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    > Año 10 / Número 99 / Enero 2011        > REVISTA DIGITAL / Aparece el primer lunes de cada mes
Número 7
"Crisis y territorio"
Conflictos y oportunidades actuales
en el gobierno de las ciudades.

Curso“Gestión de la ciudad: Movilidad espacio público y medio ambiente”
(UOC-CPAU-UNNE-CdlC)
En marcha

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Cultura y Política de las ciudades

Una producción solidaria y eficiente

Fragmento de Campos, fábricas y talleres (a partir de Piglia) I Por Piotr Kropotkin

 

N. de la R.: El texto de esta nota reproduce el capítulo noveno (Conclusión) de Campos, fábricas y talleres (P. Kropotkin. Bromley. Kent., 1898, traducido del inglés por Fermín Salvochea), Se reproduce en consideración de su reciente cita en Blanco Nocturno, de Ricardo Piglia (Anagrama, Barcelona, 2010), novela sobre la cual volveremos en un próximo número por sus aportes literarios a una visión del modelo territorial y productivo pampeano.

 

Los lectores que hayan tenido la paciencia de seguir los hechos en este libro, especialmente los que hayan fijado en ellos una detenida atención, se habrán probablemente convencido del inmenso poder que el hombre ha adquirido sobre las fuerzas productoras de la Naturaleza en el último medio siglo. Y comparando los adelantos indicados en esta obra con el estado actual de la producción, algunos, confío, se harán las preguntas siguientes, las cuales, en adelante, serán el objeto principal de una economía política científica. ¿Son verdaderamente económicos los medios que ahora se usan para satisfacer las necesidades humanas bajo el presente sistema de división permanente de funciones y producción mercantilizada? ¿Conducen realmente a economizar fuerzas humanas, o no son más que restos dispendiosos de un pasado que, sumergido en la oscuridad, la ignorancia y la opresión, nunca se hizo cargo del valor social y económico del ser humano?

En el dominio de la agricultura puede considerarse como probado que, si una pequeña parte del tiempo que ahora dedica al cultivo en cada país o región, se emplease en mejoras permanentes del suelo, bien meditadas y ejecutadas socialmente, la duración del trabajo que después se necesite para producir el pan anual para una familia compuesta, por término medio, de cinco individuos, sería menos de quince días al año, y el trabajo necesario para tal objeto sería beneficioso y agradable para toda persona sana del país.

Se ha probado que, siguiendo el sistema de la horticultura intensiva -en parte bajo vidrio- legumbres, verduras y frutas pueden producirse en tal cantidad, que todos las tendrían en gran abundancia tan sólo con dedicar a su cultivo las horas que cada uno le dedica voluntariamente a trabajar al aire libre, después de haber pasado la mayor parte del día en la fábrica, la mina o el estudio. Con tal que, por supuesto, esto no fuera la obra del individuo aislado, sino la acción combinada y metódica de los productos agrupados.

Se ha probado también -y los que deseen verlo por sí mismos pueden hacerlo fácilmente calculando el verdadero gasto de trabajo empleado últimamente en la edificación de casas para obreros, tanto por los particulares como por los municipios, que en una combinación acertada del trabajo, veinte o veinticuatro meses de labor individual bastarían para asegurar a perpetuidad a una familia de cinco personas un departamento o casa provista de todas las comodidades que la moderna higiene y el buen gusto pudiera desear.

Y se ha demostrado igualmente, por medio de experimentos actuales que, adaptando métodos de educación, preconizan desde hace largo tiempo y aplicados parcialmente en algunas partes, es muy fácil dar a niños de una mediana inteligencia, antes de que lleguen a la edad de catorce o quince años, un amplio y general conocimiento de la Naturaleza, así como de las sociedades humanas; familiarizar su entendimiento, tanto con buenos métodos, lo mismo de la investigación científica que de trabajo técnico, e inspirar sus corazones en un profundo sentimiento de solidaridad humana y de justicia. Y que es facilísimo el inculcar durante los cuatro o cinco años siguientes un razonado conocimiento científico de las leyes de la Naturaleza, así como razonada y práctico a la vez, del sistema técnico, para poder satisfacer las necesidades naturales del hombre. Lejos de ser inferior al joven «especializado», producto de nuestras universidades, el ser humano completo, educado en el uso de su cerebro y de sus brazos, lo aventaja, por el contrario, bajo todos conceptos, especialmente como iniciador e inventador, lo mismo en la ciencia que en el arte.

