“...Terquedades será una tribuna de doctrina”
(C. Ricot)

Se
atribuye a Picasso una anécdota, seguramente
falsa, sobre la cuestión del retrato y el parecido. Dicen los
fantasiosos que ante la mirada extrañada de una persona a la que
había retratado (algunos sostienen que Gertrude
Stein, otros hablan de un modelo), le ordenó paternalmente,
con palmada en el hombro incluida: “Y
ahora, ¡a parecerse!”. Algo similar podría decirse del Plan
Urbano Ambiental que la
Legislatura porteña sancionó en segunda lectura
el pasado 13 de noviembre y que se acaba de promulgar como Ley
2930. La nueva ley marco del planeamiento y la gestión urbana
en la Ciudad de Buenos Aires nace entre la indiferencia mediática, el precario acuerdo político que
permitió su sanción y las heridas de más de diez años de esfuerzos
estériles para lograr su aprobación, incluyendo dos presentaciones
anteriores que resultaron fallidas. Sin embargo, su aprobación
cierra una etapa de anomia e indefinición y, sin asegurar por
sí misma ninguna mejora de los problemas de Buenos Aires, abre
al menos la posibilidad de dar vuelta la historia y trabajar
para que la ciudad que tenemos comience a parecerse a la ciudad
que soñamos.

No
está de más recordar que el PUA aprobado no viene exactamente
a llenar un vacío normativo, ya que en la práctica la Ciudad
contaba hasta ahora con un marco jurídico para su desarrollo:
el Plan Regulador de 1961 o, más exactamente, su instrumento normativo,
el Código de Planeamiento Urbano de 1977, modificado en 1989
y transformado finalmente en 2000 con la
Ley 449, modificada a su vez en estos ocho años
por (literalmente) centenares de leyes y condicionada a su vez
por leyes fundacionales de la autonomía, como la 71 (que crea
justamente el Consejo del Plan Urbano Ambiental) y la 123 (de
Evaluación de Impacto Ambiental). Para ese mamarracho legislativo, aun no desactivado,
el PUA propone justamente su eliminación y su reemplazo por un
nuevo Código Urbanístico. No es un logro menor este mandato, sobre
todo para un Plan que ha sido criticado (en general, con justicia)
justamente por su ambigüedad e indefinición en materias esenciales
del desarrollo urbano.
A
esa liviandad del Plan cabe responder con su perfeccionamiento.
Además de que la
propia Ley 71 estableció la obligación de actualizarlo
en períodos no mayores de 5 años (siendo esa una de las razones
prácticas que justifican su aprobación; de haber sido rechazado,
el plazo necesario para la confección y tratamiento de un nuevo
proyecto no hubiera sido sustancialmente menor), el propio Plan
establece algunas de las instancias que ahora (con mandato de
Ley) deberán ser llevados a la práctica: entre otros, la ya citada
confección del Código Urbanístico
que reemplazará al Código de Planeamiento Urbano y, además, de
un Código Ambiental, el establecimiento de un impuesto a las plusvalías urbanísticas, el desarrollo de Planes de
Comunas y de Programas de Actuación en Transito y Transporte y
para la Revitalización
de la Zona
Sur.
Otros
enunciados del Plan, todo lo genéricos que se quiera, constituyen
parámetros y fundamentos
para una adecuada intervención en la ciudad. Siempre y cuando, por supuesto, se los quiera utilizar
(esa condición voluntarista de muchos
de los postulados resulta claramente la principal deficiencia
de la nueva Ley). Así nos encontramos
por ejemplo, con lo establecido en los artículos 7 a 11 sobre transporte y movilidad,
hábitat y vivienda, espacios públicos, producción y empleo y patrimonio
urbano.

