Espacio público,
condición de la ciudad democrática
La creación
de un lugar de intercambio.
Por
Jordi Borja
N.
de la R.: esta nota trascribe la conferencia brindada por Jordi
Borja en el Foro
Internacional Espacio Público y Ciudad,
realizado en Bogotá los días 10 y 11 de mayo de 2005.
Se publica con autorización del autor; fue editado anteriormente
en las memorias de dicho Foro, editadas por la Alcaldía
Mayor
y
la Cámara
de Comercio
de la capital colombiana.

Plaza
de Bolívar, Bogotá
(fuente: Bogotá desde el aire, Villegas Editores)
1. ¿Qué es espacio público?
Según
un libro que acaba de salir en Francia sobre el urbanismo y la vida
social actual, titulado Ciudades y su ordenación (escrito
por un conjunto de urbanistas, arquitectos, ingenieros y sociólogos
franceses), el espacio público es ordenación, desarrollo
y gestión. Y anotan que el elemento central del urbanismo
de nuestra época es el urbanismo entendido como hacer de
la ciudad un lugar de intercambio. El comercio es un intercambio;
incluso en algunos países se utiliza el término comercio
no sólo para el intercambio de bienes, sino también
para el intercambio de ideas.
Y añaden
después que los otros tres aspectos importantes del urbanismo
actual son:
- crear ámbitos
de seguridad;
- la proximidad
de las relaciones;
- el buen ambiente,
el ambiente ciudadano, la calidad del entorno.
Esto me recuerda
algo que me llamó mucho la atención. Una vez, en un
seminario de este tipo en Buenos Aires, hace algunos años,
el director de urbanismo de la ciudad dijo: "La principal
infraestructura económica de una ciudad son los cafés,
los bares, los restaurantes, etc., porque ahí es donde la
gente se habla e intercambia información, intercambia proyectos,
rumores, murmuraciones". La ciudad, pues, es el lugar que se
perfila en el mundo actual, en donde cada vez el mejor urbanismo
es aquel que crea espacios de intercambio.

En
el café, obra del pintor brasileño Zé Cordeiro
2.
El proceso de producción del espacio público como
una apropiación colectiva
Cuando se establece
la propiedad privada de la ciudad, se hacen los catastros, etc.,
y cada uno es propietario hasta el cielo y hasta el centro de la
Tierra. Esta apropiación privada de la ciudad, únicamente
limitada por los ejes viales, resulta hasta cierto punto insoportable
para la burguesía. ¿Por qué? Porque no tienen
dónde mostrarse.
Entonces reaccionan
de la misma forma que en los teatros de la ópera durante
mucho tiempo en el siglo XIX: las luces se mantenían encendidas
durante toda la presentación, porque así las señoras
podían mostrar sus joyas y vestidos. En las actas de algunos
teatros, según he leído, hubo oposición a la
no encendida de luces en las juntas de propietarios o en los consejos
de administración, porque decían: "con lo que
nos cuestan estas cosas, ¿cómo vamos a permitirlo?".
La burguesía ascendente necesita un lugar donde mostrarse,
donde enseñarse, donde encontrarse con ella misma. Entonces
se hacen los paseos, las alamedas, las avenidas; incluso en algunas
ciudades se normativiza cómo hay que ir vestido para pasear:
con saco, chaqueta, etc. Aún hay en Barcelona algunos equipamientos
culturales de gestión pública, como el Teatro de la
Opera, que antes obligaban a ir con esmoquin; ahora esto ya se ha
perdido, pero en el círculo donde se puede cenar, aún
hay que ir con corbata. Y esto no es que se valore ir con corbata,
es una medida de exclusión social. Es decir, no nos
extrañemos de que las políticas de espacio público
que se empiezan a desarrollar en las ciudades europeas a finales
del siglo XIX sean políticas de embellecimientos a la ciudad,
monumentalización de ciertas partes de la ciudad. Hay una
gran parte de la ciudad que quedará fuera de esto, a las
que incluso no podría llegar el transporte colectivo ni las
infraestructuras de saneamiento, entre otras.
El origen del
espacio público es una respuesta clasista al proceso de apropiación
privada de la ciudad. Después, como ha ocurrido en otros
aspectos de la vida social, por suerte, hay un proceso, si quieren,
de democratización urbana que es de progresiva apropiación
social. Yo recuerdo que en Barcelona fue casi una revolución
cultural cuando a finales de la década del sesenta o a principios
de la del setenta, los colectivos organizados en los barrios reclamaban,
entre otras cosas, una plaza. Fue una buena relación que
se estableció en aquel momento entre estos movimientos sociales
opositores o reivindicativos y los sectores culturales avanzados
del mundo del urbanismo. Se planteaba que no bastaba con que hubiese
un bus o un centro de asistencia sanitario retirado del lugar de
residencia, ahora se necesitaba
también una plaza, un centro cívico de encuentro,
un equipamiento cultural, etc.
