por Alfonso Sánchez Uzábal

La
basura
Desde el momento
en que Juan de Garay puso los pies a finales de siglo XVI en lo
que sería Buenos Aires, el territorio se llenó de
basura, que enseguida se convirtió en un problema higiénico
y estético. No se tomará conciencia de este problema
hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando se empieza a ver la
basura como un agente contaminante y tras unas cuantas plagas y
epidemias. Entonces, tras la aparición de Buenos Aires como
municipio, se lanzan tímidas medidas higienistas y se mejora
la recogida de residuos, que ya estaba asignada a una empresa privada.
En esta época los residuos se queman o se amontonan en el
Vaciadero Municipal que estaba situado lejos del centro
de la ciudad; en torno a él se va configurando un barrio
marginal donde nace una comunidad que vive de lo que selecciona
entre los desperdicios; es el comienzo de lo que en Argentina se
denomina "cirujeo". La zona empieza a ser un hervidero de actividad
que no se limita a los habitantes de los barrios marginales; se
lleva al ganado a que se alimente de la basura, aparecen los `tacheros'
que se dedican a recolectar ollas, sartenes y otros utensilios para
repararlos y venderlos. Así se crean varios mercados en torno
a lo que desecha la ciudad ya en el siglo XIX.
A finales de
este siglo se pretende cambiar el sistema de quema de basura a cielo
abierto por otro de incineración más sofisticado y
efectivo, pero no llega a proliferar. Ante el fracaso de las incineradoras
y el agravio del problema ecológico que supone la acumulación
de desperdicios se intenta poner en marcha una serie de medidas
para evitar el relleno de tierras con basura en 1925, y para regularizar
la situación de los cirujas en 1942, pero no se llevan a
cabo.
Todos los pasos
dados en favor de la comunidad que vive del cirujeo en la primera
mitad de siglo se vienen abajo durante el gobierno de Videla. Se
crea la Coordinación Ecológica Área Metropolitana
Sociedad del Estado (CEAMSE) a quien se adjudican
todas las competencias sobre la disposición final de la basura
y se decreta que el único método de tratamiento de
ésta es el de relleno sanitario. Dentro del régimen
autoritario que supuso la dictadura de Videla la política
de residuos no fue una excepción: se prohibió el cirujeo
y se siguió una política de erradicación de
los barrios marginales, profundizando la marginalidad de estas comunidades.
Se transfirieron las competencias de recogida a empresas privadas,
con lo que aumentó el costo en detrimento de los vecinos
y la propia administración; ambos pagan al CEAMSE
por cada tonelada que vaya a parar a los rellenos sanitarios
y a empresas recolectoras por cada tonelada recogida. Además
el método de relleno sanitario no contempla el reciclaje
ya que se prohibe cualquier depósito de basura o elemento
recuperador aparte del CEAMSE. La administración
contrajo deudas severas con el CEAMSE en este periodo.
Esto provocó que se creara un circuito de recogida y almacenaje
de residuos paralelo e ilegal, con el que la administración
aliviaba sustancialmente sus deudas y por lo tanto hacía
la vista gorda. Así han seguido existiendo el cirujeo y los
basureros clandestinos.
La autopista
AU3
En el área
metropolitana formada alrededor de la ciudad de Buenos Aires sobreviven
más de cien mil personas que se dedican al cirujeo, o recogida
de residuos recuperables en la vía pública. Viven
desperdigados en una serie de barrios periféricos que se
formaron a principios de los ochenta sobre los terrenos en los que
se iba a construir una autopista urbana. Entonces, la administración
local expropió viviendas y fábricas, y paró
la construcción de edificios en la zona que albergaría
la autopista; a continuación se decidió no construirla
pero los terrenos ya habían sido desalojados. La necesidad
de vivienda asequible para familias con bajos ingresos no era pequeña,
así que una multitud de ellas empezó una sistemática
toma de edificios que se intensifica a partir de 1983 y se prolonga
hasta la actualidad.
Se tomaron edificios
de vivienda, fábricas, terrenos con dueños ausentes
o pendientes de juicio por sucesión, y propiedad fiscal no
utilizada. A su vez se ocuparon también edificios en construcción
parada tras las expropiaciones. En la mayor parte de los casos estos
edificios parados sólo disponían de forjados y pilares.
