Una
ficción metropolitana contemporánea (por entregas).
De
Carmelo Ricot, con Verónicka Ruiz
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Entrega
22:
¿Qué pasa, General?
Pequeño apartamento en Las Condes - Aeropuerto ´73 - Balada
del mochilero - Dos puntas tiene el camino - El trabajo ya está
hecho - Reciclaje y redención

El edificio
era uno de los primeros de vivienda colectiva en Las Condes. Discreto,
poco habitado, con cocheras subterráneas, era ideal para
su propósito. Rentó un apartamento en el contrafrente,
sin avales ni contrato, pagando 6 meses por adelantado; el propietario
aceptó y le advirtió que si pretendía extender
su permanencia deberían formalizar el alquiler. "Nadie
sabe muy bien que es lo que se viene", le dijo con tono de
conocer algo de lo que no quería hablar. Jean Luc hizo algunas
preguntas banales para mantener el verosímil de francés
despistado que venía a hacer negocios al fin del mundo sin
saber donde se metía.
El 10 de septiembre
al mediodía los trajo a su casa. Ellos estaban citados para
una reunión en la sede del Partido, pero de algún
modo logró convencerlos de su propuesta: "unos cabros
de la embajada" le habían pedido que avisara a todo
aquel que pudiera ser salvado. Había unos pesados de la Inteligencia
francesa trabajando junto con los golpistas y la información
se había filtrado a las otras agregadurías. Le llevó
un buen rato convencerlos, finalmente acordaron que Las Condes sería
una segunda residencia oculta desde donde continuar la militancia
con otros recaudos. Los llevó en dos viajes, cada uno en
el baúl; cuando regresó del primero temblaba pensando
que Fernando pudiera haber cambiado de opinión y haberse
ido; Gabriela ya estaba atada y amordazada en Las Condes. Suspiró
de alivio cuando lo encontró escuchando ansioso la radio.
Los alojó separados, uno en cada una de las dos habitaciones
del apartamento. Solo los desataba y les quitaba la mordaza para
alimentarlos, de a uno por vez. Se llevaba las llaves de las habitaciones
cuando debía salir porque lo requerían de la embajada
y de su contacto local.
Ya el 11 a la
mañana le avisó al contacto local que no podía
encontrarlos por ningún lado, que posiblemente estuvieran
escondidos o ya hubieran escapado. Trató de ser frío
y burocrático en sus informes, sugirió que se comunicaran
con la comandancia de Concepción, donde Gabriela tenía
parientes. Ya habían tomado el apartamento donde vivían
y todo sugería que habían escapado muy de improviso,
porque los secuestradores lograron rescatar papeles de cierta importancia.
Se tranquilizó cuando el contacto hizo una broma sobre "lo
cagados que estarían para escaparse así", y trató
de mostrar desprecio.
El sábado
ordenó a Fernando que se afeitara, controlando cada uno de
sus movimientos. Semanas atrás ya le había comprado
un traje que resultó perfectamente ajustado a su talla; le
esparció unas gotas de perfume, le permitió despedirse
de Gabriela, sin mirarlos, y lo llevó a la cochera, donde
volvió a cargarlo en el baúl. Salieron, y en una esquina
despoblada lo hizo subir al asiento del acompañante. En el
aeropuerto le dio discretamente el pasaporte francés y lo
acompaño hasta Migraciones, donde le entregó una valija
con algunas ropas y libros técnicos. Fernando estaba bien
instruido, pero no le hicieron preguntas; pasó los controles
y desapareció en la manga. Al rato entraron unos carabineros
corriendo y Jean Luc estuvo a punto de derrumbarse; tras unos minutos,
salieron arrastrando una mujer que los insultaba. Pero el Depredador
solo quedó tranquilo cuando el avión con rumbo a Caracas
despegó de la pista principal.

Se despidió
de sus contactos, el local y los de la embajada, diciendo, sin mentir,
que pasaba a la Argentina. Preguntó al local por Fernando
y Gabriela: nunca supo si el tipo creía estar mintiéndole
o si realmente le habían dicho que estaban refugiados en
la embajada sueca. Al regresar a Las Condes, llevaba unos calmantes
para tranquilizar a Gabriela, pero no fueron necesarios. Ella estaba
deprimida y ni siquiera lo interrogó ni lo insultó.
