N. de la R:
Este texto es una síntesis del segundo de los siete capítulos
de la tesis “Inserción de actividades logísticas de escala
supradepartamental
¿Sobre un dato preexistente o sobre el espesor de
un lugar?”. La tesis es presentada por la autora a efectos
de optar al Título de Magíster en Ordenamiento Territorial
y Desarrollo Urbano en diciembre de 2007. Tuvo como Tutores
al Dr. Arq. Pablo Ligrone y la
Ms. of Arts Lic. Ana María Martínez y
fue defendida en septiembre de 2008 frente al Tribunal
integrado por el Arq. Artemio Abba, el Prof. Juan Hernández
y el Ing. Ariel Nieto.
Dentro del desarrollo de la tesis se constituye en objeto
de investigación las transformaciones asociadas a la logística
que han afectado en forma predominante al sector oeste
del departamento de Montevideo en la última década, bajo
los avances de los procesos de reestructuración y globalización.
Una
interpretación analítica del territorio
Identificación
de los componentes estructurales del “espesor” del lugar
Un
territorio conformado a partir de una fuerte matriz histórica
evidencia la articulación
del universo de la economía, los mercados y las técnicas
y el universo de las identidades individuales
y colectivas. Al decir de Touraine (1997), combina “la unidad de la razón instrumental, el realismo
de los cálculos, con la diversidad de las identidades
culturales”.
El
analizar desde la perspectiva urbano arquitectónica la
conformación de un territorio, designado en este contexto
como el “espesor del lugar”, permite instrumentar una
serie de interpretaciones de la realidad donde la descripción
y el análisis atienden a la preservación de la diversidad
“dura” frente a la incertidumbre, a la restauración de
la legibilidad como impronta de la cultura
en el paisaje y a la restitución de la integridad
funcional y formal para la cual la ciudad de Montevideo
fue históricamente concebida.
Lo
que se denomina como “espesor del lugar” refiere a la
matriz territorial que conformó la instauración de la
logística a lo largo del proceso de construcción de la
cultura. La misma articula la suma de capitales de origen
múltiple que va conformando la acumulación histórica sobre
el espacio habitado. En cada uno de estos niveles de agregación
se van integrando aquellos componentes del paisaje que
resultan útiles al progreso de los procesos vinculados
al territorio. Está comprendido asimismo, el rol que el
habitante ha desempeñado para integrarse a los recursos
que el territorio le ofrece.
Sitios
urbanos, sitios rurales y sitios mixtos, permiten percibir
el territorio como construcción histórica y como práctica
cultural. La evolución histórica de localizaciones vinculadas
a una determinada actividad, las disponibilidades tecnológicas,
los recursos humanos, la normativa y las regulaciones
a ella referidas, se traducen en amabilidades, limitaciones
y riesgos. La interpretación de estas dimensiones busca
visualizar la forma mediante la cual la facilitación,
la inhibición y la tolerancia, contribuyen a la estructuración
del espacio humanizado. La construcción de una génesis
explicativa utiliza el paisaje como instrumento para la
descripción e interpretación.

Logística
de producción, distribución y almacenamiento en Montevideo,
1878-1929
1.
Las lógicas puestas en práctica en la estructuración del
espacio humanizado
El
paisaje como faz visible del espacio permite descubrir
en el territorio los rasgos más destacados de la memoria
de larga duración y los de creación reciente. Los procesos
en marcha en la naturaleza, en el sistema de actividades
y en la conformación estructural de los asentamientos,
determinan en cada tiempo histórico secuencias de causalidad
que condicionan el paisaje.
El
paisaje está formado por componentes de distinta edad.
Las construcciones y los equipamientos no siempre reflejan
las exigencias de quienes los habitan. Algunos de ellos
siguen siendo funcionales, otros se transforman en ruinas;
mas su conjunto, marcado por la asignación de valores
que la sociedad realiza, determina la coexistencia
del pasado con el presente. La construcción de los
valores culturales de la sociedad sobre los escenarios
del pasado permite evitar que las formas visibles remitan
a un orden funcional fosilizado (Claval, 1999). Esta “reinvestidura”
evidencia el involucramiento de la historia en el proyecto
de futuro y, en algunos casos, la transformación de la
ciudad en forma análoga a sí misma “porque
los gérmenes tipológicos son, todavía, productivos”
(Muntañola i Thornberg, 1979).
