
conocimiento, reflexiones
y miradas sobre la ciudad
r e v i s t a d i g i t a l
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el primer lunes de cada mes
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AÑO
6 - NUMERO 57 - Julio 2007
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> SUMARIO |
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Cultura
de las ciudades
(I) |
Dos
escuelas: Boedo y Florida
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Buenos
Aires y sus cafés como un espacio urbano para la creatividad
literaria. I
Por
Gabriela Yocco
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N.
de la R: el texto de esta nota es la base de la ponencia presentada
por la autora en el Seminario Reforma económica, Integración
regional y Democratización en Argentina y Chile, realizado
en el mes de junio en Buenos Aires y Santiago por FLACSO.

Introducción
A partir
de la llamada "Generación del Centenario"
-es decir, aquella que ubicamos temporalmente en 1910, al
cumplirse los cien años de la Revolución de
Mayo- la estructura socio-cultural de Buenos Aires comienza
a sufrir modificaciones radicales que afectarían,
entre otras cosas, al campo intelectual. Si seguimos la línea
diacrónica propuesta por Ivonne Bordelois en El
país que nos habla, obtenemos el siguiente mapa
de generaciones, en este caso, con propuestas ideológico-literarias:
Tenemos,
en los noventa años que transcurren entre 1837, fecha
que marca la llegada al Río de la Plata del Romanticismo,
de la mano de Esteban Echeverría, a 1927, la irrupción
de los movimientos vanguardistas, cambios que determinan una
actitud hacia la lengua. Una actitud por parte de los intelectuales
que intentan concentrar el poder a la hora de definir una
"cultura nacional". En este sentido, podemos
pensar a "la lengua" como un elemento mucho más
político que "lingüístico".
La Generación
del ’37, a la que se sumaría más tarde Sarmiento,
se ve inmersa en un debate con lo hispano, con su normativa,
que afirmaba fundamentalmente un derecho de autonomía
cultural que los "distinguiera fuertemente de sus antepasados
coloniales". Esta necesidad implicaba diferenciarse y,
también, forjar una lengua futura.
En los
’80, el faro cultural se vuelve hacia la Europa francesa.
París es el modelo, el centro de la emanación
de los saberes y de los movimientos estéticos.
Finalmente,
en 1927, junto y a raíz del fuerte impacto inmigratorio
-lo que los hombres de esta generación consideran en
su mayoría la "horda inmigratoria"- se ven
abocados a una tarea que difiere en un todo con la de las
generaciones anteriores: reafirmar un pasado nacional-patricio,
una "pureza" que muchas veces anida, paradójicamente,
en el pasado hispano.
Siguiendo
las consideraciones de Bordelois, las dos primeras generaciones
necesitan marcar distancia con una España sinónimo
de dominación y no muy amada ni admirada. En cambio,
la generación del ’27 se vuelve "centrípeta",
una defensiva frente a los "advenedizos invasores"
que amenazan contaminar, entre otras cosas y por sobre todo,
el idioma. Esa "intimidad lingüística",
conquistada duramente por las generaciones anteriores (Bordelois,
Ivonne, "Martín Fierro y Boedo", en El
país que nos habla, Editorial Sudamericana, Buenos
Aires, 2005).
Para redondear
un contexto, es importante señalar cómo estaba
constituida la trama del campo intelectual del momento. En
estas primeras décadas del siglo se produce el fenómeno
–o proceso- que Sarlo da en llamar "autoidentificación
del escritor". El escritor se vuelve un "escritor
profesional". Esto no implica ni define necesariamente
el modo en que el escritor obtiene los recursos para vivir.
El mercado literario es todavía demasiado pequeño
como para permitir a un autor sustentarse con la venta de
sus obras. Lo que sí implica es un "proceso de
identificación del escritor": son sujetos que
dejan de ser políticos y también escritores
para ser sólo escritores que en la práctica
literaria cotidiana afirmaban su identidad social.

La
"amenaza inmigratoria"
Los inmigrantes
de finales del siglo XIX no provenían de donde se los
esperaba, sino de una Europa empobrecida. En general carecían
de formación escolar, muchos de ellos eran analfabetos.