Como si de Le Corbusier pensando su estructura Dom-ino
se tratara, los inquilinos compartimentan como pueden los edificios;
constituyen auténticas plantas libres que envidiaría
hasta el mismo Lucien Kroll, personalizando su casa como en otras
partes de la ciudad se personalizan los móviles con carcasas
intercambiables, llevando las tendencias de personalización
tan en boga hasta sus últimas consecuencias. Se forman verdaderas
chabolas en altura tan flexibles en su distribución como
el mejor edificio polifuncional, variando según las necesidades
de cada familia. Por ejemplo, puede ocurrir que cuando una familia
vuelve de su jornada de recolección de residuos encuentre
su vivienda reducida a la mitad porque el vecino ha decidido que
necesita más espacio, y ha movido un tabique unos cuantos
metros dejando sin cocina a la familia de al lado. Aun así
el 44,9 por ciento de las viviendas tomadas está en buen
estado de habitabilidad y mantenimiento.
La población
que habita casas tomadas asciende a 130.000 personas distribuidas
en 10.000 casas, aunque los datos de las distintas instituciones
se contradicen al no haber censo de estas zonas. Lo que sí
parece seguro es que no para de crecer ya que es muy difícil
salir de una casa tomada: la movilidad es muy pequeña. El
periodo medio de permanencia en casas tomadas es de trece años
y cuatro meses; entra más gente de la que sale. Sólo
consiguen irse los que tienen unos ingresos que permiten generar
ahorros para pagar una pensión o un hostal barato. La principal
afluencia procede del desalojo de éstos, donde viven unas
180.000 personas, los que al ser desalojados sólo les queda
ocupar. Últimamente se está incrementando el porcentaje
de inmigrantes que llegan desde países vecinos y que, ante
la falta de una política justa de inmigración que
les permita ser legales, tienen más dificultades para encontrar
una vivienda y acaban en casas tomadas.
Alguien que
decida tomar una casa debería hacerlo con sumo cuidado, tras
una investigación que le permita saber con certeza quién
es el titular de la propiedad. Si los interesados dejan actuar al
azar, pueden caer en una propiedad privada y tener que vérselas
con una ley aprobada en 1999 por el gobierno de Menem; esta ley
permite a los propietarios de una vivienda usurpada recuperarla
inmediatamente si inician una denuncia penal y demuestran su titularidad.
Los que toman propiedad pública (de titularidad pública
o expropiada) no son desalojados; y además se les concede
un crédito si ocuparon antes del 6 de agosto de 1996 y cobran
más de 1200 pesos por grupo familiar, gracias a una ley vigente
desde 2000. Los beneficiados no son muchos ya que la mayor parte
de las casas tomadas son de titularidad privada y la renta familiar
suele rondar los 737 pesos. Estas medidas seguramente provocan que
los pocos que cumplen los requisitos y consiguen hacerse con el
crédito del gobierno, ahorren lo suficiente gracias a esta
pequeña ayuda y salgan de su casa tomada para meterse en
una pensión que supone un gasto adicional, que podrán
costear sólo hasta que vean como sus ahorros se esfuman y
pierdan el crédito por no vivir ya en una casa tomada.
La mayor parte
de los habitantes de estos barrios se dedica al cirujeo, profesión
que no está regularizada ni respetada; los cirujas son perseguidos
por la policía y los inspectores municipales. Tampoco están
bien vistos entre los vecinos de los barrios donde realizan la recogida;
éstos se quejan de las molestias que provocan al romper las
bolsas para seleccionar la basura. La crisis de los últimos
años ha aumentado el número de cirujas. Según
datos de la Universidad Nacional de General Sarmiento,
en 1999 el cincuenta por ciento de los cirujas lo eran por haber
tenido que dejar su verdadera dedicación (operarios de fábrica,
empleados de maestranza, trabajadores de la construcción,
empleadas domésticas).
La situación
es recurrente y se convierte en un círculo en el que las
familias que habitan casas tomadas pueden salir de ellas temporalmente,
viéndose abocadas a caer de nuevo a su posición anterior.