Sobre
las formas visibles que otorgan familiaridad al espacio
horizontal recorrido y que construyen y restituyen la
identidad histórica, la cultura incorpora al paisaje nuevas marcas visuales identificables, que se transforman en referentes,
sustituyendo o complementando los existentes, posibilitando
la ubicación y la orientación, al situar los lugares en
un espacio de referencia más amplio y abstracto. Los nombres
de los lugares tienen relevancia en esta lectura, al manifestar
un cambio de escala en la percepción del espacio. Claval
(1999) sostiene que “el
paisaje lleva la huella de la cultura y le sirve de matriz”,
“las relaciones
complejas son posibles únicamente si los individuos o
los grupos pueden localizarse y si los recorridos están
guiados por marcas bien visibles en el espacio”.
Una
multiplicidad de apuestas combinó históricamente iniciativas
privadas con planes estatales y municipales. En diversas
circunstancias espaciales y temporales, componentes de
cultura y políticas determinaron objetivos, métodos
específicos e instrumentos, definieron estrategias
y formas de uso del territorio y sus recursos. Las estrategias
fueron desplegadas en diversos planos. Las estrategias
de influencia brindaron información, las estrategias de
desarrollo de competencias aportaron al fortalecimiento
de las capacidades institucionales, las estrategias de
control y protección se centraron en las normas y las
estrategias de diseño ambiental intentaron realizar un
manejo responsable de las precauciones y de los riesgos.
El
Estado, a través de las disposiciones que formula
como autoridad competente y los agentes, a través de sus
formas de vida y de sus intervenciones,
contribuyen, como actores, a la consolidación de los patrones
de localización de las actividades logísticas que hoy
reconocemos en la estructura heredada. La normativa define
y orienta la regulación de uso del suelo y la actividad
de construcción. A través del manejo de lo restrictivo
y de lo postulativo se incide de manera sustantiva en
la conformación del territorio y se enmarca la concreción
de las diversas ideas de territorio implícitas en las
decisiones promovidas.
El
“Estudio de las evidencias reales”, que se consigna en
tablas adjuntas,
pone de manifiesto los encadenamientos entre las intervenciones
implementadas para modificar el ambiente y los instrumentos
que las facilitaron.
Los
encadenamientos causales pueden ser interpretados a través
de:
-los
aspectos físicos del medio, con sus propiedades morfológicas
y geomorfológicas, sus variables paisajísticas, la localización
de las actividades simbólicas, los monumentos, los usos
reconocidos, la estructura compositiva y la asociación.
-
aspectos sociales que visualizan ese entorno como agradable
o desagradable, como habitable, como significativo o insignificante.
-
las determinaciones que surgen de disposiciones normativas
y de coyunturas externas de escala regional o mundial
-
los roles que le son asignados a ese sector de ciudad
y las atribuciones que le son denegadas.
La Evolución de los espacios humanizados: inercias,
derivaciones y reestructuraciones, que se consigna en
el gráfico inferior, pone de manifiesto, para el área
de la falda del Cerro y la zona oeste de Montevideo, la
génesis de los rasgos más espectaculares de su estructuración
contemporánea. Destaca los espacios que fueron reinvestidos
en sucesivas acciones y consigna los nuevos símbolos urbanos
con valor monumental o con una fuerte innovación y ruptura
histórica, en lo físico, en lo social o en la forma de
uso.
En
la consignación de los datos de lo real la descripción
de los hechos es intencionadamente selectiva. Trabajando
sobre el espacio como ámbito de coexistencia y manejando
la profundidad del tiempo transcurrido, se construye una
aproximación a la naturaleza del lugar, con aportes tomados
de ciencias transformadas en auxiliares o complementarias
a estos efectos. Sobre una línea de tiempo se hacen visibles
los aspectos significativos de las decisiones colectivas
que construyeron la genealogía del territorio.
2.
La conformacion de la matriz territorial
El
sector costero del área oeste de Montevideo posee una
fuerte matriz histórica asociada a la logística y una
conectividad máxima en relación a distintos
modos de transporte. La impronta de este territorio
fue determinada desde su génesis por condicionantes provenientes
de diversas escalas.
