¿Puede ser bueno el sprawl?
Los supuestos beneficios de la dispersión urbana.
Por
Wayne A. Lemmon
N. de la R.: esta nota fue publicada originalmente en el Planning
Commissioners Journal, con cuya autorización se
reproduce en castellano. El objetivo de su publicación es
el de cotejar sus argumentos a favor de la dispersión urbana
con aquellos que habitualmente se presentan en cdlc
en los análisis y propuestas publicados sobre la urbanización
contemporánea. Debido a su difusión en la literatura
especializada, se mantiene en esta traducción el término
inglés sprawl, cuyo significado literal es el de "desparramo"
o "despatarramiento", y que constituye una metáfora
de la dispersión urbana desordenada.

Fuente:
unce.unr.edu
Ya desde la
publicación del estudio clásico Los costos del
sprawl, a mediados de los ´70, los planificadores han estado
entonando una suerte de mantra que dice algo así como: "¡el
sprawl es malo, debemos combatirlo!". Y sin demasiado
discernimiento, el desarrollo suburbano en casi todas sus formas
ha sido equiparado con frecuencia al sprawl. Cuando se proponen
nuevas subdivisiones o grandes proyectos viales, el crecimiento
suburbano es retratado con frecuencia como un mal, una fuerza
consumidora, que debe ser combatida y detenida en su camino dondequiera
que asome su fea cabeza.
Los activistas
anti-sprawl le dirán a quienquiera que quiera escucharlos
que:
- La expansión
periférica y el sprawl drenan recursos muy costosos
en los presupuestos y recursos fiscales y tributarios.
- La expansión
periférica y el sprawl son intrínsecamente
perjudiciales para el medio ambiente.
- El crecimiento
urbano necesita ser confinado a áreas ya desarrolladas,
provistas de servicios públicos y transporte masivo.
- La expansión
periférica y el sprawl consumen suelo y degradan
los paisajes naturales.
Contra este
mensaje recurrente en la profesión del planeamiento urbano,
yo deseo ofrecer un mensaje simple y contrapuesto: en concreto,
¡que no es necesariamente así!
Esto no quiere
decir que los activistas contrarios al crecimiento suburbano estén
equivocados. Todos estos males atribuidos a la expansión
suburbana pueden encontrarse tal como se la practica e implementa
frecuentemente, y en verdad ocurren. Solo estoy sugiriendo que estas
desafortunadas consecuencias no siempre ocurren y que, con buena
planificación y con apropiadas políticas tributarias
y de uso del suelo, no tienen por que ocurrir. Presentaré
unos pocos ejemplos específicos para ilustrar mi opinión.

Fuente: publichealthgrandrounds.unc.edu
El desarrollo
residencial de baja densidad en general, y en particular los loteos
residenciales con terrenos de gran superficie (dos o más
acres) son con frecuencia presentados como el epítome del
uso del suelo ineficiente, costoso y derrochador. De acuerdo a lo
que sostienen los activistas contrarios a la expansión periférica,
los gobiernos no deberían promover y, en muchos casos, ni
siquiera permitir ese tipo de desarrollo, porque es mucho más
costoso extender los servicios públicos sobre una gran
superficie de suelo. Sin embargo, en un examen más detallado,
puede emerger un cuadro diferente.
El gran terreno
de uso residencial es típicamente un producto premium,
con un precio de venta elevado y una considerable base fiscal. Está
destinado a familias pudientes que pueden abordarlo, y que también
tienden a ser más avanzadas en edad y en sus carreras profesionales.
Esto significa que estos terrenos generan sustanciosos impuestos
inmobiliarios, con muy escasa demanda de servicios sociales,
equipamientos, recreación y seguridad públicas por
unidad de habitación. La vía de acceso a estas casas
es una calle de dos carriles con muy poco volumen de tránsito
y, por lo tanto, requiere reparaciones con escasa frecuencia. El
terreno residencial de gran superficie está servido habitualmente
por pozos y cámaras sépticas, haciendo innecesarios
los servicios públicos de agua corriente y cloacas..
Por supuesto,
este tipo de desarrollo crea una demanda adicional de capacidad
escolar, pero aun aquí hay factores de compensación.
Los costos de una casa premium implican la necesidad de ingresos
más altos, lo que a su vez implica carreras profesionales
más avanzadas, con padres de más edad y, esencialmente,
hijos más crecidos. Una casa más pequeña y
barata tiende a albergar padres más jóvenes e hijos
más pequeños, que pueden estar utilizando el sistema
de escuelas públicas en sus 13 años completos, desde
el jardín de infantes a la graduación en la escuela
secundaria. Los hijos de familias más maduras pueden haber
dejado ya atrás la mitad de sus ciclos en la escuela pública.
Considerados en conjunto, los lotes residenciales de gran superficie
tienden a producir un promedio más bajo de nivel de demanda
sobre la capacidad de las escuelas elementales o primarias que
otras formas de desarrollo más densas, destinadas a familias
más jóvenes.
Pero incluso,
con apropiadas políticas de impuestos y tasas, cualquier
demanda agregada de capacidad escolar puede ser controlada. Algunos
gobiernos locales en Estados Unidos han adoptado cronogramas de
tasas por impacto, a través de las cuales el desarrollador
inmobiliario, y en definitiva el comprador residencial, paga un
costo prorrateado por su terreno, que está destinado a los
fondos de construcción escolar. Con tales políticas
en práctica, cada nuevo hogar paga su justa parte proporcional
en los fondos para construcción escolar, mitigando sustancialmente
o evitando por completo esta carga sobre los fondos públicos.
El desarrollo residencial, y en particular el desarrollo de baja
densidad es con frecuencia presentado como un drenaje en el tesoro
público. Sin embargo, existen notables excepciones a esta
regla. En realidad, con algunas políticas tributarias y fiscales
en práctica, el desarrollo residencial de alto precio y baja
densidad puede proveer un beneficio neto a los fondos generales,
y pagar su propia y justa alícuota por las escuelas y otros
equipamientos y servicios públicos.

