El
regreso a Avenida La Plata
Un proyecto
de reparación histórica para San Lorenzo (y los ecos
del Mundial).
Por
Carmelo Ricot
Nuestra nota del número de julio sobre el Mundial de fútbol
fue escrita antes de las semifinales, por lo cual le debemos a nuestros
fieles lectores una conclusión final sobre lo ocurrido en
Alemania. Desde los aspectos urbanos que constituyen el objeto de
café
de las ciudades, no hay mucho más que agregar
que lo dicho en las notas
anteriores,
desde que manifestamos nuestra indignación por la publicidad
de Nike con Cantona. En lo estrictamente futbolístico, nuestro
admirado Zidane quedó consagrado ante el público y
los organizadores como el mejor jugador de la Copa, pese a su cabezazo
a Materazzi y pese a la arriesgada forma de patear su penal (que
para la mayoría de los charlistas del fútbol fue "magistral",
aunque pegara en el travesaño y el juez de línea tuviera
que validar la conversión). Del cabezazo, y aunque se pretenda
que la información del mismo vino de boca del cuarto arbitro,
todos sabemos que fue el primer fallo arbitral tomado por vía
televisiva en un partido de Mundial (y todos intuimos el absoluto
descaro de Materazzi en sus diálogos con Zizou, aunque
tardará mucho en saberse lo que verdaderamente dijo el zaguero
italiano).
No soy de los
que se molesta con la obtención de la copa por los italianos.
Al menos, demostraron interés en ganarla (como no lo hizo
el hipercapacitado Scratch brasileño), fueron leales
a su estilo histórico de juego (todo lo atroz que se quiera)
y se animaron a ganarle a Alemania (a diferencia de la Selección
argentina). La definición por penales era parte de
la regla del juego, y la sortearon con eficacia. Que la liga italiana
es corrupta, lo sabíamos antes del Mundial, aunque quizás
la obtención del tetracampeonato creó un clima propicio
para atenuar las penas que finalmente se dispusieron para los clubes
involucrados. Así que: ¡salud, azzurri! Disfruten
de su alegría. Y como dato que contradice las suspicacias
previas, ni Adidas ni Nike ganaron este Mundial (no es que creamos
que Puma sea una empresa más decente, pero al menos no
nos torturó con publicidades idiotas sobre el jogo
bonito).

Ahora bien,
terminado el Mundial, una noticia sacude la modorra institucional
del fútbol argentino. No me refiero a la nueva comedia de
enredos sobre el DT de la Selección (¿hasta cuando, Don Grondona,
abutere patientia nostra?), sino a los dos proyectos de
ley presentados a la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires
por el diputado Miguel Talento, apuntando a la reparación
histórica del Club Atlético San Lorenzo de Almagro
por la desposesión de su viejo estadio, el Gasómetro
de Avenida La Plata, durante la dictadura militar argentina (1976/83).
Los proyectos (elaborados sobre la base de un informe confeccionado
por los abogados Juan Carlos Temez, Secretario del Club, y Marcelo
Vásquez) comparten los mismos fundamentos y ordenan la restitución
del predio de 4.500 m2 que San Lorenzo debió ceder durante
la dictadura en la esquina de Mármol y Salcedo para proceder
a la venta del predio, y la expropiación de una franja
de terreno del estacionamiento del supermercado Carrefour, vecino
a la Sede del club, para la ampliación de ésta.

