En
Córdoba, el Área Central es el espacio urbano que
concentra la mayor densidad de elementos identitarios
y es uno de los ámbitos que más han sido proyectados
y reproyectados a lo largo de su existencia. Cuando
el estado municipal decide arrasar las pérgolas y
canteros de la peatonal -que desde hace tres décadas
le otorgan una impronta singular-, sobre la base de
un supuesto “informe de bomberos”, simplifica a
niveles alarmantes la complejidad de demandas y urgencias
que motorizan las acciones sobre la ciudad, amparándose
en la lógica “irrefutable” de la seguridad urbana.
En
otros términos, no hay relación entre los esfuerzos
y voluntades que construyen la ciudad en la larga
duración del tiempo y la banalidad de las decisiones
asumidas improvisadamente, que destruyen parte de
aquellos esfuerzos de un día para el otro. Esta concepción
plana sobre el artefacto urbano desconoce el trabajo
histórico acumulado que da por resultado la ciudad
a la vista, en donde la ausencia de perspectiva histórica
impide situar las acciones en su contexto específico,
así como calibrar sus implicancias. Por ello, interesa
en esta nota construir de manera sintética un derrotero
del Área Central local que, pese a la crisis de
la urbanidad expresada en el espacio público, persiste
como el lugar de todos los cordobeses. Algunos
tramos de este texto tienen origen en parte del informe
personal que integra la investigación La centralidad
urbana de la ciudad de Córdoba. Diagnóstico tentativo,
proyecto urbano y alternativas de desarrollo sustentable
para el Área Central y las centralidades emergentes
(SECyT, UNC), dirigida por A. Cohen (FAUD, UNC).

Figura
1- Plano de la ciudad de Córdoba, 1924.
Se pueden apreciar las expansiones que se venían produciendo
desde finales del siglo XIX.
1.
El centro o la ciudad misma
Sabemos
que un rasgo compartido por la casi totalidad de las
ciudades latinoamericanas es la presencia de una
centralidad fuertemente ligada a la instancia fundacional,
que reúne una serie de piezas urbanas que en su momento
fueron la condición de existencia para que aquel proyecto
de asentamiento naciera como ciudad. Del centro hacia
los bordes, de la ciudad al territorio rural, los
elementos urbanos dispuestos sobre la cuadrícula expresan
un orden social que, sobre un orden geométrico,
asegura un
régimen de transmisión de autoridad, del poder colonial
a la conformación física de la ciudad (Rama, 1985).
Córdoba irá a espacializar ese orden social con énfasis
en
el centro de la composición urbana, dando origen a
un esquema de relaciones monoradial entre la ciudad
y su territorio, acentuado por su carácter mediterráneo
y de nodo articulador de regiones.
Pese
a las primeras expansiones modernizadoras del siglo
XIX y del notable crecimiento urbano de la segunda
mitad del siglo XX, el centro sigue siendo la síntesis
de la ciudad, como lugar de referencia con que
se identifica el conjunto de los ciudadanos. Centro
histórico, área central de la ciudad o nodo central
de un área metropolitana, la centralidad de Córdoba
reúne una serie de atributos comunes a los de otras
ciudades como una reconocible complejidad funcional,
pluralidad de usos, diversidad morfológica, piezas
arquitectónicas de escala, jerarquías de espacios
urbanos públicos y la mayor concentración de flujos
de movimiento urbano, a lo cual se añade la cualidad
única en la ciudad de contener todas las etapas de
la construcción histórica de la ciudad.
Según
Carrión (2009), los centros históricos aparecen como
objeto de análisis y de intervención ante la evidencia
de su propia crisis o destrucción. Esto ocurre cuando
empiezan a perder las funciones centrales que los
cualifican, producto de la transformación del patrón
de urbanización general de la ciudad en una expansión
urbana que extiende sus bordes, contrastando con la
urbanización concentrada del pasado. Esto evidencia
“un cambio de
las relaciones entre la renovación de la centralidad
y la expansión de la periferia, que plantea dos hechos
que interesa remarcar: por un lado, el inicio de la
existencia de una ciudad con centralidad plural y,
por otro, una clara diferenciación entre lo nuevo
de la periferia -moderna, heterogénea- y el pasado
de la centralidad fundacional -antigua, homogénea-”
(Carrión, 2009:7).
Este
proceso de crecimiento urbano no se ha producido de
la misma manera e intensidad en todas las ciudades
latinoamericanas. En Córdoba las expansiones decimonónicas,
los denominados “barrios-pueblos”, nacen con autonomía
de la ciudad pero con una fuerte dependencia funcional
de su centralidad (Figura 1). Esto puede haberse debido
a varios factores, entre ellos, la acotada escala
general del conjunto urbano -Córdoba continuó siendo
una pequeña capital de provincia hasta bastante avanzado
el siglo XX- y el hecho de que sólo la primera generación
de aquellos barrios-pueblos imaginaron funciones centrales
alrededor de la plaza barrial, y las posteriores constituyeron
meras extensiones suburbanas. Por otra parte, a lo
largo del siglo XX y pese a la gran expansión de la
ciudad como consecuencia de su transformación en polo
industrial y universitario, la centralidad persiste
fuertemente anclada a su núcleo original. En ese sentido,
aquel contrapunto al que alude Carrión, periferia
moderna y heterogénea
y centralidad fundacional antigua
y homogénea, presenta variaciones en nuestro contexto:
respecto del primer concepto, cabe decir que gran
parte de la periferia generada a partir de los años
60 no ha dejado de ser anodina y marcadamente monofuncional;
en cuanto al segundo, el área central se ha renovado a ritmo acelerado e incorporado nuevas
infraestructuras al compás de la modernización general
de la ciudad, en un desarrollo que acarreó la
destrucción de buena parte del tejido histórico pero
a la vez diversificó el paisaje urbano del área.
En
otro orden, aquel proceso de desestructuración de las
áreas centrales y aparición de nuevos barrios modernos
y dinámicos con centralidades propias, que se
inicia hace más de medio siglo en muchas ciudades
latinoamericanas y que responde al movimiento migratorio
de origen rural hacia las ciudades, a la par del abandono
de las áreas centrales por parte de la población originaria,
no responde
exactamente al caso de Córdoba ni de otras ciudades
argentinas, entre otras razones, por la naturaleza
socioeconómica de la población, su marcado perfil
urbano y el comparativamente temprano carácter industrial
del país (Lima, La
Paz, Bogotá, Quito, entro otras,
son ciudades que ejemplifican aquel otro panorama
en donde los cascos fundacionales perdieron su rol
referencial urbano, tugurizándose como consecuencia
del éxodo de sus funciones vitales y evidenciando
un marcado deterioro social y edilicio; en algunas
de esas ciudades, ciertamente estos procesos comienzan
a revertirse en los años 90, a partir de acciones de
puesta en valor, algunas veces sólo ligadas a la recuperación
del patrimonio arquitectónico y el espacio público;
otras, con políticas más integrales que apuntan a
la dinámica económica del área, a la solución de la
residencia y a una mayor inclusión social de la población
local).
