
conocimiento, reflexiones
y miradas sobre la ciudad
r e v i s t a d i g i t a l
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el primer lunes de cada mes
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AÑO
7 - NUMERO 63 - Enero 2008
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> SUMARIO |
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Planes
de las ciudades (I) |
El
derecho a la movilidad y la adaptación del espacio
público
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De
los modelos tradicionales de demanda a la planificación
integrada del transporte I
Por
Manuel Herce Vallejo |
N.
de la R.: Esta nota reproduce el contenido de la conferencia
brindada por el autor en diciembre del 2007 en el marco del
Encuentro Metrópoles, realizado por el Municipio de
Belo Horizonte como parte de las actividades por los 110 años
de la fundación de ciudad. En la misma oportunidad
se firmó el Convenio para la realización del
Master
de Gestión de las Ciudades entre la UOC
y la Universidad FUMEC.
1.
El derecho a la movilidad y sus requerimientos
El derecho
a la movilidad de las personas implica la atención
a todas las formas de desplazamiento. Supone, por tanto,
la intervención de la Administración pública
para garantizar una oferta de espacio público adaptado
y de sistemas de transporte para ello. En este sentido, las
técnicas habituales con que se ha enfocado esta problemática
(los denominados métodos de demanda y su instrumental
de modelos de tráfico) han mostrado claramente sus
insuficiencias, como trataré de demostrar más
adelante, dando como resultado la predominancia del automóvil
en la calle, que es el espacio público por excelencia.
Las consecuencias
han sido terribles para la ciudad, como ha mostrado ampliamente
la literatura especializada (destacan al respecto las obras
de Jacobs, J., 1961, The death and life of great american
cities, Random House Inc, New York; de Hall, P., 1996,
Ciudades del mañana, Ediciones del Serbal, Barcelona,
y de Boaga, S., 1977, Diseño de tráfico y
forma urbana, Ed. G.. Gili, Barcelona) pero lo que quizás
se ha puesto menos de relieve es el riesgo de exclusión
social que supone para amplias capas de población:
para aquellos que no disponen de vehículo propio, para
aquellos a quienes la ocupación masiva del espacio
por este tipo de vehículos les impide realizar desplazamientos
a pié o en bicicleta, para diversas capas de población
que no pueden utilizar este tipo de vehículos o no
lo encuentran adecuado al motivo y duración del desplazamiento,
para ciudadanos que trascurren gran parte de su tiempo en
intercambios en un trasporte colectivo (a menudo ineficaz),
etc.
G. Dupuy
(1998, La ville de l’automobile, Antrophos, París)
ha puesto de relieve cómo la espiral motorización-incremento
de espacio viario lleva a una espiral de dependencia del sistema
que implica costes energéticos y sociales de
muy difícil asunción por una sociedad democrática:
Y cómo esta dependencia creciente supone, a la vez,
una perdida de autonomía, una exclusión social,
de los ciudadanos no motorizados o que no utilizan el automóvil
como modo de desplazamiento.

Figura
1: Espiral motorización-dependencia y perdida de accesibilidad
de los no motorizados. (G. Dupuy)
Los profundos cambios sociales operados en nuestra sociedad
han afectado a la cuantía y expresión social
de la movilidad. En el cuadro adjunto resumo algunos de los
nuevos comportamientos que han de estar presentes en nuestras
políticas de atención a la movilidad como
derecho de las personas, que sustituyen en la actualidad
a las limitadas, aunque todavía necesarias, políticas
de organización del tráfico y del transporte
urbano de personas y mercancías.

En él
se ponen de relieve aspectos que cuestionan muchas de las
certezas en las que se han apoyado nuestros modos convencionales
de enfocar el problema a lo largo del siglo XX, y sobre ellos
apoyaré la justificación de muchas de las propuestas
que esta intervención contiene.
El número
de desplazamientos producidos en una ciudad depende de muchos
factores (en general, de la complejidad de las relaciones
humanas) y aumenta con el progreso económico y
social y con el acceso a la información por parte de
los ciudadanos. Por lo general, varía de 2,20 a 2,70
por persona y día, según estratos sociales y
formas de ocupación de la población, aspectos
éstos que, conjuntamente con el nivel de desarrollo
económico, influyen en el análisis detallado
de la movilidad en las ciudades. Por eso es difícil
establecer cifras referenciales de validez universal respecto
a la forma de expresión de la movilidad por motivos
y modos de transporte.
La organización
del sistema de transporte, público y privado, y la
conformación de sus redes afecta igualmente al tiempo
promedio de desplazamiento en cada viaje urbano, que en las
grandes ciudades occidentales suele estar entre 45 y 60 minutos
para el viaje cotidiano al trabajo. Esta variable definiría
por tanto, de forma indirecta, el tamaño máximo
de la aglomeración urbana real, más allá
de los límites formales de la ciudad compacta, y, así,
la evolución de la velocidad media en los transportes
ha sido la causa dominante en la extensión de la
ciudad en cada momento de su historia y en su progresivo
extenderse sobre su territorio limítrofe (Herce, M.
y Miró, J., 2002, El soporte infraestructural de
la ciudad, Edicions UPC, Barcelona).
En la
actualidad, el viaje a pie participa en aproximadamente 1/3
de la movilidad diaria en las grandes ciudades europeas; las
otras 2/3 partes se reparten entre los otros modos, con predominio
del transporte colectivo en aquellas ciudades que tienen desarrollada
una importante red de metro-ferrocarril (llegando a ser hasta
el 40% del total), y a favor del transporte en coche o moto
(con porcentajes del 40–60%) en ciudades de tamaño
medio con transporte colectivo limitado a redes de autobuses.
La participación
de cada sistema es, pues, dependiente del desarrollo de
la red de transporte colectivo en cada ciudad, pero también
estas cifras son dependientes del contexto económico
y de la importancia dada por el sector público a cada
sistema en la resolución de la movilidad, siendo de
destacar la importancia del autobús en las ciudades
del tercer mundo (llegando a ser la causa principal de la
congestión urbana) y de los sistemas de transporte
colectivo de infraestructura fija en las ciudades europeas.

