Manzana
jesuítica, calle Obispo Trejo al 200 Foto: Arq. Roger
Berta
La
Conservación del Patrimonio construido en la ciudad
latinoamericana es, por estos días, un desafío al
conocimiento específico, a la pertinencia en la toma
de decisiones en una cierta y determinada circunstancia
y definitivamente, un
desafío al sentido común.
Para
mapear algunas cuestiones referidas al Patrimonio
es preciso, en primer lugar, acordar que Conservación
del Patrimonio es tanto la actitud,
como las acciones
posibles en lo que a Patrimonio se refiere, en
este caso el urbano arquitectónico, el patrimonio
construido.
Al
respecto, la cotidianeidad demuestra que, en el ejercicio
de esta disciplina, se manifiestan tanto las múltiples
perspectivas desde donde es posible abordarla, como
los campos de fuerza propios del poder, asimilables
a los que tensionan la sociedad en su conjunto. Por
lo tanto, para conservar el patrimonio construido
es necesario
poder interpretar procesos complejos y a su vez descifrar
una cierta “urdimbre formada por tramas de significación”
(Waisman, 1997), que le otorga sentido al testimonio
material situado por caso, tanto en el territorio,
como en la ciudad o circunscripto a una parte de ella
o a un edificio en particular. Lo cierto es que patrimonio
construido no implica a una singularidad, aislada, sino más bien a un complejo, a un tejido tangible e intangible, gestado a
lo largo del tiempo y asumido por una comunidad como
un legado.
Afirmando
esta condición es posible, como hipótesis, aplicar
el concepto de interfaz
a la conservación del patrimonio construido, develando
la importancia de los ámbitos de interrelación en
todo proceso que le es propio. Ya sea el proceso que
hizo posible que un bien construido sea asumido por
una comunidad como Patrimonio, como los sucesivos
procesos que permitan su conservación en el tiempo,
o no. En este caso los tres elementos a considerar
en interacción son:
-un
bien construido,
o un conjunto de bienes, o la ciudad
-una
comunidad,
que obviamente incluye a los profesionales actuantes
y
-la
condición de
Patrimonio lo cual significa que un bien tiene
la capacidad de representar para la comunidad, una
herencia que merece ser conservada.
Por
lo tanto, la interfaz
es lo que permite a un cierto bien construido, además de permanecer en el tiempo, de estar- ahí, sin afectar a la comunidad; ser para la comunidad un referente, un testimonio identitario,
lo que cobra sentido.
De
este modo, la potencia relacional que implica la interfaz
es lo que puede desvirtuarse en el devenir de un cierto
bien patrimonial y por lo tanto las actitudes y acciones
que sostengan su Conservación deben reconocer las
razones de ser de su condición de Patrimonio y revitalizarlas,
renovarlas al momento de que se trate; sin obviar
el natural proceso a que todo bien patrimonial está
sujeto, por caso, el cambio o adaptación a nuevas
condiciones que le otorguen sentido. La
mencionada potencia relacional que implica la interfaz,
es posible a través de acciones de gestión, de educación
y concientización, de consideración del patrimonio
como un recurso, entre otras posibles.

Calle
Obispo Trejo al 200, esquina Caseros. Foto: Arq. Roger
Berta
En
este sentido, las prácticas concretas para la conservación
del patrimonio construido parten de una realidad material,
de ciertas preexistencias,
que es necesario conocer, “estudiar” caso a caso,
en profundidad y “reconocer” sus valores, para luego
establecer “criterios” para su intervención.
En
esta instancia, se podría asegurar que accionar en
la conservación del patrimonio construido es llevar
adelante un proceso proyectual que, como diferencia
con otros posibles no pretende ser ex novo, sino que se genera a partir de ciertas preexistencias y que por lo tanto un Arquitecto
es el profesional hábil para llevar adelante tal práctica.
Además, la investigación-reflexión traducida en diversas
estrategias para diferentes etapas del proyecto de
conservación es hoy una necesidad. Particularmente
en la instancia de la valoración,
en la cual pareciera que “por lo general, se dejan
de lado los estudios, análisis y resultados previos”
(Gnemmi, 2005), valoración que es o debiera ser una
construcción colectiva y de consenso general, además
de una práctica profesional caso a caso.
