Alta simplicidad
(I)
A propósito
de la gestión.
Por
Ramón Martínez Guarino
N. de la R.: Esta nota reproduce el segundo capítulo del
libro Gestión del Territorio y del Desarrollo Urbano - Alta
Simplicidad, de Ramón Martínez Guarino y otros, publicado
en el año 2005 por la Facultad de Arquitectura de la Universidad
de la República, Uruguay, con el apoyo de la Fundación
2020 y la Intendencia Municipal de Montevideo. El libro recoge trabajos
producidos en el marco de la Maestría
en Desarrollo Urbano y Ordenamiento Territorial
de dicha Universidad, en la cual el autor es Profesor
del Seminario en Gestión del Territorio y del Desarrollo
Urbano. En este texto se explicitan algunos conceptos teóricos
de las estrategias de gestión desarrolladas durante el Seminario.
Las referencias del texto a la Maestría y el Seminario corresponden
a dichos programas académicos. Debido a su extensión,
la nota se publica en dos ediciones sucesivas de
café
de las ciudades.

Plan
de Ordenamiento Territorial de Montevideo: Sistema de espacios verdes
Intención
Podríamos
definir la capacidad de gestión como aquellas "competencias
y habilidades que tienen hombres y mujeres para lograr sus objetivos
mediante procesos conscientes e inteligentes" (Martínez
Guarino, Ramón. Estrategias de gestión y Microplaneamiento.
Colección Política, Servicios y Trabajo Social, de
la editorial LUMEN, 2ª Edición, 2004). También la
gestión es el trayecto que une las ideas con los hechos concretos,
los proyectos con las realizaciones, los papeles con la realidad.
A pesar de su
relevancia, es un tema de escasa incidencia en las agendas (tanto
académicas como políticas). Recién en los últimos
tiempos ha cobrado cierta importancia, seguramente derivada de las
dificultades que encuentran muchas buenas ideas para llegar al punto
de concreción. Si nos detenemos a pensar un momento sobre
el punto, es fácil admitir que un plan que no contemple la
gestión, que no tenga como parte de si mismo las estrategias
de su gestión, es una propuesta incompleta. Puede ser una
buena idea pero no puede tener aspiraciones de trasformarse en acción.
Si miramos a
nuestro alrededor surge de una manera evidente que la mayoría
de los proyectos no prosperan por deficiencias de gestión.
Más aún, un "buen proyecto" (lo de buen
proyecto se entrecomilla debido a que una definición ajustada
de buen proyecto solo debería aplicarse cuando el mismo ha
contemplado, dentro de su diseño, las estrategias de gestión
que lo puedan materializar) con una mala gestión tiene el
fracaso asegurado; en cambio un proyecto con debilidades pero con
una buena estrategia de gestión, es muy probable que pueda
superar esas debilidades durante el desarrollo y sobre la marcha,
y hasta convertirlas en fortalezas.
Esta afirmación
que es válida para todo tipo de proyectos, tiene singular
relevancia para los de complejidad social, como son aquellos que
apuntan a solucionar los problemas urbanos y territoriales. En este
caso, debido a que se tomó el Plan de Ordenamiento Territorial
de Montevideo (hay que señalar que con posterioridad al seminario,
durante el año 2003, la Unidad Central de Planeamiento Territorial
de la IMM llevó a cabo, a partir de una serie de talleres
internos, un interesante proceso de evaluación y auto evaluación
del Plan Montevideo) como base de la mayoría de los trabajos
de análisis, el tema se torna muy interesante por tres razones:
primero, Montevideo es una ciudad importante; segundo, el Plan se
elaboró con un buen sustento de expertitud; tercero, ya ha
trascurrido un tiempo suficiente que posibilita ubicarnos con cierta
perspectiva histórica y de allí observar el proceso
con sus principales logros y dificultades.