La
apropiación histórica de la tierra contribuye a la interpretación
del proceso de construcción de lo que denominamos como
el “espesor del lugar”. La genealogía del territorio nos
señala que los procesos de sucesión primaria comenzaron
a producirse a partir de la conquista y colonización,
sobre tierras donde aún no existía una comunidad. Con
claro predominio del capital comercial, se consolidan
la vaquería y la estancia de rodeo asociada al saladero
y se inicia el proceso de poblamiento estable del territorio.
Con la fundación de Montevideo surgirá la agricultura
y la vaquería, como modo de producción predominante, evolucionará
de expedición a estancia de rodeo. La baja producción
agrícola, en función de lo rudimentario del almacenaje
y de los medios de transporte, de una tecnología arcaica,
de la degeneración de la semilla, de los destrozos del
ganado dada la escasez de cercos y de la falta de abono
y de rotación debida a la pequeñez de las parcelas (Millot
y Bertino, 1991), se destinaba al abastecimiento de la
demanda interna, la guarnición, la flota española y los
barcos mercantes y para exportar a Buenos Aires y a Brasil.
La
sucesión secundaria nos muestra los encadenamientos causales
que se produjeron luego de la introducción de los procesos
decisionales desencadenantes. Con el establecimiento del
Apostadero Naval (1767) y sin cambios de la estructura
económica, se dan tres períodos de crecimiento que culminan
en un “boom” de la ganadería y el comercio. Este crecimiento
arrastra a la agricultura, al saladero y a la construcción
y determina el surgimiento de los bancos y el incremento
de relaciones de producción capitalistas. La sociedad
oriental, abierta al mar y a la búsqueda de ganancias, en negocios que incluían
todo el Cono Sur, se caracterizaba por la integración
a pesar de las distancias físicas y sociales (Millot y
Bertino, 1991).
Para
la logística de producción y distribución del tasajo,
el puerto fue un enclave central. Los saladeros se establecieron
en el sudoeste de Montevideo por el costo y la abundancia
del ganado de rodeo y por la cercanía de los lugares de
exportación, ya que un flete desde el norte del Río Negro,
a pesar del sencillo envoltorio de arpillera, duplicaba
el precio de la mercancía transportada.
La
diferenciación en el uso del suelo se produjo tempranamente.
El saladero valorizó
la tierra cercana a la ciudad al arrendarla para engorde
del ganado arreado hacia Montevideo para el abasto. Más
adelante, los primeros saladeros en Buenos Aires y en
Río Grande determinan una nueva conformación del territorio
definida por el arreo de ganado hacia las fronteras.
La
falda del Cerro y el sector oeste de Montevideo se constituyó
tempranamente en área de relevante jerarquía como asentamiento
de la logística de producción y distribución. La Villa del Cerro, cuyo Decreto
de creación se aprueba en 1834, tiene su origen en la
actividad inmigratoria, con fines de colonización, de
la empresa dirigida por Lafone y Herrera y Obes, titulares
de poderosas empresas saladeriles. La incorporación de
actividades subsidiarias en el entorno de dichas industrias,
refuerza la necesidad del afincamiento poblacional en
un área de promitente desarrollo industrial.
La
segunda época del saladero se extiende hasta 1842. La
logística de producción se concentra al borde de los cursos
de agua de Montevideo y el Litoral, dada la cercanía de
los muelles propios para la eliminación de los desperdicios
y el transporte. Los saladeros se implantan en zonas aisladas
de la trama urbana y el apogeo de su industria se produce
alrededor de 1860. La diversificación productiva se inicia
con la sanción de la legislación que fomenta la instalación
de fábricas de conserva y extracto de carne. Leyes proteccionistas
de principios de siglo formalizan “La Frigorífica Uruguaya”,
base del futuro Frigorífico Nacional, y desencadenan la
constitución del primer “pool” para distribuir el mercado.
En
la Villa del Cerro convivían las chacras con los saladeros,
las graserías y los depósitos de cueros. Se sumarán luego
los frigoríficos, el balneario de la Playa Ducós y en 1920 el Parque de Golf, construido
por los inversores estadounidenses que instalan el frigorífico
Swift.
La
polarización industrial permanente a lo largo del tiempo
en la margen oeste del Pantanoso tuvo una razón primigenia
en la necesidad de buscar una salida al mar para
la producción de la industria saladeril y del tasajo.
