conocimiento,  reflexiones  y miradas sobre la ciudad
revista digital - aparece el primer lunes de cada mes

 

año 4- número 29 - Marzo 2005

Z    I   R    M   A
desarrollos urbanos y ambiente sostenible
La mirada del flanneur  


Instrucciones para entrar a Buenos Aires

Con profusión de datos, advertencias para voyeurs y corbusieranos, y un anexo con experiencias análogas de Italo Calvino.

Por Mario L. Tercco

La mejor manera de entrar a Buenos Aires es por la Autopista a La Plata, una tarde en que el sol esté saliendo después de una lluvia y pegue contra los pastizales cerca del río. Hacia el este, por debajo de los nubarrones y del horizonte del río, usted ve el pasto de un color verde muy intenso, tanto por el agua que lo nutre como por la refracción de la luz en esa agua (es muy fuerte el contraste de este verde contra el azul oscuro - violeta de las nubes). Los rayos del sol, en ese atardecer, caen horizontales, con tonos amarillentos y rojizos, generando sombras largas y una particular iluminación sobre los planos verticales, en general algún ranchito ennoblecido por el efecto de la luz. Un privilegio, cosa de un momento, casi irrepetible.

A su izquierda, usted verá las villas miseria y las tosqueras, cada tanto un racimo de edificios altos a lo lejos; en un momento sentirá el olor que viene de las inmundas colinas del vertedero del CEAMSE. Al cruzar el Riachuelo, en cambio, encontrará la vista más escenográfica que pueda imaginarse, con el puente del transbordador, las casuchas de lata, las barcazas. Ha dejado atrás, usted, la refinería de petróleo y en un rato llega a la Recova y el Puerto Madero, y ya está casi en el Centro. Este es el modo mejor de que lo sorprenda la ciudad, aunque usted ya la conozca, quizás porque unos días sin verla desnaturalizan lo inconcebible de su existencia.

A la inversa, salir de la ciudad por esta autopista, con rumbo a La Plata, es la mejor manera de entender a Buenos Aires como metrópolis.



Por avión, aunque usted conozca la ciudad, es difícil que identifique sus partes, si entra por Ezeiza; es más fácil en cambio por el Aeroparque: en ese caso a usted lo guían Campo de Mayo y la Panamericana. En ambos casos es patente la paulatina dispersión, la mezcla de planos brillantes (los ranchos con techo de cinc) con los rojos y celestes de los techos de teja y las piscinas, en los barrios privados. Al bajar del avión y encarar la autopista Ricchieri, usted toma conciencia de la llanura, de la anodina extensión sin calidad. Las gradaciones son suaves, en un momento dado está en el corazón de la ciudad, sin ceremonia, sin entrada evidente (esa que en cambio sentía al cruzar el Riachuelo).

Las autopista del Oeste y del Norte son similares entre si, y a su vez distintas a la Ricchieri y a la de La Plata. Usted va rutinariamente de lo disperso a lo denso, entre cartelones y telos (como llaman los nativos a los hoteles "del amor"). Si viene en ómnibus, y llega a Retiro, no olvide mirar el fondo de los rascacielos y rascacielitos sobre el "zócalo" de la Terminal.

La llegada en barco ya no es lo que era, salvo que venga usted (¡corbusierano irremediable!) en crucero. Por el Buquebús desde Montevideo o Colonia verá una cintita de edificios y de repente estará bordeando el puerto. Puede probar a venir desde Carmelo o desde Nueva Palmira, cruzando el Río Uruguay y el Delta del Paraná. Las islas lo van rodeando como fauces, es la llegada más sexuada de todas, la más morosa y dilatada, la más engañosa, porque al ver la cintita hacia el sur en realidad usted cree que se aleja. En Tigre lo espera el tren y atravesando el suburbio cordial llega al Centro como un inmigrante de provincias de hace algunas décadas.

