
conocimiento, reflexiones
y miradas sobre la ciudad
r e v i s t a d i g i t a l
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el primer lunes de cada mes
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AÑO
7 - NUMERO 64 - Febrero 2008
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> SUMARIO |
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Política
de las ciudades I |
La
izquierda errante en busca de la ciudad futura
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Un
lugar de encuentros múltiples entre gentes diferentes
I
Por Jordi Borja
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N. de la R.: Esta nota reproduce el texto elaborado por el
autor para NOU
CICLE, diciembre de 2007

1. Izquierda y ciudad.
Solo encontramos
si sabemos lo que buscamos. Un principio epistemológico
elemental. O no tanto. Bachelard nos dice que investigar es
buscar lo que está escondido, pero mientras lo buscamos
difícilmente podemos precisar de qué se trata.
Para algunos que nos ocupamos de la ciudad lo que nos atrae
especialmente de ésta es que es el lugar de la libertad
y de la aventura posibles de cada uno, la multiplicación
de los encuentros imprevistos, de los azares insospechados.
La ciudad puede sorprendernos en cada esquina (Breton) y allí
queremos vivir "per si hi ha una gesta" (Salvat
Papasseit). La ciudad es vivencia personal y acción
colectiva a la vez. Sus plazas y calles y sus edificios
emblemáticos son el lugar donde la historia se hace,
el muro de Berlín, la plaza Wenceslas de Praga, el
Zócalo mexicano, la plaza Tienanmen… Y si miramos a
un pasado más lejano, el palacio de Petrogrado y las
escaleras del Potemkine o la Bastille y el salón del
Jeu de Paume junto a la Concorde del Paris revolucionario.
Precisamente en este salón se proclamaron Les droits
de l’homme: "los hombres nacen y se desarrollan libres
e iguales". El mito originario de la ciudad es la Torre
de Babel, gentes distintas pero iguales, juntas construyendo
su "ciudad" como desafío al poder de los
dioses, como afirmación de independencia. Ciudadanos
son los que conviven, libres e iguales, en un territorio
dotado de identidad y que se autogobierna.
A una
pregunta televisiva, imprevista y en directo sobre como definiría
el "socialismo" Mitterrand respondió escuetamente:
"es la justicia, es la ciudad". La ciudad, pues,
es una metáfora de la izquierda en su doble
dimensión individual y social, lírica y épica.
La ciudad es cálida y es el contrapeso a la democracia
que es frígida (Dahrendorf). La ciudad, como el socialismo,
tiene por vocación maximizar la libertad individual
en un marco de vida colectiva que minimice las desigualdades.
La ciudad humaniza el ideal socialista abstracto, introduce
el placer de los sentidos a la racionalidad sistemática,
los deseos íntimos de cada uno modulan los proyectos
colectivos. En la ciudad el héroe es el personaje de
Chandler: duro y tierno: "si no fuera duro, señora,
no estaría vivo, y si no pudiera ser tierno no merecería
estarlo".
La ciudad
como metáfora de la izquierda nos interesa especialmente
pues permite enfatizar algo que es común o necesario
a ambas: la dimensión sentimental y sensual, cordial
y amorosa, individualizadora y cooperativa, plural y homogeneizadora,
protectora y securizante, incierta y sorprendente, transgresora
y misteriosa. Y también porque vivimos una época
en que no es casual que ciudad e izquierda se nos pierdan
a la vez, parece como si se disolvieran en el espacio público,
en sentido físico y político. Si la ciudad es
el ámbito generador de la innovación y del cambio,
es en consecuencia el humus en el que la izquierda vive y
se desarrolla, en tanto que fuerza con vocación de
crear futuros posibles y de promover acciones presentes. La
ciudad es a la vez pasado, presente y futuro de la izquierda.
Y no tener un proyecto y una acción constante de construcción
de la ciudad, que se nos hace y se nos deshace cada día,
es un lento suicidio.

2. La disolución paralela de la ciudad y de la izquierda.
La revolución
urbana que vivimos es una de las principales expresiones de
nuestra época. No nos extenderemos sobre una temática
ampliamente tratada, incluso por el autor de esta nota (La
ciudad conquistada,
Jordi Borja, Alianza Editorial 2003, y la publicación
del MACBA-UAB 2005 Capital
financiero, propiedad inmobiliaria y cultura,
con textos de David Harvey y Neil Smith y una introducción
de Jordi Borja titulada Revolución y contrarrevolución
en la ciudad global.). Las nuevas regiones metropolitanas
cuestionan nuestra idea de ciudad: son vastos territorios
de urbanización discontinua, fragmentada en
unos casos, difusa en otros, sin límites precisos,
con escasos referentes físicos y simbólicos
que marquen el territorio, de espacios públicos pobres
y sometidos a potentes dinámicas privatizadoras, caracterizada
por la segregación social y la especialización
funcional a gran escala y por centralidades "gentrificadas"
(clasistas) o "museificadas", convertidas en parques
temáticos o estratificadas por las ofertas de consumo.
Esta ciudad, o "no ciudad" (como diría Marc
Augé)
es a la vez expresión y reproducción de una
sociedad a la vez heterogénea y compartimentada (o
"ghettizada"), es decir mal cohesionada. Las promesas
que conlleva la revolución urbana, la maximización
de la autonomía individual especialmente, están
solamente al alcance de una minoría. La multiplicación
de las ofertas de trabajo, residencia, cultura, formación,
ocio, etc., requieren un relativo alto nivel de ingresos y
de información, así como disponer de un efectivo
derecho a la movilidad y a la inserción en redes telemáticas.
