El próximo 24 de mayo se
realizarán las elecciones para el Ayuntamiento de Barcelona y Ada Colau es la
candidata a Alcaldesa por Barcelona en Común (Barcelona en Comú, en catalán),
una plataforma política que sucede e integra a Guanyem Barcelona (cuyo nombre
fue registrado de manera oportunista ante el tribunal electoral por un político
ajeno al grupo original, aparentemente para negociar cargos a cambio de la
autorización al uso…).
Colau es una joven
dirigente surgida de colectivos como la PAH (Plataforma de Afectados por la
Hipoteca) y los movimientos vecinales contra los procesos especulativos y la
gentrificación en la Ciudad Vieja, además de integrar el Observatorio por los
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC). Es autora de varios textos
sobre cuestiones urbanas, como por ejemplo La vivienda en España:
un derecho por conquistar, su aporte a Ciudades,
una ecuación imposible.

Foto:
Juana Garabano
A
pesar de la intensa agenda que supone su candidatura, Ada Colau tuvo la
gentileza de recibirnos en el local de Barcelona en Comú de la calle
Castillejos, donde entre reuniones militantes y la preparación de actividades
tuvimos la charla que a continuación se reproduce.
CdlC: Los posicionamientos acerca de la historia
urbana de la Barcelona post-franquista son más una cuestión de interpretación
histórica que del día a día de un proceso electoral y (antes que eso) político
muy fuerte como el que usted está afrontando. Pero a nosotros nos interesan mucho,
sobre todo porque en Latinoamérica se ha debatido bastante el famoso “Modelo Barcelona”, y hay dos o tres interpretaciones
predominantes. Una es la explicación conformista de alguna gente del
Ayuntamiento o que trabaja en la ciudad y lo presenta como un modelo exitoso
que solo ha tenido unos problemas coyunturales, que en
todo caso habrá que corregir. Dentro de un pensamiento más crítico, hay quien
distingue una primera etapa muy ligada a los movimientos vecinales y, desde el
urbanismo físico-territorial, la recuperación de sectores urbanos degradados,
algunos logros de “acupuntura” urbana, etc., de las desviaciones posteriores,
sobre todo en la etapa post-olímpica y con el Fórum 2004: el triunfo de las
ideas de posicionamiento de marca y city marketing por sobre las de
participación, solidaridad y representación barrial. Finalmente, hay miradas
francamente negativas, que solo encuentran en ese proceso un acelerado camino
hacia la ciudad neoliberal. Nos interesa conocer su posicionamiento sobre esta
cuestión, sobre todo considerando su procedencia política, muy vinculada a los
movimientos vecinales y a la lucha por el derecho a la vivienda.
AC: En un proceso tan
largo y complejo como el de la Barcelona post-franquista, cualquier
planteamiento absolutamente dicotómico sería un error y faltaría a la realidad.
Pero creo que sí se podría hablar de cuando
ha habido un liderazgo colectivo y público en la ciudad y cuando ha dejado de
haberlo. Esa es para mí la diferencia. Barcelona es una ciudad muy bonita,
que queremos y que nos gusta. En ese sentido, cualquier interpretación
catastrofista del “Modelo Barcelona” es un error. Tenemos claro que hubo un
primer momento de revolución urbana, que coincide con la revolución democrática
de la Transición, con el liderazgo vecinal, con ese tejido asociativo y
cultural que ha sido históricamente la firma distintiva de la ciudad y que la
configura como es hoy. Después de ese momento de llegada de la democracia es
claro que hay una apuesta a desactivar
esos barrios, porque se ven como una amenaza potencial para el Partido
Socialista por cuestionar el poder y la autoridad, pero todavía sigue habiendo
un imperativo público en el hacer la ciudad, una visión de conjunto sobre la
ciudad que se necesita y que culmina en 1992 con esa idea de aprovechar un gran
acontecimiento como las Olimpiadas para recuperar el mar, dignificar unos
barrios postergados y crear unos equipamientos importantes para la ciudad. Pero
a partir de entonces comienza el declive de liderazgo político y la sumisión al
mercado, a la visión neoliberal de una ciudad global como tantas otras, donde
se confía plenamente en los mercados privados para encarar las transformaciones
urbanas. En ese proceso que hemos estado viviendo hasta ahora ha ido degradándose el liderazgo político,
se ha cedido la autoridad a intereses particulares por sobre el interés general y la visión global de la ciudad. Esto nos ha llevado, entre otras cosas, a la
mercantilización del espacio público y a un progresivo deterioro del parque de
vivienda pública y social que tanto necesitamos (y más ahora con la crisis).