Al respecto, todavía es posible llegar en tren desde fuera de la metrópolis: desde Rosario, desde Tucumán, por las fantásticas bóvedas de Retiro; por las más caóticas de Constitución si llega desde Mar del Plata. Usted se irá metiendo en la ciudad sin estar en ella, verá las manzanas despanzurradas, el lado triste. En la estación, la ciudad se venga de su voyeurismo y lo recibe indiferente. Al menos, en Retiro usted tiene la compensación de la vista urbana más hermosa de Buenos Aires: la barranca de la plaza San Martín y el edificio Kavanagh (ahora se agrega otra vista, curiosa y algo circunstancial: el edificio del Bank Boston de Cesar Pelli asomando entre las tetas de Retiro, cuando el tren está cruzando bajo la Autopista Illía).

No he hablado de entrar por los otros puentes del Riachuelo o cruzando la General Paz, porque cuando usted atraviesa Puente Alsina o encara la Avenida Mitre, ya viene de Buenos Aires. La inversa no es válida: al llegar a los primeros ranchitos dispersos, en la extrema periferia, aun no ha entrado usted a ningún lado.

La entrada puede durar años, yo por ejemplo tardé 12 años en llegar desde el pedemonte mendocino a Luján, que entonces creía que era Buenos Aires y ahora casi lo es. Usted puede dedicar su vida entera a entrar a Buenos Aires. Puede volver a entrar otras decenas de veces y, tanto si lo intenta con esmero como si se descuida un poco, volver a hacerlo por primera vez.

Salir es más complejo, hablaremos de ello en otra ocasión.

MLT

Sobre la vuelta a Buenos Aires, ver las notas "La transformación del espacio representativo", de Adriana Ciocoletto, y "Mi Buenos Aires querido... (cuando yo te vuelvo a ver)", de Mariela Iglesias, en el número 9 de café de las ciudades.

 

Anexo

Sobre la entrada a las ciudades, o su dificultad, dos Ciudades Invisibles de Italo Calvino:


Las ciudades y los ojos: Moriana

Vadeado el río, traspuesto el paso, el hombre encuentra enfrente, de pronto, la ciudad de Moriana, con las puertas de alabastro transparentes a la luz del sol, las columnas de coral que sostienen los frontones con incrustaciones de piedra serpentina, las villas todas de vidrio como acuarios donde nadan las sombras de las bailarinas de escamas plateadas bajo las arañas de luces en forma de medusa. Si no es su primer viaje el hombre sabe ya que las ciudades como esta tienen un reverso: basta recorrer un semicírculo y será visible la faz oculta de Moriana, una extensión de metal oxidado, tela de costal, ejes erizados de clavos, caños negros de hollín, montones de latas, muros ciegos con inscripciones desteñidas, asientos de sillas desfondadas, cuerdas buenas solo para colgarse de una viga podrida.
De parte a parte parece que la ciudad continuara en perspectiva multiplicando su repertorio de imágenes: en cambio no tiene espesor, consiste solo en un anverso y un reverso, como una hoja de papel, con una figura de este lado y otra del otro, que no pueden despegarse ni mirarse.