Figura
2: Componentes de la movilidad en grandes ciudades (1998-2002)
Incluso cuando se analizan las motivaciones de esos desplazamientos
tenemos tendencias a una clasificación (influenciada
por nuestras técnicas de predicción de demanda)
que en si misma contiene ya los gérmenes de exclusión
o menor atención a ciertos colectivos: les muestro
un gráfico, en este caso del Área Metropolitana
de Barcelona, que expresa los resultados de su última
encuesta de movilidad. Movilidad obligada parece ser solo
la que origina el trabajo cotidiano y los estudios de comportamiento
recurrente, que como se ve suponen un 56 % de la movilidad
total en día laborable. ¿No son obligados los viajes
a acompañar niños al colegio, las compras cotidianas
de las amas de casa, los viajes de visitas comerciales,
y tantos otros?

Figura
3: Motivos de desplazamiento en días laborables (AMB,
2006)
Se ha alegado que esta atención prioritaria a la denominada
movilidad obligada responde al hecho de que es la causante
de las puntas de demanda, de las solicitaciones máximas
de los sistemas de transporte a ciertas horas del día,
y que por eso determinan el dimensionado de nuestras redes.
Pero, tal y como les apuntaba, esto comienza a no ser tampoco
verdad. En gráfico adjunto les muestro los resultados
de la misma encuesta del AMB en cuanto hace referencia a la
distribución de la movilidad a lo largo del día.

Figura
4: evolución de la movilidad en día laborable
(AMB, 2006)
Lo cierto es que en la actualidad la movilidad se distribuye
a lo largo del día, con tendencia creciente a la igualación
horaria de niveles, y las puntas reales de uso de las
carreteras por transporte privado comienzan a darse en los
fines de semana, cuando se moviliza un parque móvil
que, en gran parte, ha estado inmovilizado durante la semana.
Y gran parte de aquellos desplazamientos cotidianos responden
a viajes laborales múltiples a lo largo del día,
consecuencia clara de la desaparición del modelo "fordiano"
de producción que caracterizó al siglo anterior;
además, son desplazamientos que a menudo incorporan
transporte de mercancía o de útiles de un trabajo
con clientes ubicados en lugares dispersos.
Estas
y otras consideraciones nos llevan a remarcar las insuficiencias
de nuestros modos de atender a la movilidad de las personas,
y están llevando a nuevos modos de planear y gestionar
la movilidad de las personas y mercancías en nuestras
ciudades (Herce, M. y Miró, J., 2002, El soporte
infraestructural de la ciudad, Edicions UPC, Barcelona).
A ello dedicaremos los apartados siguientes de esta exposición.
2. Enfoque tradicional de los problemas de transporte: los
modelos de tráfico
Las redes
de infraestructuras alteran la geografía de un territorio.
Los caminos son los ejes de penetración, de
ruptura de la fricción que el propio espacio opone
al movimiento; por eso, la cobertura de las redes de transporte
de un territorio determina la organización de éste,
estableciendo corredores con características diferenciales
de resistencia a su penetración que, en la medida que
admiten distintas velocidades, provocan gradientes discontinuos
de esa penetración, como en el caso de los ferrocarriles
o las autopistas con salidas limitadas.
La noción
de red, asociada a una visión de la ciudad como
un sistema estable de actividades relacionadas entre sí
en forma que su comportamiento global depende de esas relaciones,
ha sido una constante en el planeamiento y dimensionado de
las redes de infraestructuras desde los años sesenta;
aunque durante un largo periodo de tiempo el enfoque se ha
puesto en las actividades como demandadoras de relaciones
y, por tanto, como variable que predeterminaba la forma y
nivel de servicio que debería alcanzar la red de infraestructuras
para mantener la eficacia del sistema (Herce, M., y Magrinyà,
F. 2002, La Ingeniería en la evolución de
la Urbanística, Edicions UPC, Barcelona).
Este enfoque,
denominado de demanda, supone poner el énfasis del
análisis en la cuantificación de la solicitación
futura de una red, en la estimación de la cuantía
de interrelación que requerirán las actividades
urbanas con una localización espacial determinada,
dada por la tendencia o por el planeamiento. Enfoque que permitía
una objetividad solo aparente en el dimensionado de
las infraestructuras y permitía la aplicación
de métodos sofisticados de cálculo propios de
cada disciplina con cierta (y curiosa) autonomía respecto
al planeamiento urbanístico.
Los enfoques
de demanda se han aplicado a la planificación de todas
las infraestructuras, aún cuando los más conocidos
hayan sido los denominados modelos de tráfico, que
a partir de la detección de la cuantía de las
actividades en cada zona estimaban la cuantía potencial
de las relaciones (demanda de espacio para tráfico)
por ajustes matemáticos de muy diferentes formulaciones.
Estos métodos se plantean en cuatro pasos (detección
de las matrices de movilidad interzonal, ajuste de modelos
que la relacionen con factores de atracción o de generación
en cada zona, división modal de la movilidad interzonal,
y asignación a la red básica viaria de los viajes
entre zonas) y por eso son conocidos también con ese
nombre (Lane, R , 1974, Analytical transport planning,
Gerald Duckworth Ltd, Gloucester).

Figura
5: Los cuatro pasos propios de la aplicación de los
modelos de demanda
El conocimiento de la forma que adopta la movilidad en un
determinado momento, incluso de su evolución a lo largo
del tiempo, constituye un indudable avance instrumental; incluso,
aunque menos rigurosa, la formulación de modelos matemáticos
ajustados a ese comportamiento tiene un valor explicativo
no despreciable y de una cierta utilidad cognoscitiva.
El problema
es que sobre la base de esos instrumentos se han elaborado
propuestas de planificación, extrapolando los modelos
ajustados sobre la base de la observación de la
situación actual a situaciones futuras. Y así,
aplicando los modelos matemáticos ajustados en correlación
con variables como el empleo o la población, se estiman
unas matrices de demanda futura de movilidad, y se asignan
esas matrices de demanda a diversos supuestos de ampliación
de la red viaria, hasta lograr un hipotético funcionamiento
equilibrado o satisfactorio del tráfico en el futuro.