Las relaciones sociales para una minoría se extienden
y son menos dependientes del trabajo y de la residencia, pero
para una mayoría se han empobrecido, debido a la precarización
del trabajo y el tiempo gastado en la movilidad cotidiana.
Esta nueva
sociedad urbana no está estructurada en grandes grupos
sociales como los que caracterizaban la sociedad industrial.
Es una sociedad individualizada, segmentada, fracturada entre
los que temen perder sus rentas de posición,
mediocres privilegios y seguridades vulnerables y los que
viven en precario, en sus trabajos y en sus derechos,
sin otro horizonte vital que el de la incertidumbre, sin otra
garantía que la de no poder alcanzar el nivel de sus
expectativas. Es una sociedad que necesita del Estado del
bienestar, pero precisamente éste no llega, o no lo
suficiente, a los que más lo necesitan. El muy loable
propósito de defender el Estado del bienestar como
"nuestro Estado de derecho" (La izquierda sin
crisis, José Mª Ridao, El País, 25/11/2007)
olvida que este programa no garantiza el "bienestar",
por insuficiente o inadaptado a las necesidades de hoy, a
gran parte de los que más lo necesitan: los "mileuristas"
y los desocupados, los jóvenes que no pueden acceder
a la vivienda y los inmigrantes sin derechos reconocidos,
los fracasados de la escuela y los excluidos por la fractura
digital. Y los que viven en el círculo vicioso de
la marginación, en urbanizaciones periféricas
o en barrios degradados, lejos de todo y demasiado cerca de
los que viven la misma situación o peor que ellos.
En estos
espacios urbanos y en estas sociedades atomizadas la izquierda
se pierde. Por medio de una gestión municipal correcta,
atenta a sus electores, más reproductora que innovadora
(más de lo mismo), mantiene su presencia institucional.
Y por medio de la televisión reproduce un apoyo electoral
general facilitado por el extremismo reaccionario de la oposición
conservadora. Pero hay disolución de su presencia como
fuerza social, cultural y política, por falta de
arraigo militante en el territorio, especialmente entre
los sectores sociales más discriminados en unos casos
y más reactivos en otros. Y, sobre todo, hay disolución
de su discurso. Si hay crisis de la ciudad (riesgo de degeneración
y oportunidad de re-creación a una escala mayor) la
izquierda debiera proponernos en el presente un proyecto de
ciudad futura. Pero la izquierda institucional solo nos propone
proyectos de arquitectura institucional sin otra lógica
que la burocrática (o la personal) de los que la proponen.
Véase el lamentable espectáculo que nos ofrece
la política catalana, incapaz de ofrecer soluciones
avanzadas sobre la organización del territorio, la
gobernabilidad metropolitana, la legislación electoral,
la participación ciudadana, etc.
La cultura
"estatista" es común a los que proceden de
la tradición social-demócrata como a los que
han adherido al social-liberalismo. Sus líderes políticos
e intelectuales se mueven entre las abstracciones del Estado,
de la economía global y de las encuestas de opinión.
La ciudad de carne y hueso, de gentes con deseos y necesidades
que se entremezclan en cada uno de ellos y que demandan respuestas
integradas y próximas les queda muy lejos. Cerca, en
el mejor de los casos, están los gestores del día
a día, inevitablemente conservadores.

3. Conflictividad en el territorio y asimetría política.
Es casi
un lugar común en Europa la idea de que la contradicción
propia a nuestras sociedades se ha trasladado del ámbito
de la empresa al del territorio, es decir de la contradicción
capital-trabajo a la de las políticas públicas
(por acción u omisión)-condiciones de vida (reproducción
social). Sin embargo esta contradicción aparece confusa
por la multiformidad de los objetos o materias que la expresan,
tan dispares como la vivienda y la seguridad, el trabajo precario
y la inmigración, la protección del medio ambiente
o el patrimonio y la movilidad. Una confusión que
dificulta la construcción de proyectos simétricos
oponibles.
A esta
asimetría se añade la derivada de la diversidad
de sujetos, con intereses a su vez contradictorios y que difícilmente
son capaces de definir un escenario compartido en el que negociar
el conflicto (solamente si el conflicto se agudiza y en casos
puntuales). Denominamos esta conflictividad como asimétrica
cuando los actores en confrontación no pueden definir
objetivos negociables o no están en medida de asumir
responsabilidades. Un caso extremo de conflictividad es cuando
se da una rebelión "anómica" (por
ejemplo las
protestas de los "banlieusards" de Paris).
Y un ejemplo de conflictividad sin contraparte que asuma responsabilidades
es cuando hay una diversidad confusa de actores como ocurre
actualmente con el conflicto de las infraestructuras en Cataluña.
Se puede
argumentar que esta problemática afecta a la izquierda,
que se encuentra con frecuencia entre y en las distintas partes
en conflicto pero que difícilmente puede evitarse esta
situación puesto que lógicamente está
en las instituciones y también representa a la ciudadanía
implicada. Pero la cuestión que interesa en este caso
no es la complejidad del conflicto sino la debilidad de las
políticas de la izquierda institucional en estos casos.