Hace relativamente pocos años que Córdoba viene evidenciando
una pérdida de funciones vitales y cierto deterioro
social y edilicio en el área central,
en consonancia con la aparición de nuevos nodos de
concentración de funciones centrales y la consolidación
de algunas “centralidades” barriales. Si bien hace
décadas existen algunos corredores comerciales a lo
largo de ejes estructurantes de algunas áreas urbanas,
esto se ha potenciado en un contexto de cambio de
paradigmas económicos traducidos al espacio urbano.
La actual conformación de las periferias, incentivada
por una expansión de la vialidad, nuevos modos de
vida y hábitos de consumo, así como, una devaluación
de lo que tradicionalmente se entendía como “vida
urbana”, viene construyendo un paisaje periurbano
de barrios cerrados, infraestructuras viales y polos
comerciales y de servicios debidamente conectados,
que en simultáneo confluyen con barrios pobres, asentamientos
irregulares y planes habitacionales.
En
Córdoba, entonces, esta pérdida
de unidad
de la ciudad tradicional es relativamente reciente
respecto de otras ciudades latinoamericanas. Así
las “nuevas centralidades”, aún de carácter embrionario,
se relacionan con aquellas formas de suburbanización
y un tipo de crecimiento autónomo de la centralidad
original, más vinculado al desarrollo metropolitano.
A la par, el área central viene dando muestras de
decaimiento, aunque no con los niveles de tugurización
y segregación que en su momento evidenciaron sus pares
de otras ciudades latinoamericanas. Pese a ello, conserva parte de su vitalidad y, particularmente, de sus
potencialidades. Y es quizás allí donde resida
el germen de su recuperación.

Figura
2- Plano Regulador y de Extensión de la ciudad de
Córdoba, Ing. Benito J. Carrasco, 1927.
(Memoria y expediente urbano)
2.
Ideas y prácticas. Planes
urbanos, regulación y acciones sobre el Área
Central
En
sus memorias y expedientes, la mayoría de los planes
mencionados no dan cuenta del desarrollo
de prefiguraciones espaciales y, menos aún, de planes
de sector y de detalle, y quizás sea esto una prueba
de cierto divorcio
entre plan y proyecto urbano y entre planificación
y obra pública. En este sentido, las prácticas
urbanas, entendidas como normas, políticas y acciones
sobre la ciudad con consecuencias materiales concretas,
no siempre han sido derivaciones de planes urbanos.
En algunos casos, han constituido un antecedente y
en otros, se dieron como iniciativas paralelas a las
instancias de planificación, sin entrar en coherencia
con objetivos más globales respecto del conjunto urbano.
Sí
queda pendiente una indagación más profunda acerca
de la incidencia de los planes urbanos en la generación de un
clima de debate disciplinar, que indirectamente haya
disparado miradas definidamente proyectuales. Pero
lo que no cabe duda es que la planificación en Córdoba, salvo excepciones,
ha subvalorado a la arquitectura como componente fundamental
en la construcción de la idea de ciudad. Una excepción
es el área central, la única porción de Córdoba que
cuenta con un bagaje proyectual sobre su arquitectura
-mayormente la de valor patrimonial- y espacio público,
y un importante corpus normativo específico. Planificación
y prácticas específicas se entrelazan, entonces, en
este un territorio de permanente reproposición a lo
largo del
último siglo, desde los albores del primer plan urbano.
La década del `20 es clave a ese respecto. Las gestiones progresistas del gobernador Ramón J. Cárcano, particularmente
en su segunda gestión (1925-1928), y del intendente
Emilio F. Olmos (1925-1929), se propusieron cambiar
la fisonomía de la ciudad, encarando numerosas obras
tanto en el centro como en los barrios, con el fin
de una modernización urbana y un mejoramiento general
de la calidad de vida. En el centro se construyen
el Mercado Norte y el Mercado de Abasto, extendiendo
la centralidad hacia áreas cuasi marginales, de un
lado y del otro del cauce del río; se inician la construcción
del Palacio de Justicia, que a su vez representa una
definitiva “colonización” de sectores no del todo
consolidados, como eran los bordes del arroyo La Cañada;
también se erige el Teatro Real, el Gimnasio Escolar
en el parque, la Caja Popular de Ahorro, etc. Asimismo,
se remodela el Teatro Rivera Indarte y el Colegio
Monserrat; se ensancha un tramo de la avenida Colón-Olmos,
levantándose nuevas fachadas sobre la vereda norte,
y se pavimenta y ornamenta el
bulevar Chacabuco,
entre otras obras. Finalizando los años 20, se continúa
el bulevar San Juan hacia el oeste y posteriormente,
se sistematiza su traza hacia el este -hoy, bulevar
Illia- (1929-1930).
En
ese contexto se encarga a Benito Carrasco el Plan
Regulador que concluyó en 1927. Aunque no tiene consecuencias
materiales directas sobre la ciudad, dicho plan establece una serie de tópicos
que serán reactualizados en diferentes momentos de
la historia urbana local (Figura 2). Bajo la influencia de corrientes que adscriben al academicismo y a la
beautificación urbana, Carrasco imagina y prefigura
nuevos espacios para la ciudad, monumentales y contenidos
en amplios parques o entre uniformes fachadas urbanas,
así como una arquitectura acorde al cambio de escala
urbana que propone y que aspira
a reemplazar la ciudad hispana signada por el claustro
y el campanario, concibiendo el centro de la ciudad como un área que demanda
ser modernizada en su imagen y funcionalidad, como quien busca rejuvenecer la porción más
visible de un conjunto. El
más llamativo de sus planteos es aquel que involucra
el nodo central de Plaza San Martín y alrededores,
al que propone unir con la costanera del río Suquía
y la estación de ferrocarril a través de una gran
avenida. Esta propuesta tiene su antecedente en otras de varias décadas antes
que, si bien no se concretaron, sí imaginaron la transformación
de parte de la fisonomía del Área Central. Nos referimos
a proyectos realizados durante la intendencia de Luis
Revol (1887-1892), los de la gobernación de Félix
T. Garzón (1910-1913), o las propuestas de Kronfuss,
entre otras.
En
las décadas del 30 y 40, bastante antes que la ciudad
experimentara un crecimiento inédito de su población
y una renovación importante de su tejido urbano, nuevas
edificaciones en altura y equipamientos de cierta
envergadura se suman a aquellos de los años 20. Por
ejemplo, algunos edificios como el Sudamericana, el
Mota Reyna o el Minetti, inauguran la tipología de
vivienda racionalista en altura. También, la corbusierana
sede del Automóvil Club Argentino, en una esquina
del sur del centro, se distingue como un mojón de
modernidad en un entorno decimonónico. En los años
40, la sede social del Jockey Club eleva la esquina
de un punto neurálgico de la ciudad, el cruce de las
avenidas Colón y General Paz.
