La
ciudad de los shoppings
Buenos
Aires, entre la calle Corrientes y el Unicenter.

Cada tanto
renace en Buenos Aires la discusión sobre el comercio
de grandes superficies hegemonizado por grandes cadenas, y
su impacto sobre el pequeño y mediano comercio barrial.
O en términos urbanos, la competencia entre los
nuevos objetos urbanos, cerrados y vinculados a las grandes
autopistas, y los centros comerciales tradicionales a cielo
abierto. Hace poco se reabrió, por ejemplo, el
debate sobre la restricción de horarios y apertura
de hipermercados y comercio de grandes superficies. La metrópolis
tiene una legislación muy permisiva en ese aspecto,
muy inspirada en la tradición norteamericana y diversa
de las políticas severas que caracterizan a Europa.
En octubre,
un editorial
del diario La Nación
sobre "La ciudad y los hipermercados" alertaba contra
las restricciones propuestas, "que entrarían
en inexorable colisión con expresas garantías
constitucionales. Resultaría poco razonable imponerle
trabas o limitaciones a la actividad de los hipermercados
enarbolando anacrónicos criterios proteccionistas.
En nombre de la estabilidad social, no se debe coartar la
posibilidad de que el público pueda elegir, tal como
también es su derecho, dónde y cómo efectuar
sus compras". Pero simultáneamente, una
nota del diario mexicano La Jornada
informaba que "las tiendas Wal-Mart han sido exitosas
en todo Estados Unidos por sus bajos precios al consumidor,
pero también han enfrentado la resistencia de varias
comunidades debido a que su presencia lleva a la bancarrota
a los negocios pequeños y medianos y deprime el nivel
de los salarios de los trabajadores en las zonas donde opera.
Por ejemplo, la ciudad de Oakland, California, votó
este miércoles prohibir que Wal-Mart establezca una
tienda ahí".
Defensa
de las grandes superficies, por un lado, como ejercicio de
la libertad de comercio y respeto por las preferencias del
consumidor. Pero por el otro lado, la novedad de que en la
propia tierra de nacimiento de las grandes superficies, se
encuentran movimientos de oposición a su desarrollo.
Este comercio
de grandes superficies en Buenos Aires, en forma de supermercados,
hipermercados, shopping malls y, más recientemente,
grandes centros de entretenimiento, y la conjunción
de todos estos usos en megacomplejos, está generalmente
vinculado a las grandes infraestructuras viales metropolitanas,
salvo en aquellos casos localizados exactamente en el centro
de la conurbación (como las Galerías Pacífico,
el Patio Bullrich y el Abasto, que en todos los casos son
renovaciones de equipamientos comerciales existentes, aunque
por supuesto de muy distinto carácter). Constituyen
en muchos casos alternativas de centralidad urbana, en detrimento
de los centros tradicionales de la ciudad, afectados por la
perdida de sus valores ambientales, la inseguridad, la obsolescencia
de sus servicios, sus problemas de gestión, y la mayor
oferta de las grandes superficies en cuanto a horarios, estacionamiento,
climatización, etc.
Un ejemplo
paradigmático, que mencionaremos en varias oportunidades
durante esta nota, es Unicenter
- Jumbo en Martínez, San Isidro, en el rico corredor
metropolitano norte. Fue construido en 1987, y reformado y
ampliado en 1998, con una superficie de más de 200.000
m2. Contiene un gigantesco hipermercado, locales comerciales,
tiendas, locales gastronómicos, cines, entretenimientos,
programas de actividades, etc. Es el principal atractor de
tránsito del municipio de San Isidro, centro de reunión
de niños y adolescentes, y ha reemplazado a la bonita
Plaza de San Isidro como principal escenario de fotos de bodas
en la zona. Tiene más metros lineales de frente comercial
que la calle Florida, y más cines que los que aun quedan
en la calle Lavalle. Hay tours de compras organizados desde
ciudades del interior del país, cuyo destino principal
es la visita al Unicenter, e inclusive está incluido
en algunos tours para turistas internacionales.

Concentración
¿Cuál
es el impacto de estos centros comerciales de grandes superficies
sobre el resto del comercio? El economista Alberto Sabaté
(en un escrito
para el postgrado de desarrollo local del Instituto del Conurbano
de
la Universidad Nacional de General Sarmiento) aporta los siguientes
datos:
- Al
año 2001 se realizaban en los super e hipermercados
el 70 % de las operaciones de compra - venta de alimentos
y bebidas minoristas.
- Es
en último quinquenio de los años ´90 que se
intensifica la aparición de las cadenas de supermercados,
trayendo transformaciones sustanciales en este sector de
la economía.
- La
reducción de personas ocupadas en el sector entre
1985 y 1994, en la Ciudad de Buenos Aires fue de un 50%
y en el conurbano de un 30%.
- En
el país existen 80 firmas, entre las que se distinguen
por su monto de operación 13 cadenas grandes con
ventas superiores a $240 millones por año con casi
el 60% de las bocas de expendio y 67 cadenas medianas, con
un total en conjunto de 956 bocas de expendio. Ocupaban
en el 2001 90 mil trabajadores de los cuales el 80 % pertenecían
a las cadenas grandes. Cuentan con una muy alta participación
de capital extranjero.
- Se
sostiene que la RMBA, entre 1990 y 1998, recibió
una inversión de 2.500 millones de dólares,
dirigida a la instalación de hipermercados con una
participación exterior no inferior al 75 % .
- De
178 bocas de expendio situadas en la Ciudad de Buenos Aires,
un centenar pertenecen a cadenas grandes; de 205 bocas de
expendio localizadas en el Conurbano, 138 pertenecen a éstas
cadenas. Respecto del personal ocupado, el 83% pertenecen
a las cadenas grandes.
A este
panorama de concentración empresarial, habría
que agregar a la vez los recientes procesos de concentración
dentro del grupo de las grandes cadenas. El grupo Carrefour,
por ejemplo, controla ahora los hipermercados Carrefour, los
supermercados Norte y las tiendas de descuento Día%.
