Sobre la voluntad ciudadana
La caja de
Pandora de la intolerancia en la Argentina.

En la década
del ´30, los conservadores en el poder en la Argentina instauraron
el concepto de "fraude patriótico" para adulterar
elecciones donde se suponía que ganaría el radicalismo,
como de hecho sucedía. Se buscaba cerrar el camino al partido
que se consideraba de la "chusma" iletrada, incapaz
de decidir sobre su destino político.
En 1962, el
peronista Andrés Framini ganó la elección para
gobernador de la provincia de Buenos Aires, pero no pudo asumir
porque un sector importante de las Fuerzas Armadas consideró
que esta decisión ciudadana desestabilizaba al país.
Poco tiempo después se consideró que el presidente
Arturo Frondizi era parte del mismo problema, y un golpe de estado
lo destituyó.
En 1966, el
peronismo logró otros triunfos en elecciones provinciales
y la reacción militar fue la misma, incluyendo el derrocamiento
del presidente Arturo Illia. El golpe de estado de 1976 se realizó
a siete meses de una elección presidencial que hubiera permitido,
de realizarse (pudo incluso haberse adelantado), una salida institucional
a la crisis política. Durante la dictadura que siguió,
no fueron pocas las voces que pregonaban la conveniencia del voto
calificado, o de una democracia restringida, aduciendo una
incapacidad de la voluntad ciudadana para elegir los gobernantes
que requería la Nación. Se esgrimía un interés
nacional difuso y separado del interés de los ciudadanos,
que no estarían preparados para elegir a sus gobernantes.
El periodista Bernardo Neustadt ponía como ejemplo el de
un padre que todas las mañanas le preguntara a sus hijos
si deseaban ir a la escuela, a lo que estos le responderían
que no...
Los recientes
episodios en la Legislatura de Buenos Aires y en el Congreso de
la Nación trajeron la memoria de estos atropellos. La suspensión
de Anibal Ibarra como Jefe de Gobierno, el pase a Comisión
de los títulos del ex comisario Luis Patti (electo como diputado
nacional), los episodios alrededor de Bielsa, Borocotó, Maza
y otros casos similares, volvieron a traer los mismos argumentos
y los mismos procedimientos. La vieja idea conservadora reapareció
en los discursos oficiales, aunque en este caso para sostener otras
posiciones. El periodista, escritor y diputado Miguel Bonasso, por
ejemplo, sostuvo desde su banca que "la voluntad popular no
es irrestricta" y que puede ser corregida por intervenciones
como las que Bonasso promovió y sus colegas aceptaron, frenando
la asunción de Patti al cargo para el que lo eligieron unos
370.000 bonaerenses (cifra que, aunque solo represente un pequeño
porcentaje del padrón electoral de la provincia, es considerable
y de hecho permitió al sector del justicialismo que lidera
Patti obtener otras diputaciones).

