El cubo y la arquitectura de formas puras
Sobre
la exposición "Cubos, arquitecturas al cubo",
de Exposeum.
Por
Ariel Cavilli

Acabo
de revivir la fascinante 2001, Una odisea del espacio;
la visión cinematográfica de Kubrick comparte
con la de menor calibre de Star Trek: Primer contacto
un mismo interés por las formas puras. La omnipresencia
del monolito negro de proporciones, posado como siniestra
losa o lápida sepulcral, entronca con el mismo deseo
intemporal del fascinante cubo Borg. La segunda película
impone un colosal hexaedro regular de piel fuertemente texturada
desplazándose en posición rotada-diagonal. La
rugosidad exterior demuestra un interior con cavidades, una
extasiante lógica de infinita repetición y superposición
reticular, como aquellos laberintos homogéneos de Escher.
Otra incursión en Internet me colocó en el hallazgo
de un semejante interés arquetípico-formal;
se trata pues de una exposición
de arquitectura de cubos organizada por Exposeum.
Contiene nueve proyectos que exhiben distintas escalas,
aproximaciones y matices del cubo como pensamiento fundante.
"La
arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico
de los volúmenes reunidos bajo la luz. Nuestros ojos
están hechos para ver las formas bajo la luz: las sombras
y los claros revelan las formas. Los cubos, los conos, las
esferas, los cilindros o las pirámides son las grandes
formas primarias que la luz revela bien; la imagen de ellas
es clara y tangible, sin ambigüedad. Por esta razón
son formas bellas, las más bellas. Todo el mundo está
de acuerdo con esto: el niño, el salvaje y el metafísico.
Es la condición esencial de las artes plásticas".
Le Corbusier y su Hacia una Arquitectura resonaba así
para atrapar la emoción de las intemporales formas
primarias. Una arquitectura que traspasa los tiempos: "las
Pirámides, el Templo de Luxor, el Partenón,
el Coliseo, la Villa Adriana, las Torres de Babilonia, el
Puente del Gard, Santa Sofía de Constantinopla, las
mezquitas de Estambul, la Torre de Pisa, las cúpulas
de Brunelleschi y de Miguel Angel, el Pont-Royal, los Inválidos".
El que
miraba aviones y barcos y creaba la más nueva arquitectura
no se había olvidado de mirar a la historia,
de destilarle una lección. Sus viajes, sobre todo la
brillante luz del mediterráneo proyectando sombras
a los volúmenes puros y blancos recortados sobre el
cielo azul, habían impactado en su retina. Una arquitectura
que anima contundentes siluetas, que recorta sus geométricas
líneas para bañarlas en la alegría del
sol, convoca el símbolo, lo construye. El golpe
de la imagen brutal conmociona, impregna los instintos,
transporta al territorio de lo sublime. Una arquitectura así
no puede conectarse con su entorno inmediato o real, ella
es la realidad, el artificio productor de esa realidad. Ninguna
mimesis es posible porque traspasa, arrolla y supera la referencia,
ella es la referencia: allí, la abstracción
y su poder.
El arquitecto,
como un alquimista y mago, reúne las cantidades justas,
convoca los elementos y produce vida. Para los griegos antiguos,
la medicina es curar o restablecer el equilibrio, lo que implica
dosificar cantidades exactas, al igual que la música
es otra relación matemática-numérica
de longitudes de cuerda. Ambas, igual que la arquitectura,
persiguen la belleza de la medida, la proporción y
la armonía. Le Corbusier, un admirador del antiguo
mundo clásico, creía también en el número
como dador de proporción y orden. Un número
que esculpe belleza, que traza nuevas proporciones áureas,
una arquitectura que se sumerge en los elementos vitales del
sol, el aire y el verdor; una nueva interacción de
elementos para engendrar y destilar un nuevo ordenamiento
cósmico-simbólico. O dicho según el propio
Le Corbusier: "La arquitectura tiene que establecer,
con materias primas, relaciones conmovedoras. La arquitectura
es plástica.[...] El sentido de las relaciones; la
arquitectura rige las cantidades". Una arquitectura
donde, como lo expresa Giedion, "lo que importa es
el espacio que emana la fuerza de los volúmenes o la
relación de los volúmenes en el espacio".
Se trata pues de un espacio irradiante y concentrador, un
espacio que nos remite al orbe emotivo-primigenio como en
Sumer, Egipto y Grecia, o también a la arquitectura
mesoamericana precolombina. Espacio, Tiempo y Arquitectura,
de Giedion, expresa este importante vínculo, revela
este lugar desde el cual están pensados - creados.
Nos agrega: "las formas no están limitadas
en su extensión material pues se dilatan y modelan
el espacio".
Acaso
el mundo antiguo griego y su pensamiento mítico
sirva para aclarar esta aproximación transhistórica
moderna. Precisamente Apolo encarna las potencias lumínico-solares
a las que se refiere y sobre las que edifica su arquitectura
el propio Corbu. Es la divinidad fundamental del acto fundacional
- creador, dador de vida e instalador del fuego de Hestia,
símbolo de armonía celestial y anclaje ctónico.
Al nacer, pide una lira y un arco; con el primero irá
haciendo música, símbolo de orden cósmico
de medida y proporción, con el arco cazará animales
y será temido como el flechador que no falla nunca
sus dardos, precisamente porque encarna verdad, razón
y justicia. Es un dios limpiante y abridor de caminos, una
potencia reveladora, "aclaradora", evocado por las
visiones de un viajero que vuelve a convocar los elementos
primarios.
 