La focalización de la localización en el Cerro y la zona
del Pantanoso está dada por la inmediatez de la
Bahía de Montevideo y de la costa del
Río de la Plata, que otorgan facilidades para el transporte
de los productos, así como por la proximidad de la Tablada del Norte y de los
nuevos mataderos de Santiago Vázquez como abastecedores
de ganado faenado. El espejo de agua de la
Bahía actuaba como soporte de la conectividad
entre el área oeste del Pantanoso y el Puerto de Montevideo,
punto de salida de lo comercializable.
La
industria frigorífica se construye sobre la del saladero,
a la que sustituye en poco más de una década. Los distintos operadores intervienen en
instancias de compra y venta de instalaciones, las renombran
y participan en el abasto de Montevideo hasta que éste
se asigna al Frigorífico Nacional, que opera en ese marco
desde 1928 hasta 1958, en que finaliza el monopolio.
Al
consignar las localizaciones preferenciales de las que
la logística se apropió históricamente, es posible reconstruir
la selectividad territorial que se produjo. Los itinerarios
que vinculaban sus interacciones, los sectores de ciudad
que la acogían y los sectores de ciudad de los que era
expulsada, ocasionaron tensiones
en el territorio que aún hoy son perceptibles. La
legislación fue uno de los factores que apoyó la segregación
de la logística, en función del status de la actividad.
La segregación no sólo puede visualizarse específicamente
en algunas ramas de la logística, sino en las trayectorias
que ha desarrollado en el espacio. Permanece al presente
la estigmatización
de esos espacios y el evitar su atravesamiento.
En
1830 se formula la legislación de implantación industrial
en Montevideo. Con el dictado en 1836 del Real decreto
de localización en la margen derecha del Miguelete de
los saladeros a establecerse, se consolidan jurídicamente
los roles del área de estudio.
La
localización de los establecimientos sobre las márgenes
de ríos y arroyos tenía tres finalidades fundamentales:
su utilización como soporte para la canalización de la
producción obtenida, la localización de las plantas de
procesamiento en sus márgenes a efectos de facilitar la
obtención de agua y la disposición final de los desperdicios
de los animales sacrificados. El aumento de la actividad
saladeril puso en relieve su impacto negativo al introducir
efectos perjudiciales
sobre el medio ambiente, en especial sobre los cursos
de agua.
Desde
la época colonial y a lo largo del siglo XIX la descarga
en sucesivos trasbordos era el modo habitual en la operación
de embarque y desembarque de objetos y personas. Los buques
de gran calado trasbordaban en la ciudad de Río de Janeiro
a buques de mediano calado que anclaban “dentro
de la bahía de Montevideo, en las zonas de mayor profundidad,
pero a considerable distancia de la playa de desembarco.
Pasajeros y mercancías eran entonces trasbordados a barcazas
que arribaban a la costa. En la mayoría de los casos,
pasajeros y mercancías, eran trasbordados nuevamente a
diligencias o carros tirados por caballos que entraban
en el agua por la playa ubicada entre las calles San Joaquín
y San Felipe, hoy denominadas Treinta y Tres y Misiones
respectivamente” según señalan Altezor y Barrachini
(1971).
Será
a fines de la década del 70 del siglo pasado que el área
oeste del Pantanoso se vinculará en forma franca a la
vialidad nacional, con la construcción del trazado de
la nueva Ruta 1 y de sus nodos de articulación con el
viario de escala departamental. El viario de interconexión
zonal aún no ha sido incluido en las prioridades de la
administración municipal, lo que limita en forma importante
la conectividad del área con la trama departamental-nacional.
La
habilitación de las funciones portuarias hubo de producirse
en forma posterior a la fundación de la ciudad. San Felipe
y Santiago de Montevideo fue creada
como ciudad mediterránea respondiendo a lo prescrito
en las Leyes de Indias ya que, en función del Sistema
de Puertos y Flotas únicos establecido por la Corona Española
a efectos de hacer
efectivo el control de sus territorios, Buenos Aires era
el puerto cabecera del Virreinato del Río de la
Plata. Las consecuencias urbanas de esa
habilitación posterior se siguen verificando en el presente:
estrangulamiento
del recinto portuario, problematización de los distintos
tránsitos en las ramblas adyacentes y dificultades de
acceso para los distintos modos de transporte. A pesar
de visualizarse estas desventajas, desde la órbita pública
se permitió históricamente que la franja costera, fuera
del recinto portuario, estuviera manejada por la iniciativa
privada. No es hasta la década del 90 del siglo pasado
que se promueve desde la órbita privada la localización
de una terminal portuaria multipropósito en el área del
Cerro de Montevideo, promoviendo su integración al sistema
portuario nacional.

