Contra la ghettización
en los conjuntos de vivienda social
Planificación
estratégica en la autogestión
Por
Juan Esteban Rodríguez Alvarez
Un articulo del arquitecto chileno Fernando Castillo Velasco publicado
en la revista CA 81 expresa una serie de tareas no resueltas respeto
a las políticas habitacionales. Si bien Castillo Velasco
reconoce "avances respetables" en materia de vivienda
social, señala también que se debe reconocer que las
políticas aplicadas han "provocado trastornos en
el desarrollo urbano y en las relaciones sociales, que llevaron
a la alteración de parte importante de la trama de las ciudades
y la dispersión y segregación del sistema social".
Hoy, 10 años después, las reflexiones de Castillo
Velasco tienen una extraordinaria vigencia. El articulo siguiente
plantea una hipótesis de trabajo orientada a abordar en parte
los resultados de esas políticas habitacionales.
La cara, a veces
invisible, de la segregación y la marginalidad en la ciudad
es llamada por algunos autores ghettización
urbana;
este es un fenómeno urbano complejo, creciente y muy conflictivo,
afecta tanto a países pobres como a aquellos desarrollados
(según Fernando
Barreiro Cavestany,
"en todo caso, una parte de la población queda fuera
de las comunicaciones globales y de las actividades competitivas.
En unos casos han sido expulsados de la actividad económica
y en otros, nunca han entrado en ella. Cuando estos sectores se
concentran en ciertas áreas, se producen los círculos
viciosos de la marginación y guetización").
En Chile, este
fenómeno se manifiesta con su sintomatología característica
en aquellas poblaciones construidas en el marco de políticas
públicas, las cuales entre sus objetivos plantean lineamientos
orientados a la solución del problema de vivienda deficitaria
de carácter social.
La preocupación
por la vivienda social tiene larga data y está asociado a
las políticas urbanas que ha diseñado el estado. En
diciembre de 1986 se publicó un trabajo de Moisés
Bedrak ((Moisés Bedrak: El Urbanismo en Chile, revista CA
N 46) quién realizó una clasificación de las
políticas urbanas chilenas a partir de los años ´20;
en ese trabajo se deja de manifiesto, con cierta suficiencia, que
la preocupación por la vivienda social es una constante en
los objetivos que plantea cada periodo en la política urbana
nacional.
En el país
han habido aciertos y descalabros con la política urbana.
Algunas políticas gubernamentales, como la política
urbana de 1979-1985 (una política urbana que descuida el
límite urbano, con lo cual la ciudad se extiende sin límites
posibles, y permite capturar suelos agrícolas para vivienda
social, al igual que parcelas de agrado para personas de altos recursos)
han posibilitado el emplazamiento de vivienda social en áreas
no aptas, no urbanizadas, desconectadas de áreas de servicios,
periféricas; en síntesis, han contribuido a aumentar
la marginalidad en forma explosiva. Pero aún con políticas
de suelo urbano corregidas y ajustadas, como la política
ajustada de 1985, la construcción de vivienda continúa
aumentando en cantidad, alcanzando record históricos en la
década de los `90; en ese periodo se construyen en el país
más de 80.000 unidades anuales (fuente: MINVU).
Sin duda, esas cifras indican la magnitud del problema, y también
la preocupación por construir que ha demostrado la autoridad
democrática; sin duda, resolver el problema de la vivienda
es y ha sido una preocupación fundamental en el rol subsidiario
del estado chileno.
Las ópticas
encontradas entre el concepto de bien y el concepto de derecho,
respecto a la vivienda social, han sido los pilares ideológicos
en el diseño de las políticas. Estos conceptos y su
aplicación en la política pública han zarandeado
la situación histórica hasta lo indecible por cuanto,
para un Estado como el chileno, es extremadamente difícil
cumplir con objetivos basados en el derecho a la vivienda. Por
otro lado, bajo el concepto de bien, las familias adquieren una
vivienda subsidiada, lo que permite exhibir logros familiares y
tal vez de vida; sin embargo, el producto recibido por su esfuerzo
es de mala calidad, poco perdurable, de baja plusvalía y
sobre todo muy rígido. Cabe hacer notar que el mercado tradicional
de la vivienda no se ha involucrado con ofertas de vivienda social
por los bajos montos de las utilidades, consecuentemente es el
estado quien ha tomado el rol inmobiliario y ha hecho en la
práctica la construcción de miles de unidades dentro
de diferentes programas, pero siempre privilegiando la masificación
de la solución en su lucha por rentabilizar al máximo
el suelo urbano que dispone y, de paso, abaratando costos por economía
de escala. Aún así, existe un segmento importante
de la población para el que no es posible ni siquiera un
mínimo de ahorro y consecuentemente no pueden aspirar al
bien subsidiado y esperan por la gratuidad (la política del
Gobierno del presidente Lagos, de vivienda social dinámica
sin deuda –VSDsD- ha venido a paliar esa parte del problema pero,
por la realidad del país, parte con unidades de vivienda
de 25 m2). Según algunos estudios, el actual estado de cosas
en materia de vivienda social es producto de un mecanismo de financiamiento
público (Alfredo Rodríguez, SUR
Corporación),
y aún cuando han habido escenarios de discusiones al respecto
a través de los últimos 10 años, el éxito
en materia de cantidad de soluciones opaca cualquier otra postura
sobre la calidad de la vivienda y las consecuencias de su masivo
emplazamiento en el contexto urbano.