Una debilidad que se deriva más de la inconsistencia
teórica y la laxitud de los valores morales que del
carácter de las personas o las opciones coyunturales
de los partidos. Una debilidad de los principios y de los
valores que conduce al oportunismo electoral y a la
gestión rutinaria. Veamos un conjunto de cuestiones
conflictivas, que se expresan en ámbitos territoriales
de proximidad. Temas que pueden servir como test para evaluar
si la izquierda es portadora de un proyecto de futuro más
democrático o es simplemente una gestora del presente,
con sus progresos adquiridos y sus contradicciones y retrocesos
permanentes.
> La precariedad del trabajo
La evolución
de la economía de mercado ha "naturalizado"
la precariedad del trabajo asalariado, la consecuente desvalorización
del puesto de trabajo y del proceso adquisitivo de la cualificación
profesional. La izquierda gobernante ha implementado medidas
correctoras de los efectos más negativos de la precariedad
(seguro de desempleo, programas de formación continuada,
duración mínima de los contratos de trabajo,
reducción de la jornada, etc.) pero no es portadora
de un proyecto global valorizador del trabajo y de la
profesionalidad de todas las actividades como han planteado
algunas corrientes sindicales (por ejemplo Trentin, ex secretario
general de la CGIL, la confederación italiana). Por
otra parte, si tenemos en cuenta la entrada tardía
en el mercado de trabajo, los casi inevitables periodos de
desocupación que acechan a gran parte de la población
activa y la jubilación de personas cuando aun disponen
de dos o más décadas de esperanza de vida, se
plantea la cuestión de la necesidad de unos ingresos
mínimos garantizados. Actualmente las desigualdades
y las incertidumbres caracterizan los actuales sistemas de
pensiones. La propuesta de una renta básica universal
es seguramente discutible en su concepción y de difícil
implementación pero indica la existencia de un problema
que requiere una solución global.
> La vivienda y el suelo
La vivienda
es un derecho básico recogido en los textos constitucionales
y en las cartas de derechos humanos pero solamente es un principio
orientador de las políticas públicas, es decir
se trata de un "derecho programático", no
garantizado por el Estado de "derecho". Hoy se ha
convertido en uno de los grandes problemas sociales para
amplios sectores de la población y al mismo tiempo
una de las principales fuentes de beneficios especulativos,
tanto del capitalismo financiero como de un extenso y variopinto
mundo de propietarios de suelo, promotores y constructores.
La urbanización, la construcción de viviendas
y las obras civiles son seguramente el principal factor de
corrupción política y social. En España,
bajo gobiernos de izquierda y de derecha se ha destruido por
igual el paisaje costero, la urbanización extensiva
ha favorecido la mayor especulación del suelo de nuestra
historia, se han construido centenares de miles de viviendas
que no tienen comprador o localizadas tan lejos de los centros
de trabajo y de servicios que generan altos costes sociales
y ambientales. La izquierda ha abandonado sus objetivos clásicos:
propiedad pública del suelo urbanizable y urbano, prioridad
a las viviendas de alquiler (que no debiera superar el 10%
de los ingresos familiares), continuidad y mixtura de los
tejidos urbanos, etc. Y cuando se proponen medidas correctoras,
como la reciente legislación sobre las plusvalías
urbanas, son de una timidez increíble (¡recuperación
por parte del sector público del 15% de estas plusvalías!:
¿por qué no del 90 o del 100%?). La reciente ley catalana
sobre el "derecho a la vivienda", cuyo proyecto
no iba más allá de otras leyes similares vigentes
en los países occidentales, ha sido desnaturalizada
tanto en el debate parlamentario como en la negociación
social. En estos casos, la mayoría de los representantes
de la izquierda, tanto aquí como en Madrid, han demostrado
convicciones muy débiles frente a los intereses privados.
No encontramos hoy en la izquierda una comprensión
clara sobre "el derecho a la vivienda" y menos aún
sobre "el derecho a la ciudad", una cuestión
de la que depende nuestro futuro como izquierda.
> Las infraestructuras y movilidad de los ciudadanos
El actual
debate sobre las infraestructuras parece centrarse en una
disputa sobre el nivel institucional al que corresponde la
principal responsabilidad de gestión. Sin duda es un
tema importante y parece probable que una gestión de
proximidad de las redes ferroviaria y viaria, de los puertos
y de los aeropuertos sería sin duda más eficaz
al estar más sometida al control social. Pero no es
un debate derecha-izquierda y sorprende que ambas coincidan
en las mismas propuestas "incrementalistas" a pesar
de que en muchos casos suponen costes sociales y ambientales
difícilmente sostenibles. Parecería lógico
que la base de partida de la izquierda fuera el reconocimiento
del "derecho a la movilidad", hoy fundamental,
que debe considerarse un derecho universal, para todos, para
cada día y a todas las escalas. Entonces se priorizaría
la movilidad más masiva y más cotidiana, como
son las redes de cercanías. Las infraestructuras son
también el principal motor de la urbanización
y corresponde especialmente a la izquierda favorecer los desarrollos
urbanos apoyados en la compacidad de los tejidos urbanos.
No es así; los ejemplos en España y en Cataluña
indican que no se asume ni el derecho a la movilidad ni el
buen uso de las infraestructuras para hacer ciudad. En España
se mantienen los modelos radiocéntricos y la política
del "caballo grande, ande o no ande". Y en Cataluña
es suficiente analizar los programas viarios para constatar
que sirven más a la especulación inmobiliaria
que al derecho a la ciudad.