Ciclo
de vida de las actividades y macroemprendimientos
Las
localizaciones preferenciales
El
cierre definitivo de las instalaciones del Frigorífico
Nacional, como consecuencia de la total libertad de mercado,
señala históricamente la
muerte de la industria frigorífica. Se procede, por
vía administrativa, a la liquidación de su patrimonio.
Sus instalaciones se destinan a otras industrias. EFCSA
se mantiene en funcionamiento hasta la década del 90,
en la cual se inicia su etapa de liquidación. El Centro
Comunal Zonal se ubica en parte de sus instalaciones,
de las que el Parque Tecnológico Industrial del Cerro,
creado en 1998, se hace cargo.
La
reasignación a la pieza urbana de roles asociados a la logística de distribución,
producción y almacenamiento se produce en forma paralela
a la muerte del frigorífico. Se instalan sobre el borde
acuático curtiembres y astilleros y actividades vinculadas
a la industria química y al procesamiento de los derivados
de la pesca y las actividades agroindustriales, como Fripur,
Pescamar, Urumar S.A. y Curtiembre Alaska, entre otras.
La
historia política, junto a las decisiones administrativas
y a la legislación, signan las modificaciones territoriales.
La aprobación del Plan Montevideo en 1998 y la formulación
de sus Normas Complementarias enmarcan, inhiben y promueven
las intervenciones en el área; definen la localización
del Mercado de Abasto, la Terminal Integral
de Cargas y el Parque de Actividades del Oeste.
Se
producen impactos importantes en la logística de distribución
desde el punto de vista territorial, asociados a las obras
de los Accesos desde el Oeste a Montevideo, iniciadas
en 1979 y finalizadas en 1999 con la recepción de las
Ramblas Edison, Baltasar Brum y Sudamérica. La construcción
de la
Rambla y del Intercambiador y Terminal
de Transporte Colectivo del Cerro se vincula con la reasignación
de usos al sector de la falda del Cerro sobre la bahía,
intentando dar respuesta a su rol como entidad subordinada.
El
Ministerio de Transporte y Obras Públicas define un nuevo
trazado para el Colector Perimetral e inicia las expropiaciones.
Quedan así determinados los principales atractores de
la macro escala promovidos en el nuevo siglo.
Competencias
nacionales y municipales a nivel de la propiedad del suelo,
la jerarquía del viario que la atraviesa y las aspiraciones
poéticas globales aportadas desde la dimensión urbanística,
complejizan un manejo unitario del conjunto. El proceso
reciente de planificación intenta
regular, a través de la gestión, una especie de “guerra
espacial” que desatan las tipologías rivales en pugna.

Territorio
como escenario para la vida
La
era de la identidad asociada
Analizando
el territorio en estudio como recurso económico, como
generador de bienes y servicios, históricamente estuvo
asociado a lo productivo. Un área mediterránea condicionada
por el tamaño predial y la capacidad productiva
del suelo y un área costera signada por la atractividad del espejo de agua de la bahía y la accesibilidad marítima
que posibilitaba su borde acuático.
El
área oeste del Pantanoso aumenta el territorio del departamento
al incorporar el espejo de agua de la bahía como zona
de actividad logística. Para Villa Cosmópolis, la bahía
constituyó parte del terreno urbano. Ese espejo funcionó
como nexo con la ciudad central, fue plataforma marítima
y sostén del intercambio a escala departamental, nacional
y mundial. Villa Cosmópolis “llegaba” a los barcos, la
bahía formaba parte de un sistema fluvial operativo.
Se constituía en un “lugar” diverso y diversificado,
que capitalizaba los valores y los activos territoriales
existentes. Era un territorio de cruce.
Los
primeros asentamientos al oeste del Arroyo Pantanoso surgen
en la falda del Cerro de Montevideo, inmediatos al área
con la contaminación más terrible de su temporalidad,
aspecto que no impide que se autorice la instalación de
un Balneario Municipal en su borde sur en 1930.
