
La
convocatoria
2008 al Concurso de Buenas y Malas Prácticas
Urbanas de café
de las ciudades tiene como eje el de “premiar
como buenas aquellas prácticas que procuren y logren mejorar
la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas, más
que adular o representar a los poderes políticos y económicos
o favorecer procesos de renta especulativa en las ciudades”
y hacer “escarnio de malas prácticas cuyo origen esté, justamente,
en la voluntad de representación de los poderes por sobre
los intereses de la gente que vive las ciudades, o que descaradamente
busquen favorecer procesos especulativos o de exclusión
urbana”.
En
esa inteligencia, se han establecido tres categorías posibles
de prácticas, coincidentes con las tres dimensiones que
se atribuyen a la ciudad: las de ser, simultáneamente, urbs,
civitas y polis. Intentaremos definirlas
en lo que sigue:
- Urbs: la ciudad
como hecho físico,
desde su mobiliario y su arquitectura a su paisaje, sus
infraestructuras y su extensión en el territorio.
- Civitas: la
ciudad como producción
social y cultural, con énfasis especial en las conductas
de sus ciudadanos/as y las relaciones entre individuos
y colectivos.
- Polis: la ciudad como ámbito y condición de las relaciones de poder y el ejercicio
de los derechos ciudadanos y las libertades públicas.
Cada
una de estas dimensiones deriva en sendas disciplinas
o atributos: el Urbanismo, que ordena las actuaciones
sobre la estructura física de la ciudad; el Civismo, relativo
a las conductas de los ciudadanos; la Política, que organiza
las instituciones y el gobierno de la ciudad.

Cotejando
los premios de ediciones anteriores
del Concurso ByMPUs
cdlc,
encontramos por ejemplo:
-
El premio ex aequo 2007 a la buena práctica histórica
otorgado a los edificios Kavanagh
en Buenos Aires y Torres del Parque en Bogotá, en el territorio
de la Urbs.
-
El premio a la buena práctica 2005 al condón gigante en
el Obelisco como parte de una campaña de prevención del
SIDA, claramente involucrado en la
Civitas.
-
El premio 2004 al reciclado de residuos urbanos por la Cooperativa El
Ceibo, en el campo de la polis.
Y
por supuesto, los casos (la mayoría) en que las
dimensiones se solapan: el premio 2007
a la Torre Galicia
como mala práctica urbana implica considerar su fealdad
arquitectónica y su ruptura del tejido urbano circundante
(afrentas a la Urbs),
su mal comportamiento cívico en relación al paisaje urbano,
y la falencia política de una normativa urbanística que
permite su realización. Las viviendas sociales del MTL,
premiadas como buena práctica 2006 en Buenos Aires, son
elogiables en su arquitectura e inserción urbana, estimulan
la inserción social de los trabajadores y trabajadoras que
las construyen, y señalan un camino alternativo en la realización
de las políticas de vivienda social. Los paseos ciudadanos
por la arquitectura moderna de Génova, premiados ese mismo
año, son un ejercicio de apropiación cívica de un patrimonio
urbano no suficientemente reconocido.

Dejemos
ahora que Italo Calvino,
con tres de sus Ciudades Invisibles, nos explique estas
dimensiones urbanas desde la literatura:
Las
ciudades y el nombre: Pirra
Durante
mucho tiempo Pirra fue para mi
una ciudad en astillada en las laderas de un golfo, con
ventanas altas y torres, cerrada como una copa, con una
plaza profunda en el centro como un pozo y con un pozo en
el centro. Nunca la había visto. Era una de las tantas ciudades
donde no he llegado jamás, que me imagino solamente a través
del nombre:
Eufrasia,
Odile, Margara, Getullia. Pirra
tenia su lugar entre ellas, distinta de cada una, como cada
una inconfundible para los ojos de la mente.
Llego
el día en que mis viajes me llevaron a Pirra.
Apenas puse el pie, todo lo que imaginaba quedo olvidado;
Pirra se había convertido en lo
que es Pirra; y yo creía haber
sabido siempre que el mar no esta a la vista de la ciudad,
escondido por una duna de la costa baja y ondulada; que
las calles corren largas y rectas; que las casas están reagrupadas
con intervalos, no altas, y las separan terrenos con depósitos
de carpinterías y aserraderos; que el viento mueve la girándula
de las bombas hidráulicas. Desde aquel momento el nombre
Pirra evoca en mi mente esa vista, esa luz, ese zumbido, ese
aire en el que vuela un polvo amarillento: es evidente que
significa y no podía significar sino eso.
Mi
mente sigue conteniendo un gran número de ciudades que no
he visto ni veré, nombres que llevan consigo una figura
o fragmento o deslumbramiento de figura imaginada: Getullia,
Odile, Eufrasia, Margara. También la ciudad alta sobre el
golfo esta siempre allí, con la plaza cerrada en torno al
pozo, pero no puedo ya llamarla con un nombre, ni recordar
como podía darle un nombre que significa otra cosa.

