El patrimonio
cultural de Buenos Aires
No se cuida lo
que no se quiere.
Por
Sonia Berjman

El problema
del patrimonio en Buenos Aires es complejo. Siempre debemos considerar
que empezamos a puntualizar desde el segundo ítem en importancia,
pues el primero obviamente no lo podemos arreglar así nomás
y es el estado del patrimonio humano. No hay nada de menor
valor en nuestra comunidad hoy en día que la vida humana.
La inseguridad, la marginalidad, la pobreza y sus consecuencias
no sólo afectan directamente a las víctimas sino que también afectan
el patrimonio.
El patrimonio
es la herencia que toda generación recibe de sus mayores.
Es tangible e intangible. Pero no existe uno sin el otro. Y finalmente
el círculo se cierra cuando, por ejemplo, uno ve a los cartoneros
separar la basura contra una de las fuentes de la 9 de Julio o a
los homeless armar campamentos en las plazas públicas, y
eso es pérdida de patrimonio tangible e intangible. No puede
ser que haya turistas que vienen a Buenos Aires y son llevados a
conocer
una villa miseria
y a "almorzar""con una familia con las necesidades
básicas insatisfechas. Como tampoco puede ser que venga un
turista de un país "civilizado" y sea atacado
por piqueteros
que cortan el tránsito de las calles. No tenemos más
placas de bronce y sí muchas esculturas mutiladas, porque
el poder de turno no interviene en el tráfico ilegal del
metal. Estos y muchos otros ejemplos nos muestran como una ciudad
es un entramado que refleja -material e inmaterialmente-
el estado de una sociedad.
La falta de
legislación, de conocimiento, de transparencia y de
control (con premios y castigos) ha hecho de Buenos Aires una
ciudad sucia, contaminada visual y acústicamente, cuyos
parques y jardines están muriendo (baste observar el estado
del Parque 3 de Febrero, nombre que se escribe con número
porque es una fecha); cuyo espacio público es bastardeado
por comerciantes inescrupulosos, por ciudadanos irrespetuosos o
desesperados (ahora es común ver a personas hacer sus necesidades
íntimas en las calles); cuyos funcionarios tienen un discurso
perverso (denuncian el estado negativo de las cosas pero ellos mismos
son los responsables, no actúan como debieran y se
escudan detrás de esas denuncias).
Hay, además,
un abuso de poder y de altanería inconcebibles en funcionarios
que cobran un sueldo que les pagamos los contribuyentes para que
cuiden nuestro patrimonio.
Los organismos
creados para ello están ausentes: ¿dónde está
la Comisión Nacional de Museos , Monumentos y Lugares Históricos
cuando se avasallan Monumentos Históricos Nacionales directamente
dependientes de ella como las plazas San Martín y de Mayo?
¿Dónde está la Dirección de Patrimonio del
Gobierno de la Ciudad cuando se arruina por ignorancia la casita
del Botánico o cuando se re-adoquina la Avenida de los Incas
"pegando" los adoquines en vez de colocarlos sobre cama
de arena? Se me dirá que la Dirección no tuvo injerencia
en esos hechos. Entonces... ¿porqué se margina a una dependencia
creada ex profeso? ¿Por qué hay infinidad de dependencias
municipales que tienen el poder de intervenir en la ciudad sin tener
en cuenta su patrimonio?
¿Por qué
el Gobierno de la Ciudad asfalta o pavimenta arterias porteñas
con un nivel superior al de las veredas y provoca inundaciones con
cada lluvia? ¿Dónde está la legislación que
debiera haber sido escrita por la Legislatura porteña para
proteger a un barrio entero como era el homogéneo Palermo
Viejo
y que hoy es una serie de comederos instalados en otrora
casas de familia sin el más mínimo respeto por su
estilo? ¿Dónde está el sentido común y lo que
dicta el conocimiento de la materia en la restauración del
Teatro Colón por dentro, pero no su entorno con la magnífica
plazoleta perdida, obra de Meano y Thays? ¿Por qué no se
dice a la población que se efectúan todas estas obras
con fondos provenientes de préstamos que luego tenemos que
devolver todos los contribuyentes? Las preguntas pueden ser infinitas
y la respuesta es siempre la misma. Reitero: por ignorancia de los
funcionarios nombrados a dedo, por falta de legislación,
por total ausencia de control, por corrupción en funcionarios
que sí saben lo que tienen que hacer y no lo hacen para cuidar
su puestito, por la trama siniestra de la burocracia argentina.