Es decir, ha
habido un proceso de conquista democrática, a veces ambigua,
porque en ocasiones se reclamaba algo para encerrarse sobre sí
mismo. Eso es lo que puede pasar a veces con el ambulantaje (ventas
ambulantes): de ser una presencia en el espacio público puede
acabar siendo una apropiación privada del espacio público.
Aún hay muchas ciudades, no únicamente en América
Latina, en que el espacio público común se entiende
como un espacio cualificante, que ofrece distintas posibilidades
a la gente de estar en él, y que además mejora
la autoestima de los ciudadanos porque los hace sentir que son
tratados como los otros, como los de la ciudad más formal,
más rica.



Nou
Barris, Barcelona
(Fuente: Nou Barris, La penúltima Barcelona, Ajuntament de
Barcelona)
En
el centro de Barcelona hay barrios en que la gran transformación
de los últimos 10 años ha sabido hacer espacio público.
Acabo de finalizar un trabajo sobre una de las zonas más
proletarias de la ciudad que se titula De la marginación
a la ciudadanía, en donde afirmo que la gran transformación
ha sido que en 25 años esta zona que los mismos ciudadanos
de Barcelona veían como extraurbana, se ha convertido
en una zona ciudadana a través de la calidad del espacio
público o de la existencia del espacio público.
Por tanto, hay
una reacción positiva, pero la historia no es un proceso
lineal. No es como decía Sartre al principio de su autobiografía:
"Yo creía que la historia era una línea recta
que llegaba hasta aquí". No, la historia avanza, es
una fuerza oscura que avanza y retrocede
en muchos aspectos y, al mismo tiempo, en este proceso de apropiación
social democrática de la ciudad a través del espacio
público, hay unas dinámicas que niegan este
proceso, unas dinámicas en que algunas ciudades han ido susstituyendo
el espacio público por la vialidad motorizada.
También
lo decía Enrique Peñalosa: San Paulo, en la década
que gobernó Maluf y sus amigos, creó unas autopistas
urbanas que eran un crimen, un "urbanicidio". A
propósito hay un artículo muy interesante de Mike
Davis, el autor de La ciudad del cuarzo, sobre Los Angeles,
que se llama "Planeta de ciudades - Miseria", en el que
muestra cómo ciertos desarrollos urbanos y arquitecturas
matan la ciudad, porque no sólo son los barrios cerrados
que se desarrollan en las periferias o incluso dentro del tejido
urbano, o los parques temáticos encerrados sobre sí
mismos. En Barcelona, ustedes vieron que, en esta
famosa
cosa aún difícil de definir que fue el "Foro
Mundial de las Culturas",
fue creado una
especie de parque temático solamente para congresistas y
turistas, absolutamente
ajeno
al tejido urbano y a la vida ciudadana. Ahí también
hay unos desarrollos periféricos de casas adosadas, sin otra
cosa que vivienda; hay apropiaciones excluyentes del espacio público.
Por ejemplo,
en Estados Unidos y en México, una parte de las calles están
apropiadas por los hoteles; en Cancún, para ir a la playa
hay que pasar por el hotel. Algo falla. Es decir, tenemos una tendencia
que está destruyendo no solamente el espacio público
sino destruyendo la ciudad. Estamos, pues, en una época histórica
en que la ciudad se juega su futuro y éste depende de cómo
se diriman estas dinámicas contradictorias.
Pues bien, en
el planeamiento del espacio público es importante definir
los usos del suelo
para
el futuro desarrollo urbano y, por tanto, decir que el 30% ó
40% tiene que ser espacio público; definir también
usos del suelo para cuando cambie el uso actual. En algunas ciudades,
ha sido muy importante decir que todo esto va ser zona industrial,
o comercial, pero si deja de serlo, si deja de ser industria, pues
tendrá que pasar a ser equipamiento o espacio público.
Es una forma de conseguir el suelo barato: "usted como gestor
de esta operación de desarrollo inmobiliario tiene que ceder
20% para vialidad, tiene que ceder un 15% ó 20% del suelo
para vivienda social; tiene que ceder tanto para espacio público",
al margen de la vialidad.
