A unas pocas horas del DF se encuentra una de las ciudades
más sorprendentes de América. Perderse en sus
calles resulta una experiencia inigualable.

Es lunes
de madrugada y decididos a escaparle un poco al tumulto y
a la contaminación nos abandonarnos a un paseo sentimental
por los caminos de Guanajuato. Vamos hacia el noroeste por
la carretera que lleva a Querétaro, rumbo a la zona
del Bajío Mexicano, punto neurálgico de su historia
económica y política. Al frente de la expedición
se encuentra Güicho Baggins: fiel escudero y conocedor
de la zona donde, como bien sigue cantando el bardo: "No
vale nada la vida. La vida no vale nada. Comienza siempre
llorando y así llorando se acaba". Sometidos
a tal inexorable metafísica desayunamos huevos con
chorizo en un anónimo paradero. Carla toma fotos con
su vieja Canon. Es un hobby que tiene hace años, aunque
lo suyo es cantar tangos en el DF. Gatilla la cámara
una y otra vez…Dentro del carro, la extensión mexicana
acompaña un chamamé santafesino. Güicho
tiene una particular fascinación con Argentina.
Viajó hace unos años y disfruta incansablemente
del recuerdo. Nos cuenta que una de las cosas que más
lo impresiono fue la llanura del campo. Me lo dice a medida
que avanzamos entre cerros. Le digo que en el sur, la planicie
se extiende más allá de la línea del
horizonte. Me ve sorprendido: de alguna manera el corazón
del mexicano está resguardado entre estas lomitas.

Luego
de unas cuatro horas nuestro guía nos señala
a lo lejos el cristo del Cubilete. El carro sube la cuesta
mordiendo la silueta árida de un cerro mientras a un
lado nace una cañada. En México no se llega
a las ciudades; las ciudades se le aparecen a uno como
el signo proverbial e irrefutable de que, alguna vez, vendrá
aquella que nos susurre al oído un definitivo "aquí
te quedas". Guanajuato es la capital del estado del mismo
nombre. Por años se extrajo de aquí gran parte
de la plata mundial. De hecho, fueron en esta zona del Bajío
donde se concentraron los asentamientos mineros del Virreinato.
Inundadas en la Guerra de la Independencia, fueron reabiertas
en el Porfiriato. Posteriormente, durante la Revolución,
fueron abandonadas. Aunque hoy en día la ciudad vive
básicamente del turismo, muchas de ellas están
nuevamente en funcionamiento. Es tarde y buscamos el lugar
donde pasaremos la noche. Manuel y Amalia son una pareja de
amigos que viven en la ciudad hace algunos años. Nos
alojan en su casa de la colonia Balcones de Guanajuato, ubicada
en la periferia. Llegamos por la Panorámica: calle
que hace un poco de límite entre la población
y la soledad del cerro. Los dos se dedican al arte. Amalia
es restauradora y trabaja en un ambicioso proyecto en el Teatro
Juárez. Manuel en cambio, es el coordinador desde el
año 1992 de "México en Globo", festival
que año tras año toma mayor relevancia en la
zona.

Llegar
de noche a una nueva ciudad estimula doblemente la imaginación…
Por la mañana bajamos hacia el centro. "Bajar"
o "Subir" es una forma muy común de ubicación
entre los lugareños de la gran cañada. Decidimos
iniciar el paseo por el Jardín de la Unión.
El camino es errático, lleno de pasajes empinados y
curvas. Y de repente el carro se sumerge en la tierra atravesando
gran parte de la ciudad y la expectación crece a medida
que nos acercamos al claro. Guanajuato cuenta con una red
subterránea de túneles en expansión y
única por sus características arquitectónicas;
uno de los tantos motivos que la llevo a ser declarada patrimonio
de la humanidad. Salimos por un viejo canal devenido calle,
donde las casas se sostienen en viejos listones. La plaza,
con forma de cuña, aloja en sus bordes varias cafeterías.
Frente a esta se halla la iglesia churrigueresca de San Diego
y, a un lado, el imponente teatro Juárez. Amalia nos
permite la entrada. Se encuentra en pleno proceso de restauración
del telón original, hallado, según nos cuenta,
en un cuarto de mantenimiento. Subimos al escenario mientras
nos explica las diferentes partes del proceso. El Juárez
tomo vida a principios del siglo XIX y, como casi todos los
teatros de la época, conserva elementos de la arquitectura
franco-morisca: columnas neoclásicas, una araña
de cristales, guirnaldas en los antepechos de los palcos y
el salón auditorio concebido con los elementos más
sublimes del arte musulmán. Es también el centro
escénico del festival Cervantino, que se realiza todos
años en el mes de octubre y que atrae a miles de turistas
de todas partes del mundo. Nos perdemos por las callecitas
hasta toparnos con la Universidad: un gran marfil morisco
con escaleras trepando más allá del edificio.
Construida hace medio siglo es un orgullo de los guanajuatenses.
A unos metros esta el templo de la Compañía
de Jesús, con su cúpula del siglo XIX. Pero
nos dirigimos hacia lo que en su origen fue un gran granero
público y hoy es la famosa alhóndiga de Granaditas,
símbolo de la lucha independentista. Fue en ese lugar
donde un minero apodado el Pípila se abalanzó
contra sus puertas, prendiéndole fuego y posibilitando
la toma. Hoy en día se puede ver la estatua del héroe
en la cima de la ciudad. A los pies se lee la frase: "Aún
hay muchas alhóndigas por quemar".
Luego
de tomar un refrigerio en la "Clave Azul", comemos
unas enchiladas en "México lindo y sabroso":
un restaurante con una excelente oferta gastronómica
nacional.