Son familias desintegradas en las que la madre carga con toda la
responsabilidad dentro y fuera de la vivienda, consigue la comida
y cuida de los hijos, por lo que suelen estar bastantes descuidados;
muchos hombres se dan a la bebida. La intimidad familiar no existe
al vivir dos o tres familias en una misma habitación. Esta
situación acarrea un alto abandono escolar y situaciones
de violencia doméstica. La toma de conciencia de la situación
por su parte conduce a una sensación de frustración
e impotencia que deriva en automarginación.
El Ceibo,
Trabajo Barrial
Ante esta situación,
un grupo de vecinas decidió, a finales de los ochenta, organizarse
con la sencilla idea de mejorar su calidad de vida. La iniciativa
empezó como una serie de reivindicaciones aisladas con la
que se intentaban paliar necesidades básicas; en el primer
trabajo conjunto se trató el problema de no poder comprar
pastillas anticonceptivas.
En estos años
la mayoría de las vecinas tenían que ir a las colas
de los comedores barriales; al ver que muchas tenían las
mismas necesidades y encontrarse cada día haciendo la cola
para conseguir algo de comida, surgió la idea de organizarse
con el fin de lanzar una propuesta conjunta. Las necesidades del
momento eran comida y otros bienes de consumo y vivienda, así
que la forma de organización que se adoptó fue la
de cooperativa de vivienda. Así en 1989, los vecinos reunidos
en asamblea ponen en funcionamiento la Cooperativa de Vivienda,
Crédito y Consumo `El Ceibo', y se propone que las
mujeres configuren el Consejo de Administración, por haber
sido las precursoras del movimiento. Once años después
se pondrá en funcionamiento la Cooperativa de Servicios
`El Ceibo', para regularizar la actividad de los recuperadores
de materiales reciclables.
La mayor parte
del tiempo de vida de la cooperativa se ha empleado en solucionar
necesidades básicas de alimentación, salud o educación.
Siempre han sido remiendos que no atacan de raíz el problema
de la vivienda, con lo que los vecinos siguen estando en la ilegalidad
de la ocupación; tampoco solucionan el problema de automarginación.
Desde la cooperativa se lanzaron propuestas sobre reciclaje de casas
y construcción de propiedad horizontal ante organismos oficiales;
nunca se obtuvo respuesta.
La pérdida
de decisión por parte del ciudadano propia de cualquier democracia
representativa se acentúa en el caso de barrios marginales
en los que sus habitantes están en la ilegalidad tanto en
su forma de habitar una vivienda como a la hora de realizar su trabajo.
Las instituciones públicas se convierten en organismos ajenos
o incluso amenazantes. La única relación que se llega
a tener con ellas es a través de un desalojo o una persecución
para que dejen de realizar el cirujeo, nunca a través de
la proposición de una alternativa; el apoyo legal consiste
en declarar ilícita la recogida de basura y adjudicar la
tarea a empresas que no la aprovechan ni la separan, reciclándose
hasta hace pocos años menos de un diez por ciento de ella.
Por otro lado, la administración gasta mucho dinero en la
recogida de las miles de toneladas de basura que produce diariamente
Buenos Aires. Por otra parte, las toneladas de basura recogidas
por las empresas contratadas por la administración acaban
depositadas en el Cinturón Ecológico de la ciudad,
que dentro de poco dejará de serlo al no llevarse a cabo
una recogida selectiva. Además nadie se ocupa de reincorporarla
al ciclo productivo.
Es evidente
la necesidad de que entren en escena las Organizaciones de la
Sociedad Civil (OSC) y organismos internacionales para
llevar a cabo cualquier proyecto. Parece también obvio que
el sector de actuación debe ser el de la recogida de residuos.
Los organismos
internacionales
La propuesta
de la cooperativa venía siendo desde hace diez años
legalizar la recolección de residuos, y crear una organización
que se dedicase a la recogida de residuos sólidos urbanos
y los reincorporase al ciclo productivo. Se pretendía cumplir
así el convenio por el cual debe reciclarse el diez por ciento
de los residuos. Para los vecinos la regularización del cirujeo
es un primer paso para salir de la marginación al desempeñar
un trabajo legal y reconocido, y dar un servicio a la sociedad.