Viviendas
en Michaihue, San Pedro de la Paz, Concepción
Pero ¿que ha
pasado contextualmente? En materia de suelo urbano, los emplazamientos
de los conjuntos de vivienda social son supeditados a la especulación
en el costo del suelo urbano que dicta el mercado; por lo tanto,
sólo quedan las áreas periféricas de bajo costo
disponibles para los emplazamientos. Esto significa la concentración
de miles de familias en un solo sector de la ciudad; son los nuevos
vecinos que dan el carácter a vastos sectores y diferencian
comunas completas y que, en definitiva, son vistos por el mercado
inmobiliario como NiMBY (No en mi patio trasero, para referirse
a algo no deseado); en el caso del Gran Santiago, con comunas como
Cerro Navia y otras, o en el gran Concepción con comunas
como Hualpen.

Viviendas en Michaihue, San Pedro de la Paz, Concepción
Ciertamente, la homogeneización urbana que ha significado
levantar unidades de viviendas tipificadas en materialidad, costo
y diseño, ha dibujado un paisaje bastante alejado de lo que
significa la ciudad en el pensamiento urbanístico contemporáneo.
Por otra parte, la homogeneización en las características
socioeconómicas de las familias radicadas o erradicadas hacia
esos conjuntos de viviendas ha definido un tipo de aglomeración
en el espacio urbano que muestra, en conjunto con la situación
tipológica urbano -arquitectónica, las características
del ghetto.
El fenómeno
no es nuevo, ocurre en Latinoamérica y en los países
desarrollados. Según el sociólogo Eduardo
de León
(refiriéndose al caso uruguayo), lo que se genera al interior
de esos asentamientos es una revolución cultural,
es el cambio de ciertos valores tradicionales para peor; por otra
parte, en el mundo desarrollado, como el caso de Francia, las oleadas
de emigrantes que ocuparon los bloques del desarrollismo obligaron
a las autoridades a demoler premiados edificios; algo similar ha
ocurrido en Norteamérica, como el caso de la obra del arquitecto
Minoru Yamasaki
Ciertamente
hay una paradoja y problemas serios en el caso chileno: por
una parte, se ha avanzado significativamente en la solución
del saneamiento y otros beneficios en salubridad, propiedad y esperanza
con la vivienda social, y claramente se han alcanzado cifras que
demuestran que el fenómeno de la solución ha llegado
a miles de familias que hoy cuentan con vivienda y son propietarios.
Pero, por otro lado, el fenómeno está mostrando algunas
características alarmantes en tasas de delincuencia,
maternidad infantil, destrucción de la familia, deserción
escolar, pesimismo y sobre todo estigmatización.
Algunos teóricos
urbanos plantean que el problema pasa por soluciones de tipo urbano,
como el fortalecimiento del espacio público, la dotación
de equipamiento, la vinculación con la ciudad, la mejora
de la calidad de la unidad de vivienda, etc. Otros estudios, como
el realizado por la Pontificia
Universidad Católica,
se manifiestan por el cambio de las externalidades y del mercado
de trabajo para explicar la segregación social y consecuentemente
urbana. El problema es que el deterioro urbano, la segregación
y la estigmatización están aquí, son ahora
parte de la problemática de ciudad, del paisaje de la ciudad
chilena. Entonces, ¿hay alguna chance de revertirla?
Mi óptica
es positiva para el caso chileno; sin duda la propiedad de la vivienda
hace más difícil el éxito de algunas medidas
o políticas "desde arriba", tal como la reconstrucción
de las viviendas o la demolición total, pero permiten la
gestión desde abajo, desde la base.
Mi impresión
es que las personas que hoy viven en los conjuntos de viviendas
sociales de las principales ciudades de Chile están ahí
porque algún esfuerzo hicieron para salir desde los campamentos
o desde la condición de allegados en viviendas de familiares
y amigos; no son personas que estén a la deriva en la sociedad.
