Ver
el Cuestionario
sobre la
Vuelta a Boedo realizado por el autor
a los arquitectos Mario Sabugo, Eduardo Cajide, Sergio
Zicovich Wilson y Hugo Montorfano.

El
2 de diciembre de 1979 se jugó el último partido en el
Gasómetro de
Avenida La Plata, el anterior estadio de
San Lorenzo de Almagro. El
club debió esperar 14 años para volver a jugar en su propio
estadio, el Pedro Bidegain, construido en los terrenos
de la Ciudad Deportiva
en el Bajo Flores.
Sin
embargo, volver a tener estadio propio no hizo que el
Gasómetro de Boedo pasara al olvido. Todo lo contrario.
Es
cierto que hubo una primera época, hasta 1998 aproximadamente,
en la que la alegría por recuperar la localía, sumada
a la obtención del Campeonato de 1995, hizo que la historia
de la pérdida del Gasómetro quedara temporariamente en
el olvido.
Sin
embargo, con el correr del tiempo algunos sanlorencistas
comenzaron percibir cuan diferente era ser local en el
Bajo Flores de lo que había sido en el barrio de Boedo.
Y
a cuestionarse si realmente el Bajo Flores era un lugar
que los sanlorencistas podíamos sentir como propio.
Se
hacía cada vez más claro qué diferente era la experiencia de ir a ver
un partido de fútbol al Bidegain de lo que había sido
ir al Gasómetro de Avenida La
Plata.
Además,
la pérdida de los terrenos en Boedo afectó fuertemente
la sociabilidad de los sanlorencistas. Una cosa era ir
caminando hasta el Gasómetro un día de semana a la tarde
a practicar deportes y algo muy distinto era tener que
ir (probablemente en auto) hasta el Bajo Flores.
Surgió
así una conciencia del desarraigo, de todo lo perdido
con el Gasómetro. Esta conciencia hizo que aproximadamente
a partir de 2001 surgieran sectores que postulaban la
vuelta a Avenida La Plata, como la agrupación De Boedo
Vengo, la peña “Con el Alma en Boedo” y, posteriormente,
la Subcomisión del
Hincha.
Con
el correr de los años, el tema fue creciendo y hoy el
tema del regreso a Avenida La Plata está totalmente instalado entre los socios e hinchas
de San Lorenzo, especialmente los más jóvenes, que
en su gran mayoría no conocieron el Gasómetro de Boedo.
Si
bien las responsabilidades dirigenciales que llevaron
a la desaparición del Gasómetro y a la pérdida de los
terrenos en Boedo son claras para los sanlorencistas,
se tiene la sensación de que hay responsabilidades muy significativas del
Estado en el daño sufrido por el club.
En
este artículo tocaremos, básicamente, dos temas: el rol
de la planificación urbana respecto al club en general
y en la desaparición del Gasómetro en particular; y en
segundo lugar, las implicancias de la vuelta de San Lorenzo
a Boedo para la ciudad de Buenos Aires.

La
planificación urbana y la desaparición del Gasómetro
Me
interesa enfatizar el análisis del rol de la planificación
urbana en la desaparición del Gasómetro. El proceso muestra
claras irregularidades
de la planificación o directamente, su ausencia.
El
Gasómetro llegó a su demolición a través de un proceso
que tuvo como ingredientes la ingenuidad y falta de visión
de algunas dirigencias de San Lorenzo de los años ‘50
y ‘60, que soñaron con la ampliación del club olvidando
toda la tradición de San Lorenzo en Boedo, sumadas a la
irresponsabilidad
de las dirigencias de la década del ‘70. El otro ingrediente
fue la actuación de la entonces Municipalidad
de la
Ciudad de Buenos Aires (MCBA), que por
un lado tenía la necesidad de urbanizar la zona del Bajo
Flores (o al menos ocuparla) y por el otro parece haber
pensado que el uso dado al terreno de Avenida La
Plata no era lo mejor para la ciudad.