> La seguridad ciudadana
De nuevo
nos encontramos con discursos y prácticas que se caracterizan
por las ambivalencias, las contradicciones y finalmente la
sumisión a valores y comportamientos más propios
de una derecha conservadora y excluyente, que excita los estados
de opinión más primarios. La creación
de ambientes seguros es un derecho fundamental para el conjunto
de la población y es una obligación de las políticas
públicas garantizarlo. Especialmente para los colectivos
que por razones diversas son más vulnerables, sufren
discriminaciones y demandan protección. Pero la inseguridad
procede de muchas causas: desocupación o precariedad
del trabajo, entorno urbano inhóspito, pobreza, presencia
de colectivos culturalmente distintos y percibidos como potencialmente
"peligrosos", debilidad del tejido social, etc.
Por otra parte vivimos en una época en que la política
del "miedo" se ha convertido en un instrumento
manipulador de la opinión pública por parte
de los gobernantes más reaccionarios. Lamentablemente
esta política ha contaminado a las izquierdas gobernantes
y en bastantes casos han asumido el discurso securitario y
la práctica de la represión preventiva en contra,
muchas veces, de los colectivos más vulnerables. El
ejemplo más próximo y más escandaloso
es el de las Ordenanzas para la convivencia aprobadas por
el Ayuntamiento de Barcelona, en las que se criminaliza a
colectivos sociales enteros (vendedores ambulantes, prostitutas,
mendigos, limpiacristales, sin techo, etc.) y se imponen sanciones
tan exageradas como inaplicables (Inseguretat ciutadana
a la societat de risc, Jordi Borja, Revista Catalana de
Seguretat Pública, nº 16, 2006). Todo ello en nombre
del "ciudadano normal" que tiene derecho "a
no ver aquello que le disgusta". Unas ordenanzas
que la dirección del PSOE ha declarado que deberán
servir de modelo a todos los ayuntamientos de España
en los que participe en el gobierno. Incluso han sido bien
recibidas por otros gobernantes de la izquierda europea como
el alcalde de Bolonia, durante décadas considerada
la ciudad modelo de la gestión progresista. Entendámonos:
no se trata de defender una política permisiva, todo
lo contrario. Creemos que la policía de proximidad,
la justicia local rápida, la sanción inmediata
de los comportamientos incívicos, etc. forman parte
de unas políticas públicas que deben ser propias
de la izquierda pues afectan a la gran mayoría de los
ciudadanos. Pero la base de partida debe ser la consideración
de todos los ciudadanos por igual, la protección de
los más débiles y la construcción de
unos ámbitos de convivencia que promuevan el conocimiento
mutuo, la cooperación entre los ciudadanos y la solidaridad
con los más débiles o discriminados. Curiosamente,
las "ordenanzas" citadas, si bien proclaman al inicio
su intención de sancionar los comportamientos racistas
o xenófobos luego se olvidan de concretar esta buena
intención en el articulado. El derecho a la seguridad
hoy no parece que por ahora esté elaborado y asumido
por la izquierda gobernante como propio, simplemente se apunta
a la ideología y a las prácticas más
conservadoras. Una ideología y unas prácticas
que criminalizan a los pobres, a los jóvenes sin
horizontes de los sectores populares y a los inmigrantes.
> La Escuela pública y la religión
La Escuela
pública, obligatoria y laica ha sido históricamente
una de las grandes conquistas de la izquierda, en su triple
objetivo. Garantizar una formación básica para
todos los ciudadanos como medio de promover un desarrollo
económico y social más justo y más eficaz.
Crear un mecanismo de movilidad social ascendente al alcance
de los sectores populares y de los colectivos que sufren discriminación
y exclusión. Y por último, formar ciudadanos
para la democracia, mediante una educación que no imponga
creencias que pretendan monopolizar la verdad y que signifiquen
menosprecio para otras de signo diferente. Actualmente la
combinación entre los afanes de distinción de
los sectores sociales acomodados, por una parte, y el acceso
al sistema educativo de los sectores populares, incluidos
los procedentes de la inmigración, ha provocado una
fuerte fractura en el sistema educativo. A ello ha contribuido
el nefasto comportamiento de una parte importante de la Iglesia
católica, defensora de privilegios heredados de la
dictadura y convertida en gran empresa que ha hecho de la
enseñanza un negocio y una fuente de poder y de influencia.
La izquierda institucional ha entrado en este juego, políticamente
y también personalmente. Envía a sus hijos a
la escuela privada, incluso religiosa, y admite que las escuelas
concertadas practiquen la discriminación (por ejemplo
respecto a la población inmigrante) e incluso incluyan
en sus enseñanzas obligatorias la religión.
Esta debilidad ha traído consigo un retroceso progresivo
del laicismo y ha permitido que incluso se admita la enseñanza
de la religión (no la historia de las religiones) en
la escuela pública. El resultado es que ninguno de
los tres objetivos de la escuela pública, obligatoria
y laica se cumplen.
> La sanidad y la industria farmacéutica: las multinacionales
contra la democracia
Es indiscutible
que uno de los principales avances promovidos por la izquierda
y su proyecto, hoy ya histórico, del "estado del
bienestar, ha sido el establecimiento de un sistema de sanidad
pública que garantice la atención a todos la
población (incluida la que no tiene reconocida la ciudadanía).