Es más, aún con la falta de oportunidades para el
crecimiento que tienen economías de libre mercado como el
caso de la chilena, y la falta de acceso a información especializada
de primer orden como el caso de aquella que puede otorgar la disciplina
arquitectónica, se ven en muchas poblaciones esfuerzos
por ampliar y hacer más cómoda la vivienda. El
caso suele ser doloroso de ver en las viviendas en torno a los lotes
con servicios de la década del `80.

Ampliaciones
de vivienda social, sector Candelaria,
San Pedro de la Paz, Concepción
Si bien todos
los esfuerzos que se puedan hacer son favorables y, consecuentemente,
todas las hipótesis tienen algo de correctas (en especial
aquellas orientados a dotar, mejorar y equipar el espacio público),
un aspecto atractivo para abordar el problema podría ser
la autogestión. La hipótesis plantea que la autogestión
de las comunidades, apoyada por especialistas y basada en conceptualización
de planificación estratégica, podría construir
un andamiaje que permita transitar hacia la recuperación
de los ghettos urbanos de vivienda social.
La planificación
estratégica, en este contexto, debería conducir a
un tipo de gestión propia de la comunidad involucrada, una
gestión concertada, comprometida e integral, es decir que
permita abordar (en conjunto con una asesoría especializada)
objetivos que recojan al menos las aristas más conocidas
del problema, entre ellas la marginación, el deterioro de
la familia, la deserción escolar, la inseguridad y otros
aspectos sociológicos, pero también la situación
del barrio, la integración a la ciudad, la cuestión
de los equipamientos y el espacio público y, ¿por que no?,
las relativas a la capacitación y el mejoramiento de las
aptitudes para enfrentar los desafíos que plantea el mercado
laboral.

Vivienda
social de tres etapas, U$ 3.200,
diseñadas por el autor de esta nota
En este tema no es difícil visualizar que todos las causas
están enlazadas a un mismo problema, la pobreza. En consecuencia,
la creación de ghettos urbanos, entendida como una malformación
en el desarrollo y crecimiento de la ciudad, es un problema complejísimo
y muy difícil de abordar. Bajo los lineamientos que plantea
esta hipótesis se requiere, entre otros, que la planificación
estratégica se comparta y trate participativamente en todos
los ámbitos, con un tratamiento delicado, de acupuntura,
en una escala adecuada, que construya confianzas y que fomente,
fortalezca y produzca resultados visibles tanto para los involucrados
como para el resto de la ciudad. En tal sentido, parece poco probable
que los objetivos de una comunidad sean homogeneizados e inclusive
homologables a otras comunidades. El papel del estado en una propuesta
de planificación estratégica de pequeña escala,
como la propuesta, es deseable y muy importante, pero no se debe
perder la óptica de la autogestión y por lo tanto
la autogeneración de objetivos y el construir una visión
en común. En tal sentido, su rol subsidiario debería
ser de compromiso con los financiamientos de los proyectos, el incentivo
a las comunidades más exitosas y la provisión
de recursos para la asesorías especializadas.
La visión
compartida y asumida por una comunidad diferenciada, participativa,
con planes, proyectos, compromisos y objetivos de mediano y largo
plazo, sería una situación nueva en esos contextos.
Pero el efecto positivo sobre la misma comunidad, sobre el entorno
y sobre la ciudad, puede ayudar a controlar y mitigar el fenómeno
de la ghettización e incluso evitar que este se haga más
complejo, por cuanto su complejidad y avance a otros estadios significará
para la ciudad del futuro una serie de impactos negativos de consecuencias
nefastas en la calidad de vida citadina.
JERA
El
autor es arquitecto, master y profesor universitario. Ver su nota
Ribera
Norte: Concepción llega al río,
en el número 15 de café
de las ciudades.
Ver
el artículo Los
nuevos vecinos. Metropolizacion, exclusión social y segregación
urbana,
de Fernando Barreiro Cavestany.
Ver
las estadísticas de vivienda social del MINVU.
Ver
los trabajos sobre vivienda social del arquitecto chileno Alfredo
Rodríguez en el sitio de SUR
Corporación.
De
Alfredo Rodríguez, ver también la entrevista El
problema de los "con techo"...
en el número 19 de
café de las ciudades.
Sobre
la ghettización urbana, ver la entrevista
al sociólogo Eduardo De León
en Radio El Espectador de Montevideo.
Ver
el informe Reestructuración
del mercado metropolitano de trabajo y cambios socio territoriales
en el Gran Santiago, del equipo de trabajo integrado
por Carlos de Mattos, Luis Riffo, Gloria Yañez Warner y Ximena
Salas, para el Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de
la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Sobre
vivienda social, ver también la nota ¡Sí
a miles de viviendas para Rosario!
en este número de café
de las ciudades.
Ver
la crónica de la demolición de los bloques de vivienda
Pruitt-Igoe en Saint Louis, diseñadas por Minoru Yamasaki,
en la columna de José Roca en universes-in-universe.de.
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