La crítica
fundamental que se les puede aplicar es que, más allá
de su colaboración a la cuantificación de flujos
e interrelaciones urbanas (lo que es una mejora del conocimiento
del funcionamiento de la ciudad para la toma de decisiones),
suponen un enfoque erróneo del planeamiento del transporte,
porque niega las posibilidades de alteración del comportamiento
espacial de la movilidad y su potencia en la inducción
de un modelo de localización de actividades: Actitud
ésta que es coherente con un exacerbamiento de los
aspectos funcionales de cada red, que ha pretendido ignorar
los aspectos de profunda interrelación que se dan entre
ellas y ha hecho perder de vista el por qué de la extensión
de una red, el hecho fundamental de su existencia como requisito
de formación de las condiciones de producción
de ciudad.
La coherencia
aparente del método seguido, la simplicidad y justeza
de sus resultados, y la posibilidad de testar hipótesis
diferentes de red, ha dado a esos métodos una apariencia
de objetividad; otra cosa es que los resultados de su
aplicación hayan, paradójicamente, exacerbado
los comportamientos espaciales de la movilidad que se pretendían,
en teoría, erradicar.
De hecho,
el auge de los modelos de demanda ha coincidido con la dimensión
más caótica de la construcción de la
ciudad en su historia: cuando se han entendido las redes
de infraestructuras como un fin en si mismas, magnificando
sus requerimientos hasta expulsar cualquier otra visión
del territorio y de sus recursos.

Figura
6: el territorio de la dispersión sobre redes de carreteras
y accesos controlados
En el balance de la aplicación de los modelos de demanda
hay que anotar el hecho de que han propiciado el despilfarro
del territorio, el constante crecimiento urbano sobre
una continua y constante extensión de las redes de
infraestructuras (hasta acabar por conformar un nuevo paisaje
urbano sobre vías, accesos y circunvalaciones) y el
estallido de las tramas urbanas sobre el territorio con su
alto componente de despilfarro de recursos, costes sociales
y urbanísticos (Herce, M., 1998, Proyectos de infraestructuras
y ordenación urbana, Revista OP 43, Colegio Ingenieros
de Caminos, Canales y Puertos de España).
3. Herramientas para un enfoque alternativo
La constatación
del importante papel que el desarrollo de las redes de infraestructuras
de transporte han tenido en la expansión de la ciudad
y en la localización de las actividades, unida a la
ineficacia mostrada por los métodos de demanda para
conseguir resultados más equilibrados en la organización
de la movilidad, han llevado a poner el acento en un enfoque
técnico inverso. Este enfoque, denominado de oferta,
supone entender que la localización de esas actividades,
y el modo y cuantía en que se manifiesten en el futuro
sus interrelaciones, depende de la forma y organización
que se dé a las redes de transporte, e incluso
de su gestión porque de ella puede depender la funcionalidad
del sistema.
Los instrumentos
más utilizados en la ingeniería en aplicación
de estos métodos emanan de la teoría de organización
de objetos fractales (Frankhause, P., 1994, La fractalité
des structures urbaines, Antrophos, Paris) y de la teoría
de grafos (Herce, M., 1983, Indicadores topológicos
y redes de transporte, Documents d’anàlisi geogràfica,
Universitat Autònoma de Barcelona). La primera se centra
en las características morfológicas del sistema
territorial generado por la red, con tal de optimizar la relación
entre longitud de la red y su eficacia territorial; la segunda,
de uso más extendido, permite evaluar las relaciones
que se crean entre los nodos del espacio conectados por la
red, buscando medir su influencia sobre la conformación
del sistema territorial.
De entre
los indicadores que permiten calcular las técnicas
de análisis de grafos, los más usados han sido
los de accesibilidad, que miden la interacción potencial
entre puntos a partir de las características de la
red. Las formulaciones de mayor interés ponderan tan
solo tiempos promedio que la red confiere por caminos mínimos
entre puntos; otras las combinan con indicadores económicos
asociados a los nodos que une la red, otras introducen la
carga real de la red, es decir, el número de desplazamientos,
y es de utilidad en ámbitos densos introducir una accesibilidad
terminal asociada a cada nodo en función del tiempo
promedio de estacionamiento. Los ejemplos que se acompañan
del resultado de su aplicación a redes viarias son
altamente expresivos de las diferencias de ambas en la cobertura
del territorio.

Figura
7: Aplicación de indicadores de accesibilidad al estudio
de redes viarias.
Estos instrumentos de los enfoques de oferta están
mostrando su utilidad en la planificación de la movilidad
y transporte urbanos. Aunque la metodología usada en
esos planes siga a menudo anclada en el ajuste de modelos
de demanda y en su extrapolación para detectar estrangulamientos
en la red (lo que implica siempre recomendar soluciones de
ampliación de los corredores más congestionados),
los nuevos métodos de medición de la utilidad
que la oferta de red da al territorio permiten, por el contrario,
plantear alternativas que rompan las tendencias observadas
de crecimiento y propicien otra expresión espacial
de la movilidad.
Además,
esa atención a la forma de las redes y a las conexiones
entre sus arcos, ha llevado a incorporar al análisis
otras importantes funciones de la calle que habían
sido olvidadas en un contexto de exacerbamiento de los requerimientos
de circulación del vehículo privado; funciones
derivadas del hecho de que ellas constituyen el espacio público
de la ciudad, definidor, en negativo, del espacio privatizado,
de su parcelación y de su edificación: El diseño
de una calle incorpora a su papel estructurante de la ciudad
y a su rol de canal de movilidad funciones asociadas a las
relaciones con la organización de la edificación
( como elemento definidor de fachadas, de rasantes de apoyo,
de acceso y acometida de los servicios urbanísticos),
funciones ligadas a ser canal de paso de las redes técnicas
de servicios y espacio en si misma de drenaje del agua de
escorrentía, y funciones derivadas del hecho de ser
lugar prioritario de relación social e, incluso,
principal elemento del sistema de espacios libres de la ciudad
Todas
estas funciones no se dan en forma generalizada en todas las
calles, ni con la misma intensidad. En determinados tipos
de calles serán más prioritarias unas funciones
que otras y, dependiendo del volumen de las prioritarias,
las otras podrán resultar incompatibles o requerirán
de muy estudiadas condiciones de compatibilidad del resto.