La generación siguiente, en cambio, se diferencia cualitativamente
y, no sólo se incorpora al proceso productivo de una
nación en crecimiento, sino que también avanza
sustancialmente en el terreno cultural. La marca de esta
generación no deja de ser fuertemente innovadora en
los terrenos del periodismo, la literatura y los emprendimientos
editoriales. Sin embargo, este aporte no es visto con agrado
por los "porteños de pura cepa", que pretendían
representar con exclusividad el mandato intelectual de la
nueva generación posterior al Centenario.
El escritor
pasa a ser el portaestandarte de una identidad nacional
amenazada por la "contaminación lingüística"
del inmigrante y también por sus costumbres y por sus
gustos literarios. Un baluarte largamente defendido y con
celosa protección amenaza con desmoronarse frente a
una oleada de nuevos habitantes que comienzan a afincarse
en la ciudad de Buenos Aires y a modificarla en más
de un sentido. Al respecto, no carece de importancia la transformación
del mapa urbano de la ciudad. Un mapa que no sólo denuncia
un crecimiento no previsto y, por lo tanto, desordenado y
hasta caótico, sino también una pertenencia
de clase, una división ideológica.
La calle
Florida, eje del porteñismo aguerrido, de la
extraña mezcla de vanguardia, cosmopolitismo y xenofobia
de estos años, sigue siendo la calle de la elite.
Una calle sin espíritu, como la definiría, palabras
más palabras menos, Roberto Arlt. Una calle en la que
todos se reconocen, se saludan, se reafirman en su sensación
de pertenencia a esa "clase" de legítimos
portadores de lo porteño puro, de la pura idiosincrasia
de una ciudad.
Entre
tanto, Boedo comienza a crecer desde el loteo de quintas
hasta parcelas de bajo costo, destinadas a las viviendas
de los inmigrantes. Este cambio urbanístico también
implicó, por supuesto, cambios en la estructura cultural
del barrio. La confluencia en esta zona de los suburbios de
la ciudad de diferentes individuos, con sus cargas culturales
propias, sus propios anhelos y su propio bagaje cultural,
proporcionó al barrio características distinguibles
del resto de la ciudad.
Estos
inmigrantes, primero ahogados por la añoranza del regreso,
pero paulatinamente insertándose en la vida social
y cultural de la ciudad, fueron el germen de una nueva concepción
de la literatura y de la política -con su bagaje de
ideas anarquistas y de transformación social-. Insertos
desde el comienzo en un contexto de pobreza, no tardaron en
impulsar también desde lo literario y desde el mismísimo
idioma un cambio que para unos se resumía en la palabra
"revolución" y para otros implicaba un proyecto
de cambio con diferentes estrategias pero con las mismas finalidades.
Este, entre otros, también era el "peligro"
que significaba esta "horda de inmigrantes".
Las necesidades de cambio ante una sociedad cargada de injusticias
y desequilibrios, de una sociedad que estaban seguros de poder
cambiar.
El idioma,
la palabra, la literatura, en fin, no están ajenos
de modo alguno a este instrumento de cambio que, desde Boedo,
estos nuevos actores sociales se proponían encarnar.
La Editorial Claridad (que significa sin duda el antecedente
inmediato de Eudeba, Editorial Universitaria de Buenos Aires,
o de CEAL, Centro Editor de América Latina, en los
sesenta) más la publicación en folletos de colección
"Los Pensadores", fueron baluartes de un intento
de difusión democrática de las ideas hasta
ese momento inédito en el círculo intelectual
argentino.

Florida
y Boedo: una dicotomía compleja
Entender
la discusión entre dos de los grupos más significativos
de la historia literaria argentina simplemente como estética
reduce y minimiza lo que esta oposición significó
en su momento y, de algún modo, sigue significando.
Podemos pensar que, a partir de este "agrupamiento",
el mapa cultural literario e ideológico queda trazado
de un modo indeleble. Quién participó de qué
grupo, qué implicaba pertenecer a cada uno de ellos
y quienes se "movían libremente" entre uno
u otro sigue definiendo hoy una pertenencia que es literaria
pero también mucho más que eso. Si ocultamos
o ignoramos la ferocidad del enfrentamiento entre ambos grupos
también estamos ocultando e ignorando todos sus matices
político-sociales y discriminatorios que la tiñeron
y caracterizaron. El conflicto entre los grupos de Boedo y
Florida fue mucho más que algunas escaramuzas menores
mencionadas, por ejemplo, por Borges en posteriores publicaciones.
El grupo
Florida se aglutinó en torno de, fundamentalmente,
una publicación: la revista "Martín Fierro".