En
1965 el club y la MCBA firmaron un convenio que
implicaba formalizar una relación que llevaba algunos
años. Se había “formado una pareja”, aunque el matrimonio
no sería precisamente feliz
Allí
se establecía que en el predio del Gasómetro se construiría
un barrio de monoblocks. Además, San Lorenzo se comprometía
a construir un estadio en la zona del Bajo Flores que
“se financiaría mediante la venta de los terrenos en Boedo”.
Es decir, la venta de los terrenos en Boedo aparece como
mención, a título informativo, y no como obligación.
Cuando
se hizo público que la MCBA iba a comenzar los trámites
para la construcción del barrio de monoblocks los sanlorencistas
se encontraron ante la inminencia del cierre de su estadio.
La reacción hizo que el proyecto se frenara, pero el convenio
seguía vigente.
Años
más tarde, tomó estado público el proyecto de construcción
de una autopista cuya traza, casualmente, iba a cortar
al Gasómetro por la
mitad. El proyecto no prosperó por las
protestas de los vecinos.
Sin
embargo, con la llegada de la dictadura militar al poder
en 1976 y la asunción del brigadier Cacciatore como intendente
de Buenos Aires, el Gasómetro de Boedo comenzó a vivir
sus últimos momentos.
La MCBA se encargó rápidamente
de dejarlo en claro. En primer lugar, se decretó la apertura de las calles Muñiz y Salcedo, lo que implicaba
seccionar el estadio en 4 partes. Nótese que las calles
en cuestión son, como mucho, secundarias. Sin embargo,
para la MCBA era urgente abrirlas.
Para
incrementar la presión, el 22 de agosto de 1979 la
Ordenanza 35.160 decretó la pérdida de
los terrenos en el Bajo Flores otorgados por el convenio
de 1965. Es decir, el club no solamente debió padecer
las falencias del Estado planificador, sino que también
enfrentó al Estado extorsionador.
El
club estaba en situación de debilidad absoluta. Dirigencias
irresponsables lo habían llevado a enfrentar numerosos
juicios. Uno de ellos fue especialmente significativo,
el de la empresa Altgelt,
por un litigio vinculado con la construcción del natatorio
en el Bajo Flores. Al perder ese juicio, la indexación
(vía Circular 1050) hizo que San Lorenzo debiera rematar
la primera fracción del terreno en Boedo.
Además,
durante años se dejó de realizar el mantenimiento del
Gasómetro y de todas las instalaciones sociales en Boedo.
La
posesión de los terrenos en el Bajo Flores tuvo un efecto
perverso: permitió instalar la noción de que el club
era rico porque tenía terrenos en Boedo que podía vender
provechosamente y financiar así la construcción de un
estadio gigantesco en el Bajo Flores. El proyecto del
futuro estadio en el Bajo Flores se usaba para justificar
la falta de mantenimiento del Gasómetro.
Claro
está, estas ideas no contemplaban que el dinero de la
venta de los terrenos se debería usar en buena parte para
pagar juicios.
La
rendición quedó reflejada en la Ordenanza.35.637 del
24 de marzo de 1980, que clasifica al predio dentro del
distrito de zonificación E3, supuestamente para desarrollar
un “complejo urbanístico con locales comerciales”. Taxativamente
se prohíbe el uso “Supermercado Total”. Mediante dicha
ordenanza, la
MCBA le devolvió al club (a 7 meses de
habérselos quitado) los terrenos del Bajo Flores. Pero
le quitó 4.500
m2 del predio de Avenida La Plata, a ser utilizados para
la construcción de una escuela para resolver las necesidades
educativas de los habitantes del “complejo urbanístico”,
superficie que el club “se obligó” a ceder en forma gratuita.
Como
un detalle triste, la Ordenanza celebra el fin
de un estadio “ruinoso y obsoleto”. El
Estado estaba celebrando el fin de un lugar histórico
de la ciudad.