En España,
incluso el siniestro gobierno del Partido Popular (PP) que hemos
sufrido durante
ocho años no ha conseguido cambiar del todo las cesiones
que tiene que hacer
el propietario en una operación de suelo inmobiliario: puede
ser del 50% entre vialidad, espacio público y zona para equipamientos,
más una cuota de vivienda social. También se trata
de aprovechar las oportunidades. Por ejemplo, cuando hay
una zona ferroviaria, una zona militar, una zona industrial, una
zona portuaria que es objeto de una operación de reconversión,
el sector público puede tener la tentación de hacer
oficinas, en determinado promedio. Esto es un grave error. En Chile,
que es un país con un gobierno en teoría de centro
izquierda, éste hace y dice cosas que la derecha europea
no se atrevería a decir. En Valparaíso, la zona portuaria
se va a renovar. El sector público razona sobre la oportunidad
de negocio más rentable en el corto plazo y apuesta a proyectos
privados de vivienda, excluyendo a la ciudad del espacio de mayor
calidad y agotando un uso del suelo que no es recuperable, es decir
"matando la gallina de los huevos de oro". Creo que generar
espacio público a través de la directiva pública
es importante, sin importar las morfologías. Se pueden hacer
parques, se pueden hacer calles, se pueden hacer espacios públicos
vinculados a equipamientos, a entornos de equipamientos, pero en
todas las operaciones de transformación urbana del espacio
público, hay que dejar que muchas acciones las ejecute el
sector privado, pero poniendo condiciones. Que tengan en cuenta
el interés público, porque a la larga también
es lo mejor para los agentes económicos privados también.
El beneficio inmediato puede favorecer a unos cuantos; el beneficio
mediato favorece a muchos, incluyendo a los inversionistas,
a los actores económicos.
Con esto, el
espacio público lo hace no sólo el planeamiento sino
la gestión pública, la gestión urbana. Por
tanto, cuando se realiza una actuación sectorial en un lugar
concreto hay que ser consciente de que está haciéndose
un pedazo de ciudad, y que cuando se hacen desarrollos urbanos en
zonas no urbanizadas hay que apostar por el largo plazo. Alguien
antes me preguntaba: ¿en cuánto tiempo acabaremos aquí
con la economía informal? Probablemente, cuando no haya pobres.
Un sector de economía informal existirá siempre, pero
puede ser marginal: es lo que pasa en ciudades europeas.
En los desarrollos
urbanos hay que apostar por el largo plazo y saber que el desarrollo
tiene que ser equilibrado en cuanto a establecer compromisos entre
lo edificado y lo no edificado;
entre lo que es generación de empleo, espacio público,
equipamiento, vivienda; que tiene que haber vivienda para distintos
estratos de la sociedad, etc. Pero cuando se actúe en la
ciudad existente, también hay que tener un gran respeto
por la historia. Si se quiere hacer una buena operación
de reconversión urbana en una zona portuaria, lo que se cree
de nuevo tiene que oler a puerto, de lo contrario perdería
su especificidad,su
originalidad. Si se quiere hacer una operación de renovación
urbana en una antigua zona
industrial, hay que mantener los edificios de las fábricas,
primero porque es memoria urbana; es una historia de trabajo,
es mucho sudor. Es trabajo acumulado el que está en estas
piedras, no sólo son memoria; es una historia de lucha obrera,
de emprendedores con
una iniciativa y, además, es lo que le da originalidad a
aquella zona. En Londres me maravilló cómo ciertas
torres que están de moda mantienen ese paisaje. En este momento
estamos enfrascados en una batalla con mis amigos de Barcelona porque
están destruyendo una parte importante del patrimonio industrial,
de lo que se llamó el Manchester Catalán, que era
la zona industrial del siglo XIX, y no simplemente por ignorancia
sino por falta de sensibilidad.
Entonces, los
espacios públicos no son únicamente aquellos que están
pensados para espacios públicos, son también otros
espacios, y creo que tal vez muchas veces no se les ha puesto atención;
por ejemplo, lo que llamamos los espacios de transición que
pueden crearse alrededor de una edificación, alrededor de
un equipamiento cultural, de una zona hospitalaria, de una zona
de universidades, etc. Como los que Marc Augé ha llamado
los
no lugares:
pueden ser lugares si se les da un plus de significado, un plus
de funciones. Porque los hospitales pueden ser algo más que
hospitales, las universidades pueden ser algo más que universidades;
incluso las industrias pueden generar parques alrededor. Por tanto,
hay espacios efímeros, espacios que pueden usarse como
espacio público, aunque después estén destinados
a otra cosa; pero a veces esa otra cosa tarda 5, 10, 15 ó
20 años en suceder; o espacios públicos intermitentes.