Nadie está en contra de
que Barcelona sea una referencia internacional, aunque nos han criticado muchas veces
con ese argumento. Nos tratan de prehistóricos, de querer frenar el crecimiento
económico de la ciudad, “que no queréis una ciudad rica”. Pues claro que queremos una ciudad referencia internacional,
pero, ¿referencia de qué? El proceso actual es muy interesante porque, en
un contexto más amplio, la revolución democrática pasa por las ciudades de un
mundo absolutamente urbano como es Europa, y esta revolución democrática (que será urbana o no será democrática)
tiene que ver en Barcelona con el potencial y la historia de la ciudad y su
tejido barrial, social, vecinal, que debe ser protagonista de la recuperación
de lo colectivo.
Se nos ha secuestrado la
democracia en nuestro nombre. Se han hecho una ciudad y unas políticas públicas
que van en contra del interés general y que poco a poco han menoscabado los
recursos públicos con la privatización de lo colectivo. Barcelona está en
proceso de ser una ciudad cada vez más desigual, donde se privatizan los
servicios públicos básicos. Se privatizó antes el agua, se privatiza el puerto
para albergar yates de lujo, mientras en la ciudad se disparan los desalojos,
el paro y la precariedad para gran parte de la población. Se agudiza la
diferencia entre barrios ricos y barrios pobres. Esta dinámica de dejar en manos del mercado el modelo de
ciudad nos lleva a una ciudad cada vez más desigual, más precaria, más injusta
y menos democrática. Frente a eso está el proceso en el cual estamos
participando ahora.

CdlC: Me llamó la atención en Barcelona la
recurrencia del término “privatización” en las bromas callejeras: “me estás
privatizando el espacio”, o mi lugar de trabajo. Algo parecido era habitual
durante el menemismo en Argentina en los ´90: los chistes sobre privatizar lo
que es público. Ahora bien, ¿cómo se puede cambiar ese modelo desde una
plataforma política como Barcelona en comú, que está en condiciones de ganar
Barcelona?
AC: Por un lado, no somos
ingenuos y entendemos que no todo depende de un Ayuntamiento. Estamos en un
mundo globalizado y sufrimos procesos globales, como los de la Unión Europea y
la “troika” con el FMI pretendiendo imponer sus políticas sobre Grecia. Esto
desafía las posibilidades del Estado nacional, no digamos de los municipios. En
ese sentido, no somos ingenuos, pero planteamos que Barcelona, por ejemplo, está mucho menos endeudada que otras
ciudades españolas, con recursos económicos, humanos y urbanos por encima de la
media, y con más competencias,
conferidas por una normativa municipal propia (al igual que Madrid), la Carta
Municipal. Por lo tanto, con esos recursos y esas competencias, en Barcelona se
podría estar haciendo muchísimo más que lo que se hace, si hubiera otras
prioridades en el gobierno municipal.
Nosotros estamos
planteando una revolución democrática (de la que queremos que Barcelona sea
punta de lanza y que anime otros procesos en otras ciudades y territorios) que
pasa por varios ejes. El primero y más inmediato es un plan
de choque, de emergencia, para garantizar la sostenibilidad de la vida
de la población y para resolver los problemas sociales más urgentes. No puedes plantear la participación
política si la gente está pendiente de comer, de no quedarse sin casa, o que no
le corten el agua o la luz. Hay que garantizar esos derechos básicos. La
ciudad tiene las competencias y los recursos suficientes para hacerlo y por lo
tanto es absolutamente injustificable, inmoral e intolerable que no lo esté
haciendo. Hay que llevar a cabo un plan de choque para garantizar salud,
vivienda, educación, alimentación. Lo hemos hablado ya y lo encuentras en la
web. Que cualquier niño de Barcelona tenga las tres comidas diarias necesarias,
que nadie quede fuera del sistema de salud como ocurre con un alto porcentaje
(aunque no hay datos oficiales) de las personas inmigrantes. Que haya
residentes en Barcelona excluidos de la salud pública es intolerable en una
sociedad democrática.
Eso sería el plan de
choque, pero hacen falta medidas económicas a mediano y largo plazo para revertir el rumbo económico de la ciudad.
