Eric Cantona:
¿vocero de la globalización neoliberal o vulgar "hijo
de puta"?
Nike y la
alegría de los niños.
Por
Carmelo Ricot
N.
de la R.: Tal como ha sucedido en ocasiones anteriores, cdlc
recuerda a sus lectores/as la advertencia editorial sobre el
contenido de las notas firmadas, y aclara especialmente para este
caso que de ningún modo se responsabiliza por el texto que
se publica, y mucho menos por el calificativo utilizado por el señor
Ricot para referirse al personaje objeto de la nota. Esta se publica,
a pesar de su discutible relación con el objeto de nuestra
revista, por pedido expreso de su autor (de quien se quiere respetar
su libertad de expresión) y por su relación con otras
notas publicadas anteriormente en café
de las ciudades.

La emoción del deporte más hermoso
Pocas cosas
más lindas que un Mundial, al menos para aquellos a los que
nos gusta el fútbol. Treinta días de partidos a toda
hora, de descubrir revelaciones, de discusiones y acuerdos, de esperanzas,
de admiración ante la destreza y el talento de los
grandes jugadores del mundo. También, ¿por qué no?,
de deleite ante la derrota de algún poderoso, de placeres
solitarios pronosticando el resultado de algún partido, de
ir perfilando el nombre del campeón, de calcular en que ronda
se acabarán las hazañas de un equipo, o hasta donde
llegará la buena suerte de otro.
Cada Mundial
es una caja de sorpresas, y un emocionado recuerdo de los grandes
nombres y protagonistas de la historia del fútbol. El Maracanazo
de los uruguayos, de la mano del gran Obdulio Varela (2 a 1 a Brasil
en el ´50), el sueño truncado de los húngaros perdiendo
la final con Alemania en el ´54, la magia de Pelé en Suecia
y México, el gol dudoso de los ingleses en la gran final
del ´66, la naranja mecánica holandesa, el "matador"
Mario Kempes en el mundial más infame (por su contexto) de
la historia, la arremetida de Paolo Rossi en España ´82,
Maradona gambeteando al mundo en México ´86, la desazón
italiana cuatro años más tarde, los grandes equipos
brasileños que llegaron al pentacampeonato, la revolución
francesa de la mano de Zidane... Grandes partidos (¿cómo
olvidar Francia - Brasil en el ´86 o Brasil - Perú en el
´70), sorpresas universales, las ironías de débiles
y poderosos, y los grandes jugadores de todos los tiempos, desde
Monti a Eusebio, desde Fontaine a Okocha y Romario.

Sin
embargo...
Pero todo lo
bueno tiene su lado amargo. Cada vez más, los Mundiales son
también la oportunidad de una guerra publicitaria insoportable,
de la que somos rehenes los amantes del fútbol. Las armas
de esta guerra mediática son jingles y slogans chauvinistas,
un costumbrismo edulcorado de ocasión, promociones idiotas;
en fin, todo el asalto corporativo empresarial a una de las
construcciones culturales colectivas más formidables de la
modernidad: el fútbol, "pasión de multitudes",
al decir de un relator argentino. Tal como respondió Eduardo
Galeano
en el ´98, la final del próximo Mundial la jugarán,
una vez más, Adidas contra Nike.
Precisamente
Nike comenzó este año la guerra publicitaria con una
campaña tan espectacular como de dudoso gusto. Es difícil
disimular la hipocresía de esta publicidad, donde el ex jugador
Eric Cantona irrumpe en un estudio de televisión en una especie
de secuestro (lindo mensaje, tal como va el mundo, dicho sea de
paso...) y apostrofa sobre la belleza y la fealdad del fútbol,
mostrando imágenes sobre lo que está bien y lo que
está mal. La hipocresía es que esto lo promueve una
empresa que vende zapatillas fabricadas en el Tercer Mundo en condiciones
de explotación de los obreros que las realizan, que
no disponen de representación sindical y son muchas veces
menores de edad.
El perfil típico
de la persona que fabrica una zapatilla Nike es una adolescente
de un país del tercer mundo, recién llegada del campo
a una ciudad, y por lo tanto en condiciones "ideales"
(para las subsidiarias de Nike que hacen "el trabajo sucio")
de aislamiento personal y social. ¿Algo que ver con el consejo
de "nunca crezcan" que Cantona le da a los niños
tras el repaso de unos videos infantiles de Ronaldinho? La "garra"
que Cantona elogia en Wayne Rooney porque cruza la cancha de arco
a arco (dicho sea de paso, cualquier DT del mundo crucificaría
a un arquero que intentara semejante imbecilidad; ¡así de
deformante es la visión del fútbol según los
gurúes de la publicidad!), ¿es la misma "garra"
que en cualquier aspirante a líder sindical de una factoría
al servicio de Nike motivaría (en el escenario más
leve) su despido inmediato?