Este sistema sufre hoy de un evidente agotamiento por sus
altos costes de mantenimiento y por su organización
administrativa inadecuada, con una oferta dirigida a demandas
masivas y no siempre adaptada al tratamiento de situaciones
locales y específica. Se ha producido un considerable
aumento de la demanda debido a la tendencia a la medicalización
de cualquier malestar y por los progresos de la atención
médica así como por el debilitamiento de la
estructura familiar y el acceso de la mujer al trabajo fuera
de casa. Ante esta crisis, se han tendido a dar respuestas
economicistas y gestoras, basadas en la privatización
de la atención y en la autonomía de los centros.
Sin entrar ahora a discutir estas tendencias, nos llama la
atención una omisión: la negativa influencia
de las multinacionales de la industria farmacéutica
que estimulan la hipermedicalización, excluyen a las
demandas menos solventes del acceso a muchos medicamentos
y multiplican sus beneficios a costa precisamente de los contribuyentes
que alimentan los fondos públicos y privados asistenciales.
La cuestión de las multinacionales es más general
pero el caso de la industria farmacéutica es probablemente
de los más escandalosos y tiene una dimensión
vinculada a la cotidianidad y a un derecho tan básico
como la salud. Sería lógico esperar que la izquierda,
tanto en la escala local como en la global, tuviera una posición
de denuncia y confrontación con estas multinacionales,
promoviendo urbi et orbi los medicamentos genéricos,
difundiendo las fórmulas para que éstos llegaran
a todos los países más pobres, imponiendo condiciones
a la producción y distribución de medicamentos
fabricados por el sector privado, creando redes locales de
distribución alternativa y priorizando la investigación
en los centros públicos. Y en general, que se nos evitara
la vergüenza de ver tratar a las empresas multinacionales
(las financieras, las de servicios, las energéticas,
etc.) como representantes del interés nacional por
el hecho de tener su origen en el país (como actúan
ahora, gobierno, partidos políticos y medios de comunicación
en relación a las nuevas políticas que emergen
en América latina).
> La inmigración
El discurso
y la práctica de la izquierda institucional son en
este caso de una ambigüedad que va más allá
de la inevitable consideración de los límites
que tanto los marcos económico y legal (nacionales
y europeos) como el estado de la opinión pública
imponen a una política de la inmigración. Se
practica la contradicción o el doble discurso entre
los principios que se proclaman y las normas que se imponen.
Véase si no la ley de extranjería que promovió
el gobierno socialista en los años 80: en la exposición
de motivos se decía que el objetivo era reconocer y
proteger los derechos de los inmigrantes mientras que el texto
articulado era un compendio de limitaciones al ejercicio de
derechos básicos. Se hacen declaraciones oportunistas
e hipócritas negando la regularización de los
"ilegales" cuando todos sabemos que es inevitable
que la población establecida en el país, que
trabaja y paga impuestos, acabe siendo regularizada, lo cual
deberá hacerse periódicamente. Se omiten los
injustos costes sociales que debe asumir este ejército
de reserva de mano de obra que trabaja en precario mientras
espera que al cabo de unos años sea regularizado. Se
ponen trabas a derechos tan básicos como el reagrupamiento
familiar o el ejercicio de los derechos sindicales. No reclamamos
que la izquierda practique una política de puertas
abiertas en permanencia pero si que admita el derecho de
los habitantes del mundo a tener un proyecto de vida propio
y establezca cauces regulares y dignos para recibir una población
que igualmente llega a nuestros países desarrollados.
También aquí faltan principios claros y los
más importantes son los que se refieren a los derechos
de los inmigrantes. El derecho a la dignidad, al reconocimiento
de su identidad, el trato basado en la "acción
positiva" para facilitar su proceso integrador, la sanción
al maltrato (provenga de la sociedad civil o de los funcionarios
públicos), la difusión de sus valores y de sus
aportes al país al que llegan. Por ejemplo: los datos
nos dicen que el nivel medio educativo de los inmigrantes
es superior al de los españoles, y que la tasa delictiva
(si excluimos la irregularidad legal) es igual al del resto
de la población. La cuestión fundamental desde
una cultura democrática es reconocer a los inmigrantes
instalados en el país de acogida como ciudadanos de
plenos derecho. No hay argumentos admisibles que puedan negar
este principio. Para la izquierda es un test ineludible. La
población de origen no comunitario con residencia legal
debe ser sujeto de los mismos derechos que los nacionales,
incluidos todos los derechos políticos.

4. Sobre la reconstrucción de una cultura de izquierdas.
Tres reflexiones breves y generales
En este
breve y apresurado artículo no pretendemos ni mucho
menos analizar todos los nuevos desafíos de debe afrontar
la izquierda. Solamente indicamos algunos temas vinculados,
y no todos, al territorio de proximidad, el marco de vida
habitual de los ciudadanos.
La idea
central de esta nota es que la izquierda, si quiere ser fiel
a sus objetivos históricos de libertad e igualdad,
a su vocación internacionalista y de estar al lado
de los son a la vez víctimas necesarias y resistentes
potenciales de un sistema basado en el despilfarro global
y el lucro personal, debe reconstruir sus bases teóricas
y sus valores morales.
Una línea
de trabajo que promete ser productiva es repensar los derechos
ciudadanos correspondientes a nuestra época (Los
derechos ciudadanos, Jordi Borja, Documentos, Fundación
Alternativas, Estudios, nº 51, 2004, incluye bibliografía).
