Sálvame,
María
Un
bar en Belgrano, y excusas para ir.
Esta
nueva sección de café
de las ciudades presenta
bares y cafés memorables de
distintas ciudades del mundo, aquellos que por su historia, su gente,
su ambiente, merezcan ser conocidos por los/las amantes del café
y de las ciudades. Para presentar otros cafés de las ciudades,
escribir a cartas@cafedelasciudades.com.ar

Es casi un bar
perfecto, el ideal del café latino. La esquina es
de ángulo agudo, por la inclinación dela cortada Zavalía
respecto a la avenida Juramento. Entonces, por los amplios ventanales,
el ojo encuentra varios ejes posibles para proyectar la mirada.
En todos ellos, siempre hay una fuga hacia la plaza de las Barrancas
de Belgrano, en diagonal con nuestro bar.
El encuentro
de las mesas con las paredes es el mejor que se conoce: un antepecho
apenas unos centímetros por debajo de la mesa, donde
apoyar carteras, paraguas y portafolios. Las ventanas, amplias y
del tipo guillotina, que por la mínima cantidad de parantes
verticales aseguran la visión continua al exterior,
pero sin llegar al piso, porque bajo la mesa no puedes mirar hacia
fuera, y no pasa nada que deba ser visto desde fuera. Aquí,
una digresión: ¡Lástima que nunca están abiertas!,
quizás por temor a robos al descuido (lo cierto es que la
dependencia del aire acondicionado es molesta, sobre todo cuando
no hace tanto calor como para prenderlo pero tampoco se abren las
ventanas, vicio recurrente de los bares porteños).
Volvamos a las
muchas virtudes: las mesas son amplias, permiten extender
libros y diarios, discutir sobre papeles. El material que predomina
es la madera oscura, en la boisserie del revestimiento de
paredes y columnas, en las ventanas y puertas, en las mesas de color
caoba, en las sillas Thonet. ¡Uno puede estar horas mirando la calle
y las barrancas! El piso es de mosaicos claros y oscuros en damero.
Hay algunos toques de bordó en las paredes del fondo.
De día
la luz natural es abundante, de noche el lugar es oscuro, con solo
unos acentos de las dicroicas (no es bueno para leer, pero es ideal
para conversar). La música es generalmente electrónica
o jazz, no demasiado fuerte. Un solo televisor, generalmente apagado,
por lo que no compite con las charlas y las miradas perdidas
(un problema de muchos buenos cafés).
El café
que se sirve es pasable. Hay comidas de todo tipo y buenos tragos.
Atienden unas camareras muy guapas, con elegantes vestidos negros
y rojos. Los baños son dignos (al menos el que uso yo). Sobre
el fondo hay reservados y sillones. Hay mesas cuadradas individuales
o apareadas, y algunas redondas.
Se encuentra
gente diversa, jóvenes, viejos, lugareños, visitantes,
profesionales, jubilados, artistas, empresarios, grupos de hombres,
grupos de mujeres, parejas: la amable impersonalidad urbana
del café.
El barrio es
criticado por su aire concheto (lo que los venezolanos llaman
sifrino y los ibéricos, pijo) y de clase-media-alta. Una
canción de Sumo hablaba de un "seudo punkito con
el acento finito" que "quiere hacerse el chico
malo: tuerce la boca se da un trago y vuelve a Belgrano".
Es quizás demasiado denso, por las torres de vivienda que
lo invadieron, pero tiene sus encantos. Por empezar, la plaza de
las Barrancas, frente a nuestro bar (una de esos maravillosos parques
que Buenos Aires esconde en su único accidente topográfico,
la barranca costera). Más abajo, la estación de tren,
y tras ella el pomposamente denominado barrio chino (en realidad,
un par de cuadras de restaurants y herboristerías con un
agradable sabor multicultural), con la parrillita de la barrera.
Aun más allá, algunaa canchas de clubes de fútbol:
Defensores de Belgrano, Excursionistas, etc. Hacia el alto, la rara
Iglesia Rotonda, el noble Museo Sarmiento, el neohispánico
Museo Larreta y la "otra" plaza, la de la feria. Más
allá, el caos "koolhasiano" de Cabildo y
Juramento. A un costado, el hermoso complejo de cines Belgrano,
la sala más linda de Buenos Aires para ver cine y para el
antes y el después de la película. En fin, que no
faltan excusas para inventar un programa que termine o empiece en
"Sálvame, María", si es que estás
por Belgrano.
Modos de uso:
- A la mañana,
mirando el parque en la mesa de la ochava.
- A la tarde,
mirando las mesas que se van poblando.
- A la noche,
con amigos.
- Los domingos,
con esa persona especial.
- Leyendo,
escribiendo, dibujando.
- Discutiendo
con tu socio, tu cliente o tu esposa.
- Relajándote,
antes de volver a casa.
- Repasando
los detalles de tu discurso (laboral, académico, amoroso...)
- Pasas 15
minutos, tomas un café y te vas.
- Te quedas
2 horas, repasas tu vida y tus proyectos.
MC

Ver
el sitio del bar restaurant Salvame,
María,
con información sobre sus platos, personajes y links de interés.
Sobre
el mismo tema, ver también la presentación de los
números
1 (reproducida en "Acerca de") y
2
de café
de las ciudades.
Quizás
por temor a la obviedad, llegamos al número 18 de café
de las ciudades sin mencionar ni reproducir la letra
de "Cafetín de Buenos Aires", de Enrique Santos
Discepolo y Mariano Mores (1948). Ver esa joya
del tango
argentino en el sitio del Ministerio de Educación, Ciencia
y Tecnología.
|