Según
una nota del diario La
Nación
del pasado 23 de febrero, luego de la drástica caída
de ventas tras la crisis del 2001, los empresarios del rubro
sostienen que su negocio mejoró en forma notable desde
mediados de 2003, aunque todavía se está muy
lejos de los niveles previos a la crisis, y en especial de
los de 1998 (el mejor año para el sector). "En casi
todos los sectores se está viendo una reactivación
de las ventas con crecimientos de hasta el 60 por ciento en
pesos en algunos rubros, como bazar o juguetes", dice
el presidente de una importante cadena del interior del país.
La misma nota sostiene tras dos años sin inversiones
significativas, las grandes cadenas y tiendas de descuento
proyectan abrir este año unas 60 sucursales. "El
segmento del mercado que se perfila como más prometedor
en novedades es el de las tiendas de descuento" dice
más adelante: Leader Price inauguró su local
número 17 en el barrio de Almagro y quiere llegar a
fin de año con 20 sucursales, Eki planea crecer mediante
el sistema de franquicias, con veinte aperturas en 2004.

La
lógica (anti)urbana del shopping
Pero el
debate sobre las formas de comercialización y sus resultantes
territoriales en el área metropolitana de Buenos Aires
requiere mayores precisiones que las que habitualmente
se realizan al analizar el tema.
La aparición
de los supermercados y las grandes cadenas minoristas es anterior
en al menos dos décadas a las de los shoppings, y no
siempre implican una alteración de la lógica
urbana tradicional sino una modificación de los hábitos
de consumo, que en todo caso tiene un efecto sobre la ciudad
en cuanto afecta a locales pequeños, de economía
familiar, asentados en sus alrededores. De todos modos, el
proceso de cambio en estas modalidades de consumo, del almacén
al supermercado, parece estar ya resuelto. La incorporación
de la mujer al mundo del trabajo (que terminó con la
costumbre de la salida diaria para las compras del hogar),
la difusión de la tarjeta de crédito como alternativa
a la mítica "libreta" donde el almacenero
anotaba los gastos diarios de sus clientas hasta que el marido
cobrara su sueldo, o la necesidad de concentrar compras en
un solo lugar por motivos de tiempo, explican esta tendencia
casi tanto como las ventajas de precios y horarios de los
grandes supermercados. Los antiguos almacenes barriales ya
casi no existen, salvo aquellos que se reciclaron en
pequeños supermercados o se convirtieron en pequeñas
despensas que compiten, por su proximidad al vecino, para
la realización de compras de oportunidad. La modalidad
conocida como hipermercado plantea una diferencia de tamaño
y escala, pero no de fondo, con respecto a esta incidencia
urbana de la modalidad supermercadista.
Los shopping
malls o, como se les llama en Argentina, shopping centers
o simplemente shoppings, plantearon en cambio una alteración
estructural de la lógica de construcción y consumo
de la ciudad, y junto con los barrios cerrados son quizás
la marca más clara de la nueva forma de urbanización
que apareció en los 80 y se consolidó ideológica
y físicamente en los ´90. Hablamos por supuesto de
la urbanización fragmentada, de enclaves monofuncionales
unidos por autopistas, en la que el patchwork de ghettos
ricos y ghettos pobres reemplaza al tejido urbano tradicional.
La lógica urbana o, en la mayoría de los casos,
anti-urbana de los shoppings, es distinta en términos
cualitativos a la de la ciudad tradicional, y no actúa
contra ella solo por competir contra los centros tradicionales,
sino por plantear modos de consumo de bienes, servicios, e
inclusive recreación y el ocio, conceptualmente opuestos
a los de aquellos. La conjugación de comercio diario
de supermercados y comercio ocasional de los malls,
áreas lúdicas de recreación, ocio y gastronomía,
exacerba esta lógica en términos cuantitativos,
pero no la altera.
El comercio
tradicional sigue una lógica de jerarquías
y centralidades crecientes desde el pequeño local
vecinal hasta las grandes calles comerciales y tiendas elegantes
del centro de la ciudad, pasando por los centros barriales
vinculados a las áreas de transferencia de transporte.
Los grandes shoppings, en cambio, no pertenecen a sus barrios
sino a la metrópolis entera, o en todo caso a sectores
que abarcan millones de consumidores potenciales en el centro
de un polígono de isocronas de viajes en automóvil
(ver la imagen
de la presentación de este número).
El consumidor tipo no acude a la salida de su trabajo ni en
un desvío de sus viajes cotidianos: lo hace como un
programa específico, generalmente en familia o con
amigos, y como parte de un tiempo de "ocio" que
tiende a confundir la realización de sus compras cotidianas
u ocasionales con la recreación, el "descanso"
y el consumo cultural.
La recuperación
(más que la mera "defensa") de los centros
comerciales tradicionales a cielo abierto debe realizarse
entonces desde una posición que comprenda la lógica
de urbanización implícita en los shoppings,
y planteé alternativas no solo desde el prohibicionismo
o el reglamentarismo, difíciles de sostener como únicos
instrumentos en una sociedad que acepte la economía
de mercado (todo lo regulada que se quiera) como parte de
su desarrollo.

Esos cambios
El comercio
de grandes superficies ha afectado la vida en la metrópolis
de múltiples formas. Dentro de lo específico
urbano, los shoppings han introducido algunas cuestiones de
difícil aceptación para un pensamiento crítico
y democrático. Son, como hemos visto, espacios de fragmentación
urbana, y también social. Representan la privatización
del espacio público, y generan y estimulan la banalización
estética. Todo esto es cierto, pero también
lo es que muchos centros comerciales tradicionales participan
de los mismos caracteres, o tienen sus propios "vicios",
como veremos.
Los centros
tradicionales a cielo abierto están insertos en tramas
urbanas basadas en el ferrocarril, el subterráneo,
el transporte público y la cercanía peatonal,
cuando no en la complementación con otros servicios
administrativos, de salud, educativos, etc. Los centros de
grandes superficies, en cambio, están basados en su
mayoría en la lógica del automóvil privado
y la autopista.