Lo que hay ahora es una apuesta miope y cortoplacista. Después de la burbuja
inmobiliaria parece que no aprendimos nada y apostamos por la burbuja del
turismo, por ese turismo masificado y fuera de control que requieren los
grandes lobbies. No tenemos nada contra el turismo, pero hay distintos modelos.
El de los grandes lobbies, fuera del control de la ciudad, sin ningún tipo de
participación ni control ciudadano, reproduce las condiciones de la desigualdad,
porque los beneficios se concentran en pocas manos y se socializan las
pérdidas. Nosotros pagamos la contaminación que genera el turismo actual,
pagamos el uso intensivo del espacio público, el aumento del precio de la
vivienda y de los locales en los barrios afectados por el turismo. Cierran los
pequeños comercios y se imponen las franquicias de las grandes multinacionales,
que convierten nuestro centro en un
lugar irreconocible, que pierde su identidad y expulsa a los vecinos y vecinas que ya no pueden vivir en esos barrios.
Tenemos ahora mismo este
modelo neoliberal, cortoplacista, que prioriza los beneficios a corto plazo y
se despreocupa completamente por lo que pasará más adelante. Estamos a favor
del turismo y de que se hagan congresos, pero habría que democratizar el modelo, redistribuir los beneficios, adecuar la
política fiscal del Ayuntamiento para sancionar las malas prácticas de las
multinacionales. Y apostar por un modelo productivo más diversificado en la
ciudad. Por la renovación energética, por el reúso de los residuos. Por
aumentar la atención a las personas más vulnerables y en situación de
dependencia. Hay una economía cooperativa y social, de la que Barcelona tiene
un gran potencial porque tiene tradición y un tejido auto-organizado. La dictadura
intentó arrasarlo, pero se ha mantenido vivo y ahora con la crisis está
resurgiendo por sí mismo, con fuerza. Y hay que repotenciarlo porque es la
economía del futuro, la que queremos: una economía democrática, justa y social.
Otro eje esencial es democratizar la institución municipal.
No se trata simplemente de ganar para ocupar el lugar de otro con la propuesta
de poner a personas nuevas que sean moralmente mejores, sino de cambiar las
reglas de juego, demostrar que se puede hacer política de otra manera. Se puede
construir una democracia real donde la ciudadanía sea protagonista y decida lo
que se hace en sus barrios y como serán las ciudades, más allá de votar cada
cuatro años, que se ha demostrado como una democracia insuficiente. Hay que abrir las puertas y ventanas para
que entre la ciudadanía en las instituciones, y eso pasa también por
descentralizar en los barrios y en los distritos, darle más poder a los
territorios por sobre la administración central.
Se necesita una gestión
más transparente, con auditorías. Hay ahora una trama de más de cien empresas
público-privadas que están gestionando los recursos públicos sin ningún tipo de
control ni transparencia, y no solo en Barcelona sino en toda el área
metropolitana. Ese proceso pasa por democratizar,
descentralizar, darle poder a la ciudadanía. Hay muchas medidas concretas
que se pueden hacer con poco dinero, como por ejemplo consultas vinculantes
sobre los grandes temas de la ciudad o sobre parte de los presupuestos. O que
no se pueda hacer un gran equipamiento sin consultar a la ciudadanía. Acabar
con las malas praxis, eliminar privilegios y revertir las privatizaciones que
se han hecho.
Barcelona en comú empezó
diciendo que queremos gobernar Barcelona
de otra manera. Eso lo hemos practicado desde el principio y lo primero que
hicimos fue aprobar un código ético a partir de un proceso participativo, para
poner reglas de juego claras desde la candidatura. Son reglas del juego
diferentes que ahora no cumple ningún partido que esté en el Ayuntamiento:
limitación de mandatos para que no haya una excesiva profesionalización de la
política, limitación de sueldos y eliminación de dietas no justificadas. Hay
sueldos que están muy por encima de lo que está cobrando la gente normal,
trabajadora. ¡Y encima se cobran dietas por asistir a reuniones como si eso no
formara parte del trabajo! Es injustificable. Hay que eliminar coches oficiales
y reducir gastos de publicidad y propaganda. Hay muchas partidas y privilegios
que revisar para reorientar ese dinero y reinvertirlo en otras prioridades.

CdlC: Mencionaste en algunos escritos algunas
prácticas europeas que se pueden tomar como ejemplos prácticos para un
Ayuntamiento progresista en Barcelona: Bobigny, ciudad francesa que se ha
declarado “libre de desahucios”, el Distrito X de Roma, que aprobó una
ordenanza para expropiar viviendas vacías en manos de grandes propietarios e
inmobiliarias y ponerlas a disposición de familias sin hogar. ¿Hay otros
ejemplos de políticas municipales que puedan servir como referencia?