Es conocida la expulsión de funciones urbanas que las
vías segregadas para tráfico de alta velocidad
han implicado; pero esa expulsión, o la subordinación
con que se ha admitido en la ciudad, no es más que
reflejo de una incapacidad de resolución de proyecto,
de una limitación conceptual previa al establecer
los requerimientos programáticos de esa calle.
La atención
sobre la forma del espacio público como respuesta a
un programa funcional ha permitido, entre otras cosas, comenzar
a diseñar las calles con otros parámetros, e
incluso entender la utilidad de las vías de gran capacidad
en la ciudad siempre que sirvan para extraer la circulación
rodada de gran parte de sus calles y se proyecten con criterios
en los que prime la necesidad de inserción en la trama
urbana y la atención a los requerimientos del lugar
donde se ubican y que, a su vez, conforman. Filosofía
con la que Barcelona mostró las posibilidades de reconciliación
del espacio del automóvil y la ciudad y que, por fortuna,
se ha extendido a muchas otras metrópolis.

Figura
8: imágenes de la Ronda de Barcelona
4. Bases y contenidos de una planificación integral
de la movilidad urbana
Como es
conocido, la introducción del vehículo privado
en la ciudad produjo los mayores cambios en su organización,
hasta el extremo de llegar no solo a ser el principal medio
de transporte motorizado sino a que los requerimientos de
su circulación marcaran totalmente la propia organización
formal de la ciudad.
Como consecuencia
de los efectos destructivos de la ciudad, que se produjeron
en el contexto de exacerbación de la importancia del
automóvil, el ingeniero C. Buchanan realizó
en 1963, por encargo del Parlamento británico, su conocido
informe Trafic in towns (1964, Penguin Books, London),
en el que, por primera vez, se establecieron unos principios
que rompían con el paradigma imperante de que al incremento
de la demanda de movilidad no cabe sino responder con una
mayor oferta en infraestructura viaria, generadora a su vez
de una mayor demanda que realimentará el proceso. Para
él, las causas de esta demanda radican en las políticas
incentivadoras de compra y producción de coches,
como motor del sistema económico, en la segregación
de usos urbanos en la nueva ciudad funcional que impone
una movilidad creciente, y en la reducida o estancada oferta
de un sistema de transporte colectivo que, de otro lado,
va resultando cada vez más deficitario.
Sobre
la inconveniencia, que señala, de continuar destruyendo
el tejido urbano preexistente para adaptarlo a los requerimientos
de esa demanda creciente, entiende la congestión del
tráfico como un punto de equilibrio entre una oferta
determinada de vías y una demanda de tráfico,
predecible y mesurable, que es no solo consecuencia de la
localización espacial de las actividades sino también
del desarrollo de los diferentes sistemas de transporte. La
circulación de vehículos comenzó a ser
analizada como un medio, no como un fin de la ciudad, destacando
Buchanan que la finalidad de la organización urbana
no es el tráfico sino garantizar a los ciudadanos las
óptimas condiciones favorables para el desarrollo de
la vida y del trabajo, y que el tráfico debe de
estar al servicio de la ciudad y no ésta al servicio
del tráfico.
Su principal
conclusión es que el tráfico deberá
ser compatible con las demás funciones urbanas
que se dan en cada parte de la ciudad. Para lograr eso define
el concepto de "calidad ambiental" de un área
urbana, entendida como la necesidad de convivencia sin traumas
entre el tráfico y las demás funciones urbanas
que se dan en ella; y señala la necesidad de identificar
en cada ciudad "Areas Ambientales" definidas por
tejidos urbanos homogéneos en cuanto a sus características,
que tienen una determinada capacidad de asimilar el tráfico,
y define la "capacidad ambiental" de un área
urbana como el nivel máximo de tráfico aceptable
en el área ambiental, compatible con el "estándar
ambiental" o nivel optimo de calidad del área.
Más
o menos desde esa época comienzan a producirse en Europa
políticas de restricción al tráfico de
automóviles en centros históricos y de creación
de las conocidas zonas peatonales, con controles de acceso
al área en unas pocas calles que en ciertas horas permanecen
cerradas a todo tipo de tráfico excepto al de residentes.
Estas políticas han ido mostrando sus limitaciones,
de forma paralela a su generalización, sobre todo por
el incremento de tráfico y congestión que producen
en las áreas envolventes, poniéndose de relieve
que el problema del tráfico en las ciudades requiere
de intervenciones globales en el sistema de movilidad
de toda la ciudad y en la ordenación de sus usos del
suelo.
En Europa,
a finales de los años setenta, en forma coincidente
con el auge de un urbanismo de recuperación de los
centros históricos comenzaron a fraguar diversas
técnicas de "moderación" del tráfico
urbano. Expresiones como "convivir con el tráfico",
"calles de coexistencia", y "ciudad peatonal"
se irán introduciendo progresivamente en las políticas
urbanas, como confirmación de una toma de conciencia
social (y de su aceptación institucional) sobre la
necesidad de establecer mecanismos y propuestas tendentes
a mitigar los problemas del tráfico urbano y mejorar
su convivencia en la ciudad.
El problema
de la seguridad viaria centra muchas de las propuestas
y proyectos de moderación del tráfico en estos
momentos. Estrechamientos de calzada, desalineación
de la traza, cambios de pavimentos, elevaciones puntuales
de la calzada, empiezan a ensayarse para mejorar y adaptar
el comportamiento del vehículo en ciertas calles en
aras a reducir los accidentes y mejorar la seguridad de la
calle. La experiencia holandesa de la "Woonerf"
será pionera en esta concepción; con principios
basados en la renovación física de ciertas calles
residenciales, en el que el vehículo es admitido
pero sin tener prioridad, con una regulación normativa
específica y estricta sobre su uso y su comportamiento
en estas áreas, y con un tratamiento de la urbanización
diferente que remarca estas características. Medidas
que enseguida serán implantadas y complementadas en
otros países, haciéndose en la actualidad más
extensivas al conjunto de la ciudad, pero sin la rigidez
y el costo de renovación completa de la urbanización
que suponen las calles de coexistencia y las áreas
exclusivamente para peatones (Sanz, A., 1996, Calmar
el tráfico, MOPTMA, Madrid).
