“...Terquedades será una tribuna de doctrina”
(C. Ricot)

Resulta
curiosa la insistencia con la que se intenta resucitar en
el imaginario cultural porteño al Carnaval de Buenos Aires,
cuando por otra parte se procura por todos los medios terminar
con la auténtica fiesta popular de la ciudad y su metrópolis:
el fútbol. Ya se ha logrado eliminar de las canchas de las
categorías de ascenso al público visitante y se avanza para
conseguir lo propio en la primera división. Recientemente,
las improvisadas y sospechadas finales del campeonato local
se disputaron con el lamentable espectáculo de tribunas semivacías,
ya que se consideró prudente poner a la venta muchas menos
entradas que las que hubiera admitido la capacidad de los
estadios...
La
violencia en los estadios, argumento contra el
acoso a la fiesta, resulta así perfectamente funcional
a los intereses económicos que condicionan al fútbol: la televisión
(que solo necesita unos pocos espectadores que aporten un
plano de fondo a lo que sucede sobre el pasto y que promociona
sus ofertas “codificadas” con el slogan “no sos
menos hincha por no ir a la cancha”), los responsables de
los operativos de “seguridad” (que cobran por personal declarado
y no por cantidad de espectadores), las barras bravas (uno
de cuyos principales negocios es la reventa de entradas, potenciada
por la disminución de localidades y la dificultad creciente
para adquirirlas).
Todo
esto se suma a la creciente precariedad de los torneos y la
desastrosa situación económica de la mayoría de los clubes.
Con centenares de jugadores transferidos a equipos de todo
los destinos imaginables (ya no solo España, Italia y México,
sino también Rusia, Ucrania, Estados Unidos o Israel), queda
claro que hay toda una Liga argentina jugando en el exterior.
Los jugadores pueden ser transferidos con algunos pocos partidos
en primera división, en mitad de un campeonato o, como ocurrió
con Messi, en su preadolescencia. Así, en las canchas puede verse
a los pibes que recién empiezan, a los que regresan pasados
sus treinta años y a los que por diversas razones no han logrado
ser transferidos al exterior.
A
pesar de este panorama desolador, el máximo responsable de
la organización del fútbol argentino, Don Julio Grondona,
está a punto de cumplir 30 años como Presidente de la AFA. Designado para su cargo en
plena dictadura militar de Jorge Videla,
Don Julio ha logrado sobrevivir en su cargo a todas las administraciones
(de distinto grado de legitimad, origen partidario y signo
ideológico) con las que ha convivido en estas 3 décadas. Si
la decadencia del fútbol profesional ha sido tan marcada y
evidente durante su gestión: ¿cómo se explica que en tanto
tiempo no haya habido una posibilidad cierta de que los aficionados
argentinos nos saquemos de encima al responsable de una gestión
desastrosa?
El
lugar común que suele explicar esta aparente contradicción
es el de la “habilidad política” de Don Julio. A pesar de
su evidente dificultad para formular dos frases seguidas con
alguna coherencia (defecto que queda mitigado por la habitual
condescendencia de los periodistas que lo reportean y su omisión
de incómodas repreguntas) el viejo patrón de la AFA tendría un especial talento
para condicionar acuerdos y tejer alianzas con las principales
figuras de la política nacional, y para aggiornarlas
con el transcurrir de los gobiernos. Siendo ésta teoría de
apreciable certeza, no debemos olvidar algunos detalles que
contribuyen a esta natural habilidad del “Padrino”. En especial,
que la actividad encubierta de muchos dirigentes políticos
argentinos es la representación comercial y consecuente compraventa
de jugadores de fútbol, en esa suerte de moderna “trata de
esclavos” en que se ha constituido el mercado de contrataciones
futbolísticas (hoy momentáneamente opacado por la crisis mundial,
pero recientemente potenciado por sus evidentes conexiones
con el lavado de dinero de diversos tráficos y mafias internacionales
que se adueñaron de importantes clubes europeos). Y por supuesto,
en las redes capilares que unen a los aparatos políticos con
los núcleos duros de las “hinchadas”.