Al estudiar
su impacto sobre la ciudad debería considerarse entonces
su incidencia en la producción de viajes. El
consumidor no visita estos centros como parte de sus viajes
cotidianos de trabajo, trámites, educación,
etc., sino de manera específica, y por la cantidad
de compras que realiza y la distancia a su hogar, tiende a
hacerlo en automóvil. Y en cuanto al aprovisionamiento
de estos nuevos objetos metropolitanos, toda su logística
está basada en las ideas toyotistas del just in
time, con una separación estricta entre espacios
de ventas y espacios de depósito de mercadería
(que tienden a minimizarse y remplazarse por la movilidad).
Otra consecuencia
de estas modalidades de comercio es el sobredimensionamiento
del packaging para todo tipo de productos. Mientras
que el antiguo carnicero o verdulero envolvía sus productos
en papel de diario que le vendían sus propias clientas
(algo que hoy nos parecería antihigiénico, aunque
nuestra memoria de los sabores de aquellas comidas no incluya
el de la tinta reciclada...), los supermercados introdujeron
los envases de plástico o poliestireno expandido, la
proliferación de bolsas de polietileno, etc., aun para
envolver un modesto corte de osobuco o un ramito de perejil.
De esta manera, contribuyen a aumentar innecesariamente la
producción de residuos domiciliarios y, lo que
es más grave, a generar una cultura del consumidor
proclive a aceptar este sobredimensionamiento innecesario
de envoltorios y paquetes.
En lo
económico, el impacto ha alcanzado al comercio tradicional
de los centros urbanos, pero también a los modos de
empleo y de producción. En las grandes concentraciones
comerciales de las que el Unicenter es ejemplo, los propietarios
del desarrollo tienen dos tipos de renta:
- La
renta comercial de los supermercados que administran.
- La
renta urbana inmobiliaria, derivada del alquiler de los
locales y la administración general del emprendimiento.
En el
segundo caso, la tendencia general es a la localización
de grandes franquicias y marcas de ropa, gastronomía
u otras. De esta forma se estimulan la tendencias de concentración
económica y los nuevos emprendimientos comerciales
quedan limitados a los centros comerciales a cielo abierto
(una razón más para alentar su revitalización:
promover la aparición de nuevos actores del comercio).
Las prácticas
monopsónicas (desviación del mercado producido
por la hegemonía de un comprador, y no de un
vendedor como en el caso del monopolio) afectan a las empresas
productoras. Hasta un gigante como la alimentaria Molinos
se vio afectada por esta tendencia, reduciendo dramáticamente
sus niveles de rentabilidad al punto de que su propietaria
histórica, la multinacional de base argentina Bunge
y Born, decidió venderla. Los pequeños productores
deben aceptar condiciones de pago y, en general, de comercialización
ampliamente desventajosas, que en algunos casos los llevan
a la quiebra. Las grandes cadenas compiten incluso con los
productores tradicionales empleando marcas propias
en gran cantidad de los rubros que comercializan (marcas que,
al uso de la época, son elaboradas por productores
"fantasmas" o que, en determinados casos, deben
dedicarse a producir estos bienes para lograr ingresar en
las góndolas de los supermercados con sus marcas reales):
Kontiki (Jumbo), Bell´s (Disco), First Line (Carreforr), etc.
Y por supuesto, las condiciones de empleo son absolutamente
opuestas a la sindicalización (ver al final
de esta nota los comentarios de Jeremy
Rifkin y Naomi Klein
sobre esta cuestión). Con la eliminación del
pequeño y mediano comercio barrial, los hijos de los
antiguos almaceneros corren el riesgo de transformarse en
empleados a bajo sueldo de los supermercados.
Según
algunos especialistas, la respuesta posible del pequeño
comercio local es responder a la diversificación y
mejores precios de las grandes superficies con especialización
y concentración en pocos ítems competitivos,
donde la eventual desventaja de precios se supla con un mayor
conocimiento y mejor atención en los rubros específicos,
y en muchas ocasiones mayor diversidad y calidad en un sector
específico de productos. Pero por otro lado, allí
donde subsiste, el pequeño y mediano comercio local
tiene otras ventajas: la baja del precio de los alquileres
y rentas de locales, o directamente la explotación
por sus mismos propietarios, que renuncian así a
la renta inmobiliaria. Ambas razones explican la elevada
tasa de ocupación que alcanzaron los locales a cielo
abierto tras la crisis de diciembre de 2001.
Otras
ventajas son menos confesables: la evasión impositiva
y el trabajo en negro (o en algunos casos, familiar)
como estrategia de supervivencia, son más fáciles
de ocultar en locales "perdidos" en los barrios
o aislados en centros comerciales abiertos, que en shoppings
e hipermercados expuestos a inspecciones y fáciles
de controlar por su propia concentración física
y administrativa. Esto no significa que en reiteradas ocasiones
las grandes cadenas hayan sido sospechadas de alimentar sus
"increíbles" ofertas con contrabandos
encubiertos, con la informalidad de sus proveedores, o
directamente con la extorsión a los productores que
desean ingresar a las "góndolas" de las grandes
superficies comerciales.

"Vos
rodaste por tu culpa"
Las frecuentes
alusiones a las ventajas que estas formas de comercialización
representan para el consumidor encubren la perversión
implícita en un modelo económico que solo atiende
a esa faz de la reproducción humana, como si alguien
pudiera ser consumidor sin producir nada a cambio (como si
viviéramos en una economía de recolección...).
Pero si
bien es necesario precisar el verdadero impacto de los centros
de grandes superficies sobre los centros tradicionales, también
se debe ser cuidadoso y evitar el simplismo de ver solo relaciones
directas de causa y efecto entre el bienestar de unos y la
decadencia de otros. Es necesario distinguir que el éxito
de los centros comerciales cerrados, además de sus
ventajas de horarios y su sensación de seguridad, residen
en las ventajas de administración y logística
propias del modelo de administrador único y desarrollos
rentistas subordinados.
El administrador
de un shopping impone contractualmente determinadas obligaciones
en materias de horarios, publicidad, estética, procedimientos
para carga y descarga de mercadería y realización
de reformas, etc. que no existen en los centros tradicionales.
