Por Alberto Hernández Ibarzábal
La
política exterior mexicana atraviesa por una clara indefinición
que deja indefensos a los paisanos en territorio estadounidense.
El sello que el actual gobierno le quiso imprimir se diluye por
la falta de principios y de pragmatismo a la vez.

En un futuro
no muy lejano las remesas enviadas por los paisanos que están
en el país vecino podrían ser la primera fuente
de ingresos de México. Lo que tiene una serie de implicaciones
económicas y políticas. Por ejemplo, si los mexicanos
en Estados Unidos pudieran votar en las siguientes elecciones, es
posible que inclinaran la balanza hacia alguno de los candidatos.
Tendrían la capacidad de representación electoral
con la que cuenta el grupo de los indecisos (que se convierte en
un preciado botín en las campañas), pero con posturas
y votos concretos,.
El 60% de los
migrantes mexicanos tiene entre 16 y 25 años, una edad económicamente
muy activa en la que las oportunidades en México escasean,
y el viaje al norte sigue siendo esperanzador. La mayoría
de estos jóvenes van en búsqueda de dólares,
pero encuentran una cultura distinta, un entorno de libertad en
el que están segregados y discriminados, así como
trabajos mejor remunerados, no por ello dignos ni seguros.
La relación
más importante que tiene México en el panorama internacional
es con Estados Unidos, país del que es su segundo socio comercial
y con el que comparte la frontera más transitada del mundo.
A pesar de las muchas afinidades e intereses comunes que unen a
México y Estados Unidos, el actual Gobierno no logrado alcanzar
un acuerdo migratorio. Desde el principio del sexenio (mandato presidencial
de seis años) el gobierno mexicano planteó el tema
en el encuentro bilateral de Guanajuato, pero todo se quedó
en un ya veremos, etapa que no hemos superado.
Es increíble
que los migrantes tengan la misma calidad migratoria que antes,
sigan cruzando por vías arriesgadas la frontera, y no
se les dé un trato digno ni aquí ni allá, cuando
además de compatriotas son parte fundamental de la economía
nacional. Los famosos "polleros" (personajes que facilitan
la migración ilegal) no son la causa de la migración,
son simplemente la vía a través de la cual muchos
migrantes llegan a su destino. Con el combate a los "polleros"
no se pondrá fin a la migración ilegal, se hará
con acuerdos que favorezcan la protección de los migrantes,
un cambio en su status migratorio y programas de seguridad social.
La falta de
un acuerdo migratorio, junto con medidas consulares más estrictas
y controles más férreos en la frontera, han hecho
que los migrantes busquen nuevas rutas y métodos más
arriesgados para entrar en territorio estadounidense. Las rutas
tradicionales han sido abandonadas, y ahora se tienen que pasar
más días expuestos a los peligros del desierto, al
trato abusivo de algunos granjeros y al abandono de los "polleros".
Si alguien se
gana la vida a través de una actividad ilícita tiene
que ser juzgado por dichos actos, eso es parte del Estado de derecho,
y si alguien provoca la muerte de individuos que ponen la vida en
sus manos, es legal y legítimo que sea acusado de homicidio.
Estoy hablando de los "polleros", a quienes se les ha
visualizado recientemente como los causantes de todas las penurias
y tragedias de los migrantes, sin considerar la responsabilidad
que tiene el gobierno mexicano y el estadounidense en esta situación.
Perseguir a
los "polleros" para acabar con la migración ilegal
es "taparle el ojo al macho", porque así se exime
al gobierno mexicano de la responsabilidad de no haber logrado el
acuerdo migratorio y al estadounidense de seguir actuando coercitiva
y unilateralmente en este ámbito. Si el gobierno mexicano
en verdad no quiere que vayan más jóvenes a Estados
Unidos, que genere las oportunidades necesarias en el país
para que no tengan que salir a buscarlas al otro lado. Si quiere
que se respeten sus derechos humanos, puede empezar por cerciorarse
de que se haga lo propio con los migrantes que cruzan por nuestra
frontera sur. Y si desea tener una sola voz coherente en el exterior,
puede empezar por definir su política interna.
El acuerdo migratorio
no se ha logrado en parte por el cambio de los objetivos de la política
exterior y la reorganización de la seguridad nacional estadounidense
a raíz del 11-S. Además es preciso considerar que
México no reaccionó contundentemente ante este hecho,
una actitud que fue reprobada por los medios norteamericanos, y
que ha enfriado la relación hasta ahora.
Después
de este día que cambia el orden mundial, México no
ha reformulado su política exterior en la lucha contra el
terrorismo, que es el eje rector de la administración Bush.
Ha deportado a Ricardo Miguel Cavallo (represor argentino comprometido
en violaciones a los derechos humanos en la dictadura militar '76
- '83) y a muchos etarras a España, pero a la hora de votar
una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU, dijo
que no apoyaba una intervención armada. Hacerlo le hubiera
costado políticamente al presidente y a su partido, pero
al no apoyar la intervención acabó por congelar las
relaciones bilaterales. La votación nunca se dio, como tampoco
se tuvo que haber expresado públicamente la posición
de México, fue como enseñar las cartas antes de que
tocara el turno, así se hizo y el turno nunca llegó.
El gobierno
mexicano por un lado encarcela y extradita a un genocida, pero por
otro no va a fondo con sus propios crímenes del pasado, y
no ha deslindado responsabilidades civiles y penales por la matanza
del 68 (la sangrienta represión de una manifestación
estudiantil en la plaza de las 3 Culturas, en Tlatelolco, Distrito
Federal). De un lado de la frontera paga a los Grupos Beta para
que den protección e información a los migrantes,
lo que es una labor digna de gran reconocimiento, pero la falta
de un acuerdo migratorio hace que los indocumentados sigan muriendo
del otro lado de la frontera, en donde tiene las manos atadas.
La política
exterior atraviesa por una clara indefinición que deja
indefensos a los paisanos en territorio estadounidense. El sello
que el actual gobierno le quiso imprimir se diluye por la falta
de principios y de pragmatismo a la vez. Si estas tendencias siguen
su curso, la defensa del interés nacional a través
de la política exterior será una deuda del "gobierno
del cambio" con el pueblo de México.
AHI
Alberto Hernández
Ibarzábal es Analista Político Internacional. Es mexicano
y vive en Barcelona.
El
autor también dirige el sitio
Paisanos
Unidos donde puede encontrarse
excelente información relacionada al tema de esta nota.
Sobre
la vida en la frontera mexicana - estadounidense ver también
las notas Arquitectura para un paisaje en movimiento y I'
ve been living inside, por María Berns, en el número
2 y número
8 de café
de las ciudades

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