Ser "martinfierrista", pertenecer al Grupo
de Florida o a la vanguardia son, entonces, términos
intercambiables. ¿Qué significaba, concreta y simbólicamente,
aglutinarse en esa época en torno a una publicación?
En principio,
los avances de la llamada "Segunda Revolución
Industrial" que afectan, como es sabido, fundamentalmente
a las comunicaciones, permiten un intercambio de ideas jamás
experimentado hasta ese momento. El abaratamiento de los medios
de transporte y, en modo especial, de los medios de impresión,
acorta las distancias de un modo que para nosotros puede parecer
casi absurdo, pero que en estas décadas de principios
del siglo XIX implicaron una movilización intelectual
sin precedentes.
Entonces
fundar una revista formaba parte del necesario mecanismo de
identificación: daba la posibilidad de publicar casi
simultáneamente traducciones que formaran un corpus
y, por lo tanto, un canon; abría discusiones, debates,
ciclos de artículos que se respondían el uno
al otro; fomentaba las encuestas y proponían -o descartaban-
a los "jóvenes escritores". Una revista se
conformaba así en un medio invaluable de construcción
de identidad, difusión de ideas y legitimación
de posiciones, tanto literarias como ideológicas.
Las revistas
más importantes de estas décadas son la mencionada
Martín Fierro -en su tercer época, que
comienza en 1926-, que en principio se erige explícitamente
como ruptura con Nosotros, la publicación que
por entonces constituía uno de los modelos a rebatir
por lo que sería la vanguardia propuesta desde Florida.
Proa es otra de las publicaciones en la que podemos
ver colaboraciones frecuentes de Borges, del poeta Oliverio
Girondo -entre otros- ambos vinculados fuertemente con Martín
Fierro y con el movimiento vanguardista.
Si de
mecanismos de legitimación y de identidad se trata,
es llamativo el rol que la vanguardia argentina le otorga
al Estado. En el contexto de los movimientos vanguardistas
de la época, que en su mayoría tenían
como pilar fundamental la ruptura con las instituciones y
todo lo que éstas implicaran, la actitud de los martinfierristas
se distingue de un modo particular. Por esto resulta casi
una paradoja la "doctrina del patronazgo",
como la llama Beatriz Sarlo.
Si desde
Boedo se apunta con un dedo acusador al Estado como parte
fundamental de un sistema corrupto y socialmente injusto,
desde Florida se requiere un nivel de legitimación
del escritor o de las figuras culturales por parte de ese
mismo Estado que lo coloca casi en el lugar de mecenazgo.
Esta intervención estatal, llamada desde la dirección
de la revista Martín Fierro a través
de una serie periódica de artículos, se manifestaría
concretamente en los premios y concursos organizados institucionalmente,
a un nivel de "oficialismo" que marcaría
el prestigio literario y que desplazaría el circuito
de legitimación de los artistas jóvenes.
Así,
se acepta el "concurso" como "mecanismo de
promoción" y "reconoce explícitamente
la legitimidad de la intervención estatal como reguladora
y patrocinadora de las artes: incluso que los presidentes
de la nación intervengan a favor del desarrollo artístico
puede ser, desde el punto de vista de esta vanguardia, ‘honroso
para ambas partes’" (Sarlo, Beatriz, "Vanguardia
y criollismo, la aventura de Martín Fierro", en
Ensayos Argentinos, de Sarmiento a la Vanguardia, Editorial
Ariel, Buenos Aires, 1997, págs., 222-223).
¿Qué
implicaba, concretamente, la propuesta vanguardista de este
grupo? En principio, como toda vanguardia, parte de una ruptura
que pretende ser radical con lo que la antecede. Para los
integrantes de Florida -mayoritariamente poetas- la vanguardia
llegó principalmente de la mano de un Borges recién
llegado de España y deslumbrado por el Ultraísmo.
Un movimiento literario español cuya doctrina adjudicaba
a la búsqueda de la metáfora un papel
esencial, y que Borges definió de esta manera: "Tachadura
de las frases medianeras, de los nexos y los adjetivos inútiles.
Síntesis de dos o más imágenes en una,
que ensancha así su facultad de sugerencia".
Así queda definido entonces el programa, al menos desde
lo literario, que seguirían en general los vanguardistas
de esta generación.
