Vale
la pena aclarar que hablaremos del espacio modificado por el
objeto arquitectónico, puede ser toda una construcción o varias
que conformen un conjunto con características homogéneas y usos
determinados, o ser simplemente un espacio dentro o fuera de
las construcciones que es alterado por una determinación tan
sencilla como puede ser el color.
Se
entiende además que el arquitecto, en función de sus capacidades,
de sus experiencias y de sus gustos, planea y realiza una serie
de procesos de diseño para responder con un proyecto a toda
una serie de requerimientos (programa) definido por los posibles
usuarios o por los promotores, procurando
aportar con su técnica la mayor funcionalidad y estética posible
para dar respuesta adecuada al tiempo y al espacio de cada proyecto.
Es
posible que la respuesta de un arquitecto sea diferente en el
tiempo a las mismas determinantes y lugar; así como distintas
son las respuestas de otros colegas a unos mismos requerimientos
y lugar; entonces, la validez o no de una propuesta esta condicionada
a la claridad y coherencia del proceso desarrollado.
Por
lo tanto, los errores o “embarradas” pueden deberse a fallas
dentro de los procesos del diseño, deficiencia de información,
falta de experiencia y preparación para ejercer la profesión,
ignorancia crasa de proporciones, de escala, de los procesos
constructivos o por falencias de coordinación técnica, desconocimiento
de las normas vigentes, de las referencias inmediatas, de los
usos y de los usuarios, etc. En fin: faltas
graves de ética.
Lo
grave es cuando estas falencias del proyecto se hacen realidad
en la obra, Y más cuando es en el proceso constructivo donde
se omiten o se modifican partes esenciales del proyecto previsto
sin razones técnicas justificables (partes tan esenciales que
incluso el sentido común las reclama).

Vivienda
Informal, Av. Las Villas, Bogotá, FPT
Otra cosa bien distinta es la “Arquitectura sin Arquitecto”,
son las expresiones arquitectónicas de personas que no tienen
acceso al conocimiento profesional, y cometen despropósitos;
entonces, ¿los errores u horrores del empírico son un atentado
a una técnica desconocida, o más bien son una
culpa latente del arquitecto, un gremio aislado, que no
quiere acompañarlos ?
La
apreciación estética es afortunadamente subjetiva. Cada tiempo
puede determinar de acuerdo a los recursos una expresión de
identidad estético-cultural que puede relacionarse o no con
el contexto general, o ser más coherente con la trayectoria
del autor del proyecto, o con su planteamiento especifico,
etc.

Barrio La Merced,
Bogotá, FPT
En
el barrio La Merced hay un edificio de
Triana que rompe con todo el contexto urbano y marca una distancia
entre “las falsificaciones inglesas” del barrio; sin embargo
expresa mejor su presencia en tiempo y espacio, es más honesto
y funcional, mantiene respetuoso la escala de las alturas del
sector. Para muchos, aparte de “feo” fue y es una “embarrada”,
concepto del que difiero.
“Feo”
es un adjetivo subjetivo, una calificación estética muy personal, cuyos grados de “fealdad” pueden variar dependiendo de cada observador;
por eso no puede, ni debe, considerarse como “una embarrada”,
así se difiera bastante del gesto estético del autor. Otra cosa
es cuando a esa diferencia de conceptos plásticos se le agregan
calificativos como “antifuncional”, “impactante”, “desproporcionado”,
etc.

ONLY,
Chapinero Cra. 13 x Cll
59, Bogotá
Don Clodoveo Rodríguez, un comerciante venido a más, se afanó
por dejar su impronta urbana y comercial con sus Almacenes ONLY,
la mayoría de ellos construidos
en forma ilegal, sin Licencias de Construcción o con estas
amañadas, sin cumplir por ello con las más elementales normas
de funcionalidad, de seguridad y de resistencia. El poder del
dinero, la mordida y las osadas amenazas tumbaron al Director
de Planeación Distrital, pero no a
sus edificios, que pese a todos sus pecados aún siguen demostrando
el poder del oro... y del moro.