En diciembre
de 2000, el Banco Mundial (BM) y miembros de OSC
de América Latina y el Caribe acordaron dar inicio a
un nuevo tipo de relación a nivel regional; se celebró
el Primer
Foro Temático Regional, en la segunda mitad de 2001
con el tema principal del `Empoderamiento de Comunidades e Implicaciones
Operativas del Estudio Mundial sobre Desarrollo 2001'. Tras este
encuentro se concretó y se dio a conocer el proyecto de la
cooperativa a partir del documento "El
Ceibo Trabajo Barrial",
que redactó Fernando Ojeda.
El documento traza un breve recorrido por la historia de la cooperativa
y explica la mala relación con las distintas administraciones
argentinas a causa de su escasa política social y el abandono
al que se somete a estas comunidades. Más adelante propone
la regularización de los recolectores de los barrios tomados
a través de un proceso de varias fases. En él intervienen
por un lado el BM, dando difusión al proyecto y
presionando en cierto modo a las administraciones argentinas, ampliando
el margen de acción de la cooperativa; por otro lado, las
OSC que acompañan en la elaboración
del proyecto, y la administración que subvenciona cursos
y talleres de formación; el tercer factor es la comunidad,
altamente individualista debido a la marginación y sus difíciles
condiciones de vida.
Luego explica
el proceso seguido por la cooperativa desde su creación,
en el entorno de los barrios tomados; cómo se ha ido configurando
la Red de Recursos Comunitarios que aglutina a más
de sesenta organizaciones dentro del barrio; los objetivos que se
fijaron en un principio, como preparar a los recuperadores de residuos
mediante cursos y talleres, crear un centro de recuperación
para fomentar la reutilización y el reciclaje, crear un nuevo
sector de empleo para las clases más desfavorecidas. Según
el texto, todas las medidas están enfocadas a dignificar
a los vecinos, a sacarlos de la exclusión, a concederles
poder; es lo que llama "empoderamiento" (del inglés empowerment)
y lo considera la manera de salir de la marginación y aspirar
a tener un ámbito de decisión al menos sobre sus propias
vidas. Este `empoderamiento', dice el texto, ha variado con los
años, o al menos ha variado la forma de conseguirlo: de grandes
movilizaciones de masas asociadas, a pequeños emprendimientos
descoordinados, que más tarde se organizan en red.
En definitiva,
en el documento se reivindica simplemente participación ciudadana;
como en muchos movimientos sociales, se sigue la tendencia actual
de reclamar una democracia participativa que deje de lado la representativa
que a pocos representa.
El desafío
que se presenta es interesante: ingresar desde los sectores pobres
a competir en la producción, generar fuente de trabajo, tomar
conciencia junto con el resto de la población de la necesidad
de dar un tratamiento diferente a los residuos, lograr convenios
con los distintos municipios, ser actores en la mesa de negociación.
Se presenta como una alternativa de cambio, tanto para la población
como para la administración estatal y el sector privado.
El texto sugiere
la viabilidad del proyecto para grandes áreas metropolitanas
como la de Buenos Aires y lo pone como ejemplo posible a seguir.
Su principal virtud, dice, es que demuestra la sustentabilidad de
la propuesta y el éxito del trabajo conjunto entre la comunidad,
el sector privado y los distintos municipios. Por último,
recoge obstáculos encontrados y errores que se cometieron
hasta el momento del Foro Temático Regional. La
mayoría de los problemas aparecen a la hora de hablar de
beneficios para cada una de las partes que colaboraban con la comunidad.
El primer obstáculo lo plantea la administración que
nunca fue muy receptiva ante proyecto alguno debido a las grandes
cantidades de dinero que manejan las grandes empresas recolectoras.
Por otro lado, la venta del material recogido se hace a la cooperativa
y no a empresas acopiadoras ya que los trabajadores encuentran así
mejores precios, con lo que hay quejas por parte de éstas;
pero únicamente se están siguiendo las leyes del mercado.
Según el texto, el error principal ha sido la inexperiencia
en organización burocrática y los problemas con el
presupuesto para trámites administrativos y burocráticos,
más alto de lo previsto. La solución al antiguo problema
con los vecinos disgustados al ver gente hurgando en la basura y
desperdigándola no estaba recogida en el texto de Fernando
Ojeda. Tendrá que esperar.
La administración
Los residuos
disminuyeron en la ciudad de Buenos Aires un treinta por ciento
de 2000 a 2002 y un 25 por ciento en el área metropolitana.