Villa
Cosmópolis tenía un funcionamiento autónomo sustentado en la autosuficiencia de los procesos
de los que era soporte. En una primera etapa, su vinculación
con el centro urbano se establecía a través de una serie
de trasbordos, la balsa que cruzaba el Pantanoso se articulaba
con las postas y diligencias y luego con el tranvía. Los
puentes y el establecimiento de servicio de pasajeros
a través del vaporcito que cruzaba la bahía mejorarían
las condiciones de accesibilidad a los servicios del centro
urbano. Villa Cosmópolis participaba de las actividades
culturales que se daban al otro lado de la bahía escuchando desde los balcones de sus viviendas,
ya que la inmundicia que predominaba en el espacio público
les impedía apropiarse de ese ámbito. Los cuadros
de secuencia de hechos vinculados a los impactos
sectoriales desde y sobre la logística ilustran estos
contenidos.
Al
aislamiento determinado por su autosuficiencia productiva
se sumaban los preceptos que surgían de la normativa,
que solamente consolidó para este sector de ciudad los
roles que autónomamente había asumido. Al determinar las
industrias agresivas que había que alejar, la normativa
relegó ciertos roles para ciertos sectores del territorio,
denegándole las preferencias que le asignaba a la ciudad
central. Ejemplo de ello son el Real Decreto de localización
en la margen derecha del Miguelete de los saladeros a
establecerse y la sanción en el Parlamento de leyes que
fomentan la instalación de fábricas de conserva y extracto
de carne.
El
sistema económico tuvo una extraordinaria inercia sobre
el territorio de Villa Cosmópolis. Sus posibilidades de
continuidad y proyección como espacio dinámico se mantuvieron
hasta el último tercio del siglo XX; en ese lapso se articularon
los flujos y se aprovecharon los recursos. Persistieron
en el tiempo las infraestructuras edilicias que enriquecen
el capital físico relacionado con las actividades industriales
y el territorio de elevada aptitud productiva vinculado,
entre otros, con las actividades agropecuarias y los agrosistemas.
Mantuvo sus privilegiadas condiciones de conectividad
real y potencial con el resto de las áreas territoriales
en las diferentes escalas de análisis: país, región, mundo.
Su
aletargado dinamismo actual y su decaimiento están en
directa relación con su escaso potencial económico, con
la “denegación” de condescendencias que se produce desde
el ámbito decisional político-administrativo.
El
área oeste del Pantanoso históricamente se caracterizó
por disponer de una identidad asociada; hoy es una entidad subordinada. Era un territorio de cruce, el espejo
de agua de la bahía construía el vínculo. Era un área
autónoma, compartimentada claramente a partir de sus límites,
excluida de las deferencias que se le otorgaban a la ciudad
central, tanto en el período colonial como en el liberal.
El sistema político y administrativo responde a esa opción
con decisiones concretas, atribuyendo status desiguales
a las diversas partes de un territorio. Es
notoria la ausencia de conectividad con la ciudad central,
“colgando” el amanzanado del Camino de la Costa hacia Colonia, la promoción
de la localización industrial y las actividades pestilentes,
la exclusión y la marginación como parte integrante del
territorio de extramuros.

Edificio
del Frigorífico Swift, en 1947 y en 2009
El
espacio asociado a la idea de transformación
La
era de la entidad subordinada y la persistencia del imaginario
Una
nueva percepción del área será inducida a partir de la
anexión de nuevas intervenciones sobre el espacio. Son
ejemplo de ello el nuevo trazado, asociado a las distintas
velocidades que posibilita su recorrido, de la
Ruta 1 y el cambio de las condiciones
naturales del área rural, vinculado con los cambios tecnológicos
en las distintas ramas de lo productivo: agricultura bajo
techo, riego controlado, espacios de almacenamiento. Los
rasgos culturales, entre ellos la estructura histórica
del catastro, están distribuidos en forma de mosaico dentro
del área rural. La normativa posibilita su subdivisión
irrestricta sin atender, entre otros, a la geomorfología
y a la aptitud del suelo. La normativa busca lograr que
residencia, producción e intercambio se desarrollen en
entornos especializados y a esos efectos los delimita
e intenta protegerlos de las perturbaciones que impedirían
concretar su mejor uso.