Una
obra esperada que implicó un
avance importante en términos de consolidación urbana
es la sistematización del cauce del arroyo La Cañada,
desarrollada entre 1941 y 1948, que pone fin a las
frecuentes inundaciones a la que se veía sometida
el centro de la ciudad. Con esta obra se trazan las
avenidas Marcelo T. de Alvear-Figueroa
Alcorta. Para la época, se inician las tareas de relevamiento del Área Central
y, en 1944, se elabora la primera definición de Centro Histórico y se establecen alturas edilicias alrededor de la
plaza San Martín. Cabe aclarar que, en aquel momento,
se consideraba “centro” a un sector muy reducido,
respecto a la actual área central. El área considerada “centro de la ciudad” se
delimitaba por la Av. Vélez Sarsfield-General Paz
(ya trazada en 1592); Av. Colón–Olmos (1926); Av.
Chacabuco–Maipú (ésta última en la década del 60);
Bv. Junín–Illia (1929-30); Av. M. T. de Alvear–Figueroa
Alcorta (1947), con la sistematización del arroyo
La
Cañada; y Bv. Wheelwright–Mitre (hoy,
Guzmán–Presidente Perón).
Una
década más tarde (1954-1962), en un esfuerzo conjunto
entre provincia y municipio que propicia la creación
de un equipo técnico dirigido por Ernesto La Padula,
se elaborará un Plan Piloto que
responde a ideas emanadas de una combinación de la
Carta de Atenas y el urbanismo anglosajón del Greater London Plan de 1944. En él, el centro de la ciudad es entendido
como un ámbito con características
propias, que exige de un plan particular, y como un
espacio exclusivo de instituciones y equipamientos
de escala. Además, el plan introduce temas que
hacen a la complejidad de la ciudad moderna y atañen
al rol de la centralidad, como la vialidad, el tránsito
y el transporte, en un momento en que Córdoba comienza
a delinear su perfil industrial. La Padula, también,
le dará impulso a una serie de proyectos como el de
la nueva Terminal de Ómnibus, un nuevo puente sobre
calle Sarmiento y el ensanche de puentes existentes,
el inicio del proyecto de la nueva traza de la Avenida
de Circunvalación, entre otros. Algunas derivaciones
del plan son los estudios técnicos que se irán a realizar
durante la década del 60, como el nuevo código urbanístico
y de edificación, el estudio definitivo para la sistematización
del cauce de río Primero (hoy, Suquía) y el ordenamiento
y valorización del Centro Histórico, al cual volveremos
más adelante.
A
la par de la elaboración del Plan y sus derivaciones
técnicas, se incorporan el área central
numerosos edificios que transforman paulatinamente
su perfil urbano. En los años 50 se levanta el conjunto
de Correos y Auditorio de Radio Nacional, cuya arquitectura
moderna “carioca” se extiende a lo largo y ancho de
media manzana y acentúa la perspectiva de la avenida
General Paz. También se construye el nuevo Palacio
Municipal que vendrá a consolidar un nodo institucional
conjuntamente con el Palacio de Justicia (construido
dos décadas antes) y la remodelación del paseo Sobremonte
(en los ‘70, se incorporará la Plaza de la Intendencia,
abriendo este conjunto a La Cañada). La nueva sede
municipal y la del Consejo Profesional de Ingeniería
y Arquitectura serán dos obras públicas que iniciarán
la renovación de los bordes de La
Cañada, que pasará a ser uno de los corredores verdes
más interesantes de la ciudad. Otros edificios
de oficinas y viviendas aparecerán en diferentes puntos:
el Carmela y el Amuchástegui; el edificio Progreso
y el Ames, ambos con galerías en planta baja, sumándose
a la tendencia, aún embrionaria, de penetrar las manzanas
con pasajes comerciales. En esta línea, otro ejemplo
característico es la galería Cinerama, construida
en los años 60 y que inaugura la idea de mall
de comercios con sala de cine. En esta década, el
ensanche de la avenida Chacabuco-Maipú abre un nuevo
frente urbano que vendrá a renovarse paulatinamente.
Dos equipamientos que constituyen referencias urbano-arquitectónicas
son la sede de la Empresa Provincial
de Energía (EPEC) y la
Terminal de Ómnibus, finales del
’60 y comienzos del ‘70, respectivamente. El primer
caso constituye una avanzada de la ciudad hacia el
río que, incluso hoy, no termina de consolidar su
borde urbano; el segundo, sigue siendo el principal
nodo de transporte de la ciudad.
Como
dijimos, el
Plan de La Padula constituye el inicio de tres décadas
de un ejercicio continuo de planificación, período
en que se consolida un conocimiento disciplinar sobre
la ciudad, y se forman los equipos técnicos de urbanistas,
muchos de los cuales articulan su práctica profesional
en el municipio con la enseñanza universitaria. Quizás
por ello este período haya sido el más enriquecedor
en cuanto a la estrecha colaboración entre pensamiento
disciplinar y la construcción de la ciudad.
Precisamente,
en la década del 60, en la oficina de urbanismo municipal,
bajo las sucesivas direcciones del ingeniero Lázaro
Devoto y el arquitecto Enrico Tedeschi, se continua con los estudios del
Centro Histórico, se valorizan los monumentos demoliendo
las construcciones precarias que los rodean, y se
emprenden los estudios del volumen de edificación
para el área que culminará con la sanción de una ordenanza
en 1967 (Figura 3). De esta manera, se
busca que los monumentos estén acompañados por ámbitos
adecuados a su “escala e importancia artística”,
para lo cual se establecen relaciones armónicas con
el volumen de edificación posible. Cabe aclarar que
la calificación de “monumento histórico” aún alcanzaba
sólo a obras de arquitectura de la Colonia y algunos
grandes edificios religiosos. En paralelo, se plantea
una red de espacios públicos que de “continuidad
de recorridos y multiplicidad visual” para contribuir
a conformar ámbitos de uso cívico y de convivencia
entre lo tradicional y lo actual (Bulgheroni, 1970).
Entre las obras realizadas se encuentran la remodelación
de las manzanas de las Catalinas con edificaciones
en altura y una red de galerías a cielo abierto que
las atraviesan (en los ‘70, con idéntico criterio
y menor calidad en sus resultados espaciales, se abordará
la manzana de los dominicos); la apertura de plazoletas
(la del fundador, la del Virrey, la de la Merced,
la de San Francisco, etc.) y los retiros de las líneas
de edificación, para el ensanche de veredas. Los aciertos
de estas intervenciones radican en la revitalización
del área admitiendo mayores densidades y, como dice
Waisman (1974), en la “unidad visual y de recorridos
que integra los monumentos en un todo orgánico”. En
ese marco, entre los años 1970 y 1971, se realiza
el Área Peatonal, una de las obras más exitosas en
el tiempo, que estimula la recreación y el paseo como parte de un sistema complementado con pasajes
y galerías que, secuencialmente, articulan nuevas
edificaciones, comercios, plazas y monumentos. Para
el momento en que se concretan muchas de estas obras,
ya estaba en funcionamiento la Asesoría de Planeamiento
Urbano (APU), creada por la municipalidad en 1968,
responsable de continuar y actualizar los estudios
técnicos que irán a alimentar el Diagnóstico Tentativo
de 1973, bajo la dirección de la arquitecta María
E. Foglia. Entre 1968 y 1973, la
APU encara numerosos estudios de
base que fueron configurando un soporte técnico valioso
en su momento y necesario para la fundamentación de
las propuestas en cierne. Dichos estudios abordaron
temáticas viales, de tránsito, reestructuración ferrourbanística,
definición metropolitana, villas de emergencia, distribución
del comercio, espacios verdes, zonificación industrial
y asentamiento general de la población. También, se
continuaron con los estudios del Centro Histórico,
estos bajo la dirección del arquitecto Armado Eguiguren.