Esto significa unas previsiones de recogida iguales a los de nueve
años atrás. La bajada más espectacular se produjo
en los barrios con mayor presencia de clase media. Estos datos nos
dicen que la reducción en la cantidad de residuos es consecuencia
directa de la crisis que vive Argentina, de la recesión y
el corralito más concretamente. El desempleo afectó
sobre todo a la clase media que redujo su consumo y sus hábitos
cambiaron; se tiende a comprar productos frescos más baratos
y con menos cantidad de embalaje. Luego vino el corralito que lo
redujo aún más. La cantidad de residuos fue un perfecto
reflejo de la situación. Al mismo tiempo se ha estado produciendo
una fuerte emigración de las clases más pudientes
a countries y otras agrupaciones fuera de la ciudad, lo
que también contribuye a que disminuya la cantidad de basura
urbana. Las clases más bajas ya habían dejado de consumir
hacía tiempo pero el desempleo de parte de las clases económicas
inmediatamente superiores y la disminución de los residuos
hizo que los recolectores sufrieran también los efectos de
la crisis, al aumentar en número y ver disminuir su material
de trabajo.
Este aumento
del número de recolectores informales ha hecho que crezca
sustancialmente el cirujeo con lo que las empresas recolectoras
(CEAMSE) no ganan tanto al cobrar por tonelada recogida.
Otra práctica en contra de las empresas es el desvío
de residuos a basureros clandestinos por parte de la administración,
para rebajar el gasto de recolección que es el más
alto de los presupuestos municipales. Por otro lado, la emigración
hacia los countries hace disminuir las ganancias empresariales
ya que quedan fuera de la zona de recogida y no les sale rentable
un área de recogida tan amplia; estas zonas quedan en manos
de los cartoneros y los basureros clandestinos. En diciembre de
2001 y enero de 2002 la actividad de los cartoneros se paralizó
por la incertidumbre económica que sufrían los acopiadores
y la reticencia de éstos a pagarles. Con estos datos podemos
decir que los cartoneros, de los que tanto se quejan las empresas,
no sean la causa mayor de sus pérdidas.
La búsqueda
de la forma más barata de hacer las cosas que predomina en
cualquier operación comercial se acentúa en época
de crisis y el reciclaje de residuos se vio afectado por ello; disminuyó
a causa del aumento de la cantidad de vidrio y cartón importados.
Resultaba más rentable comprar papel a Brasil que reciclarlo.
Ante esta situación
y con una previsión para el año que entraba, el 2002,
de retornar a valores similares a 1993 en cantidad de residuos recolectados,
la administración pareció reaccionar.
El gobierno
porteño se apresta a lanzar el primer plan piloto para la
recolección diferenciada de residuos con la participación
de una cooperativa de cartoneros. El plan incluye la puesta en funcionamiento
de una planta de acopio y selección de residuos, donde trabajaría
la gente que hoy hace la selección revolviendo las bolsas
en la calle.
Así empieza un artículo del mes de marzo de 2002 aparecido
en el sitio Ecofield.
A principios
de este año la administración propone un plan para
regularizar la situación de los cirujos tras trece años
de propuestas por parte de la comunidad. La cooperativa de la que
se habla es `El Ceibo'; su presidenta, Cristina Lescano, explica
en el mismo artículo cómo se están preparando
vecinos de barrios tomados como promotores ambientales y cómo
están informando y concienciando a los vecinos.
El trabajo de
promotor ambiental, formados con los cursos de los que habló
Fernando Ojeda en el Foro Temático Regional, está
destinado a adolescentes de los barrios de casas tomadas. De esta
manera empiezan a tener contacto con los vecinos de otras zonas
de la ciudad ya que son ellos los que van repartiendo folletos explicando
el nuevo sistema de separación de residuos. Así la
labor debe comenzar en los hogares, donde la basura se separará
en desperdicios orgánicos y material inorgánico. Una
parte de los antiguos cirujas se dedicará a la recolección
puerta a puerta, de una manera mucho más rápida que
con el anterior sistema al estar hecho anteriormente parte del trabajo;
mucho más higiénica al no tener que romper bolsas
para separar el material reciclable; y rentable económicamente.
Estos trabajadores mejorarán sensiblemente sus condiciones
en la recogida al estar provistos de credenciales, material
adecuado, uniforme y libreta sanitaria. El resto de los que practicaron
el cirujeo trabajará en las plantas de acopio y clasificación
de material.
