Introducción
La aparición de los
shopping centers en la ciudad de Buenos Aires y su región
metropolitana a fines de la década del ´80 está relacionada
con las transformaciones estructurales que empezaron
a operar sobre la ciudad en la década anterior y
se agudizaron en los ´90.
Para este estudio nos
valdremos de la conceptualización que hace Foucault
del término dispositivo;
al ser interrogado sobre su sentido y función metodológica,
el filósofo aclara que se trata de “un
conjunto decididamente heterogéneo, que comprende discursos,
instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones
reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados
científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas;
en resumen: los elementos del dispositivo pertenecen
tanto a lo dicho como a lo no dicho. El dispositivo
es la red que puede establecerse entre estos elementos”.
(Foucault 1977 [1985:128])
Entendemos que el
shopping center excede el simple hecho constructivo,
lo que hace pertinente abordar su estudio desde la conceptualización
foucaultiana. Revisaremos en este artículo los distintos
elementos que permiten entender al shopping como un
dispositivo relacionado con el mercado y la construcción
de sujetos-consumidores y con las transformaciones urbanas
que caracterizan el espacio metropolitano de las dos
últimas décadas.
Hacia una definición
La
Cámara Argentina
de
Shopping Centers
(CASC) representa los intereses de los promotores, propietarios
y principales actores —arquitectos, inmobiliarias, proveedores,
comercios minoristas— de los shopping centers.
Constituida en 1990, se rige por un estatuto
de circulación restringida entre sus miembros. Los objetivos
que publican en su página de Internet forman parte del
mismo (según informan por teléfono, ya que sólo atienden
en persona a los afiliados) y entre ellos se encuentran:
· “Defender
los derechos de los socios activos en el marco de las
normas legales vigentes, en armonía con los intereses
de la comunidad.
· Promover
entre sus asociados y también con terceros el intercambio
de informaciones, a través de jornadas, seminarios,
congresos, etcétera.
· Propiciar
la sanción de leyes y el dictado de normas reglamentarias
que atiendan a las necesidades del sector.” (CASC
2009)
La
Cámara defiende los derechos de sus
miembros, promueve la creación y difusión —interna—
de saber y actúa como un lobby ante el Estado. Como
fruto de esta interacción, cuando en 1993 fue incorporado
a los usos previstos por el Código de Planeamiento Urbano
de la ciudad de Buenos Aires “shopping center”, la descripción del
mismo fue elaborada en colaboración con la CASC y retoma en líneas generales la definición
dada por esta Cámara, al describirlo como un “espacio que, siendo dirigido por una administración central, está destinado
a actividades de comercio minorista, actividades culturales,
servicios y entretenimiento” (Capron 1996: 266).
Los requisitos que
establece la
CASC para que un establecimiento pueda
ser considerado “shopping center” incluyen:
· “Que
su planificación y administración estén centralizadas,
coordinando y supervisando el funcionamiento de los
espacios comerciales de modo que el emprendimiento tienda
a la excelencia en la calidad, confort, atención al
público, higiene y seguridad.
· Que
exista un fondo común para invertir en publicidad y
promoción.
· Su tenant-mix (oferta comercial) debe
ser variado en productos y servicios.
· Que
la titularidad de explotación sobre la totalidad de
las locales comerciales corresponda exclusivamente a
quien explote a riesgo propio el Shopping Center, admitiéndose
como única excepción la enajenación de los sectores
denominados ‘Tiendas Anclas’.” (CASC 2009)
De estas normas se
desprende que la
centralización es un factor definitorio para los
shoppings, debiendo contar con un único propietario
—a excepción de las tiendas ancla, grandes locales destinados
a atraer clientes— y una administración que permita
controlar todo el emprendimiento como un conjunto, tanto
el espacio alquilado por los locatarios como las áreas
comunes. Como se verá más adelante, esta disposición permitirá implementar con
un máximo de eficiencia diversas técnicas de control
del espacio y los sujetos que lo transitan.