Incertidumbre y gestión
En la acción
de planificar, el transcurrir desde la mente hasta la concreción
de hechos deseados es un camino desconocido y por tanto lleno de
imprevistos y sorpresas. Si el futuro fuera totalmente certero,
los modelos de gestión podrían ser diseñados
de antemano con precisión matemática y apropiados
para ser operados por programas computarizados. Esto, que haría
de la vida y de la historia algo muy aburrido, por suerte no sucede
así. Por el contrario, una de las características
predominantes de los procesos actuales (conjuntamente con la aceleración
y la globalización) es la incertidumbre.
La "esquizofrenia
contemporánea", al decir de Manuel Castells (La Era
de la Información), nos hace vivir en la contradicción
de "los espacios de flujos y los espacios de los lugares".
Entre los poderosos, anónimos y lejanos, movimientos de capitales,
información, tecnología, etc., que afectan y condicionan
la cotidianidad de cada uno de nosotros por más alejados
que estemos de esos centros de poder; y los espacios físicos
y cosas concretas que nos rodean en nuestro territorio cotidiano
y cercano. Ese par dialéctico entre flujos y lugares acentúa
la incertidumbre, que en los hechos se convierte en el desafío
central para los planificadores. Visto el problema de esta manera,
y comparado con períodos históricos precedentes (cuanto
más atrás, mayor certidumbre), la planificación
es una disciplina y un arte cuyo ingrediente principal y creciente,
es la incertidumbre. De allí la relevancia que ha adquirido
la planificación estratégica como un instrumento
que incorpora la flexibilidad y la participación en la
tarea de construir el futuro.
¿Y de qué
o de quién depende esa flexibilidad? ¿Qué es lo que
posibilita sortear las incertidumbres sin perder el rumbo y los
objetivos? He aquí una cuestión central. Todo hace
pensar que el eje pasa por las estrategias de gestión de
que se dispongan para navegar en las aguas bravías de lo
incierto.
Paradójicamente,
el tema de la gestión ha sido el gran ausente. No
existe casi bibliografía al respecto y son casos excepcionales
donde se le da un tratamiento específico como tal. Por momentos
se podría interpretar que este descuido tiene que ver con
un producto más del pujo neoliberal, en este caso con el
propósito de desprestigiar la planificación como una
herramienta democrática eficaz para construir un futuro más
armónico. La planificación sin gestión queda
reducida a los papeles, a las buenas intenciones y con muy pocas
posibilidades de actuar como instrumento modificador de la realidad.
De esta manera no resiste la contundencia de sus contrincantes ocultos
en la idea de que la realidad está determinada únicamente
por las leyes del mercado.
Algunos conceptos relevantes ligados a las estrategias de gestión
Muchas veces
es fácil comprobar que se recurre a la complejidad o al lenguaje
complicado para ocultar una capacidad ausente. Esto que de por si
no es recomendable, en las estrategias de gestión resulta
verdaderamente letal. El concepto de "alta simplicidad"
proviene originalmente del Dr. Rafael Paz (a quien he conocido a
través de uno de sus discípulos, mi amigo, el Dr.
José Lumerman) , un destacado médico psiquiatra argentino,
quien señala que muchas veces frente a los graves trastornos
emocionales con los que se enfrenta en su práctica profesional,
le resulta de utilidad ordenar y abordar el problema dando prioridad
a aquellos cuestiones de la conducta humana más básicas
y necesarias: descansar, alimentarse, entre otras.
Lo he tomado
para abordar la realidad social, en este caso la gestión
del territorio y, al considerarlo un problema complejo, propongo
una modalidad de abordaje que incluye un lenguaje y una serie de
herramientas destinadas a hacer posible la intervención
de muchos en la resolución de temas de elevada complejidad.
Es un recurso en la planificación estratégica, ligado
a la gestión, y especialmente a favorecer el proceso de construcción
de respaldos, un tema central que se aborda en el punto siguiente.