Más adelante, se sumaron otros estudios de los cuales
destacan, el de transporte masivo y el de costos de
extensión de infraestructura.

Figura
3- Estudio del volumen de edificación para
el área central, en esta caso,
el perfil norte de la manzana del Cabildo, sobre calle
Deán Funes, 1967. (en
Summa Nº 77, junio 1974)
Por
la misma época, el Diagnóstico Tentativo de 1973 y
su derivación en el Esquema de Ordenamiento Urbano
(EDOU) de 1978, conceptualizan la centralidad cordobesa
como “único
polo multifuncional de servicios a escala regional”,
cuya densidad de actividades y su fuerza de atracción
exigen repensar la distribución de funciones centrales
con arreglo al crecimiento urbano, imponiendo el modelo
de corredores lineales (unos pocos años después, en
una lectura espacialmente más abarcativa, el Plan
de Desarrollo Metropolitano –PLANDEMET- y su instrumento
urbano, el Esquema de Ordenamiento Metropolitano –EDOM-,
realizados en 1980, aportarían una visión metropolitana,
para precisar el área de influencia de la centralidad
cordobesa). En el EDOU
subyace una
defensa de la centralidad urbana y su significado
histórico-cultural y la valoración de hechos singulares
como plazas, plazoletas, paseos, peatonales y áreas
particularizadas por su uso y carácter ambiental.
En esa época se amplía el Área Central que se extiende
hacia el norte, alcanzado el borde del Río Primero
-hoy Suquia-. También, se reconoce
como Centro Histórico la planta fundacional, es decir,
las 70 manzanas del plano de1577 y no sólo, las 18
manzanas que eran, al momento, consideradas como tal.
Entre
1979 y 1981, bajo el sello personal del arquitecto
Miguel Ángel Roca, se realiza lo que se denominó Plan
de Reestructuración del Área Central que, si bien
constituye un plan de obra pública, puede entenderse
como un intento de desdibujar los límites entre
planeamiento urbano y proyecto arquitectónico.
La intención es la de recuperar el patrimonio histórico
incorporándolo a un sistema de lugares que se recorre
peatonalmente y que, como un texto,
compone una lectura de la centralidad cordobesa, mojonada
por monumentos y elementos estructurantes que sintetizan
imágenes existenciales de la ciudad y apelan a representaciones
poéticas (Roca, 1988). Roca concreta gran parte de
su proyecto, ampliando el área peatonal de los primeros
70, cualificándola mediante la incorporación de pérgolas
verdes, tratamiento de solados y mobiliario urbano,
y rediseñando plazas (como la España e Italia) y
alguna que otra plazoleta (Figuras 4 y 5). También
proyecta una gran plaza cívica -no construida- entre
el palacio de Justicia y el Municipal; interviene
y readecua un conjunto de viviendas obreras próximas
al centro que albergará el “Paseo de las Artes”, de
gran convocatoria; y además, suma a los recorridos
un par de galerías comerciales que corresponden a
su obra privada. Asimismo, su propuesta alcanza la costanera del río
y la inserta en el sistema verde general de la ciudad,
estructurado por el propio río y el eje de La
Cañada. En definitiva, se trata de
un plan ambicioso, exitoso desde el punto de vista del espacio público
y de la oferta de nuevos “lugares urbanos” para la
ciudad, aunque cuestionado respecto de algunos de
sus productos arquitectónicos.

Figura
4- Propuesta de peatonales para el área central, Miguel
Ángel Roca, 1979-1981.
(en M. A Roca, Diez estudios argentinos, Clarín, 2007)

Figura
5- Imágenes de las peatonales de Córdoba con sus pérgolas.
Con
el retorno de la democracia, Córdoba se prepara para
un nuevo plan de desarrollo que, en perspectiva, puede
calificarse como uno de los más positivos para la
ciudad y el más importante del último cuarto de siglo.
En este período, que se extiende desde 1983
a 1991, se
elabora un corpus normativo que redefine las áreas
urbanas, las características del parcelamiento, los
usos, las formas e intensidades de ocupación.
La Ordenanza Nº 8060/85 regula los límites de la urbanización,
el fraccionamiento del suelo y otros aspectos funcionales
y de diseño; la Ordenanza Nº 8256/86, regula la ocupación
del suelo -intensidad y forma de la edificación- en
el conjunto de la ciudad, salvo el Área Central, cuya
ocupación y aspectos relacionados con la preservación
de los ámbitos histórico, se encuentran normados en
la Ordenanza Nº 8057/85; la Ordenanza Nº 8133/85,
regula específicamente el uso industrial; y la Ordenanza
Nº 82060/85, la preservación del patrimonio arquitectónico
(IRÓS, 1991).
Con
relación al Área Central, se la considera un área especial que requiere estudios particularizados que, de hecho,
se venían realizando desde 1981, con anterioridad
a la gestión democrática, y que confluyen en la Ordenanza Nº 8057 de 1985. Ésta se aplica a un Área Central redefinida, ya que sus límites se amplían, incorporando
gran parte del barrio Nueva Córdoba, que venía sobrellevando un paulatino
avance de funciones centrales sobre su entramado original.
El
nuevo instrumento legal regula la ocupación del suelo
y la preservación de ámbitos históricos y se plantea
contemplar la diversidad del sector con arreglo a
un “modelo global y una imagen a lograr” (Área
Central…, 1987). Se
establecen nuevos perfiles de edificación; se fijan
condiciones especiales de ocupación y edificación
con relación al tejido histórico, tanto en edificios
puntuales como en sus entornos; se definen condiciones
favorables de edificación para alentar la renovación
en áreas estancadas y degradadas, así como, se disponen
consideraciones especiales en predios de gran tamaño
a los fines de desalentar la subdivisión especulativa;
también, se realizan estudios particularizados de
entornos significativos por sus características ambientales,
edilicios y funcionales. En
otros términos, se establecieron patrones de centralidad con
objetivos de densificación y concentración de servicios
urbanos, a través de una normativa con fuerte
sesgo morfológico, a tono con tendencias muy difundidas
a finales de la década del ’70 y durante los años
´80, donde la manzana se constituyó
en una unidad de diseño, sobre la base de la consideración
del espacio público calle y el espacio semipúblico centro de manzana (Figura 6). El barrio
Nueva Córdoba ha sido quizás el sector de mayor transformación
en términos físicos, funcionales y ambientales, a
partir de las pautas normativas comentadas. Y, si
bien ha sido un proceso cuestionado respecto de las
condiciones de habitabilidad resultantes y de la sustitución
de un tejido con importantes valores estéticos y tipológicos
originales, se ha cumplido con el objetivo de estimular
la renovación, la edificabilidad y el carácter de
centralidad.