AC: La ciudad democrática
nunca podrá ser perfecta, porque por
definición la ciudad democrática es una ciudad viva, en conflicto permanente,
con contradicciones, en debate, en cuestión y que se construye “en gerundio”.
Si fuera una ciudad perfecta, sería una ciudad muerta. Pero sí que estamos
buscando referencias y de hecho estamos preparando para abril un encuentro con
representantes de las ciudades con las que podemos tener coincidencias. Estamos
mirando algunas iniciativas y una sería seguramente Paris, con la
municipalización del agua, que queremos plantear en Barcelona. No será sencillo
hacerlo, pero hay que dar ese debate. En toda Europa hay un proceso de recuperación pública y municipalización de
la provisión del agua: también en Berlín, en algunos municipios de
Cataluña. Se ha demostrado que donde hay un control público y democrático del
agua esta es más barata, hay una gestión más eficiente, sostenible y
transparente. También esos ejemplos que recordabas con respecto a viviendas
vacías y desahucios en Bobigny y algunos distritos de Roma. En Grecia, antes
del triunfo nacional de Syriza, ya habían ganado algunos municipios y la región
de Atica, que es la más poblada de Grecia. Y, aunque allí tienen menos
competencias que las nuestras, están planteando medidas para, por ejemplo,
evitar los cortes de suministros y realizar una gestión más sostenible de los
residuos. Hay ciudades francesas donde el uso del espacio público está pensado
socialmente para que sea más amigable para los niños y niñas, de modo que sean
los protagonistas del espacio urbano. Como verás, hay varias referencias que
estamos analizando en diferentes temas.

CdlC: Un déficit histórico del Modelo
Barcelona fue la incapacidad de constituir una gestión metropolitana. ¿Cómo ve
Barcelona en relación con su región metropolitana en un gobierno de Barcelona
en común?
AC: Es todo un reto, hoy Barcelona es efectivamente la ciudad central y su
área metropolitana, pero además de las fronteras políticas que parecen haberse
roto, hay fronteras sociales y económicas, y ese es otro de los retos. Se ha
constituido la entidad del área metropolitana,
pero ahora hay que democratizar esa área metropolitana. Del mismo modo que
hemos planteado hacer realidad la vieja demanda vecinal de elección directa de
los Distritos, para tener una relación directa entre vecinos y vecinas y sus
cargos directos. De hecho estamos haciendo unas primarias que son pioneras,
porque se eligen los consejeros de Distrito y cualquier residente de Barcelona
puede participar.
Esa misma lógica de democratización
hay que plantearla a escala metropolitana, sabiendo que no va a ser fácil porque hay temas que son competencia de la
Generalitat y dependen de una normativa estatal que afecta a más de 30
municipios con diferentes colores políticos. Pero es imprescindible, para
brindar mejores servicios y para que no se dupliquen los costos, y también para terminar con un área antidemocrática de
opacidad que se está consolidando. En las entidades y empresas
metropolitanas se han colocado durante décadas a gente que salía de cargos
públicos en los municipios. En el área de transporte público, por ejemplo, hay
un monstruo donde se han colocado montones de cargos directivos sin control
democrático, y esto afecta el servicio. Es imprescindible democratizar el área
metropolitana, tanto por el buen funcionamiento de servicios básicos en
sectores como el transporte o los residuos, como por la necesidad de mayor
transparencia de las instituciones.

CdlC: ¿Cómo puede ser concretado el
derecho a la vivienda por un gobierno de Barcelona en Comú?
AC: Me hace ilusión llegar a la Alcaldía precisamente para poder poner en
práctica algunas demandas de vivienda que he acompañado durante muchos años. Se
me ha conocido más por la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, pero
estuve en muchas luchas históricas respecto a la vivienda desde el movimiento
vecinal; en plena burbuja inmobiliaria, estuve involucrada en colectivos contra
la gentrificación, denunciando prácticas criminales de acoso inmobiliario en el
centro histórico que afectaron a miles de personas en nombre de la
modernización. Cuando se decía que
Barcelona era el modelo perfecto que se podía exportar a todo el mundo, un
grupo de gente joven estábamos denunciando esa burbuja (negada desde las
administraciones) que nos impedía acceder a una vivienda. Y cuando explotó la
burbuja, apoyamos los movimientos masivos contra los desahucios desde la
Plataforma.