Los mecanismos
utilizados para ello son de muy variado orden; entre los que
afectan a la propia organización del espacio viario
destacan:
- Nivelación
de calzadas y aceras en las esquinas, a fin de que sea
el vehículo quien remonte, con reducción
de la velocidad y mayor responsabilidad en su circulación.
- Almohadas,
lomos, bandas rugosas, etc., que constituyen un conjunto
de obstáculos que, introducidos en la calzada, obligan
a una adaptación conveniente de la velocidad.
- Glorietas
en los cruces, que obligan a ceder la prioridad al vehículo
que primero ha entrado y a cambios de trayectoria, lo que
reduce la velocidad y aumenta la seguridad.
- Estrechamientos
puntuales de la calzada al mínimo preciso para el
paso de vehículos, con retención para uno
de los sentidos de circulación en calles de doble
sentido.
- Cambios
bruscos de la alineación del carril en forma de zigzag,
ampliando las aceras en estos puntos o reordenando el aparcamiento
de forma adecuada a este fin.
- Cierre
de la perspectiva lejana, con la introducción de
variaciones en la trayectoria longitudinal del vehículo
(zigzag, curvas, retranqueos, rotondas, masa vegetal, etc.)
- Cambios
en la textura de la rodadura del vehículo y en el
perfil longitudinal del pavimento, que obligan a reducir
la velocidad en estos puntos.

Figura
9: diversas medidas de limitación de la velocidad en
calles de coexistencia
La adopción de medidas de moderación del tráfico
se inscribe dentro de políticas integrales de gestión
de la movilidad dentro de la ciudad, con contenidos muy diversos,
pero que buscan facilitar por igual las diversas formas
de movilidad urbana, y, entre ellas, primar y potenciar aquellas
que son más respetuosas con la mejora del medio ambiente
urbano, lo que supone restringir al mínimo imprescindible
el tráfico de automóviles privados, adaptando
su uso al entorno urbano. Estas políticas se establecen
sobre la base del entendimiento de que la movilidad de las
personas y de las mercancías en la ciudad utiliza muy
variados sistemas de transporte, que se complementan y no
deben anularse unos a otros.
Potenciar
la coexistencia de todos los modos significa especializar
la trama viaria y adaptarla a los modos aceptados en cada
calle, de modo que puedan resolverse las incompatibilidades
entre ellos y con el resto de funciones urbanas. Para ello
se suelen usar Planes Integrales de Movilidad urbana, que
se basan en diversidad de medidas de planificación
y reglamentación:
- Delimitación
de los tejidos urbanos más sensibles y protección
de la intrusión de tráfico privado en ellas.
- Establecimiento
de redes específicas en la ciudad para las distintas
formas de movilidad.
- Red
de itinerarios peatonales que relacionan las zonas de mayor
atracción de viajes con las calles de mayor interés,
buscando crear itinerarios de recorrido mínimo.
- Oferta
de una red de transporte colectivo con cobertura suficiente
para ser eficaz como restricción al uso del vehículo
privado
- Establecimiento
de una red específica para movilidad en bicicleta,
compartida con itinerarios peatonales e incluso de tráfico
rodado pero protegida de él.
- Concepción
jerárquica, según funciones, de la red destinada
al tráfico privado, con concentración
de la distribución de la circulación en menos
del 30 % de la red viaria total de una ciudad.
- Políticas
de aparcamiento que favorezcan el estacionamiento en origen.
- Políticas
de regulación de la distribución urbana de
mercancías.
El establecimiento
de redes específicas en la ciudad para las distintas
formas de movilidad pretende definir redes que atiendan de
manera prioritaria a cada una de ellas, mediante restricción
del resto de los sistemas de tránsito que resulten
incompatibles. Así, se han de diferenciar en la trama
viaria urbana distintos tipos de redes: itinerarios peatonales,
red de transporte colectivo, ciclovías y red de distribución
del tráfico privado.

Figura
10: Redes de penetración al centro (Sabadell) y de
itinerarios de peatones (Figueres)
La oferta
de una red de transporte colectivo con cobertura suficiente
ha de buscar ser eficaz como restricción al uso del
vehículo privado, para lo que debe combinar los diferentes
medios de transporte, cada uno adecuado a distintas condiciones
de densidad urbana y de solicitación. Será una
red combinada, planificada y gestionada como un todo, con
especial cuidado a la unificación de las tarifas,
en la que el transporte de superficie debe garantizar el abastecimiento
de sus áreas de cobertura, con paradas a menos de 300
metros de cualquier usuario y frecuencias de paso que no superen
los 10 minutos en situaciones suburbanas y periodos diurnos
(o con explicación clara de horarios si superaran ese
umbral).
La planificación
y gestión del transporte colectivo es una tarea especialmente
delicada, porque ha de entenderse la intermodalidad entre
diferentes sistemas y redes, ya que la eficacia de cada una
depende de la densidad del área a la que sirven. Una
buena política es la del establecimiento de una red
de carga potente (metro o líneas troncales de autobús)
en las áreas densas de la ciudad, alimentada en sus
terminales periféricos por líneas de buses;
en el caso de la red troncal de transporte colectivo: Si es
de superficie ha de darse sobre calles de itinerario exclusivo
o compartida con otros tipos de movilidad, pero con prioridad
(carriles-bus) y coordinación semafórica,
en su caso, para ganar velocidad comercial (Zamorano, C.,
2004, Manual para planificación e implantación
de sistemas de transporte urbano, Consorcio de Transportes
de Madrid).