Pasaje
Hernández, Cra.
8-9 x Cll 12- 13, Bogotá
La
codicia y la envidia de los mercaderes han transformado a la
ciudad. Los Centros Comerciales, iniciados
en Bogotá con el desaparecido Pasaje Rufino Cuervo (1908), o
los aún presentes Pasaje Rivas (1910),) y Pasaje Hernández
(1918), con un espacio interior iluminado y protegido, se han
convertido (en una ciudad a veces lluviosa e insegura) en el
reemplazo del “ágora” o plaza principal como lugar de reunión,
de actividad comercial, de “playa” (para mirar y ser mirado).
Pero muchas veces su localización (accesibilidad urbana), su
distribución interna (funcionalidad), su calidad de espacio
resultante (estética) no son garantía
de su éxito comercial y financiero, y pueden llegar a convertirse
en costosas “embarradas”. Lamentablemente hay muchas con locales
desocupados en la ciudad, y pese a ello se siguen y se seguirán
construyendo más, de diferentes tamaños, formas y calidades,
por que el Centro Comercial, sin “querer queriendo”, se convirtió
en el referente del progreso urbano, ajeno siempre al lugar y las características
de su entorno inmediato.
La Ley 100, la de la Salud Obligatoria,
transformó al médico o, mejor, descubrió en él su faceta de
mercader y ahora anda compitiendo contra los vendedores de automóviles
y los de comidas rápidas localizando sus clínicas, sus consultorios,
sus centros de diagnostico y de atención médica en las “mejores
esquinas de la ciudad”, olvidándose del impacto urbano que generan
y de que recuperar la salud requiere cierto grado de confort, de aislamiento, de
calidad de espacio, como lo dictaban las viejas costumbres médicas.
Hoy, lamentablemente, el negocio de la salud, con la desidia
y complicidad de la Administración,
opera generalmente en viejas
e impropias construcciones, mal adaptadas y sin el cumplimiento
de mínimos requerimientos de accesibilidad, funcionalidad
e higiene.

Jardín
Infantil, Zona Suba Av. Boyacá, Bogotá, FPT
En
la ciudad, la Educación, al igual
que la Salud,
truncaron su noble apostolado por el negocio innoble. Cualquier
decoración de fantasía convierte milagrosamente una casa vetusta
y oscura en un castillo ideal para una Guardería o Jardín Infantil.
El garage, después de ser tienda o, mejor, local comercial
dedicado a glamoroso Salón de Belleza, con una mínima inversión (incluida la invitación a los funcionarios del
caso), de la noche a la mañana se convierte en Universidad.
La rentabilidad del negocio pronto permite nuevos cambios y
adiciones, sin importar que el impacto urbano de su actividad
lesione o deprima el ámbito inmediato: más bien son cómplices
(o mejor, “son socios”) rectores y profesores de cafeterías,
restaurantes, “rumbeaderos” y otros
“metederos” que aparte de locutorios y fotocopias van apareciendo
para atender la demanda estudiantil, que ante las falencias
de campos deportivos y parqueaderos en sus instalaciones termina
abusando del espacio público.
Estos
males o “embarradas” de la Educación en la
ciudad informal, a las que nos hemos acostumbrado, tienen afortunadamente
su contraparte en las distintas instituciones que han venido
consolidando sus “campus”, no solo con especial calidad espacial interna, sino
también con una respuesta adecuada a la escala urbana de su
entorno. Pero cuando el proceso, por una decisión administrativa,
implica la migración, el abandono de varios siglos de actividad y permanencia,
como es el caso de la Universidad El Rosario
que se traslada al norte, a la calle 200, ¿sería esto una “embarrada”?
A
lo largo de la historia de Bogotá hay cientos de “embarradas”,
no todas necesariamente arquitectónicas o urbanísticas, aunque
su resultado así lo pareciera. Dependieron en muy buena parte
de las decisiones administrativas
de funcionarios muy obstinados que impusieron su capricho (pese
al consejo de los expertos) o de funcionarios laxos que fueron
manejados impunemente por otros intereses.

Tren
de La Sabana 1919
La
movilidad, como parte significativa de la vida de la ciudad
y de su relación con el mundo, es un campo en donde se pueden
encontrar numerosas “embarradas”, como fue el caso de la integración
férrea entre el tren que subía jadeante desde Girardot en una
trocha de yarda y pretendió integrarse con el tren de la Sabana (1888), construido en una trocha de metro,
razón por la
que Facatativa se convirtió por largos años
en un obligado lugar de transferencia hasta
que se accedió a unificar en yarda la trocha (1924).