Debo
a Carmelo Ricot el conocimiento
de un opúsculo de autoría anónima que ha estado circulando
en algunas napas de la Web, cuyo tema es la aparente reivindicación de
la figura de Don Julio (aunque en realidad resulta ser, al
leerlo en forma completa, una aclaración sobre las asimilaciones
que propone uno de los insultos más frecuentes de los que
el Padrino es objeto en algunas canchas argentinas…). Sin
compartir sus postulados, creo que sin embargo es útil conocer
el texto para explorar el núcleo subterráneo de los cuestionamientos
a nuestro personaje, y por eso lo reproduzco a continuación
(lo que sigue, en itálica, es el texto de autor desconocido):
“Refutación
de un discurso hegemónico
Con
la apasionante definición del reciente Campeonato Apertura
2008 (llamado así a pesar de ser el último de los dos campeonatos
jugados en el año) de la Asociación del
Fútbol Argentino (AFA) y su novedoso formato de definición
por torneo triangular, reaparecieron en algunas tribunas los
cánticos que describen a Don Julio Grondona, presidente de
dicha asociación desde el año 1979, como un “hijo de puta”
(la canción más utilizada es la que, con la bella música de
“Cidade Maravillosa”, postula un terminante “Grondona/hijo
de puta/la puta/que te parió/¡Grondona/hijo de puta/la puta/que
te parió!”).
No
es mi intención en esta nota formular la defensa del Presidente
de la AFA, que como todo personaje
de sus características (quiero decir, un personaje importante)
tiene quien lo defienda. No importa aquí si el tal Don Julio
es el líder de una organización mafiosa, socio de la dictadura
y de cuanta corruptela estatal haya existido en la Argentina, manipulador
del sentimiento futbolístico y responsable de la transformación
del mayor espectáculo popular argentino en una farsa mediática
(no digo que lo sea, ni es el tema de esta nota). No importa
tampoco si es un fascista, antisemita, acomodaticio y delincuente
(ídem paréntesis anterior). Todo ello deberán decirlo quienes
lo piensen y puedan aportar pruebas, más allá de las meras
evidencias. El verdadero objetivo de esta nota es cuestionar
el uso de la expresión “hijo de puta” en sentido agraviante,
como un estigma sobre las mujeres que ejercen la prostitución
y, en un arcaísmo degradante, sobre quienes llevan su sangre,
sus hijos, con un criterio propio del medioevo que lo acerca
al concepto insultante de “bastardo”. Este escrito intenta revertir esa negligencia en
el cuidado del lenguaje y sus significados más profundos.
Respecto
a la expresión “hijo/a de puta”, nótese que no existe agravio
equivalente ni para el hijo del puto,
masculino literal de puta que sin embargo tiene otro significado,
ni para el hijo del putañero, el
que utiliza los servicios de las putas, ni para el hijo de
un varón que se dedica a la prostitución, lo que se conoce
como taxi boy o “chongo”. La expresión
en sí tiene dos agravios explícitos: el directo, al hijo o
hija, por la retrógrada suposición de que los vicios y defectos
morales atribuidos a la madre se transmitirán por la sangre
a su descendiente.
El
agravio indirecto es a la madre, de la cual se pretende que
ejerce el oficio de la prostitución o que sus pautas de comportamiento
personal la asimilan a la de una trabajadora del sexo, si
no por el cobro sus “favores” al menos por la frecuencia de
los mismos. Omito este último caso por la evidencia de su
carácter reaccionario; nos limitaremos a analizar el estigma
que cae sobre las mujeres que hacen de la prestación de servicios
sexuales su profesión (aclarando nuevamente que no es ese,
necesariamente, el caso de la madre de Don Julio).
Un
glosario de origen incierto clasifica así los significados
atribuidos por el habla popular a determinados vocablos según
su género:
ZORRO:
Espadachín Justiciero.
ZORRA: Puta.
PERRO: Mejor amigo del hombre.
PERRA: Puta.
AVENTURERO: Osado, valiente, arriesgado, hombre de mundo
AVENTURERA: Puta.
AMBICIOSO: Visionario, enérgico, con metas
AMBICIOSA: Puta
UNO CUALQUIERA: Fulanito, Mengano, Zutano.
UNA CUALQUIERA: Puta
CALLEJERO: De la calle, urbano.
