Ronda urbana por los cafés
de Buenos Aires
Del Británico
al Tortoni, lo efímero y lo persistente en la ciudad.

La
ronda urbana por los cafés de Buenos Aires, festejando los
3 años de café de las ciudades, se realizó
el sábado 19 de noviembre. Comenzó a las 18:30 en
el bar Británico, de Brasil y Defensa, frente al Parque Lezama,
en San Telmo, finalizó (formalmente), alrededor de las 22
en el Tortoni de Avenida de Mayo.
La invitación
ya había aclarado que posibles lluvias torrenciales o calores
bochornosos (nunca descartables en un noviembre porteño)
no afectarían la realización de la ronda, aunque pudieran
eventualmente forzar la decisión de limitarla a unos pocos
cafés, ralentar el ritmo de marcha, etc. Fue así,
y en el momento exacto de la tarde en que los primeros voluntarios
se presentaron al bar Británico de San Telmo, comenzaba a
caer una lluvia que se suponía estrepitosa. Pero la lluvia
paró casi sin ocurrir, dejando un cielo plomizo, gris cobalto,
sobre el que se destacaban las medianeras blancas de los edificios
más altos. Una rara emergencia cromática, coronada
por la siempre mitológica aparición de un arco
iris sobre la Avenida San Juan. Unas cuadras al norte, sobre
la Plaza de Mayo, el colectivo gay realizaba su marcha del orgullo
luciendo la bandera con esos mismos colores; ignoro si habrán
visto la señal celestial.

Arriba,
arco iris sobre el Museo de Arte Moderno, en la Avenida San Juan.
Abajo, la misma cuadra en 1981.
Si aceptamos
la pretenciosa definición de Paul Bowles, el Británico
es un bar de viajeros y el Tortoni, de turistas. Democrático,
esquinero, indeterminado, el Británico acepta a trabajadores
terminando su jornada tanto como a mochileros, escritores en busca
de historias o vecinos que vienen a ver el partido del domingo.
El Tortoni, en cambio, corre en mitad de la cuadra de una calle
a otra, sin atenderlas, interno. Histriónico en sus detalles,
cozy, venerable, infinito, es (¡como tantas cosas!) recomendable
a condición de no tomarlo demasiado en serio.


Asistentes
a la ronda de café de las ciudades;
alrededor de ellos, el Tortoni y el Británico, dos bares
"notables" de Buenos Aires.
No los bares,
sino los itinerarios eran lo importante. La ronda se organizaba
en "fijos y flujos" y sus objetivos eran, por un
lado, el ánimo de festejo y diversión
grupal y, por el otro, el ánimo reflexivo
sobre la ciudad. Como era de prever, el brindis y los festejos ocurrieron
en los bares y las reflexiones se produjeron durante los recorridos,
con algunas paradas ocasionales para la contemplación de
vidrieras y los encuentros con conocidos.
La ciudad sin
autos gana perspectiva y misterio. Es un fenómeno
de las noches y los fines de semana en el centro porteño,
y califica más a edificios olvidables como el hotel City
que a los monumentos, porque estos siempre están "distanciados".

Fernando
y su familia, paseando por San Telmo y encontrando a la ronda de
café de las ciudades.
Casi innecesaria confirmación de la maravillosa imprevisibilidad
urbana.
Casualidad o
influencia de Borges, el recorrido empezaba frente a Parque Lezama,
el sitio donde se supone que Pedro de Mendoza realizó su
malograda primera fundación de Buenos Aires ("embelecos
fraguados en La Boca", según Georgie). En
el recorrido por la calle Defensa, la historia misma de Buenos Aires:
los balazos ingleses (¿o una réplica de ellos, postmoderna
avant la lettre?) sobre la torre de San Francisco, la
huida del sur narrada magistralmente por James Scobie, los pasajes
y conventillos. Y también, los hitos de la propia historia
personal: la manzana de Nobleza Piccardo (hoy, Museo de Arte Moderno)
dibujada mil veces en el ´81, el bar donde esperé hasta la
madrugada para llamar a una señora, el patio que admiré
con un amigo, a quien encuentro minutos después en el Tortoni
con su nueva novia recién llegada y aun con jet lag.
La persistencia, que es lo propio del lugar, ritma y califica
los diversos tiempos: los urbanos, los sociales, los personales.


Arriba,
Catalina insiste en volver al Sur, desafiando a su padre y a toda
la tendencia de emigración urbana en Buenos Aires desde fines
del ochocientos. Abajo, edificio racionalista en la calle Defensa.
El formato de
"ronda" es ideal para individualistas y cínicos.
Más ideológico, sería algo como la
deriva situacionista;
más acartonado, una suerte de visita guiada o "paseo
cultural". Es un ejercicio compartido de la flânerie,
o de aquel placer
de vagabundear
que describía Roberto Arlt. Habrá de seguro otras
rondas y, de hecho, ¿qué es el café
de las ciudades, o cualquier navegación en internet,
sino una ronda indeterminada y continua? La ciudad, un hipertexto
de entradas y derivaciones infinitas; la Web, una ciudad sin
territorio, solo hecha de tiempo y de símbolos.

El
recorrido de la ronda, del Británico de San Telmo al Tortoni
de Avenida de Mayo (en azul, pequeños episodios ocurridos
o recordados en la ronda). Quedaron para otra ocasión la
Puerto Rico de Yrigoyen al 500, la París frente a Plaza Libertad,
los 36 Billares de Callao, las picadas del García en devoto,
la elegancia pop de Salvame
María en Belgrano, etc.
Agradecemos
al Arquitecto Freddy Garay la idea original de la ronda. Otras rondas
de
café
se realizaron ese mismo día en Armenia (Colombia) y San Juan
de Puerto Rico: ver sus detalles en mensajes
al café.
La
fiesta por los dos años de café
de las ciudades
está descripta en el número
26 de nuestra revista.
Sobre
la
deriva situacionista,
ver la nota del número 7 de café
de las ciudades.
Sobre
el
placer de vagabundear,
ver la aguafuerte porteña de Roberto Arlt reproducida en
el número 14 de café
de las ciudades.
Sobre
la flânerie, ver la nota El
Spleen de París
en el número 37 de café
de las ciudades.
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