N. de la R.: El texto
de esta nota reproduce fragmentos del libro inédito
de la autora.

Por
un año, caminé por sus calles con los ojos puestos en
la extravagancia del detalle y en las
infinitas posibilidades del pasado y el presente.
Entraba
en los patios, participaba en los eventos empresariales,
acudía a los encuentros de danzón. A veces, me hablaban
en inglés y se asombraban de la rapidez con que había
aprendido español.
Tomaba
fotos de los edificios del Centro Histórico, de los
detalles efímeros de la mañana en el Zócalo, de caras
y escenas irrepetibles a lo largo de la costa. Escuchaba
historias, ésas que no hacen ruido; después de todo,
conversar es saber
esperar a que el otro despliegue las piezas de su rompecabezas:
razones, vivencias, aciertos y errores, sueños fallidos
y proezas.
Con
el paso de los meses, Veracruz se multiplicaba en versiones contradictorias de sí misma
(el pelotero que desapareció misteriosamente, el boxeador
que se perdió en triunfos sin importancia, conflictos
de amor en el danzón, las historias tragicómicas del
Carnaval) que agregaban complejidad a una ciudad abundante
en giros dramáticos y escenarios intrigantes.
Al
mejor estilo porteño, lo que inició como una charla
en el café desembocó en una colección de crónicas, reportajes,
entrevistas y testimonios sobre esta ciudad y puerto.
Veracruz: Ciudad
para Armar reúne a empresarios, amas de casa, trabajadores,
jubilados, comerciantes, funcionarios, profesionistas,
artistas, quienes, con sus historias, sueños y experiencias,
ofrecen un panorama de Veracruz a fines del 2008 y principios
del 2009. Junto a los textos, las fotografías completan
las historias de este libro.

La Vieja
y la
Vieja Veracruz
El
Patio de los Encuerados, el Pensamiento, el Santa María,
una colección de 40 viviendas, algunas un cuarto sin
retrete, otras abandonadas, destruidas, o firmemente
selladas con candados.
Una
señora de cabello corto, prolijamente cortado, sale
con su hija por el pasillo que conecta la calle 16 de
septiembre con Zapata. “Desconozco la antigüedad del
patio pero mi madre lleva 68 años viviendo aquí.” A
los lados del único pasillo, se suceden los interiores
cerrados y abiertos; de ellos emerge la conversación
de bajo tono, la mirada de desconfianza y mudo cuestionamiento,
las mujeres que quedan después que el marido y los hijos
partieron al trabajo y escuela, la madre y la hija,
la anciana solitaria sigue su rutina en su casita que
es como un baúl de recuerdos.
En
el patio San Julio viven tres familias, emparentadas;
por las noches venden antojitos en la vereda creando
una lúgubre y silenciosa verbena popular, como si todos
estuvieran en una penitencia colectiva o quizás de quienes
venden. Trapulitalia, en el
452 de la Calle General Prim, una arteria antigua que ya aparece en los mapas del
siglo XVII, reúne de 151 20 viviendas alrededor de un
patio en cuyo centro se alinean los lavaderos flanqueados
por los cuartos de baño.
Las
casas, algunas de madera, otras de ladrillo y cemento,
siguen diseños desparejos: desde el estilo alvadoreño
de galería, casa alargada, de baldosas rotas, hasta
modernos estilos de cajas de colores y sencillos cubos
de material. “El dueño de este patio es italiano, de
ahí su nombre”, me comenta una vecina. “Hay varios Veracruz:
el de las colonias, el rural, el de los desarrollos
urbanos, el del gobernador, el de los dueños de Veracruz,
el de la nueva clase media”, afirma Horacio Zamora,
fotógrafo para diversos medios de alcance regional y
nacional.
Si
en Estados Unidos, las ciudades siguen una distribución
racial (por ejemplo, en San Diego los hispanos ocupan
los barrios del sur, como Chula Vista y National
City, el oeste es de la población
negra y el norte es blanco, en el Veracruz del siglo
XXI, es decir, el área metropolitana que incluye los
municipios de Veracruz, Boca del Rio,
Medellín y Alvarado, la división sigue criterios generacionales
y de clase. Y de proyectos de ciudad.
Mientras
tanto, el Centro
se debate entre el proyecto de dejarlo morir y el plan
de reactivarlo siguiendo el ejemplo de revitalización
de los centros históricos que ha encontrado eco en algunas
ciudades de América Latina y Estados Unidos.
