N.
de la R.: El texto de esta nota fue publicado originalmente
en el blog Sociedad-Espacio-Naturaleza.
Con
la realización del Taller Internacional Estudios
del Paisaje: Paisajes Culturales Productivos,
llevado a cabo en el Eje Cafetero (Colombia) del 30
de julio al 4 de agosto de 2012, se establece un punto
de partida para analizar las diferentes implicaciones
generadas por la inclusión del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia
en la lista de Patrimonio Mundial de la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia
y la Cultura –UNESCO.
A
nivel general, a lo largo de la historia de Colombia
el café ha sido
uno de los determinantes en el desarrollo geopolítico
del país, desde los comienzos en los sembradíos
a finales del siglo XIX y la expansión de los cultivos
a lo largo de la región andina, de la mano de los procesos
de colonización (Estrada, 2011, p. 282), pasando por
las manos de los pequeños productores, hasta su consolidación
como producto protagonista de la economía nacional.
Lo
anterior ha llevado a que el café no sólo deje huella
a nivel económico sino en una diversidad de ambientes
entre los que se puede contar incluso los cambios en
el territorio, es decir, en el paisaje, la sociedad
y su cultura, como se muestra más adelante. A partir
de las relaciones entre el café y estos factores, se
realiza una reflexión acerca del Paisaje Cultural Cafetero
–PCC–, particularmente en lo relacionado con su sostenibilidad.
Entendida esta última de manera holística y en
el sentido de que este paisaje pueda mantenerse o sostenerse por sí mismo.

Franjas
de Cultivos. Chinchiná. La Esmeralda. Fuente: León,
2012.
Café
y Paisaje
Cuando
se habla de ‘paisaje’, se debe comenzar por dar una
definición clara del mismo. Según la Real Academia de
la Lengua Española –RAE– (2001), paisaje significa
“extensión de terreno que se ve desde un sitio”. Según
se considera, aquí está la clave de la sostenibilidad,
porque para poder
llegar a ver ese paisaje, no se puede pasar por encima
de las características ambientales propias que lo determinan
como ecosistema cafetero. Este es el punto
crítico, es decir, donde se deben centrar las políticas
y medidas que garanticen la sostenibilidad del mismo.
Si
se habla de los requerimientos climáticos que tiene
el cafeto (Coffea Arabica), hay que considerar que originalmente
este viene de zonas que tienen altitud entre 1.600 y
2.000 metros, con temperaturas en un rango que va de
18 a 22°C. Su consumo de agua es de 125 mm/mes (Jaramillo,
2005, p. 150). Con respecto a esto se advierte una gran
falla, ya que no se han considerado unos planes de ordenamiento
del territorio cafetero que actúen como un instrumento
que dé las pautas que permitan dar una disposición ambiental
y estratégica a los cultivos, de tal manera que sean
ubicados en terrenos con condiciones optimas para su
desarrollo. Lo anterior basado en casos como el de Aerocafé,
dispuesto en una zona en la que se deben replantear
los procesos agrícolas y productivos basados en el impacto
que tendrán los ecosistemas (Duque, 2009, p.3).
De
esta forma se puede evitar que, por ejemplo, se construya
en terrenos que tengan suelos para el sembrado del cafeto
o, en sentido opuesto, que se cultive en zonas donde
el suelo no tiene la calidad de nutrientes para obtener
un buen fruto, suelos no pocas veces más aptos para
la construcción. Así mismo, tales pautas pueden tener
en consideración también la tala
de árboles, ya que se ha comprobado que el sombrío
es de alta influencia en la plantación (Botero, 2012).
En
algunos de los casos expuestos, se deben implementar
penalidades pedagógicas a los que no cumplan con estas
pautas, de tal forma que se asegure un desarrollo de
café de calidad, desde su cultivo, además de su producto,
como lo es en la actualidad (Ponte, 2003, p. 131).
En
consecuencia, surge una preocupación en cuanto a la
carencia de una propuesta concisa que considere normativas
ambientales que sean lo suficientemente fuertes y solidas
en su implementación, para que ayuden en la conservación
ambiental del entorno cafetero.