Es
notable que las diversas ordenanzas que determinaron el
fin del Gasómetro no contemplan en ningún momento los
aspectos culturales y sociales implicados. Sin embargo,
en honor a la verdad, tales cuestiones tampoco fueron
consideradas por las dirigencias sanlorencistas, con las
consecuencias conocidas.
El
15 de febrero de 1983 la Ordenanza 38.696 derogó
la apertura de las calles Muñiz y Salcedo. En
1980 era urgente; 3 años después, innecesaria. El
9 de marzo de ese año el club vendió la última fracción
de su predio en Boedo a los consorcios Agrovías y Calder,
vinculados al Banco Mariva. En ese momento la institución
vivía una situación económica crítica, no tenía estadio
(ya se había demolido el Gasómetro) y venía de afrontar
un descenso de categoría.
El
14 de agosto de 1985 se publica la Ordenanza 40.674, que aprueba
el uso “Supermercado Total” para la parcela. Algo más de
un mes después de esta ordenanza Carrefour le compró los
terrenos a Agrovías y Calder. Rapidez
de reflejos que le dicen.
Así,
el predio que en 1980 iba a ser un “complejo urbanístico”
y para el que el uso “Supermercado Total” estaba expresamente
prohibido, pasaba en 1985 a ser utilizado para construir un hipermercado,
con aprobación del Concejo Deliberante.
El
predio que el club cedió para ser destinado a la construcción
de una escuela nunca fue usado para tal fin y tiempo después,
pese a ser esencialmente un bien de dominio privado de
la Ciudad, comenzó a usarse como
“plaza” (aunque rodeada de muros). En 2007 este espacio
fue devuelto a la institución como Reparación Histórica
(Ley 2464).

Algunas
lecciones de la historia
Este
relato, que espero no haya aburrido al lector, buscó mostrar
que la situación
actual en las 4 manzanas que ocupara el club en Boedo
no es fruto de un proyecto urbano definido y consistente.
Más bien, es el resultado de un proceso marcado por ideas
vagas de la planificación urbana, ingenuidad e irresponsabilidad
de las dirigencias del club, desidia y oportunismo empresarial,
con un innegable tufillo a corrupción.
San
Lorenzo no se fue de Avenida La Plata empujado por las tendencias
del mercado inmobiliario. La prueba más evidente de ello
es que 30 años después la
zona no es demasiado diferente de lo que era cuando
estaba el Gasómetro. A una cuadra del predio que hoy ocupa
el hipermercado se siguen viendo baldíos, fábricas abandonadas,
talleres. Y el precio del m2 de terreno de la zona sigue
estando bastante rezagado respecto de otras zonas de la
ciudad.
El
Gasómetro tampoco desapareció fruto de una política urbana
consistente orientada por el Estado, como acabamos de
ver. No hay planificacion urbana que defender en la situación
actual de la zona de Av. La
Plata al 1700.
En
2007 la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires sancionó
la Ley
de Reparación Histórica. La misma devolvió al club
el terreno que había cedido gratuitamente para una escuela
que nunca se construyó. Los fundamentos de la ley dan
por probado que el club fue víctima de las maniobras extorsivas
del gobierno de facto.
El
terreno recibido, en el que se había construido una plaza
interna a la manzana, con una sola salida (la calle Salcedo), es
un verdadero engendro urbano y refleja
fielmente el proceso arriba detallado. En ese terreno
se iba a levantar una escuela para resolver las necesidades
educativas de los habitantes de un complejo urbanístico
que finalmente fue un hipermercado. El hipermercado levantó
paredes que no hubiera levantado el complejo urbanístico
y la escuela no se construyó pero sí una plaza (rodeada
de paredes). ¿Quién se hará cargo de los problemas de
accesibilidad del terreno? San Lorenzo de Almagro, por
supuesto.
Esto
muestra cómo las fallas de la planificación urbana siguieron
perjudicando al club incluso luego de la demolición del
Gasómetro.