Figura
6- Plano de la configuración general del área central,
según los estudios normativos de la primera mitad
de los ’80.
Pero
este período se caracteriza, sobre todo, por un gran despliegue de obra pública que tiene como escenario preferencial
a la periferia. En lo que refiere al centro de
la ciudad, se encararon obras viales en viaductos
y puentes vinculados con la accesibilidad y el descongestionamiento
del sector (viaducto Duarte Quirós, puente y viaducto
Maipú, puente ferroviario, etc.) y, en menor medida,
obras sobre avenidas y calles; se concretaron desagües
pluviales en distintos puntos; y se hicieron reformas
de mejoramiento del parque Sarmiento (en el Natatorio
y el Teatro Griego); refacciones, en algunos tramos
de fachadas históricas e intervenciones en edificios
de interés patrimonial, algunas muy cuestionadas (atrio
de las Teresas, nueva recova sobre 27 de Abril, Cabildo,
casona municipal y descubrimiento de la cripta jesuítica);
se extendió la red de peatonales (sobre la 9 de Julio
y la Deán Funes). Por otra parte, el plan de recuperación
del Río Suquía abre definitivamente la ciudad a la
ribera, incorporando un parque lineal al sistema de
verde urbano, e involucrando el borde norte y este
del área central. Tareas de saneamiento de bordes
y de cauce, trazados de las costaneras y los sistemas
peatonales, y la construcción de nodos recreativos,
fueron los aspectos claves de este emprendimiento.
En el borde norte y este del área central se encararon
cuestiones como el sistema vehicular costanero da
nuevos y rápidos accesos al sector, el rediseño el
paisaje de la ribera, mojonado por intervenciones
como la plaza y estacionamientos en la desembocadura
de La Cañada en el río, la
construcción de un puente peatonal que da continuidad
a la calle San Martín, uniendo las márgenes del río,
entre otras obras.
En
la década siguiente, la irrupción de la planificación estratégica
viene a corroborar el descrédito de la planificación
tradicional bajo un enfoque que incorpora nuevas
variables que debilitan el predominio, hasta ese momento,
de los aspectos físico-espaciales del territorio:
se devalúa el modelo normativo, pierde importancia
la integración de los aspectos territoriales y se
desdibuja
la dimensión espacial de la planificación del territorio.
De este modo, con sesgo de
gestión participativa, se desarrolla
durante los años 1993 y 1999 el Plan Estratégico para
la ciudad de Córdoba (PEC) que se plantea redefinir
el rol del Área Central ante el cambio de paradigmas
urbanos, a través de “acciones tendientes a jerarquizar
la imagen física del área, evitar su degradación y
estimular el uso residencial y la actividad recreativa”
(PEC, 1999; uno de los aportes más singulares del
PEC fue el de motorizar una redefinición de las centralidades
urbanas, en un contexto de estimulo a la descentralización
de inversiones comerciales y en una clara adhesión
a un esquema policéntrico respecto de la estructura
urbana de la ciudad. En esa línea, materializa una
descentralización de carácter administrativo con la
construcción de los Centros de Participación Comunal
–CPC-, en la periferia cordobesa). Así, se crea el
Programa Centro,
integrado por diversos actores provenientes de la
sociedad civil, municipio y organismos públicos y
privados
de la ciudad, cuyo principal objetivo es “renovar
la identidad” y apuntalar el nuevo rol del Área Central
en un contexto de redefinición de la estructura urbana
de la ciudad. Asimismo, surgen diversos proyectos
entre los cuales destaca el Telepuerto, un área pericentral de 40 hectáreas,
sobre las márgenes del Río Suquía, destinada a usos
mixtos con especialización en telecomunicaciones,
que contribuiría a renovar las zonas aledañas degradadas,
integrar los nodos de transporte colectivo y ferroviario
y cualificar los bordes del Área Central. Sintéticamente,
el objetivo del Telepuerto fue posicionar a la ciudad
en el uso intensivo de medios telemático. Se proyectarían
centro de negocios con especialización en tecnologías
avanzadas de telecomunicaciones, además de edificios
inteligentes con oficinas clase A, hotelería para
niveles ejecutivos, centro de convenciones, predios
residenciales de alta calidad, servicios de esparcimiento,
entre otros (PEC, 1999).
En
paralelo, entre los años 1991 y 1999, se despliega
un plan de desarrollo de obra pública que da continuidad
a las intervenciones de la gestión de los ‘80, con
una serie de intervenciones sobre el Área Central
tales como la extensión de la red peatonal, revalorización
de edificios históricos, plazas y plazoletas, puentes
históricos, fachadas y tejidos degradados, con planteos
de refuncionalización de áreas obsoletas. Asimismo
se continúa con las obras del Río Suquía y la sistematización
de La Cañada; se construyen el nudo vial, puentes
y viaducto del área Mitre, además de desagües pluviales
y una modernización del alumbrado público en el centro
de la ciudad (Córdoba,
ciudad en desarrollo, 1999).
Recién
iniciado el siglo XXI, durante los años 2001 y 2003,
se crean en el ámbito municipal dos comisiones que
tienen a su cargo una serie de realizaciones sobre
el distrito central: la Comisión Mixta de Revitalización
del Centro Histórico y la Dirección de Paisaje Urbano.
De alguna manera se rompe con la gestión participativa
de la administración anterior y se desarrollan proyectos
orientados a la cualificación del espacio público
y el ornamento urbano del Área Central, donde se
remodela la plaza San Martín y el Paseo Sobremonte,
además de otras plazas y plazoletas. También, se peatonaliza
la calle Caseros, en el tramo de la manzana Jesuítica
-como parte de la obras que contribuyeron a la Declaración
de Patrimonio Cultural de la Humanidad-; se reparan
otras peatonales y el conjunto de veredas del sector.
Asimismo, se reemplazan luminarias en avenidas y parques
y se incorpora nuevo mobiliario urbano (Escribiendo
una nueva historia, 2001).