Fuente:
ucsusa.org
La baja densidad
y el desarrollo urbano disperso son también presentados con
frecuencia como perjudiciales para el medio ambiente. En particular,
el argumento que se aduce es que este patrón de crecimiento
urbano expande la contaminación atmosférica como resultado
del aumento del número de commuters y el incremento
de los viajes en automóvil. Los argumentos contrarios a la
expansión urbana en las periferias sostienen con frecuencia
que las políticas de uso del suelo deberían limitar
el crecimiento a las áreas servidas por transporte masivo,
y a promover desarrollos de alta densidad dentro de estas áreas,
de modo de hacer más viable económicamente el transporte
público. Con un uso más amplio del trasporte público,
la contaminación atmosférica generada por los autos
se reduciría.
Otra política
que se propugna con frecuencia es la de focalizar el desarrollo
urbano dentro de las áreas provistas con servicios públicos.
En general, esto es obviamente correcto desde el punto de vista
fiscal. Pero aquí, nuevamente, hay límites y excepciones.
En estos argumentos hay una asunción tácita de
que las áreas ya desarrolladas tienen realmente una capacidad
subutilizada de los servicios públicos de los que están
provistos. Pensemos en un momento en un área urbanizada,
con veredas relativamente estrechas y edificios al filo de la vereda.
¿Cual sería aquí el costo de ampliar la calle, comparado
con agregar cinco millas de autopista de dos carriles, sin necesidad
de ninguna demolición? ¿Puede, siquiera, ser realizada tal
ampliación de la calle? En un área fuertemente desarrollada,
¿cuánto cuesta remplazar una cañería maestra
de agua corriente de 30 centímetros de diámetro por
otra de 45, incluyendo la construcción nocturna o fuera de
horarios para evitar desgastantes demoras de tránsito cuando
las calles son rotas? ¿Es esa opción realmente más
eficiente en lo económico que instalar cañerías
de 15 centímetros de diámetro a lo largo de una vía
suburbana sin obstáculos constructivos? ¿Cuál de las
opciones se reparará con más facilidad si aparece
una pérdida? ¿En cual de ellas causan menos molestias las
tareas de reparación?

Fuente:
pointofview.bluehighways.com
¿Que ocurre
con los equipamientos recreativos y culturales, como los parques
y bibliotecas? Un patrón de desarrollo disperso puede ser
servido con equipamientos más pequeños y/o menos
intensivos, y costos generales más bajos. Es cierto que
si las áreas consolidadas tienen capacidad ociosa, los costos
para proveer estos equipamientos pueden ser evitados dirigiendo
los nuevos desarrollos hacia las áreas ya urbanizadas. Pero
en algún punto de este proceso esa capacidad disponible es
consumida y se hacen necesarios nuevos equipamientos o expansiones.
Con una población a servir más concentrada, necesitaremos
equipamientos más grandes y más versátiles,
edificios más grandes, terrenos más grandes.
Consideremos
el costo de tierra y de construcción para la delegación
de una biblioteca en un pequeño barrio de un área
periférica, con costos relativamente modestos del suelo para
un pequeño terreno, contra el costo de la ampliación
de una gran biblioteca o de una nueva sede regional, que requerirían
un terreno más grande y con costos del suelo varias veces
mayores que los de sitios más remotos. En las áreas
periféricas, los sitios para localizar nuevos campos deportivos
y parques pueden ser encontrados sin demasiada dificultad. Encontrar
un sitio apropiado para un equipamiento equivalente en un área
de urbanización muy consolidada puede fácilmente ser
imposible. Concentrar el desarrollo en áreas ya servidas
por equipamientos públicos tiene mucho sentido, pero solo
hasta el punto en el que la capacidad disponible esté completamente
utilizada. Más allá de ese punto, una expansión
mayor puede ser prohibitivamente cara.