Así el
conflicto con los vecinos quedará resuelto al no ensuciarse
la vía pública durante la recogida. La administración
incentivará esta iniciativa promoviendo una nueva forma de
pago: se pagará por zona limpiada en vez de por toneladas
recogidas. Se pretende extender la iniciativa a toda la zona metropolitana
de Buenos Aires, pero antes la administración pretende proceder
a la licitación de la recogida de residuos y al blanqueo
del sector. El plan piloto se pretendía poner en funcionamiento
en mayo de 2002 y en septiembre todavía no se había
puesto en marcha.
La Facultad
de Arquitectura
Una comunidad
de cartoneros que se dedica a recolectar residuos reciclables, que
tiene una necesidad de vivienda al vivir en casas tomadas de manera
ilegal y de conseguir un mayor ámbito de decisión,
que necesita mecanismos para salir de la exclusión; una administración
y unos organismos internacionales que actúan de manera tímida
y no acaban de resolver el problema. La situación de los
recolectores estaba estancada, esperando la legalización
del cirujeo y cesiones de terreno por parte de la administración
para acabar con el fenómeno de las casas tomadas. Por efecto
de la crisis los materiales se devalúan y los cirujas no
logran venderlos de una manera rentable. Así está
la situación en septiembre de 2002.
Al mismo tiempo
se va a celebrar en el Centro Metropolitano de Diseño
(CMD) de Buenos Aires una exposición
llamada Negocios de Diseño en Buenos Aires, para exponer
las novedades en objetos de diseño entendidos como `instrumentos
estratégicos de desarrollo'. Un grupo de profesores y alumnos
ven muy clara la situación: dar salida a los residuos que
los cartoneros no logran vender por los efectos de la crisis como
materiales de construcción de sus propias casas; al mismo
tiempo se expondrá un prototipo en la exposición.
Así, el Centro Experimental de Producción
perteneciente a la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño
de la Universidad de Buenos Aires se pone inmediatamente
a trabajar con los desperdicios y a investigar sobre nuevos materiales
compuestos que reúnan las cualidades necesarias para hacerlos
aptos para la construcción. Los resultados son paneles a
base de tetrabricks prensados; bloques huecos confeccionados
con botellas de plástico molidas y polvo de demolición;
tejas de `microconcreto', una mezcla de plástico y cemento;
un colector solar a base de botellas de plástico y una manguera;
ladrillos prensados hechos con envases plásticos, cal, cemento
y escombros; e incluso unos con botellas de vidrio dentro que contienen
agua con colorante de manera que el fondo de la botella asoma por
una de las caras del bloque formando fachadas con colores. Los nuevos
materiales tienen un coste del veinte por ciento de lo que cuestan
los tradicionales.
La importancia
de esta iniciativa es que aglutina a todos los actores sociales
y desarrolla una forma de trabajo participativa. La administración
subvenciona el proyecto, estudiantes y profesores aportan la formación
técnica y los conocimientos necesarios, los integrantes de
la Cooperativa "El Ceibo" aportan su conocimiento de la
situación y de las necesidades de los cartoneros, las empresas
fabrican los materiales. El objetivo es apoyar la proliferación
de iniciativas para que los habitantes de casas tomadas se construyan
sus propias viviendas. Esta experiencia de autoconstrucción
podría empezar en el CMD, donde sus responsables ya se han
ofrecido para instalar en él un centro de entrenamiento para
brindar capacitación en producción de materiales y
autoconstrucción.
Más
El trabajo desarrollado
por la Cooperativa "El Ceibo" y las últimas aportaciones
de la Facultad de Arquitectura son pasos importantes para
solucionar el problema de las casas tomadas en Buenos Aires, pero
no son suficientes: es necesario que la administración ceda
los terrenos en los que se asientan esas casas tomadas. Cuando los
terrenos fueron expropiados y desalojados para construir la red
de autopistas alrededor de la ciudad se indemnizó a los propietarios
pero en ningún momento se planteó un plan de realojo.
