La ciudad de Concepción, capital de la octava región
de Chile, se encuentra a unos 525 kilómetros al sur
de Santiago. En ella viven y trabajan unas 307.000 personas.
La urbe es un importante centro cultural y de servicios y
concentra gran parte de la oferta de universidades, centros
comerciales, bancos, etc., de la zona centro-sur del país.
Junto con otras comunas contiguas, entre las que se destacan
Talcahuano, Chiguayante, San Pedro de la Paz y Penco, conforman
un área metropolitana densamente poblada.
La ciudad
nació originalmente junto al mar, donde hoy se ubica
la ciudad de Penco (de ahí el nombre de penquista que
se da al habitante de Concepción), pero a raíz
del terremoto y maremoto de 1751, sus propios habitantes deciden
el traslado hacia el interior, al valle de la Mocha, junto
al rio Bío Bío.
Según
algunos historiadores (como el profesor Mario Alarcón
Berney, de San Pedro de la Paz), el río Bío
Bío era entonces un imponente cuerpo de aguas, con
un torrentoso ancho de unos dos kilómetros. Sin lugar
a dudas una belleza natural única, durante muchos años
fue línea limite entre los llamados territorios indígenas
y las zonas colonizadas, pero sin embargo la ciudad se fue
consolidando de tal modo que generó un limite físico
respecto al borde del río. La ocupación de suelos
y la estructura urbana que la ciudad cristalizó a lo
largo de los años, formó una barrera infranqueable
en la relación ciudad-río.

Centro
de la ciudad de Concepción, al fondo el río
Bío Bío

Campus
de la Universidad de Concepción
Es temprana
la preocupación de la ciudad de Concepción por
mejorar su relación con el río. En 1856, el
ingeniero Pascual Binimelis propone un trazado regulador que
conecta la ciudad con el río a través de calle
Comercio, actual Barros Arana. Sin embargo, esta propuesta
se vio alterada por la llegada del trazado ferroviario unos
veinte años más tarde. La presencia del trazado
férreo y los sucesivos desastres naturales propios
de la condición geográfica del país,
hicieron que la urbe continuara creciendo de espaldas al
río.
La inquietud
por tener un mayor contacto y aprovechar las características
del paisaje en beneficio de la ciudad siempre estuvo vigente
en la sociedad penquista, tanto en la clase política
como en sus círculos intelectuales y profesionales.
Así, en la década del sesenta, un nuevo plan
regulador considera la recuperación de una pieza urbana
continua que permitiría a la ciudad tener acceso al
borde del río. A este plan se sumaron otros, tanto
algunos focalizados en el área, como algunos seccionales
y específicos que nunca pudieron concretarse.
Año
tras año las prioridades del país no incluían
recursos para el proyecto, influyendo en esto en forma
importante la centralizada gestión santiaguina (capitalina)
que no entendía el problema. Por otra parte, en el
ámbito local, algunos impulsores de la idea entendían
que en la administración de pobreza es políticamente
incorrecto dar licencias para ese tipo de proyecto.
El borde
norte del río y el río mismo se fueron deteriorando
con los años. El borde se fue llenando de un tejido
urbano denso con carácter irregular, y el río,
otrora majestuoso, fue sufriendo un lento pero inexorable
proceso de embancamiento. Así, su imponente curso de
agua se fue transformando en gran parte del año en
pequeños canales a veces conectados, a veces separados.
Algunos podrían decir que se trata del primer río
"caminable" de Chile, una realidad triste para tan fantástico
actor natural.
Con el
retorno de la democracia al país (1990), el proyecto
de recuperación fue adquiriendo fuerza e involucrando
actores políticos y técnicos. Tal vez lo más
significativo fue la convergencia de recursos y voluntades
en torno a un proyecto de vialidad, impulsado por el todopoderoso
Ministerio de Obras Públicas (M.O.P.), que permitía
la conexión entre un sector de la ciudad, el acaudalado
Pedro de Valdivia, y con ello la prolongación viaria
hacia la comuna de Chiguayante, más hacia el interior
de la cuenca. La convergencia permitió iniciar una
serie de estudios que culminan con un Plan Estratégico
de Gestión, (lo estratégico tiene en Chile
un aura de misterio, y podría pensarse que tras
él, había una propuesta de gestión inteligente)
que también involucraba un compromiso con una propuesta
urbana. Los actores participantes del proyecto en el nivel
nacional fueron el Ministerio
de la Vivienda y Urbanismo,
el Ministerio de Obras Públicas y el Municipio de Concepción.
En lo
profesional, la oficina de los arquitectos Rivera, Schiapacasse
y Villafañe, aportan su visión como profesionales
locales al proyecto. En materia de asesoría externa
el proyecto contó con la participación de los
urbanistas argentinos Alfredo Garay y Jorge Moscato, quienes
muestran, para admiración de sus contrapartes locales,
experiencias previas en proyectos similares como Puerto
Madero
en Buenos Aires.
El proyecto
resultó en extremo complejo: la situación de
propiedad del suelo, la cuestión de los derechos
adquiridos por los habitantes, el financiamiento
de las ideas, la situación ferroviaria, los
rígidos marcos administrativos chilenos, y otros
aspectos técnicos como la calidad del suelo y las defensas
necesarias, hicieron de este proyecto algo emblemático
en la gestión de proyectos de ciudad. Algunos arquitectos
locales no lo podían creer, sabido por todos es que
el urbanismo es la gran tarea pendiente en Chile.
De todos
los desafíos que el proyecto abordó, sin duda
el tema social era el mas espinoso. La decisión política,
tomada por el ex presidente Eduardo Frei y sus asesores, de
radicar en el mismo lugar y en nuevas viviendas a las
3.000 familias era algo inédito en el tratamiento en
este tipo de situación, por cuanto la posibilidad de
erradicar era sin duda mas fácil, pero irremediablemente
afectaría usos y costumbres de una población
ligada por generaciones a su hábitat. La solución
provino de la negociación y probablemente de un
grado de participación ciudadana mayor a lo acostumbrado.
Esta actitud sin duda es parte fundamental de la viabilidad
del proyecto, una situación contraria podría
haber generado una efervescencia social complicada y tal vez
el pase del proyecto a una nueva etapa de espera.