Fuente:
unce.unr.edu
Uno de los argumentos
objetivamente ciertos contra el desarrollo disperso es que consume
más suelo. La cuestión acerca de qué suelo
es consumido y qué suelo es dejado en cambio en estado "natural"
o rural, puede ser objeto de políticas activas, una opción
mejor que dejarla librado a las fuerzas del mercado. Sin embargo,
describir meramente el desarrollo urbano como "consumidor"
de suelo no cuenta toda la historia.
Este consumo
significa con frecuencia que tierras privadas, inaccesibles, muchas
veces mantenidas en barbecho, sin cultivos ni cobertura arbórea,
son convertidas en barrios atractivos y vibrantes. Esto no es siempre
malo. Y en el actual estado del arte de la planificación
paisajística, parques, equipamientos recreativos, senderos
naturales y espacios abiertos son generalmente incluidos en las
principales urbanizaciones planificadas. Ya no se trata del viejo
estilo de excavadora y topadora con que se construían aquellos
pabellones residenciales "todos-en- fila" de los ´50.
El planeamiento
y desarrollo de comunidades es hoy extraordinariamente sensible
a las amenidades naturales y a la estética del suelo,
como consecuencia del propio interés de los desarrolladores
en su intento de agregar valor al producto terminado. Es cierto,
una vieja finca rural puede tener un cierto encanto. Pero una atractiva
calle suburbana con un buen tratamiento paisajístico puede
ser deslumbrante. El consumo de suelo para estos propósitos
puede en algunos casos generar más espacio verde que el que
existía en su estado natural, no desarrollado.

Fuente:
bigdarby.org
Con estas observaciones
no estoy tratando de sugerir que todo desarrollo disperso y de baja
densidad sea bueno. Seguramente hay muchos ejemplos de desarrollos
banales, mal localizados, con pobre planificación y mínimos
equipamientos, que ocasionan costos fiscales mayores a los ingresos
tributarios que genera el nuevo desarrollo. Mi opinión es
que en general esto no es necesariamente así, y de hecho
no es la situación que se da en la mayoría de los
casos. No todo desarrollo disperso y de baja densidad es intrínsecamente
malo. No todo desarrollo concentrado de alta densidad es intrínsecamente
benéfico. Los detalles de cada situación requieren
ser cuidadosamente examinados, caso por caso, para identificar las
diferencias. En el contexto correcto, con ciertas políticas
puestas en práctica y una planificación de calidad,
el sprawl puede ser bueno.
En teoría,
parece ser bueno formular una política restrictiva de uso
del suelo. ¿Pero este enfoque reduce realmente la contaminación
del aire? Los automóviles modernos, particularmente los vehículos
de pequeño a mediano tamaño preferidos por los commuters
que manejan sin compañía, generan una contaminación
mucho menor que la que era habitual hace diez años. La
cantidad de contaminación emitida por un auto último
modelo, andando a una velocidad de 50 a 80 kilómetros por
hora sobre calles de bajo tránsito, es realmente muy pequeña.
Considere esto la próxima vez que esté manejando detrás
de un bus. Observe la nube de humo denso y empetrolado que se expande
en el aire que usted respira con cada aceleración que ese
vehículo hace. Y luego considere cuantas nubes de humo exactamente
iguales están originándose en cada detención
y nueva partida que hacen estos buses, una y otra vez, durante su
recorrido completo. Y luego, multiplique todas estos nubes de humo
por el número de buses en la flota de transporte público
que están haciendo lo mismo. ¿Puede esto ser realmente menos
contaminante que un grupo de autos con uno o dos pasajeros transportando
la misma cantidad de gente? ¿Tiene realmente sentido concentrar
los desarrollos urbanos de manera que el tráfico en continua
detención y partida sea inevitable?
Un patrón
de desarrollo disperso puede diluir y desagregar los orígenes
y destinos de los viajes de manera tal de reducir la frecuencia
de los embotellamientos de tránsito. La dispersión
puede permitir evitar las "manchas calientes" y "picos
de contaminación" que violan los standards federales
de calidad atmosférica. La concentración del desarrollo
urbano puede ser causante de muchos problemas ambientales que
un incremento marginal en el uso del tránsito puede resolver.
WAL

Fuente:
nationalgeographic.com
Este artículo se reproduce y traduce al castellano con permiso
del Planning Commissioners Journal, la principal publicación
norteamericana para planificadores urbanos (incluyendo miembros
de comisiones gubernamentales). Para más información
sobre el Journal, puede visitarse su página
Web.
El
autor es planificador y economista del sector inmobiliario. Es miembro
del comité editorial del Planning Commissioners Journal.
Es Director de investigaciones de mercado de Baker Companies, desarrollador
de comunidades residenciales y propiedades comerciales en New Jersey,
New York, y Connecticut.
En
la sección Sprawl
& Growth del
Planning Commissioners Journal pueden encontrarse otras notas (en
general, absolutamente críticas) sobre el fenómeno
del sprawl.
Ver
la nota original en inglés en el Planning
Commissioners Journal.
Sobre
desarrollos urbanos de baja densidad, ver también la nota
Ciudades
postfronterizas / ¿mundo postfronterizo?,
de Michael Dear, en el número 24 de café
de las ciudades.
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