A su vez, estos requisitos
están tomados casi literalmente de la definición de
shopping center que usa el International Council of
Shopping Centers (ICSC), al que la
Cámara está asociada, y que se refiere
a un “grupo de
negocios minoristas y otros establecimientos comerciales
que es planeado, desarrollado y administrado como una
propiedad única, con un solo titular, y que provee estacionamiento
en el mismo lugar” (ICSC 2004: 2). Incluso este
aspecto final se ve reflejado en la definición de la CASC, la que en el último punto
dispone “que el
establecimiento cuente con playa de estacionamiento
para automóviles con capacidad técnicamente suficiente”
(CASC 2009).
Esta definición, pensada
desde y para Estados Unidos, contempla un modelo urbano
potenciado en la década del ´50 de ciudades con grandes suburbios residenciales de baja densidad, donde prima el transporte
vehicular privado, por lo que el comercio tiende
a agruparse en centros sobre vías transitadas; el
shopping es la tipología comercial que mejor se corresponde
con esta situación. Así, se clasifican en función
de la superficie y el grado de homogeneidad de los locales
que los componen, en categorías que van desde barrial
hasta súper regional.

Contexto
metropolitano
En el proceso de expansión
y metropolización de Buenos Aires pueden identificarse
tres etapas: la primera entre fines del siglo XIX y
la década del ´30, en que se urbanizó la casi totalidad
del distrito capital y expandió hacia el primer anillo
de conurbación; un segundo momento entre las décadas
del ´40-´60 conocida como suburbanización
popular, en la que la mancha urbana tuvo su mayor
crecimiento alimentada por loteos económicos de trazado
abierto; y una tercera etapa de suburbanización de las elites que cobra impulso en la década del ´90
y es el patrón actual de crecimiento, caracterizado
por la proliferación de los loteos suburbanos cerrados
de estándar medio-alto (Torres 1993, Szajnberg 2005).
Entre las condiciones
que posibilitaron el despliegue del proceso de suburbanización
de las elites cabe destacar los cambios estructurales
que introdujo el Decreto Ley 8912/77, la transformación
de la matriz de transporte y la evolución socio-espacial
de la ciudad:
· La sanción
del Decreto Ley 8912 de uso de suelo de la
Provincia de Buenos Aires en 1977 implicó
en términos residenciales el fin de los loteos populares y la expansión de la vivienda de nivel
medio-alto en urbanizaciones cerradas como único producto
económicamente viable dentro de su marco
y de viviendas informales —en villas y asentamientos—
por fuera de éste. A partir del 2003 puede incluirse
la vivienda social construida por el Estado como una
fracción relevante del crecimiento urbano.
· Mientras
que las primeras etapas de expansión se habían apoyado
en el transporte público —primero el tranvía y luego
el ferrocarril, sobre todo luego del abaratamiento de
la tarifa en la etapa de suburbanización popular—, el
tercer momento de crecimiento fue catalizado por las
facilidades al transporte automotor privado que significó
la creación en la década del ´70 y posterior consolidación
en los 90 de una red de autopistas metropolitanas.
· En la década
del ´70, la precarización del mercado de trabajo desencadenó
un proceso de polarización social y fragmentación socioespacial
que, junto con el fuerte repliegue del Estado en los
´90 y la consecuente pérdida de compromiso sobre el
espacio público significó el deterioro de amplios sectores
de la ciudad histórica. La conjunción con el imaginario
publicitado de “vida sana en contacto con la naturaleza,
en un entorno seguro” motivó a muchas familias de clase
media a suburbanizarse.
Como consecuencia de
estas transformaciones, la Región Metropolitana
de Buenos Aires (RMBA) experimentó en las dos últimas
décadas un profundo proceso de reconfiguración espacial
que implicó el reemplazo de un modelo de urbanización
de trazado abierto, relacionado con los ejes de
transporte público y las centralidades comerciales tradicionales
por otro caracterizado
por una estructura en red formada por nodos asociados
a locaciones residenciales —barrios cerrados—, laborales
—parques de oficinas, enclaves del sector terciario
superior— y comerciales —shopping centers— e interconectados
por un sistema de autopistas que favorece al transporte
privado. Este proceso, asociado con una fuerte inversión
de capital financiero nacional y extranjero, fue estudiado
por autores como Ciccolella (1999) como parte de las
consecuencias espaciales del proceso de globalización
económica.