Otra
muestra de esto son las políticas de urbanización seguidas
en el sur de Buenos Aires. Primero con Cacciatore entregando
terrenos a varios clubes deportivos en la zona y construyendo varios equipamientos de gran
tamaño, lo que condicionó fuertemente las posibilidades
de urbanización. Y más adelante en el tiempo, permitiendo
el crecimiento descontrolado de las villas de emergencia
y la instalación de equipamientos, que salvo excepciones muy puntuales,
no prestigian a la zona.
Seguramente
no fue el tipo de urbanización que pensaron enfrentar
los dirigentes del club que firmaron el convenio de 1965.
Este cambio en
las reglas de juego en la zona ha perjudicado al club
notablemente.
Aún
hoy el club no posee la escritura de los terrenos del Bajo Flores, donde construyó
un estadio y una ciudad deportiva. Esto le impide
cualquier tipo de negociación de alguna fracción de los
terrenos con el objeto de ampliar su presencia en Boedo
e implica el congelamiento de la situación de las 26 hectáreas,
situación que seguramente no beneficia a la zona.
Compárese
este tratamiento con el dispensado al Club Boca Juniors,
al que se le otorgaron los terrenos de la Costanera Sur con cargo
de construir obras que nunca llevó a cabo. Esto no impidió
que en 1989 el Congreso Nacional sancionara una ley que
permitió a Boca Juniors vender los terrenos por una cifra
muy significativa gracias a la cual pudo, entre otras
cosas, construir el complejo de Casa Amarilla. La inequidad
de tratamiento es muy evidente.

La
vuelta de San Lorenzo a Boedo y la planificación de la
ciudad
La
vuelta de San Lorenzo a Boedo genera acuerdos y desacuerdos.
Por lo general, hay acuerdo sobre lo beneficioso que sería
para el club y para la ciudad la ampliación de la sede
social en Boedo y la construcción de un microestadio.
El
tema que genera más controversias es la construcción de
un estadio de fútbol en Avenida La Plata. La inversión necesaria
para concretarla puede hacer que el tema parezca abstracto,
pero no debería orientar el juicio sobre los efectos positivos
o negativos del proyecto para la ciudad.
Considero
que el análisis de la localización de un estadio no puede
agotarse en la visión meramente “funcionalista”, sino
que debe contemplar la valoración de los aspectos históricos,
culturales e identitarios, muy importantes
en el caso de los estadios de la ciudad de Buenos Aires.
Esta es una particularidad de los estadios, que los diferencia del resto de
los equipamientos urbanos.
La
caracterización de los estadios como “monumentos bohemios”
o monumentos populares”, hecha por Mario Sabugo en su
artículo en la Revista Ambiente
(Nº 40, 1984), es muy aguda porque marca la gran diferencia entre el traslado de un estadio de fútbol y
cualquier otro equipamiento (por ejemplo, un hospital).
El
estadio es un monumento y
por ende se deben tener en cuenta todo
el tipo de cosas a considerar al trasladar un monumento.
Con un agregado: es un “monumento vivo”, no es un lugar
por el cual la gente pasa, mira, tal vez siente alguna
emoción o no. El estadio es un monumento donde la gente
siempre vive emociones y donde concurre reiteradas veces
en distintas etapas de su vida. También es símbolo gigantesco de construcciones sociales
y, por supuesto, el lugar donde está emplazado forma parte
de su poder simbólico.
A
todo este tipo de cosas, el análisis funcionalista directamente
no las considera, como si la ciudad fuera simplemente
un conjunto de equipamientos que consumimos en lugar de
ser el lugar donde vivimos nuestras vidas.
El
caso del Gasómetro y su eventual reconstrucción en Boedo
presenta el desafío de contemplar su especificidad, la
historia del estadio y cómo se produjo su desaparición,
el rol del gobierno de facto y los perjuicios sufridos
por el club.