En estos impera el descontrol e individualismo publicitario,
con negocios que compiten por tener el cartel más grande
y que realizan sus reformas a cualquier hora y cualquier día.
Pero no se trata solamente del individualismo de los comerciantes,
sino de la abulia y la pérdida de protagonismo de
las administraciones comunales, que con demasiada frecuencia
tienden a olvidar su rol regulador y sus responsabilidades
en la dinámica de estos sectores de ciudad.
El enorme
cartel de McDonald´s que tapa la visión de las fachadas
de la calle Florida desde su cruce con Santa Fe, por ejemplo,
sería absolutamente impensable en el Unicenter, donde
ningún anuncio publicitario vuela por sobre la escenográfica
perspectiva de sus malls. Una nota de Clarín
del pasado 17 de febrero alerta sobre "la odisea de
caminar por las principales zonas comerciales"
y sostiene (con datos de la Defensoría del Pueblo
de la Ciudad) que "puede haber hasta 85 tipos de obstáculos
en las veredas porteñas": estructuras que
van desde quioscos hasta puestos de venta ambulante, carteles,
motos estacionadas, cabinas de teléfono, baldosas rotas...
En lo
estrictamente comercial, shoppings e hipermercados tienen
una abundante producción de conocimiento sobre la
conducta y expectativas del consumidor. Tiempos de permanencia,
ritmos de recorrido, actitudes personales, conductas por edad
y género, patrones de atención visual, y cuanto
pueda influir en las decisiones de compra, están estudiados
por especialistas e influyen sobre las sucesivas renovaciones
y cambios en la disposición de locales, estanterías
y productos.
Algunas
estrategias que genera este saber parecen obvias y hasta burdas,
como el enorme patio de comidas del Unicenter ubicado en el
paso obligado para entrar y salir de los cines del Hoyt´s.
Otras, son mucho más sutiles: se ha estudiado, por
ejemplo, que el consumidor que entra al shopping trae el ritmo
apresurado de la calle y no tiene la concentración
y tranquilidad necesaria para tomar decisiones de compra.
Por eso los locales en las entradas suelen estar ocupados
por bancos, agencias de viajes, oficinas de pago, farmacias,
y en general locales de servicios. Las tiendas de ropa, en
cambio, se ubican en el interior de los malls, allí
donde el consumidor ya ha adquirido el ritmo tranquilo que
más se adecua a la decisión de compra. En los
supermercados, se sabe que el hombre es más impaciente
y no soporta mucho más de una hora de permanencia (conducta
de "cazador", que va directamente a las góndolas
y busca lo que necesitaba), mientras que las mujeres tienen
más tendencia a examinar la mercadería y tomarse
su tiempo para decidir. Todo este conocimiento está
sistematizado científicamente e influye en la
arquitectura, el equipamiento y la ambientación de
las grandes superficies. En los centros barriales, en cambio,
se sigue dependiendo de la intuición individual de
los dueños de tiendas, y no hay estrategias colectivas
para el conjunto.

La
mala pisada
Los comercios
de grandes superficies tienden a asentarse en áreas
sin tejidos urbanos consolidados, y muchas veces con malas
"pisadas" del terreno que ocupan: esto ocasiona
la falta de integración y la ruptura del tejido
urbano. Un rasgo típico es el exceso de superficie
de estacionamiento y la falta de tratamiento de los espacios
exteriores. El efecto sobre el tejido urbano es perverso.
Hipermercados y shoppings suelen ocasionar cortes tremendos
a sus entornos, en particular por la gran ocupación
de espacio para estacionamiento, la discontinuidad peatonal,
la indiferencia hacia la generación de espacio público,
la banalidad de sus interiores y la fealdad de sus exteriores
(ver en los mensajes
de
este número la carta de Pablo Morejón sobre
el Carrefour de San Martín). Otra tendencia perversa
es la circulación laberíntica y de difícil
salida, mal vinculada con el tejido exterior, para mantener
al paseante en el lugar (el Maremagnum de Barcelona, pese
a su banalidad, tiene al menos la ventaja para la ciudad de
que se le exigió una trama circulatoria muy abierta
y con fáciles conexiones a su entorno).
Pero generalmente,
los municipios del Gran Buenos Aires quieren recibir
estos comercios de grandes superficies. Más allá
de las suposiciones que puedan hacerse sobre corruptelas y
coimas para explicar esta postura, estos emprendimientos
son vistos como fuentes de recaudación impositiva,
y en algunos casos de compensaciones por recalificaciones
urbanísticas; dispensarios, equipamiento hospitalario,
apertura de alguna calle, etc. En Avellaneda, la compensación
por una recalificación que permitió instalar
el shopping Alto Avellaneda fue la construcción del
nuevo palacio municipal.
Pero esta
disposición favorable de las comunas no está
acompañada de estudios serios sobre las otras consecuencias
urbanas de las grandes superficies. Y cuando se establecen
reglamentaciones restrictivas, siempre son sospechadas de
favorecer a las cadenas que ya están instaladas.
La fragmentación
administrativa ocasiona problemas de otro tipo: los impactos
incontrolados sobre municipios vecinos. El Unicenter, por
ejemplo, está ubicado en el mismo límite entre
San Isidro y Vicente López. Su implantación
afecta al tránsito sobre las calles de Vicente López,
la valorización de sus propiedades (que pierde capacidad
de renta residencial sin transformarla en comercial, porque
la circulación cerrada del shopping y su corte del
tejido urbano dificultan el derrame de dichos valores comerciales),
y por supuesto el comercio vecino. Pero a cambo de estos males,
Vicente López no recibe ningún beneficio
económico ni compensación por parte del
Unicenter.