Es bueno recordar
que existen mecanismos constitucionales que permiten desaforar a
un legislador para ser juzgado por sus eventuales delitos; la
ciudadanía no está indefensa ante la eventual
impunidad de Patti o de cualquier otro legislador. Suele mencionarse
el ascenso de Hitler en Alemania como un ejemplo de voluntad popular
equivocada; sin embargo, no fue la mayoría absoluta (que
nunca la tuvo) la que llevó al poder a Hitler, sino la circunstancial
constitución de un bloque parlamentario en condiciones de
aliarse para constituir gobierno, y la desorientación
y negligencia de los políticos conservadores.
Considero a
Patti como un exponente de la peor especie de autoritarismo, que
es el que se combina con la incultura y la ignorancia. Creo que
hasta el mote de fascista le queda grande (como se ha dicho en general
de los protagonistas de la última dictadura argentina), porque
el fascismo tenía componentes culturales muy sofisticados
que el ex comisario no estaría en condiciones intelectuales
de comprender. Me parece increíble que se lo vote, incluso
desde una posición de paranoia por la inseguridad en la provincia
de Buenos Aires. ¿Cómo puede suponerse que el "sabueso"
que dictaminó que el crimen de Maria Soledad Morales en Catamarca
era de índole pasional pueda contribuir en modo alguno
a combatir el delito? Patti está catalogado de torturador
y asesino, y sus tenebrosas declaraciones públicas eximen
de comentarios al respecto.
Ninguna simpatía,
ninguna afinidad me unen con Patti ni con sus votantes. Pero de
eso se trata precisamente la defensa de la voluntad popular y de
las garantías ciudadanas: de defender las garantías
de la gente con la que nada compartimos. Es fácil ser
tolerante con los que más o menos piensan como uno, pero
la prueba de fuego de una auténtica vocación democrática
es justamente la de ser tolerantes con quienes piensan exactamente
lo contrario que nosotros.
Podría
suponerse además que la proscripción de Patti lo beneficia
a largo plazo por victimizarlo y por evitarle el bochorno de debatir
ideas en el marco parlamentario. En tal caso sería preferible
un Patti desluciéndose en un Congreso en el que tendría
dificultades intelectuales para ejercer dignamente su rol de legislador,
que un supuesto perseguido político recorriendo la televisión
y las radios para pasear su proscripción. No recorreré
esta línea de pensamiento porque adolece de una falla sustancial:
el respeto de las garantías ciudadanas, aun de quienes las
amenazan, no es una cuestión a decidir en términos
de estrategia política, sino un absoluto que trasciende
cualquier conveniencia en un sentido o en otro. Sí, en cambio,
creo que es menos peligroso un diputado antidemocrático que
abrir la caja de Pandora de una revisión "ilustrada"
de la voluntad popular.

Otros desatinos
se han cometido en estos días: la Legislatura de Buenos Aires
suspende a un Jefe de Gobierno por influencia de un grupo de presión
particular (que a diferencia de, por ejemplo, los familiares de
las victimas del incendio en la prisión de Magdalena, tienen
comprensión popular y acceso a los medios), el PRO de Mauricio
Macri solicita la no asunción de Borocotó, como si
las bancas fueran de los partidos y no de los individuos que son
electos (dicho sea de paso, postura histórica de la derecha
argentina para debilitar los bloques de los partidos populares mayoritarios),
decenas de legisladores electos (no solamente Bielsa) renuncian
a las bancas para las que se postularon unas semanas antes para
ejercer o seguir ejerciendo otras funciones que en realidad nunca
habían pensado dejar... Algunos medios reproducen en su tratamiento
del tema estas actitudes de dudosa matriz democrática:
la nota
de Eduardo Aliverti en Página 12
sobre "el fraude informativo" agrega al pensamiento habitualmente
rústico de su autor un tono "disciplinador" e intolerante,
en la más auténtica tradición del autoritarismo
argentino.
Estas distorsiones
de las prácticas democráticas son una lamentable tradición
argentina, que puede precisarse en algo más que una genérica
"mala calidad" institucional: los cuestionamientos por
derecha a la democracia desde el golpe fascista de 1930, los reiterados
cuestionamientos por izquierda a la "democracia formal"
(como si la democracia no fuera nada más y nada menos que
una forma de gobierno, con sus reglas y sus instrumentos),
la manía cada vez más extendida en ciertos políticos
de gobernar u opinar con las encuestas como guía, la herencia
(y el temor) del "que
se vayan todos"...
MC
Sobre
el "que se vayan todos", ver la nota Las
10 boludeces más repetidas sobre los piqueteros y otros personajes,
situaciones y escenarios de la crisis argentina.Con
un prólogo sobre la derecha, otro sobre Jauretche, y un epílogo
sobre la consigna más idiota de la historia,
de Carmelo Ricot, en el número 15 de café
de las ciudades.
Sobre
la actualidad política de Buenos Aires, ver la nota Buenos
Aires, 2005,
de Mario L. Tercco, en el número 37 de café
de las ciudades.
Ver
la nota El
fraude informátivo,
de Eduardo Aliverti, en Página
12
del 12 de diciembre, para comprobar hasta que punto puede llegar
la intolerancia de un periodista.
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