También
requiere una evaluación crítica de la situación actual
de la zona de Avenida La Plata, con todo su potencial desaprovechado. Un lugar histórico de la ciudad, con posibilidades
de transformarse en un polo cultural y deportivo de la
zona sur (en conjunción con la zona de San Juan y Boedo)
ocupado por un hipermercado que bien podría
distribuir su superficie de ventas en otros terrenos
de la ciudad.
Es
difícil pasar por Avenida La Plata y evitar la sensación
de vacío urbano, de un
lugar definido por una ausencia. Y esto no solamente
le ocurre a los sanlorencistas.
El
lugar que era centro de reunión de miles de socios, sede
de toda clase de eventos multitudinarios, un verdadero
centro de cohesión social del barrio, hoy se caracteriza
por la monótona entrada y salida de anónimos compradores.
De un lugar público
donde se construía sociedad a un lugar privado destinado
al consumo individual.
La
construcción de un microestadio y de un estadio con instalaciones
complementarias (canchas, auditorio, etc.) podría cambiar
fuertemente el perfil de la zona, recuperando una centralidad
que hoy no tiene.
Analizar
la vuelta de San Lorenzo a Boedo nos obliga a abandonar
el prejuicio de que “lo que ocurre” a nivel urbano siempre
es correcto, incuestionable e irreversible. En la ciudad,
a veces “lo que ocurre” es simplemente eso: algo que ocurrió.
Sería importante no caer en el “por algo habrá sido”.
La
vuelta del estadio (con instalaciones deportivas y culturales
complementarias) no logrará “volver el tiempo atrás” y
no lo pretende, sino que busca que el club desarrolle
su potencial, que el barrio de Boedo (y aledaños) recupere
un club social del que hoy carece y la ciudad un hito
urbano que no debió perder.
El
hecho de que el tema tiene más predicamento entre los
socios jóvenes que entre aquellos que conocieron el Gasómetro
es un indicador de que la
vuelta a Boedo no se alimenta de nostalgia.
A
la ciudad de Buenos Aires de los ‘60 y ‘70 se la ha caracterizado
con una imagen: “veredas y colectivos”, reflejando la
fuerte presencia de lo público. El Gasómetro era una pieza
casi lógica de ese tipo de ciudad.
Sin
embargo, los años ‘80 y ‘90 se caracterizaron por el predominio
de lo privado: autopistas, automóvil particular, barrios
cerrados. Y pareció que la nueva tendencia sería eterna.
Sin
embargo, el modelo mostró rápidamente sus limitaciones
y hoy nadie discute la necesidad de priorizar el transporte
público. Esto muestra cómo en la ciudad a veces los contextos
cambian o simplemente se toma conciencia de los errores.
Y a veces es posible llegar a la conclusión de que resulta
más perjudicial persistir en un error, por costoso que
resulte corregirlo.
El
estadio dispondría lógicamente de infraestructura deportiva
complementaria que beneficiaría a los vecinos, muchos
de los cuales seguramente se asociarían, incentivados
por beneficios especiales que el club podría otorgarles.
Para
el club sería fundamental recuperar presencia en su zona
histórica y para la ciudad sería muy positivo recuperar el “monumento popular” que era el
Gasómetro de Boedo.
No
debe olvidarse que el Gasómetro (y el club construido
a su alrededor) era un
gigantesco símbolo de la pujanza de las clases medias
y populares de la Buenos Aires de la primera mitad
del siglo XX. Recuperar tal lugar histórico implicaría
rescatar esos procesos de construcción social.
Es
cierto que el club podría limitarse a ampliar su sede
y construir un microestadio y esa situación sería mejor
que la actual. Pero también
es cierto que así no se recuperaría el monumento popular
que fue el Gasómetro, las instalaciones deportivas serían
menores y un eventual cambio de perfil de la zona sería
moderado o inexistente.
La
instalación del estadio podría incentivar inversiones
vinculadas con el turismo, generando una renovación urbana
que la zona necesita. El desarrollo de un perfil turístico
permitiría dinamizar la actividad en el barrio, lo que
(entre otras cosas) podría mejorar la seguridad en la
zona.