En el
Unicenter, los pocos espacios exteriores que han quedado parquizados
han sido descubiertos por algunos vecinos como sucedáneos
de un cierto espacio público. Los usan los gimnastas
para sus ejercicios, los adolescentes para sus picnics o romances,
los vecinos que pasean sus perros, etc. De exigirse al shopping
que liberara espacio exterior disponiendo más estacionamiento
en varios niveles, se podría obtener superficie apta
para su parquización y transformación en espacio
público abierto. Esto no solo afectaría al shopping
por el mayor costo de los estacionamientos, sino que iría
contra su propia lógica: la gente "no debe"
disfrutar de un parque exterior, sino meterse en su interior
para realizar su consumo. Por lo tanto, ese es el tipo de
negociaciones que la autoridad local solo puede realizar en
ciertos momentos, cuando se negocia la instalación
del shopping o alguna ampliación importante (ver por
ejemplo, en el número
16,
la operación del Carrefour en Santo André, parte
del proyecto del Eixo Tamanduatehy).

Otra forma
perversa que tienen las grandes cadenas de influir en el desarrollo
urbano es la compra de tierras para su posterior retención,
con el fin de que no las compre la competencia: algo así
parece haber ocurrido con los terrenos de la ex Obras Sanitarias
de la Nación en Beccar, San Isidro, que CENCOSUD (la
empresa propietaria del Unicenter) compró en 1996 al
Estado nacional, y en cuyo terreno no ha sido realizado ningún
tipo de obra hasta el momento. El vacío urbano permanece,
pero la cadena evitó que se estableciera una competencia
importante en las cercanías de su shopping...(y esto,
más allá de si esa fue la intención originaria
al comprar el terreno).
Urbanizar
y reurbanizar
Los shoppings
participan de los nuevos mitos urbanos: seguridad, status,
aislamiento, espectáculo. Generan atractivos como el
clima siempre templado, la limpieza, la armonía visual.
Y hasta se constituyen en atracción turística.
Para los más jóvenes, son la forma natural
de ocio, paseo y recreación en la ciudad. Hasta
podría estudiarse si es que se ha generado ya una suerte
de flanneur del shopping, un paseante sin objetivo preciso
que elige la tranquilidad y el anonimato del mall como
el ámbito donde perderse entre la multitud. De modo
inverso a como se formaban históricamente las calles
y plazas comerciales, siguiendo las vías de circulación
y sus cruces, hoy es el shopping el que induce los flujos
de tránsito y el que genera nuevos destinos de
la movilidad metropolitana.
La relación
entre comercio y tejido urbano ha sido siempre una cuestión
conflictiva y dinámica en la historia de las ciudades.
Se ha interpretado en tal sentido el episodio evangélico
de la expulsión de los mercaderes del Templo. Richard
Sennet, en Carne y Piedra, recuerda la advertencia
de Aristóteles (quien no era contrario a la diversidad
urbana: sostenía que "una ciudad esta compuesta
por diferentes clases de hombres, personas similares no pueden
crear una ciudad") acerca de que la plaza del mercado
debía estar separada de la plaza pública.
En tal
sentido esta competencia entre distintos modelos de implantación
territorial no es novedosa ni debe ser considerada en forma
aislada a otras cuestiones de organización de la ciudad
y el territorio. No tiene sentido plantear soluciones aisladas
para los centros tradicionales (mucho menos, los ingenuos
programas de instalación de farolitos y asientos que
propugnan algunos comerciantes de barrio desorientados), ni
combatir los shoppings como objetos aislados, sin plantear
alternativas integrales de desarrollo urbano, superadores
del modelo de dispersión y fragmentación que
es parte de la lógica que crea estos objetos, y no
su resultado.
El arquitecto
italiano Giovani
Vaccarini ha
realizado una serie de propuestas de arquitecturización
del espacio comercial. Su Parque
Comercial Auchan,
por ejemplo, propone un completo sistema ambiental y ecológico,
"una isla verde y no de cemento, lugar de encuentro
y de recreación".


Uno de
los aspectos más interesantes de esta propuesta es
su intención de urbanizar un objeto que por diversos
motivos suele devenir como antiurbano. Si los shoppings serán
con cada vez mayor frecuencia espacios de centralidad en la
ciudad metropolitana, es sensato reclamar no solo el control
sino la acción proactiva de los municipios y de la
sociedad en la definición de sus caracteres sociales
y territoriales. Urbanizar el shopping, entonces, y
reurbanizar los centros tradicionales.
El reciente
anuncio de la reactivación de los planes para el ensanchamiento
de la calle Corrientes (frenado durante la administración
De la Rúa por influencia de su amigo y lugarteniente
Nicolás Gallo) parece ser una buena señal en
tal sentido: una administración local que interviene
activamente en la configuración física de un
centro comercial. Que además, en este caso, tiene un
valor simbólico y cultural de primera magnitud para
la ciudad, por ser la calle porteña por excelencia,
la de los cines y las pizzerías, los cafés y
las librerías abiertas toda la noche, la mítica
calle "que nunca duerme", la del "hombre que
está solo y espera" de Raúl Scalabrini
Ortiz. La Buenos Aires del siglo XXI necesita recuperar este
y otros centros, pero también necesita integrar al
shopping a una cultura urbana realmente civilizada, para que
sea el espacio público que, a veces, "parece"ser.
MC
Dos
entidades que agrupan a pequeños y medianos comerciantes
tienen trabajos realizados sobre la recuperación de
los centros comerciales a cielo abierto. CADAM
(Cámara Argentina de Distribuidores y Autoservicios
Mayoristas), cuyo lema es "sin comercio no hay ciudad",
ofrece en su página Web la descarga de la versión
en PDF de las "Recomendaciones para la ordenación
de las actividades comerciales en el planeamiento municipal",
un documento del Ministerio de Economía y Hacienda
de España. CAME
(Confederación Argentina de la Mediana Empresa, de
la que no siempre se recuerda su rol como promotora de los
cacerolazos del 2001) tiene en funcionamiento una Comisión
de Centros Comerciales a Cielo Abierto, de la que en su página
Web ofrece una presentación y las conclusiones
de un foro realizado sobre el tema.
