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Epílogo
(tercera parte y final)
Lástima
que sea una cualquiera...

La miseria
que siguió a la Crisis del Sojazo duró
algunos meses (apenas unos meses, dirán los que solo
la vieron por televisión; unos interminables meses,
los que perdieron hasta el alma). El Gobierno Provisional
se preocupó, en primer lugar, por asegurar alimento
a los más desposeídos; a eso ayudó la
benevolencia del clima y el regreso de los diversos ganados
desde los humedales en que los había confinado el monocultivo.
La segunda preocupación apuntaba al armado de una Nueva
Base Económica (NuBaE, como la definió el Ministro
del área en su primer discurso; conocedor de trucos
lingüísticos, el Ministro sabía que darle
a su invento una sigla le daría a la vez identidad
y darle identidad, aunque más no fuera simbólica,
pondría en marcha las expectativas de las que se alimenta
toda economía sustentable...).
En realidad,
la Nueva Base apareció espontáneamente, como
sostienen algunos que se dan las cosas en un mercado perfecto.
Se ha hablado mucho sobre los marcos técnicos y sociales
que rodearon el nuevo risorgimento argentino (la baja
de las tarifas aéreas, los problemas geopolíticos
en el Caribe, la relativa benevolencia de la situación
ambiental, el nuevo rol energético de algunos cultivos,
obviamente las ventajas cambiarias) pero ningún análisis
serio puede prescindir del rol que tuvo en esa sorpresiva
reactivación la coincidencia simultanea de decenas
de miles de decisiones de mujeres (y también hombres)
que, siguiendo dinastías familiares o contrariando
los deseos de los suyos, ayudadas por su cuerpo o su simpatía,
liberadas por la miseria de trabazones morales, asumieron
con distintos grados de resignación o entusiasmo la
única tarea que les ofrecía una expectativa
razonable de ingresos. En cuestión de semanas, calles
y barrios completos de las principales ciudades fueron escenario
para una extendida e impensada geografía del amor (o
al menos, del comercio de sus placeres...).
Se ha
calculado que el número de personas dedicadas a la
NuBaE superó, en su momento culminante, la de empleados
y empleadas de comercio (al menos, los registrados en el sector
formal). Si meses después la reactivación permitió
que se volviera a mostrar el perfil de servicios anterior
a la crisis, no fue por un retroceso del sector sino, al contrario,
por el reciclaje y blanqueo hormiga de los billetes
de 10, 20, 50 y 100 dólares (según los casos)
que los visitantes extranjeros dejaban en cada pase
(palabra que con su significado del momento quedó incorporada
a la mitología popular argentina, a los juegos lingüísticos,
a las ironías de oficina) y que las chicas (y
chicos) retornaban al circuito comercial convencional. Dejémoslo
claro: que los y las visitantes visitaran las cataratas y
los glaciares, que admiraran las quebradas y los esteros,
que consumieran bifes de chorizo y compraran ropa de cuero,
también contribuyó a la NuBaE. Pero la mayor
parte de los que llegaban a Ezeiza tenían claro el
sentido primordial de su visita, el objetivo básico
del viaje al confín del planeta.

Fue en
esos días en que me separé de Lucy. Aun en la
pelea final, siempre supe que con ella se iba de mi vida,
al menos por un tiempo doloroso, la felicidad como sustancia
compartida. No niego el alivio que sentí al quedar
solo, ni la imposibilidad fáctica de continuar la farsa
de nuestro matrimonio: digo que con Lucy se iba la felicidad;
no era el amor, entiéndanme, ella era la felicidad.
El día
en que se fue yo estaba hablando por teléfono con una
compañera de oficina, que estaba pasando un proceso
de entropía sentimental muy similar al mío.
Corté para saludar a Lucy, que se iba llorando, y luego
llamé a mi amiga y la invité a mi departamento;
vino, y por precaución apoyé una mesa contra
la puerta por si ella volvía.
Después
rodé en mil amores. Llamé frivolidad a mi
desesperación; amanecí en casas extrañas,
fui ingenuo y fui malvado. Por una infame ecuación
evalué los costos del amor gratuito y los del amor
pago: como había previsto, el consumo de tiempo, el
desgaste emocional y la propia expensa numeraria eran más
favorables a mi interés cuando pagaba que cuando creía
seducir. Anduve por burdeles y caminé todas las calles
de la infamia; practiqué todas las ruindades, probé
todos los pecados. Me ocurrió salir de fiestas honorables,
con buenas gentes, y despedirme para buscar el placer de un
encuentro inapropiado. Fui confidente y ministro de las putas.
