En
un reportaje
reciente, Alfredo Garay se refirió al tema de los
campamentos para los refugiados tras el terremoto de Haití y
dio una clase de sentido común, no utópico y muy ejecutivo,
de cómo optimizar las inversiones necesarias para dar cobijo
transitorio a los moradores sobrevivientes y despojados de sus
viviendas. Proponía que estos campamentos se planifiquen aceleradamente,
pero previendo su transformación en ciudad.
Ciudad no deseable tal vez, por su grado de precariedad, pero
presumimos como funcionarán en la realidad las cosas y el destino
que le puede deparar a Haití el actual sistema de dependencia.
Sin
la dramaticidad ni la urgencia de
esta catástrofe, encontramos en nuestro arcón el antecedente
de la
Cidade Libre, hoy
llamada Núcleo Bandeirante, que fue apodada “la madre de Brasilia”, ya que se constituyó
en diciembre de 1956 como el campamento para los trabajadores
que intervendrían en la construcción de la Nueva Capital de Brasil, los candangos (gentilicio
de los habitantes de Brasilia, originalmente usado para referirse
a los trabajadores que inmigraban a la futura capital).
Constituyó
uno de los principales núcleos previos a la capital y formaba
parte del conjunto de equipamientos necesarios para poner en marcha el Plan Piloto de Brasilia:
Velhacap (posteriormente denominada
Candangolândia) tenía función administrativa; el Hospital
de IAPI, función hospitalaria y la Cidade Livre,
función comercial.
Los
planificadores de Brasilia pretendían eximirla de las características indeseadas
“del resto de las ciudades
de Brasil”. De ahí que el Plan Piloto tuviera prohibido
el desarrollo de periferias urbanas para los pobres, típicas
de otras ciudades. Pero, a pesar de todo, la realidad se impuso
y aún antes de la inauguración de Brasilia (1960), el propio
gobierno sumó otros núcleos urbanos satélites, periféricos y
empobrecidos (Taguatinga y Gama). Todas estas ciudades nacieron juntas,
pero no son iguales. Son extremos
que se complementan. Esos aglomerados que Lucio Costa no
planeó, ni Oscar Niemeyer decoró con monumentos tan bellos como inhabitables,
contrastan paradójicamente con el espanto futurista de la metrópoli
que rodean. La contemplación del conjunto evidencia que Brasilia
no tiene “pueblo”. Sus residentes son vistos en el ejido planificado
durante el día. En el comienzo de la noche, vuelven a la babel
periférica y duermen en casa.
Retomemos
el caso de la Cidade Livre: con construcciones precarias, de
modo de evidenciar su
supuesta vocación efímera, brotó como campamento para recibir
a los trabajadores que construirían Brasilia. Era “livre”
porque, como toda zona franca, no cobraba impuestos, para incentivar
a llegada de comerciantes a la región. Los lotes destinados
al comercio, industria y servicios fueron cedidos en sistema
de comodato por un plazo máximo de 4 años y por este motivo
no eran otorgados permisos para vivienda. Su vigencia estaría
limitada al período de la construcción (1956-1960). Se calculaba
que al fin de las obras los moradores volverían a su tierra
natal o se mudarían a las ciudades vecinas. La idea original,
de funcionar como mera
barraca de lo que ocurría al lado, en los andamios de la
construcción de Brasilia, no funcionó.
Se
implantó fuera del perímetro del Plano Piloto; su primera infraestructura
fue la apertura, al final de 1956, de las principales avenidas
de la Cidade Livre. Sus 342 edificaciones
eran de madera, recubiertas con chapas de aluminio, asbesto
cemento, zinc y hasta paja; la energía eléctrica y la iluminación
eran garantizadas por generadores y la captación de agua, a
su vez, era tomada de un arroyo. Las calles de tierra compactada
remitían al carácter provisorio de la ciudad. En el período
de las lluvias, los moradores
convivían con el barro y en el período seco, con el polvo
rojo, propio de la región. En julio
de 1957, Núcleo Bandeirante contaba con una población de 2.212
habitantes. Polo comercial y administrativo, era el lugar donde
los operarios eran reclutados para ser fichados en las diversas
empresas constructoras. Por entonces ya existían almacenes,
tejedurías, restaurantes, peluquerías, tintorerías, mercerías,
carnicerías, farmacias, escuelas, cines, bares, pensiones y
hoteles. La JBS-FRIBOI comenzó a crecer
allí: con apenas 5 empleados empezó como proveedora de carne
para las constructoras de la nueva capital y se convirtió en
la mayor empresa del mundo del sector. La ciudad también era
un punto de placer, comercio y atención médica para los moradores
e indujo, en los fines de semana o en las horas libres, a que
los operarios gastaran el pago recibido por las arduas horas
trabajadas. Recuerdos de los bares, de la zona bohemia, de las
tabernas y de la zona prostibularia son parte
de la memoria colectiva como las únicas diversiones existentes.
También fueron implantados locales para cultos religiosos (batista,
kardecistas y católicos).