La
patada voladora
Párrafo
aparte para una omisión monumental: ¿por qué
no se habla en esta cadena de publicidades de la patada artera que
el propio Cantona le propinó en enero de 1995, siendo jugador
del Manchester United, a Matthew Simmons, plateísta del Crystal
Palace? ¿Y (pregunta ingenua si las hay) por qué ninguno
de los periodistas que cubre las visitas de Cantona a distintos
países del mundo le pregunta por esta contradicción?
En el colmo de la hipocresía y la confusión de discursos,
hay hasta algunos que, al volver de las tandas publicitarias, elogian
la "propuesta" de Cantona como si se tratara del propio
Mahatma Gandhi llevando al mundo el mensaje de la no violencia,
o Picasso difundiendo la belleza entre los mortales. Es la suprema
perversión de la publicidad postmoderna: la propaganda
que se difunde como entertainment o incluso como noticia
periodística, confundiendo las intenciones y el objetivo
del mensaje mediático.
Con el debido
respeto, parece evidente que el gran Cantona no es otra cosa, al
menos en sus asuntos comerciales, que un hijo de puta. No porque
su madre ejerza dicha profesión, que no es lo verdaderamente
importante aquí (y aun si la ejerciera), sino en el sentido
que la expresión tiene en el lenguaje coloquial castellano
y en sus equivalentes de otros idiomas (son of a bitch, figlio
di putana, etc.). Un sujeto, en definitiva, que finge ignorar
la miseria del mundo para lucrar y beneficiarse personalmente,
para colmo adulterando mensajes y simulando loables intenciones,
pregonando la belleza, la alegría y el espíritu de
justicia que, si en algún lugar faltan, es justamente en
las infames factorías donde se fabrican las zapatillas que
Cantona promociona.

Otros distraídos, otras confusiones, otras explotaciones
No es Cantona
el único que mira para el costado ("y lo peor de todo",
como la costurerita de Carriego que dio aquel mal paso, "sin
necesidad"...): pocas semanas después de haber sido
censurados mediante el silencio de sus micrófonos al entonar
las partes más "calientes" de sus canciones, los
Rolling Stones aceptaron presentarse en China (precisamente uno
de los países donde Nike traslada su producción) a
pesar de la prohibición de entonar algunos de sus clásicos,
considerados inadecuados por las autoridades locales. ¡Que oportunidad
perdida de haber denunciado el totalitarismo imperante! ¿Necesitan
realmente los Stones seguir aumentando sus cuentas bancarias al
precio de pasar por alto la humillación artística
recibida?
En Argentina,
mientras tanto, la hegemónica cervecera Quilmes ha sido adquirida
por un grupo empresario de capitales belgas y brasileños
en 1.200 millones de dólares. Quilmes es el principal anunciante
del seleccionado argentino de fútbol; de hecho, sus millonarias
campañas publicitarias de Mundiales anteriores han sido subterráneamente
cuestionadas como "mufas" (de mala suerte, causantes de
malos desempeños como la eliminación en primera ronda
en el 2002) en las calles argentinas. No obstante, parece exagerado
y demostrativo de la confusión cultural en curso que Página
12
diga en su tapa del 14 de abril que "los argentinos pierden
así el control de la empresa, identificada históricamente
con la Selección y los colores patrios". ¡Que falta
está haciendo un Osvaldo Soriano, para separar la historia
de la Selección, la gloriosa historia que tejieron Onzari,
Martino, Sívori, Telch, Luque y tantos otros, de los sponsoreos
y patrocinios ligados al "Padrino" Julio Grondona!
Como compensación,
es recomendable leer Argentinidad
al palo,
la nota de Alfredo Zaiat publicada el 8 de abril en la sección
de economía del mismo diario. Zaiat describe las lógicas
de cierta industria textil que en Buenos Aires reduce a condiciones
de semiesclavitud a inmigrantes bolivianos (algo similar a lo que
Nike realiza en el sudeste asiático), situación que
adquirió notoriedad a partir de la muerte de 6 personas (entre
ellos, cuatro menores de edad) en el incendio de un taller clandestino.
La nota avanza también en las consecuencias urbanas y
sociológicas, y en sagaces apuntes sobre el racismo subyacente
en estas prácticas y su aceptación social.
CR

Sobre las condiciones de trabajo de los obreros/as que fabrican
las zapatillas Nike, ver por ejemplo un informe de Friends
of the Earth y la carta
de una coalición de mujeres
al CEO de la multinacional.
Ver
Argentinidad
al palo,
la nota de Alfredo Zaiat en Página
12
sobre la industria textil clandestina y esclavista en Buenos Aires.
Sobre
fútbol y ciudad, ver las notas Un
negocio galáctico,
de Marcelo Corti y Josep Alías, Ocaso
y renacimiento del Gasómetro
y El
acoso a la fiesta,
ambas de Carmelo Ricot, en los números 10, 12 y 18,
respectivamente, de café
de las ciudades.
De
Eduardo Galeano, uno de los más lúcidos analistas
del asalto corporativo al fútbol, ver su nota Fútbol
y Pedacitos.
café
de las ciudades
propone inundar nikefootball.com,
el sitio donde Nike espera respuestas a su campaña, con mensajes
que digan, por ejemplo: "No
al trabajo infantil", "No a la explotación laboral",
"Nike: ¿en donde y en que condiciones trabaja la gente que
fabrica las zapatillas que ustedes venden?",
etc. Algo similar se podría hacer con su competidora Adidas.
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