La concepción
de la red de tráfico privado ha de atender a distintos
órdenes de jerarquía. Tráfico casi exclusivo
de automóviles en las vías segregadas de alta
capacidad, de acceso a la ciudad o de distribución,
especialmente diseñadas al efecto; tráfico de
acceso a los barrios compartido con otros medios en vías
básicas de interrelación y travesías
del tejido urbano, con velocidades de hasta 50 km./h; calles
distribuidoras principales en los barrios, con multiplicidad
de usos y concebidas para velocidades de recorrido de entre
30 y 50 km./h; y calles locales dentro de los diferentes tejidos
urbanos que se debieran ordenar para no permitir sobrepasar
los 30 km./h y sobre las que la tendencia es irlas considerando
como calles de coexistencia, del estilo de las explicadas
antes.
Finalmente,
se ha hablado de una política de aparcamiento que favorezca
el estacionamiento en origen, con obligación
de crear aparcamientos en los inmuebles o en el subsuelo del
espacio público cuando haya déficit de plazas.
El aparcamiento en superficie de calle debe de limitarse a
favor de las demás formas de movimiento, exigiéndose
sólo en áreas residenciales con déficit
de plazas en garajes y con poca solicitación por otros
usos. En áreas densas de la ciudad debe penalizarse,
mediante pago y limitación horaria, el aparcamiento
por motivo comercial, de gestiones, de trabajo o de ocio,
y priorizar la carga y descarga (que sufrirá un enorme
incremento en el futuro). En áreas centrales, los aparcamientos
colectivos deberían ser periféricos a ellas,
prioritariamente de rotación; el aparcamiento rotativo
en la calle, de existir, debe ser de corta duración
y para actividades de gestión y no de estancia del
coche por motivo de trabajo cotidiano.
La adopción
de muchas de estas actuaciones de gestión de la movilidad
urbana debe de ser en forma progresiva y flexible,
aplicadas por fases y por paquetes equilibrados que permitan
ajustes y compensaciones a los distintos usuarios, para que
generen, de forma paulatina, mayor apoyo social; para
ello es preciso realizar campañas informativas y participativas
de los usuarios, así como de promoción de los
medios de transporte que mejor contribuyen a la preservación
del medio ambiente urbano. Reducir las causas que inducen
a un uso abusivo del vehículo privado en la ciudad,
supone destinar éste a los motivos claramente imprescindibles
(negocios, servicios, carga y descarga); y ello solo se consigue
potenciando la infraestructura del transporte colectivo de
gran capacidad, pero, sobre todo, reconduciendo una práctica
urbanística como la imperante propiciadora de dispersión
de la ciudad, que aumenta el número, la longitud
y la duración de los recorridos.
5. La urbanización de la calle como garantía
del cumplimiento del Plan de Movilidad
En todo
caso, un Plan de Movilidad ha de ser coherente con esta filosofía
de aproximación, que supone entender que la expresión
espacial de la movilidad es consecuencia de una determinada
oferta de espacio público adecuado a cada forma de
desplazamiento. Si se definen conjuntos de calles que
pertenecerán primordialmente a una de las cuatro redes
citadas, hay que programar las intervenciones físicas
que llevaran a ese escenario: en ausencia de ello, el plan
queda relegado a un simple estudio técnico sin consecuencias
sobre la realidad.
Estas
intervenciones serán de muy diversos tipos: construcción
de nuevos tramos viarios para facilitar las nuevas redes de
concentración del tráfico de distribución
urbana de personas o mercancías, adecuación
de tramos a canales troncales de transporte colectivo, construcción
de intercambiadores entre sistemas, creación de itinerarios
de peatones o de bicicletas, ampliación de aceras de
peatones, creación de bandas controladas de aparcamiento,
construcción de elementos reductores de la velocidad,
simples cambios de señalización, etc. Pero,
en cualquier caso, la credibilidad del Plan descasa en
la programación de un número limitado de intervenciones,
aquellas que sean más eficaces y sean posibles de financiar.
El Plan ha de ser introducido gradualmente, con participación
de la población y con encadenamiento de la secuencia
de acciones.
Los Planes
Municipales de Movilidad que hemos desarrollado en Cataluña
terminan siempre con la definición de un conjunto limitado
de actuaciones; actuaciones que se expresan a nivel de organización
formal (solo sobre proyectos concretos es posible la participación
ciudadana). Cada proyecto se expresa en una ficha que determina
la solución, su coste, su finalidad, los agentes implicados
y su modo de financiación. Hay que tener en cuenta
que la reciente legislación catalana sobre movilidad
sostenible permite cargar a las nuevas promociones inmobiliarias
aportaciones financieras definidas en planes municipales de
movilidad, e incluso exige estudios de movilidad generada
por cada nuevo sector de desarrollo urbano que pueden concluir
en la necesidad de colaborar a la financiación de intervenciones
en ejes externos que estén afectados por la nueva movilidad
e incluso en la ampliación y reforma de sistemas de
rutas de transporte colectivo.

Figura
11: Ficha de una de las intervenciones programadas en el Plan
de Movilidad de Sabadell
No todas las intervenciones programadas tendrán este
carácter físico; Las más eficaces tendrán
que ver con el establecimiento de un nuevo modo de gestión
del transporte colectivo, con tarifas integradas y control
de frecuencias y paradas, con la introducción de
sistemas rotativos de estacionamiento en las calles, con sistemas
de "bici-sharing", con regulación
de la carga y descarga. Pero también estas requerirán
de intervenciones físicas que han de estar definidas
en el Plan.
En Barcelona
viene practicándose con éxito este sistema de
actuar sobre el espacio viario con finalidades asociadas a
cambios en la movilidad. Las experiencias practicadas han
permitido mostrar la eficacia en la capacidad y en la seguridad
de la reducción de los anchos de carriles de circulación
rodada, la recuperación del uso público de las
calles cuando se amplia el espacio pedestre, la posibilidad
de establecer áreas correcta de carga y descarga, la
necesidad de hacer comprender al ciudadano que ha de pagar
por el uso del espacio público para el vehículo
privado (igual que paga el usuario del transporte colectivo),
etc. Pero lo más interesante es mostrar como la introducción
de mejoras sucesivas va provocando una cada vez mayor conciencia
ciudadana sobre una movilidad más sostenible en términos
energéticos y sociales.