No ahorré dinero ni inconsciencias; dije amores mentidos
y aconsejé como amigo. Me gustaba hacerme confiable
y averiguar el nombre secreto de las chicas. A una
de ellas le escribí:
El sexo
perfecto de Paula es el centro de gravedad de nuestros cuerpos
y nuestros tiempos (¿cuántas veces dormiré con
mi mano refugiada en sus pliegues, cuantas veces lo besaré
lánguidamente, cuantas veces beberé su jugo
inagotable, lo buscaré furtivamente en la oscuridad?).
Cada sonrisa
de Paula, cada movimiento de sus ojos, es una instrucción
para procurarle un nuevo goce, un nuevo ángulo para
buscar sus perfecciones, una nueva manera de combinar besos
y caricias, obscenidades y miradas. Como la alfombra o los
almohadones, mi propio cuerpo es un instrumento del poder
de Paula, que se abre y se cierra a todos mis sentidos con
una cadencia rigurosa y caliente.
De ella
te atraen dos movimientos opuestos y complementarios, la Accesibilidad
y la Indiferencia.
Availability.
Pero ninguna
mujer nace para puta…

Expulsado
de todos los paraisos, rechazado (por tibio) en el el infierno,
armé con mentiras mi propio purgatorio.
Llamé
memoria a las mentiras, y así fueron verdades, y entonces
mi invención fue infierno. ESO PASÓ. Hoy
se saludar a la Belleza: hoy hago del amor proyecto y
texto.
Una tarde,
en un privado de la Avenida de Mayo, pasé con Dakota,
una rubia que estudiaba kinesiología. Me gustó
lo que hacía y volví uno o dos días por
semana en los meses siguientes. Una noche, después
de cenar con una amiga y acompañarla a su casa, pasé
por allí y arreglé un combinado con Yanina.
La sesión fue tan salvaje como falsa. Al terminar,
agradecí a Yanina y me quedé una hora más
con Dakota (cuyo nombre verdadero, me contó esa noche,
era Vanesa). Vanesa me explicó que Yanina era en realidad
la Dueña, que solo hacía algunos pases con clientes
de confianza, pero más que nada para auditar la labor
de sus pupilas. Me dijo que su esposo había muerto
meses atrás; por algunas referencias inferí
que era el famoso Depredador francés sospechado de
algunas muertes en el Teatro San Martín durante la
locura del Sojazo (recordarán que estuve allí
ese día, en la extraña conferencia mitzuodiana).
Meses
después, ya rescatado (con la primavera,
todo ha cambiado), me encontré con Vanesa en un
drugstore de Libertador. Me costó reconocerla, ya no
era rubia. Estaba trabajando sola, o mejor dicho con una amiga
con quien se cuidaba mutuamente (las ayudaba además
un ex policía que habían contratado como chofer).
La invité con un café y aceptó, porque
esperaba a su amiga que venía de un pase en un hotel
cercano. Estaba irritada con Yanina, habían discutido
por porcentajes y terminaron peleadas; allí me dio
su versión de la muerte del Francés.
Según
Vanesa, el Depredador había sido asesinado por un amante
de Yanina, un Comisario de la Federal que lo había
reconocido de un episodio en el pasado. Se lo había
contado una chica que involuntariamente había visto
el momento en que el rati se llevaba a Jean Luc, muy borracho,
apuntándolo con "la provista" en la espalda.
Días después aparecieron dos dealers de baja
jerarquía degollados en el Bajo Flores y aprovecharon
para adjudicarles lo de Jean Luc, porque al revisar la pieza
de la pensión en que se alojaban la policía
encontró su reloj y una calculadora que la viuda reconoció
como del muerto. Según Vanesa, Yanina no podía
ignorar el rol del amante en la muerte del padre de su propio
hijo; como a pesar de sus palabras note alguna duda en la
forma de decirlo, le respondí que a veces no queremos
darnos cuenta de lo más evidente. Iba a hablarle de
la redundancia como el camino que el arte ha encontrado para
contrarrestar esa ilusión perceptiva, pero ya Vanesa
me estaba diciendo, tal vez para cerrar una conversación
imprudente, que quizás yo tuviera razón.