He hablado del
Viejo
Gasómetro
azulgrana y su ocaso en otra nota; vale la pena ampliar los detalles
del oprobio que vació el alma de Boedo.
La causa formal
que se alegó para la erradicación del Gasómetro
fue la necesidad de apertura de las calles Muñiz y Salcedo,
cuya prolongación virtual atraviesa el predio de Avenida
La Plata. Con tal motivo, la entonces Municipalidad de Buenos Aires
sanciona en septiembre de 1980 la Ordenanza 36.019, que establece
como normativa para ese predio la construcción de un conjunto
de viviendas (en uno de los artículos, se prohíbe
expresamente la localización de supermercados), obliga a
la apertura de las calles y establece la cesión del predio
de 4.500 metros cuadrados para la construcción de la escuela
que serviría al supuesto conjunto de viviendas. Previamente,
en 1979, se derogó desde la Municipalidad el traspaso de
los terrenos del Bajo Flores (actual Ciudad Deportiva del CASLA)
a la institución, dispuesta oportunamente por una Ley del
Congreso, a fin de contar con elementos de presión adecuados
al objetivo de erradicar a San Lorenzo. La derogación de
una disposición legislativa nacional por una ordenanza municipal
no es un lapsus de quien esto escribe, sino una manifestación
de la arbitrariedad e irregularidad jurídica con la
que se actuaba desde el gobierno de facto del brigadier Cacciatore.
En Memorias
del Viejo Gasómetro, magnífico
libro del periodista Enrique Escande, se mencionan las presiones
que Cacciatore realizaba directa o tácitamente para obligar
al desalojo de San Lorenzo. Uno de sus instrumentos era el inefable
Gordo Muñoz, relator de fútbol comprometido
hasta la médula con el régimen militar (se recuerda
especialmente su convocatoria a celebrar la obtención del
Campeonato Mundial Juvenil frente a la oficina donde se reunía
la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, en 1979; fue en
aquella oportunidad que se estrenó la consigna dictatorial
de "los argentinos somos derechos y humanos").
Muñoz telefoneaba a los dirigentes de San Lorenzo no implicados
en la maniobra en curso para hacerles saber que "el brigadier
está muy disgustado con San Lorenzo" por la permanencia
del club en su predio de la Avenida La Plata. Cabe destacar que
San Lorenzo no solo emplazaba en Boedo su estadio, sino que había
construido una sede social de primer nivel, seguramente el
más completo equipamiento social y deportivo existente en
Buenos Aires a mediados del siglo XX: natatorio, confitería,
gimnasio, salones, pistas y canchas para los más diversos
deportes y hasta una biblioteca modelo. Ese fue el club al que
desalojó la dictadura.
Ahora bien:
hemos mencionado un supuesto conjunto de viviendas, unas calles
abiertas para "agilizar el tránsito" y una escuela
construida en el predio cedido. ¿Qué fue lo que se hizo de
esto en la realidad? ¡Absolutamente nada! En febrero de 1983, otra
ordenanza Municipal, la 38.696, deroga la obligación de abrir
las calles Muñiz y Salcedo; poco después, la Ordenanza
40.674 autoriza el uso de supermercado, prohibido en 1980.
¡Vaya coherencia del proyecto urbanístico, que en pocos años
cambia por completo de funciones, de estructura vial, de objetivos
y de destinatario!
Finalmente,
el Gasómetro es desguazado y el predio es vendido a una sociedad
fantasma, constituida unos días antes de la venta, por alrededor
de un millón de dólares. En 1985, dicha sociedad le
vende el terreno a Carrefour por una cifra ocho veces mayor y pocos
días después se desintegra...

Los fundamentos
de ambos proyectos caracterizan adecuadamente la naturaleza de los
procesos que terminaron despojando a San Lorenzo de su predio. El
texto describe sucintamente la historia del Ciclón y
del Gasómetro, para adentrarse en los pormenores de la trama
extorsiva que se utilizó para erradicar al club de Boedo.
Entre otras cosas, Talento sostiene la existencia de "un
plan deliberado para el destierro y la marginación de la
institución torciendo su localización tradicional
y su evolución como entidad. Todo ello producto del delirio
de una planificación autoritaria, burocrática,
despreocupada por la legitimidad de sus actos y desinteresada sobre
el consenso de sus acciones".
En general,
el texto del proyecto de Talento se caracteriza por un rigor técnico
y político poco usual en la generalidad de las presentaciones
de la Legislatura. Al cierre de esta nota, ambos proyectos estaban
siendo refrendados por otros legisladores que acuerdan con la propuesta
de reparación histórica. En la presentación
del proyecto, realizado el pasado 17 de julio en una conferencia
de prensa en la Legislatura, se hicieron presentes alrededor de
mil simpatizantes "cuervos" que expresaron ruidosa y fervorosamente
su voluntad de volver a Boedo.