La GAS (como
han denominado los maestrandos a la gestión de alta simplicidad),
es básicamente un lenguaje que interpreta procesos generalmente
complejos e intenta darle una formulación simple, para incorporar
a esos procesos a la mayor cantidad posible de protagonistas. De
esta manera se enriquece el tránsito por las incertidumbres
ya que, en conjunto, se van procesando e incorporando las nuevas
relaciones de las ideas del plan con la contundencia de la realidad
surgente, cuando lo que era futuro empieza a ser parte del presente,
cuando las ideas se corporizan en hechos concretos e inevitablemente
son diferentes a lo inicialmente imaginado.
La "alta
simplicidad" no debiera confundirse con simpleza o banalización.
Es una traducción de la realidad (que siempre, de alguna
manera u otra hacemos a través de nuestros sentidos) que
pasa por un proceso de "alta complejidad" hasta encontrar
la síntesis más adecuada para que determinado concepto
pueda ser socializado, comprendido e incorporado más allá
de la conversación académica o científica,
y de esta manera ser parte del dialogo entre la diversidad de actores
que constituyen los respaldos. ¿De que vale que tengamos un problema
científicamente definido y comprendido si no somos capaces
de trasmitirlo a quien son los que tienen los recursos, las decisiones
o la necesidad de resolverlos? Esto es un verdadero desafío
para los planificadores y es la esencia de una estrategia de gestión
acertada.
Cuando la discusión
se da únicamente en el campo académico, o en el campo
científico, tal vez los planteos tengan determinadas características
de "alta complejidad". Pero cuando de lo que se trata
es de incorporar la mayor cantidad de actores a los procesos, cuando
se tiene claro que la planificación exitosa supone la
construcción de respaldos, la "alta simplicidad"
no solo es importante sino que es una pieza esencial del plan. Muchas
veces los técnicos y expertos nos lamentamos de la incomprensión
de los políticos, o de la gente, hacia nuestras propuestas
al parecer tan contundentes, y descargamos fácilmente todas
las culpas hacia los demás. ¿Pero que hacemos para que nos
comprendan? ¿Qué hacemos para construir un lenguaje que posibilite
el dialogo? ¿Qué hacemos para mostrar una perspectiva del
problema y los posibles caminos que posibilitarían su solución?
Eso es parte del problema. Podemos tener un pensamiento brillante,
pero dejar de ser tal si no tenemos los medios para que los interlocutores
y protagonistas nos comprendan. De allí surge el énfasis
en la alta simplicidad.
Sin respaldos,
la planificación se reduce a un ejercicio teórico
sin ninguna posibilidad de trasformar la realidad. Planificar equivale
a construir respaldos. La planificación como una tarea permanente
de construcción de respaldos (políticos, técnicos
y sociales) es una de las facetas más interesantes y a la
vez menos tenidas en cuenta por los planificadores. Como ya se ha
dicho, esto es la esencia del planeamiento estratégico y
equivale a pensar, la participación de los diversos actores
desde el primer momento, no reducido únicamente a una inspiración
democrática para que en determinadas instancias todos opinen,
sino para mucho más, para crear los respaldos del plan durante
todo el proceso. Ya sea en el momento de diagnosticar y determinar
los problemas (el punto de partida), como en las instancias de definir
el futuro deseado y los obstáculos a vencer para avanzar
en aquella dirección.

Teóricamente,
en el inicio no hay plan, solo hay problemas a resolver y
en muchos casos los mismos no se encuentran claros ni explícitos.
Desde distintos lugares, sin confundir roles ni caer en posturas
igualitaristas muy perjudiciales para el logro de los objetivos,
la participación e involucración es una arquitectura
de ladrillo sobre ladrillo que comienza en el punto cero. Desde
los cimientos, tanto técnicos, políticos, como el
conjunto de los actores sociales comprendidos en el "polígono"
de actuación (se entiende como polígono la delimitación
del área sobre la cual se desarrolla la acción planificadora,
por más que la misma tenga un contexto mucho más amplio),
debieran articularse desde sus respectivas responsabilidades en
una especie de triángulo que, a la postre, dará la
fortaleza del plan.
- Tres componentes
principales de la planificación
"La
planificación podrá tener defectos pero es irrenunciable
desde una perspectiva democrática. Porque la planificación
participativa es un antídoto contra la irresponsabilidad
y, sobre todo, la única herramienta de gobierno que puede
distribuir con cierta justicia…" (Alberto Moncada).