Debe
destacarse que la zona de Boedo tiene una excelente accesibilidad
por transporte público, siendo abastecida por numerosas
líneas de colectivos y 2 líneas de subte. Muchos hinchas
incluso llegarían caminando. Todo lo contrario a lo que
ocurre con el actual estadio del club.
No
puede descartarse la oposición de algunos vecinos. Sin
embargo, este tema no debe magnificarse, teniendo en cuenta
que los partidos de fútbol se desarrollan cada 15 días.
Sería
importante no dar demasiado crédito a visiones anti-urbanas
y no considerar al fútbol como un mal a erradicar de la
ciudad: el fútbol
es parte de la cultura de Buenos Aires. En cualquier
caso, no parece un tema imposible de solucionar.
Además,
el regreso paulatino del club al barrio (primero con un
microestadio y la ampliación de la sede) probablemente
iría generando condiciones más favorables para la eventual
construcción del estadio de fútbol.
Una
cuestión que surge al hablar de la vuelta de San Lorenzo
a Boedo son sus implicaciones para las políticas urbanas
en la zona sur de Buenos Aires.
El
debate obliga a plantearse las posibilidades que tiene
un estadio de fútbol (con infraestructura deportiva complementaria)
tanto para construir ciudad o enriquecer la existente
como para construir
sociabilidades, tanto en el entorno de Avenida La
Plata como en el del Bajo Flores. Además,
es necesario analizar las pérdidas y ganancias de los
actores involucrados: el club y sus socios e hinchas y
el resto de la sociedad, representada políticamente por
las autoridades del GCBA y la
Legislatura (esta clasificación es demasiado
simplificada pero permite vislumbrar los conflictos subyacentes).
He
escuchado más de una declaración pública de políticos
o funcionarios del GCBA manifestando que, palabras más
palabras menos, si bien San Lorenzo enfrenta problemas
en el Bajo Flores su presencia (la del estadio) hace que
gane la ciudad como un todo.
Se
presenta así a la situación como un juego de suma cero:
lo que pierde San Lorenzo lo gana el resto de la sociedad. Sin embargo,
creo por el momento el juego ha sido uno de suma negativa:
el club se ve perjudicado sin que el resto de la sociedad
se beneficie.
No
debería verse a la vuelta del estadio de San Lorenzo a
Boedo como el reconocimiento del fracaso de la urbanización
del Bajo Flores, el tema es bastante más complejo que
eso.
Se
trata de una institución centenaria buscando recuperar
su identidad y desarrollar su máximo potencial como club
social, ni mas ni menos. En cualquier caso, San Lorenzo ha hecho mucho por contribuir al desarrollo del Bajo Flores
y lo seguirá haciendo.
No
parece que el estadio Pedro Bidegain haya desempeñado
un rol significativo en el desarrollo del Bajo Flores
y la zona no se vería demasiado afectada por su eventual
desaparición, aunque sí considero que el club no puede
perder su lugar en la zona y debe seguir cumpliendo su
función social, lo que se lograría manteniendo la Ciudad Deportiva.
Más
aún, la Ciudad Deportiva,
que quedó bastante desarticulada con la construcción del
estadio, podría incrementar su espacio para la práctica
de deportes, en beneficio de los socios y los vecinos
de la zona.
Por
el contrario, considero que el estadio (y las instalaciones
deportivas complementarias) podría tener un fuerte impacto
positivo en la zona de Avenida La
Plata 1700, tanto a nivel social como
por la renovación urbana implicada.
Existe
un discurso permanente desde el Gobierno de la
Ciudad manifestando su voluntad de priorizar
a la zona sur de Buenos Aires. Sería bueno comenzar a
reconocer a Boedo como parte del sur de la ciudad.
