Los
Cafés de Buenos Aires
Modesta contribución
a un manual del usuario.
N.
de la R.: por algún motivo, mucha gente insiste en considerar
a café
de las ciudades como un sitio dedicado a los "cafés
notables" de Buenos Aires. Se verá a lo largo del texto
que sigue que tal asociación no es real ni deseada; no obstante,
la doble ocasión de un homenaje en
Tenerife contactado con el tango del Cuarteto Cederrón,
y de los 50 números que se cumplen con este, ha despertado
alguna veta discepoliana
o, en todo caso, cacho-castañesca
en el editor de cdlc.
Ese es el motivo de estas humildes instrucciones, aptas para legos
y habitúes que quieran agregar valor a su experiencia
de los cafés porteños.

Ante todo, amigo,
ignore los consejos del tango y de los arquitectos: los cafés
de Buenos Aires suelen ser agradables, pero conviene abandonar las
ilusiones de iniciación y revelaciones filosóficas
si uno quiere ser realista. Sabihondos
y suicidas, conspiradores e idealistas recorren las
mesas de los cafés porteños con la misma frecuencia
que el resto de los mortales. Sentarse cerca de una mesa concurrida
puede permitirle a usted la escucha de una charla instructiva en
un caso sobre cien, o sobre mil, casi la misma posibilidad
que la de tener una conversación interesante con un compañero
ocasional de avión o un nuevo compañero de oficina.
En la mayoría de los casos, escuchará comentarios
sobre el número que salió en la lotería o el
partido de la noche anterior.
Otro mito que
conviene desterrar es el de "los revolucionarios de café":
a decir verdad, si sus hipotéticos vecinos de mesa hacen
alguna referencia a temas políticos, es mucho más
probable que lo ilustren sobre el sentido común conformista
y autosatisfecho de cierta clase media porteña (cuando no
de opiniones reaccionarias o abiertamente fascistas) que de utopías
dormidas e idealismos igualitarios. Ni hablar de las conversaciones
amorosas: un hombre y una mujer, o cualquier combinación
erótica que pueda imaginarse, no suelen elegir los cafés
para unirse ni para separarse, sino más bien para los encuentros
obligados, las esperas rutinarias, las charlas cotidianas
e intrascendentes.
Lo que realmente
se puede esperar de un buen Café de Buenos Aires es, en cambio,
la oportunidad de un momento distendido, un cálido anonimato
pasajero, la espontánea comedia de enredos de los parroquianos,
el misterio de los personajes que esperan o que pasan, la interacción
con la calle y la rapsodia de las sensaciones, el entrevero de
sonidos, imágenes y olores que se renueva a cada instante
para quien sepa disfrutarlos sin buscarles sentido.
Claro está,
cada Café tiene sus cosas... Tratemos de identificar los
pro y los contras de los distintos Cafés de Buenos Aires.
Una
primera y arbitraria clasificación (pero tan arbitraria como
cualquier otra, y esto no es algo que se me ocurre a mí,
que soy naides, sino al mismísimo Borges) podría dividir
a los Cafés en Notables, Pretenciosos, de Barrio, de Oportunidad,
de Tribu y de Cadena. Hay otras clasificaciones posibles, pero las
dejo para otro Manual. La más evidente de las clasificaciones
que desisto de explicar es la que distingue Cafés de Esquina
de Cafés de Mitad de Cuadra (nombre no del todo satisfactorio,
porque en realidad esta categoría abarca a cualquier Café
que no esté en esquina, aunque esté más cerca
de ella, incluso al lado, que del centro de la cuadra). Baste decir
por ahora que los Cafés de Esquina son más propicios
al intercambio y la promiscuidad con la calle; los Cafés
de Mitad de Cuadra, en cambio, suelen tender a la introversión
y a los paisajes interiores. Esto, en cuanto a su espacialidad:
psico-geográficamente, usted puede aislarse del mundo y hasta
deprimirse en un Café de Esquina, y por el contrario, pasarla
bomba en otro a Mitad de cuadra.