La planificación
es insustituible como una herramienta para construir el futuro democrático,
pero en muchos casos no hemos sido capaces de ver y explicitar su
estructura ósea, o sea aquello que la sostiene. En ese sentido
se distinguen tres grandes componentes: el presente (con
su pasado, con su historia); el futuro deseado o punto al
cual se quiere arribar; el o los caminos que unen esos dos puntos
y que hacen posible pasar de una situación dada a una situación
deseada.

La gestión
como el camino que une el presente (con una interpretación
de sus problemas y los cambios necesarios para superarlos), con
el futuro deseado. O dicho en otros términos: diagnóstico,
visión prospectiva del futuro y estrategias de gestión.
- Relación
hombre/territorio
Ya en uso de
la alta simplicidad, se puede convenir que el desarrollo sustentable
(para complicar un poco más, se ha introducido la diferenciación
entre sustentable y sostenible; y si de eso se tratara seguramente
habrá nuevos matices y nuevas denominaciones que a la postre
solo servirán para una mayor confusión de la gente)
consiste en la búsqueda de una relación armónica
entre el hombre y su territorio, representada en la ecuación
H/T. Señalando genéricamente como el hombre a toda
la sociedad y como territorio al medio físico-biológico.
En la medida
en que el hombre irrumpe en el ambiente natural y comienza a construir,
esa relación se modifica y sufre grandes desequilibrios.
El crecimiento demográfico y los avances tecnológicos
han dado por resultado un proceso antrópico con situaciones
muy amenazantes para las ciudades, los ríos, la atmósfera,
en definitiva para la calidad de vida de los habitantes del planeta.
Visto de esta manera el problema, la planificación y en especial
la planificación urbana y territorial, tienen como finalidad
principal intentar una mejor armonía de esa ecuación,
teniendo muy en cuenta el agravamiento de la situación y
las amenazas que se presentan para las generaciones futuras. Es
un tema de preocupación relativamente reciente en la historia
de la humanidad y sin duda aparece todavía de forma muy lateral
en la agenda y en muchos casos reducido al discurso formal. En este
aspecto, donde importan más los hechos que las palabras,
las estrategias de gestión urbanas y territoriales son en
definitiva las que dan muestras concretas de lo que se hace.
"Para
que un gran sueño se convierta en realidad, primero hay que
tener un gran sueño" (consigna central del "Plan
Estratégico Neuquen 2020", vigente durante mi gestión
como Secretario de Estado de Planificación y Desarrollo de
dicha provincia argentina, 1995-99).
Podemos admitir
que existen dos maneras de mirar hacia el futuro: en términos
proyectivos y en términos prospectivos. En la primera
el futuro es una resultante de la proyección del pasado y
del presente y estaría determinado por las tendencias.
En la visión prospectiva, en cambio, el punto imaginado se
determina a partir del deseo. Es una meta en cuya definición
tiene gran importancia la voluntad humana de conquistarla, de arribar
a ella. Es la utopía que formulada en términos ideales
tracciona en su dirección de manera tal que, aunque en el
transcurrir de los acontecimientos no se alcance plenamente o se
aleje en la medida de que nos acercamos, genera energías
y fuerzas para su conquista. Despierta las pasiones tan necesarias
y tan propias de la condición humana a la hora de alcanzar
lo deseado.
En el primer
caso existe de antemano una percepción fatalista sobre
los acontecimientos, sobre la base que el futuro es independiente
de nuestra voluntad y está condicionado por las actuales
tendencias. En el segundo, en cambio, predomina la fuerza del
deseo de transitar en una dirección, que exige voluntad,
fuerza, pasión, recursos, que en su conjunto se traduce en
planes, proyectos, sueños, que en el paso siguiente requerirán
una estrategia de gestión para avanzar. Como dice Alvin Toffler,
"no tener estrategia significa automáticamente estar
comprendido en otra ajena". Por extensión podríamos
decir que no tener una visión prospectiva del futuro es no
tener proyecto y por lo tanto supone quedar a la deriva en los demás
proyectos existentes, muchos de los cuales podrían ser contrarios
a los intereses más legítimos.