Se
puede afirmar que aún persisten en la memoria de los habitantes
del área las etapas de apropiación de su espacio, aspecto
que refuerza su vocación de autonomía y su intencionalidad
de rescatar la identidad laboral y el protagonismo
que poseyó en el siglo anterior. Su dependiente incorporación
actual al resto de la urbanización, como un sector más
de área dormitorio, ha determinado un cambio de escala
en la percepción del área.
El
territorio del área oeste del Pantanoso se visualiza como
poseedor de una elevada cantidad de recursos pasivos desde
el punto de vista infraestructural. No se constituye al
presente en un “digestor” de las oportunidades con que
se lo desafía en función de su disponibilidad de zonas
llanas, accesibles, económicas, y eso lo transforma en
área de atravesamiento y no de cruce.
El
área en consideración incrementa sus potenciales logísticos
por ser un territorio de alta accesibilidad y de baja
densidad. Entendemos que el entorno inmediato, además
de ser concebido como un marco de vida, debería
convertirse en un todo productivo por ser una zona
propicia para actividades de mayor valor añadido y menor
necesidad de suelo.

3.
A modo de sintesis
La
reflexividad sobre la historia del territorio permite
dejar en evidencia los gérmenes que nos importan y los
límites y los fracasos que “topearon” la realidad.
Estudiando
la estructuración territorial de la nación, se concluye
en que la actividad
logística especializó el espacio nacional y el montevideano
y las redes que sostenían los itinerarios en el espacio,
determinando los territorios históricamente activos en
relación a la logística. El área del litoral, con su potencial
asociado al transporte fluvial, ferrocarrilero y carretero,
determinó la prevalencia de los accesos a Montevideo desde
el Oeste, sobre los que se asentaron, en forma predominante,
las actividades derivadas. La conectividad y la accesibilidad
hacia los territorios fueron en parte detonadores y en
parte consecuencia de la localización productiva.
El
análisis realizado muestra que el área de estudio dispone de ventajas comparativas
que le aporta su estructuración natural, a las que se
le suman las ventajas competitivas que le son aportadas
por la construcción del territorio: una fuerte matriz
histórica asociada a la logística, de máxima conectividad
en relación a distintos modos de transporte, por acompañar
la logística de distribución las exigencias de la producción
predominante, las normas referentes a localización industrial,
la presencia del puerto metropolitano, el trazado del
ferrocarril del Norte y los tranvías urbanos.
Se
deja en evidencia que sobre esta área y sobre el borde
de la bahía, cuyo espejo de agua formó parte históricamente
del soporte del intercambio, se acuñan tempranamente,
como alternativa productiva, roles vinculados a la logística
de producción, de distribución y de almacenamiento, que
mantienen su preeminencia hasta el presente, en virtud
de las facilidades que la
Bahía de Montevideo y la costa del Río
de la Plata presentan para la comercialización
de bienes y mercancías.
Se
destaca la forma en que esta matriz territorial se conforma como suma
de intervenciones propuestas desde los más diversos ámbitos.
Se deja en evidencia que las intervenciones de menor escala
se inscriben en las escalas de rangos superiores y, por
lo tanto, las modifican, por llevar implícitas la reformulación
de los ejes de desarrollo del largo plazo y por incidir
en forma variada en los componentes del territorio de
larga duración. Se muestra que en cada corte histórico,
sin pretender definir origen y consecuencia, las distintas
intervenciones contribuyeron a la construcción de las
preexistencias con un rol activo y no predeterminado,
que fueron respaldadas por las decisiones administrativas,
promovidas desde la sociedad en su conjunto y desencadenadas,
en muchos casos, por las condicionantes externas.
Realizando
a lo largo de la historia una lectura transversal, en
la que el manejo de la identidad territorial en una perspectiva
de desarrollo local es dimensión relevante de análisis
en tanto soporte de alternativas, se determina que las
permanencias evidencian la historia del uso del territorio
y por tanto la preservación de su forma, del sedimento
histórico de los valores estructurales de la cultura.
Se
pone en relieve que la construcción de la identidad del
área a través de sucesivas capas determinó una reinterpretación
de las preexistencias en la materialización de cada presente
histórico. El área se constituyó en un “lugar” diverso
y diversificado que capitalizaba los valores y los activos
territoriales existentes. Así mismo, por ser un territorio
de cruce, logró integrarse como identidad asociada al
resto del conjunto urbano hasta el momento en que la ausencia
de otorgamiento de roles desde lo decisional la transformó
en una entidad subordinada.