Vanesa
sabía cosas que yo no; yo sabía cosas que Vanesa
no, pero con lo que ahora me contaba comenzaba a cerrar el
enigma del Depredador. Me quedaba por saber si el Comisario
había vengado el episodio de la escalera en el San
Martín o algún asunto de vieja data cuando el
francés aún era servicio. Cuestión
de revisar algunos archivos y hacer alguna consulta a los
conocidos del diario; en todo caso, mantuve la asimetría
informativa con Vanesa. Pagué los cafés y le
pedí que esperara un minuto, fui al minimercado y le
compré unos chocolates para su hijo. Agradeció
el detalle, pero me pareció que esperaba la pregunta
por un pase; yo en cambio salí a Libertador
y corrí un taxi que recién quedaba libre.
CR
c/VR
Carmelo
Ricot es suizo y vive en Sudamérica, donde trabaja
en la prestación de servicios administrativos a la
producción del hábitat. Dilettante, y
estudioso de la ciudad, interrumpe (más que acompaña)
su trabajo cotidiano con reflexiones y ensayos sobre estética,
erotismo y política.
Verónicka
Ruiz es guionista de cine y vive en Los Angeles. Nació
en México, estudió geografía en Amsterdam
y psicología en Copenhague.
En
entregas anteriores:
1:
SOJAZO!
Un gobierno acorralado, una medida impopular. Siembran con
soja la Plaza de Mayo; Buenos Aires arde. Y a pocas cuadras,
un artista del Lejano Oriente deslumbra a críticos
y snobs.
2:
El "Manifesto"
Desde Siena, un extraño documento propone caminos y
utopías para el arte contemporáneo. ¿Marketing,
genio, compromiso, palabrerío? ¿La ciudad como arte...?
3:
Miranda y tres tipos de hombres
Lectura dispersa en un bar. Los planes eróticos de
una muchacha, y su éxito en cumplirlos. Toni Negri,
Althuser, Gustavo y Javier.
4:
La de las largas crenchas
Miranda hace un balance de su vida y sale de compras. Un llamado
despierta la ira de una diosa.
El narrador es un voyeur. Bienvenida al tren.
5:
El Depredador
Conferencia a sala llena, salvo dos lugares vacíos.
Antecedentes en Moreno.
Extraño acuerdo de pago. Un avión a Sao Paulo.
6:
Strip tease
Ventajas del amor en formación. Encuentro de dos personas
que no pueden vivir juntas pero tampoco separadas. Miranda
prepara (y ejecuta con maestría) la recepción
a Jean Luc.
7:
Nada más artificial
Extraño diálogo amoroso. Claudio parece envidiar
a Jean Luc, pero sí que ama a Carmen.
Virtudes de un empresario, razones de una amistad.
8:
Empresaria cultural
Carmen: paciencia, contactos y esos ojos tristes. Monologo
interior ante un paso a nivel.
Paneo por Buenos Aires, 4 AM.
9:
La elección del artista
Bullshit, así, sin énfasis. Cómo
decir que no sin herir a los consultores.
La ilusión de una experiencia arquitectónica.
Ventajas de la diferencia horaria.
10:
Simulacro en Milán
La extraña corte de Mitzuoda. Estrategias de
simulación. Las afinidades selectivas. Una oferta y
una cena. La Pietà Rondanini. Juegos de seducción.
11:
Más que el viento, el amor
Al Tigre, desde el Sudeste. El sello del Depredador.
Jean Luc recuerda la rive gauche, Miranda espera detalles.
La isla y el recreo. Secretos de mujeres. El sentido de la
historia.
12:
El deseo los lleva
La mirada del Depredador. Amores raros. Grupo de pertenencia.
Coincidencias florales. Influida y perfeccionada. Un mundo
de sensaciones. Abusado por el sol.
13:
Acuerdan extrañarse
Despojado de sofisticación. Las víboras
enroscadas. Adaptación al medio. Discurso de Miranda.
Amanecer. Llamados y visitas. ¿Despedida final? Un verano
con Mónica.
14:
No podrías pagarlo
Refugio para el amor. Viscosas motivaciones. Venustas,
firmitas, utilitas. Una obra esencialmente ambigua. La raíz
de su deseo. Brindis en busca del equilibrio.
15:
La carta infame
Estudios de gestión, y una angustia prolongada.
Demora inexplicable.
La franja entre el deseo y la moral. Lectura en diagonal a
la plaza. Sensiblería y procacidad.
Entrega
16: En la parrilla de Lalo
Paisaje periférico. Estudio de mercado.
Sonrisa melancólica, proporciones perfectas.
Un patrón apenas cortés. Elogio del elegante.