Todo esto, que
tiene una aplicación en el campo de deseos y sueños
individuales, adquiere mucha más relevancia cuando se trata
de procesos sociales que atañen a una ciudad, a una región,
a un país. No siempre está clara y explícita
la visión prospectiva del colectivo social, lo cual
puede significar que se esté a la deriva o expuesto a visiones
prospectivas de determinados sectores, con más recursos y
mas herramientas para pensar en estos términos.
Si los planificadores,
si los arquitectos del futuro no tienen utopías, no tienen
sueños ¿para quienes queda esa tarea? ¿A que queda limitada
la planificación? ¿Para que sirve entonces planificar?

- Coeficiente
de virtuosidad
Muchas veces,
más que atacar las debilidades, hay que acrecentar las
fortalezas. Lo que importa es la "virtuosidad" del
Plan. Una parte del curso
estuvo destinada a analizar algunas herramientas de alta simplicidad
para abarcar lo más rápidamente posible las instancias
de diagnóstico o el punto de partida. Como es sabido, en
muchos casos se disipa una enorme cantidad de energía en
la instancia del diagnóstico (a veces eso se explica por
las dificultades o limitaciones que existen en los protagonistas
para entrar en el terreno de las propuestas o de las soluciones
a los problemas). Sin duda, la matriz FODA (Fortalezas, Oportunidades,
Debilidades y Amenazas; también llamada DAFO, que es una
inversión de los términos, probablemente introducida
por alguien que con el deseo de innovar o vaya a saber con que argumento,
hizo su contribución a la confusión al introducir
un nuevo nombre para la misma cosa), es un buen aporte para simplificar
los diagnósticos y facilitar la participación de la
gente en los diagnósticos. Aquí el aporte se limita
a un aspecto generalmente no tenido bien en cuenta de la gestión
a la hora de tomar determinadas decisiones, a la observación
de los saldos o diferencias entre aspectos positivos y negativos
(entre las FO y las DA); o si se quiere entre fortalezas y debilidades,
y entre oportunidades y amenazas.
Si fueran cuantificables,
los cocientes F/D O/A, deberían ser mayores que uno. Con
lo cual la virtuosidad de una situación (interna y externa,
presente y futura) a partir de un FODA estaría dada por F/D
+ O/A = V o coeficiente de virtuosidad de un proyecto.
¿Para que sirve
esta complicación matemática? Para resaltar que lo
que importa es el cociente, más que el valor absoluto de
uno de los factores. A veces quedamos atrapados en los problemas
(debilidades o amenazas) cuando es más "rentable"
incrementar las fortalezas y las oportunidades. Esto es parte de
la toma de decisiones permanentes que implica un proceso con estrategias
de gestión.
RMG
(continúa
en el próximo número de café
de las ciudades, con los puntos Herramientas útiles
para la gestión y Gestión urbana y gestión
del territorio)
El
autor es arquitecto egresado de la Facultad de Arquitectura de la
Universidad de la República, Uruguay, especializado en planificación
y formulación de proyectos. Está radicado desde 1975
en Neuquen, Argentina, donde desempeñó, entre otros,
los cargos de Director General de Planeamiento Educativo y Director
Provincial de Arquitectura. Ha sido consultor y director de proyectos
con financiamiento internacional y es autor de libros como Reforma
del Estado y microplaneamiento, publicado por Humanitas-La Colmena,
y Escuela Productiva, Utopía y realidad, de la Editorial
Paidós.
Ver
los sitios Web de la Maestría
de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano de
la Universidad de la República del Uruguay, y del Plan
de Ordenamiento Territorial
de
Montevideo.
Sobre
el tema, ver también la nota La
forma sigue a la gestión,
de Humberto Eliash, en el número 13 de café
de las ciudades.
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