Los centros comerciales
empezaron a instalarse en la RMBA a fines de la década del
´80, de forma que son contemporáneos a las transformaciones
recién vistas en el patrón de urbanización. La estructura
comercial preexistente, basada en negocios minoristas
diseminados por el tejido o agrupados en centralidades
de diferente escala, fue regulando la velocidad de penetración
de los shoppings en el tejido tradicional, mientras
que para las nuevas urbanizaciones fueron el complemento
comercial ideal a los efectos de circular dentro de
la red. Podemos hacer una primera distinción en dos
tipologías de shopping; una inserta en el tejido consolidado,
en general producto del reciclaje de un edificio existente
—como lo son el Abasto, Galerías Pacífico, Patio
Bullrich— y otra relacionada al nuevo modelo, donde
funciona como nodo conectado inexorablemente al sistema
de autopistas —por ejemplo el Unicenter, Soleil Factory, Dot—
y juegan un rol protagónico en la nueva configuración
urbana.

Los
números del shopping
En el año 2005, las
ventas del conjunto de shoppings en Estados Unidos representaban
el 75% del comercio minorista, mientras que en Argentina
este valor era el 7% en 1997 y 15% en 2007; si bien
se trata de un rápido crecimiento, sigue siendo un porcentaje
del mercado mucho menor (ICSC, Clarín 1997, Contexto
2007). Lo mismo sucede al comparar la participación
de los shoppings en Buenos Aires, donde representan
el 20%, con otras ciudades de América latina, como San
Pablo o Santiago de Chile, en la que es del orden del
50% del mercado minorista (Fuentes 2010).
En términos de empleo,
en 2005 los shoppings de Estados Unidos generaban el
9,5% de los puestos laborales urbanos, mientras que
en el primer trimestre de 2009, en el Gran Buenos Aires,
la generación de empleo a cargo de los centros comerciales
de ese aglomerado era del 0,4% (cálculos propios en
base a datos del ICSC e INDEC).
Incluso, considerando
sólo los shoppings dentro de un rango de superficie
semejante a los que nuclea la
CASC, la diferencia entre ambos países
sigue siendo importante; en Estados Unidos hay un shopping
de estas características cada 43.000 habitantes, mientras
que en Argentina el número es de 440.000 habitantes,
diez veces mayor (cálculos propios en base a datos del
ICSC, CASC e INDEC).
Por otro lado es interesante
la comparación del valor del conjunto de ventas de los
shoppings de la
RMBA, $8.500 millones en 2009, con
el de La
Salada —la mayor feria informal de
América latina, localizada en el municipio de Lomas
de Zamora dentro de la RMBA— que en el mismo período registró ventas por
$15.000 millones (Barral 2010).
Este análisis cuantitativo
demuestra que los
centros comerciales distan de dominar el mercado de
comercio minorista; indagaremos ahora otros aspectos
que puedan dar cuenta de su relevancia como dispositivo
en relación a la construcción de subjetividad y transformación
urbana.
Hacer
ciudad
En general los shoppings
construidos en la
RMBA y asociados a la
CASC son del tipo llamado mall,
caracterizados por detentar una gran superficie y ser
cerrados. Se considera como primer proyecto de este
tipo al Southdale Center en Minneapolis, Estados Unidos,
diseñado por el arquitecto Victor Gruen e inaugurado
en 1956 (ICSC 2006, Cha 2000). La
condición técnica que hizo posible cerrar el centro
comercial en su conjunto fue la aplicación de aire acondicionado,
que si bien ya se había usado veinte años antes para
crear los primeros comercios sin ventanas, se estaba
instalando a una escala muy superior en este proyecto.
Pero la mayor
implicancia en el cambio de diseño introducido por Gruen
fue que los espacios comunes se volvieran interiores,
compitiendo con la ciudad, a lo que colaboraba la ausencia
de mayores aberturas que las puertas de entrada. El
discurso que sostiene el mismo arquitecto da cuenta
de esa intención, ya que “Gruen no solo diseñó la galería para que fuese
‘el mayor espacio de clima controlado de toda la zona’
sino que sabía que el clima artificial podía garantizar
que la galería se convirtiese ‘no solo en un lugar de
reunión sino también, en horario nocturno, en el lugar
para los eventos más importantes de la ciudad’.”