Las ciudades continuas: Pentesilea

Para hablarte de Pentesilea tendría que empezar por describiste la entrada en la ciudad. Tu imaginas, claro, que ves alzarse de la llanura polvorienta un cerco de murallas, que te aproximas paso a paso a la puerta, vigilada por aduaneros que echan miradas desconfiadas y torcidas a tus bártulos. Hasta que no has llegado estás afuera; pasas debajo de una arquivolta y te encuentras dentro de la ciudad; su espesor compacto te circunda; tallado en su piedra hay un dibujo que se te revelaría si sigues su trazado todo en espigas.
Si crees esto, te equivocas: en Pentesilea es distinto. Hace horas que avanzas y no ves claro si estas ya en medio de la ciudad o todavía afuera.
Como un lago de orillas bajas que se pierde en aguazales, así Pentesilea se expande durante millas en torno a una sopa de ciudad diluida en la llanura: conventillos pálidos que se dan la espalda en prados híspidos, entre empalizadas de tablas y techos de zinc. Cada tanto en los bordes del camino un espesarse de construcciones de magras fachadas, altas altas o bajas bajas como un peine desdentado, parece indicar que de allí en adelante las mallas de la ciudad se estrechan. En cambio prosigues y encuentras otros terrenos baldíos, después un suburbio oxidado de oficinas y depósitos, un cementerio, una feria con sus carruseles, un matadero, te alejas por una calle de tiendas macilentas que se pierde entre manchones de campo despeluzado.
Las gentes que uno encuentra, si les preguntas: -¿Para Pentesilea?, hacen un gesto circular que no sabes si quiere decir: "Aquí", o bien: "Más allá", o "Doblando", o si no: "Del lado opuesto".
-La ciudad- insistes en preguntar. -Nosotros venimos a trabajar aquí por las mañanas- te responden algunos, y otros-: Nosotros volvemos aquí a dormir.
-¿Pero la ciudad donde se vive? -preguntas.-Ha de ser- dicen por allí- y algunos alzan el brazo oblicuamente hacia una concreción de poliedros opacos, en el horizonte, mientras otros indican a tus espaldas el espectro de otras cúspides.
-¿Entonces la he pasado sin darme cuenta?
-No, prueba a seguir adelante.
Así continuas, pasando de una periferia a otra, y llega la hora de marcharse de Pentesilea. Preguntas por la calle para salir de la ciudad, recorres el desgranarse de los suburbios desparramados como un pigmento lechoso; llega la noche; se iluminan las ventanas ya mis escasas ya mis numerosas.
Si escondida en alguna bolsa o arruga de este mellado distrito existe una Pentesilea reconocible y recordable para quien haya estado, o bien si Pentesilea es solo periferia de sí misma y tiene su centro en cualquier lugar, he renunciado a entenderlo. La pregunta que ahora comienza a rodar en tu cabeza es más angustiosa: fuera de Pentesilea existe un fuera? ¿O por más que te alejes de la ciudad no haces sino pasar de un limbo a otro y no consigues salir de ella?

 

 

Sumario

Página Principal

Planes de las ciudades

Tres comentarios sobre el Plan Regulador de Roma
De Greenaway a Moretti (con algo de Fellini), el compromiso según Campos Venuti y la visión crítica de Luigi Prestinenza.

El nuevo Plan Regulador de Roma acepta explícitamente el compromiso de estas dos Romas que conviven en Roma. Más allá de sus méritos y deméritos, esta mirada inclusiva ya constituye un logro en una ciudad compleja, donde la sola realización de las infraestructuras elementales de la modernidad choca con el peso de la historia.

Cultura de las ciudades (I)

Citizen semiotic (I)
Aproximaciones a una poética del espacio.
Por Fernando Vásquez Rodríguez.

La ciudad es una extensión de la casa. Entendiendo la casa como territorio materno. El útero inicial. Las ciudades son como placentas. Y, dependiendo de la sangre y de la geografía, la ciudad va germinando. Eso es importante: las ciudades germinan. Cada ciudad va teniendo su propia fisonomía, sus propias características. ¿Quién de nosotros no identifica "su ciudad" con una serie de cualidades, la mayoría de las veces antropomorfizadas?

Cultura de las ciudades (II)

Selva, patrimonio y música barroca en la región de Santa Cruz de la Sierra
El Festival Internacional "Misiones de Chiquitos".

El 12 de diciembre de 1990, seis templos chiquitanos y sus pueblos fueron inscritos en la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Esta declaratoria no se refiere sólo a los soberbios templos sino a los pueblos en su conjunto, en su calidad de pueblos vivos, tanto por los vestigios del urbanismo como por su rica cultura que se manifiesta a través de la música, el folklore, la artesanía y las tradiciones.