No obstante,
creo que es de justicia destacar un proyecto de intervención
en el mismo sentido realizado en Brasil. Se trata de la reforma
de la avenida Brasil de Río de Janeiro, una antigua
autopista urbana construida en los años cincuenta y
sobre la que se ha dado todo el enorme desarrollo del nordeste
de la ciudad. La Prefectura de la ciudad aprovechaba el traspaso
de la vía desde el Gobierno Federal y los fondos que
lo acompañaban para la mejora de las condiciones de
circulación y seguridad en ella.
El proyecto
redactado por encargo de la Prefectura fue mucho más
ambicioso. Entendió que las funciones de mejora
como vía rodada especializada de penetración
a la ciudad deberían limitarse al espacio central,
mientras que las comúnmente denominadas vías
laterales deberían recuperar el carácter de
calles estructurantes de los barrios limítrofes.
Opción que implicaba discusiones técnicas que
fueron muy productivas sobre ancho de carriles en cada espacio,
sobre ancho mínimo de las aceras de peatones, sobre
separadores, sobre vegetación y elementos de urbanización.
En la figura se muestra la solución tipo adoptada en
uno de sus tramos, por cuanto la vía solo tiene solución
idéntica en el espacio central, en el espacio de paso
de automóviles, y adecua las calles laterales a las
necesidades de los barrios de tramos muy diferenciados en
cuanto a su trama urbana y sus densidades de ocupación.

Figura
12: algunas imágenes del proyecto de reforma de la
Avenida Brasil de Río (Herce, Holzmann, Franklin, 1998)
Lo que más me interesa destacar es un aspecto aparentemente
secundario, pero en el que descansa la parte más interesante
del proyecto desde la perspectiva que nos ocupa. Se trata
de la opción de concentrar en un mismo punto las
pasarelas sobre la vía, las paradas de autobús
y las nuevas plazas a construir con un tratamiento superficial
diferente al pavimento continúo de las aceras (pavimento
de las plazas con piedra portuguesa tricolor) siempre con
la misma disposición formal desde la esquina, para
que el usuario de la vía entienda que llega al centro
de cada barrio, colaborando así al reforzamiento
de la identidad barrial (como colaboran las paradas de
autobuses y las pasarelas identificadas con el nombre del
barrio). Apuesta por el transporte colectivo y por la plaza
como referente de cualificación.
Se ha
construido un tramo pequeño de la obra con esta concepción
y los resultados han sido cercanos a los esperados. Por esas
cosas propias del país, los cambios de gobierno parecen
haber afectado a la continuidad de la propuesta, pero creo
que el ejemplo de la solución alternativa tendrá
tarde o temprano respuestas análogas.

Figura
13: Carretera de Sant Boi en Barcelona (Herce-EGI, 2001) y
Sector Sant Pau, portal sud de Sabadell (Herce-Sabater, 2005)
Otros proyectos, en diferentes ciudades, entienden también
que no es posible una nueva política de movilidad
sin una decidida apuesta por la recuperación del espacio
público, y también que no es conveniente
ni justo cargar la responsabilidad de su deterioro actual
en el automóvil como vehiculo de transporte (cuya utilidad
y aceptación social está ampliamente demostrada)
sino que el problema reside en las soluciones formales que
ha dado hasta ahora una técnica obsesionada con cuestiones
que poco tienen que ver con las necesidades reales de la población.
Esta reflexión y las experiencias en que se apoya (Herce,
M., 2006, El espacio público de la movilidad,
Edicions UPC, Barcelona) pretenden colaborar a cambiar
nuestras sacralizadas certezas técnicas, cuya ineficacia
ha mostrado la realidad con contundencia.
MHV
El
autor es Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad
Politécnica de Madrid (1970), Doctor por la Universidad
Politécnica de Cataluña (1995), Profesor Titular
de Urbanismo y Ordenación del territorio de la Universidad
Politécnica de Cataluña, Director del Programa
de Gestión de la Ciudad de la Universitat Oberta de
Catalunya,
Director del Curso de Movilidad de la Escola Sert-Diputación
de Barcelona. Ha sido director de Urbanismo del Área
Metropolitana de Barcelona, Director General de la Villa Olímpica
de Barcelona, Miembro de la Comisión de infraestructuras
puerto-aeropuerto de Barcelona, Premio Nacional de Urbanismo
y Director del Departamento de Transporte y Territorio de
la UPC. Ha sido asesor de los Ayuntamientos de Lima, Bogotá,
Río de Janeiro, Tegucigalpa, San Pedro Sula, Rosario
y San Salvador; en la actualidad es miembro del Consejo asesor
"Méjico sostenible" del DF. Es autor de una
docena de libros, entre los que destacan: El soporte infraestructural
de la Ciudad (2002) y El Espacio Urbano de la movilidad
((2006). Recientemente intervino en las Jornadas
de Debate sobre Urbanismo y Derechos Ciudadanos organizadas
por café
de las ciudades en Buenos Aires.
Sobre
movilidad urbana, ver también en café
de las ciudades:
Número
44 I Tendencias
El
movimiento en el corazón de la modernidad
I La urbanidad latente en los espacios del desplazamiento.
I François Ascher - Traducción: Andrés
Borthagaray
Número
9 I Economía
La
gestión de la movilidad I Conferencia
ECOMM 2003 en Karlstad, Suecia I Lucas Gallak
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Gente
de Nou Barris
|
La
transformación de la periferia en la Barcelona
post-franquista I
Por
Marcelo Corti |
La
Asociación de Vecinos de Nou Barris (Nueve Barrios,
en catalán, tal la cantidad de vecindarios involucrada),
constituida tanto por organizaciones surgidas simplemente
de las comisiones de festejos barriales como por organizaciones
de claro contenido militante, impulsó acciones
como el secuestro de ómnibus para su ascenso
a las zonas altas de Roquetes (de manera de demostrar
la posibilidad de su funcionamiento normal), la férrea
oposición a la demolición de las casas
baratas de Can Peguera o al Plan Parcial Torre Baró-Vallbona-Trinidad
(que implicaba la demolición de 4370 viviendas),
el corte de avenidas en reclamo de escuelas o agua,
o por el desnantelamiento de las torres de alta tensión
en Trinitat.