En conjunto, se trata de planteos
más bien centrados en el rescate del patrimonio urbano-arquitectónico
y en mejoras del espacio público, en un contexto de
crisis socioeconómica generalizada que irá acentuado
el deterioro de la centralidad tradicional y la incapacidad operativa del propio municipio de actuar sobre los problemas
urbanos. En el período en cuestión se proyecta,
además, una reestructuración del sistema de transporte
con modificaciones en su esquema, al incorporar estaciones
de trasbordo que reciben el volumen de pasajeros suministrado
por ramificaciones del sistema periférico, para encausarlos
sobre corredores troncales radiales. Pese a todos
los anuncios, el proyecto no llega a ponerse en funcionamiento,
sumando evidencias acerca de la creciente inoperatividad
para dar respuesta a los problemas de la ciudad. En
verdad, este no es un rasgo que haya caracterizado
exclusivamente este periodo; por el contrario, viene
persistiendo en las sucesivas gestiones municipales
de la última década.
En
paralelo, desde el Instituto de Planeamiento Urbano
de Córdoba (IPUCOR), en un intento por combinar la planificación
estratégica y la llamada “planificación tradicional”, se reactualiza la preocupación por encontrar los mecanismos
para articular revitalización funcional y preservación
de la identidad, planteando interrogantes acerca de
cómo lograrlo en el ámbito del Área Central, frente
a las tendencias descentralizadoras de las últimas
décadas (Figura 7). En el Documento Estrategia
preliminar de rehabilitación del Área Central
dos son los
ejes prioritarios de actuación: la renovación de las
áreas y las funciones obsoletas, y la puesta en valor
del patrimonio arquitectónico y urbanístico (Diagnóstico y líneas estratégicas, 2001).
Sin
el empuje de su edición de la década del 90 y carente
de aquel entorno proactivo, parte de los postulados
del PEC se retoma en una especie de segunda versión
denominada PECba, entre los años 2003 y 2006. Las
ideas acerca de la preservación del patrimonio histórico
y el fortalecimiento del rol turístico del Área Central
retornan a la escena cordobesa y, a tal fin, se crea
la Sociedad Centro -institución
público-privada-, y se formula el Plan Integral de Desarrollo Zonal de Recuperación y puesta
en valor del sector para contrarrestar
los signos evidentes de debilitamiento de las funciones
centrales. El diagnósticos se repite una vez más:
el PECba insiste sobre el decrecimiento de las funciones
centrales y comerciales del Área Central, poniendo
énfasis en causas relacionadas con la “congestión
vehicular”, baja calidad ambiental y la alta competencia
de los centros comerciales fuera del área que ofertan
diversidad de los servicios. Con relación al patrimonio
histórico, se plantea actualizar la normativa correspondiente
a los fines de ampliar el número de inmuebles de esa
categoría y crear incentivos para la rehabilitación
privada de viviendas, edificios y conjuntos urbanísticos.
Por
otra parte, a los fines impulsar nuevos mecanismos de gestión urbana, la Comisión Mixta del Plan
Estratégico Córdoba pone en marcha el Programa de
Actuación y Renovación Urbanística Portal del Abasto
cuyo objetivo es reposicionar un área clave de la ciudad y aplicar en ella, como proyecto
testigo, nuevas formas de transformación del suelo
urbano. El área comprende un amplio arco sobre
las márgenes del Río Suquía que se corresponde con
los bordes norte y este del Área Central. Los avances
llegaron sólo al desarrollo de un plan de masas, la
redefinición normativa del área y la sustanciación
del concurso público para el nuevo edificio del Concejo
Deliberante de la ciudad.

Figura
7- Plano sobre de la Estrategia preliminar de rehabilitación del Área
Central (IPUCOR,
2001)
3. Notas sobre la actualidad de la centralidad tradicional
En
su evolución histórica, el Área Central de Córdoba
no ha escapado a los cambios producidos por las sucesivas
estrategias urbanísticas espontáneas o planificadas
desencadenadas sobre el conjunto de la ciudad. Por
el contrario, ha demostrado diferentes modalidades
de adaptación y ha arribado a una situación actual manteniendo una aceptable vitalidad
funcional. Por ello persiste en su rol de principal
área de actividades de la ciudad, en cuanto a la mixtura
de usos, atracción de viajes urbanos y metropolitanos
y concentración de infraestructuras, y como referencia
identitaria sobre la base de un importante capital
social acumulado.
Como
hemos visto, en el transcurso de sus adaptaciones
a los diferentes contextos de transformación de la
ciudad, el área modificó, incorporó y expandió distintas
actividades, se modernizó mediante obras de envergadura,
renovó su tejido histórico –y con ello, perdió parte
de su imagen tradicional y de la arquitectura de valor
patrimonial-, se densificó y a su vez, liberó el corazón
de sus manzanas; construyó puentes, ensanchó y descomprimió
avenidas, hizo desaparecer bulevares y rond-point,
para facilitar accesibilidades y desplazamientos,
aunque el volumen de tránsito aumentara y comprometiera
la capacidad vial de su traza. También, peatonalizó
calles, recuperó edificios, mejoró la imagen de algunos
de sus sectores internos, pero abordó
sin mucho resultado al momento la reconversión de
áreas obsoletas como las del borde del río. Es
decir, cada idea y acción con mayor o menor planificación,
intentó superar los estándares de crecimiento suscitados
para mantener la vitalidad del área como polo urbano,
metropolitano y regional. En dichas acciones, la renovación de tipologías preexistentes
y la búsqueda de mayor rentabilidad fueron mayoritariamente
espontáneas y privadas; aquellas ligadas a los
conflictos de funcionamiento -congestión, conectividad,
peatonalización, etc.- involucraron el estado municipal
-y a veces provincial y nacional-, acompañadas de
adecuaciones normativas respecto de usos y ocupación
del suelo, protección del Casco Histórico y promoción
de subáreas.
En una breve lectura de
la situación actual del Área Central se evidencia
lo siguiente (para un parte de lo expresado en este
ítem se toma como base el Documento Lineamientos del
Plan Director de la ciudad de Córdoba, elaborado por
el Equipo Técnico de la FAUD, UNC responsable de la
formulación de las Bases del Plan, durante los años
2007 y 2008; dicho equipo estuvo coordinado por los
arquitectos A. Cohen, J. Giunta y C. Gómez):
- La declinación del crecimiento de
su población y su envejecimiento y pauperización.
Según el Censo de Población
y Vivienda del año 2001, en el centro aún
habita el 10% de la población total de la ciudad.
La mayor emigración se produce en el período
intercensal 1980-1991 (pérdida de 18 % de población);
no obstante, conserva una importante porción
de habitantes respecto a los totales. A la par, se
puede deducir un marcado crecimiento de las áreas
periurbanas.
- Asociado a lo anterior, una migración de la población
con mayor poder adquisitivo. Esto se relaciona con
una merma en las condiciones de habitabilidad
debido a un conjunto variado de factores: el desorden
en el uso del espacio público y su falta de tratamiento,
la contaminación auditiva y visual; la congestión
vehicular y la inadecuación del tipo de tránsito a
la capacidad vial de calles y avenidas. Asimismo,
la tugurización de sectores internos, que alberga población
residente inmigrante o de bajo poder adquisitivo.
