Cómo
vivir juntos
Idilio y
espanto en las ciudades.
Por
Graciela Speranza
N.
de la R.: El texto de Graciela Speranza es editado de su presentación
inaugural del reciente Encuentro de Pensamiento Urbano Ciudad Abierta
05, realizado los días 5 y 6 de septiembre en el Teatro San
Martín de Buenos Aires, organizado por la Vicejefatura de
Gobierno de la ciudad. El encuentro contó, entre otros, con
la participación de Saskia Sassen, Michel Maffesoli, Juan
Villoro (ver su texto Espectros
de la ciudad de México en este número de
café
de las ciudades), Alan Pauls, Mario Bellatín,
Zaida Muxí, Maristella Svampa, Fernando Diez, Matilde Sánchez,
m7red
y Jordi Borja y Paul Virilio,
ambos en videoconferencias. El encuentro tuvo un desarrollo estimulante
y propicio al debate, del que el texto de
GS da una idea adecuada.

"No
hay realidad de la historia", escribe Paul Virilio, "sin
la historia de la ciudad. La ciudad es el lugar de los trayectos,
de la proximidad entre los hombres, de la organización del
contacto". Los trayectos y la posibilidad del contacto,
es evidente, hacen a la esencia misma de la vida en las ciudades.
Es cierto que la maquinaria urbana es cada vez más compleja
e indescifrable pero se imponen algunos interrogantes urgentes y
básicos. ¿Cómo revitalizar esa proximidad de la que
habla Virilio hoy en las ciudades? ¿Cómo transformar los
enfrentamientos, los choques, en posibilidades de contacto?
La pregunta
sencilla con la que Roland Barthes abrió uno de sus últimos
seminarios -¿Cómo vivir juntos?- bien podría
formularse como punto de partida de toda reflexión crítica
sobre la convivencia urbana. Para responderla, Barthes confió
en una cultura que no avanza en línea recta hacia un objetivo,
sino en un camino excéntrico construido con saberes fragmentarios
y ampliado con las "simulaciones" del arte. Mientras buena
parte de la política se encierra en un pragmatismo obstinado
y el pensamiento teórico sedimenta sus saberes, el arte es
quizás la producción donde se hacen las preguntas
más impertinentes, y surgen las configuraciones más
inusitadas: las formas artísticas anticipan direcciones
de la vida urbana todavía inaccesibles a otros lenguajes.
Basta mirar
hacia atrás. Pensamiento, arte y ciudad se vuelven indiscernibles
en el siglo XX y gran parte de la historia de las vanguardias se
escribe con reinvenciones de los recorridos urbanos: los pasajes
y las galerías cubiertas que iluminaron a Benjamin, las caminatas
abiertas al azar que inspiraron a los surrealistas, las derivas
con que Debord
y los situacionistas
intentaron recuperar la calle y la comunicación interrumpida
por la sociedad del espectáculo, prestando oídos
a la ciudad como quien escucha un lenguaje.
Basta pensar
también en los trayectos urbanos que dan forma estética
a nuestra mejor tradición literaria. En las ciudades ficticias,
el recorrido deja ver lo que a menudo se oculta, se disfraza
o se ignora en las ciudades reales: Arlt,
que va de los barrios al centro y en el trayecto descubre la maquinaria
perversa del poder, la hipocresía de la clase media, el infierno
de los humillados; Borges, que en la dirección contraria
se aleja del ruido del centro y borra con un Palermo mítico
la ciudad del inmigrante, pero en un sótano de la calle Garay
encuentra un aleph desde donde puede verse todo el universo, un
aleph porteño y falso; Cortázar que va al encuentro
de los "monstruos" en un bailongo del centro y en la misma
ciudad, en la Galería Güemes de la calle Florida, tiende
un puente fantástico entre París y Buenos Aires.