Uno de ellos puede ser el "derecho a la ciudad",
que integra los derechos que hemos citado anteriormente: a
la vivienda, al espacio público, al acceso a la centralidad,
a la movilidad, a la visibilidad en el tejido urbano, a la
identidad del lugar, etc. En otras dimensiones de la vida
social, económica y política es preciso reelaborar
y precisar "nuevos derechos" que se distinguirán
por su mayor complejidad respecto a los tradicionales que
sirvieron de emblema a las revoluciones democráticas
y a las reformas sociales de la vieja sociedad industrial.
Optamos
por conceptualizar estos derechos como ciudadanos y no "humanos",
por considerar que forman parte del estatuto de ciudadanía,
es reconocer a la persona como sujeto de derechos y deberes
que le hacen libre en el territorio en el que ha elegido vivir
e igual a todos los que conviven en este territorio.
Una segunda
línea de reflexión es la de repensar el proyecto
de sociedad hacia el que se aspira, como un horizonte
ideal, más que como un modelo armado (tan especulativo
como peligroso). El proyecto de sociedad no se inventa, nace
de tres fuentes: la memoria histórica democrática,
la crítica teórica y práctica de la sociedad
existente y las aspiraciones y objetivos que emergen de los
conflictos sociales en los que se expresan valores de libertad
y de igualdad. La izquierda, después del fracaso y
del justo rechazo de los modelos de tipo "soviético"
y del agotamiento del "estado del bienestar" tradicional,
tiene miedo de pensar un "otro mundo posible". Sin
embargo tanto los ideales históricos del socialismo
y del comunismo como las prácticas de los movimientos
de los trabajadores y en defensa de la democracia, así
como las realizaciones del "welfare state" no solo
representan un patrimonio positivo sino que son también
unas bases para repensar el futuro. Causa vértigo
el vacío cultural de la izquierda, que no quiere mirar
hacia atrás ni se atreve a imaginar hacia delante.
Y en España, especialmente. La izquierda institucional
teme el debate sobre la memoria histórica y evita la
reflexión que cuestione el modelo capitalista despilfarrador
que caracteriza nuestro modo de vida.
Y finalmente
una tercera línea de trabajo requiere vincular en el
pensamiento teórico y en la práctica política
lo "local" (o nacional" y lo "global"
(o internacional). Cuando viajamos a América Latina
o a Africa, forzosamente debemos pensar en términos
"globales". No solo por la inevitable comparación
entre las situaciones que percibimos y las que vivimos en
nuestro país. Pero es sobretodo por la inmediata comprensión
de que las situaciones que golpean nuestra sensibilidad y
nuestra razón en gran parte son debidas a las relaciones
pasadas y presentes con nuestro mundo. Y nos resulta ofensivo
regresar y leer las declaraciones de los políticos,
incluso de la izquierda, y de los medios de comunicación,
incluidos los "progresistas", defendiendo a Occidente,
sus sistemas y sus empresas, y denunciando bajo el nombre
supuestamente infamante de "populismo" cualquier
crítica o amenaza a los intereses neocoloniales
de gobiernos y empresas. Si contemplamos a "nuestra izquierda"
desde el mundo africano o latinoamericano, siento mucho constatar
que nos parece que es una derecha, ignorante, insolidaria,
arrogante e injusta. Recuperar el "internacionalismo"
en el marco de la globalización es una asignatura pendiente
de la izquierda occidental.

5. A modo de epílogo: retorno a la ciudad y elogio
del azar
No confío
mucho en la disposición a pensar, como se recomienda
en el punto anterior, de la izquierda institucional, gestora
del día a día y sin otro horizonte que el de
las próximas elecciones. Como tampoco creo que la política
se construya en los laboratorios de investigación y
en los seminarios académicos, solo nos quedan los movimientos
políticos alternativos (globales) como los que combaten
la globalización del mundo real en nombre de otro mundo
posible y los movimientos sociales y culturales de resistencia
(locales) que defienden identidades o intereses colectivos
legítimos pero limitados. Solo nos queda esperar que
entre la política institucional, los ámbitos
de investigación y debate intelectual y los movimientos
globales y locales se generen intercambios y transferencias
que pueden sentar las bases de una izquierda pragmática
en su acción y radical en sus objetivos.
Como no
se pueden inventar los puentes entre estos actores tan distintos
y tan distanciados solo se me ocurre confiar en el azar. Y
en la ciudad. En la "serindipity" de la ciudad.
Si no supieran el origen de esta palabra se los explico (La
ville c’est les autres, François Ascher, CCI-Centre
Pompidou, 2007 y Examen clinique, journal d’un hypermoderne,
Editions de l’Aube, 2007). La "inventó" el
escritor inglés Horace Walpole a partir de un relato,
Aventuras de los tres príncipes de Serendip, país
que luego se llamó Ceylan y actualmente Skri-Lanka.
Los tres príncipes en su viaje descubren, siempre sin
buscarlo y por intervención del azar, una multitud
de hechos curiosos y muy novedosos para ellos. La "serindipity"
puede entenderse como encontrar lo que no se busca
(el Viagra es producto de unas investigaciones sobre la hipertensión).
O como resultado del azar que establece conexiones imprevistas
entre personas o entre éstas y hechos. La serendipity,
obviamente, supone una disposición a observar,
aprender, relacionar. Y para que el azar actué es preciso
que el medio en el que puede producirse la serindipity
sea denso y diverso, que genere múltiples contactos
imprevistos, que los sujetos perciban hechos que no forman
parte de sus trabajos ni de su cotidianidad, que en cualquier
esquina pueda aparecer la sorpresa o la aventura (como
dice la cita de Breton que aparece al inicio de este texto
-Nadja, André Breton, Gallimard, 1964).