La primera objeción
a mi Sistema es que, como suele ocurrir, muchos de los Cafés
son irreductibles a una sola categoría y participan
de varias, lo cual dificulta su encasillamiento y el armado de planillas
en Excel. Por ejemplo: hay Notables que son también de Barrio,
como el Británico de San Telmo que ahora está próximo
a resucitar. El Tortoni es Notable, pero también de Tribu
si consideramos como tal a los turistas y visitantes ilustres (hasta
lo podríamos encuadrar como "Pretencioso de su misma
Notabilidad"). Un caso múltiple es La Giralda de la
calle Corrientes, Notable por su ubicación y su historia,
de Tribu por su público de intelectuales y artistas, Pretencioso
por lo anterior y por su indiferencia a la estética y las
novedades, de Oportunidad por su ubicación privilegiada.

Verá
usted, amigo o amiga (caigo en la cuenta de mi involuntario sexismo
en el comienzo de esta nota), que ya hemos avanzado en la descripción
de las categorías propuestas. Entremos ahora de lleno en
la trampa de las definiciones. Para empezar, como un extraño
designio pareciera imponer, los Notables. Estos Cafés tienen
dos acepciones posibles: los que alguna repartición gubernamental
o comisión legislativa reconoce como tales (Bares Notables,
creo que se llama ese galardón), lo cual ahorra cualquier
otro esfuerzo intelectual para encuadrarlos, o aquellos a los que
un cierto consenso ciudadano reconoce su excepcionalidad,
su elegancia, su distinción. El Tortoni, la Puerto Rico,
La Paz, Las Violetas, los 33 Billares, La Biela, la Opera, el García
de Devoto y tantos otros, con o sin cucarda gubernamental, pertenecen
a esta familia venerable.
Los Cafés
Pretenciosos suelen aparecer en los centros barriales, en las avenidas
principales, en las inmediaciones de los focos comerciales o culturales.
Eso los vincula a los Cafés de Oportunidad (muchos Cafés
Pretenciosos son también de Oportunidad), aunque su principal
característica no es la localización sino el Estilo.
Tienen ventanales gigantes (volveremos sobre este tópico),
mesas y sillas con cierta actitud de diseño, rituales de
servicio (cafés acompañados de alfajorcitos de maicena,
vasitos de jugo de naranja sintético), mozos pedantes y poco
afectos a escuchar (acostumbran unificar el pedido del parroquiano
en el discreto cortado con leche caliente, aun cuando el pedido
haya sido claramente el de un fuerte café solo en pocillo;
algunos, más prudentes, preguntan al pasar, medio minuto
después de recibir el pedido: "¿cortado me dijo, no?").
Sus nombres aluden a sitios de prestigio o a patronímicos
castizos; suelen replicar con alguna demora los adelantos de diseño
y de marketing de los bares más novedosos (o los bares de
Diseño, una subcategoría de los Pretenciosos). No
siempre son infames: el Pizza París de Libertad y Marcelo
T. de Alvear es uno de los Cafés más Pretenciosos
de la ciudad, pero también uno de los más agradables
para una visita de cierta duración, o al menos eso me parece
a mí.
De los Cafés
de Barrio habla a las claras su nombre; baste agregar que en su
ámbito geográfico pueden alcanzar a veces un aura
de Notabilidad, quizás más meritoria que la
de los Notables del Centro. Rescato aquí La Bicicleta de
San Isidro, el Cosdel y el Jockey Club de Martínez, el Odeón
de Acassuso, el Café de Roma en Vicente López, un
Café en un cruce de diagonales en Adrogué, los tristes
bares con mesas de fórmica en San Telmo, el de La Esquina
en Belgrano, el de Córdoba y Jean Jaurés, el de Dorrego
y Corrientes.