De esa presentación,
quiero rescatar el relato de uno de los concurrentes, publicado
en un foro de hinchas azulgranas. A pesar de que (me parece) el
opinante usa algunos conceptos que tomó libremente de la
nota
de mi autoría
sobre el Gasómetro, creo que su hipótesis acierta
en caracterizar el mérito mayor de estos proyectos de ley:
la recuperación de una esfera social y cultural asociada
al territorio. Dice el sanlorencista: "A mi me pasa
que cuando tengo mucha adrenalina encima, por algo positivo o negativo,
necesito caminar. Hoy me volví de la Legislatura caminando
por Florida hacia Retiro, feliz de lo que habíamos vivido,
disfrutando de una noche de alegría y solidaridad en lo que,
como pocas veces, hoy fue realmente la casa del pueblo.
En la vereda
de Retiro, me crucé con un grupo de chicos y chicas de la
calle (el lenguaje de la corrección política les dice
"en situación de calle", como si así sufrieran menos),
que se estaban matando con la bolsita y el Poxiram. Me sacudieron
las caras, los movimientos, las miradas perdidas, los gestos ni
siquiera agresivos, sino de zombis, de desechos humanos. Esto no
era "el flagelo de la droga", era algo infinitamente peor: chicos
de menos de 13 años, que se van a morir antes de llegar a
los 16, pero probablemente antes matarán a alguien, si la
vida les pone un arma en la mano y si las fuerzas aun les dan para
sostenerla. Suicidas sobrevivientes, diría un filósofo,
pendejos que tendrían que estar en un club o en un hogar
y que se estaban destruyendo a la vista de 100.000 personas que
pasan por esa estación.
Ahora bien,
no es la primera vez que veo a esos chicos, o a otros, en la misma
actitud; pero pocas veces me pegó tanto. Y aclaro que no
soy un tipo muy sensible, porque como todos, tengo que endurecerme
para sobrevivir en la selva urbana. Pero del vuelo en el que venía
de la Legislatura, caí a un pozo de aire que me angustió,
al menos hasta subir al tren. Ya arriba del tren leí los
dos proyectos de Talento, que comparten sus fundamentos. Realmente
me quedé muy contento de que, por una vez, nuestros intereses
cuervos estén tan bien defendidos.
Ahora bien,
siguiendo la prosa de Talento, que seguramente tiene una excelente
base en el trabajo de Temez y Vázquez, me vino a la cabeza
una imagen de una película, y ahí entendí el
porque de mi escalofrío en Retiro. La película tiene
algunos años, se llama Humos del Vecino, es del escritor
Paul Auster y continua su anterior Cigarros. Se trata de
un tipo, interpretado por Harvey Keitel, que trabaja en un kiosco
de tabaco en Brooklyn, no muy lejos de donde estaba el estadio de
los Dodgers, equipo de béisbol del barrio. Bueno, resulta
que en los ´60, el dueño de los Dodgers vendió la
licencia y construyó unos edificios de departamentos donde
estaba la cancha... ¡casi nuestra historia! El equipo fue a parar
a la otra punta del mapa, a Los Angeles. Y a Brooklyn le pasó
entonces lo que le pasó a Boedo: se quedó sin
alma. Peor que a nosotros, porque ni siquiera pudieron reconstruir
la cancha, ni siquiera les quedó el equipo.
Ahora bien,
en un momento de la película, al dueño del
kiosco, que lo quiere vender, se le aparece en un sueño un
jugador ya muerto de los Dodgers, un ídolo, como si al dueño
del bar de avenida La Plata se le ocurriera cerrar y se le apareciera
el loco Doval con la camiseta de Los Matadores o Mamucho Martino
con la remerita escote en V de los ´40, a explicarle por que no
tiene que cerrar. Entre otras cosas, le explica lo que eran los
Dodgers, la trama de ligazones barriales que generaba, y
lo que significa su tabaquería como centro de reunión
barrial: "a 20 cuadras de aquí, le dice, hay chicos
que te matan para robarte unas zapatillas". Creo que eso es lo que
me sacudió en Retiro: la trama de significado y protección
que armaron miles de organizaciones vecinales y barriales en la
Argentina del siglo XX, es lo que destruyó el Proceso con
saña, y la falta de esa trama es lo que permite que unos
chicos se vacíen la cabeza en la puerta de Retiro. Ese es
el resultado de desarmar la trama social, las organizaciones de
la sociedad, de transformar el amor por un club en una mercancía".

Acuerdo en un
ciento por ciento con esta interpretación de los hechos.
La reparación histórica propuesta por Talento es un
instrumento para una reconstrucción contemporánea
de esa trama. Los propios hinchas de San Lorenzo han comenzado
la tarea, con acciones como el padrinazgo
de la Plaza Lorenzo Massa
y
la apertura
de la Biblioteca Osvaldo Soriano.
CR
Carmelo
Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la
prestación de servicios administrativos a la producción
del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad,
interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano
con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política.
Esta nota culmina la serie mundialista de Ricot iniciada en el número
43 de café
de las ciudades con
Eric
Cantona: ¿vocero de la globalización neoliberal o vulgar
"hijo de puta"?, y continuada
en los números 44 y 45 con La
Ciudad en el imaginario mundialista
(donde se presenta el caso de la Biblioteca Osvaldo Soriano)
y El
Mundial por TV,
respectivamente.
El
libro Memorias del Viejo Gasómetro, de Enrique Escande
con la colaboración de Angel Martino, fue editado por Editorial
Dunken (informes: info@dunken.com.ar).Otro
libro de interés al respecto es Volver a Avenida La Plata,
del historiador Adolfo Res. En la Web, es posible interiorizarse
de los proyectos de reparación histórica y de la historia
y actualidad del Club Atlético San Lorenzo de Almagro en
los sitios Zona
Norte Azulgrana,
Mundo
azulgrana y
Cuervos
prohibidos.
Sobre
la Plaza Lorenzo Massa, ver la nota Buenos
Aires `06: conflictos y armonías,
de Mario L. Tercco, en el
número
42 de café
de las ciudades; sobre el Viejo Gasómetro, ver
la nota Ocaso
y renacimiento del Gasómetro, de Carmelo Ricot,
en el número 12.
Sobre
fútbol y ciudad, ver también las notas Un
negocio galáctico, de Marcelo Corti y Josep Alías,
y El
acoso a la fiesta, de Carmelo Ricot, en los números
10 y 18, respectivamente, de café
de las ciudades.
Las
fotos del Gasómetro pertenecen al libro Memorias del Viejo
Gasómetro, de Enrique Escande con la colaboración
de Angel Martino, editado por Editorial Dunken.
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