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El
Apartheid revisitado
|
"El
espejo sudafricano": los orígenes y la herencia
de un sistema vergonzoso I
Por
Marcelo Corti |
En
aquellas áreas, en particular en el centro de
algunas ciudades, donde se había desarrollado
una mezcla racial inaceptable para el régimen,
se llegó a la demolición de barrios completos
y la reubicación de sus pobladores (como ocurrió
con el Distrito VI de Ciudad del Cabo y sus 60.000 habitantes,
por ejemplo). A los negros desalojados se los despojaba
de su ciudadanía y se los localizaba en distritos
(a los que se asignaba el status de supuestos países
independientes) en los que en la mayoría de los
casos jamás habían estado. Para su alojamiento
se construían desangelados conjuntos de viviendas
en los que las calles ni siquiera tenían nombre.
En muchos casos, la clasificación racial y el
distrito asignado para la relocalización implicaron
la separación de matrimonios y familias enteras.
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Normativa
urbanística y exclusión social
|
Raquel
Rolnik: "la regulación del uso del suelo en
Latinoamérica solo considera a los mercados de
clases medias y altas"
I
Entrevista
por Marcelo Corti |
Entonces,
¿donde se inserta el territorio popular? Hay dos paradigmas
básicos: en los intersticios de ese área
regulada siempre hay porciones no edificables, sean
áreas de protección ambiental, o con pendientes
muy agudas que no se pueden ocupar porque hay restricciones,
etc. Entonces, donde el mercado formal no puede ocupar
queda un vacío y se mete el mercado popular.
O si no, fuera de los límites de ese mercado,
en periferias distantes, abriendo fronteras en la zona
rural. Lo que es más chocante es que son las
propias políticas urbanas las que generan exclusión,
no su ausencia; ese modo de planificar es una política
excluyente que sirve para reservar las mejores áreas
para quienes tienen dinero suficiente.
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Valija
de Antonini Wilson 14 - Plan Urbano Ambiental de Buenos
Aires 1
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En
el juego mediático, el planeamiento de la Ciudad
pierde por goleada
I
Por
Artemio Abba |
Y
de no cambiar esta actitud social (gobernantes, medios,
instituciones intermedias, ONGs y sociedad civil), se
llegará al turno de la Audiencia Pública
del Documento PUA (continuando el "proceso de doble
lectura, compuesto por una primera aprobación,
a continuación una audiencia pública,
y por fin una aprobación definitiva", Sabugo,
2007) sin participación efectiva de la sociedad,
quedando las deliberaciones en cenáculos de vanguardias,
algunas bien intencionadas y otras no tanto, que pueden
hacerle perder validez a tan vital decisión para
la ciudad de cara al futuro.
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El
proyecto Latencias
|
La
fusión de la red y la plaza en el mobiliario urbano
I
Por
el Taller Latencias Urbanas |
Ya
no es una cuestión de no-elección: miles
de las personas que viven en ella podrían elegir
vivir en otro lugar. Pero no lo hacen, hay algo que
las detiene, quizás por una secreta esperanza
de cambio. Por una secreta intuición de que aún
es posible habitar de forma completa. Pero esta inquietud
no nos lleva por un camino fácil, hay que encontrarla
sacudiendo nuestros miedos acerca de un futuro más
oscuro y descorazonador. Quizá estemos a tiempo,
o no. Proponemos una reformulación del uso del
espacio público, entendiendo que éste
ya no es sólo un espacio físico, sino
que se ha convertido en un espacio virtual pero que
nos relaciona y nos comunica.
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Buenas
y Malas Prácticas Urbanas 2007
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Rascacielos
diversos, abrazo ecológico e instalaciones brutales.
Los premios cdlc
a las Buenas y Malas Prácticas
Urbanas 2007.
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Augurios
para el 2008, recomendaciones, edificios
verdes, pedido desde Riobamba y protesta
cordobesa.
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UR
#02 – conversar - Parametro 272 - Svelando Kabul - Especialización
en Desarrollo Local en Regiones Urbanas, en la UNGS
- Gestión Local del Hábitat, en Rosario
- ¿Un mundo suburbano? - Imaginarios urbanos y participación
social, en Costa Rica - Madrid y Barcelona, en ligas
distintas...
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ACERCA DE CAFÉ DE LAS CIUDADES
|
café de las ciudades
es un lugar en la red para
el encuentro de conocimientos, reflexiones y miradas sobre
la ciudad. No es propiedad de ningún grupo, disciplina
o profesión: cualquiera que tenga algo que decir
puede sentarse a sus mesas, y hablar con los parroquianos.
Amor por la ciudad (la propia, alguna en particular, o todas,
según el gusto de cada uno), y tolerancia con las
opiniones ajenas, son la única condición para
entrar. Hay quien desconfía de las charlas de café:
trataremos de demostrarle su error. Nuestro café
está en cualquier lugar donde alguien lo quiera disfrutar,
pero algunos datos ayudarán a encontrarlo. Estamos
en una esquina, porque nos gustan los encuentros, y porque
desde allí se mira mejor en todas las direcciones.
Tenemos ventanas muy amplias para ver la vida en las calles,
y no nos asustan sus conflictos. Es fácil llegar
caminando a nuestro café, y por eso viene gente del
centro y de todos los barrios (sí alguien prefiere
un ambiente exclusivo, que se busque otro lugar). No faltaran
datos sobre cafés amigos, porque nos gusta andar
de bar en bar: ¿cómo pedirle a los parroquianos que
se queden toda la noche en el nuestro? Esa es la única
cadena a la que pertenece el café
de las ciudades: la
de todos los cafés únicos e irrepetibles,
en cualquier esquina de cualquier ciudad.
Marca en trámite
Editor y Director: Marcelo Corti
Diseño: Laura
I. Corti
Corresponsal
en Buenos Aires: Mario L. Tercco
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