Los Cafés
de Oportunidad lo esperan a uno en las cercanías de los juzgados
y las facultades, de las oficinas públicas y las salidas
del Subte. Nadie los conoce por su nombre: son el Café de
enfrente a tal cosa o de al lado de tal otra. A veces, la Oportunidad
es en el tiempo más que en el espacio: un Café
abierto en la noche, para arrumbar la tristeza de un amor acabado
o un insomnio inoportuno.

Las Tribus que
pueblan los Cafés son incontables: taxistas, estudiantes
de medicina, actores y actrices, futbolistas, radicales, periodistas,
gestores, narcos, servicios, publicistas, gerentes, comerciantes
aburridos, gatos, dilettantes, músicos y seguidores
de músicos, gremialistas, quinieleros y adictos al juego,
aristocracias barriales, cuentapropistas y empleados públicos,
Ya he mencionado la Tribu de los turistas; dejo para el final la
llamativa Tribu de las mujeres de cierta edad que por algún
motivo (¿ambiente, seguridad, cercanía a sus hogares, escasa
presencia masculina?) se encuentran en los Cafés anexos a
las panaderías o en algunas Cadenas, como en particular Bonafide.
Las Cadenas
han florecido en los últimos años. Contra las lógicas
prevenciones que uno abriga, sus efectos no parecen tan devastadores.
En algunos casos provienen de tradiciones respetables, como el Café
Martínez; The Coffee Store propone alguna innovación
interesante en el diseño de sus locales y merchandising,
además de la pretensión cosmopolita de su listado
de cafés étnicos; Havanna y Bonafide no buscan competir
en el negocio gastronómico, sino promocionar sus productos
ligados al café; Aroma, de cómodos sillones, tiene
un interesante local en Florida y Santa Fe, Segafreddo es otro hallazgo
en Florida y Diagonal Norte: en general, las marcas de las Cadenas
conviven bastante bien con las especificidades territoriales y arquitectónicas
del sitio donde se implantan. La Ley Antitabaco parece una amenaza
más fuerte que las Cadenas para el tradicional Café
de Buenos Aires (y lo digo yo, que nunca fumé...).
Como las pizzerías,
que destruyeron a Pizza Hut y Domino´s en su intento de penetrar
el mercado argentino, y al contrario de lo que se piensa habitualmente,
los Cafés de Buenos Aires han permanecido dignamente en la
vida de la ciudad y, en su variedad y renovación, son y serán
imprescindibles para el módico sibarita de la calle. Esa
capacidad de renovarse es clave en su permanencia. Ahora,
por ejemplo, todos ofrecen los diarios del día para el ocioso
que simula informarse. En un país que desconfía de
sus diarios, la lectura gratuita complementada con la posterior
actualización vía Internet genera una cierta satisfacción
malévola del garronero. Otros avances son más
discutibles: el televisor que distrae de la calle y de los parroquianos,
útil para ver partidos de fútbol importantes pero
molesto cuando trae los espantosos programas de la tarde o la reiterativa
banalidad de los canales de noticias. Igualmente invasivos de la
evasión del parroquiano, la Radio 10 o los ranking musicales
a todo volumen, o el CD que expande la decadencia de Sabina.
Otro detalle
poco afortunado es el moderno ventanal hasta el piso que
desprotege psicológica y físicamente al parroquiano,
cuando cualquiera sabe que el antepecho de las ventanas no tiene
que estar más de 20 o 30 centímetros por debajo del
plano de las mesas: solo lo necesario para apoyar carteras y portafolios.
Este rollo del gran ventanal viene ligado a lo que quizás
sea el problema más grave de los Cafés Pretenciosos:
la climatización por aire acondicionado de ambientes absolutamente
herméticos, sin renovación natural de aire. Algunos
dueños de Cafés se pasan de ranas y no prenden
el aire acondicionado si no hay muchos clientes o si la temperatura
no es bochornosa. El resultado es un ambiente sofocante, que el
incauto cliente solo percibe al haber entrado al local con la idea
de sentarse rápidamente.

Aun en sus defectos
y miserias, sin embargo, el Café de Buenos Aires continúa
siendo un democrático enclave de la urbanidad porteña.
