Dos manzanas
del Centro de Buenos Aires
Apuntes para
una normativa urbana (II).
Por
Mario L. Tercco

Dos situaciones
urbanas en manzanas adyacentes del Centro pueden ejemplificar algunas
cuestiones sobre el urbanismo de Buenos Aires: la relación
entre edificio y manzana, la posibilidad de recuperar espacio
público en la edificación privada, la dialéctica
entre normativa y arquitectura, la tipología de edificio
en altura y la preservación patrimonial. La elección
de los ejemplos es absolutamente aleatoria y tiene que ver con el
azar de un recorrido más que con una selección rigurosa.
El Centro porteño presenta decenas de casos que servirían
también para ilustrar estas reflexiones (de hecho se mencionarán
algunos en esta nota).
Se trata de
dos situaciones vecinas en el espacio pero alejadas en su tiempo
de concreción. El edificio sede del Banco de Tokio, de Corrientes
y Reconquista, es un proyecto de los primeros ’80, que además
de algunos gestos postmodernos tributarios al zeitgeist entonces
vigente, se retira de la calle para abrir un espacio público
de alrededor de un cuarto de manzana, limitado en uno de sus lados
por el edificio SAFICO, icono del racionalismo argentino. Más
reciente, el conjunto compuesto por la torre de la calle San Martín
344, la remodelación del edificio neocolonial de La Nación
en la calle Florida y el local de Falabella que une ambos edificios
por el pulmón de manzana, replantea la tradición de
las galerías conectivas en el Microcentro.

El espacio entre
el Banco de Tokio y el SAFICO (la Plazoleta San Nicolás)
está pensado como un descanso urbano, un hueco para
el almuerzo de los oficinistas, con una explanada de acceso jerarquizado
al Banco y una serie de terrazas escalonadas equipadas y ajardinadas
en la plazoleta. El ahuecamiento de la manzana permite liberar una
perspectiva lateral para el escalonamiento del SAFICO, que de otra
manera hubiera permanecido como de difícil perspectiva desde
la calle Corrientes. Tanto el SAFICO y el Banco de Tokio como el
edificio que limita la plazoleta por el sur presentan fachadas de
muy diversas características al espacio urbano. Pero la pequeña
plazoleta elude toda intención de continuar la horadación
de la manzana. La propia conformación del espacio dificulta
la idea de recorrido y continuidad: el eje principal de composición,
que sigue la diagonal de la esquina, remata en un local destinado
a estación de policía, que hoy alberga la "Comisaría
del turista"; hacia la avenida, el espacio opone el juego de
desniveles y un sobredimensionado acceso al estacionamiento subterráneo.
El uso de descanso urbano permitiría pensar en locales comerciales
y bares que sirvieran a la plazoleta, además de la comisaría,
pero no hay planteo alguno en los edificios vecinos: priva la división
de predios (el Código Civil) por sobre la lógica del
espacio público. En un caso con ciertos parecidos, la Plaza
Roberto Arlt habilitada en los ´70, una situación similar
se responde con apertura de ventanas sobre las medianeras, aunque
tampoco se plantean locales.


El planteo de
Falabella, si bien propone la conexión del recorrido entre
las calles San Martín y Florida, a duras penas puede considerarse
como proponiendo un espacio público. Se trata en todo caso
de un paseo comercial, bajo control de una sola empresa,
que no se esfuerza en comunicar a la calle la naturaleza de esta
conectividad urbana. Sobre San Martín, el prisma lacónico
del edificio de perímetro libre deja un hueco por el que
se formaliza el paso a la galería. La Casa Museo de Bartolomé
Mitre (fundador de La Nación) se percibe desde el sur como
una especie de basamento para la torre, pero en la práctica
el tratamiento del espacio la deja aislada de este predio, con solo
un emprolijamiento de la medianera. La torre se retira de la calle,
a la que presenta una correcta marquesina, y un par de anodinas
enfiladas de arbustos y farolitos. La resolución del paso
a Falabella no es minimalista ni austera, es administrativa:
el espacio que el Código de Planeamiento Urbano establece
como separación de un edificio de perímetro libre,
y un cartel que anuncia el local.