Cafetal
sin sombrío. Manizales. Vereda la Trinidad. Fuente:
León, 2012.
Café
y Sociedad
A
través del tiempo, la
influencia de los cultivos de café en la sociedad ha
tenido fluctuaciones basadas en la productividad y los
precios del grano, dándole de esta manera el impulso
económico para el desarrollo de un territorio. Existen
casos de poblados en los que el café fue el motor agrícola
del progreso, a pasar a ser poblaciones que se encuentran
estancadas desde un punto de vista económico en la actualidad.
Es el caso de municipios como el Líbano, en el Departamento
del Tolima, que fue directamente beneficiado por la
llegada de la bonanza cafetera, pero que en la actualidad
se encuentra estancado en cuanto al desarrollo y la
infraestructura urbana, construida desde esa época.
(Millán y Rodríguez. 2004, p.31)
Este
comportamiento se ve plasmado en las transformaciones
que tiene cada una de las poblaciones, caso que es muy
recurrente al observar algunos poblados en el Eje Cafetero
y Norte del Valle, pues es posible ver que tienen edificios y elementos de infraestructura urbana que no han tenido cambios
desde mediados del siglo XX (Valencia, 1996, p.
281); época en la que hubo un boom en la productividad,
en el precio y en la cantidad de exportaciones; por
lo cual, además de los beneficios directos hacia los
productores, también las instituciones gubernamentales
municipales recibieron regalías del Estado, de tal manera
que se construyeron obras para equipamiento urbano.
Sin embargo, años después, en el momento en que los
precios cambiaron, todo este impulso fue frenado. De
allí que se encuentren actualmente poblaciones que tienen,
por ejemplo, grandes colegios, hospitales e incluso
centros deportivos, de la mano de toda la infraestructura
para la comercialización del café (trilladoras, bodegas,
etc.) y la presencia de instituciones como la Federación
Nacional de Cafeteros, Comité de Cafeteros, Almacafé,
entre otros; pero que ya
no reciben la cantidad de producción necesaria para
aprovechar al máximo este tipo de infraestructura
o, en algunos casos, para soportar la demanda en el
mercado.
Esto
último, pone una reflexión sobre la mesa, a saber: ante
el proceder de las instituciones, aunque dieron un bienestar
a la sociedad, no alcanzaron a generar un plan integral
que impulsara ese motor, dejándolo depender casi de
las implicaciones económicas que conllevaba la producción
cafetera. Es decir, aunque hubo unos planes de acción
social que incluyeron los diferentes actores implicados
en el proceso cafetero, no
fueron suficientemente potentes, de tal forma que tuviesen
un impacto real en la conciencia de los futuros caficultores,
a diferencia de los primeros cultivadores que lo hacían
con convicción (Nieto, 1949: p. 66).

Vista del paisaje integrado
con los diferentes cultivos. Fuente: León, 2012.
Café
y Cultura
La
relación entre café y cultura, particularmente importante
en este pequeño texto, no sólo hay que mirarlo desde
el icono que quieren vender a la sociedad; es decir,
no es sólo la imagen de Juan Valdez, sino a través de
ese telón de fondo que constituyen los actores que se
ven implicados en el proceso, por su participación cultural en la construcción
del paisaje, en la forma en que generan su propia identidad,
a partir de todas sus interacciones, considerando sus
vivencias, costumbres, vestimenta, hábitat y arquitectura,
entre otros.
Así,
a continuación de establecer la valoración señalada,
es preciso realizar campañas que permitan la introducción
de procesos educativos, de tal manera que las nuevas
generaciones y las ya existentes, ayuden a preservar
el patrimonio, su propio entorno, con el fin de que
lleguen a valorar su propio quehacer, pues esto permitiría
que actualmente los hijos de esos caficultores, de los
comercializadores e incluso de los exportadores, valoraran
sus territorios y quisieran seguir cultivando, comercializando
y exportando, con sentido de pertenencia del producto.
Cuestión contraria a la realidad que se presenta hoy
en día, es decir la
migración cultural: por ejemplo, el hijo del
caficultor que busca ir hacia la ciudad o el hijo del
exportador, a falta de interés, va en busca de otros
países y otros mercados muy distantes al ámbito
que había sido primordial para sus padres.
En
Vías a la Sostenibilidad del PCC
Recogiendo
los tres aspectos enunciados: café y paisaje, café y
sociedad, y café y cultura, se procede entonces a analizarlos
de manera integrada. Tal como lo asegura Ojeda (2012),
hay que considerar también que el
paisaje está compuesto por una serie de realidades complejas
en las que convergen elementos naturales, ordenados
históricamente en un territorio determinado,
representados o simbolizados por la sociedad.
En
el momento en que se tiene esta visión holística es
cuando instituciones gubernamentales y académicas pueden
trabajar en pro de ese producto, creando programas o
planes que permitan trabajar mancomunadamente la conservación
y gestión del paisaje, como parte de un sistema de piezas
ensambladas de tal forma que pueda llegar a ser
sostenible por sí mismo.
Para
finalizar, además de realizar las reflexiones sobre
el tema, son múltiples los retos que quedan ante la
inclusión del Paisaje Cultural Cafetero en la Lista
del Patrimonio Mundial, ya que a largo plazo puede
llegar a verse desde una utilidad turística, más que
hacia una verdadera preocupación, que permita generar
un plan integral del manejo del paisaje y la cultura
cafetera ante la práctica real de la labor cotidiana
de los caficultores y, con esto, llegar a ser un beneficio
directo para la sostenibilidad del mismo.
MCLC
La autora es estudiante de la Maestría en Hábitat de la UNC Sede Manizales.
El Paisaje
Cultural Cafetero de Colombia reúne
zonas específicas de 47 municipios y 411 veredas
de los departamentos de Caldas, Quindío, Risaralda y
Valle del Cauca, ubicados en las estribaciones central
y occidental de la Cordillera de los Andes, donde se
concentran 24 mil fincas con pequeñas plantaciones de
café, en las que cerca de 80 mil personas dedican su
vida al cultivo del café.
Sobre paisajes culturales y Patrimonio de la Humanidad, ver también
en café
de las ciudades:
Número 40 | Lugares
Quebrada
de Humahuaca, del patrimonio a la innovación | Los
desafíos culturales, sociales y ambientales en el norte
andino argentino. | Marcelo Corti
Número 93 | Planes de las ciudades (I)
De
la cartografía urbana al proyecto territorial
| Respuestas a Alicia Novick | Joaquin Sabaté
Bel
Referencias
bibliográficas
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presentada en: Taller Internacional de Estudios
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Julio – 04 de Agosto).
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Centro Editorial Universidad de Caldas.