Otro fenómeno
actual directamente derivado del abuso de poder radica en que
algunos funcionarios se creen unos iluminados para intervenir en
el cuerpo de la ciudad a su antojo. Por ejemplo, en los arreglos
que se están efectuando en la Avenida 9 de Julio. La
Nación se
ha hecho eco en sus Cartas de Lectores de las palabras de un
vecino que acertadamente indica que, aún antes de ser inaugurados
los arreglos, los canteros con plantas propias de un jardín
privado y no público ya se encuentran arruinados. Le agrego:
¿que haremos en una ciudad con las temperaturas que tenemos en verano
con esa cantidad de metros cuadrados de baldosas blancas? Parece
ser que es la última moda: proliferan las baldosas blancas
por muchos sitios de la ciudad. Respuesta: ¡nos asaremos! ¿Alguno
de los funcionarios de obras públicas estudió el proyecto
original de la Avenida 9 de Julio y sacó alguna conclusión?
¿Algún profesional-funcionario estudió la historia
material de Buenos Aires o siguió algún curso de patrimonio
arquitectónico y urbano? ¿Si así fue, por qué
no aplica lo que aprendió? Hay profesionales muy preparados
en el tema pero no actúan como debieran ¿por qué?
¿no pueden, no los dejan, o qué pasa?
El problema
de la Plaza
de Mayo
y del centro histórico de la ciudad es de suma importancia.
La Plaza de Mayo no es exclusivamente de los porteños.
Es de todos los argentinos. Un niño de la Puna y otro de
la Patagonia se sienten hermanados por la legendaria imagen del
25 de Mayo de 1810, por el Cabildo, por la Casa Rosada. Es decir:
la Plaza de Mayo y el centro histórico son bienes patrimoniales
tangibles de la Ciudad de Buenos Aires pero tienen un valor intangible
colectivo para todos los argentinos. No puede un funcionario
"iluminado" encargar intempestiva y arbitrariamente a
un profesional un proyecto de remodelación o solicitar
un concurso de arquitectura para la presentación de proyectos
de "reciclaje".
La Plaza de
Mayo pertenece a 36 millones de argentinos. No es posible remodelarla
sino que hay que restaurarla. El desconocimiento de la propia historia
de la plaza y de las luchas vecinales por su conservación
lleva a decisiones unilaterales. Durante el siglo XIX e inicios
del XX, paralelamente a la programación de los actos conmemorativos
del Primer Centenario Patrio hubo -al igual que hoy en vísperas
del Segundo- propuestas faraónicas de transformación
de la Plaza Matriz. Todas fracasaron por la oposición tenaz
de aquéllos a quienes hoy consideramos los fundadores de
la conservación del patrimonio nacional. Estos proyectos
pueden leerse en el libro "La Plaza de Mayo. Escenario de la
vida argentina".
La imagen que
vive en el inconsciente colectivo argentino desde hace cuatro generaciones
es casi la de la Plaza de Mayo actual (la remodelación de
Carlos Thays cuando la apertura de la Avenida de Mayo). La conservación
del patrimonio debe atender no sólo al bien en su estado
primigenio sino a la memoria colectiva. Se debe hacer un
balance entre todos los elementos y tener el suficiente equilibrio
mental como para decidir consensuadamente las mejores soluciones
y no imponer arbitrariamente la "solución personal"
porque se está en época de elecciones o para demostrar
el poder de algún funcionario.
Hoy, asistimos
azorados a la presentación de dos proyectos de remodelación
de la Plaza de Mayo. Los dos son descabellados, no tienen asidero
científico ni consenso social. En vez de trabajar positivamente
para la preservación de nuestro patrimonio cultural, los
ciudadanos conscientes debemos actuar como bomberos apagando
incendios. Mientras tanto, las vallas de "protección"
del gobierno nacional; las manifestaciones salvajes; el vandalismo,
la falta de cuidado, control y mantenimiento; la falta de respeto
y de educación elementales; la falta de promoción
correcta del turismo, nos están dejando una Plaza de Mayo
devastada, sucia, intransitable, en fin, la antítesis
de lo que debiera ser.
Si se quiere
prohibir el tránsito vehicular en la zona de la Plaza de
Mayo... eso no determina que deban levantarse las calzadas
y embaldosar todo (¿de nuevo con baldosas blancas?) a la manera
de las plazas municipalistas españolas (ver el libro "La
Plaza Española en Buenos Aires"). Ni tampoco colocar
minibuses que recorran su entorno como caballitos de una calesita.