Le pidió darse una ducha y el aceptó.
Partieron el
jueves, tras que el mismo le cortara el pelo y la tiñera
de un rojo suave, casi un naranja. Había robado unas ropas
de una secretaria de la embajada, todas ellas de confección
popular francesa, incluyendo los interiores. Solo un par de franceses
despistados podían andar por Chile en esos días con
aspecto de mochileros, ese fue su salvoconducto más eficiente.
No permitió que Gabriela llevara sus anteojos; la imposibilidad
de leer la hacía aun más vulnerable. Tal como preveía,
al llegar a la frontera hicieron bajar a todos del ómnibus
y los revisaron, en sendos grupos. La mujer que hizo desvestir a
Gabriela quedó admirada por el brassier; ella estuvo
a punto de quitárselo y regalárselo, pero en el instante
previo comprendió que eso sería sospechoso; una sonrisa
fría fue la mejor respuesta, y un gesto de no comprender
cuando la mujer ironizó sobre la oportunidad de sus viajes.
En la mochila encontraron lo que Jean Luc le dijo y ella repitió:
ropas informales, unas botellas de pisco, libros de viaje, diarios
franceses de dos meses atrás, una radio a transistores, bolsa
de dormir, cacharros, perfumes. Le dejó a la guardia el frasco
a medio terminar.
Pasada la frontera,
se durmió sobre el brazo de Jean Luc. El Depredador la despertó
al llegar a Mendoza, donde tomaron un cuarto en un hotel de mala
muerte frente a la terminal de ómnibus. Gabriela lloró
durante horas, y en algún momento lo insultó, él
quiso callarla y la sostuvo con cierta violencia, ella calló
y el avanzó sobre sus ropas. Luego del coito, quedaron abrazados
un largo rato. Al levantarse, el le dio unos consejos acerca de
cómo gestionar asilo y nuevos documentos. Esperó a
que volviera a dormir, dejó 400 dólares sobre la mesa
de luz, la besó y se fue. El vuelo a Buenos Aires salía
en menos de una hora, justo a tiempo para llegar al aeropuerto y
conseguir un pasaje.

Durante el viaje
hizo un relevamiento mental de los grados de separación entre
su persona y M. Cassaneau, suponiendo que fuera él quien
siguiera dirigiendo la Unidad. La conclusión fue que podía
forzar su alejamiento, llegando incluso a la deserción de
ser necesario, con la experiencia adquirida en el transcurso de
los años. Pero también (y esa fue la decisión
que tomó en el camino entre el avión y la oficina
de Migraciones) era posible despegarse casi naturalmente, dejando
que la acumulación de secretos lo fuera llevando a un punto
de virtual inexistencia donde comenzar una nueva vida, apenas en
estado latente para el Servicio y, en la práctica, libre
para vivir como pudiera y quisiera.
Estaba destinado
a una comandancia militar en el interior del país; su misión
era completar la formación de los suboficiales locales en
represión antiinsurgente. Ya estaban adecuadamente preparados
en cuanto a la detección de células y aplicación
de tortura localizada para obtener información, su tarea
era introducirlos a la infiltración propiamente dicha. Sin
embargo, pronto llegó a la conclusión de que (como
le dijo en un rapto de sinceridad a su referente de la Unidad) "el
trabajo ya estaba hecho": la principal de las organizaciones
enemigas era, en la práctica, un ejercito comandado por quintacolumnistas.
Tardó en entender los modos de la operación, pero
pronto llegó a dominar los secretos mejor que nadie, incluyendo
a los propios oficiales locales a los que encontraba, por un lado,
demasiado esquemáticos para entender las complejidades de
la política en curso y, por otro, fanatizados en la espera
de su misión.
Evitó
volver a involucrarse en infiltraciones; se concentró en
el adiestramiento de cuadros y en discretas tareas de espionaje.
Pronto fue destinado a Buenos Aires y apenas establecido sintió
que era la ciudad ideal para perderse, como había imaginado
al bajar del avión. Tiempo después leyó algunos
libros que solían usar los del lugar para confirmarse y divulgar
ese supuesto leadership cultural de la que todos, a su manera,
se vanagloriaban: en uno de ellos se decía algo similar respecto
a Londres. No era supersticioso y, a esta altura, casi no creía
en nada, pero tomo esa coincidencia como un buen augurio.