La
decadencia del centro se hace evidente en el deterioro
creciente de los edificios, la ineficiencia de los servicios
de limpieza que crea para el peatón itinerarios
señalizados por la basura, la ausencia de estrictos
códigos de edificación y la rotura de
banquetas. El corazón de la ciudad se encuentra
fuera de los antiguos límites de la muralla.
Es La Huaca, donde se concentra el 75% de la población
del Centro Histórico. El vecindario aún
presume sus casas de madera pintadas en colores vivos.
La mayoría se
trata de rentas congeladas (“están quienes no pagan
nada porque los dueños ya se murieron”, explica el arquitecto
del Instituto) o de inquilinos que ya no pagan renta
en espera de una postergada promesa de relocalización
a desarrollos urbanos en las afueras de la ciudad y
de improbable producción.
“Quiero
irme, nos han prometido casas en las afueras de la ciudad,
yo la quiero, cuando nos vayamos van a tirar abajo todo
esto y van a hacer un barrio lindo con negocios para
el turista”, explica doña Sara que vende picadas en
un puesto instalado sobre la vereda frente a la entrada
a su casa. En el interior, se mueve como una sombra
la madre, “tiene 85 años y está perfecta, sólo necesita
tomar una pastillita todos los días, la caja me cuesta
seiscientos pesos y hay meses que lo que saco de las
picadas no me alcanzan para comprar su medicina”.
Hay
muchos terrenos baldíos, porque con los nuevos proyectos de modernización se han demolido las viviendas
de madera y de ladrillo que dieron por décadas el
sello a este barrio.
“Esos
espacios, el de la esquina, son espacios sellados, como
el de enfrente, adentro están deshabitados. En uno de
esos espacios, vivíamos, pero como iban a hacer un centro
comercial, nos sacaron, sellaron y adiós, tienen como
ocho años así. En la esquina eran patios fuertes: la Adelita,
de la banda fuerte, eran patios, tenía dos entradas
y en la acera había muchas asesorías, que comunicaban
con el patio. Los tiraron hace veinte años. Yo nací
y crecí en el mero barrio y creo que aquí me voy a quedar.
Mi papá era de Córdoba, mi mamá de Tampico. Cuando era
niña la llevaron a Frontera Tabasco, su primer esposo
trabajaba en el dragado y lo enviaron a Veracruz y se
vino para acá, y aquí se dejó, y mi mamá conoció a mi
papá.
Tengo
22 años al frente de la comparsa Las Estrellas del Barrio
formada hace 25 años por un grupo de niños de 10 y 12
años. El barrio ha cambiado para bien y para mal. A
mí me tocó la época cuando la gente era de barrio,
gente brava. En ese entonces, se
manejaba la marihuana, pero estabas en tu casa y podías
dormir con la puerta abierta. Si tú tenías una hija,
ellos te la cuidaban.
No
permitían que alguien entrara al barrio e hiciera lo
que quisiera. Ni la policía podía entrar aquí, de esto
hace 30, 35 años. La güera
Kerber, su hijo, la Yanona, gente de calzones,
se enfrentaba con la policía, le golpeaba las patrullas,
se agarraban a balazos. En los fines de año, las puertas
abiertas, vamos a saludar a fulanita, pásale. (Bernardo
Cruz, Director de la Comparsa Las Estrellas del barrio)
Sobre
la calle de Molina, frente al Portal de Miranda, la
papelería de don Antonio lleva 41 años abierta. Don
Antonio me observa con sus ojos azules, tranquilos y
resignados mientras ojea el polvo que cada Norte acumula
creando una película como una piel sobre las fundas
de plástico que guardan papeles, láminas, mapas y libros.
“Ya
no es como antes, hay un problema de valorizaciones”,
afirma sin quitar sus ojos de los míos. La señora de
ojos de gato se apura a desempolvar el plástico que
cubre la lámina que pedí: una que ilustra el traje típico
de la mujer del campo colombiano.
El
polvo cubre las historias, mientras que la madre juega
con el gato que se acomoda sobre el escritorio y sonríe.
“Mi mamá (la señora que ahora dormita en el escritorio
sobre se ha acostado un gato) ya no se puede mover y
tengo que limpiar su casa, ya no me queda tiempo para
limpiar acá y cuando lo hago llega el siguiente norte
y lo vuelve a empolvar”. Parecen personajes de una época
pasada resguardados, probablemente, olvidados bajo el
polvo. Recuerdo el negocio de sombreros atendido por
dos ancianos que cerró hace unos pocos años sobre la
misma calle. “Siempre me paraba en el negocio, nunca
les compré nada” dice Ricardo Uscanga,
abogado porteño de unos 50 años, con cierta tristeza.