Ribera Norte: "Una imagen de futuro" infografía
del arquitecto penquista Francisco Schiappacasse.

El
Plan Seccional y las piezas urbanas.
Pero,
¿que es Ribera Norte? Tal como yo lo entiendo es un esfuerzo
extraordinario, su objetivo principal es intentar articular
el corazón comercial, cultural y de servicios de la
ciudad de Concepción con el rio Bío Bío,
e implica además mejorar la situación de
borde a través de un continuum de espacios públicos
para uso y goce del penquista. Comprende además un
compromiso por mejorar la calidad de vida del habitante del
borde del río, otorgándole una mejor vivienda,
espacio público y equipamientos.
El proyecto
se articula con una idea antigua: la conexión de un
eje peatonal que se inicia en la plaza Perú,
una pequeña plazoleta que enfrenta a la Universidad
de Concepción,
continúa hacia la plaza de los Tribunales para continuar
por calle Barros Arana, atravesar el futuro barrio cívico
(que concentrará los edificios públicos de la
capital regional) y remata finalmente en un parque costanero.
El proyecto
se ha desarrollado hasta ahora con bastantes problemas en
la gestión. Los rígidos marcos jurídicos,
legales y administrativos que caracterizan la administración
pública en Chile no han permitido contar con la flexibilidad
necesaria para dar un mayor empuje al proyecto. Es probable
también que conspire en su contra la falta de experiencia
de algunos encargados técnicos, pero sin perjuicio
de esto, el proyecto marcha.
Los primeros
resultados del diseño urbano de las etapas licitadas
y terminadas, y las realizaciones viales que se encuentran
en pleno funcionamiento, dejan algunas preocupaciones que
permiten pensar que hay factores que no se ajustaron a los
objetivos primarios. Hoy no se ven tan claras algunas apuestas
de conexión y dialogo entre el río y la ciudad
a pesar del enorme esfuerzo que ello ha implicado.
Tal vez
lo más complicado sea entender el resultado de la cuestión
vial. La vía costanera, razón impulsora y probablemente
principio del proyecto, presenta características de
vía expresa, es decir que constituye una axialidad
de tal importancia que separa toda conexión peatonal
entre el borde de río y el resto de la pieza urbana.
El diseño del Parque Urbano Ribera Norte (la llamada
pieza E, el cherry de la torta de tantos problemas,
gestión, movimientos y recursos), presenta características
de diseño de concepción antigua, una
serie de senditas, juegos de niños, pequeñas
porciones de áreas verdes, todo en un collage apretujado
en una pequeña franja de tierra que no tiene relación
con el discurso detrás del proyecto.

El
proyecto Ribera Norte: encuentro del Parque Central con el
Parque Costanero y el Teatro Pencopolitano.
En el
parque urbano, el futuro Teatro Pencopolitano (otra iniciativa
de los penquistas, una imponente obra de arquitectura de unos
18 mil m2 de superficie), aparece "puesto" sobre el parque.
No se aprecia una integración, un dialogo con este.
Más bien corta la linealidad del parque, pareciera
que las concepciones del parque y del teatro no se concertaron.
¿Que faltó
en la pieza E? Puede ser presuntuoso y probablemente temerario
decirlo, pero al parecer no hay una adecuada conceptualización
del espacio público: faltan espacios flexibles
de mayor magnitud, capaces de acoger actividades urbanas en
contacto con el río; falta perspectiva, mejor manejo
de la escala urbana, un mejor dialogo con la ciudad, zurcir
el Parque Costanero con el resto del área y así
mejorar su relación con la ciudad. La vialidad de diseño
de la Avenida Costanera irremediablemente corta y deja una
resultante atiborrada de cosas. Tal vez falta una mayor imaginería
en la concepción de la magnitud urbana.

Parte
de la "pieza E": el parque con las esculturas, el día
de la inauguración
Hay que
decirlo claramente, el proyecto de Ribera Norte no sólo
es la pieza E. La idea en general es loable, los esfuerzos
por conseguirla también lo son, hay una evidente voluntad
política que muestra cierta madurez en estos temas,
y que permite mirar con cierta confianza el futuro del
urbanismo en Chile.
Finalmente
es de esperar que el proceso de consolidar Ribera Norte para
el año 2010, como parte de los proyectos emblemáticos
en las festividades del Bicentenario en Chile, (fecha no menos
importante, por cuanto algunos esperan que para entonces alcancemos
el desarrollo y nos escapemos de América Latina, no
sé hacia adonde...), siga su marcha. El país
necesita transformaciones urbanas profundas, por cuanto
han pasado muchos años en la vieja práctica
de hacer más de lo mismo.
JRA
El
autor es Arquitecto-Master y profesor universitario.
Sobre
las ciudades chilenas, ver en café
de las ciudades, por ejemplo, las notas Portal
Bicentenario: Santiago y la Reforma Urbana, en el número
3,
Sexo y Muerte en Santiago, en el número
4-5,
y Lo propio, lo austero, lo contemporáneo, en
el número
6.
|