El nihilismo
y el desprejuicio que iba consolidando lo hacían especialmente
adecuado para interpretar la política local. En poco tiempo
pudo abandonar los adiestramientos y concentrarse en la elaboración
de informes; algunas frases que había intercalado en alguno
de ellos fueron citadas en un artículo de un diario local
(seguramente, la filtración de algún ejecutivo de
Reanult u otro personaje de la influyente colectividad francesa).
Sintió algo de orgullo profesional al respecto, y simultáneamente
la autoindulgencia sobre esa vanidad.

Vivía
en un piso bien ubicado en el Barrio Norte de la ciudad. Pronto
se hizo amante de una mujer separada, una señora elegante
que alquilaba un departamento en el mismo edificio. Una tarde, miraron
por televisión en el dormitorio de ella la manifestación
convocada por el líder de todas las facciones. Reconoció
el cántico de un sector de la multitud ("¿Qué
pasa, que pasa, que pasa, General...?") y le explicó
a su compañera el modo en que seguirían las cosas.
Fue exacto en todo, incluyendo la inminente muerte del líder
y los entuertos en que entraría el otro sector, el que respondía
"Conformes, General".
Su relación
con Mercedes, la señora en cuestión, terminaría
amistosamente. Cuando años más tarde regresara a Buenos
Aires desde su última misión en Guatemala, ella (ahora
en pareja con un militar retirado) lo pondría en contacto
con ciertos patanes que estaban organizando una empresa fantasma.
El objetivo era encubrir el vaciamiento de un club de fútbol
del sur de la ciudad. La parte del negocio que le correspondió
a Jean Luc fue contactar a un grupo empresario francés para
cerrar el aspecto inmobiliario de la cuestión. Recibió
por sus servicios una suma considerable; con ella compró
una casa para remodelar en un barrio no demasiado alejado del Centro,
y montó una consultoría empresaria. Poco tiempo después
conoció a Claudio por motivos de trabajo y comenzó
su amistad.
Pero esto sería
algunos años después, ahora estaba enredado con Mercedes
en una tarde de otoño, en un departamento del Barrio Norte,
mirando la Historia por televisión mientras en el tocadiscos
aun suena El lado oscuro de la Luna. Recordó, mientras
escuchaba el veredicto del Líder, aquella otra frase del
escritor que había confirmado su teoría sobre las
grandes ciudades: "para un verdadero intelectual, la actualidad
es un anacronismo". Volvería a recordarla unos meses
después, cuando filtraba las escuchas telefónicas
de un comando. Los líderes de dos de las organizaciones insurgentes
habían acordado encontrarse; tal como el Depredador sospechaba,
uno de los dos era en realidad traidor. El otro acudió a
la cita, en las afueras de la ciudad, cerca de una autopista por
la que horas después los militares llevarían su cadáver
a un edificio del ejército, para exhibirlo en triunfo. Al
día siguiente Jean Luc tomó el vuelo de Aerolíneas
Argentinas hacia México.
CR
c/VR

Próxima
entrega (23):
Suite
Mediterránea
Mujer en el
balcón- Vernissage - Lo útil y lo agradable - La entropía
de un matrimonio feliz - Animales - Los caminos del arte contemporáneo
– Hipertexto y collage
Carmelo
Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja en la
prestación de servicios administrativos a la producción
del hábitat. Dilettante, y estudioso de la ciudad,
interrumpe (más que acompaña) su trabajo cotidiano
con reflexiones y ensayos sobre estética, erotismo y política.
Verónicka
Ruiz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació en
México, estudió geografía en Amsterdam y psicología
en Copenhague.
En entregas anteriores
1:
SOJAZO!
Un gobierno acorralado, una medida impopular. Siembran con soja
la Plaza de Mayo; Buenos Aires arde. Y a pocas cuadras, un artista
del Lejano Oriente deslumbra a críticos y snobs.
2:
El "Manifesto"
Desde Siena, un extraño documento propone caminos y utopías
para el arte contemporáneo. ¿Marketing, genio, compromiso,
palabrerío? ¿La ciudad como arte...?