(Cha 2000 [2007: 132])
Cuando se comenzó a
construir centros comerciales en Buenos Aires estaba
presente la misma intención de postular
al shopping como nuevo centro cívico. Al respecto,
dice el arquitecto Juan Carlos López —autor de gran
parte de esos primeros centros— al ser consultado en
una entrevista por la relación entre el shopping y la
ciudad, que “hay una posibilidad que las demandas del comercio
sirvan para desarrollar una arquitectura de más usos
públicos, de más características urbanas. [Esto] es
perfectamente comprobable en las ciudades contemporáneas,
incluso las nuestras, donde la complejización de las
funciones comerciales y su desarrollo en cierto modo
superador de lo que daba la calle tradicionalmente,
hoy recibe parte de la vitalidad de la vida urbana controlando
los elementos negativos de [la misma], como la inseguridad
personal, la variabilidad o inclemencia del tiempo,
la diversidad de los espacios sociales, etc.” (López
1990: 22)
En esta búsqueda
de reemplazar la ciudad tradicional o abierta,
uno de los últimos episodios locales es la reciente
inauguración del Tortugas Open Mall en el km. 36 de
la autopista Panamericana, primer ejemplar local a gran
escala de la tipología de centro comercial llamada Lifestyle
Center, orientados al segmento de mayores ingresos
y con una oferta
que incluye comercio, entretenimiento, restaurantes
y servicios; en suma, todo lo que el “estilo de vida”
de sus potenciales clientes requiera. Como el nombre
del nuevo shopping lo remarca, la novedad reside es
el diseño “abierto” o al aire libre, en el que la agregación
de diferentes edificios forma un complejo, con espacio
de circulación exterior —aunque en muchos casos, como
en el ejemplo local, mantienen un edificio principal
con locales comerciales armados sobre circulaciones
cerradas y los locales exteriores se destinan a gastronomía—
en oposición a la tipología de gran edificio cerrado
conocida como Big
box, de la que el Unicenter, a pocos kilómetros
sobre la misma autopista, es un claro ejemplo. Esta
tendencia a construir complejos abiertos se impuso en
los últimos años en Estados Unidos, donde todos los
shoppings de gran escala inaugurados entre 2007 y 2009
responden a esta tipología (ICSC 2009).
La intención de competir
con y reemplazar a la ciudad es clara en la presentación
del Tortugas Open Mall, que aspira a ser un shopping
“en el cual cada integrante de la familia pueda cumplir con sus necesidades
y expectativas en un solo lugar” (Tortugas Open
Mall 2010). Claro que en términos urbanos no podemos
dejar de remarcar que se trata de una simulación de
ciudad dentro de unas rejas perimetrales y que, luego de dejar del lado de afuera la ciudadanía
para atravesar el cerco, las reglas privadas del shopping
empiezan a regir sobre los clientes. En este sentido
el shopping es tan abierto como los barrios cerrados,
cuyas calles internas reciben el sol y la lluvia.

Seguridad:
seguro que te filmaron
La construcción de
la seguridad en el shopping se realiza mediante técnicas
que se respaldan en cámaras de vigilancia, guardias
de seguridad, disposiciones arquitectónicas cerradas que tienden a generar una sensación
de protección en relación al exterior y la indeterminación
de la ciudad y el manejo discrecional de la información.
“Las cámaras están colocadas en los pasillos
de forma que se puede ver en perspectiva las puertas
de todos los locales, así por ejemplo si un cliente
se queja de que se dejó una prenda en un local y al
volver no estaba se puede verificar si es verdad. En
ese caso, el local tiene que hacerse responsable de
la pérdida. … No hay muchos robos, es un shopping bastante
seguro, pero cada tanto pasa. En esos casos se manejan
con la mayor discreción posible, para evitar la publicidad
negativa; igual el shopping y los locales tienen seguros
que se hacen cargo de lo robado.” (Javier, empleado
administrativo de El Solar de la Abadía, 2009; por razones de privacidad hemos usado
un nombre de fantasía para nuestro entrevistado).
Las
cámaras de seguridad se han vuelto un criterio de verdad
fundamental dentro del régimen de verdad vigente. Cuando
no evitan los robos —función disuasiva— se constituyen
en perito y evidencia: proveen la prueba que permite
saber lo que pasó y al mismo tiempo la objetividad en
que están investidas transforma la imagen en dictamen.