En Manhattan, tú sales un sábado por la mañana
y ves que una serie de rincones que estaban durante la semana abandonados,
se convierten en una especie de mercado de ropas: son espacios intermitentes,
intersticiales.
Pueden haber
espacios públicos generados por una actividad que se deslocaliza;
por ejemplo,
han dicho ya que la gente no va a comprar libros y no frecuenta
las bibliotecas,
entonces,
vamos a llevar las bibliotecas a la gente (con bibliotecas ambulantes)
y están
generando
espacio público más rico que simplemente una playa
donde vas a tomar el sol.
Hay ese espacio
público también que es el paisaje urbano. En Bilbao
charlé con el responsable y director de El Corte Inglés,
la principal cadena de grandes almacenes en España, y le
dije que no podía hacer una arquitectura que se confrontara
con la ciudad, que no generara ningún espacio de transición,
porque a la larga no sería un buen negocio para ellos. Y
el de Bilbao, a diferencia del de Barcelona, era muy consciente
de esto y de hecho hay una competitividad entre este gran centro
comercial y las asociaciones de pequeños o medianos comerciantes
de la zona.
Ahora estoy
haciendo un trabajo para la Cadena de Comercio Liverpool, en Polanco,
la mejor zona de México DF, y me dijeron: "Queremos
hacer una propuesta para que haya
una actuación urbanística en nuestro entorno, porque
pensamos que cuanto más animado
sea nuestro entorno, con restaurantes, librerías, lugares
de música, centros culturales, tiendas, etc., también
nos irá mejor a nosotros y además nosotros también
tenemos que contribuir a la calidad de la ciudad, no únicamente
que vengan a comprarnos dentro,
sino contribuir por lo menos a la calidad de nuestro entorno…".
Venta
callejera en Bogotá
3.
Algunos criterios sobre la actividad económica en el espacio
público
En primer lugar,
piensen siempre que las ciudades en sí son el comercio. Sin
comercio no hay
ciudad. O como decía un dirigente ya fallecido de la izquierda
española, pero muy pragmático: "miren, si podemos
hacer la revolución la hacemos, pero lo más importante
es que
al día siguiente las tiendas abran". Es decir, que
no se pare la actividad económica, y
especialmente la actividad comercial.
Segundo, que
la ciudad como espacio público depende mucho de la existencia
de un
comercio desarrollado en el conjunto del espacio urbano.
Tercero, que
el urbanismo puede favorecer la animación urbana integrando
el comercio en
sus concepciones. No se puede plantear un proyecto de recualificación
de un barrio marginal, con altos índices de inseguridad,
informalidad, indigencia, etc., simplemente con
la visión de hacer una "rambla". ¡Cuidado!, el
urbanismo no resuelve todo, y menos lo resolverá un espacio
público. Si no controlamos qué pasa en las plantas
bajas, no habrá animación urbana. Y la gente (es lo
que está pasando ahora) se va a pasear a una "rambla"
500 metros más lejos porque le da un ambiente de más
seguridad.
Por tanto, al
mismo tiempo que hacer una rambla como espacio público se
debe tener la capacidad de gestión de los primeros pisos
que dan frente al espacio público, y de que las mismas mafias
al margen de la ley no compren los apartamentos nuevos que hagan
alrededor del proyecto, que es lo que está pasando por cierto.
Los centros
comerciales extraciudadanos, los que están en estos espacios
lacónicos lejos del
tejido urbano, no sólo no generan ciudad sino que favorecen
la informalidad en la ciudad existente, que es la ciudad que
queda en manos de los sectores más pobres que no pueden desplazarse
a los centros comerciales ni son solventes para ello. Es decir,
que las nuevas tecnologías, el pequeño comercio, las
galerías, las calles comerciales, etc., puedan dar las mismas
ventajas que los centros comerciales y que es posible, en el tejido
urbano, la competitividad entre grandes almacenes y un tejido de
pequeño y mediano de comercio; que la producción del
espacio público incluyendo la presencia del comercio, tiene
que ser una producción participativa.

Plaza
P. Lorenzo Massa, Buenos Aires: defensa ciudadana de un espacio
público
(ver en este número la nota Buenos
Aires `06: conflictos y armonías)
Otros elementos adicionales serían:
- Que a la hora
de pensar el espacio público hay que tener en cuenta no solamente
la opinión de los planificadores del sector público,
hay que tener en cuenta la opinión
de
los actores sociales: los comerciantes entre ellos, pero también
los vecinos, o los departamentos universitarios que estudian estos
procesos. Por ejemplo, un equipo universitario está polemizando
con el ayuntamiento de Barcelona lo que significa destruir tejido
industrial. Esta labor de investigación de un equipo universitario
ha conseguido que el movimiento social vecinal (el cual primero
sólo revindicaba que se hicieran viviendas) o de los trabajadores
y de los empresarios que estaban en este tejido (que quieran mantenerse
en el lugar o ser indemnizados) asumieran también el valor
de la memoria inscrita en el suelo que representa este conjunto
industrial.