El
cineasta alemán Harun Farocky realizó en el
año 2001 el documental "Los creadores de centros
comerciales". Crítico y didáctico a
la vez, muestra a especialistas de marketing, arquitectos,
estadísticos, etc., al discutir y llevar a la práctica
sus ideas para atraer público a los centros comerciales
e incitarlo a realizar el mayor consumo posible. La versión
en video no es facil de obtener, salvo en algunos centros
académicos e institutos especializados (como en la
Argentina el Instituto
Goethe).
Opiniones
sobre el tema:
Para quienes
deseen tener un panorama más amplio sobre esta cuestión,
reproducimos fragmentos de sendos libros de Jeremy Rifkin
y Naomí Klein. También reproducimos el editorial
de La Nación, la nota de La Jornada y el fragmento
de Alberto Sabaté (UNGS) citados arriba.
Fragmentos
de La Era del Acceso – La revolución de la nueva
economía, de Jeremy Rifkin, Paidós Estado
y Sociedad, Buenos Aires, 2000:
- ...
En menos de 30 años, la plaza pública –el
lugar de encuentro de la cultura- no ha hecho otra cosa
que desaparecer, devorada por una concepción radical
y poderosa de las relaciones públicas. Si durante
siglos la actividad mercantil fue secundaria con respecto
a la actividad cultural –en realidad, una derivación
suya-, hoy la relación se ha invertido. En nuestros
días, las actividades culturales que antes tenían
lugar en la plaza pública se han recluido en centros
comerciales cerrados, convirtiéndose en una mercancía
a la venta. El centro comercial ha creado una nueva arquitectura
para la asamblea pública, inscrita en el mundo del
comercio, en el que la cultura existe en forma de experiencia
mercantilizada. En este sentido, el centro comercial tiene
mucho en común con la moderna industria del turismo.
De hecho, el Consejo Internacional de Centros Comerciales
publica una guía turística sobre los centros
comerciales estadounidenses.
- A mediados
de los años 80, , los adolescentes estadounidenses
pasaban más tiempo en los centros comerciales que
en cualquier otro lugar, a excepción de su casa y
el colegio. En estos nuevos espacios, la gente desarrolla
buena parte de su vida social y se relaciona entre sí,
a veces de paso y otras conversando tranquilamente.
- Los
centros comerciales son complicados mecanismos de comunicación,
pensados para reproducir partes de una cultura en formas
comerciales simuladas. Aplican las tecnologías electrónicas
más avanzadas para crear un entorno cultural artificial.
Motivos arquitectónicos cuidadosamente armonizados,
temperatura controlada automáticamente, iluminación
de elegante diseño, y sistemas de vigilancia automática:
todo para "comunicar" un espacio cultural singular,
diferente de los que compartimos más allá
de sus puertas.
- La
diferencia más importante con los espacios culturales
es, por supuesto, que los centros comerciales son una propiedad
privada con sus propias reglas de acceso. Aunque sus paseos,
bancos y árboles les den una apariencia de espacio
público, no lo son. La actividad cultural que se
desarrolla en ellos no es nunca un fin en si mismo, es instrumental
con respecto a su principal objetivo: la mercantilización
de experiencias de vida a través de la compra de
bienes y entretenimiento.
- Hoy
en día, los centros comerciales son espacios teatrales,
montajes escénicos donde se representa el consumo.
Sus constructores se inspiran a menudo en Hollywood. Para
empezar, los espacios se diseñan para animar al visitante
a superar su incredulidad al entrar, como haría en
un cine. Los centros comerciales son intemporales: hay pocos
relojes, si es que hay alguno. (...)Entre bambalinas, directores
y productores de estas elaboradas producciones culturales
han dispuesto un sofisticado plan para asegurarse de que
la experiencia teatral produce ventas.
- El
estadounidense medio visita un centro comercial cada 10
días y pasa allí más de una hora y
cuarto. La razón que más a menudo se aduce
para esta peregrinación semanal es el entretenimiento.
Para una generación que ha crecido con la televisión,
nada más cercano que esa corriente de imágenes,
de fachadas cambiantes, anuncios que no se acaban nunca,
y escenarios teatrales.
- En
los primeros centros comerciales, la producción cultural
y el entretenimiento eran un pretexto para vender cosas.
En los nuevos, el entretenimiento y la experiencia de vida
están convirtiéndose rápidamente en
la primera actividad comercial, mientras que la compra de
cosas, para algunos al menos, ya no es más que una
actividad secundaria.
- Uno
de los temas que más se están discutiendo
ahora, tanto en política como en los tribunales,
es el de quien tiene derecho a acceder a un centro comercial
y en que condiciones. En Estados Unidos, la cuestión
se centra en los derechos reconocidos por la Primera Enmienda.
En el ámbito público, todo ciudadano tiene
derecho a reunirse, celebrar asambleas, hablar y efectuar
sus demandas. Pero ¿se pueden invocar estas enmiendas en
los megacentros comerciales privados, los nuevos lugares
de reunión? Sus propietarios alegan que el alcance
de la Primera Enmienda no va más allá de la
puerta principal de sus locales. "No me importa
que la gente esté intentando salvar a las ballenas",
declara el director de un centro de Florida, "pero
no quiero que interrumpan a mis compradores para pedirles
una firma".
Fragmentos de No Logo – El poder de las marcas, Naomi
Klein, Paidós Contextos, Buenos Aires, 2001:
- La
receta que ha convertido a Wal-Mart en el principal mayorista
del mundo (...) es muy clara. Primero hay que construir
tiendas dos o tres veces mayores que las del competidor
más parecido. Luego, atiborrar las estanterías
con productos comprados en tal volumen que los proveedores
se vean obligados a vender a precios sustancialmente inferiores
a los normales. Luego se reducen los precios de las tiendas,
para que ningún otro minorista pueda competir con
la política de "precios bajos todos los días"
que se practica. (...) Como su tarjeta de presentación
son los descuentos, Wal-Mart debe mantener bajos sus costos
fijos, y es pos eso que las parcelas que compra para erigir
sus tiendas están en las afueras de las poblaciones,
donde el precio es barato y los impuestos inferiores.
- Otro
elemento clave para reducir los costos es que Wal-Mart solo
abre tiendas cerca de sus centros de distribución.