Paradójicamente,
este modelo de claro corte español se cruza con un
enraizado antihispanismo, con una alabanza a la modernidad,
con antiinmigracionismo y una inclinación a los modelos
franceses. Si ponemos esto en contexto, nos arroja una mezcla
singularmente compleja. Por una parte, el ultraísmo
y su origen innegablemente español, por otra el antihispanismo
pero en estrecha convivencia con la defensa del idioma "porteño"
que "amenazan" los inmigrantes con su nuevo bagaje
lingüístico. Lugones, como figura, sintetiza bastante
bien este complejo marco de confluencias. Se lo rechaza o
se lo admira, sin medida, sin reconvenciones. Sin duda es
un punto de mira, o se escribe desde él o en contra
de él. Pero no puede obviarse. No ocurre lo mismo con
Rubén Darío. Del poeta fundador del único
movimiento literario puramente latinoamericano, el modernismo,
se reniega sin pudores.
Este conjunto
de inclinaciones estético-ideológicas, sumado
al gusto por el jazz, por la música de Stravinsky y
otras sofisticaciones, no puede ocultar de modo alguno una
tendencia clasista. Un clasismo determinado por la
opción por los lujos de la vida moderna y, desde lo
fonético, por una impecable dicción porteña
que los detenta en portadores del "deber ser" del
idioma y que los distingue de los boedistas.
Los integrantes
más destacados de este grupo eran Jorge Luis Borges,
Oliverio Girondo, Evar Méndez (director del periódico
Martín Fierro), Norah Lange y Leopoldo Marechal.
Por otra parte, en la confluencia entre Florida y Boedo, podemos
encontrar figuras como Raúl González Tuñón
o Nicolás Olivari, que responden a las propuestas de
ambos grupos.

Para Boedo,
desde el punto de vista estético, el predominio estará
puesto en la novela de corte realista-naturalista, en la
literatura al servicio de la revolución social
y en la concepción del "arte comprometido",
en lugar del "arte por el arte" propuesto por la
vanguardia martinfierrista. Desde el punto de vista político,
ya hemos mencionado el aporte que desde la segunda generación
de inmigrantes nos llega de las corrientes socialistas y anarquistas
europeas. La revolución social, o el cambio hacia una
sociedad más justa, será entonces el campo de
apoyo en el que se sustentarán todas las actividades
culturales, incluso y fuertemente, la literaria.
Como bien
apunta Ivonne Bordelois (ibíd., pág. 59), aparentemente
esta "batalla" estético-ideológica
la ha ganado la vanguardia martinfierrista. Entonces, si la
historia la narran los vencedores, no sólo se narra
una versión de la historia desde este costado literario
(y como suele constar en más de un manual o de lo legitimado
institucionalmente como "historia de la literatura argentina"),
sino que además se suprime la parte de esa historia
que resultó resueltamente enriquecida por el aporte
del grupo de Boedo.
Siguiendo
a Bordelois: "El tono de la literatura argentina,
a partir de esa generación, será más
y más acentuadamente porteño, establecido y
dictado por porteños, y será correlativamente
más difícil para los escritores de provincia
salir de los rangos del anonimato y brillar paralelamente
a los nombres consagrados en Buenos Aires" (ibíd.,
pág. 59). Y de esta centralización cultural
son responsables ambos grupos.
Este grupo
no sólo logra una toma de conciencia social inexistente
hasta el momento: también y a partir de sus traducciones,
introduce en el sistema literario argentino "algunas
de las obras europeas más revolucionarias de principios
de siglo". Se publicaron, gracias a su esfuerzo,
en millares de ejemplares, a Dostoievsky, Shopenhauer o Nietzsche.
Se trataba de jóvenes escritores que expresaban la
necesidad de cambio, como dijimos, frente a una sociedad injusta,
que veían cargada que desequilibrios; una realidad,
en fin, que ellos estaban convencidos de poder cambiar.
Así
es que presentaban desde la literatura los hechos del modo
más descarnado posible, los conflictos humanos en tono
de denuncia. Este modo de percibir el arte quizá
haya alcanzado su máxima expresión en las obras
teatrales -por las características propias del género-
que crearon. Hablamos de Los Pensadores, una de las
publicaciones casi con forma de folletín -por lo económico
de las ediciones y de su manufactura- que dio lugar después
a la Editorial Claridad, en la que la izquierda se
manifestaría por escrito durante décadas.