Según
datos del INAH, la
mayoría de los 600 edificios ubicados en el cuadro de
la ciudad se encuentran en franco deterioro. En
2004, el INAH logró que se declarase zona protegida
al centro histórico de Veracruz por lo que cualquier
intervención en un edificio del centro por un particular
o funcionario requiere la aprobación previa del INAH.
Esto permitirá a la institución investigar y rescatar
cualquier objeto de importancia arqueológica. Algunos
dicen que el decreto presidencial llegó tarde. La cuatro
veces heroica es un archivo viviente.

Mediodía
Zócalo
frente al hotel Diligencias.
Se
suelta una lluvia temprana, es finales de abril y la
temporada de lluvias aún no debiera empezar, los paraguas
están a la vista. Los pájaros, parientes alejados de
los cuervos, los pichos como
los llaman los jarochos, chillan en los árboles;
después de la breve lluvia, al calor aprieta más. En
los canteros interiores del Zócalo, retirados, pensionados,
desempleados, hastiados, insolados, esperan. “Los héroes están fatigados” afirma un
prematuro anciano de (calculo) 59 años apoyándose
en su bastón para sentarse junto a sus nietos,
dos niños callados pero atentos al paisaje tropical
de verdes, chillidos y hombres de sombrero de ala. Treinta
pesos el recorrido, gritan desde el stand del tranvía
que realiza el itinerario histórico-turístico por el
centro.
Los
estudiantes de la preparatoria se refugian en el silencio
de los portales, las sillas dispuestas para un diálogo
que se realizará más tarde. El extranjero esotérico
con bombín de paja y mirada de asombro. Los gringos
infaliblemente vestidos en beige, celeste y amarillo,
playeras más allá de la cintura, pantalones debajo de
la pierna o al tobillo, los cuerpos blancos.
Se
acerca la vendedora de chicles y de unas piedras negras
que silban o algo así. Trabajadores de gafete
que arrancan miradas desinteresadas de quienes sentados,
esperan, sin melancolía. En los árboles, los pichos
chillan más, no cesan. La marimba empieza a sonar en
la banqueta del café Del Portal; no hay turistas, sólo
unos pocos lugareños a quienes no espanta el calor,
ni la mitad del día ni el descuento del día mientras
que vendedores de fantasía ofrecen pulseras de piedras
azules y verdes, dorados, cuarzo, la prueba del fuego
que ofrecen para corroborar que son genuinos, que no
mienten, la tarde sigue.
Población
del Centro Histórico:
1990:
22,000
2000:
17,000
2007:
11,000
(Cifras
proporcionadas por el Dr. Jon Rementería,
Alcalde del Ayuntamiento de Veracruz).

Inventar
la Ciudad
Cuando
camino por la calle Independencia, me encanta ver a
las mujeres caderonas, con
la cintura marcada, su balanceo. Me gustan sus labios
gruesos, sus rasgos marcados. Esos glúteos engrandecidos
se explican en su ascendencia africana. Mi forma natural
de expresión es el graffiti como manifestación
de una identidad.
En
Veracruz, el cuerpo manda o llega antes que las palabras.
Tanto mujeres como hombres ocupan el espacio público
con sus movimientos cadenciosos y estudiados giros de
ojos, miradas siempre al frente. Los cuerpos moldean
las calles, rompen sus recorridos.
Los
cuerpos andan en grupos y también solos. En las colonias
cercanas al centro, las figuras espigadas de los viejos
transitan a ritmo lento por las calles abandonadas,
callejones a cuyos lados se alinean las paredes cubiertas
de enredaderas que preservan los tiempos de los muertos,
de los que emigran al norte, de los que esperan. La
mujer ha hecho de su cuerpo un objeto artesanal que
exhibe en el espacio público. Igual los hombres, al
menos los que no se han ido.
El
Instituto Veracruzano de Cultura es el edificio amarillo
sobre la calle de Canal. Cuando pregunto por Francisco
Galí,
los trabajadores señalan un pasillo exterior
que lleva a la entrada al departamento de museografía
del que Galí es el director. Al abrir la puerta,
me recibe el falso frío del aire y los escritorios abandonados
por sus inquilinos. Se abre la puerta, un hombre de
pelo, cano, camisa verde brillante y pantalones de diseño
inusual, seguramente comprados en el extranjero, abre
los ojos entre abrumado y sorprendido. Sí, soy Galí,
deme unos minutos, dice mientras finaliza detalles de una
exposición con su acompañante, un artista cubano de
porte adolescente y pelo entrecano y playera de surfista.