- La fuga de actividades económicas hacia el área intermedia
y la periferia con el consiguiente debilitamiento comercial del sector. En parte se debe a la migración
poblacional pero también a los conflictos derivados
de la ineficiente accesibilidad,
desplazamiento y estacionamiento, además del agravado
estado del transporte público masivo.
- Un deterioro
en las franjas pericentrales, colindantes al río,
y en los predios ferroviarios desafectados de sus
funciones originales, que dan una imagen de abandono,
producen conflictos de usos y actúan en sus entornos
barriales como barrera para la integración urbana.
- En positivo, un
potencial económico, turístico e histórico que persiste
pese a lo antes mencionado y que requiere ser
reconducido a los fines de una revitalización social
y económica del sector.
- Una atención creciente sobre patrimonio privado y público,
con obras de restauración importantes y el tratamiento
de tramos históricos relevantes.
- Y la disponibilidad
de predios vacantes propicios para proyectos urbanos
que reposicionen el área y amplíen la oferta de equipamientos
y servicios para el conjunto de la ciudad. En ese
sentido, ha habido avances en términos de proyectos
en los predios del Ferrocarril Mitre y el área de
la Terminal de Ómnibus, que
mencionaremos más adelante.
Otros
de los fenómenos que viene reconfigurando las áreas
urbanas de Córdoba es el creciente desarrollo de centralidades emergentes,
es decir, nodos de concentración de funciones centrales
surgidos a partir de un tipo de suburbanización definida
por el incremento de la conectividad y la migración
de sectores medios y altos
a las periferias urbanas. Aunque el objeto
de esta nota es el área central de la ciudad de Córdoba,
estos procesos -que merecen un tratamiento específico
que escapa a este artículo- impactan inevitablemente
en la centralidad tradicional y crean un nuevo contexto
de actuación para la misma. No son procesos nuevos pero vienen intensificándose en los últimos
años, en combinado con las variaciones en el tiempo
de los usos sociales del espacio y del habitar y las
fluctuaciones en el comportamiento del mercado inmobiliario
y las nuevas modalidades de comercialización, formas
de consumo y demanda de servicios.
El reposicionamiento del Área Central
en el contexto del conjunto urbano viene siendo objeto
de preocupación más allá, incluso, de acciones que
parecieran ir sentido contrario. Desde 2004 el estado municipal viene intentando implementar
nuevos mecanismos de gestión de la ciudad con
el objetivo de redireccionar y valorizar el uso del suelo urbano, en combinación con
una apuesta a una arquitectura emblemática y al mejoramiento
del espacio público en ciertos tramos del área central.
Algunos ejemplos son:
-El Programa
de actuación
y renovación urbanística “Portal del Abasto” (2004-2005)
que en su momento constituyó una
nueva oportunidad para el centro de la ciudad, intentando
redireccionar la expansión de funciones centrales
hacia el borde del sistema del río Suquía, a partir
de recuperar y renovar actividades tradicionales,
incluir nuevas tipologías edilicias residenciales
y empresariales, y de proveer equipamientos urbanos-metropolitanos
de envergadura (otras de las acciones propuestas más relevantes
para la dinámica de cambio del sector fueron la extensión
de la Línea A de trolebuses,
recuperación paisajística del cauce del río, reutilización
de infraestructuras edilicias desafectadas de sus
usos originales -molinos, silos, galpones- y resolución
del polo conformado por la Terminal de Ómnibus-Estación
Mitre, de carácter regional, metropolitano y urbano;
el equipo técnico que formula la propuesta del programa
estuvo integrado por A. Cohen, I. Saal, C. Nánzer,
L. Bressan, P. González, F. Gorgerino, C. Becerra
y V. Niedfeld. PECBA, Laboratorio de Proyectos, Municipalidad
de Córdoba). El proyecto-ancla de la operación fue la nueva sede
del Concejo Deliberante de la
ciudad. A más de un lustro del inicio de este programa
la esperada
reconversión del área no ha dado los resultados esperados:
la obra del Concejo se encuentra paralizada, con un
escaso porcentaje de avance, y el estado municipal se ha visto imposibilitado para conducir
la operación debido a su precariedad económica y limitaciones
técnicas, la ausencia de un ente específico para la
gestión del programa y la promulgación de una nueva
normativa para el sector que no acompaña los objetivos
iniciales.
- La Recuperación y puesta en valor del Área Central (2006-2007) que propuso acciones
integradas para revalorizar el
espacio público y sectores, tramos y estructuras edilicias
que integran el patrimonio urbano-arquitectónico de
la centralidad tradicional, así como solucionar la
accesibilidad, el desplazamiento y el estacionamiento
a través de un plan de ordenamiento vial que regule
el movimiento vehicular privado y del transporte público
(la propuesta original la desarrolla el equipo técnico
del TIPU -FAUD, UNC-, integrado por A. Cohen, I. Saal,
C. Nánzer, C. Cornaglia, T. Ossola, P. Arce, M. Barboza,
F. Canseco, G. Alonso, G. Díaz Reyna, L. Bressan,
M. Fernández, C. Becerra, L. Mansilla, P. Bruno, V.
Niedfeld y G. Soto. Sociedad del Centro, PECBA
y Municipalidad de Córdoba). En la práctica
el municipio
redujo parte de estas propuestas a operaciones de
ornamento urbano, como el ensache de veredas del
bulevar Irigoyen y del tramo de la “media legua cultural”,
el tratamiento de solados en el nodo ex- plaza Vélez
Sarsfield (en obra, actualmente), la continuidad de
la peatonal Caseros, la puesta en valor de la
Plaza San Martín y las plazoletas
San Jerónimo y San Francisco, entre otros.
-La
“Media Legua Cultural”, un especie de circuito cultural
recreativo que vincula una serie de piezas arquitectónicas
de envergadura: el Paseo del Buen Pastor, en la ex-cárcel
de mujeres; el Palacio Ferreyra, refuncionalizado
para convertirse en museo de Bellas Artes; el Museo
Caraffa y su última ampliación que lo convierte en
el museo de arte más importante del interior del país;
el Museo de Ciencias Naturales, y el futuro Centro
de Interpretación de la Provincia de Córdoba. Se
trata de obras encaradas por el gobierno provincial,
que en su mayoría han generado diversas polémicas en el ámbito
local, centradas en aspectos tales como los criterios
de intervención sobre el patrimonio edilicio y los
espacios de la memoria, la relación de estas piezas
con su entorno inmediato, así como la ausencia en
todos estos casos -el Centro de Interpretación ha
sido la excepción- del mecanismo del concurso, como
el instrumento más idóneo que amplía la participación
y garantiza la pluralidad de ideas para la arquitectura
pública.
- El
área del Nodo Mitre, que conllevaría la transformación
radical del sector, a partir de la localización del
nuevo Centro Cívico Provincial y la ampliación de
la Terminal de Ómnibus, programas
que se complementaría con un centro de convenciones,
un parque público y la puesta en valor de la estación
ferroviaria (Figura 8). Se espera que estos megaemprendimientos redunden
en la cualificación de un entorno fuertemente deteriorado,
además de brindar solución específica al sector como
el más importante nodo de transporte de la ciudad.