Allí
los boedistas expresaron con palabras que dejan de lado cualquier
explicación: "La literatura no es un pasatiempo
de barrio, no: es un arte universal cuya misión puede
ser profética o evangélica". También,
y en concreta referencia a la literatura nacional, sostenían:
"Hacemos realismo porque tenemos la convicción
de que la literatura para el pueblo debe ser sincera, valiente...
Los escritores que hicieron sano realismo enfrentarán
a los que viven de la literatura falsa, romántica y
hueca". En estas palabras podemos descubrir un velado
o semi-velado ataque a las vanguardias que les eran contemporáneas.
Los escritores
de Boedo recibían las influencias de un perfil de
arrabal que del que no renegaban y que, por el contrario,
intentaban reflejar sin freno alguno. También era evidente
la influencia del realismo social que mostraban los escritores
rusos. El mencionado Dostoievsky, pero también Tolstoi
y Gorki. Y no sólo los rusos, sino además otros
europeos como Román Rolland, Emilio Sola -el arquetipo
por antonomasia de intelectual moderno-, y Enrique Barbusse.
Ellos aportaron su mirada naturalista, muchas veces violenta,
en sus enfoques de la realidad cotidiana.
Si bien
se marca a este grupo con el predominio de la prosa, la poesía
no fue ajena a estas manifestaciones. Las obras de Raúl
González Tuñón que lo acercan más
a Boedo muestran la misma sensibilidad y modo de impactar
sobre la realidad; por ejemplo, en su libro Violín
del Diablo, de 1926 (se toma como referencia lo expresado
por Zakim, Néstor, J., en "Boedo, su historia,
su espíritu...", Boedo Un barrio con historias,
Edición del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires,
2006):
"Cien
lucecitas, maravilla
de reflejos
funambulescos.
Aquí
hay una mujer y manzanilla,
aquí
hay olvido, aquí hay refrescos.
Pero sobre
todo mujeres
para los
hombres de los puertos,
que prenden
como alfileres
sus ojos
en los ojos muertos".
Son representantes
fundamentales de este grupo Elías Castelnuovo, Leónidas
Barletta y Roberto Mariani, Alvaro Yunque, Roberto Arlt, Nicolás
Olivari, y otros.
Lugares
de confluencia: de lo privado a lo público
Es, entonces
en estas décadas fundamentales en las que se forma
una nueva identidad social, la del artista. Y, por
consiguiente, nuevas relaciones entre los "hombres de
letras". Estas nuevas relaciones requerirán nuevos
espacios. Así, de la mano de la creciente urbanización
de la ciudad, se produce un paso fundamental en la conformación
de los lugares simbólicos de "encuentro".
De los salones y los clubes se pasa a los cafés.
El café
se erigirá en el lugar de encuentro por antonomasia
de la estirpe porteña argentina, una mezcla de parentescos
y camaraderías, de relaciones políticas y de
romances o desencuentros literarios. El café será
el lugar en el que por primera vez una mujer -Norah Lange-
se subirá sobre una mesa para recitar a viva voz un
poema o gritar sus opiniones.
En el
café se configuran los estereotipos de la bohemia,
del "escritor malogrado" y el de las "jóvenes
promesas". En palabras de Sarlo, un lugar para la conformación
de cofradías, tanto estéticas como ideológicas.
Todo un entramado de condiciones socio-culturales deriva en
el espacio híper-simbólico del café,
como lugar sacro del imperio porteño. El "lugar
de encuentro" por excelencia, que perdura hasta nuestros
días.
La dicotomía
"Florida / Boedo; Vanguardia / Izquierda; Ultraísmo
/ Realismo (...) se proyectan a la literatura en el nombre
de dos calles de la ciudad de Buenos Aires: históricamente
aristocrática y situada en el centro la primera; obrera
y fabril la segunda, que atravesaba lo que entonces era el
suburbio suroeste de la ciudad" (Prieto, Martín,
"Capítulo 8", en Breve Historia de la
Literatura Argentina, Editorial Taurus, Buenos Aires,
2006, pág., 223). Así los espacios simbólicos
de pertenencia a grupos estéticos se hacen concretos
en los espacios de pertenencia en determinados cafés:
la clave del encuentro, del debate, del torbellino de ideas.
Espacios para crear revistas, para leer en voz alta textos
propios o ajenos. Espacios, en fin, en los que se materializa
y cristaliza esa identidad de la que hablamos anteriormente.