Venimos entonces de una lucha histórica y esas demandas y propuestas requieren ser trabajadas desde la política
para ponerlas en práctica. En concreto ahora en Barcelona tenemos miles de
viviendas vacías y por tanto para hacer efectivo el derecho a la vivienda y dar
respuesta a miles de personas que hoy están excluidas tenemos como aspecto
positivo que no hay que construir de cero, que es más caro y lleva más tiempo,
sino que podemos cumplir con las recomendaciones internacionales y las normas
constitucionales españolas. Se trata de buscar todos los mecanismos posibles
para que esas viviendas vacías cumplan su función social.
Antes seguramente habrá que tomar medidas inmediatas para paralizar los
desalojos. Eso pasaría por distintas medidas, porque es verdad que la ley
hipotecaria y la ley del comercio civil, que regula los desahucios, son
normativas estatales, pero hay políticas que se pueden implementar desde el
Ayuntamiento. Desde el movimiento popular por el derecho a la vivienda ya está
planteada una moción en el Ayuntamiento, que se aprobó hace un año, para
sancionar las viviendas vacías en manos de los bancos. Se las interpela y si no
responden poniendo esas viviendas vacías a disposición de la gente, se las
penaliza a través de sanciones. Pero esta moción no se está aplicando: lo
primero que hay que hacer es aplicarla, como de hecho se está haciendo en otros
municipios. Vale decir que es viable con la normativa actual.
Habría que interpelar a todos los agentes que tratan con la vivienda a
partir de constatar el estado de emergencia habitacional. Hay miles de personas
inscriptas solicitando viviendas sociales y excluidas del mercado, eso es en sí
una situación de emergencia. Hay que
adecuar todas las políticas a esta situación de emergencia. Lo que tenemos
ahora son políticas asistenciales que funcionarían en una situación de
normalidad, pero en una situación de excepcionalidad son lo que Joan Subirats
llama “políticas de final de cañería”, que solo sirven para detener una
hemorragia pero nunca alcanzan. Hay que estar dispuestos a afrontar el origen del
problema, poner la situación de emergencia sobre la mesa e involucrar a todos
los agentes directamente implicados. Las
entidades financieras, inmobiliarias y constructoras que tienen viviendas
vacías son las primeras que tienen que ponerlas a disposición. Y hay otras
medidas posibles. Hay una propuesta que permite la ley catalana a partir del
anterior gobierno (el “tripartito), que permite declarar toda la ciudad como
área de opción preferencial de compra por el Ayuntamiento. No se podría hacer
ninguna operación inmobiliaria de compraventa sin que el Ayuntamiento haga una
opción preferente para poder recuperar el máximo de vivienda del mercado
privado para convertirla en vivienda social, que es lo que hoy necesitamos. El
parque de vivienda de interés social no se ha actualizado y no puede esperar
más. Hay que hablar con los juzgados de Barcelona para impedir los desalojos de
primera vivienda y más cuando hay niños y personas vulnerables, porque se está
infringiendo la normativa internacional de forma flagrante. Se deben tomar
medidas para la rehabilitación energética de las viviendas. Hay muchas
políticas posibles, afortunadamente hay gente que ha trabajado mucho y ya hay
disposiciones al respecto, solo hace falta ponerlas en práctica.

Foto:
Juana Garabano
CdlC: Finalmente, ¿cómo imagina la
implementación de medidas con respecto al derecho a la ciudad, en un sentido
más integrador que el de la vivienda y otros derechos que lo componen?
AC: Aquí en Barcelona y en
los movimientos sociales nacionales, la formulación del derecho a la
ciudad nunca ha llegado a cuajar como si lo ha hecho en América Latina. Aunque
la filosofía existe como planteamiento, en la constatación de que los derechos son interdependientes y no se
pueden plantear de forma aislada. En Barcelona en Comú estamos trabajando
en como repensar la institución. No se trata de llegar y ocupar el lugar de
otros sino de transformar la institución que no ha funcionado. Y una de las
cosas que nos estamos planteando es como habría que organizar el Ayuntamiento y
sus áreas. Ahora trabajan de una manera que claramente no funciona bien, con
áreas clásicas, distantes entre sí. Como activista del derecho a la vivienda,
por ejemplo, uno de los problemas que he visto en el Ayuntamiento es que los
técnicos de Hábitat Urbano plantean la vivienda como un problema aislado y no
lo relacionan con el espacio público, ni con las políticas de género, de salud
o sociales. Eso es un error flagrante que además
de hacer malas políticas lleva a gastar mucho más dinero de lo necesario.