La ciudad,
real e imaginaria, la ciudad compacta y heterogénea,
se caracteriza por la talla de la población y la velocidad
de las conexiones que hace posible, es decir que multiplica
las interacciones entre actores muy diversos. El peligro puede
residir en un exceso de planificación racionalista,
de ordenamiento funcional, de programación de las conexiones,
de previsibilidad de los comportamientos. Sennett, en una
de sus primeras obras, ya alertaba contra los efectos perversos
del urbanismo funcionalista y reclamaba una ciudad que fuera
lugar de encuentros múltiples entre gentes diferentes.
Y el director de urbanismo de la City de Londres exponía
en un encuentro internacional que los "pubs" eran
el lugar más idóneo para la innovación
económica y cultural pues los encuentros informales
son muchas veces los más productivos (The uses
of disorder: Personal Identity and City Life, New York
1970, versión castellana de Ediciones Península,
1975; la cita del director de urbanismo del Distrito de la
City de Londres se refiere a una intervención oral
en el Seminario de Grandes Ciudades, Centro Cultural San Martín,
Buenos Aires 1996).
No proponemos
que los militantes pensantes se distribuyan por las cafeterías
y suban y bajen de los tranvías. Pero si que hagamos
del urbanismo una cuestión "política".
Las dinámicas actuales tienden a atomizar la ciudad,
a segregar grupos sociales y actividades, a reducir los intercambios
entre ciudadanos, substituidos por relaciones entre servicios
y usuarios, equipamientos y clientes. Como dice Ascher "el
urbanismo debe producir lugares, momentos y situaciones favorables
a la serendipity".
La ciudad
es el lugar de la historia, de la innovación cultural
y política, es el entorno en el que se puede recrear
y desarrollar la izquierda. Hoy hay tendencias disolutorias
de la ciudad y de la ciudadanía. Es el doble desafío
al que se enfrenta la izquierda: reinventar la ciudad y
reinventarse a sí misma en la ciudad.
JB
El
autor es profesor de la Universitat
Oberta de Catalunya.
De su autoría, ver también en café
de las ciudades:
Número
42 I Política de las ciudades (I)
Espacio
público, condición de la ciudad democrática
I La creación de un lugar de intercambio. I Jordi
Borja
Número
38 I Política de las ciudades (I)
"El
circulo vicioso de la marginación"
I Jordi Borja y la violencia en el banlieue de París.
I Jordi Borja
Número
32 I Tendencias
La
Revolución Urbana (II) I De un urbanismo
de oferta a un urbanismo de demanda: oportunidades, peligros
y abusos. I Jordi Borja
Número
31 I Tendencias
La
Revolución Urbana (I) I Las ciudades
ante la globalización: entre la sumisión y la
resistencia. I Por Jordi Borja
Número
21 I Política
Barcelona
y su urbanismo I Exitos pasados, desafíos
presentes, oportunidades futuras. I Jordi Borja
Número
15 I Política
"Tendencia
no es destino" I Ciudadanía global
e innovación en La Ciudad Conquistada, de Jordi Borja.
I Marcelo Corti
Número
2 I Tendencias
Jordi
Borja: La Ciudad Conquistada I "La ciudad
es el desafío a los dioses, la torre de Babel, la mezcla
de lenguas y culturas, de oficios y de ideas. Sin memoria
y sin futuro la ciudad es decadencia". I Jordi Borja
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Buscando
"la brújula dorada" en el AMBA
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Apuntes
apresurados sobre el paisaje metropolitano post-electoral
en Buenos Aires I
Por
Artemio Pedro Abba |
Pareciera
que aquí en el AMBA, esa "materia oscura"
de la política nacional, los tiempos están
cambiados y la discusión de las políticas
metropolitanas, que no se profundizó en la previa
lucha electoral, entorpece ahora, llegada la etapa de
la gestión, cuando se deben buscar puntos en
común (que los hay, y muchos) la tarea de gobernar
un territorio complejo y en crisis como el del área
metropolitana de Buenos Aires. En un clima de desconfianzas
recíprocas entre los actores institucionales
involucrados, ya una vez asumidas las nuevas autoridades,
la mención de las prioridades metropolitanas
parece ser una sucesión de "aprietes"
mutuos entre los funcionarios porteños y bonaerenses.
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Mar
del Plata, entre la ciudad real y la ciudad ideal
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Acerca
del Plan Estratégico I
Por
Mirta S. González y Alberto R. Villavicencio |
No
podemos seguir razonando a partir de un simple rechazo
a las posibilidades de la iniciativa local, pero tampoco
partir de una aceptación ingenua de sus virtudes.
Lo local no es un concepto que se encuentra definido
de antemano, debe ser construido. Se trata de un proyecto
colectivo, donde según qué mecanismos
de concertación, negociación y/o cooperación
se den, se podrá aseverar si dicho proyecto es
incluyente o excluyente. Elaborar un "Plan Estratégico"
no es ni más ni menos que definir qué
ciudad queremos. ¿Se quiere hacer de la ciudad un espacio
de relación y convivencia, o un espacio competitivo
donde el ideal es la ciudad-empresa, donde el tiempo
de la vida cede paso al tiempo vacío del capital.