Todo esto se ha probado; es la adquisición del tiempo en que vivimos; adquisición hecha a pesar de los innumerables obstáculos arrojados siempre en el camino de todo pensamiento elevado. Es la obra de los oscuros cultivadores del terruño, de cuyas manos, Estados ambiciosos, propietarios territoriales e intermediarios, arrebatan el producto de su trabajo, aun antes de que esté en sazón; y es la obra también de obreros intelectuales que, muy a menudo, caen aplastados bajo el peso de la Iglesia, del Estado, de la competencia comercial, de la inercia del entendimiento y de las preocupación de todas clases.

Y hoy, en presencia de todas estas conquistas, ¿Cuál es el verdadero estado de cosas?

Estas cifras pueden encontrarse, por ejemplo en la relación contenida en «La novena Memoria anual del comisario del trabajo de los estados Unidos para el año 1893: Asociación de Edificaciones y Empréstitos». Las nuevas décimas partes del total de la población de países exportadores de grano, como Rusia, la mitad de la misma en otros, como Francia, que se alimenta de su suelo, labran la tierra, en gran mayoría, casi como lo hacían los esclavos de la antigüedad; sólo para obtener una cosecha mezquina de un terreno, porque los impuestos, la renta y la usura los tienen siempre al borde de la miseria negra.

Al fin de este siglo, pueblos enteros aran con el mismo arado que sus antecesores mediovales, viven en la misma incertidumbre respecto al mañana, negándoseles igualmente con empeño la educación también; y si quieren reclamar su derecho a la vida, tienen que marchar con sus mujeres y sus pequeñuelos contra las bayonetas de sus propios hijos, como hicieron sus abuelos ciento y trescientos años ha.

En países desarrollados industrialmente, un par de meses de trabajo, o aun mucho menos de eso, sería suficiente para producir a una familia una buena y variada alimentación vegetal y animal. Y, sin embargo, las investigaciones de Ángel (en Berlín) y sus partidarios, muestran que la familia del trabajador tiene que gastar la mitad, por lo menos de su salario anual; esto es, dar seis meses de trabajo, y conferencia más, para proporcionarse el alimento. ¡Y de qué clase! ¿Acaso no es el pan, y algunas grasa, el principal alimento de más de la mitad de los niños ingleses?

Un mes de trabajo anual bastaría para proveer al obrero de una morada saludable, y no obstante tiene que gastar de 25 a 40 % de su salario anual; esto es, de tres a cinco meses del tiempo que trabaja al año, para tener una habitación que, en la mayoría de los casos, es insalubre y demasiado reducida; la cual nunca llegará a ser suya, a pesar de que a la edad de cuarenta y cinco o cincuenta años tienen la seguridad de que será despedido de la fábrica, porque para entonces el trabajo que él hacía lo ejecutará una máquina y un niño.

Todos sabemos que el joven debería, por lo menos, estar familiarizado con las fuerzas de la naturaleza que algún día tendrá que utilizar; que necesitaría estar preparado a ver sin prevención el constante progreso de la ciencia y el arte; que le convendría estudiar ciencias y aprender un oficio. Todo el mundo estará conforme por lo menos en esto, pero en la práctica, ¿qué es lo que se hace? Desde la edad de diez años, y aun de nueve, mandamos al niño a empujar una vagoneta en una mina, o atar con la agilidad de un monito los dos extremos del hilo roto en la hilandera. Desde la edad de trece, obligamos a la muchacha, que todavía no es más que una criatura, a trabajar como una «mujer» en el telar de mano, o a consumirse en el ambiente envenenado y caliginoso de una fábrica de algodón, o a perder la salud en las mortíferas salas de una alfarería del condado de Stafford. En cuanto a los que han tenido la relativa buena suerte de recibir alguna más educación, fatigamos su inteligencia con un trabajo excesivo, les privamos concientemente de toda educación, les privamos concientemente de toda posibilidad de hacerse productores, y bajo un sistema de educación cuyo objetivo es la «utilidad», y los medios la «especialización», hacemos trabajar hasta el aniquilamiento a los pobres maestros que toman a pecho su labor.

¡Qué torrentes de inútiles sufrimientos derraman sobre el mundo esos pueblos que se llaman civilizados! Cuando volvemos la vista a los siglos pasados y vemos en ellos los mismo sufrimientos, podemos disculparlos, suponiendo que entonces, tal vez eran inevitables a causa de la ignorancia que en aquella época prevalecía: pero hoy el genio del hombre, estimulado por nuestro moderno renacimiento, ha indicado ya el nuevo camino que hay que seguir.