Este sistema de construcción
de verdad, que en el shopping y otros edificios cerrados
funciona hace décadas, se circunscribía al espacio interior
o, a lo sumo, a la vereda. Ahora ha traspasado esos
límites y en los últimos años empieza a consolidarse
en la ciudad con la instalación de miles de cámaras
de vigilancia (Sánchez y Mardones, 2009).
Foucault postula el
Panóptico
como la tecnología fundamental del poder disciplinario;
se trataba de una máquina que al romper el par ver -
ser visto inducía un efecto de autovigilancia en los internos, lo que automatizaba el funcionamiento del poder (Foucault 1975). El dispositivo
benthamiano implicaba la fijación espacial de los cuerpos
a vigilar para su funcionamiento. Una nueva técnica,
la del circuito cerrado de televisión, permite que éstos se despeguen y se
pongan en circulación, lográndose el mismo efecto de
autovigilancia de una forma más sutil y con un menor
costo.
Al mismo tiempo los
sistemas de cámaras son una tecnología usada en la construcción de conocimiento sobre los usuarios-consumidores,
lo que da al shopping un carácter de laboratorio de
marketing. Harun Farocki, en su documental
The creators of shopping worlds (2001),
da cuenta
de algunos de estos usos: permiten el conteo de clientes
que ingresan por cada puerta, y atraviesan puntos del
edificio, estudiar el porcentaje de visualización de
los anuncios comerciales
y aumentarla ubicándolos sobre los recorridos visuales
que sigue la mayoría de la gente en cada espacio, y
sobre todo verificar que los arreglos arquitectónicos
funcionen como se habían diseñado y los clientes respondan
como se esperaba en la realidad.
Los
expertos también calculan la distancia exacta a la que
debe quedar separada una persona que ingresa a un local
de la mercadería que se exhibe para que su punto
focal coincida con ésta, la mejor secuencia de imágenes
que se puede presentar en cada recorrido, la ubicación
óptima para los locales en función del diseño del shopping,
la ubicación de otros locales similares o antagónicos
y el clima que se busca crear.

Límites
La biopolítica como
tecnología de poder va a complementar a la disciplina,
ya que tendrá por objeto la población. Implica el estudio
de las variables que atañen a la misma a efectos de
construir su
normalidad y prever las variaciones a fin de equilibrarlas
y regularlas; así, se acepta un grado de dispersión
como normal y se va a intervenir recién cuando se lo
supere (Foucault 1978).
“El shopping contrata una empresa de seguridad
privada. Hay un guardia que coordina al resto y se comunican
todos por radio. Además hay un policía que es el único
que está armado. Los guardias están más bien para los
carteristas. … En principio no se le restringe la entrada
al shopping a nadie. Pero si ven a alguien con una actitud
sospechosa lo empiezan a seguir con las cámaras y los
guardias, se van comunicando por handy.” (Javier,
empleado administrativo de El Solar de la Abadía, 2009)
A
diferencia de la vigilancia disciplinaria, que se realizaba
sobre el cuerpo individual, aislándolo y adiestrándolo
para obtener el mayor provecho posible, la vigilancia en el shopping se emparenta
a la tecnología de poder biopolítica: se realiza para
detectar los excesos y encausarlos cuando ocurran, ya
no para corregir individuos.
Dentro de la nueva
economía que plantea esta técnica será más eficiente mantener en niveles aceptables el delito que lograr
reducirlo a cero. Es también en este marco que el
shopping va a tolerar la diversidad, no restringiendo
el ingreso de forma activa —aunque ciertas prácticas
lo hacen de forma disuasiva (Voyce 2003)— mientras no
se amenace el equilibrio de poder. Cuando
se detecta un individuo disruptivo se activa un mecanismo
de control sobre él.
En el año 2009, un
grupo de floggers
de Buenos Aires —tribu urbana de adolescentes que se
caracteriza por comunicarse a través de Fotolog (red
social), usar indumentaria de colores estridentes, peinados
elaborados y llevar ítems como chupetines o muñecas
infantiles—eligió como lugar de reunión el shopping
Abasto. Los encuentros llegaron a sumar doscientas personas
en el atrio de uno de los ingresos secundarios y eran
observados por los guardias de seguridad apostados frente
a las puertas de entrada. Éstos permitían el ingreso
al centro comercial sólo a grupos de dos o tres floggers,
por lo que el grupo existía como tal sólo en el espacio
de transición que representa el atrio, donde permanecían
por horas conversando y bailando. El ingreso en pequeños
números no representaba una alteración suficientemente
significativa como para impedirlo.