La trama
del campo intelectual, que podemos rastrear en las revistas,
en los manifiestos, en los famosos "epitafios" con
los que los martinfierristas atacaban a sus opositores de
Boedo, tiene su correlato exacto en esos puntos de encuentro
que también podemos marcar como pares opuestos y, además,
enfrentados:
Centro
|
Periferia
|
Martín
Fierro
|
Boedo
|
Lector
de poesía
|
Lector
inseguro del idioma
(prefiere
las novelas)
|
Alabanza
del cine y del Jazz
|
Tango
|
Dos sistemas
literarios, dos sistemas de traducciones, dos formas que se
acusan mutuamente de cosmopolitismo. Y, como consecuencia,
dos lugares de encuentro: la confitería Richmond, en
un lugar privilegiado de la calle Florida para los martinfierristas.
Y, en Boedo 837/39, en un local ubicado en el fondo de una
construcción que ha llegado hasta nuestros días,
"Antonio Zamora se reunía con jóvenes
escritores: Elías Castelonuovo, Álvaro Yunque,
Leonidas Barletta, Roberto Arlt, Nicolás Olivari, Roberto
Mariani y otros (...), jóvenes proletarios representativos
de intereses de perfil popular coherente con su formación
política y con su modo de vida" (Zakim, Néstor,
J., "Boedo, su historia, su espíritu...",
en Boedo Un barrio con historias, Edición del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2006, pág.,
13). Algo similar podemos decir acerca del grupo de escritores
que se reunía, entre otros lugares y preferentemente,
en la Richmond. No cualquier lugar, sino un lugar que representaba
y ratificaba también una pertenencia social. Un
lugar de reconocimiento mutuo y de mutua aceptación.
GY
La
autora es poeta, ensayista, docente de castellano, literatura
y latín y profesora de música. Es titular del
curso El lenguaje en acción: palabra y paisaje urbano
en la Literatura Argentina, que dicta en FLACSO.
Ver
su blog puertas
adentro.
La
presentación de esta ponencia en el Seminario de FLACSO
se continuó con la recorrida urbana descripta en la
nota De
Florida a Boedo, 2007,
en este número de café
de las ciudades.
Buenos
poemas
de Oliverio Girondo
están publicados en el sitio Web de Daniel Rodríguez,
de donde se obtuvo la imagen de Espantapájaros
que se reproduce en esta nota; el sitio El Ortiba contiene
textos
de Nicolás Olivari
y el tango La Violeta, que compuso junto a Cátulo Castillo,
grabado por Carlos Gardel; el facsímil del poema de
Cesar Tiempo se obtuvo del sitio
de Matilde Alba Swan.
Un
poema de Raúl González Tuñón:
La
Libertad
(de
La muerte en Madrid)
I
De
pronto entró la Libertad.
La
Libertad no tiene nombre,
no
tiene estatua ni parientes.
La
Libertad es feroz.
La
Libertad es delicada.
La
Libertad es simplemente
la
Libertad.
Ella
se alimenta de muertos.
Los
Héroes cayeron por Ella.
Sin
angustia no hay Libertad,
sin
alegría tampoco.
Entre
ambas la Libertad
es
el armonioso equilibrio.
Nosotros
tenemos vergüenza,
la
Libertad no la tiene,
la
Libertad anda desnuda.
(Y
el señor Jesucristo dijo
que
el reino de Dios vendrá
cuando
andemos de nuevo desnudos
y
no tengamos vergüenza.)
Hermanos,
nosotros sabemos,
pero
la Libertad no sabe.
II
Hay
que ser piedra o pura flor o agua,
conocer
el secreto violeta de la pólvora,
haber
visto morir delante del relámpago,
conocer
la importancia del ajo y el espliego,
haber
andado al sol, bajo la lluvia, al frío,
haber
visto a un soldado con el fusil ardiente,
cantando,
sin embargo, la Libertad querida.
Viva
el amor, la vida poderosa,
la
muerte creadora de olores penetrantes
y
eso porque uno muere y resucita,
la
luz sobre los techos de la aurora,
sobre
las torres del petróleo,
sobre
las azoteas de las parvas,
sobre
los mástiles del queso y el vino,
sobre
las pirámides del cuero y el pan,
la
gente retornando,
una
ventana con la bandera en familiar bordado
y
la exacta ambulancia, con heridos,
cantando,
sin embargo, la Libertad querida.