Pero las utopías
de las vanguardias se desvanecen en el nuevo siglo y el idilio más
o menos esperanzado con la ciudad va virando a puro espanto. La
ciudad de los artistas de hoy, los cineastas, los narradores, los
poetas, está hecha de desechos, restos, sobras, chapuza,
y no hay forma discernible que pueda recomponerla. Ni las visiones
más sombrías del futuro alcanzaron a prever los estallidos
salvajes que sacuden las metrópolis desde el 11 de septiembre,
o el mapa estremecedor que dibujan las cifras con que uno de los
más documentados profetas del apocalipsis urbano, el norteamericano
Mike Davis, resume el presente y el futuro próximo de la
vida metropolitana. Basta recuperar algunas de su escalofriante
lista, para matizar la canción celebratoria de las ciudades
y certificar la urgencia del pensamiento urbano.
En 1950, asegura
Davis, había 86 ciudades en el mundo con una población
superior al millón de habitantes; hoy en día hay 400
y, hacia 2015, habrá por lo menos 550.
Las ciudades
crecen a razón de un millón de bebés y migrantes
a la semana.
Muy pronto las
ciudades serán reemplazadas por megaciudades e hiperciudades
con más de 20 millones habitantes. En 1995, Tokio era la
única en haber atravesado ese umbral. En 2025, sólo
Asia podría tener 10 u 11 ciudades de ese tamaño.
Shanghai, podría contar con más de 27 millones y Bombay,
con más de 33, aunque nadie sabe a ciencia cierta todavía
si esos conglomerados humanos, monstruosas cabezas de Goliat, son
biológica y ecológicamente sustentables.

Los índices
de pobreza de las ciudades, mientras tanto, crecen a un ritmo aún
más alarmante. Los residentes de áreas urbanas hiperdegradadas,
como las llama eufemísticamente la sociología, constituyen
casi un 80% de la población urbana de los países menos
desarrollados y al menos un tercio de la población urbana
global.
A la variedad
racial, paisajística y lingüística del mundo
se ha agregado una lista bochornosa de palabras para designar
la pobreza urbana: las villas de Buenos Aires, las favelas
de Brasil, los conventillos de Quito, las colonias
populares de México DF., los kampungs de Yakarta,
los intramuros de Rabat, los baladis del Cairo, y
así.
Los estragos
económicos del capitalismo neoliberal, es evidente, no han
hecho más que acentuar la barrera entre el adentro y el afuera;
en las grandes metrópolis de todo el mundo y también
en Buenos Aires, las diferencias sociales han recrudecido los enfrentamientos
y desalentado los contactos. Hoy las ciudades se construyen para
cercar las diferencias, más amenaza que estímulo de
la vida comunitaria, y todavía no hemos encontrado el modo
de convivir en el espacio público con los nuevos pobres y
las nuevas multitudes. La comunidad se debate, aquí y en
todo el mundo, entre las demandas de mayor seguridad y los reclamos
de mayores libertades que preserven la efervescencia y vitalidad
de la cultura urbana.
La ciudad como
escenario de la vida se ha reducido y trivializado. Aún así,
hemos caído en la trampa. No hay más allá de
la ciudades. El desarrollo de la civilización parece haber
clausurado la totalidad del mundo en un cerco mental urbano.
Del malestar barroco a los hippies o la new age, toda
vida urbana, con su fantasma de técnica, anonimato y movimiento
ciego, estuvo impregnado de anhelos de salir a la arcadia del campo.
Hoy el campo ofrece pocas posibilidades, está desierto o
mancillado de ciudad real o mediática, y todo insatisfecho
deseoso de otra vida intuye que, o abre en la ciudad espacios que
la hagan posible, o el mundo sucumbe. De ahí el clima de
exasperación de las calles, pero también la urgencia
de las búsquedas por encontrar, sin el engaño de las
arcadias artificiales del encierro, una vida cotidiana respirable
en las ciudades.