Por esta razón se extiende como el aceite, que es
lento y espeso. La empresa no se traslada a una nueva región
sin haber cubierto de tiendas la anterior, que pueden llegar
a cuarenta en un radio de cien millas. De ese modo la compañía
ahorra dinero en transporte y en envíos y logra una
presencia tan compacta en la zona que apenas le es necesario
publicitar la marca.
- Wal-Mart
no es la única que enfoca el comercio minorista como
una cuestión de volumen, sino simplemente el líder
de una especie de comerciantes al por menor que emplean
su poder para lograr un tratamiento comercial especial.
(...) Se los denomina category killers, porque penetran
con tanta fuerza en cada ramo que suprimen casi instantáneamente
a los competidores más pequeños.
- En
muchos sentidos, fue la escala inhumana de estas tiendas
y su consiguiente proliferación, las calles sin aceras,
los centros comerciales solo accesibles en automóvil,
las tiendas con el tamaño de pueblos enteros y con
diseño de desván para las herramientas, lo
que sentó las condiciones para otras variantes significativas
del comercio minorista de la década.
- En
1997, cuando los empleados del Wal-Mart de Windsor, Ontario,
se disponían a decidir si formaban un sindicato,
una serie de insinuaciones poco sutiles llevó a muchos
a pensar que si votaban que sí la tienda cerraría.
La Oficina de Relaciones Laborales de Ontario examinó
el caso y dictaminó que la conducta que habían
desplegado los gerentes y supervisores de Wal-Mart antes
de la votación constituía "una amenaza
sutil pero extremadamente efectiva" que "hizo
que el promedio de los empleados creyera que la tienda desaparecería
si se formaba el sindicato".
El
pasado 17 de octubre, el editorial del diario La
Nación
sobre "La ciudad y los hipermercados" sostenía
que:
"Desde
varios sectores se ha vuelto a insistir, durante los últimos
días, en la supuesta necesidad de establecer medidas
restrictivas para la instalación y el funcionamiento
de los hipermercados. Esas propuestas, formuladas por organismos
oficiales y entidades empresariales, responderían a
la intención de impulsar las actividades de los pequeños
comercios instalados en las áreas de influencia de
aquellos grandes centros de ventas. .No hay dudas acerca de
que la aparición de los hipermercados, más o
menos a mediados de los años sesenta del siglo último,
afectó honda y negativamente a los negocios minoristas
que no estaban ni están en condiciones de competir
con ellos. Muchísimos de esos comercios, cuya existencia
era tradicional en los barrios y se constituyó en una
de las bases de la gran clase media argentina, tuvieron que
bajar sus persianas y, por ende, se perdieron valiosas fuentes
de trabajo. .Pero, por otra parte, también es cierto
que las restricciones sugeridas -para nada novedosas, pues
registran antecedentes en nuestro país- pueden ser
tildadas, con razón, de discriminatorias y atentan
contra los derechos de trabajar y comerciar, consagrados por
el artículo 14 de la Constitución nacional y
expresamente ratificados en el artículo 10 de la Constitución
de la Ciudad de Buenos Aires. .En concreto, la Secretaría
de Desarrollo Económico del gobierno porteño
estudia un proyecto de ley encaminado a prohibir durante un
período de entre cinco y quince años la instalación
de grandes superficies comerciales en el ámbito de
nuestra ciudad. La intención de fondo apuntaría
a que "la ciudad pudiese planificar una estructura comercial
equilibrada". Quedarían eximidos de la disposición
en ciernes y podrían "seguir adelante" quienes ya han
adquirido el terreno, han previsto la respectiva inversión
y tienen todo autorizado para instalar hipermercados. .Otra
variante de esa propuesta, sugerida en este caso en particular
por entidades gremiales vinculadas con las pequeñas
y medianas empresas, consistiría en que los hipermercados
cerrasen los domingos. .Los grandes centros de ventas, es
evidente, no levantaron vuelo por impulso del azar o la fortuna.
Son consecuencia de los inexorables cambios operados en la
economía del mundo y del país y, asimismo, de
la modificación de las preferencias de los consumidores,
atraídos por la conveniencia de sus ofertas. Dichos
establecimientos surten al público de un amplísimo
espectro de productos y servicios que, en la práctica,
satisfacen casi todos los requerimientos de bienestar de los
consumidores. .A los hipermercados se les ha atribuido, asimismo,
el ejercicio de prácticas abusivas desarrolladas sobre
la base de su gran poder de negociación, recurso que
les permitiría aplicar metodologías compulsivas
a sus relaciones comerciales. Pero para corregir esas supuestas
tendencias, bastaría con aplicar en tiempo y forma
la legislación vigente en materia de defensa de la
competencia, lealtad comercial y defensa del consumidor. O,
si fuese necesario, correspondería perfeccionar dichos
instrumentos legales, en lugar de incurrir en el error de
utilizar medidas restrictivas que entrarían en inexorable
colisión con expresas garantías constitucionales.
.Resultaría poco razonable imponerle trabas o limitaciones
a la actividad de los hipermercados enarbolando anacrónicos
criterios proteccionistas. En nombre de la estabilidad social,
no se debe coartar la posibilidad de que el público
pueda elegir, tal como también es su derecho, dónde
y cómo efectuar sus compras. .Esas consideraciones
no implican, por supuesto, que los pequeños y medianos
comerciantes deban ser abandonados a su suerte. Sería
altamente positivo que la sociedad se interesase por ayudarlos
a reconvertir sus actividades, aportándoles, por ejemplo,
programas adecuados a esa necesidad y facilidades crediticias.
.Sin perjuicio de que la realidad actual sea sometida a correcciones
-tal vez mediante acuerdos de partes o en el marco de la legislación
general sobre libertad de competencia-, es necesario descartar
la aplicación de restricciones o regulaciones que,
casi seguramente, desencadenarían efectos contraproducentes
y, además, atentarían, en definitiva, contra
los legítimos intereses de los consumidores".