Durante miles y miles de años, la producción del alimento era una carga, casi un castigo para la humanidad. Pero ya eso no es necesario. Si ustedes mismos hacen el suelo, y en parte la temperatura y la humanidad que cada cosecha requiere, verán que la producción del alimento anual de una familia, en condiciones racionales de cultivo, necesitan tan poco trabajo, que casi puede hacerse como un mero cambio de ejercicio. Si los ocupan en labrar con ayuda de nuestros vecinos, en vez de levantar altas tapias para ocultarlos a su vista; si utilizaran lo que ya nos ha enseñado la experiencia y llaman a nuestra ayuda a los inventos de la ciencia y el arte, que jamás dejan de responder el llamamiento (mirad, si no, lo que se ha hecho en el ramo de la guerra), os permitirá extraer del suelo un alimento rico y variado. Admiraran la cantidad de conocimientos útiles que los hijos adquirirán al lado de sus padres, el rápido crecimiento de su inteligencia y la facilidad con que se harán cargo de las leyes de la Naturaleza animada e inanimada.

Tengan las fábricas y los talleres cerca de las huertas y tierras de labor, y trabajen unas y otras alternativamente. No me refiero a esos vastos establecimientos donde se funden los metales en grande escala y que deben situarse en lugares determinados, sino a la innumerable variedad de talleres y fábricas que son necesarios para satisfacer la infinita diversidad de gustos de los pueblos civilizados. No a esas fábricas en las que los niños pierden hasta su apariencia de seres humanos en la atmósfera de un infierno industrial, sino a aquellas ventiladas, higiénicas, y, por consecuencia, económicas, en las cuales la vida humana se tiene en más valor que las máquinas o el deseo de aumentar las utilidades, y cuyos modelos, aunque limitados, se van ya encontrando en varias partes: fábricas y talleres, hacia los que los hombres, las mujeres y los niños no se verán arrastrados por el hambre, sino atraídos por el deseo de encontrar una ocupación en armonía por el deseo de encontrar una ocupación en armonía con inclinaciones, y en donde, ayudados por el motor y la máquina, elegirán el ramo de actividad que más les satisfaga.

Que estas fábricas y talleres se construyen, no para hacer negocio vendiendo cosas inútiles y nocivas a los esclavizados africanos, sino para satisfacer alas necesidades desatinadas de millones de europeos; y entonces los maravillará el ver con que facilidad y en qué poco tiempo pueden cubrirse nuestras exigencia de vestidos y de miles de artículos de lujo, desde el momento en que la producción se encamine a satisfacer verdaderas necesidades y no a engordar a los accionistas con crecidos dividendos, o a derramar el oro en el bolsillo de los iniciadores o directores en grande. Pronto se sentirán interesados en ese trabajo, y tendrán ocasión de admirar en nuestros hijos su vivo deseo de conocer la Naturaleza y sus fuerzas, sus insistentes preguntas respecto al poder de la maquinaria, y la rapidez con que se desarrolla en ellos su genio inventivo.

Tal es el porvenir, ya posible, ya realizable; tal es el presente, ya condenado y próximo a desaparecer. Y lo que nos impide volverle la espalda a este presente y marchar hacia el porvenir, o al menos dar los primeros pasos hacia él, no es la «deficiencia científica», sino, lo primero, nuestra estúpida ambición -la del hombre que mató la gallina que ponía huevos de oro;- después, nuestra inercia mental, esa cobardía del entendimiento tan cuidadosamente amamantada en tiempos pasados.

Durante siglos, la ciencia y los llamados conocimientos de la vida práctica le han dicho al hombre: «Conviene seas rico para poder satisfacer tus necesidades materiales; pero el único medio de alcanzarlo es el de educar de tal modo tu inteligencia y tus aptitudes, que permitan obligarlo a otros hombres esclavos, siervos o asalariados, a producir esa riqueza para ti». No hay más remedio que elegir: o te conformas con formar parte de los campesinos o de los artesanos, que por muchos que los economistas y moralistas les prometan para el otro mundo están ahora condenados periódicamente a morirse de hambre después de cada mala cosecha o durante sus enfermedades, y a ser ametrallados por sus propios hijos en el momento que pierdan la paciencia, o tienes que desenvolver tus facultades de manera que llegues a ser un jefe militar, o una de esas personas que se convierten en rueda de la máquina gubernamental del Estado, o que especulan con sus semejantes en el comercio o en la industria.

