"...Terquedades
será una tribuna de doctrina" (C. Ricot)

Muchos
han sido los que han criticado a la clase media argentina
y a su metonímico símbolo, la clase-media-porteña
(en adelante en esta nota, CMP). Cuando era de izquierda,
Juan José Sebreli llegó a justificar su supuesta
propensión masturbatoria (trampas del lenguaje:
"su" propensión es de la clase media, no
de Sebreli) en Buenos Aires, vida cotidiana y alienación
con el argumento de que el tipo de trabajo de carácter
abstracto que esa clase realiza en oficinas y estudios profesionales
la aleja de la acción física que sí desarrolla
el obrero en la fábrica o en el taller. Desde las posiciones
de la centro-derecha nacional y popular, Arturo Jauretche
describió en El medio pelo en la sociedad argentina
las falacias de un sector social que, más que a nuestra
pequeña-burguesía criolla, corresponde a cierto
sector del Barrio Norte y de San Isidro. Recientemente, Horacio
Verbitsky ha hablado de un "bienpensantismo clasemediero"
(y más recientemente, se ha complacido en exabruptos
como "las personas más banales que perversas
de las clases medias, para las que ante todo cuenta su
casa, su familia, su seguridad, su auto y, como en la tira
del dibujante francés Maurice Siné, su culo"
o "el paladar de las clases medias, en las que el
sentimiento gorila sigue idéntico a sí mismo,
pese a la mutación del peronismo en una mera cáscara
electoral").
Es más
fácil rastrear en los anatemas al uso la huella de
una pedantería oligárquica elitista y anti-inmigratoria
(rastreable en La Bolsa, aquella novela de Julián
Martel de 1891) que una verdadera reivindicación de
las clases populares: éstas se limitan, en todo caso,
a desentenderse de las mitologías de la CMP, más
que a criticarla o a acusarla de su postergación.
Durante
los tumultos de 2001 y 2002, que algunos quisieron ver como
una emergencia revolucionaria, se inventó aquella consigna
de que "piquete y cacerola, la lucha es una sola".
Los recientes acontecimientos en las calles de Buenos Aires
han tenido en ese sentido el mérito de desprestigiar
a la vez el recurso pinochetista de las cacerolas y
la fascinación de laboratorio por los piquetes. Quizás
ahora se pueda hacer memoria y recordar la absoluta heterogeneidad
y disímiles intereses de los que salían a las
calles en aquellos días. Se ha dicho que lo que tengan
de verdaderamente popular y de izquierda los gobiernos krchneristas
vienen de aquellos mandatos desordenados que sintetizaba el
"que se vayan todos"; el argumento olvida que el
matrimonio platense-santacruceño era parte de ese "todos"
y que la victoria del 2003 estuvo a punto de ser solo una
utopía histórica, de haberse dado la segunda
vuelta electoral entre dos neoliberales como estuvo muy cerca
de pasar.

Se acusa
a la CMP de veleidosa y malagradecida o, por el contrario,
se la señala como una inteligente constelación
de librepensadores cuyas alternancias electorales responden
a un sesudo análisis renovado elección a elección
en función de la supuesta independencia de caudillos
y clientelismos. Ni lo uno ni lo otro. Tomemos por ejemplo
la acusación que se lanza hoy desde alguna centro-izquierda
y peronismo acerca de la supuesta traición de la CMP
al presidente que la salvó de su decadencia.
Un primer
análisis demuestra la falacia del argumento sobre la
volatilidad de ese voto. Desde 1983 a 2000, y con la sola
excepción del voto por Erman González en 1993
(en el momento de mayor popularidad del menemismo y con una
candidata radical muy mediocre, además de la aparición
de una tercera opción que comenzaba a ser el Frepaso
de Chacho Alvarez), el voto capitalino fue tan homogéneamente
leal a la Unión Cívica Radical como es peronista
hasta hoy el voto de algunas provincias de las llamadas "feudos".