CALLEJERA: Puta
HOMBRE PÚBLICO: Personaje prominente
MUJER PÚBLICA: Puta
GOLFO: Masa de agua marina parcialmente rodeada de tierra
GOLFA: Puta
LOBO: Mamífero predador rapaz y feroz. Hombre experimentado
y agresivo
LOBA: Puta
LIGERO: Hombre débil y/o sencillo
LIGERA: Puta
ADÚLTERO: Infiel
ADÚLTERA: Puta
PUTO: Homosexual (y en algunos países, libertino)
PUTA: Puta.
Pero
la condena del lenguaje al ejercicio femenino de la prostitución
es apenas uno de los castigos que la sociedad ha impuesto
a las mujeres puestas, las más de las veces por la misma sociedad,
en esa condición (ese “triste comercio”, como el eufemismo
mediático sostenía hasta hace algunos años). La prostituta
accede a su oficio por obligación, sea ésta la coerción de
alguna mafia o aquella de la miseria (ninguna mujer nace para
puta, dice una reivindicación feminista). Rara vez hay verdadera
elección en quienes “caen” (otro lugar común del lenguaje)
en el oficio.
La
puta queda expuesta a la degradación moral, pero también y
antes que eso a las más humillantes degradaciones físicas:
desde la mera obligación de poner su cuerpo bajo el peso de
un “cliente” (sin importar su deseo, su pudor ni su asco)
hasta el castigo físico propinado por un cobarde, la perdida
de la sensibilidad corporal hacia el placer erótico, la enfermedad
y en muchos casos la muerte. En el plano psicológico,
la prostituta soporta la vergüenza propia, el desencanto de
que a veces su propia familia o amante la someta a esa situación,
la confusión sentimental, la culpa, el autocastigo,
el aislamiento del mundo, la hipocresía propia como expiación
de la hipocresía social.
La
sociedad necesita a la puta para la homeostasis de la represión
sexual (la impuesta por el entorno de los individuos o la
derivada de sus propias falencias) pero a su vez le carga
la “culpa” de su “miseria moral”. Como contraparte del castigo
a la puta concreta, la Cultura hace de la Puta ideal un modelo de infinidad
de producciones: la
Carmen de Bizet,
la Sonia de Dostoievsky,
la Yira
de Discepolo, Mujer Bonita, Irma
la Dulce, la hermosa Love
for sale de Cole
Porter… La sociedad crea numerosos modelos para el encuadramiento
de los hombres: el Guerrero, el Sabio, el Padre, el Hermano
solidario, el Buen Hijo, el Hijo Pródigo, el Casanova, el
Maestro, el Caudillo, el Mago, el Amigo y tantos otros; en
cambio, los modelos que la misma sociedad crea para la mujer
se reducen a la
Madre, la
Virgen o la Puta. Cualquier otra alternativa
de feminidad que no se encuadre en las dos primeras, es derivada
automáticamente a la
Putez.
Y
en la práctica, las putas cotidianas reciben (salvo bajo el
salvoconducto de la fama mediática o el precio solo accesible
a personajes adinerados) la sospecha de cien conductas infamantes.
A las putas se las supone traidoras, sucias, peligrosas, insensibles,
hipócritas, malas (“mala mujer”). En la realidad, como cualquier
conjunto de personas, el universo de las putas engloba muchachas
y mujeres dulces, sensibles, buenas madres, sufridas, inteligentes,
valientes, astutas, agradecidas y muchas otras virtudes. Cuando
ese no es el caso: ¿quién puede señalar e insultar
a una mujer por las secuelas que una vida difícil le ha creado?
¿Y
por qué atribuir a las putas, y además a sus hijos e hijas,
las degradaciones de ética y conducta que por comodidad y
prejuicio se siguen calificando como propias del hijo de puta?