A la par, estas
intervenciones renuevan la discusión: en particular,
la nueva sede provincial, cuya prioridad es objeto
de la duda, así como, su condición de obra de
encargo, sin concurso público de proyecto, que reconfirma
una vez más una manera poco democrática de concebir
la construcción de la ciudad.
-Asociado
a lo antes mencionado, se encuentra el proyecto del
Parque Temático en el predio de la ex-Casa de las
Tejas (Figura 9). Esta construcción, que fue durante
varias décadas la sede de la
Casa de Gobierno de la
Provincia, ha sido recientemente
objeto de tabla rasa para albergar un nuevo parque
con su planetario, sin que al momento se hubiere concluido
la nueva sede provincial en el Nodo Mitre. Más allá
de la discusión acerca del valor patrimonial de esta
obra del periodo peronista, lo
más cuestionable es quizás una modalidad de actuar
sobre la ciudad que se viene instalando y que,
en este caso, se ejemplifica con la duda sobre la prioridad del proyecto, las decisiones unidireccionales
sobre los bienes públicos sin generar las instancias
de participación necesarias, la inexistencia de un
plan de conjunto que otorgue coherencia a la suma
de obras de envergadura que provincia y municipalidad
vienen encarando, el manejo acelerado de los tiempos
que evidencia el carácter oportunista de la iniciativa
en un año electoral, la irresponsabilidad por los
costos indirectos (por ejemplo, el alquiler millonario
de sedes transitorias), el riesgo que conlleva
la no maduración de los proyectos de escala que
irán a cambiar definitivamente el perfil de amplios
sectores urbanos, y nuevamente la ausencia del concurso
público.

Figura
8- Imagen a vuelo de pájaro del Nodo Mitre, en donde
se visualiza
al propuesta para el nuevo Centro Cívico Provincial.

Figura
9- Propuesta del parque Temático Las Tejas.
La crisis de la centralidad
tradicional aparece de manera recurrente en las diferentes
narraciones sobre Córdoba. Aunque no se esté frente
a un panorama irreversible, tampoco se vislumbran
medidas efectivas para contrarrestar un evidente debilitamiento.
Es necesario potenciar ciertos atributos y crear otros
nuevos: mejorar la conectividad del centro con el
resto de la ciudad, la calidad de las calles y avenidas
y del soporte infraestructural y redes de servicio,
repensar la fuerza de la arquitectura en hitos urbanos
y tejidos renovados, la armonización de lo viejo y
lo nuevo, la recuperación de la población residente,
etc. Es decir, añadir calidad al enorme capital
acumulado en términos materiales y simbólicos.
Pero aquello no es suficiente.
La polémica de las “pérgolas de la peatonal” expresa
una involución en la forma de concebir la ciudad y
su transformación, tanto respeto de otras ciudades,
como en comparación con otros momentos de la propia
historia urbana de Córdoba. La indiferencia de buena
parte de la población, el retiro de la discusión pública
de las instituciones locales, la debilitada performance
de los equipos técnicos en los estamentos del estado
y el despiste político, y muchas veces la incultura,
de aquellos que deciden sobre el destino de la ciudad
colaboran para agravar el cuadro de situación. Como
contrapartida, algunas manifestaciones ciudadanas
en la calle y en los medios, vienen intentando romper
aún tímidamente aquellas inercias. El centro de Córdoba,
lejos de convertirse en un ámbito ajeno y extraño,
como sí ha sucedido en otras ciudades latinoamericanas,
persiste como “el lugar de todos” en la consideración
de gran parte de su población. Y este el principal
indicador de que aún se está a tiempo de una transformación
positiva.
Entonces, mantener e incrementar
la calidad de capital material y simbólico acumulado,
exige nuevos contextos de producción, en los cuales
se promuevan instancias que expresen los intereses
colectivos, se recuperen la iniciativa ciudadana y
la capacidad técnica del estado y se apuntalen los
mecanismos que contribuyan a recomponer el liderazgo
de los gobiernos responsables de la construcción de
la ciudad.
FDT
El
autor es Arquitecto, Docente Investigador de la Facultad
de Arquitectura y Urbanismo de la UNC y Doctorando
de la UPC.
Sobre Córdoba, ver también entre otras notas
en café
de las ciudades:
Número 62 | Economía y Cultura de las ciudades
Significaciones
sociales vinculadas a la vivienda |
El nuevo lujo, de la clase media a la clase
alta; el caso de Córdoba | Manuel
Alazraki, Carmen Añamuro y María Emilia Genaro
Número 73 | Lugares
Córdoba
siempre estuvo cerca… | La
ciudad de la Reforma Universitaria y el Cordobazo
| Marcelo Corti
Número 73 | Planes y Normativa de las ciudades
Planificación
y crecimiento urbano en la ciudad de Córdoba
| Acuerdos,
disonancias y contradicciones | Celina
Caporossi
Número 73 | Historia de las ciudades
Ahí...,
abajo, entre los pastos (la Ciudad Docta)
| Córdoba en 1825, “forzada a replegarse sobre
sí misma” | Domingo
Faustino Sarmiento
Número 93 | Planes de las ciudades (II)
Córdoba:
lineamientos de un plan | Un nuevo contrato social entre el estado, el mercado y la sociedad civil
| Alejandro
Cohen
Número 100 | Planes y Política de las ciudades
La
insoportable levedad del hacer
| La demolición de la Casa de las Tejas en Córdoba | Celina Caporossi
Número 103 I Proyectos
de las ciudades
Proyecto
4 Plazas: renovación del eje central del barrio San
Vicente en Córdoba I
El
barrio como unidad de gestión y planificación integral
I Por Celina Caporossi
Bibliografía
y documentos consultados
___
Diagnóstico
Tentativo y Alternativas de Desarrollo Físico para
la ciudad de Córdoba, Asesoría de Planeamiento
Urbano (APU), Municipalidad de Córdoba, 1973.
___
Área Central
de la ciudad de Córdoba. Ordenanza de ocupación del
suelo y preservación de ámbitos históricos, Municipalidad
de Córdoba, 1987.
___
PEC, Plan Estratégico
de la ciudad de Córdoba, una nueva forma de gestionar
la ciudad, Subsecretaría de Planificación Estratégica
y Desarrollo Económico, Municipalidad de Córdoba,
1999.
___
Diagnóstico
y líneas estratégicas orientativas para el Plan Urbano
Ambiental, Instituto de Planeamiento Urbano de
la Municipalidad de Córdoba (IPUCOR), 2001.
___
Escribiendo
una nueva historia. Prometido y cumplido,
Municipalidad de Córdoba, marzo 2001.
___
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Estratégico de la ciudad de Córdoba. Por una ciudad
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insoportable levedad del hacer. Demolición de la Casa de las Tejas en Córdoba”, en
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