No
bien parten, llega Loló y el tenor que con su
voz educada se convierte en entrevistador y juez y duda
de la veracidad de la identidad con la que me presenté,
Galí explica con conocimiento de causa que los
provincianos en Argentina no son como los porteños
y guardan una diferencia similar a la que los veracruzanos
establecen con la ciudad de México.
El
encuentro se resuelve en una rápida conversación entre
el presente y el pasado, una rutina que Loló
inmediatamente describe: “Yo salía mucho con su padre,
en la ciudad de México, un gran tipo, ahora cuando voy
recuerdo los lugares con los que parrandeaba con el
viejo Galí, en cambio, su mamá era huraña, nada que ver con el padre”.
Con su mirada a la defensiva, imagino al niño güerito
quien le hablaban en inglés llevando los ojos tras el
balanceo de las mujeres mulatas que caminan por Independencia.
“Mi
padre nació en Cuba y fue a Nueva York
para estudiar medicina en la
Universidad de Cornell,
pero vino la guerra y se cerró todo y mi papá tuvo que
trabajar como estibador en el puerto de Brooklyn.
De ahí tomó un barco a Buenos Aires pero en Veracruz
conoció a mi mamá y se dio el flechazo. Mi familia vivía
en Tlacotalpan. Allí mi abuelo
tenía un periódico que tuvo que cerrar cuando la economía
de la región declinó. Vivimos en la época en que los
vapores llevaban la carga al puerto y era muy activo.
Nos vinimos a Veracruz cuando yo tenía 7 años. Mi abuelo
se acercó a los dueños de El Dictamen para conocer el
movimiento de la prensa en el puerto pero ellos le vendieron
el periódico. Mi
forma de expresión natural es el graffiti, hay varios
tipos, el que expresa una inconformidad como el que
se da en los Estados Unidos y otro que es expresión
de una identidad. Hay artistas que necesitan toda una
vida para encontrar su estilo propio, yo ya lo tengo,
sale de esta mezcla de lo español, lo indígena y español.
Incorporo la tercera raíz a mi pintura, estas mujeres
de labios gruesos, de caderas anchas y cintura entallada.
Tengo un graffiti en la esquina de Doblado y boulevard,
lo he tenido por años. Durante la administración panista, lo borraron, hablé con el propietario del lote, el
dueño del Hotel Colonial y le expresé mi malestar. Pero
él no sabía nada y se acercó al Ayuntamiento y se enojó
muchísimo por ello. Renuevo el graffiti periódicamente
porque se desgasta con los vientos y la acción del mar.
Ahora lleva tres leyendas que son letra de canciones
de Agustín Lara. He pintado graffiti en dos pueblos
de España con temas veracruzanos, hay pues un pedacito
de Veracruz en la península.
Hay
una comunidad de artistas acá en Veracruz, no es tan
grande como en Xalapa porque
ahí está la universidad y la
Escuela de Artes y por eso contratan
artistas que han desarrollado escuela en la ciudad.
“Cuando
camino por la calle Independencia, me encanta ver a
las mujeres caderonas, con
la cintura marcada, su balanceo, cómo se mueven. Me
encantaría que posaran para mí, pero si se los propusiera,
lo tomarían como una burla entonces no puedo. Me gustan
sus labios gruesos, sus rasgos marcados. Esos glúteos
engrandecidos se explican en su ascendencia africana.
Desarrollaban esa parte, acumulaban grasa para los períodos
de escasez, más siendo mujeres que deben alimentar a
los hijos. Desde niño me he sentido diferente, me hablaban
en inglés, pero si yo soy más jarocho que cualquiera
de los que viven acá. Y los Malpica son los ricos del
pueblo”. (Francisco Galí,
pintor veracruzano).

Datos
Duros de Veracruz
Superficie:
72.420 kilómetros
cuadrados
Longitud
de su litoral: 745 kilómetros
Población:
7.110.214 habitantes (2005), 7.1% de la población nacional
Población
económicamente activa: 2.812.930 habitantes.
Crecimiento
de la población: 1.05% (2000)
Tasa
anual de crecimiento económico: 4.7 %
Lugar
de Veracruz en la economía nacional: Quinto lugar después
del Distrito Federal y los estados de México, Nuevo
León, Jalisco y Chihuahua.