Durante muchos siglos no ha habido otra alternativa, y los hombres han seguido ese consejo, sin encontrar en él la felicidad ni para ellos ni para sus hijos, o para aquellos a quienes han pretendido preservar de mayores infortunios. Pero la civilización moderna tiene otra cosa que ofrecer a los hombres pensadores. Les dice que para ser ricos no necesitan quitarles el pan de la boca a los demás, sino que lo más racional sería establecer una sociedad en la que los hombres, con el trabajo de sus brazos y de su inteligencia, y ayudados por las máquinas ya inventadas y por inventar creasen ellos mismos toda la riqueza imaginable. No serían las ciencias y las artes las que se quedasen retrasadas si la producción se dirigiese por tal vía. Guiadas por la observación, el análisis y la experiencia, responderían a todas las exigencias posibles. Reducirían el tiempo que se necesitase para producir de toda hasta donde se quisiere, a fin de dejar a cada uno, varón o hembra, todo el tiempo libre que pudiera desear. No estaría en sus manos, seguramente, garantizar la felicidad, porque ésta depende tanto, o tal vez más del individuo mismo que del medio en que vive. Pero, al menos, garantizarán la que puede encontrarse en el completo y variado ejercicio de las distintas facultades del ser humano, en un trabajo que no necesitaría ser exagerado, y en la conciencia de que cada uno no procuraría basar su propia felicidad sobre la miseria de sus semejantes. Estos son los horizontes que estas investigaciones abren ante las inteligencias desprovistas de toda preocupación.

PK 

Piotr Alexeiévich Kropotkin (1842-1921) fue geógrafo, naturalista, sociólogo y teórico del anarquismo. Nació en Moscú en una familia aristocrática y fue dedicado a la carrera militar y destinado a Siberia donde contribuyó a la exploración del territorio y su fauna, analizó la sociedad campesina y las condiciones de la vida carcelaria y adoptó las ideas anarquistas. Viajó por Europa y Asia, vivió exiliado en Inglaterra y Francia y regresó a Rusia al estallar la Revolución, adoptando posturas críticas al programa bolchevique.

 

Fuente del texto: Kolectivo Conciencia Libertaria.

 

Sobre Blanco Nocturno y Ricardo Piglia, ver la nota del pasado 9 de septiembre en El Mundo.

 

Otras visiones históricas de modelos urbanos y territoriales:

Número 69 I Cultura y Política de las ciudades
Teoría general de la ciudad perfecta I Fragmentos de la Política aristotélica I Aristóteles

 Número 80 | Política de las ciudades (I)
La formación de la ciudad en La República | “La construirán, por lo visto, nuestras necesidades” | Platón

Política de las ciudades (I)
La rebelión de los inquilinos
Ausencia de suelo, ausencia de opciones I Por María Cristina Cravino

De esta manera las villas se concentran en la zona sur y ya llevan más de 30 años de dinámica urbana y social de crecimiento. Nuevas generaciones nacidas en las villas necesitan más viviendas. Estas familias sólo encuentran lugar en las mismas villas que nacieron o en otras similares. Paralelamente, la última década fue escenario de un proceso de crecimiento de los desalojos en la ciudad (vía judicial o administrativa), mientras que algunas políticas de contención (como la de alojamiento en hoteles pensión para los “sin techos”) fueron desarticuladas (en principio porque no reunían las condiciones mínimas y luego por desinterés) y no se generaron mejores opciones, sino que por el contrario, más gente fue empujada a las villas. Los desalojos de algunas villas generaron el mismo proceso, al igual que el cierre de muchos hoteles pensión. Los escasos subsidios del Gobierno de la Ciudad sólo alcanzan para el alquiler en una villa.

 
Villa Soldati y la necesaria reforma urbana en Argentina
Sobre la función social de la ciudad I Por Raúl Fernández Wagner

En términos generales, sesenta años de políticas habitacionales en América Latina -más allá de destacables experiencias, mayormente remediales- no contuvieron este fenómeno. Sencillamente porque el problema supera a la vivienda y asume complejidad como cuestión por las condiciones particulares del “habitar” urbano que conjugan un conjunto de bienes y servicios re-mercantilizados, sujetos a una progresiva valorización del suelo y su régimen de posesión y uso exclusivo. Situación que se agrava en los últimos años, puesto que el suelo aumenta su importancia estratégica para las nuevas formas de reproducción del capital, y sencillamente porque también en sesenta años se ha multiplicado la población que disputa tal bien, físicamente irreproducible y por lo tanto intrínsecamente afectado por la escasez.  Como afirma Oliver Mongin, “en este tiempo la lucha de clases ha cedido su lugar a la lucha por el espacio urbano”.