Posteriormente,
comenzamos a subir. Desde el centro de la ciudad se pueden
ver los grandes murallones de la mina de rayas, todavía
en funcionamiento. Pero a medida que nos alejamos de Guanajuato
vemos a lo lejos la antigua mina de Guadalupe; un coloso devenido
hotel. La Valenciana también esta en funcionamiento,
desde ella se puede tener unas de las panorámicas más
hermosas de la ciudad. Antiguamente trabajaban allí
unos mil doscientos mineros; hoy, esa cantidad se reduce a
solo veinte. En la entrada a la mina hay un altar: es el Cristo
de los mineros. A el se encomiendan cada vez que bajan los
quinientos metros en busca de la plata. Anochece en Guanajuato
mientras se encienden los faroles a lo largo de la cañada.
El centro esta lleno de restaurantes y cafés donde
pasar una buena velada. La atracción principal son
las callejoneadas, que consisten en un paseo musical
por distintos rincones de la ciudad. El recorrido esta guiado
por distintos grupos de "tunas universitarias",
con sus instrumentos y sus trajes típicos. Otra de
las atracciones turísticas es el museo de las momias,
que expone más de cien cadáveres momificados
descubiertos durante la ampliación del cementerio público
en 1865.

Durante
la mañana siguiente y luego de despedirnos de nuestros
amigos, damos un pequeño recorrido por la magnifica
Hacienda San Gabriel Barrera, para luego tomar la ruta que
nos lleve a Dolores Hidalgo. Güicho hunde el acelerador
mientras comienza a contar una historia… "Hubo una
vez un párroco criollo que, sin tener ninguna formación
militar, desafió al gobierno con un discurso encarnado,
inició una revuelta, y termino asesinado en Chihuahua.
El cura se llamaba Hidalgo y el lugar donde aquello se forjó
fue el pueblo de Dolores…"
Los 45
kilómetros que separan Guanajuato de Dolores Hidalgo
conforman un escenario singular. Las cumbres azuladas de los
cerros y la soledad del valle son tan solo interrumpidas por
la presencia de un hombre a pie. A medida que nos acercamos,
comienzan los puestos de antigüedades que ofrecen desde
imágenes de santos a viejos refrigeradores. Luego,
como describe el tema de José Alfredo Jiménez,
tras lomita se esconde Dolores Hidalgo. Desde la cima
vemos el campanario de la parroquia. Casas bajas y antiguas,
un mercado y numerosas iglesias describen un espectáculo
típicamente mexicano en el que se pueden visitar tanto
la casa de Hidalgo como la de José Alfredo.
De regreso
a la gran ciudad decidimos pasar a comer por San Miguel de
Allende. Una hermosa iglesia neogótica y un reconocido
instituto artístico son unos de los muchos atractivos
que este hermoso pueblo colonial puede brindarnos. Pero fundamentalmente
son sus comercios, su gastronomía y su ambiente pluricultural
lo que atrae anualmente a tantos turistas.
Al finalizar
el día emprendemos el regreso con la fiel certeza de
que será hasta muy pronto. Güicho Baggins
surca la noche mexicana y de repente, detrás de un
cerro, el esplendor de la gran metrópoli aparece ante
nosotros.
IP
El
autor nació en Buenos Aires en 1973. Es viajero, actor,
escritor. Desde 2003 vive en la Ciudad de México DF
y escribe para diversas publicaciones. En 2005 crea La
Compañía del Tango Nómada. Contactos:
arte@carlaborghetti.com
Ver
su primera crónica mexicana, Imaginando
Tepito,
en el número 47 de café
de las ciudades.
Sobre
ciudades mexicanas, ver también las notas Espectros
de la ciudad de México,
de Juan Villoro, y la crónica de la película
En
el hoyo,
en los números 36 y 47, respectivamente, de café
de las ciudades.
En
camino a Guanajuato, el autor recomienda estos hoteles:
Cerro
de San Miguel Nº 13 - Hotel
Refugio Casa Colorada,
Categoría
especial
Paseo
de la presa Nº 168 - Quinta
Las Acacias,
Categoría
especial
Camino
a Marfil Km 2,5 - Misión Guanajuato, misiongt@prodigy.net.mx,
5
estrellas
Positos
Nº 35 - Mesón de los Poetas, mpoetas@avantel.net,
4 estrellas
Carretera
a Guanajuato, Irap. Km 11 - Cuevas
- Hacienda del Marqués,
3 estrellas
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