Tranvía
Eléctrico, Cra. 13, Bogotá, BVLA

Troncal
Av. Caracas, Administración Pastrana 1990, Bogotá
Del
Tranvía de mulas al Tranvía Eléctrico fue todo un proceso que
le brindo un cierto grado de comodidad, elegancia y funcionalidad
a la
ciudad. Otros intereses le permitieron a Fernando
Mazuera justificar con el vandalismo del 9 de Abril de 1948
la pavimentación de los rieles y el destierro del tranvía para
dar paso al transporte público con buses, incluidos los “Trolleys”
que, pese a su tamaño, capacidad y requerimientos, circularon
parte de su ruta por una calle estrecha y secundaria, para luego
morir en un olvidado lote por la indolencia
de un sindicato y los nuevos intereses de los transportadores.
“Embarrada”
fueron la improvisación y las lanzas de la
Troncal de la
Caracas, legado de Pastrana y preámbulo del
TransMilenio, sistema que pese a sus
defectos y a las malas administraciones ayudo a superar los
problemas de inmovilidad de la ciudad, pero que ahora por el
populismo y el narcisismo del Alcalde Moreno está amenazado
por un etéreo y posible Metro, por que nos hemos acostumbrado
a borrón y cuenta nueva ante cualquier dificultad.

Colapso
arborización, Usaquén, Bogotá
Y
que decir de la importación e implantación masiva en los años
`50 de especies arbóreas
foráneas que, como Pinos, Eucaliptos, Acacias y Urapanes, desplazaron a las especies nativas y además no son
consecuentes con el clima, el tipo de suelo de la ciudad y el
diseño urbano, debiendo ser reemplazadas silenciosamente, y
poco a poco en los últimos años (no sin dejar de pronto algunas
fuertes improntas).

Granizada
e Inundación Cll 26, Bogotá

Osadías,
Canteras Bella Vista, Usaquén, Bogotá, FPT
“Embarradas
Urbanas” debidas a la falta de previsión y mantenimiento de
las redes de la infraestructura de la ciudad se perciben solo
en momentos muy especiales, cuando colapsan y generan tragedias, incrementados por condiciones adversas
del clima. Sin embargo, la desidia y la falta de autoridad han
generado amenazas mayores que las de un “edificio feo, antifuncional
o mal ubicado”: nos hemos acostumbrado a convivir
con osadías estúpidas como construir bajo las redes de alta
tensión, invadir las zonas de ronda, asentarse en zonas de alto
riesgo, olvidarse de las tristes experiencias de un país, de
una ciudad con alto grado de amenaza sísmica para seguir
construyendo con fragilidad.
FPT
El
autor es arquitecto, vive y trabaja en Bogotá, Colombia.
Sobre
arquitectura en Bogotá (pero en este caso, buena arquitectura…)
ver Bogotá
Moderna, edición monográfica del número 24 de la
revista universitaria del Departamento de Proyectos Arquitectónicos
de la ETSAB-ETSAV UPC, editada por Miguel Mayorga y Maria
Pía Fontana y dedicada a una arquitectura muy poco estudiada
que ha configurado el centro de la ciudad capital de Colombia.
Ver
también en café
de las ciudades, entre otras notas sobe Bogotá:
Número
55 I Política de las ciudades
La
vivienda en el desarrollo humano de Bogotá
I El subsidio a la demanda, la calidad urbana y las ataduras
del pensamiento I Ismael A. Molina Giraldo
Número
42 I Tendencias
Bogotá
y su sabana I El fenómeno de la suburbanización física y demográfica. I Carlos Roberto Peña
Barrera
Número
37 I Economía de las ciudades
Instrumentos
para la recuperación de plusvalías en Bogotá (III y última)
I Instrumentos, estudio particular de un caso
y conclusiones. I Gloria Henao González
Número
32 I Lugares
Bogotá
y sus dos modernidades I Un
Foro Internacional del Espacio Público estimulante y civilizado,
en una ciudad donde la cordialidad y la cultura ciudadana compiten
con la lógica de los bunkers. I Marcelo
Corti