Turismo bizarro
en Buenos Aires
El infierno
está encantador.
Por
Carmelo Ricot

La lectora Carolina
Manzo
es estudiante de Turismo y, luego de leer las notas
sobre el programa Favela Barrio
de Río de Janeiro, le pidió a
café de las ciudades una opinión sobre
las recientes formas de turismo alternativo en Buenos Aires:
villa tour, turismo piquetero, trava tour y cumbia
tour, suponiendo que servirían "para incorporarlos
a mi trabajo final para la facultad". Para su desdicha,
el editor "responsable" creyó (vaya uno a saber
por qué) que quien esto escribe era la persona más
adecuada para responder a la lectora. Y aquí me encuentro,
escribiendo sobre un tema del que no tengo más que algunas
remotas referencias y un par de notas breves vistas al azar en noticieros
televisivos.
Carolina: como
dije, es casi todo lo que ignoro sobre los temas de su interés,
así que me limitaré a dar una opinión como
simple ciudadano argentino (en trámite de nacionalización),
y ayudar un poco a su búsqueda. Creo que cualquier buscador
de Internet le brindará información pura y dura sobre
el asunto y, seguramente, acceso a opiniones más autorizadas;
yo me limitaré a dejarle algunas reflexiones que espero humildemente
puedan ayudarla en su abordaje sobre el tema y le sirvan para agregar
algún interés a su tesis.

Para quien no
esté al tanto de estas cuestiones: resulta que ahora hay
agencias de turismo que organizan viajes guiados hacia la marginalidad
porteña. Así, los viajeros primermundistas pueden
tener acceso a una recorrida por una auténtica villa miseria
del sur de la ciudad, o conocer por dentro una organización
piquetera, o disfrutar de una velada de cumbia (en su versión
bonaerense, que no hay que confundir con la original colombiana)
o, para los más desenfadados, contactarse con auténticos
travestis porteños.
Todo esto ha
generado alguna indignación reflejada en las cartas de lectores
de los diarios conservadores, algún comentario de relleno
en los noticieros, y en general un fingido estupor en quienes
hablan de estas cuestiones: el interlocutor finge a su vez sorprenderse,
y enseguida se pasa a otro tema de conversación, porque hace
falta mucho más para asombrar o sorprender a un argentino
que ya pueda razonar por su cuenta.

Días
pasados acompañé al aeropuerto a un amigo de visita
en Buenos Aires; mientras lo esperaba en el lobby, tomé un
folleto que se autopresenta como "la revista del turista"
(nombre cacofónico o rima intencionada, según como
se la mire). Es un ejemplar gratuito. editado al parecer por estaciones:
el número que tomé correspondía al otoño
del año en curso. En la portada, una hermosa joven de ojos
verdes aparece en primer plano sobre el fondo borroso de una cúpula
en esquina. ¿Saben cual es el rubro que mayor cantidad de avisos
publicitarios tenía en esta revista? La prostitución
femenina, en su variante "de lujo". Por ser hombre de
hogar, no verifiqué precios ni tipos de servicio ofrecidos,
pero tal parece que la diferencia cambiaria favorable y la legendaria
belleza de las porteñas son ventajas competitivas para el
floreciente negocio del turismo sexual (o, al menos, algún
módico complemento para liberar adrenalina en los momentos
libres de un viaje de negocios o un congreso internacional). Ignoro,
o quizás cierta pacatería me induzca a pretender ignorar,
si los tours con travestis (los travesaños, traviesas
o travas del slang contemporáneo de Buenos Aires)
incluyen la concreción de un encuentro íntimo o simplemente
permiten aproximarse a una subcultura local – global desde una
óptica antropológica. Pero, pregunto, ¿cuál
es la diferencia moral o cultural entre un servicio de escorts
o estas escapadas a los santuarios del transformismo?

