de civismo” que
criminalizan a colectivos sociales enteros, a los que
no están debidamente integrados, como jóvenes y desocupados,
inmigrantes y pobres, vendedores ambulantes diurnos
y grupos festivos en la calle nocturnos, manifestantes
“no autorizados” y en general todos aquellos ocupantes
del espacio público que no respondan a las normas formales
del “ciudadano medio”. No exagero: les recomiendo la
lectura de las “normativas de civismo” de Barcelona
(aprobadas en el 2006) que fue la primera y ha servido
de modelo a las otras, incluso en otros países europeos.
El alcalde de Bologna, Cofferatti, me dicen que también
se inspiró en ella. El PSOE es un partido simbiótico
con los aparatos
del Estado, sus cuadros o activistas son (o esperan
ser) funcionarios o empleados de las Administraciones
públicas y su militancia o es pasiva o está inserta
en redes clientelares. Es difícil de creer que de aquí
pueda resurgir algo renovador, aunque es posible que
sectores del socialismo, que va estar en la oposición
en la mayoría de los casos, sean sensibles o pretendan
utilizar las iniciativas críticas y algunas propuestas
surgidas de los movimientos críticos actuales.
En
el escenario institucional, lo que hay a la izquierda
del PSOE es lo que queda de lo que fue el “comunismo”,
reconvertido en una mezcla de socialismo democrático
teórico, de ecologismo simbólico y de progresismo bien
intencionado. En teoría, debería ser una estructura
capaz de articular políticamente parte de los
nuevos movimientos, como los indignados de ahora. Pero
también viven como organización insertos y dependientes
de su presencia en las instituciones representativas
y en las administraciones públicas. Su militancia está
poco arraigada en las luchas de base, o lo está a titulo
individual. Es más simpatizadora de los nuevos movimientos que coprotagonista
de los mismos.
El
nacionalismo radical, presente en el País Vasco, Catalunya
y Galicia, tiene en la propuesta independentista su
principal medio de movilización, pero no deja de ser
una fórmula mágica que por ahora no incorpora un
proyecto de transformación social que vaya más allá
de generalidades ni una propuesta de estrategia política
que aparezca viable en el presente, aunque permita una
agitación movilizadora.
No
hay que menospreciar ni a los postcomunistas ni a los
nacionalistas de izquierda. Por lo menos ambos tienen
un sustrato cultural que propone un mundo
mejor, una sociedad distinta. Tampoco se puede esperar
que sean capaces de integrar en su seno a los movimientos
actuales, ni de ofrecerles una perspectiva política
a corto plazo. Pero si que pueden aportar experiencias,
estructuras estables y capilaridad social. Por ahora
están también en la plaza, sin hacerse notar demasiado.
No pueden liderar algo que les supera, pero pueden contribuir
a su continuidad.
En
consecuencia: volver a empezar. Es lo que emerge de las actuales movilizaciones.
Construir desde las redes sociales y desde las plazas
asamblearias, agregar objetivos y demandas y promover
acciones descentralizadas, asumir la diversidad de movimientos
y desarrollar gradualmente una alternativa política.
La actual crisis es reveladora de que el mundo actual
nos lleva a múltiples catástrofes. No podemos esperar
que las instituciones y partidos cómplices (por acción
o por omisión) de esta situación puedan ahora entenderla,
enfrentarse a ella y proponer una alternativa. Los movimientos
críticos hoy pueden ser más fácilmente entendidos y
atendidos por una ciudadanía que espera propuestas.
Y avanzarán con
ideas nuevas y con mimbres diversos.
Como
apuntamos anteriormente, es probable que los movimientos
actuales vivan un reflujo en las próximas semanas, aunque
emergerán momentos fuertes de nuevo. Pero se
respira otro aire en la calle, las plazas han sido
un escenario de “socialización política” masiva. Volverán
pronto las acampadas, las manifestaciones y las campañas,
las redes llamarán a rebato, aparecerán iniciativas
innovadoras y formas de protesta originales. Volverán,
o como dirían en Argentina, “volveremos y seremos millones”.
JB, 1/6/11
El autor es geógrafo y urbanista. Actualmente dirige
el Master
en Gestión de la Ciudad en la UOC.
Entre 1983 y 1995 formó parte del Gobierno de la ciudad
de Barcelona como Teniente de Alcalde, responsable de
descentralización y participación, director ejecutivo
del área metropolitana, delegado de Relaciones Internacionales
y presidente de la ponencia redactora del proyecto de
ley especial para la ciudad. Es autor, además de los
libros Espacio
público, ciudad y ciudadanía y La
ciudad conquistada.
De su autoría o sobre su obra, ver también
en
cafe
de las ciudades:
Número 2 | Tendencias
Jordi
Borja: La Ciudad Conquistada |
"La ciudad es el desafío a los dioses, la torre
de Babel, la mezcla de lenguas y culturas, de oficios
y de ideas. Sin memoria y sin futuro la ciudad es decadencia".
| Jordi Borja |
Número 15 | Política
"Tendencia
no es destino" |
Ciudadanía global e innovación en La Ciudad Conquistada,
de Jordi Borja. | Marcelo Corti
Número 21 | Política
Barcelona
y su urbanismo | Exitos pasados,
desafíos presentes, oportunidades futuras. | Jordi Borja
Número 31 | Tendencias
La
Revolución Urbana (I) | Las ciudades
ante la globalización: entre la sumisión y la resistencia.
| Por Jordi Borja
Número 32 | Tendencias
La
Revolución Urbana (II) | De un
urbanismo de oferta a un urbanismo de demanda: oportunidades,
peligros y abusos. | Jordi Borja
Número 38 | Política de las ciudades (I)
"El
circulo vicioso de la marginación"
| Jordi Borja y la violencia en el banlieue de París.
| Jordi Borja
Número 42 | Política de las ciudades (I)
Espacio
público, condición de la ciudad democrática | La creación de un lugar de intercambio. | Jordi
Borja |
Número 64 | Política de las ciudades (I)
La
izquierda errante en busca de la ciudad futura
| Un lugar de encuentros múltiples entre gentes diferentes
| Jordi Borja |
Número 81 | Cultura de las ciudades (I)
François
Ascher | Pensamiento crítico y
acción en la sociedad hipermoderna | Jordi Borja |
Número 87 | Política de las Ciudades (I)
Siete
líneas para la reflexión y la acción
| Después de la “burbuja” inmobiliaria en Barcelona
| Jordi Borja
Sobre
la movilización de los “indignados” en España, ver también
la nota
de Fernando Carrión Mena en este número
de café
de las ciudades.