Uno de los debates abiertos que tenemos en Barcelona en Comú es precisamente
como repensar la institucionalidad para
acabar con esa visión de compartimientos estancos, como si los derechos fueran
cosas aisladas, y cómo en cambio trabajar con políticas transversales que
integren todos los temas. La economía tiene que trabajar por ejemplo con
género, con salud, con participación política. Es una reflexión muy ambiciosa
que no se puede cerrar a corto plazo, pero es la que tendría más relación con
un planteamiento global de la ciudad.
CdlC: Un gran teórico latinoamericano
del planeamiento estratégico, Carlos Matus, decía que la realidad tiene
problemas pero el Estado y las Universidades tienen departamentos…
AC: ¡Exacto! La gente a menudo relata su relación con el Ayuntamiento como
la de ir pasando de una ventanilla a otra, y le van pasando la pelota a otro
departamento y mientras tanto la gente queda en la calle: hoy se queda en la calle, hoy no tiene para comer, hoy le cortan el
agua. Hay que realizar otro tipo de políticas, que vayan al origen del
problema y que tengan una visión integral de los problemas de la ciudad
Entrevista: MC
Ver el Plan de choque
para los primeros meses de mandato de Barcelona en Comú.
El AMB
(Area Metropolitana de Barcelona) es la administración
pública del área metropolitana de Barcelona, una gran conurbación urbana
formada por un total de 36 municipios.
Ver La vivienda en España: un derecho por conquistar,
aporte de Ada Colau a Ciudades, una ecuación
imposible. Belil, Borja y Corti (editores), Editorial café de las
ciudades, Fundació Fòrum Universal de les cultures, Buenos Aires,
2012.
Otros libros publicados
por café de las
ciudades que analizan el “Modelo
Barcelona”: Luces y sombras del urbanismo de
Barcelona y Revolución urbana y derechos
ciudadanos, ambos de Jordi Borja.
Sobre el tema, ver también Archivo crítico modelo Barcelona, 1973-2004, de Josep
Maria Montaner Martorell, Fernando Álvarez Prozorovich, y Zaida Muxí Martínez
(editores). 2011. Ajuntament de Barcelona - Departamento de Composición
Arquitectónica del ETSAB-UPC.
Sobre el “Modelo Barcelona”, ver también entre
otras notas en café
de las ciudades:
Número 21 | Política
Barcelona y su
urbanismo | Exitos
pasados, desafíos presentes, oportunidades futuras. | Jordi
Borja
Número 24 | Lugares
1,2,3, ¿muchas Barcelonas...? | Impresiones
de un bárbaro en el Mediterráneo, o ¿por qué el urbanismo del Fórum 2004 no le
gustó a nadie y en cambio caminar por Gracia es tan ‘guai’? | Marcelo
Corti
Número 63 | Política de las
ciudades
Gente de Nou
Barris | La transformación de la periferia en la
Barcelona post-franquista | Marcelo Corti
Número 65 | Arquitectura y Planes de las
ciudades
Método y modelo
de Barcelona | Entrevista a Oriol Bohigas: la arquitectura
debe asegurar la continuidad legible de la ciudad | Marcelo Corti
Número 71 | Lugares
Tímido elogio de
la plaza del MACBA | Y algunos apuntes sobre el esponjamiento y
la gentrificación | Carmelo Ricot
Número 87 | Política de las Ciudades
(I)
Siete líneas
para la reflexión y la acción | Después de la “burbuja” inmobiliaria en
Barcelona | Jordi Borja
Número 104 | Política de las Ciudades
(I)
Carta desde
Barcelona: elecciones y campamentos en las plazas | Los Indignados y la construcción
colectiva de una acción política | Jordi Borja
Número 111 | Cultura de las ciudades
(III)
De Barcelona al
Mundo | Prólogo
a Luces y sombras del urbanismo de Barcelona | Manuel Castells
Número 124 | Planes y Política de las
ciudades
El uso del
Modelo Barcelona en Buenos Aires | "Vos rodaste por tu
culpa…" | Marcelo Corti
Número 141 I Política de las ciudades
Sobre la Revolución urbana I
Urbanismo ciudadano o urbanismo globalizado I Por Jordi Borja