Dentro de Falabella,
el diseño del techo de cristal marca el desfasaje de los
terrenos de una calle a otra. El espacio es recorrible o fruible
solo en función del consumo, los únicos remansos
son el local de Al queso, queso, donde es posible sentarse
a tomar un café o reponer energías con un sandwich
o una tabla de quesos (muy ricos, por cierto), y la cafetería
de la cadena The coffee store, en el patio del subsuelo.
Más allá, el local prosigue con su recorrido de compras,
saliendo a Florida por el edificio neocolonial, del cual el interior
no ofrece referencias: solo se dejó, como cáscara,
la fachada, que a su vez resulta agredida por el tamaño desmesurado
y la incompatibilidad
formal de la cartelería
de la tienda.
El recorrido
por el interior de la manzana queda reducido a dos posibilidades:
cortar camino, o ir de compras. La flânerie urbana,
el vagar y perderse de la ciudad, se excluyen expresamente. Estas
prácticas estaban más o menos toleradas en el viejo
Harrod´s (y su continuidad por la cortada 3 Sargentos), en la Galería
del Este y hasta en las galerías de los ´70, como la del
Sol, la del Caminante y la Jardín, que al menos tenían
bancos y canteros donde sentarse y descansar. En Falabella se desalienta
el recorrido no consumista, algo que ya se advierte en los ´90 en
el proceso de ocupación del espacio de la Galería
Pacífico, donde no es posible apreciar la cúpula con
los frescos de Berni, Spilimbergo y demás maestros porque
todo el espacio no estrictamente circulatorio ha sido ocupado por
stands comerciales.




La densidad
del Centro de Buenos Aires validaría una resolución
morfológica del centro de las manzanas que implicara generar
espacio público de calidad, mejorar las condiciones ambientales
de asoleamiento, iluminación y ventilación, resolver
situaciones de paisaje urbano, generar interesantes contrapuntos
morfológicos y funcionales entre edificios vecinos y
otros recursos de enriquecimiento urbano. Este es el tipo de operación
que sería factible impulsar desde una normativa urbanística
ideológicamente afín y que, por tanto, ofreciera estímulos
a la generación de espacio público, a la generación
de recorridos urbanos, al mejoramiento del paisaje urbano. En cambio,
la normativa emanada del Código de Planeamiento Urbano de
1977 y sus sucesivas reformas premia los edificios
en torre de perímetro libre (destructores
del tejido urbano existente) y las grandes parcelas (funcionales
a los desarrollos de gran capital). Este Código también
postula una hipotética manzana con centro libre, que
no existía al crearse la normativa y que ésta no logró
incentivar en casi treinta años de vigencia.
MLT
Sobre
el Area
Central de Buenos Aires,
ver el Programa para su recuperación y "reinvención"
en el número 26 de café
de las ciudades.
Sobre
la normativa urbana de Buenos Aires, ver la nota ¿Evaluar
impactos o planificar la ciudad? - Apuntes para una normativa urbana
(I),
de Mario L. Tercco, en el número 43 de café
de las ciudades.
Sobre
los desatinos del Cartel de Buenos Aires, ver la nota
original,
la carta
de Pablo Morejón
y El
más inmundo Cartel de Buenos Aires
("premio" cdlc
a las malas prácticas urbanas del año 2004)
en los números 12, 16 y 27, respectivamente,
Sobre
el estímulo a la torre de perímetro libre en el Código
de Planeamiento Urbano, ver las notas
Los
deseos imaginarios del comprador de Torre Country
y La
génesis de Torre Country,
ambas de la serie Una tipología antiurbana, de Mario L. Tercco;
La
transformación de Palermo Nuevo, Pacífico y el eje
de Juan B. Justo,
de Daniela Szajnberg y Christian Cordara; y El
Nuevo Orden Palermitano,
de Carmelo Ricot, en los números 33, 34 y 35, respectivamente,
de café
de las ciudades.
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