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Rudimentos
de urbanismo universal
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Cuando
Pericles habla a Atenas
I
Por
Mateo Rello |
Aquí
en la habitación, de noche, a oscuras,
La ciudad toda es un zumbido lejano,
Gigantesca dinamo maternal que nos guarda,
Que nos mece con la calma de un mecanismo nocturno.
Cruzan por el silencio escasos coches; su rumor nos
llega
Sorprendentemente parecido al de olas aisladas al romper
en la playa.
La ciudad es un zumbido lejano,
Todo lo que se oye acompasa con su plácida monotonía.
Tal vez así, tal cual ahora es y de una pieza,
Emergió, chorreante y rotunda, de los abismos
perturbados sólo por el ondear de las algas y
la navegación lenta y mayestática de las
grandes bestias.
Al aire quedó expuesta, tal como la ves, para
que fuéramos llegando.
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Beyond
Beyoglu
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Tajos,
cuestas y contrafrentes
I
Por
Carmelo Ricot |
Un
cartel en un callejón anunciaba un control policial
y un agente custodiaba la entrada con un detector de
metales. Un patio detrás de una puerta a la calle
estaba rodeado de mingitorios; el cobrador esperaba
sentado detrás de una mesa en la vereda. Cruzando
la avenida que lleva a Taksim ("es como el Zócalo",
me dijo, "allí pasa todo", ignorando
u omitiendo las obvias diferencias de calidad del espacio)
entramos a un barrio de kurdos y gitanos. Las ropas
se tendían de fachada a fachada y las peluquerías
estaban llenas, en una de ellas vimos un niño
de 11 o 12 años que atendía a un cliente.
La diferencia evidente con el barrio comercial me dio
algo de vértigo, pensando en la gran extensión
de ciudad que no conocíamos ni conoceríamos,
más allá de las tres plateas montañosas
mirándose a si mismas por donde habíamos
pasado esos días.
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La
Alhambra, Granada: mala trampa al pasar a las Alcazabas
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Y
otros apuntes andaluces y pan-europeos, incluyendo algunas
consideraciones sobre el fascismo aeroportuario y locutorio
I
Por
Carmelo Ricot |
Dejé
asentada mi queja en la (por cierto, lejana y escondida)
oficina de reclamos (aun no tengo respuesta) y me fui,
procurando que la indignación por la arbitrariedad
y la ineficiencia del Patronato no alteraran mi satisfacción
por lo mucho de bueno, de bello y de sensual conocido
durante el día. En charlas posteriores con amigos
y conocidos, comprobé que no fui el único
visitante timado por el Patronato y que la mayoría
de los que van a la Alhambra salen de ella con alguna
afrenta similar (un uruguayo me contó incluso
que en los ’80 la entrada al conjunto era gratuita y
que, durante un curso realizado en Granada, era el lugar
que elegía con sus paisanos para ir a tomar unos
mates...).
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Buenas
y Malas Prácticas Urbanas 2004-2007
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Bernasconi
- Torres del Parque - Kavanagh - Torre Galicia - Splits
- Génova Moderna - MTL - Torre Grand Bourg -
Showcenter - Condón del Obelisco - Rambla de
Mar del Plata - Fundación El Ceibo - Cartel de
Ford.
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Marketing
urbano, viviendas tapiadas, satisfacción parisina,
cremortártaro y digresiones sobre la Torre Galicia.
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Ciclo
de Cine y Ciudad - Soleritown - Visiones de una utopía
concreta - Especialización en Desarrollo Local
en Regiones Urbanas, en la UNGS - Gestión Local
del Hábitat, en Rosario - ¿Un mundo suburbano?
- Imaginarios urbanos y participación social,
en Costa Rica - 30-60 FOR EXPORT, latinoamericanos en
el mundo - Derecho a la red en Iberoamérica -
Dudas sobre el Tren Bala.
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ACERCA DE CAFÉ DE LAS CIUDADES
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café de las ciudades
es un lugar en la red para
el encuentro de conocimientos, reflexiones y miradas sobre
la ciudad. No es propiedad de ningún grupo, disciplina
o profesión: cualquiera que tenga algo que decir
puede sentarse a sus mesas, y hablar con los parroquianos.
Amor por la ciudad (la propia, alguna en particular, o todas,
según el gusto de cada uno), y tolerancia con las
opiniones ajenas, son la única condición para
entrar. Hay quien desconfía de las charlas de café:
trataremos de demostrarle su error. Nuestro café
está en cualquier lugar donde alguien lo quiera disfrutar,
pero algunos datos ayudarán a encontrarlo. Estamos
en una esquina, porque nos gustan los encuentros, y porque
desde allí se mira mejor en todas las direcciones.
Tenemos ventanas muy amplias para ver la vida en las calles,
y no nos asustan sus conflictos. Es fácil llegar
caminando a nuestro café, y por eso viene gente del
centro y de todos los barrios (sí alguien prefiere
un ambiente exclusivo, que se busque otro lugar). No faltaran
datos sobre cafés amigos, porque nos gusta andar
de bar en bar: ¿cómo pedirle a los parroquianos que
se queden toda la noche en el nuestro? Esa es la única
cadena a la que pertenece el café
de las ciudades: la
de todos los cafés únicos e irrepetibles,
en cualquier esquina de cualquier ciudad.
Marca en trámite
Editor y Director: Marcelo Corti
Diseño: Laura
I. Corti
Corresponsal
en Buenos Aires: Mario L. Tercco
Las notas firmadas
no expresan necesariamente la opinión del editor.
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