Hay
que ser como el puente necesario,
natural
como el lirio, como el toro,
saber
llegar al fondo del silencio,
al
subsuelo del brote y a la raíz del grito,
hay
que haber conocido el miedo y el valor,
haber
visto una mano que agita una linterna
de
noche, hacia el distante nido de metralla,
hay
que haber visto a un muerto cicatrizado y solo
cantando,
sin embargo, la Libertad querida.
III
De
pronto entró la Libertad.
Estábamos
todos dormidos,
algunos
bajo los árboles,
otros
sobre los ríos,
algunos
más entre el cemento,
otros
más bajo la tierra.
De
pronto entró la Libertad
con
una antorcha en la mano.
Estábamos
todos despiertos,
algunos
con picos y palas,
otros
con una pantalla verde,
algunos
más entre libros,
otros
más arrastrándose, solos.
De
pronto entró la Libertad
con
una espada en la mano.
Estábamos
todos dormidos,
estábamos
todos despiertos
y
andaban el amor y el odio
más
allá de las calaveras.
De
pronto entró la Libertad,
no
traía nada en la mano.
La
Libertad cerró el puño.
¡Ay!
Entonces...
RGT
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De
Florida a Boedo, 2007
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La
opción por el Sur I
Por
Marcelo
Corti |
En
Boedo entre San Juan y la cortada San Ignacio, los bares
con nombres de escritores simulaban para nuestro grupo
una continuidad con un pasado que en realidad fue desechado
por décadas hasta que se descubrió su
potencial para el armado de un incipiente circuito turístico.
Fue una buena ocasión de discutir que tan real
y que tan mitológico es el ciclo "arrabal
– barrio obrero – sur profundo" que propone el
tango Sur (del que no se discutió, en cambio,
su calidad poética y musical, bien expresada
a capella por la profesora Yocco). Siguiendo el recorrido,
el Pasaje Totoral se mostró como un hermano pobre
y desconocido de los pasajes de Palermo Viejo que, 30
o cuarenta cuadras al norte, hoy se reivindican como
un supuesto SoHo porteño.
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Tangos
del Sur
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La
fundación poética del barrio porteño:
Boedo, Pompeya, Almagro, Chiclana... I
Por
Marcelo Corti |
La
historia del tango, como la de Boedo, registra cortes
dolorosos. Mencionaré uno, generacional, que
me toca por razones epocales. Hubo a partir de los años
’60 (o quizás un poco antes), una negación
juvenil del tango que hizo pensar en la posible desaparición
de su vigencia. La crisis poética, los conflictos
sobre el "verdadero tango" y, especialmente,
el abandono del tango bailado, fueron a la vez el marco
y la consecuencia de esa brecha cultural abierta entre
padres e hijos. Sea cual fuera el futuro del relativamente
reciente renacimiento tanguero, y todo lo exasperante
que sea el tematicismo que lo marca, al menos este revival
implica la recuperación de una producción
artística excepcional y de una formidable cultura
urbana.
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Boedo
Universal
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Desplazamientos
y retornos urbanos de la pasión azulgrana I
Por
Mario L. Tercco |
Finalmente,
la Ciudad Deportiva y su Estadio Pedro Bidegain constituyen
la avanzada de Boedo hacia el sur profundo y desangelado,
el Bajo Flores recuperado a partir del Plan Regulador
de 1958-62. La posesión de este predio, que hasta
mediados de siglo XX era parte de un insalubre bañado,
fue pieza de cambio en la extorsión que sufrió
el club en la última dictadura. (con un celebre
relator de fútbol como cómplice y vocero).
La zona sigue siendo hoy tan postergada como lo era
en los ’60; cercana sin embargo al núcleo original
de Boedo, tanto la Ciudad Deportiva como su barrio necesitan
que el eterno discurso vacío sobre el Sur se
lleve a la práctica desde el poder político
y que el área se integre realmente a la Ciudad.
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Esa
cosa que perdió en Buenos Aires
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El
triunfo de Macri y la "sofisticada política"
porteña I
Por
Marcelo Corti |
Una
elemental lectura política indicaba que la destitución
de Ibarra votada por los legisladores en marzo del 2006
era funcionalmente eficaz a la expectativa macrista.