Nuestros antepasados (V)

Robocop
Detroit ya no es lo que era.

La corporación planea realizar Delta City, una urbanización para cuya construcción se requieren dos millones de trabajadores. La maqueta la muestra como un denso pastiche postmoderno de rascacielos corporativos, bloques con basamentos neoclásicos, auditorios que podrían haber sido diseñados por I. M. Pei, y rampas neofuturistas que envuelven los edificios. Para realizarla, OCP necesita controlar la ola de inseguridad que recorre Detroit, lo cual implica la necesidad de construir robots policías.

Arquitectura de las ciudades

La ciudad vencerá
Diez apuntes sobre el espacio contemporáneo.
Por Carmelo Ricot

En este catálogo espacial, el rebelde y el sibarita comparten la necesidad de mudar continuamente de espacio. Se producen (pocos), o se redescubren (con más frecuencia) o descubren (no pocas veces) espacios atractivos; al tiempo la noticia se expande y esos espacios de huida se llenan de turistas, productores televisivos y periodistas, y es preciso abandonarlos en procura de otros.

Nuevo y exclusivo de
café de las ciudades

Proyecto Mitzuoda
Una ficción metropolitana contemporánea (por entregas)
.
De Carmelo Ricot, con Verónicka Ruiz

Entrega 11: Más que el viento, el amor
Al Tigre, desde el Sudeste. El sello del Depredador. Jean Luc recuerda la rive gauche, Miranda espera detalles. La isla y el recreo. Secretos de mujeres. El sentido de la historia.

Mensajes al Café

En defensa de Palermo (fuerte cuestionamiento a Carmelo Ricot). Una pregunta sobre cafés literarios. El sabor del café.

Café Corto

Maestría en Planificación Urbana-Regional - Escenarios del turismo metropolitano en el VII Seminario Montevideo - Conferencias en la ETSAB de Barcelona - Infra, el encuentro de Doors of Perception en Nueva Delhi - Programas de Postgrado en la Universidad Di Tella - Curso a distancia de Evaluación de Impacto Ambiental, desde Mar del Plata - Cursos FLACSO Argentina - Imaginarios Urbanos Tiempo de Encrucijada, en Panamá -
Arquitectura Vernácula, en Sevilla - El universo de Nietzsche - Ciudades argentinas en la Bienal de Sao Paulo - El Metro de Moscú - Deriva after office en Martínez
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Acerca de
café de las ciudades

café de las ciudades es un lugar en la red para el encuentro de conocimientos, reflexiones y miradas sobre la ciudad. No es propiedad de ningún grupo, disciplina o profesión: cualquiera que tenga algo que decir puede sentarse a sus mesas, y hablar con los parroquianos. Amor por la ciudad (la propia, alguna en particular, o todas, según el gusto de cada uno), y tolerancia con las opiniones ajenas, son la única condición para entrar. Hay quien desconfía de las charlas de café: trataremos de demostrarle su error. Nuestro café está en cualquier lugar donde alguien lo quiera disfrutar, pero algunos datos ayudarán a encontrarlo. Estamos en una esquina, porque nos gustan los encuentros, y porque desde allí se mira mejor en todas las direcciones. Tenemos ventanas muy amplias para ver la vida en las calles, y no nos asustan sus conflictos. Es fácil llegar caminando a nuestro café, y por eso viene gente del centro y de todos los barrios (sí alguien prefiere un ambiente exclusivo, que se busque otro lugar). No faltaran datos sobre cafés amigos, porque nos gusta andar de bar en bar: ¿cómo pedirle a los parroquianos que se queden toda la noche en el nuestro? Esa es la única cadena a la que pertenece el café de las ciudades: la de todos los cafés únicos e irrepetibles, en cualquier esquina de cualquier ciudad.

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Editor y Director: Marcelo Corti
Diseño:
Laura I. Corti
Corresponsal en Buenos Aires: Mario L. Tercco

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