El
proceso de conformación del “espesor” del lugar de un
espacio bien servido y próximo al centro portuario, deja
en evidencia dos aspectos significativos que ponen en
relieve su vocación dual. Un primer aspecto lo constituye
el resultado del desarrollo de la actividad productiva,
determinando su integración al resto del territorio como
soporte de actividades logísticas de escala supradepartamental, en
la que la localización de los saladeros, sobre los que
posteriormente se construyen los frigoríficos y la conectividad
a ellos asociada, constituye el antecedente que merece
ser destacado. El otro aspecto refiere a la génesis de
la agricultura en el área como una actividad
subsidiaria de la productiva, a su destino agrícola y
productivo como resultado del apoyo de la población del
área a la actividad históricamente protagónica. Esta conclusión
es relevante en la medida que pone en discusión la pertinencia
de un destino agrícola para los sectores estratégicos
del área, siendo que la presión de la actividad logística
pone en relieve la mayor rentabilidad para el conjunto
de la sociedad de una opción a ella asociada.
La
homogénea construcción histórica del arco costero de la
bahía como un continuo vinculado a las actividades de
la macro escala -producción, distribución y almacenamiento-
dependientes del espejo de agua de la bahía, comienza
a correr riesgos. Algunas de las construcciones siguen
siendo funcionales, otras se transforman en ruinas; mas
su conjunto está marcado por la asignación
de valores que la sociedad realiza. Los registros
fotográficos evidencian su estado de abandono y las transformaciones
que desde los ámbitos decisionales se están promoviendo.
Las más contundentes se vinculan con la incorporación
de paseos costeros utilitarios a las áreas residenciales
inmediatas y la expansión portuaria. Dos concreciones
de dimensiones difícilmente articulables se constituyen
en permanencias que habremos de “re-interpretar” al momento
de modelar un nuevo presente.
LSS
La autora egresa de la Facultad de Arquitectura
de la
Universidad de la
República en 1980. Cursa la
Primera Edición de la Maestría en Ordenamiento Territorial y Desarrollo
Urbano en esa misma institución, obteniendo su título
de postgraduación en 2008. Es Miembro Fundador del Grupo
de Estudios Urbanos. Se especializa en Restauración de
Monumentos y Centros Históricos en Italia y República
Argentina. Accede a la
Cátedra de Historia de la
Arquitectura Nacional en 1986, ámbito
en el que actualmente se desempeña como Profesora Adjunta.
Integra el Equipo de Investigación del Instituto de Teoría
de la
Arquitectura y Urbanismo entre 1987 y
2005. Dirige equipos de Relevamiento e Inventario Patrimonial
y actúa como co-Responsable del Equipo Técnico que diseña
el Plan de Ordenamiento Territorial de la ciudad de Montevideo
en las áreas de Estructura Vial, Tránsito y Transporte.
Ver el Estudio
de las evidencias reales, secuencia histórica de
intervenciones y procesos sobre el territorio.
Ver
Genealogía
del territorio: evolución de los espacios humanizados:
inercias, derivaciones y reestructuraciones.
Sobre Montevideo, ver también en café
de las ciudades:
Número 87 I Política de las ciudades (III)
Montevideo
2025 I El recurrente desafío de las tareas pendientes
I Por Juan Pedro Urruzola
Número 67 | Lugares - Entrevista fotográfica
Sueño
al Sur | Imágenes de un viaje a
Uruguay | Mario Cerasoli
Número 56 | La mirada del flâneur
128
(del Parque Rodó hasta el Prado)
| Una visión profunda de Montevideo. | Germán Garibaldi
Número 49 | Lugares
actitud
Montevideo | Fotos de una bicicleteada
rioplatense | Marcelo Corti
Número 46 | Planes de las ciudades
Alta
simplicidad (I) | A propósito de
la gestión. | Ramón Martínez Guarino
Número 47 | Planes de las ciudades (II)
Alta
simplicidad (II) | A propósito de
la gestión. | Ramón Martínez Guarino
Número 46 | Arquitectura de las ciudades
Le
Corbusier: los viajes al Nuevo Mundo
| Cuerpo, naturaleza y abstracción. | Roberto Segre
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