Tuve
la oportunidad de presenciar el debate por la aprobación del PUA
en la Legislatura.
La limitada
capacidad de la actual dirigencia política porteña para entender
las cuestiones urbanísticas y territoriales es parte del problema
de la Ciudad,
y eso se hizo evidente en la mayoría de las intervenciones, tanto
las que apoyaban la aprobación como las que la cuestionaban. El
panorama, sin embargo, tuvo algunos aspectos que alientan la esperanza. Pareciera
que la participación ciudadana está comenzando a ser tomada como
una cuestión que requiere algo más que declamaciones, pareciera
que en muchos casos se toma conciencia de las implicancias socio-económicas
del desarrollo urbano. La intervención de Martín Hourest,
que se opuso a la aprobación del Plan, resultó claramente la más
lúcida y fundamentada de todos (aun cuando no se comparta su postura
respecto al tratamiento de la Ley) en su análisis de las relaciones
que el planeamiento urbano debe tener con las distintas escalas
territoriales, del barrio al planeta; en el discurso de Juan Pablo
Olmos, a favor de la aprobación, se destacaron las menciones acertadas
a aberraciones (como las del predio de la Sociedad Rural) que
fueron posibles sin la
existencia del Plan, no para sostener que con este se acabarán
esas aberraciones sino (con una postura más resignada, si se quiere)
para señalar la falacia de atribuir a este Plan intenciones de
favorecer procesos especulativos o de laxitud administrativa.
Dejo
para el final dos intervenciones, o mejor dicho, dos
ausencias de intervención que me parece señalan esas limitaciones
de la dirigencia política porteña y, en cierta forma, explican
el fracaso tenido en estos doce años de autonomía en el establecimiento
de un Plan. Integran la Legislatura dos
ex Jefes de Gobierno de la
Ciudad, Enrique Olivera y Aníbal Ibarra.
Ambos elevaron, durante su mandato, sendos proyectos de Plan,
ligados entre sí y con el que finalmente se aprobó el 13 de noviembre.
Una elemental razón de responsabilidad política hubiera exigido
que estos dos legisladores dieran razón de su posición frente
a la que constituye (¡nada menos!) la “ley marco a la que deberá
ajustarse la normativa urbanística y las obras públicas”. Hubiera
sido importante, hubiera enriquecido el debate, hubiera aportado
al posterior perfeccionamiento del Plan, que dos ex Jefes de Gobierno
hubieran dado su visión, puesto en evidencia su experiencia en
la materia y explicado públicamente su posición personal para
justificar su oposición
a la aprobación de este Plan. En el caso de Ibarra (uno de los
grandes responsables del giro a la derecha en la Ciudad), se retiró de la sala
antes del comienzo del debate, luego de haber dado un importantísimo
debate sobre un proyecto tratado con anterioridad: el logotipo
de la Legislatura… En el caso
de Olivera, su intervención se limitó a una breve y distraída
referencia (además, ¡inexacta!) a los mandatos constitucionales
aun incumplidos por la Legislatura, como comentario
al discurso de otro diputado. Como en la anécdota de Picasso, el retrato
de los dirigentes políticos porteños continúa sin parecerse al
del liderazgo que precisa la
Ciudad soñada.
MLT
Ver
el texto completo de la
Ley
2930
de la
Ciudad de Buenos Aires, que establece el Plan
Urbano Ambiental.
Sobre
el Plan Urbano Ambiental y otras instancias de planificación urbana
en Buenos Aires, ver entre otras notas en café
de las ciudades:
Número
66 I Planes y Política de las Ciudades (I)
Aprobar
y mejorar el PUA I Presentación en la Audiencia Pública
del Plan Urbano Ambiental de Buenos Aires I Marcelo Corti
Número
63 I Planes de las ciudades (II)
Valija
de Antonini Wilson 14 - Plan Urbano Ambiental de Buenos Aires
1 I En el juego mediático, el planeamiento de
la Ciudad pierde por goleada
I Artemio Abba
Número
60 I Planes de las ciudades (I)
El
Plan Urbano Ambiental: momento de decisión I
Un marco legal imprescindible para Buenos
Aires I Mario Sabugo I
Número
49 I Cultura de las ciudades
Odilia Suárez I Cuando tuvimos Plan...
I Marcelo Corti
Número
47 I Planes de las ciudades
Cómo
cambiar de una vez por todas el ya agotado (y además confuso)
Código de Planeamiento Urbano de Buenos Aires I Apuntes
para una normativa urbana (III). I Mario L. Tercco
Número
46 I Política de las ciudades (I)
El
Planeamiento Urbano y las Comunas I Los
caminos de la descentralización en Buenos Aires. I Hernán
Cesar Petrelli
Número
21 I Planes
El
Plan Urbano Ambiental de Buenos Aires I Origen
y situación actual. I Rubén Gazzoli
Mensajes
Terccos>
Estimado
Sr. M. Tercco: agradablemente sorprendido
por la manera en que le aprieta usted las clavijas al inaprensible
Norberto Chaves (y al no menos esquivo
chavismo urbano que del mismo deriva)
en el último café
de las ciudades, le hago llegar de
una mis congratulaciones más calurosas.
Mago
Saburio, Buenos Aires
Chapeau para Mario Tercco por su Terquedad de Norberto
Chaves.
Rally
Conurbano, Buenos Aires
Terquedades
anteriores:
Presentación
editorial (número 65)
Terquedad
de los residuos
Terquedad
de las clases medias (y sus críticos)
Terquedad
del Instituto
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de los modelos
Terquedad
de las villas y los funcionarios
Terquedad
del Cartel
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de “los vecinos”
Terquedad
de los votantes
Terquedad
de Norberto Chaves