Al no construirse muchas de las autopistas la consecuencia directa
fue la toma de las casas que quedaban en pie o de los terrenos,
en su defecto. Los créditos que se están concediendo
a los habitantes de casas tomadas de titularidad pública
no son suficientes para solucionar el problema. De todas formas,
el mayor problema lo constituyen los propietarios privados de terrenos
con casas tomadas. Una vez solucionado el problema de la titularidad
del suelo, la autoconstrucción y los nuevos materiales a
base de residuos posibilitarían una construcción de
bajos costes.
La historia
de los residuos, su recogida y el reciclaje en la ciudad de Buenos
Aires demuestra su relación con una comunidad que surge en
torno a ellos y los utiliza como medio de subsistencia; cómo
reciclaban determinados residuos desde siempre. También cuenta
cómo fueron desplazados y marginados durante la dictadura
de Videla en beneficio de empresas privadas que descartaron el reciclaje
por sistema y que encarecieron el proceso de recogida y depósito
de residuos. Los estudios llevados a cabo por la Cooperativa
"El Ceibo'" y las instituciones internacionales proponen diversas
fórmulas de "empoderamiento" para ampliar el ámbito
de decisión de la comunidad de cirujas y sacarlos de su actual
situación de exclusión. Pero de nuevo es necesaria
la contribución de la administración regularizando
la situación laboral de los recolectores. El principal obstáculo
es de nuevo el sector privado que perdería el monopolio de
la recogida y la disposición final de los residuos y dejaría
de cobrar por algunas de las miles de toneladas que se mueven por
la ciudad. Aún así la regularización de los
recolectores le interesa a la administración para disminuir
el presupuesto dedicado a la recogida de residuos, que aumentó
desde el momento en que se privatizó el servicio.
La postura de
la administración no es sostenible en modo alguno; pretender
tener buenas relaciones con el sector privado y no privarle de sus
contratos millonarios a costa del presupuesto público no
es sostenible, como ha demostrado la crisis. Bien es cierto que
en muchos casos el sector privado y la administración se
tocan peligrosamente; durante la dictadura de Videla muchos cargos
del gobierno decidieron formar sus propias empresas de recogida
de basura ante la bonanza que se avecinaba. La postura de las empresas
privadas de sólo dar servicio de recogida a las zonas en
las que obtienen más beneficio y los altos honorarios que
figuran en sus contratos no benefician en modo alguno a la comunidad
ni a la propia administración.
Estos dos problemas
que sufre la comunidad de cirujas son para la ciudad y para todo
el área metropolitana una situación insostenible también
ecológicamente con el actual sistema de rellenos sanitarios,
teniendo en cuenta el volumen de basura producido y su velocidad
de incremento. La regularización de los cirujas y las casas
a base de residuos posibilitarían un mayor nivel de reciclaje
y por tanto un sistema más sostenible.
ASU

La
Cooperativa El Ceibo está ubicada en Paraguay 4742, (1425),
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El teléfono es el
(+54) 11 4775-5152, y la dirección de correo electrónico
es ceibotb@arnet.com.ar
Recientemente
la Cooperativa obtuvo del gobierno nacional la cesión de
un galpón para realizar sus actividades, tal como se informa
en una nota del diario Página
12.
Sobre
la ocupación de casas, ver nota La
ciudad clandestina en el número
8 de café
de las ciudades.
El autor recomienda los siguientes enlaces relacionados:
El
Ceibo Trabajo Barrial:
texto presentado en el Primer Foro Temático Regional,
en 2001; sobre la historia y la evolución de la Cooperativa
"El Ceibo", y la colaboración de los organismos internacionales;
por Fernando Ojeda (2001).
Ocupas
de verdad: sobre la vida de los habitantes de las casas tomadas,
en la
edición de 26 de noviembre de 2002 de Página 12.
El
proceso de las casas tomadas en la ciudad de Buenos Aires:
historia de las casas tomadas; cómo han abordado el problema
los distintos gobiernos que ha tenido la ciudad. Por Jorge Elías
(1997).
Actores
sociales y cirujeo y gestión de residuos: artículo
muy completo sobre el problema del cirujeo. Aborda el tema con perspectiva
histórica. Por Pablo Schamber y Francisco Suárez (2002),
en la revista Realidad Económica Buenos Aires número
190.
De
cartoneros a recuperadores urbanos: Plan piloto de regularización
del cirujeo en Buenos Aires, por Cristina Reynals, (2002).
presentación
comienzo de la nota
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