Con todo, pensadores
y artistas siguen radiografiando el presente en busca de un futuro
sustentable. Con los reportes de la prensa en mano, Paul
Virilio
ve surgir nuevos fenómenos políticos y sociales malnacidos
en las catástrofes, resaltados en las mayúsculas de
imprenta de sus ensayos, como luces de neón de alarma: la
cosmópolis, ciudad abierta al mundo, convertida en
claustrópolis controlada y bunkerizada; la
democracia representativa reemplazada por la democracia de la
emoción que antepone la angustia y el miedo a la reflexión
sopesada. Michel Maffesoli, en cambio, ausculta lo que está
en el aire del presente, descree del individualismo posmoderno y
ve surgir nuevos lazos comunitarios instantáneos, nuevas
afectos, nuevos modos de estetizar la vida cotidiana en el neotribalismo
urbano. Desde una perspectiva opuesta o complementaria Saskia
Sassen
busca nuevas estrategias de integración del Sur global, ve
nacer nuevos sujetos políticos, nuevas formas de la
protesta urbana. Arquitectos y urbanistas, como el español
Jordi
Borja,
ven la necesidad de un nuevo "urbanismo ciudadano" que
combata el "urbanismo globalizado", con un acento en el
espacio público, capaz de crear mejores condiciones
para la integración de las diferencias en las ciudades.
La autonomía
del pensamiento y las artes, la voluntad de ampliar los marcos específicos
de los saberes y los lenguajes, y la confrontación de experiencias
de los países periféricos y centrales pueden ser puntos
de partida para empezar a pensar estrategias y políticas
viables.
Borges, que
siempre vio los dos lados, escribió la historia de un guerrero
bárbaro que llega a destruir la ciudad de Ravena en el siglo
VII, pero deslumbrado frente a esa maquinaria compleja hecha de
estatuas, templos, jardines, cuyo fin desconoce pero en cuyo diseño
adivina una inteligencia inmortal, decide cambiar de bando y morir
en defensa de la ciudad. Para resumir el deslumbramiento del bárbaro
que traiciona o se convierte cuando descubre esa invención
de los hombres civilizados, Borges escribe "Ciudad" con
mayúscula. Quisiéramos pensar que el bárbaro
no se equivocó en la elección, y que aún hay
una inteligencia que da sentido a la mayúscula y aleja
a la ciudad de la barbarie.
GS

La
autora es doctora en letras y profesora de literatura argentina
en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado varios libros de
conversaciones sobre arte y literatura (Primera persona. Conversaciones
con quince narradores argentinos, Guillermo Kuitca. Obras
1982- 1998, y Razones intensas. Conversaciones sobre arte
y literatura), un relato testimonial sobre la guerra de Malvinas
(Partes de guerra), el ensayo Manuel Puig. Después
del fin de la literatura, y la novela Oficios ingleses.
Ha escrito guiones para films documentales y de ficción,
entre ellos, Jorge Lavelli (dirigido por Alberto Fischerman), El
joven Kuitca (dirigido por Alberto y Pablo Fischerman), Las dependencias
(dirigido por Lucrecia Martel), Un oso rojo, (dirigido por Adrián
Caetano), y Mientras tanto, (en colaboración con Diego Lerman).
Como periodista cultural colaboró en Crisis, Babel, Página
12,
y en el suplemento Cultura y Nación del diario Clarín.
Codirigió la revista milpalabras y codirige actualmente
junto con Marcelo Cohen la revista de letras y artes Otra
parte.
En 2002 recibió la beca Guggenheim para desarrollar un proyecto
de ensayo sobre literatura argentina, artes visuales y cine.
Del
Primer Encuentro de Pensamiento Urbano Ciudad Abierta 05, ver también
el texto de Juan Villoro Espectros
de la ciudad de México
en este número de café
de las ciudades.
Sobre
Guy Debord y los situacionistas, ver la nota La
deriva y el placer
en el número 7 de café
de las ciudades.
De
Roberto Arlt, ver la nota El
placer de vagabundear
en el número 14 de café
de las ciudades.
De
Saskia Sassen, ver la nota Ciudadanía,
disputas territoriales y democracia informal
en este número de café
de las ciudades.
De
Jordi Borja, ver también las notas La
ciudad conquistada y Barcelona
y su urbanismo, La
Revolución Urbana I
y II
y el comentario
Tendencia
no es destino, sobre su libro La Ciudad Conquistada,
en los números 2, 21, 31, 32 y 15, respectivamente, de café
de las ciudades.
De
Paul Virilio, ver un fragmento
de su Ville Panique
en la presentación de este número de café
de las ciudades.
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