Las
ciudades y el nombre: Aglaura
Poco
sabría decirte de Aglaura fuera
de las cosas que los habitantes mismos de la ciudad repiten
desde siempre: una serie de virtudes proverbiales, otros
tantos proverbiales defectos, alguna rareza, algún puntilloso
homenaje a las reglas. Antiguos observadores, que no hay
razón para no suponer veraces, atribuyeron a Aglaura
su durable surtido de cualidades, confrontándolas con aquellas
de otras ciudades de sus tiempos. Ni la
Aglaura que se dice ni la Aglaura
que se ve ha cambiado quizá mucho desde entonces, pero lo
que era excéntrico se ha vuelto usual, extrañeza lo que
pasaba por norma, y las virtudes y los defectos han perdido
excelencia o desdoro en un concierto de virtudes y defectos
diversamente distribuidos. En este sentido no hay nada de
cierto en cuanto se dice de Aglaura,
y, sin embargo, de ello surge una imagen sólida y compacta
de ciudad, mientras alcanzan menor consistencia los juiclos
dispersos que se pueden enunciar viviendo en ella. El resultado
es este: la ciudad que dicen tiene mucho de lo que se necesita
para existir, mientras la ciudad que existe en su lugar
existe menos.
Por
eso, si quisiera describirte Aglaura
ateniéndome a cuanto he visto y probado personalmente, debería
decirte que es una ciudad desteñida, sin carácter, puesta
allí a la buena de Dios. Pero tampoco esto sería verdadero:
a ciertas horas, en ciertos escorzos de camino, ves abrírsete
la sospecha de algo inconfundible, ralo, acaso magnifico;
quisieras decir que es, pero todo lo que se ha dicho de
Aglaura hasta ahora aprisiona
las palabras y te obliga a repetir antes que a decir.
Por
eso los habitantes creen vivir siempre en la Aglaura que crece solo
con el nombre de Aglaura y no
se dan cuenta de la Aglaura
que crece en tierra. Y aun yo, que quisiera tener separadas
en la memoria las dos ciudades, no puedo sino hablarte de
una, porque el recuerdo de la otra, por falta de palabras
para fijarlo, se ha dispersado.

Las
ciudades ocultas: Berenice
Antes
que hablarte de Berenice, ciudad injusta que corona con
triglifos ábacos metopas los engranajes de sus maquinarias
trituradoras (los encargados del servicio de lustrado cuando
asoman la barbilla sobre las balaustradas y contemplan los
atrios, las escalinatas, las pronaos, se sienten todavía
mas prisioneros y menguados de estatura), debería hablarte
de la Berenice oculta, la ciudad
de los justos, que trajinan con material de fortuna en la
sombra de las trastiendas y debajo de las escaleras, anudando
una red de hilos y canos y poleas y pistones y contrapesos
que se infiltra como una planta trepadora cutre las grandes
ruedas dentadas (cuando estas se paren, un repiqueteo suave
advertir que un nuevo exacto mecanismo gobierna la ciudad);
antes que representarte las piscinas perfumadas de las termas,
tendidos a cuyo borde los injustos de Berenice urden con
rotunda elocuencia sus intrigas y observan con ojo de propietario
las rotundas carnes de las odaliscas que se bañan, tendría
que decirte cómo los justos, siempre cautos para sustraerse
al espionaje de las sicofantas y a las redadas de los jenízaros,
se reconocen por el modo de hablar, especialmente por la
pronunciación de las comas y de los paréntesis; por las
costumbres que mantienen austeras e inocentes eludiendo
los estados de ánimo complicados y recelosos; por la cocina
sobria pero sabrosa, que evoca una antigua edad de oro:
sopa de arroz y apio, habas hervidas, flores de calabacín
fritas.
De
estos datos es posible deducir una imagen de la Berenice futura, que te
aproximará al conocimiento de la verdad más que cualquier
noticia sobre la ciudad tal como hoy se muestra. Siempre
que tengas en cuenta esto que voy a decirte: en la semilla
de la ciudad de los justos está oculta a su vez una simiente
maligna; la certeza y el orgullo de estar en lo justo -y
de estarlo más que tantos otros que se dicen justos más
de lo justo- fermentan en rencores rivalidades despechos,
y el natural deseo de desquite sobre los injustos se tiñe
de la manía de ocupar su sitio haciendo lo mismo que ellos.
Otra ciudad injusta, aunque siempre diferente de la primera,
está pues excavando su espacio dentro de la doble envoltura
de las Berenices injustas y justas.
Dicho
esto, si no quiero que tus ojos perciban una imagen deformada,
debo señalar a tu atención una cualidad intrínseca de esta
ciudad injusta que germina secretamente en la secreta ciudad
justa: y es el posible despertar -como un concitado abrirse
de ventanas- de un latente amor por lo justo, no sometido
todavía a reglas, capaz de recomponer una ciudad mas justa
aun de lo que había sido antes de convertirse en recipiente
de la injusticia. Pero
si se explora aun en el interior de ese nuevo germen de
lo justo, se descubre una marchita que se extiende como
la creciente inclinación a imponer lo que es justo a través
de lo que es injusto, y quizá el germen de una inmensa metrópoli...
De
mi discurso habrás sacado la conclusión de que la verdadera Berenice
es una sucesión en el tiempo de ciudades diferentes, alternativamente
justas e injustas. Pero lo que quería advertirte era otra
ú cosa: que todas las Berenices futuras están ya presentes en este instante, envueltas
una dentro de la
otra. Estrechas, apretadas, inextricables.
IC
Queda
en la sagacidad o la imaginación de nuestros lectores identificar
los componentes de urbs, civitas
y polis en estas ciudades de Calvino.
MC
Ver
la convocatoria
al Concurso ByMPUs cdlc2008
en la presentación de este número de café
de las ciudades.
Ver
la totalidad
de las prácticas premiadas en las sucesivas ediciones
del Concurso ByMPUs-cdlc
desde el año 2004.
Otras
Ciudades Invisibles de Italo Calvino:
Dorotea
y Ottavia,
en los números 27 y 39, respectivamente, de café
de las ciudades, y también:
Número
43 I Cultura de las ciudades (I)
Cinco
ciudades continuas I Solo cambia el
nombre del aeropuerto. I Italo
Calvino I
Número
29 I La mirada del flâneur
Instrucciones
para entrar a Buenos Aires I Con profusión
de datos, advertencias para voyeurs
y corbusieranos, y un anexo con
experiencias análogas de Italo
Calvino. I Mario L. Tercco