 
La ausencia de políticas de suelo urbano en la Argentina

Emergentes de Villa Soldati I Por Marcelo Corti

El fenómeno de la toma de tierras no comienza en Soldati sino que se viene extendiendo desde hace prácticamente 30 años en la periferia de la metrópolis bonaerense, y ha recrudecido en los últimos tiempos en todo el territorio nacional. Esto que hoy sufre Buenos Aires ocurre todos los días en todas las ciudades argentinas: grandes y pequeñas, ricas y pobres, bien o mal administradas; la diferencia es que en esta ocasión ha pasado a ser un mecanismo de reclamo más que una estrategia de localización, como fue habitualmente. El motivo de esta explosión de tomas es que el acceso a la vivienda de los sectores populares, incluyendo la de amplios sectores de la clase media, está hoy dificultado por los elevados costos del suelo urbano, muy por encima de la capacidad de pago de los trabajadores (aun en un contexto de crecimiento económico y recuperación del empleo).

 
ASN/nOISE
El lado B del Estudio Aisenson I Por Marcelo Corti

En esa línea, ASN/noise incluye una variedad de contenidos que pueden ser entendidos por si mismos o en relación mutua: desde registros de participaciones propias o ajenas en concursos de arquitectura hasta comentarios sobre películas y reflexiones sobre el rol metafórico del proyecto arquitectónico. La sección Fuera de hora incluye registros de la producción extraarquitectónica de los integrantes del estudio: las esculturas en madera de Carlos Pujals, las intensas fotografías ferroviarias de Alejandro Goldemberg y por supuesto la actividad de Pschepiurca como investigador y crítico de arquitectura. “Creímos importante comenzar a mostrar esta producción con varios objetivos: poder vernos nosotros mismos reflejados en la red al comunicarnos con el “exterior”, ofrecer online (…) sus aspectos menos pulidos que, como muchas veces sucede son quizás los más interesantes, los que más provoquen, ese es nuestro deseo, un diálogo virtual y multidireccional”.

 
Mala Práctica Urbana 2010: Vial Costero de Vicente López
Segundo premio ex aequo para las accidentadas Veredas de Retiro y para el Autódromo “anti-paisaje” en Potrero de los Funes.

La existencia de un activo y militante colectivo vecinal y profesional contrario a la obra promovida por la Municipalidad de Vicente López, en la zona norte del Area Metropolitana de Buenos Aires, ayudó al despegue y triunfo de la propuesta de Graciela Mariani. Con menos “hinchada”, el autódromo que cerca el escenográfico lago en las afueras de San Luis (bien mirado, una situación similar a la del Vial) y el homérico recorrido de Carola Inés Posic desde la Terminal de Ómnibus hasta la Estación Retiro del Ferrocarril Mitre compitieron hasta el final con cantidades de votos muy similares, que justificaron la decisión editorial de otorgarles un segundo premio compartido.

Una mirada arrabalera a Buenos Aires I Columna a cargo de Mario L. Tercco.

En este número: Terquedad Soldati

 

Saludos, felicitaciones y deseos por el 2011 y reflexiones sobre el espacio y el hábitat después de Soldati.

 

Encuentros, Jornadas, Seminarios, Congresos: Congreso Nacional de Barrios y Zonas Patrimoniales, en Santiago - Seminario sobre Políticas Urbanas, en la UNNE - Congreso Latinoamericano de Ecología Urbana, en la UNGS Convocatorias y Concursos: Becas Fundación Carolina 2011- 2012 - EURE 109 - Quid 16, Revista del Gino Germani - Urbe, revista de gestión urbana - Convocatoria de RIUrb - Revista Iberoamericana de Estudios Municipales Cursos y programas académicos: Evaluación Ambiental, en la UNNE - Maestría en Desarrollo Territorial, en Rafaela - Gestión del suelo en grandes proyectos urbanos, en Medellín Exposiciones y muestras: ¿Estáis listos para la televisión?, en el MACBA Noticias y publicaciones: Relatos de Jardín - Giro en Rosario: no más barrios cerrados.

 

 

 

 


 

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