3:
Miranda y tres tipos de hombres
Lectura dispersa en un bar. Los planes eróticos de una muchacha,
y su éxito en cumplirlos. Toni Negri, Althuser, Gustavo y
Javier.
4:
La de las largas crenchas
Miranda hace un balance de su vida y sale de compras. Un llamado
despierta la ira de una diosa.
El narrador es un voyeur. Bienvenida al tren.
5:
El Depredador
Conferencia a sala llena, salvo dos lugares vacíos. Antecedentes
en Moreno.
Extraño acuerdo de pago. Un avión a Sao Paulo.
6:
Strip tease
Ventajas del amor en formación. Encuentro de dos personas
que no pueden vivir juntas pero tampoco separadas. Miranda prepara
(y ejecuta con maestría) la recepción a Jean Luc.
7:
Nada más artificial
Extraño diálogo amoroso. Claudio parece envidiar a
Jean Luc, pero sí que ama a Carmen.
Virtudes de un empresario, razones de una amistad.
8:
Empresaria cultural
Carmen: paciencia, contactos y esos ojos tristes. Monologo interior
ante un paso a nivel.
Paneo por Buenos Aires, 4 AM.
9:
La elección del artista
Bullshit, así, sin énfasis.
Cómo decir que no sin herir a los consultores.
La ilusión de una experiencia arquitectónica. Ventajas
de la diferencia horaria.
10:
Simulacro en Milán
La extraña corte de Mitzuoda.
Estrategias de simulación. Las afinidades selectivas. Una
oferta y una cena. La Pietà Rondanini. Juegos de seducción.
11:
Más que el viento, el amor
Al Tigre, desde el Sudeste. El sello
del Depredador. Jean Luc recuerda la rive gauche, Miranda espera
detalles. La isla y el recreo. Secretos de mujeres. El sentido de
la historia.
12:
El deseo los lleva
La mirada del Depredador. Amores
raros. Grupo de pertenencia. Coincidencias florales. Influida y
perfeccionada. Un mundo de sensaciones. Abusado por el sol.
13:
Acuerdan extrañarse
Despojado de sofisticación.
Las víboras enroscadas. Adaptación al medio. Discurso
de Miranda. Amanecer. Llamados y visitas. ¿Despedida final? Un verano
con Mónica.
14:
No podrías pagarlo
Refugio
para el amor. Viscosas motivaciones. Venustas, firmitas, utilitas.
Una obra esencialmente ambigua. La raíz de su deseo. Brindis
en busca del equilibrio.
15:
La carta infame
Estudios
de gestión, y una angustia prolongada. Demora inexplicable.
La franja entre el deseo y la moral. Lectura en diagonal a la plaza.
Sensiblería y procacidad.
Entrega
16: En la parrilla de Lalo
Paisaje periférico. Estudio de mercado. Sonrisa melancólica,
proporciones perfectas.
Un patrón apenas cortés. Elogio del elegante. Suite
Imperial. Desnudez y democracia.
Entrega
(17): La investigación
aplicada
Más
de lo que quisiera. Temas de conversación. La insidiosa duda.
Estrategia del celoso. Peligros. La casa del pecado. Suposiciones
y conjeturas.
Entremés
- Solo por excepción (I) / La drástica decisión.
Entremés
- Solo por excepción (II)
/ Los trabajos y los días
Entremés
- Solo por excepción (III y última del entremés)
/ El experimento Rochester.
18:
La afirmación positiva
Una visión
panóptica. La eficacia de las caricias. No lejos de la fábrica.
Los motivos de su conducta. Hipótesis oportunista. Certero
impacto del Artista Pop.
19:
El amor asoma su sucia cabeza
Hipótesis
de conflicto - El perseguidor - Preguntas capciosas - Efectos colaterales
-
Sólo en Buenos Aires – La tristeza de un jueves a la tarde
20:
La forja de un rebelde
Propuesta
del superior – Llegar tarde a todo – Disciplina y cinismo – La luz
y el aire del Sur –
Adiestramiento de un servicio – Los pruritos morales – Doble agente
21:
Al servicio de la República
La
llegada a América y las primeras misiones - Jean Luc seduce
a propios y extraños -
Por la razón o por la fuerza - Foja de servicios – El hombre
justo en el lugar equivocado
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