En Kahn
encontramos también otro alquimista de formas arquetípicas,
otro amante de la historia y también otro viajero del
mundo antiguo y clásico. Como en Le Corbusier, una
sed metafísico - simbólica anidará en
un deseo de "volver a los orígenes", de descubrirlos
y animarlos, de delinear la trascendente "voluntad de
ser" de un edificio. Como la plasticidad primigenia de
Corbu, Kahn es también amante de la masa y el peso,
su mirada apuntará directamente a lo romano y medieval,
también al orden egipcio. Veamos su paradigmática
biblioteca
para la academia Phillips Exeter,
Exeter, New Hampshire (1967-72). De afuera, una irrefutable
presencia de cubo de ladrillo se impone; de la inmaterial
tierra de los orígenes surge el sólido platónico.
Horadado por los agujeros de una galería perimetral
continua y otra secuencia análoga en la parte superior
y, con una audaz incisión en las cuatro aristas, se
descubre por sus sombras la potencia de la masa que invita
al visitante a descubrir un mundo interior. Aquí, el
espacio que emana la fuerza del volumen se combina con la
potencia de un interior destilado de la impronta romana del
"centro" y con la subversión de la propia
formación Beuax Arts de Kahn. La regularidad
de la fachada en cuanto a secuencia o ritmo repetitivo deviene
en una imagen neutra no jerarquizada; ningún elemento
funcional es diferenciado, ni siquiera el acceso. Tendrá
que ser descubierto por el visitante en su recorrido por la
galería circular. La conceptualización de una
biblioteca concebida como santuario de libros ocupa el primer
orden de decisiones: lo que Kahn llama "el deseo de ser"
o "el qué" del edificio será lo que
condicionará el "diseño" o "el
cómo" específico de él. Esta aproximación
explica el tratamiento del acceso como el de toda la regularidad
exterior, un santuario bastante opaco que guarda un misterio
a descubrir: el tesoro de los libros. La potente visión
del libro como objeto de reverencia da cuenta del enfoque
místico-religioso de Kahn. Una vez dentro, la potencia
del símbolo revela su sentido, la conmovedora sensación
de lo sublime, la ominosidad del espacio central desvela la
guardada gema. El cubo como volumen contiene otro cubo en
su interior: es un vacío central, un ahuecamiento llenado
sólo por la presencia de la luz celestial. Cierto estupor
o inquietud deberá ocurrir cuando el visitante resulte
envuelto, rodeado o superado por la reverencia del libro.
Similar a cierta espacialidad de Giovanni B. Piranesi, se
consigue el traspaso experimental de lo sublime, acaso la
sensación de ser transportado o empujado a otro mundo.
Con un repertorio de un cómo o diseño
coherente con la idea, con el destilado de un cuidadoso conocimiento
de la espacialidad eclesial paleocristiana y románica,
Kahn reafirma el espacio interior. Como una muñeca
rusa, todo el edificio es un juego de cubos o prismas contenidos.
La Kaaba
en La Meca, el proyecto de L’Arteplage realizado por Jean
Nouvel para la Expo.02 o el Museo de la Ciencia de Gianfranco
Spada, presentados en Exposeum
son, como el monolito de Kubrick, prismas venidos de un mundo
más allá: aterrizan o flotan para revelar un
sentido, vinieron para decir algo y ese algo aspira a una
permanencia. También, como en el cubo de Kahn, son
santuarios, protegen o guardan un secreto de enorme poder
simbólico. No distinto al santuario de Delfos que guardaba
el Onfalos, la piedra cónica de primordial importancia
simbólica que era considerada el ombligo del mundo
para la cultura Griega.
Como los
grandes edificios de la historia, el ardiente deseo de las
formas puras continuará iluminando la arquitectura.
Así lo demuestra la exposición virtual de arquitectura
de cubos Exposeum. La temática del cubo nos abre nuevamente
al símbolo de la forma y a la huella de Mnemósine.
Después de todo, las musas de la imaginación
fueron las engendradas por Zeus, padre de Apolo, y la potencia
de la memoria.
AC

El
autor es arquitecto por la Universidad de Buenos Aires, donde
ejerció como docente hasta su traslado a Barcelona,
ciudad en la que reside desde 2001 y donde trabaja como arquitecto
y crítico de arquitectura. Actualmente desarrolla,
entre otras actividades, su tesis doctoral La ciudad y
lo sublime, en la Universidad Politécnica de Catalunya.
La exposición "Cubos,
arquitecturas al cubo"
presenta muestra nueve proyectos arquitectónicos, nueve
cubos, de Jean Nouvel, Aldo Rossi, Julio Cano Lasso, Gianfranco
Spada, Adalberto Libera u Otto Von Spreckelsen, entre otros,
que destacan por su singularidad y por su intencionalidad
en la aproximación al universo expresivo del cubo.
Puede visitarse online en Exposeum.com
Dirección
de la exposición: Luisa Arienti.
Coordinación: Mª Teresa Pascual Martínez.
Diseño y producción: Exposeum.com
Infografía:
Javier Ruiz Dolz.
Textos:
Alberto Bolugno, Carmen Ruiz Esteve, David Frontignan.
Documentación:
Mario Rossi, Cristina González Roca, Manuel Rodríguez
Chisbert y Vicente López González.
El
Museo
de exposiciones Exposeum tiene
como objetivo la investigación y difusión del
arte del sigloXXI. Su programa de actividades ofrece: colecciones
permanentes, exposiciones temporales, conferencias, forum
de discusiones, talleres y edición de publicaciones.
El programa de exposiciones de Exposeum se centra en los temas
actuales del panorama artístico internacional, que,
por su vertiente innovadora, no tienen cabida en los espacios
expositivos tradicionales.
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