La Ciudad Feliz
Mar del Plata,
referencia de la clase media argentina.
Por
Marcelo Robutti
Si se mira esta ciudad sin prejuicios localistas, rápidamente
puede hacerse un anagrama. En Mar del Plata, la "plata"
viene del mar.
La riqueza es
generada principalmente por tres actividades, turística,
pesquera y textil, dos de las cuales dependen directamente del mar.
Pero no solo
la economía viene del mar. La ciudad se debe toda al Océano
Atlántico que la limita al suroeste. Su paisaje, su identidad,
su banalizada postal, su integrada identidad turística, su
estructura urbana, su dinámica inmobiliaria, su registro
en el imaginario de los argentinos y los latinoamericanos limítrofes.
La ciudad no
fue fundada allí por casualidad. Se posa sobre los macizos
de las Sierras de los Padres, últimas estribaciones del antiguo
sistema orográfico de las Sierras de Tandilia y de la Ventana.
Es un afloramiento que rompe la monotonía perpetuamente chata
de la Pampa Húmeda Deprimida al sur del río Salado
en la Provincia de Buenos Aires, lo cual le da al paisaje urbano
una distinción respecto de otros balnearios de la
costa atlántica como Pinamar y Villa Gesell al norte, o Necochea
al sur, lugares donde la línea de costa es eso, solamente
una línea horizontal.
Por lo tanto
la relación de la urbe con el mar es sumamente dinámica.
La costa tiene
bahías suaves donde se generan la playas como Playa Bristol,
Varese, Playa Grande, Playa de Punta Mogotes, donde se extiende
la arena, se apretujan los turistas de verano en plan de playa y
los bañistas pueden entrar al mar.
Estas alternan
con sectores sin arena, como Cabo Corrientes, El Torreón,
La Perla, donde las piedras de antiguas eras geológicas afloran
con bellas formas casi de escultor, siendo que el escultor es el
golpe del mar a través de los siglos.

Espectáculo
adicional y gratuito son esas casi aguas danzantes producto
del estallido de las olas al chocar contra las rocas.

Para completar,
las piedras nos acompañan también atrás creando
barrancas, desniveles y taludes, que en algunos lugares han
sido tratados paisajísticamente con vegetación.
Esa suerte de
coreografía entre salidas y entradas, arenas y piedras, subidas,
bajadas y superficies planas, crea una dinámica de recorrido
por sus ramblas, interesantes puntos paisajísticos, cambios
de asoleamientos y de percepción de los vientos, impensable
en otras costas veraniegas argentinas.


Semejante
riqueza en términos de estructura del territorio no ha estado
exenta de banalidades, imprevisiones y avaricias.
Pocos años
atrás se realizó una positiva recuperación
de las arenas de las playas, volcando el producido de dragados en
el puerto sobre las costas, ganando mucha superficie, lo cual mejoraba
notablemente la cantidad y calidad de las mismas. Sin embargo, no
debe haber habido un entendimiento serio del comportamiento hidrodinámico
del mar, las mareas, las corrientes, y sobre todo las tormentas,
y no se previeron las defensas que resultaran necesarias para no
perder arena a manos de las olas y los vientos. Las playas se
han erosionado muy rápidamente en unos seis años,
aparecieron las viejas escolleras que habían sido cubiertas
y el proceso continúa.

Las concesiones
de sectores de playa para la instalación de carpas ocupan
casi todo el espacio disponible dejando muy poco sitio de playa
pública. Si bien es un servicio interesante y necesario
para cierto tipo de personas, (familias con niños pequeños,
discapacitados, personas mayores, estadías muy cortas) el
consumo de superficie resulta abusivo y obliga a quien no quiere
o no puede gastar a apretujarse hasta la inhumanidad en los pocos
metros cuadrados de uso público. Por lo demás, generan
barreras de cientos de metros
sin acceso público a las playas.

A la vez el
pisoteo constante en el sector de playa pública acelera el
proceso de erosión, cosa que se evidencia en la altura
de la arena en el sector de playa concesionada y el abrupto declive
en el sector de playa pública.

No ya en la
playa pero sí en su borde urbano, las masas edilicias
has sido, en ocasiones, abusivas para con él. Interesantes
casonas de principios y mediados del siglo 20 fueron derrumbadas
por la especulación inmobiliaria. Algunas pocas quedan apretujadas
entre los edificios de departamentos varias veces más voluminosos.


Salvando
algunos pocos buenos ejemplos rescatables, los edificios de propiedad
horizontal resultantes de este proceso han abusado de las bondades
que les daba el entorno casi danzante entre naturaleza, ciudad y
personas.

Sin embargo,
parece que esto monstruos se han incorporado, más por acostumbramiento
que por virtudes, al paisaje de la costa.

Luego de haber
sido un tanto abandonada durante la década del 90 y el dólar
barato por otros destinos fuera del país (Miami, Punta del
Este, Florianópolis), la coyuntura cambiaria inversa empuja
a los argentinos que pueden vacacionar una vez al año, o
trasladarse por tres o cuatro días, a redescubrir Mar
del Plata (también conocida como "la Ciudad Feliz",
en una temprana operación de marketing urbano). Se ha potenciado
el mercado del entretenimiento y los eventos culturales, deportivos
y del espectáculo, ha aumentado la cantidad de visitantes,
en cierta medida ha habido mejoras en su espacio público
y sus bellezas naturales, su artística relación entre
ciudad y mar, vuelve a ser referencia de la clase media argentina.
MR
El
autor es arquitecto y urbanista. Integra la Consultora Zirma.
La
Rambla de Mar del Plata fue seleccionada como Mejor Práctica
urbana del pasado, en el Concurso de ByMPU/CdlC 2005. Ver la presentación,
realizada por el autor de esta nota, y la adjudicación
del premio en
los números 37 y 39, respectivamente, de café
de las ciudades.
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