Participación
en el Producto Interno Bruto (PIB) nacional: 4.25.
PIB:
348. 369.7 millones de pesos (2006)
La
distribución por sectores al producto total real: el
PIB del sector agropecuario contribuyó con 8.9 por ciento
del total; el PIB del sector industrial aportó 27.4
por ciento del total, y el PIB del sector de servicios
fue 65.2 por ciento del total.
Sector
económico más importante: Comercio, restaurantes y hoteles,
con una quinta parte (19.5 %) del PIB estatal, por sobre
los servicios financieros (17.1 %) , las manufacturas
(16 %) y la agricultura y la pesca con el 8,8 %.
Actividades
con mayor crecimiento: Transporte, almacenaje y comunicaciones,
5.1 % por sobre la electricidad, gas y agua con el 4.3
%, comercio, restaurantes y hoteles con el 2.7 % y la
construcción con el 2.6 % anual.
Exportaciones:
639,578 dólares (2202)
Importaciones
854,489 dólares (2002)
Diversidad
étnica: 754.3 miles de personas
de habla indígena (10.9% de la población total). Se
cuentan huastecos, tepehuas,
otomíes, totonacas, popolucas,
mixtecos, zapotecos,
mixes, nahuas, chinantecos, mazatecos
y mayazoques.
Salario
promedio: 4.000 Pesos Mexicanos.
Principales
ciudades: Veracruz, Xalapa,
Coatzacoalcos, Poza Rica, Tuxpan y Minatitlán.
Regiones:
Huasteca Alta y Baja, De Nautla,
Capital, Sotavento, De los Tuxtlas, De las Montañas, Papaloapan
y Olmeca.
Monto
de inversión privada nacional y extranjera: (2007) 50.000
millones de pesos.
Principales
empresas del estado: Tamsa,
Bimbo, Nestlé, Sabritas,
Cervecería Cuauhtemoc Moctezuma,
Cementos Apasco, Fermex,
Icave, Chedraui, Kimberley Clarck, Cadillac Rubber, Maseca.
El
estado de Veracruz es el primer productor nacional de
petroquímica, el segundo de gas y el tercero en producción
de petróleo.
FUENTE:
Gobierno del Estado de Veracruz y Secretaría de Economía.
MB
La
autora es escritora y cineasta.
Realizó
estudios de posgrado en México y Estados Unidos en sociología, cine y
literatura, disciplinas que combina en sus trabajos
de ficción y documentales. Fue la primera latinoamericana
en ser becada por cuatro años por Artes Visuales de
la Universidad
de California en San Diego. Sus cuentos y artículos
han sido publicados en revistas internacionales y sus
películas exhibidas en festivales en los Estados Unidos
y Europa, incluidos el Dresden
Film Festival y el Berlin
Film Festival. Ha sido galardonada con becas y premios
incluido el prestigioso Premio Kodak
por su película La Novia. Actualmente
se encuentra filmando su largometraje So Long, en el
Estado de Veracruz, y desarrolla dos proyectos documentales.
De
su autoría, ver también en café
de las ciudades:
Número
2 | La mirada del flâneur
Arquitectura
para un paisaje en movimiento | Un cuento de María Berns, con cerros que predican, edificios lascivos, y arquitectos
en la frontera | María Berns
Número
8 | Lugares
I’ve
been
living inside |
Juárez es la ciudad madre que parió un hijo varón, El
Paso. | María Berns
Número
16 | La mirada del flâneur
Aeropuerto
| Usted no está en la lista de pasajeros | María Berns
Número
41 | Cultura de las ciudades
Isla
| Una historia del Delta | Maria Berns
Sobre
Veracruz:
Número 93 | Arquitectura
de las ciudades
La
recuperación del manglar de Veracruz
| En México, un taller interuniversitario
para la sostenibilidad
| María Bustamante
Y sobre recuperación de centros históricos:
Número
93 | Planes y Proyectos de las ciudades
(I)
El
Centro Histórico de México hoy | Un
espacio democrático de diversidad cultural, identidad
e innovación | Inti Muñoz Santini
Número 85 | Concurso de
café de las ciudades
Buenas
y Malas prácticas urbanas 2009 | Centro Histórico de Quito y "mamotreto" en Mar del Plata.
Glosario:
Gafete:
insignia o credencial abrochado a la ropa
Güera,
güerito: Persona de cabellos rubios
Jarocho:
Veracruzano/a