Un arquetipo de fuerte pregnancia, que termina afectando a sus supuestos
enemigos: lejos de imponerse al Cafe, los drugstores de las
estaciones de servicio tratan ahora de mimetizarse con la oferta
de aquel. O miremos sino la movida de los McCoffee de McDonalds.
En la sueñera
temprana de las mañanas, en el desborde del día, en
el engañoso alivio crepuscular del after office, en
la sensualidad de la noche, el Café de Buenos Aires renueva
cotidianamente su pacto ciudadano con el porteño.
Pausa de los atareados, refugio de los perdidos, patrimonio cívico
agradable y de suma utilidad, a condición de no engatusarse
con pretensiones de elevación filosófica ni de cofradías
secretas para cambiar al mundo.
MC
(el que atiende)
Sobre
el Café como metáfora urbana, ver las presentaciones
de los números 1 (que hoy es nuestro Acerca
de
cdlc)
y 2.
Ver
la descripción del Café Sálvame
María en
el número 18 de café
de las ciudades.
Ver
la crónica de nuestra Ronda
de Cafés
de noviembre del 2005 en el número 38 de café
de las ciudades.
Dos tangos:
Cafetín
de Buenos Aires
Música:
Mariano Mores
Letra:
Enrique Santos Discépolo
Estrenado por la cantante Tania (esposa de Discepolo) en 1948
De chiquilín
te miraba de afuera
como esas cosas que nunca se alcanzan
la ñata contra el vidrio
en un azul de frío
que sólo fue después viviendo
igual al mío
como una escuela de todas las cosas
ya de muchacho me diste, entre asombros,
el cigarrillo
la fe en mis sueños
y una esperanza de amor.
Cómo olvidarte en ésta queja
cafetín de Buenos Aires
si sos lo único en la vida
que se pareció a mi vieja.
En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas
yo aprendí filosofía
dados, timba y la poesía
cruel, de no pensar mas en mí.
Me diste en oro un puñado de amigos
que son los mismos que alientan mis horas:
José, el de la quimera
Marcial que aún cree y espera
y el flaco Abel que se nos fue
pero aún me guía.
Sobre tus mesas que nunca preguntan
lloré una tarde el primer desengaño
nací a las penas, bebí mis años...
¡y me entregué sin luchar!
Café
"La Humedad"
Letra y Música:
Cacho Castaña, 1972 (año del bicampeonato azulgrana)
Humedad...llovizna
y frío;
mi aliento
empaña el vidrio azul del viejo bar.
No me
pregunten si hace mucho que la espero,
un café
que ya esta frío y hace varios ceniceros.
Aunque
se que nunca llega,
siempre
que llueve voy corriendo hasta el café
y solo
cuento con la compañía de un gato
que al
cordón de mi zapato lo destroza con placer.
Café
"La Humedad", billar y reunión,
sábado
con trampas, que linda función!
Yo solamente
necesito agradecerte
la enseñanza
de tus noches
que me
alejan de la muerte.
Café
"La Humedad", billar y reunión,
sábado
con trampas, que linda función!
Eternamente
te agradezco las poesías
que la
escuela de tus noches
le enseñaron
a mis días.
Soledad...
soledad
de soltería, son treinta
abriles
ya cansados de soñar;
por eso
vuelvo hasta la esquina del boliche
a buscar
la barra eterna de Gaona y Boyacá.
Ya son
pocos los amigos que me quedan
Vamos,
muchachos, esta noche a recordar
una por
una las hazañas de otros tiempos
y el recuerdo
del boliche que llamamos "La Humedad".
Café
"La Humedad", billar y reunión,
sábado
con trampas, que linda función!
Yo solamente
necesito agradecerte
la enseñanza
de tus noches
que me
alejan de la muerte.
Café
"La Humedad", billar y reunión,
sábado
con trampas, que linda función!
Eternamente
te agradezco las poesías
que la
escuela de tus noches
le enseñaron
a mis días.
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