En el caso que nos ocupa, si fuera cierto que Don Julio carga
con los defectos que suelen atribuírsele (ser mafioso, inepto,
encubridor y tolerante de la violencia en el fútbol, disolver
la alegría de la fiesta popular en beneficio de sus socios
de la televisación futbolística,
regalar y proscribir campeonatos, etc.), ¿por qué condenar
por ellos a las putas? ¿Por qué suponer que esas conductas
son propias de las putas, aun cuando eventualmente la madre
de Grondona hubiera sido una grandísima puta, aun cuando lo
hubiera engendrado en una orgía con marineros en un prostíbulo
de Sarandí, aun cuando ni siquiera hubiera podido ver el rostro
del padre de Don Julio en el momento de engendrarlo (si fuera
ese el caso) por haber estado practicando en ese mismo momento
una doble fellatio?
Reservémosle,
en todo caso, a las putas, e incluso a la más puta de todas
(aun si ese lugar le correspondiera a la madre de Don Julio)
el respeto que no nos merece la conducta de Don Julio Grondona.
Y si en un exabrupto nos referimos a éste como un “hijo de
cincuenta mil revoleadas putas sifilíticas”, aclaremos al
finalizar la frase: “pero su madre es una santa, y toda puta
merece mi respeto”.
Lo
mismo vale para los editores del Clarín Deportivo, el Olé
y TyC Sports."

Este
odio inconducente que invade el corazón de algunos hinchas
argentinos parece encaminarse en acciones concretas, si damos
pie a la nota de Gustavo Veiga que
publica Página 12 el pasado
22 de febrero, bajo el título “Buscan
la democracia para la AFA”. Según Veiga, la asociación civil Salvemos al Fútbol presentó una
nota en dicha Asociación con el propósito de modificar el
estatuto para que al presidente de la misma sea elegido por
los asociados de los clubes que la integran y no, como ocurre
ahora, por los representantes de las mismas: “Sin perjuicio de que la AFA adopte medidas alternativas
que logren el objetivo planteado, sugerimos que se incluya
un nuevo inciso en el artículo 6 (obligaciones contraídas
por las instituciones afiliadas) del Estatuto de la Asociación del Fútbol Argentino. Este inciso debería
consagrar la obligación por parte de las comisiones directivas
de las instituciones afiliadas a llamar a una asamblea o comicio
extraordinario del cual surgiría un mandato imperativo por
parte de los socios respecto del contenido del voto que emitirá
el representante del club ante la asamblea, cada vez que esta
tenga la tarea de elegir un nuevo presidente”, sostienen
los recurrentes.
Aun
con sus ingenuidades (¿alguien cree realmente que esta nota
tiene alguna probabilidad de recibir un mínimo tratamiento?),
al menos la iniciativa de Salvemos al Fútbol tiene el mérito
de, por un lado, poner en cuestión al personaje, y por otro,
indicar la raíz institucional de la perpetuación grondoniana:
que el voto para la reelección de Don Julio viene de los mismos
clubes que lo necesitan para sobrevivir en el perverso sistema
que ese mismo voto alimenta…
MLT
Sobre
los intentos de limitar la presencia de público en los estadios
argentinos, ver también en café
de las ciudades:
Número
18 I Fútbol y ciudad (III)
El
acoso a la fiesta I No se escucha (son
amargos...) I Carmelo Ricot
Y
sobre los orígenes de la pesadilla grondoniana:
Número
69 I Fútbol y ciudades
La
ciudad del Mundial ‘78 I La fiesta de
la dictadura y sus huellas en Buenos Aires I Marcelo Corti
Ver
la nota El
nefasto legado de corrupción de "DON" Julio
Grondona, en el sitio El Camino (a la cual pertenece
originariamente la caricatura que ilustra esta nota).
Ver
la nota de Gustavo Veiga Buscan
la democracia para la
AFA,
en Página 12 del 22 de febrero.
Sobre
el cierre de esta edición, otra nota de Gustavo Veiga
en Página 12, Seguridad
que pagarán los hinchas, informa sobre las características
del sospechoso proyecto de empadronamiento de
hinchas de fútbol.
Respecto
al antisemitismo de Don Julio: en un reportaje televisivo,
ante la pregunta sobre por qué no hay árbitros de fútbol judíos,
sostuvo que es porque a los judíos no les gusta trabajar…
Mensajes
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Terquedades
anteriores:
Presentación
editorial (número 65)
Terquedad
de los residuos
Terquedad
de las clases medias (y sus críticos)
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Terquedad
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