Sin
embargo, es evidente que la especificidad disciplinar
en conservación del patrimonio construido, en más
de una situación, lejos de ser un aporte ha distanciado e
increíblemente enfrentado el pensar
con el hacer
en lo que a patrimonio se refiere; en tiempos
en que lo multidisciplinar debiera caracterizar todo
equipo de proyecto, es claro que el
aporte de los especialistas no nutre el proceso de
diseño sino más bien “aprueba” o “desaprueba” decisiones
tomadas. Las razones de tal desencuentro posiblemente
son, tanto el imaginario
respecto a la rigidez en la perspectiva desde
la cual se gestan los criterios de intervención, como
preconceptos mutuos de las partes implicadas, o hechos
concretos de la propia realidad. En síntesis, el equívoco
de creer que conservar es “detener” el tiempo, convertir
en “naturaleza muerta” todo aquel testimonio material
heredado, asumido como patrimonio, que forme parte
de la memoria colectiva y que de alguna manera identifique
a una comunidad. Lejos de esta visión, la conservación
del patrimonio construido es todo lo contrario, es
una actitud o una acción absolutamente vital
y como tal, cambiante en el tiempo. La propia materialidad
de los bienes patrimoniales así lo demuestra y a su
vez, los actores implicados y las ideas respecto a
los mismos, también cambian y se modifican a lo largo
del tiempo por lo cual, la toma de decisiones respecto
al “después” del patrimonio; debe accionar en un sentido
en el cual, el patrimonio construido sirva “para hacer
con él alguna cosa que satisface una necesidad material,
o de conocimiento o un deseo. Es la dimensión utilitaria
del objeto histórico” (Ballart, 1997), el valor de uso posible, para
una cierta comunidad. En tiempos en los cuales estamos
comprometiendo seriamente los recursos del planeta
en cuanto a su capacidad de atender a las necesidades de las generaciones futuras,
no debiéramos soslayar la posibilidad de rehabilitar
el cuantioso recurso material disponible en toda ciudad
latinoamericana, monumental y no-monumental. Tendiendo
a reforzar la idea de que la conservación del patrimonio
construido es una acción de diseño y como tal implica
dar lugar a lo que el diseño mismo trae aparejado
como actividad humana:
-orientada
al futuro,
-referida
a la innovación, ya que en el acto proyectual
se concibe algo nuevo,
-dirigida
al logro de un buen
uso de las preexistencias,
-resultado
del juicio crítico, entre otras características
que le son propias.
Lo
antes señalado expone argumentos que explican por
qué es importante articular acciones de proyectistas
y conservadores fortaleciendo el trayecto para arribar
a un proyecto
de conservación que sostenga, renueve, profundice
en cómo potenciar la interfaz que favorezca el buen
uso de un cierto bien construido, por parte de
la comunidad que lo valida como Patrimonio.

Museo
jesuítico (izq) y casa Marca (der), hoy Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la UNC.
Dibujo del Arquitecto Miguel Angel Roca, proyectista
del nuevo edificio, sede centro de la mencionada Facultad.
En síntesis, conservar el patrimonio construido demanda acciones,
de especialistas y no-especialistas en la disciplina,
comprometidos en concebir su práctica con las lógicas
propias del diseño, actuando en equipos de trabajo
multidisciplinares y desplegando capacidades para
crear nuevas pautas culturales, nuevos modos de ver,
de pensar y hacer; desarrollando “criterios de pertinencia… pertinencia no es un concepto estático, sino dinámico.
La pertinencia como criterio de selección de la modernidad
vinculado a la identidad trabaja a favor del cambio
histórico, lo acelera.”(Rojas Mix, 2003)
Son los criterios de pertinencia los que nos
permitirán asociar
a la identidad con la noción de proyecto, ya que
los rasgos identitarios son de construcción permanente
e incluso, arriesga Rojas Mix, una construcción a
futuro.
MIB
La autora es Arquitecta,
FAUD-UNC. Actualmente desarrollando la Tesis de la
Maestría en Conservación y Rehabilitación del Patrimonio
Arquitectónico, FAUD-UNC. Profesora Adjunta de Historia
de la Arquitectura II y Profesora Asistente de Introducción
a la Historia de la Arquitectura y el Urbanismo A,
FAUD-UNC. Investigadora Categorizada en el
Programa de Incentivos al Docente Investigador: Categoría
III. Codirectora de Proyectos de Investigación con
Subsidio SECyT-UNC, desde 2008 y miembro de equipos
de Investigación desde 1994, en temáticas referidas
a Historia, Teoría y Crítica de la Arquitectura.
Fuentes
consultadas:
Ballart, Josep: El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso. Editorial Ariel,
Barcelona, 1997.
Gnemmi, Horacio: Aproximaciones a una Teoría de la Conservación del Patrimonio
Construido. Desde los principios y fundamentos, Ed. Brujas, Córdoba, 2005.
Rojas
Mix, Miguel: Educación
superior: globalización y nuevas tecnologías, en Globalización, pertinencia
e identidad.
Conferencia cursos de verano CEXECI, 14-julio-2003,.
Sobre Córdoba, ver también
entre otras notas en café
de las ciudades:
Número
73 | Lugares
Córdoba siempre estuvo cerca…
| La
ciudad de la Reforma Universitaria y el Cordobazo
| Marcelo Corti
Número
73 | Planes y Normativa de las ciudades
Planificación
y crecimiento urbano en la ciudad de Córdoba
|
Acuerdos, disonancias y contradicciones | Celina Caporossi
Número
73 | Historia de las ciudades
Ahí..., abajo, entre los pastos (la Ciudad
Docta) |
Córdoba en 1825, “forzada a replegarse sobre
sí misma” | Domingo Faustino Sarmiento
Número
85 | Cultura y Política de las ciudades
El barrio San Vicente en Córdoba, Argentina |
Entrevista a Desirée D´Amico | Marcelo Corti
Número
93 | Planes de las ciudades (II)
Córdoba: lineamientos de un plan |
Un nuevo contrato social entre el estado, el mercado
y la sociedad civil | Alejandro Cohen
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100 | Planes y Política de las ciudades
La insoportable levedad del hacer
| La demolición de la Casa de las Tejas en Córdoba
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Número
103 | Proyectos de las ciudades
Proyecto 4 Plazas: renovación del eje central
del barrio San Vicente en Córdoba | El barrio
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