De forma similar los
skaters —adolescentes
que andan en patineta—
que se reúnen en una de las plazas secas - ensanche
de vereda que posee el shopping Alto Palermo son vigilados
por los guardias del mall mientras practican su deporte
y reprendidos si se sientan en las escaleras que dan
acceso a uno de los locales comerciales.
La construcción existente
de los parámetros de normalidad permite que una familia
viviendo durante años en el patio de comidas de un shopping
no represente necesariamente una anomalía, siempre que
no incurra en “actitudes sospechosas”. Sobre esta situación
que ocurrió en el Alto Palermo, Carolina Lascano, gerente
de relaciones institucionales de IRSA —empresa propietaria
del shopping en cuestión— cuenta en una entrevista que
"desde el Shopping pensamos que la situación de la familia va más allá
de lo comercial, por eso nunca se les prohibió permanecer
aquí dentro. … Siempre hubo una actitud solidaria hacia
la familia. Ellos se adaptaron al lugar y los comerciantes
a ellos. No dan
ninguna imagen negativa al shopping y más allá de
todo, son seres humanos a quienes debemos ayudar”
(Crónica 2010, el énfasis es nuestro). “Quisimos acercarlos a los planes para personas
sin hogar, pero una y otra vez nos repitieron que no
necesitaban ayuda. Se
comportaban como cualquier cliente, respetando los usos
y costumbres del shopping y sin molestar a nadie."
(La
Nación 2010, el énfasis es nuestro)
Como se desprende del
testimonio, esta familia encontró la forma de permanecer
durante el día en el shopping por cuatro años, incluso
durmiendo en las mesas del patio de comidas e higienizándose
en los baños públicos sin llegar a resultar disruptivos
para los “usos y costumbres”. Por el contrario lograron
despertar la simpatía del personal del centro comercial.
Pero
en paralelo se despliegan técnicas que exploran las
posibilidades de resistencia y buscan los límites y
fisuras de las reglas del shopping. En este sentido
algunos
artistas han realizado intervenciones, como en el caso
del colectivo Ligna,
un grupo de teóricos de los medios y artistas de Hamburgo
que “pusieron en escena” Primera
Internacional de los Shopping Malls en el marco
del festival Ciudades Paralelas (Ligna 2010). En este
proyecto, realizado originalmente en el centro comercial
Arkaden de Berlín y programado para otras ciudades del
mundo —entre ellas Buenos Aires— los participantes recibían
una radio sintonizada en una frecuencia pirata por la
que los organizadores les transmitían, desde una camioneta
estacionada en el exterior, consignas e instrucciones
para moverse dentro del shopping e interactuar entre
ellos.
Otra técnica nacida
en la última década es el flashmob,
literalmente "multitud
instantánea". Son acciones organizadas por
grupos de personas que se juntan discretamente en un
lugar público para realizar algo sorpresivo y luego
dispersarse rápidamente. Son comunes los flashmob en
que la acción consiste en bailar una coreografía, quedarse
“congelado” en la calle unos minutos, o participar en
una guerra de almohadas, y el objetivo puede ser político
o por simple entretenimiento. A la manera de los
happenings de
las décadas del 50 y 60, se trata de intervenciones
en el espacio público que buscan alterar la cotidianeidad
del mismo, y de esta forma interpelan el sentido de
normalidad construido sobre el mismo. Pero lo novedoso
reside en la organización de estos eventos, ya que su
condición de posibilidad son las nuevas
tecnologías de comunicación —e-mail, mensajes de texto,
redes sociales— que permiten la comunicación horizontal entre
los organizadores-participantes sin depender del beneplácito
de medios masivos de comunicación para
la difusión del evento.
Estas
acciones son llevadas a centros comerciales con distintos
fines, pero siempre se mueven en los límites de lo permitido.