De
hecho, una forma de comenzar a resolver los problemas
del sur de Buenos Aires sería reconocer sus fortalezas (la cultura, el tango) en lugar de realizar un
permanente recorte mental y geográfico que vincula a la
zona con sus carencias.
Lejos
de ser una cuestión abstracta, la vuelta de San Lorenzo
a Boedo es un proceso que implicará como mínimo, en un
futuro cercano, la construcción de un microestadio en
Avenida La Plata al 1700. Y tal vez, en
un futuro no tan lejano, la construcción de un estadio
de fútbol en Boedo.
En
este momento, la conmemoración de los 30 años de la desaparición
del Gasómetro nos encuentra con la iniciativa “pro vuelta”
de San Lorenzo a Boedo instalada en los debates internos
del club y con un conocimiento bastante generalizado por
parte del resto de la sociedad. En ese marco,
estas reflexiones pretenden contribuir a construir una ciudad más vivible, consciente de su historia, de sus construcciones
sociales y de sus riquezas culturales. Con San Lorenzo
en Avenida La
Plata, por supuesto.
MC
El
autor es economista especializado en evaluación de proyectos
de inversión y Magister en Economía Urbana. Socio de San
Lorenzo de Almagro, colabora con la agrupación De Boedo
Vengo.
Ver
el Cuestionario
sobre
la Vuelta
a Boedo realizado por el autor a los arquitectos
Mario Sabugo, Eduardo Cajide, Sergio Zicovich Wilson y
Hugo Montorfano.
Ver
el video
realizado por los alumnos de la Escuela Eter, Daniela Rascovan, Martín Ruiz Díaz, Diego Huerta, Francisco
Casuscelli y Santiago Rigotti, publicado en la edición
digital del diario Olé del pasado 2 de diciembre.
Sobre
Boedo, ver también en café
de las ciudades el dossier del número
57:
Número 57 | Lugares
Boedo
Universal | Desplazamientos
y retornos urbanos de la pasión azulgrana | Mario
L. Tercco
Número 57 | Cultura de las ciudades (I)
Dos
escuelas: Boedo y Florida | Buenos Aires y sus cafés como un espacio urbano
para la creatividad literaria | Gabriela Yocco |
Número 57 | La mirada del flâneur
De
Florida a Boedo, 2007 | La
opción por el Sur | Marcelo
Corti |
Número 57 | Cultura de las ciudades (II)
Tangos
del Sur | La
fundación poética del barrio porteño: Boedo, Pompeya,
Almagro, Chiclana... | Marcelo Corti
Sobre
el Gasómetro y la
Vuelta a Avenida La
Plata:
Número 12 | La mirada del flanneur
Ocaso
y renacimiento del Gasómetro | Fútbol y ciudad
(II) | Carmelo Ricot
Número 46 | Política de las ciudades (III)
El
regreso a Avenida La Plata | Un proyecto de reparación histórica
para San Lorenzo (y los ecos del Mundial). | Carmelo
Ricot
Y
en general sobre fútbol y ciudades:
Número 10 | Economía
Futbol
y ciudad | Un
negocio galáctico. | Josep Alías y Marcelo Corti |
Número 18 | Fútbol
y ciudad (III)
El
acoso a la fiesta | No se escucha (son
amargos...) | Carmelo Ricot
Número 43 | La mirada
del flânneur (Fútbol y Ciudad IV):
Eric
Cantona: ¿vocero de la globalización neoliberal o vulgar
“hijo de puta”? | Nike y
la alegría de los niños. | Carmelo Ricot
Número 45 | La mirada del
flâneur
El
Mundial por TV | El fútbol en la era de su reproducción televisiva.
| Carmelo Ricot
Número 69 | Fútbol
y ciudades
La
ciudad del Mundial ‘78 | La fiesta de la dictadura y sus huellas en
Buenos Aires | Marcelo Corti |
Número
83 | Terquedades
Una
mirada arrabalera a Buenos Aires | Terquedad del
Fútbol (dePrimente) | Mario L. Tercco