Los tres legisladores kirchneristas que participaron
del juicio político expresaron las distintas
posibilidades ante la elección: un voto a favor
de la destitución, una abstención y un
voto en contra. Cuesta creer que estos oscuros diputados
no hubieran podido ser disciplinados a la estrategia
política del Presidente: o bien el kirchnerismo
apostó a la debacle de Ibarra, o bien hizo una
lectura incorrecta de la situación. Tampoco pudieron
disciplinar a Telerman, a pesar de que era el hombre
del peronismo en la fórmula del 2003.
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El
autor y el intérprete
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Le
Corbusier y Amancio Willliams en la Casa Curutchet I
Por
Daniel Merro Johnston |
En
1947 se conocen personalmente en París. El argentino
explica su magnífica propuesta para un edificio
de oficinas que terminaba de proyectar y sueña
con un futuro industrial, preciso y moderno para sus
obras cuando Le Corbusier le presenta a Jean Prouvé.
Pero la prueba de fuego llegaría en 1949, cuando
Le Corbusier lo elige para dirigir su proyecto más
reciente, la Casa Curutchet en La Plata. En ese momento
cambian los roles: de amigos a colaboradores. En lugar
de debatir sobre conceptos y teorías de la modernidad
en abstracto, tendrían ahora que compartir la
misma obra y en algunos casos situarse uno a cada lado
del atril. Las condiciones variaron sustancialmente:
de maestro y discípulo a autor e intérprete.
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Proyecto
Mitzuoda
I
Una
ficción metropolitana contemporánea (por
entregas). I
De
Carmelo Ricot, con Verónicka Ruiz
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Epílogo
(segunda parte)
Donde
se explica un curioso episodio de paternidad compartida,
falseamiento de identidades y retiro del mundo.
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Adiós
al maestro Vilca, desalojo en Santiago y el blog de
Susana Fernández Quesada.
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Semana
de Boedo - Ciudad e inmigración, en Buenos Aires
- Muebles Improbables, por Miguel Jurado - Miradas perdidas
y corazones solitarios, muestra fotográfica en
Barcelona - Revista OÍDLES - Inversión,
concentración y desindustrialización -
Concurso de experiencias exitosas en gestión
del agua - XXII Jornadas de Investigación Urbe
y Territorio, en la FADU-UBA - Seminario Hipótesis
de Paisaje, en Santiago - Piacenza Futura: experimentar
la renovación urbana - Laboratorio de la Vivienda
del Siglo XXI, en Barcelona - Dott, innovación
social y diseño - Convención de Ordenamiento
Territorial y Urbanismo, en La Habana - Seminario Internacional
de Ordenamiento Territorial, en Mendoza - XII Seminario
de Arquitectura Latinoamericana, en Concepción
y Chiloé - Himnos del Ciclón... - El grito
de Soriano.
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ACERCA DE CAFÉ DE LAS CIUDADES
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café de las ciudades
es un lugar en la red para
el encuentro de conocimientos, reflexiones y miradas sobre
la ciudad. No es propiedad de ningún grupo, disciplina
o profesión: cualquiera que tenga algo que decir
puede sentarse a sus mesas, y hablar con los parroquianos.
Amor por la ciudad (la propia, alguna en particular, o todas,
según el gusto de cada uno), y tolerancia con las
opiniones ajenas, son la única condición para
entrar. Hay quien desconfía de las charlas de café:
trataremos de demostrarle su error. Nuestro café
está en cualquier lugar donde alguien lo quiera disfrutar,
pero algunos datos ayudarán a encontrarlo. Estamos
en una esquina, porque nos gustan los encuentros, y porque
desde allí se mira mejor en todas las direcciones.
Tenemos ventanas muy amplias para ver la vida en las calles,
y no nos asustan sus conflictos. Es fácil llegar
caminando a nuestro café, y por eso viene gente del
centro y de todos los barrios (sí alguien prefiere
un ambiente exclusivo, que se busque otro lugar). No faltaran
datos sobre cafés amigos, porque nos gusta andar
de bar en bar: ¿cómo pedirle a los parroquianos que
se queden toda la noche en el nuestro? Esa es la única
cadena a la que pertenece el café
de las ciudades: la
de todos los cafés únicos e irrepetibles,
en cualquier esquina de cualquier ciudad.
Marca en trámite
Editor y Director: Marcelo Corti
Diseño: Laura
I. Corti
Corresponsal
en Buenos Aires: Mario L. Tercco
Las notas firmadas
no expresan necesariamente la opinión del editor.
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su reproducción, consultar con el editor o con el
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