La intensa propaganda sobre la construcción de Brasilia y las ventajas
tributarias ofrecidas lograron que el flujo de personas fuese
aumentando con el pasar de los años. Los campamentos no tenían
comodidades suficientes para abrigar a los trabajadores que
llegaban, en muchos casos, con sus familias. Comenzaron a surgir, entonces, los asentamientos
informales y las llamadas invasiones (tomas de tierra) alrededor
de los campamentos de las constructoras. Antes de la inauguración
de Brasilia, Cidade Livre ya contaba con una
población de 12 mil personas, asentadas irregularmente en los
propios comercios, hoteles y también en las tomas de tierra.
Para solucionar el problema de estas y otras invasiones fueron
creadas las ciudades satélites de Gama y Taguatinga,
a donde fue transferida la mayoría de los moradores. A pesar
de esta medida, las tomas no fueron totalmente erradicadas porque
la llegada de personas a Brasilia continuó, generando mayor
demanda de viviendas.
Quedó
grabada, entre los moradores, la amenaza del Presidente de NOVACAP
(“Compañía urbanizadora de la Nueva Capital del Brasil”,
empresa pública encargada de ejecutar el “Plan Piloto” de Brasilia):“En abril de 1960, mando los tractores para
barrer con todo”. Nunca llegaron, porque antes de que Brasilia
asomara como realidad la
Cidade Livre se
convertiría en un aglomerado
urbano incontrolable, imán de riquezas imaginarias. Cuando
el gobierno comenzó a moverse, de modo de liberar el campamento,
hubo protestas, luchas y manifestaciones. Aproximándose la inauguración
de la capital, en abril de 1960, comenzaron los preparativos
de desmontaje de la Cidade Livre. Tuvo inicio, entonces,
un movimiento de moradores y usuarios de la ciudad que reivindicaban
su radicación, contrariamente a lo estipulado por NOVACAP. El
“Movimiento Pro-Radicación y Urbanización del Núcleo Bandeirante”
sufrió intenso hostigamiento de parte del prefecto de Brasilia,
que preveía, entre otras formas de control, la transferencia
de los moradores de las tomas de tierra
a las ciudades satélites ya inauguradas, y también la demolición
de las edificaciones. Muchos creían que el gran número de incendios
verificados en ese período fueron parte de una estrategia oficial
para contrarrestar al movimiento de radicación. Como respuesta
a los embates oficiales, el movimiento alcanzó un alto índice de organización, congregando
diferentes categorías de trabajadores, y echó mano a diferentes
estrategias de presión, además de articulaciones políticas preelectorales.

La
victoria del movimiento ocurre en 1961, durante el gobierno
de Janio Quadros,
por la presión popular que llegó a su cresta en el Congreso,
en forma de Ley: nacía el Núcleo Bandeirante, hoy con más de
40.000 moradores, una ciudad de vida más real que aquella cultivada
en las supermanzanas del Plan Piloto
de Brasilia. A partir de entonces, el Movimiento pasó a luchar por la implantación de la infraestructura
necesaria en una ciudad: agua, luz, pavimentación, red cloacal,
entre otras. Con la deposición del presidente constitucional
por el golpe militar, en 1964, el movimiento (como otros movimientos
sociales) comenzó a languidecer y pasó a ser visto como foco
de agitación política, lo que culminó con la prisión de su líder,
acusado de ser comunista.
La infraestructura de la ciudad fue ejecutada a lo largo de la década del
´60, oportunidad en que las
edificaciones de madera fueron substituidas, de a poco, por
albañilería. En 1964, Cidade Livre,
ya denominada Núcleo Bandeirante, pasó a integrar la Región Administrativa
de Brasilia. Durante la década del ´70 ya estaba casi toda urbanizada,
mientras que las tomas de tierras de la época de la construcción
fueron casi todas erradicadas. En tanto, Metropolitana, una
especie de barrio que tuvo su origen en el campamento montado
para albergar los ingenieros y trabajadores de la Compañía Metropolitana
de Rutas, se integró al tejido urbano de la ciudad por la densificación y expansión del mismo. Su consolidación también ocurrió gracias
a la lucha de sus moradores, en 1983. El parcelamiento
propuesto para su radicación intentó, de alguna forma, mantener
la disposición original del campamento, pero la rigidez de la
legislación urbana, que no fue adaptada a las necesidades de
preservación de una localidad remanente del campamento pionero,
acabó por contribuir a la pérdida de su identidad.
NI
El autor es arquitecto, con vasta experiencia
en gestión urbana. Es Presidente del Instituto
Territorio, Municipio y Ciudad
(ITEMCiudad) e integra la Cátedra
de Planeamiento Urbano de Alfredo Garay en
la FADU-UBA
De su autoría, ver también en café de
las ciudades:
Número 11 | Tendencias
“La
mundialización como nosotros la queremos” | Recomendaciones para las ciudades globales
del Mercosur. | Norberto Iglesias
Número 26 | Proyectos de las ciudades (II)
El
impacto metropolitano de los grandes proyectos urbanos |
Los casos de Puerto Madero y la Nueva Centralidad de Malvinas Argentinas. | Norberto
Iglesias
Número 44 | Arquitectura de las ciudades
Burguesía
porteña: ¿culta? |
Los límites de una clase: el propietario y los compradores de
la torre Grand Bourg y de Nordelta. | Norberto Iglesias
Esta nota fue redactada en base a la información obrante en la edición
especial “Brasilia,
50 años”, de la revista Veja, noviembre de 2009, Editorial Abril,
Brasil.