Si el Gobierno Nacional tiene "miedo" de trabajar en la
Rosada... eso no se arregla rodeando al edificio con un jardín
donde nunca lo hubo y arruinando la ya bastante arruinada Plaza
Colón. Si el Ministerio de Defensa quiere un estacionamiento...
eso no se hace bastardeando a la Plaza Colón como se hizo
hace tantos años. Todo eso se arregla de otra manera: con
estacionamientos bajo nivel, con educación de la población,
con políticas enérgicas de protección de los
bienes públicos, teniendo otros espacios propicios a la protesta
en sitios no tan sensibles al patrimonio... en fin, es cuestión
de utilizar el pensamiento lateral y no siempre lo primero que viene
a la mente que generalmente implica destrozar lo existente
para construir algo peor.

Los argentinos
nos especializamos en copiar la última moda de ultramar...
con retraso. ¿Por qué no estudiamos la situación actual
de otros centros históricos para ayudarnos a determinar lo
más conveniente para el nuestro? París es la ciudad
que más turismo recibe en el mundo. Hoy, es el resultado
de la política iniciada hace muchas décadas por
el legendario Malraux que comenzó por limpiar y restaurar
los monumentos. Los turistas van en busca -primordialmente-
de autenticidad (uno de los parámetros de la UNESCO
para determinar el valor patrimonial de un bien). Los
turistas no van a visitar una ciudad porque ha sido
"modernizada", porque está sucia, porque no
se puede transitar por la acción de los piqueteros, porque
no se puede oír por el altísimo nivel de ruido, porque
no se pueden ver sus edificios debido a la
proliferación de carteles
de todo tamaño y diseño...
Y, paradójicamente,
el Gobierno de la Ciudad pretende presentar a los retazos de
otrora, a algunos enclaves particulares, como Patrimonio de la Humanidad.
¿Por qué
no se pone a trabajar y a gastar esos recursos financieros y humanos
en reparar al menos lo que queda? ¿Porqué no empezar una
campaña de comportamiento social urbano? ¿Porqué
no llamar a todas las fuerzas sociales a llevar adelante un plan
bien programado, consistente y científico? Simplemente porque
ese plan no existe, a pesar de los organismos que deben ocuparse
de ello.
Recuerdo sólo
dos frases señeras de nuestro pasado: "Educar al soberano"
y "Argentinos a las cosas" ...
No se cuida lo
que no se quiere. No se quiere lo que no se conoce.
SB
La
autora es Historiadora de las Artes y Doctora en Filosofía
y Letras (Universidad de Buenos Aires), Doctora de Historia del
Arte en la Université de Paris I Panthéon- Sorbonne,
Vicepresidenta del Comité Científico Internacional
"Jardines Históricos y Paisajes Culturales" de ICOMOS, investigadora
y docente.
Ver
su nota Historia
y poética de los jardines
en el número 30 de café
de las ciudades.
La
página
Web de Sonia
Berjman
contiene publicaciones, enlaces y entrevistas sobre historia,
ciudad y paisaje.
Sobre
el Turismo
bizarro en Buenos Aires,
ver la nota en el número 33 de café
de las ciudades.
Sobre
los
piqueteros,
ver la nota de Carmelo Ricot en el número 15 de café
de las ciudades.
Sobre
el barrio porteño de Palermo, ver las notas La
preocupante boludización de Palermo Viejo
y El
Nuevo Orden Palermitano, ambas de Carmelo Ricot, en el
número 28 y 35 de café
de las ciudades, respectivamente, y también en
el número 35 La
transformación de Palermo Nuevo, Pacífico y el eje
de Juan B. Justo – Int. Bullrich,
de Daniela Szajnberg y Christian Cordara.
Sobre
Plaza de Mayo, ver las notas La
transformación del espacio representativo,
de Adriana Ciocoletto, y Mi
Buenos Aires querido... (cuando yo te vuelvo a ver),
de Mariela Iglesias, en el número 9 de café
de las ciudades.
Sobre
la invasión publicitaria al espacio público porteño,
ver la serie de notas sobre "el Cartel de Buenos Aires"
en café
de las ciudades: la nota
original
del número 12, la carta
de Pablo Morejón en el numero 16, y en el número
27 El
más inmundo Cartel de Buenos Aires,
sobre el anuncio de Ford frente al Obelisco que "ganó"
el premio a las malas prácticas urbanas cdlc
de 2004.
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