Suite Imperial. Desnudez y democracia.
Entrega
(17): La
investigación aplicada
Más de lo que quisiera. Temas de conversación.
La insidiosa duda.
Estrategia del celoso. Peligros. La casa del pecado. Suposiciones
y conjeturas.
Entremés
- Solo por excepción (I) / La drástica decisión.
Entremés
- Solo por excepción (II) / Los trabajos y los
días
Entremés
- Solo por excepción (III y última del entremés)
/ El experimento Rochester.
18:
La afirmación positiva
Una visión panóptica. La eficacia de
las caricias. No lejos de la fábrica.
Los motivos de su conducta. Hipótesis oportunista.
Certero impacto del Artista Pop.
19:
El amor asoma su sucia cabeza
Hipótesis de conflicto - El perseguidor - Preguntas
capciosas - Efectos colaterales -
Sólo en Buenos Aires – La tristeza de un jueves a la
tarde
20:
La forja de un rebelde
Propuesta del superior – Llegar tarde a todo – Disciplina
y cinismo – La luz y el aire del Sur – Adiestramiento de un
servicio – Los pruritos morales – Doble agente
21:
Al servicio de la República
La llegada a América y las primeras misiones
- Jean Luc seduce a propios y extraños -
Por la razón o por la fuerza - Foja de servicios –
El hombre justo en el lugar equivocado
22:
¿Qué pasa, General?
Pequeño apartamento en Las Condes - Aeropuerto
´73 - Balada del mochilero -
Dos puntas tiene el camino - El trabajo ya está hecho
- Reciclaje y redención
23:
Suite Mediterránea
Mujer en el balcón - Vernissage - Lo útil
y lo agradable - La entropía de un matrimonio feliz
- Animales - Los caminos del arte contemporáneo – Hipertexto
y collage
Entrega
24: Una walkyria conurbana
¿Vivís
por acá? - No somos perras - La prohibición
de involucrarse - Ningún cuidado es excesivo
Reconversión en el área servicios - Aparición
del príncipe azul
Entrega
25: Vidas paralelas
El
pisito - Carmen en vuelo -Una ruptura civilizada -La primavera
de Praga -Permanencias y rupturas -
No el amor, sino la felicidad - Dos vidas, un cuerpo
Entrega
26: El 18 Brumario de Jean Luc (Depredador)
Fin
de semana salvaje - Trampas del destino - ¿Qué vas
a tomar? - La objeción confirmada -
Si quieres que algo resulte, hazlo tu mismo - Justicia poética
Entrega
27: La playa del amor
La
vanguardia de los cangrejos - Calor, calor - Un mundo feliz
- ¡Vivan los novios! -
Las comparaciones siempre son odiosas - Creced y multiplicaos
– Dilema de los felices
Entremés
ensayístico -
Crítica a la Galería Grierson (I) / ¿Fin de
época?
Entremés
ensayístico -
Crítica a la Galería Grierson (II) / Entre Giedion
y el psicoanálisis
Entremés
ensayístico -
Crítica a la Galería Grierson (III y última
del entremés ensayístico) / La clave topológica
Entrega
28: El buen ladrón
Una
performance espontánea - Arte y Política se
confunden en las calles - La amenaza - El Depredador completa
su traición - Snobismo de un genio - ¿Revolución
o anacronismo?
Entrega
29: Flor de fango, una cualquiera
La
transición - El óptimo de Pareto - Culpas compartidas
- El mejor de los mundos posibles - La que peca por la paga
- La línea del oeste - Vivir su vida
Entrega
30: Doble de cuerpo
Itinerario
de un artista - Exposición multimedios - La fuga del
hastiado - Indicios de una alteración - Opera prima
y consagración - La música de los espacios secuenciales
Entrega
31: El eterno retorno
La
decepción - Lo mejor de nuestra vida - Discreto encanto
de una burguesa - Yo daré la media vuelta - La razón
no entiende - Siempre nos quedará Milán - Confortable
Epílogo
(primera parte)
Donde
se explica el derrotero de nuestros héroes y heroínas
en los meses sucesivos, haciendo hincapié en las nuevas
circunstancias personales y profesionales que experimentan
y en lo definitivo o (en la mayor parte) transitorio de las
configuraciones psico-sociales que estas vicisitudes individuales
y sus interrelaciones van dibujando.
Epílogo
(segunda parte)
Donde
se explica un curioso episodio de paternidad compartida, falseamiento
de identidades y retiro del mundo.
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