Un flashmob temático de la película La
Guerra
de las Galaxias, en el
que un grupo de fanáticos interpretó en el momento acordado
una batalla con “espadas láser”, tuvo lugar dentro del
shopping Cabot Circus de Bristol, Inglaterra a principios
de 2010; en este caso el objetivo era lúdico. La intervención
realizada por Let’s
can hunger (Enlatemos
el hambre) —una organización sponsoreada por la empresa
de alimentos Campbell’s que busca crear consciencia
sobre el problema que representa el hambre e impulsar
acciones que lo combatan (Let’s can hunger 2010)— en
Les Cours Mont-Royal, un shopping de Montreal, perseguía
fines políticos. El flashmob consistió en un grupo de
personas que se quedó “congelado” en la posición en
que estaba durante un minuto y leyó estadísticas sobre
el hambre que debían dejar congelados a los espectadores
casuales por su gravedad.
Luego, los
centros comerciales han metabolizado esta modalidad
de acción colectiva y la han utilizado como estrategia
comercial. Recientemente la administración del Connecticut
Post Shopping Mall en Milford, Estados Unidos, organizó
en conjunto con una compañía de danza un flashmob para
el Black Friday (día
siguiente al de Acción de Gracias, en el que comienza
la temporada navideña y en muchos negocios empiezan
las ofertas, transformándolo en el día del año con mayor
afluencia de compradores). Según Amy Johnstone, directora
de marketing del centro comercial, “lo que quisimos
hacer fue traer al mall una experiencia especial para
nuestros clientes” (NEWS 8,
2010).
Lo paradójico
es que este tipo de intervención se caracteriza por
ser organizada
desde abajo, es decir
por un grupo de personas que se comunica y organiza
para actuar sobre el espacio público, buscando instalar
un tema en la discusión pública o como simple diversión,
y en este caso fue orquestado
desde arriba por la
administración de centro comercial como estrategia de
marketing para sorprender a sus clientes. Si bien esto
cuestiona la pertinencia de definir como un flashmob
al evento organizado por el shopping, también da cuenta
de la capacidad de éste para apropiarse y resignificar
una expresión que estaba del lado de la organización
popular, neutralizando su capacidad como herramienta
para cuestionar el control del espacio.

Conclusión
Habíamos visto que
el shopping center no representa en la actualidad una
porción mayoritaria del comercio minorista local, pero
por otro lado aparece en la actualidad como uno
de los espacios más dinámicos en términos de estudio
de consumidores y construcción de conductas y tendencias,
que luego son transferidas al resto del mercado. La
shoppinización del comercio en general
implica la adopción de técnicas creadas en ese medio,
en cuanto a modos de disponer la mercadería, diseñar
el espacio comercial, y atender al cliente.
Al mismo tiempo, es
un eslabón fundamental en el proceso de expansión y
transformación que está experimentando la
RMBA en las últimas décadas. Los centros
comerciales ponen en cuestión la función del espacio público al postularse como
alternativa a éste, en franca competencia con la ciudad
tradicional o abierta a la que intentan reemplazar.
En medio de esta pugna es escenario de nuevas manifestaciones
urbanas que rebasan el espacio público, lo que genera
constantes cuestionamientos respecto de los límites
del control que se puede mantener sobre estos eventos
e iguales intentos por metabolizarlos y hacerlos funcionales
al shopping.
Estos elementos, sumados
al control espacio-temporal que opera sobre las personas
que transitan estos espacios —alteración de la precepción
del paso del tiempo, estrategias para maximizar los
recorridos realizados y desorientar— y la concepción
escenográfica del espacio como estrategia de adaptación
a las cambiantes demandas del mercado dan cuenta por
un lado del shopping center como un dispositivo central
en los procesos de construcción de subjetividad, en
particular en relación al consumo. Por otro lado lo
posicionan como una pieza clave en la configuración del nuevo espacio metropolitano.
DR
El
autor es Arquitecto, graduado en la Universidad de Buenos
Aires. Es investigador becado por la
UBA, trabajando en proyectos para dicha
institución y el Lincoln
Institute of Land Policy. Se desempeña como
docente en la
FADU-UBA
en la Catedra
Garay de Planificación Urbana
y colabora en la materia Espacios de Poder y Espacios
de Saber.
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el tema, ver también en café
de las ciudades:
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Salada vende más que los shoppings”,
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