Ese voto hasta aceptó la primera nominación
de Anibal Ibarra a la Jefatura de Gobierno por imperio de
esa disciplina partidaria o de pertenencia. Es la debacle
radical de la mano de la presidencia de Fernando de la Rúa
la que altera el panorama, no solo por el desprestigio del
gobierno y la crisis económica, sino por la insistencia
de la gestión delaruista en castigar duramente a
su propia base electoral. Ahí están por
ejemplo la reducción de salarios de empleados públicos,
los ataques a la universidad pública y el "corralito"
bancario (la debacle del partido radical no se debe tanto
a haber promovido un pésimo gobierno como a haber atacado
y abandonado de la manera en que lo hizo a la clase social
que lo sustentaba). En las legislativas de 2001, los votos
por personajes de historieta y otros exabruptos de las boletas
electorales tienen que ver no solamente con el descontento
ante la crisis sino con la insólita decisión
de la intelligentzia delaruista de no presentar candidaturas.
En el
2003, ese electorado "veleidoso" acompañó
disciplinadamente a los candidatos que el Presidente Kirchner
le recomendó para frenar el avance de un posible
competidor de centro derecha, Mauricio Macri. Votaron así
la reelección de un poco eficaz Ibarra, acompañado
del periodista y empresario Jorge Telerman. Cromañón
mediante y con el consejo de aficionados a la política,
esa fórmula volvió a repetir en 2005 la abstinencia
para las elecciones legislativas. Así le fue a Ibarra,
que no tuvo legisladores que lo apoyarán en su juicio
político. ¿Qué hizo a todo esto el kirchnerismo
con sus candidatos del 2003? Dejó librado a su suerte
al Jefe de Gobierno que meses antes aparecía como posible
vicepresidente; cerraba toda posibilidad al frívolo
vicejefe devenido en el sucesor de Ibarra, pero sin demostrar
la necesaria autoridad como para quitarlo de la lucha política
para la renovación de la Jefatura en 2007. El mismo
espacio político presentó así dos candidaturas
a la misma elección y se autoexcluyó de toda
posibilidad real de triunfo. ¿Quién es el veleidoso
en esta historia, el electorado o los que lo desorientan
dejando caer y obstruyendo respectivamente el paso a quienes
habían promovido tres años antes?
Tampoco
es cierta la falacia ecológica de sostener un
cambio de sentido del voto, que giraría de izquierda
a derecha de acuerdo a las conveniencias particulares y los
azares de la historia. En todo caso, la diáspora radical
motiva un desgranamiento de un voto que, en su matriz conservadora
y eventualmente antiperonista, va a engrosar las cuentas de
la derecha tradicional y sus eventuales aliados peronistas,
mientras que en su componente de centroizquierda sufre
la desorientación que sus propios referentes le imponen.
No hay migración veleidosa, hay sectores ideológicamente
definidos y, como en cualquier parte, sectores de escaso compromiso
político que votan por conveniencia, moda o presión
mediática.
Pregunto,
para terminar mi hipótesis y sugerir el debate: ¿será,
en definitiva, que este prejuicio anti-clase media es un
prejuicio propio de un sector de la clase media?
MLT
Sobre
el tema, ver también en café
de las ciudades:
Número
15 I Política
Las
10 boludeces más repetidas sobre los piqueteros y otros
personajes, situaciones y escenarios de la crisis argentina
I Con un prólogo sobre la derecha, otro sobre Jauretche,
y un epílogo sobre la consigna más idiota de
la historia. I Carmelo Ricot
Mensajes
Terccos>
- Propongo
que en el artículo mensual del Arq. Tercco se plantee
alguna forma para que el lector pueda opinar e idealmente,
dialogar con él o con otros lectores. Por ejemplo:
esta vez (Terquedad
de los residuos) coincido totalmente con Tercco,
pero quisiera saber qué propone a corto plazo. Les
saluda
Lic.
María Esther Fregenal
R:
Gracias Maria Esther; la posibilidad de intercambio es fundamental;
solo por el apuro de la primer Terquedad no incluimos un contacto
en tal sentido, pero lo iniciamos en ésta. Sobre tu
pregunta: no tengo una propuesta, en el sentido de un Programa
estructural de recolección y disposición final
de residuos (tampoco es tan fácil tenerlo y, en todo
caso, no soy el Jefe de Gobierno...) pero si puedo señalar
algunos puntos fundamentales:
- la
necesidad de dicho programa
- la necesidad de reducir, reciclar y reutilizar los residuos
- la necesidad de una fuerte educación en tal sentido,
ya que no se puede implementar sin consciencia ciudadana.
Cordialmente - MLT
Terquedades
anteriores:
Presentación
editorial (número 65)
Terquedad
de los residuos
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