Pocos
días después, el 24 de octubre, el diario mexicano
La
Jornada publicaba
esta noticia:
Washington
y Nueva York, 23 de octubre. El gobierno federal afirmó
hoy que ejecutivos de Wal-Mart, la cadena de tiendas más
grande del mundo y el empleador más grande del sector
privado de Estados Unidos, violó las leyes migratorias
del país al usar subcontratistas para emplear a trabajadores
indocumentados para la limpieza de algunas de sus tiendas.
Agentes federales realizaron redadas coordinadas en 60 tiendas
Wal-Mart en 22 estados, temprano este jueves; la operación
resultó en el arresto de más de 300 trabajadores
indocumentados, según la oficina de In-migración
y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), como ahora
se llama lo que antes era el Servicio de Inmigración
y Naturalización.
Los
agentes confiscaron documentos de las oficinas ejecutivas
en la matriz de la empresa en Bentonville, Arkansas. Susane
Haney, vocera de Wal-Mart, dijo que todos los trabajadores
arrestados eran empleados de empresas contratadas por su cadena
para la limpieza de sus tiendas durante la noche.
"Nuestro
entendimiento es que estos contratistas sólo usan trabajadores
legales", informó a La Jornada. "No tenemos ninguna
razón para creer que nadie de Wal-Mart será
acusado formalmente".
Pero
en comentarios a medios nacionales, varios funcionarios federales
informaron que el gobierno cuenta con pruebas de que ejecutivos
y gerentes de Wal-Mart sabían que esos trabajadores
eran indocumentados.
Investigación
de largo alcance
La
agencia Reuters reportó que los arrestos fueron el
resultado de una investigación de largo alcance, y
que los agentes federales habían grabado, en secreto,
conversaciones entre ejecutivos de Wal-Mart que discutían
el empleo de trabajadores indocumentados de bajos salarios
reclutados por sus contratistas.
Si
estas acusaciones son comprobadas, será un golpe contra
la gigantesca y controvertida cadena comercial. Las tiendas
Wal-Mart han sido exitosas en todo el país por sus
bajos precios al consumidor, pero también han enfrentado
la resistencia de varias comunidades debido a que su presencia
lleva a la bancarrota a los negocios pequeños y medianos
y deprime el nivel de los salarios de los trabajadores en
las zonas donde opera.
Por
ejemplo, la ciudad de Oakland, California, votó este
miércoles prohibir que Wal-Mart establezca una tienda
ahí.
El
Sindicato de Trabajadores de Alimentos y Comerciales (UFCW,
por sus siglas en inglés) ha apoyado a trabajadores
que han intentado sindicalizar las tiendas de Wal-Mart durante
años, y hoy indicó que estas detenciones descubren
otro mecanismo utilizado por la empresa para deprimir los
ingresos de sus empleados y detener esfuerzos para sindicalizar
a sus plantas de trabajo.
"Wal-Mart
paga salarios que son de dos o tres dólares por debajo
de lo que otros trabajadores sindicalizados reciben en el
mismo sector", informó Al Zack, director asistente
del sindicato nacional UFCW. "Hemos descubierto el uso de
estos subcontratos de trabajadores en tres de nuestras campañas
para sindicalizar a trabajadores de esta empresa".
Zack
explicó a La Jornada que en varias ocasiones en que
su sindicato ha intentado organizar a los trabajadores de
limpieza, Wal-Mart ha decidido contratar a otras empresas
para ese servicio, y evitar así la posibilidad de sindicalizar
a esa parte de su fuerza laboral. "Cuando llegan los nuevos
trabajadores, se les ordena no hablar con nadie", dijo.
- En
su escrito "Desarrollo local y economía urbana"
(notas para el posgrado de desarrollo local, ciclo del 2001,
del Instituto
del Conurbano
de la Universidad Nacional de General Sarmiento) el economista
Alberto Sabaté (responsable del area de sistemas
económicos urbanos de dicho postgrado) aporta los
siguientes datos:
En
el nivel regional, actualmente se realizan en los super e
hipermercados el 70 % de las operaciones de compra – venta
de alimentos y bebidas minoristas. En 1993, ya alcanzaban
el 50 % de ellas. En el AMBA se realizan el 56 % de las ventas
que se llevan a cabo en todos los supermercados del país
(Gutman, 1997).
Según
el último Censo Económico, sobre un total de
500 mil locales comerciales en el país de todo tipo,
alrededor del 47 % se localizaban en la RMBA y de estos, un
30 % en la Ciudad de Buenos Aires. En los de la región
se daba ocupación al 55 % del total nacional. Sin embargo,
es en último quinquenio que se intensifica la aparición
de las cadenas de supermercados, trayendo transformaciones
sustanciales en este sector de la economía (Vío,
2000). Se va a producir el cierre de miles de locales minoristas
(característicos de la actividad cuentapropista) con
la consiguiente pérdida de puestos de trabajo. La reducción
de personas ocupadas en el sector la podíamos observar
entre 1985 y 1994. En la Ciudad de Buenos Aires ya había
disminuido en un 50% y en el Conurbano en un 30%.
La
Encuesta de Supermercados (realizada por el INDEC en 1999),
registra que en el país existen 80 firmas, entre las
que se distinguen por su monto de operación 13 cadenas
grandes con ventas superiores a $ 240 millones por año
con casi el 60% de las bocas de expendio y 67 cadenas medianas,
con un total en conjunto de 956 bocas de expendio. Ocupaban
90 mil trabajadores de los cuales el 80 % pertenecen a las
cadenas grandes. Cuentan con una muy alta participación
de capital extranjero. Se sostiene que la RMBA, entre 1990
y 1998, recibió una inversión de u$s. 2500 millones,
dirigida a la instalación de hipermercados con una
participación exterior no inferior al 75 % (Ciccolella,
1999).
Según
estimaciones realizadas, de 178 bocas de expendio situadas
en la Ciudad de Buenos Aires, un centenar pertenecen a cadenas
grandes; de 205 bocas de expendio localizadas en el Conurbano,
138 pertenecen a éstas cadenas (Vío, 2000).
Respecto del personal ocupado, el 83% pertenecen a las cadenas
grandes.
|