Las ofertas
del turismo oficial (y conste que de este tema solo tengo referencias
generales, algunas impresiones de caminar por la ciudad, y lo que
pude deducir de la lectura de esa revista especializada de la que
hablo) oscilan en todos los casos entre los dos polos de lo global
y lo local. pero...:
- Es lo
global tranquilizador, "más de lo mismo pero más
barato": se ofrecen traslados gratuitos, descuentos y llamadas
gratis a los "mejores shoppings de Buenos Aires", sin
olvidar el Unicenter;
bares y pubs como los que el viajero puede encontrar en su propio
origen (detalle sutil: no se anuncian bares de circuito gay, pero
se publica una foto con chicos conversando animadamente para no
desalentar alguna fantasía discreta), Puerto Madero.
- Es lo
local banalizado: el tango bailado con gente que viste como
nadie se viste desde hace 100 años, el buen vino mendocino,
la ropa de cuero, la Boca, incluso la idealizada Bombonera donde
en estos días quedó demostrado que no se puede jugar
seriamente al fútbol.
En la revista
Gente
de la
semana en que escribo esto, publican una nota sobre el "boom
turístico": "a Buenos Aires llegan más
de cuatro millones de visitantes por año. Arrasan en los
shoppings, van a la cancha, bailan en tanguerías y son fans
de los cirujanos plásticos" (¿¡los cuatro millones!?;
de paso, otra rareza: el lifting tour... ). En el suplemento
Radar de Página 12 la investigación de Cecilia Sosa
parece más seria: "hombres y mujeres que se alquilan
para bailar toda la noche, departamentos céntricos decorados
por muralistas de La Boca, dj’s tangueros, casas de familia convertidas
en hospedajes, tango electrónico, tango gay y hasta raids
de shopping tanguero. Informal y organizado por Internet, un nuevo
fenómeno invade la ciudad: los tango tours. Y con él
llega un nuevo tipo de turista: el que apenas balbucea el castellano
pero sabe de tango más que casi cualquier porteño
y no está dispuesto a dejar un euro más que el que
corresponda". Por supuesto, la entidad cultural y artística
del tango es infinitamente superior a la de la cumbia villera, una
música ramplona de barrios bajos y ambientes criminales,
surgida en el fin de siglo como lejano eco de sonidos caribeños,
obscena o delincuencial en sus letras (y en todo eso repite, claro
está, los pasos del tango...).
En la misma
nota, se reproducen los motivos que da el sitio argentinatango.com
para venir a Buenos Aires entre mayo y septiembre:
- Aprovechar
la ventaja del cambio mientras dure (al respecto, y siguiendo
con la lectura de diarios, Clarín
del 20 de junio informa que "a tres años y medio
de la crisis y la devaluación del peso, Buenos Aires sigue
siendo una de las ciudades más baratas en el mundo. Así
surge de un detallado informe de 144 ciudades de los cinco continentes,
realizado por una consultora internacional. Buenos Aires figura
en el puesto 142, el antepenútilmo, de un ranking en el
que sólo supera a Manila, capital de Filipinas, y a Asunción
del Paraguay. Para realizar el informe, la consultora asegura
haber medido el costo comparativo de más de 200 productos
en cada lugar, en dólares, incluyendo vivienda, alimento,
vestido, productos para el hogar y entretenimiento).
- No hace tanto
frío como Ud. se imagina (en mayúsculas).
- Las milongas
no están abarrotadas.
- Podrá
bailar con argentinos porque hay pocos extranjeros a la vista.
- Las milongas
no son tan sofocantes ni húmedas como en verano.
- Ahorrará
fortunas en el pasaje aéreo porque es temporada baja.
- Es la época
ideal para combinar el tango con el esquí o el snowboard
y a mitad de precio que en su país de origen.
Resulta hasta
pedante indignarse por una actividad que le da empleo a tanta gente
y que nadie está obligado a soportar en sus aspectos más
deprimentes: la banalidad es algo de lo que uno puede abstraerse,
sobre todo en una ciudad grande como Buenos Aires. Los peores ataques
a la cultura porteña no vienen de los tours (sean del tipo
que se quiera) sino de la tilinguería culural y de
la resignación con que la hemos aceptado: la destrucción
de la calle Corrientes, la pérdida de la tradición
cinéfila, la expansión de la peor comida chatarra
y tantas otras agresiones. Así que, dejemos tranquilos a
los turistas y a quienes viven de ellos, sea que los lleven a Puerto
Madero o a la villa miseria.
Mientras tanto,
disfrutemos de un motivo de alegría: si hacemos caso a la
(también pedante) distinción de Paul Bowles entre
el turista y el viajero, vemos que Buenos Aires no solo se
ha poblado de turistas en camisa hawaiana y con cuatro o cinco cosas
mal aprendidas para corroborar y fotografiar. La ciudad también
se ha llenado de buenos amigos, viajeros y viajeras con la
cabeza abierta y los sentidos ávidos de conocer una ciudad
amiga y extraña a la vez.
Se mimetizan
en las calles confundiéndose en la mezcla étnica de
la ciudad, viven en el centro despoblado o en barrios tranquilos,
trabajan y estudian castellano, recorren lo que nadie conoce, se
hacen amigos de la gente local, sorprenden con opiniones disparatadas
o geniales. Aman la ciudad y la exploran, viajan a los pueblos pampeanos
o del litoral, cultivan las costumbres locales; son el contrapeso
a los sueños de partida y las fantasías de emigración
en busca de dignidad. Los atrae la crisis, lo parecido, lo distinto;
en ocasiones, un amor.
Si de algo sirve
la dicotomía de Bowles es para distinguir a quienes buscan
un conocimiento desprejuiciado de la ciudad (aunque sean
turistas) de los que solo quieren ratificar lo que les dijeron (aunque
se crean viajeros). Quienes de paso por estas tierras se preocupan
por conocer como se vive en una villa, pueden estar repitiendo el
snobismo cultural de los locales que en algún momento de
su vida quieren cumplir "el sueño del amigo pobre"
y hacen una experiencia de asistencia o militancia en una villa.
Errare humanum est, en todo caso; también es posible
que estén acercándose a un conocimiento más
profundo de esta cultura porteña, esquivando la hipocresía
y la corrección política. No le hacen mal a nadie,
en todo caso, y dejan unos euros en manos humildes. ¡Y eso es más
de lo que se puede decir de muchos!
CR

Las
fotos de los villa, cumbia y trava tours son de la página
Web de Tour
Experience, la agencia que organiza dichas excursiones.
El resto de las imágenes son de la revista Viva
Bue.
Sobre
el turismo contemporáneo en las ciudades, ver las notas El
guía,
cuento de Guillaume Apolllinaire, Bienvenidos
a "la experiencia",
de Carmelo Ricot y La
seducción del Marais,
de Mariona Tomàs y Josep Alías, y Berlín,
Praga, Barcelona: "8 días 7 noches",
de César Cáceres Seguel, en los números 13
y 28, respectivamente, de café
de las ciudades.
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