- Que el mantenimiento
del espacio público es un costo y hay que encontrar fórmulas
para la financiación del mismo. Hay muchas ciudades que han
encontrado fórmulas de responsabilización del mantenimiento
de cierto espacio público con empresas privadas y colectivos
vecinales, entre otros.
- Que en el
espacio público, cuanto más calidad más
conflicto. Que sea conflictivo a veces
los políticos no lo entienden. En una democracia, el conflicto
no desaparece. Lo que proporciona la democracia son las posibilidades
de regular el conflicto de una manera pacífica y, hasta cierto
punto, normatizada. Entonces, cuánto más rico es un
espacio público más conflictivo. Por tanto, tiene
que haber una gestión participativa del conflicto, de los
lugares
y los tiempos o tiene que haber también una participación
en la definición de los usos efímeros intersticiales,
etc.; tiene que haber una capacidad de decisión para, en
cierto momento, decir no, ustedes tienen razones pero no tienen
la razón. Es importante que cada uno
exprese las razones, pero no darle la razón.
- Que tiene
que haber una participación, después, en la evaluación
de los espacios públicos. Muchas veces no se evalúan:
se hace una inversión pública muy fuerte y después
se dice: ¿qué pasa?, si no va nadie. Algo pasa. En mi época
de responsable político, me di cuenta de que unos espacios
públicos que hicimos y pensamos que eran fantásticos
y estaban muy bien diseñados, no funcionaron. Tienes que
plantearte por qué no funcionaron, o por qué
se degradaron tan rápidamente, o por qué han sido
apropiados por un cierto colectivo. Hay que abrir una nueva evaluación
participativa.
Finalmente agregaría:
la actividad económica de la ciudad tiene que ayudar a generar
espacio público ciudadano, y un buen espacio público
es la mejor garantía de la competitividad económica
de la ciudad.
JB
Bogotá
El
autor es geógrafo y urbanista. Actualmente dirige los programas
del Máster
en Gestión de la ciudad, en la Universidad Abierta de Cataluña,
y Máster virtual de la Universidad Politécnica de
Cataluña y Máster presencial; es director de Urban
Technology,
una consultora que realiza trabajos en Europa y en América
Latina. En los últimos 10 años ha desempeñado
funciones de dirección y asesoría a planes estratégicos
y proyectos urbanos, programas de reforma político-administrativa
y de des-centralización. Ha dictado varias conferencias en
Barcelona, San Sebastián, Gijón, Valencia, Lisboa,
Roma, Río de Janeiro, Sao Paulo, Porto Alegre, Bogotá,
Medellín, Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Santiago
de Chile y Ciudad de México, entre otras. Entre 1983 y 1995
formó parte del Gobierno de la ciudad de Barcelona como Teniente
de Alcalde, responsable de descentralización y participación,
director ejecutivo del área metropolitana, delegado de Relaciones
Internacionales y presidente de la ponencia redactora del proyecto
de ley especial para la ciudad. Es autor, además de los libros
Espacio público, ciudad y ciudadanía y La
ciudad conquistada.
De
Jordi Borja ver también las notas las notas La
ciudad conquistada,
Barcelona
y su urbanismo
y
La
Revolución Urbana I
y II,
y el comentario Tendencia
no es destino,
sobre su libro La Ciudad Conquistada, en los números
2, 21, 31, 32 y 15, respectivamente, de café
de las ciudades.
Sobre
espacio público, ver también la nota Del
espacio publico a lo publico en la ciudad escindida,
de Julio Arroyo, en este número de café
de las ciudades.
Sobre
el Foro Internacional Espacio Público y Ciudad, de Bogotá,
ver también en este número la reseña de sus
memorias en Otras
publicaciones,
y la nota Bogotá
y sus dos modernidades en
el número 32 de café
de las ciudades.
De
Los no lugares, de Marc Augé, ver la trascripción
del prologo
al final del relato Aeropuerto, de María Berns, en el número
16 de café
de las ciudades.
Sobre las intervenciones urbanísticas del Foro Mundial de
las Culturas del año 2004 en Barcelona, ver la nota 1,
2, 3, ¿muchas Barcelonas...? en
el número 24 de café
de las ciudades.
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